Capítulo 5: No Pagar
Un campo lleno de flores coloridas y de hierba tan verde que mis ojos no quieren olvidar ese color tan puro y bello que se mueve por la suave brisa fresca que aparece de repente. Es un recuerdo exacto de aquel día, sólo es un sueño, pero se siente tan real...
Miro a todas partes, intentando encontrar esos dos ojos que tanto amor me han dado con tan sólo uno de sus guiños que cautivan a cualquiera que la viera. La búsqueda finaliza al verla levantada observando el cielo azul con ojos deseosos de volar y rozar las nubes con la yema de sus dedos.
Una mujer de cabello rubio dorado como el trigo siendo movido por el viento con una gracia maravillosa, ojos como el chocolate propio que dan siempre ganas de un dulce que llene el estómago, aunque no hubiera ganas de tomar algo, y una sonrisa que desprende felicidad a cualquiera que la vea desde lejos, incluso desde las alturas.
Su belleza llama siempre la atención de cualquier hombre, sea o no de corazón duro como la piedra misma. Me acerco a ella con seguridad en mí mismo. Al llegar a su lado un aura me impregna de su fuerza y me hace sonreír de felicidad. Me dirige su mirada y su sonrisa como siempre ha hecho, no puedo hacer nada más que abrazarla como siempre, con cariño, respeto y adoración.
-Hector -me llama con su melodiosa voz, que podría ser de una diosa, y levanto la mirada, con las orejas abiertas-, quiero que me prometas una cosa. ¿Crees que serás capaz?
-Creo que sí -respondo con un poco de miedo por lo que puede ser.
-Quiero que me prometas que lucharás por todo lo que deseas, por todo lo que amas. Que luches por tu libertad y que nadie te eche un ancla para dejarte sin alas y no poder volar. Quiero que seas tú mismo y que le enseñes al mundo lo que se pierde al no tenerte al lado. Quiero que pienses con el corazón y no con la mente, porque aveces la mente engaña, pero el corazón nunca.
-¿Por qué quieres que prometa todo eso? ¿Es que te vas?
-Posiblemente, Hector, querido. El futuro es una baraja impredecible, no sabes que mano te puede tocar y si eso te llevará al final de tu cuento.
-No te entiendo -digo desconcertado por todas esas palabras que me hacen pensar demasiado.
-Pronto lo entenderás, pequeño mío. Ahora lo importante es volver a la cabaña, donde tu madre nos espera para ayudarla en la cena.
Me agarra de la mano suavemente y vuelvo a sentir esa piel suave como el terciopelo, el cual no me canso de acariciar cuando puedo. Andamos hasta una cabaña de madera clara que tantos momentos inolvidables he vivido. Por la ventana ya se ve a mi madre cocinando un poco de estofado, el delicioso olor ya llega hasta nosotros. No podemos aguantar y corremos por ello, lo cual estamos deseando probar. Al abrir la puerta, una luz brillante que me ciega inunda el sueño entero hasta hacerme desaparecer a mí también.
¿Estoy despertando de nuevo?
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Me siento despierto, mi cuerpo se siente pesado por algún objeto o algo raro encima de mí. Oigo murmullos, susurros, pero sólo dos voces distingo. Muevo la cabeza una pizca y los murmullos cesan, hasta que se oyen pasos también. ¿Los sonidos proceden de mi cabeza o simplemente es la realidad? Abro un poquito los ojos y me encuentro con una silla que reconozco muy bien y una pared blanca de hospital que me pone nervioso aveces. Una mano me acaricia el brazo, ¿quién es el que lo hace?
-Gracias, doctor -apenas he podido distinguir esas palabras, mi mente aún no está clara.
Se vuelven a oír pasos, pero estos son más fuertes que los anteriores y se alejan. Una puerta se oye, entonces voy recordando poco a poco lo que ha pasado. Lucas con cortes en las venas, en una ambulancia, en una camilla de hospital, en una habitación del hospital. Quiero girarme, pero un susurro en mi oreja me detiene.
-¿Qué tal has dormido, chaval? -esa voz tan grave y sexy que me eriza los pelos con tan sólo escucharlo cerca.
Giro mi cabeza poco a poco y observo la imagen de Lucas sonriendo, enseñando sus dientes blancos de perla. Esa sonrisa... ¿Qué me pasa? Tengo que espabilarme, me ha provocado algo raro, pero prefiero no sentirlo.
-Eh, he dormido bien, por así decirlo -mentira, he dormido genial, como un bebé.
-Genial. Entonces, ¿puedes levantarte? El doctor me ha dicho que puedo volver a casa.
Me levanto de la camilla y estiro mis piernas, los brazos y la espalda. Veo que Lucas está bastante sonriente, ¿por qué? Me froto los ojos por las legañas en los ojos y bostezo una última vez esta mañana.
-¿Qué hora es? -pregunto, tengo pereza en sacar el móvil. Saca el suyo y me dice la hora.
-Las 10:25. ¿Por qué?
-No, por nada -no importa, menos mal que he hecho el trabajo con Jensen, que sino me la habría cargado.
-Te invito a desayunar, si tengo algo de dinero en la cartera.
-Te la traje en la bolsa, al igual que un poco de ropa -digo eso porque está con la bata de paciente-. Por favor, cámbiate, no quiero ver la luna en pleno día.
-Voy -agarra la bolsa y se va al baño de la habitación.
Es un buen hombre con una tormenta en sus memorias, algo que le perjudica y que le duele bastante, tanto que le provoca pensamientos suicidas. Yo nunca pensé en suicidarme, ¿qué tan loco hay que estar para pensar así? Da igual. Me siento en la silla en la que estaba hace horas y saco mi móvil. ¡Ya no me da pereza! Todo por el móvil.
Tengo varios mensajes. Muchos de distintos grupos y otros de tres personas distintas. Sofia, Andrew y Jensen. Vaya, parece que April está un poco ocupada durmiendo o haciendo otra cosa. Aún no sé la diferencia horaria, tengo que preguntarle. Leo los mensajes, empiezo por mi querido Jensen, mi amor prohibido.
Jensen: ¿Dónde estás, Hector? ¿Estás bien?
Jensen: Ay, dios. Algo te ha pasado. Ese hombre... Ya decía yo que no tenía que dejarte sólo. Debe de haberte dado un golpe brutal.
Jensen: ¡Por favor, habla! ¡Me estoy desesperando!
Y esto fue hace unos minutos, seguramente en clase. Ahora voy a empezar con Sofia, que me parece una buena chica.
Sofia: ¡Hector! Que alegría que me hayas mandado un mensaje. Ahora no puedo hablar porque estoy en una fiesta, pero si quieres dejarme un mensaje, hazlo. Besos, guapo.
Vaya, para ella la vida es un "que no pare la fiesta". Nunca irá a aprender, ¿verdad? Es una chica sociable, pero con una locura de querer fiesta que aún desconozco. Pues nada, ahora a ver los de Andrew.
Andrew: Buenas, hermoso. ¿Sabes? Pensaba que no me mandarías un mensaje en la vida, también creía que fue un atrevimiento demasiado alocado, no sé lo que pensarás de mí ahora.
Andrew: Ahora que me acuerdo, ¿qué tal el hombre que buscabas? ¿Está bien? ¿Es tu hombre? Si lo es no pasa nada, pero me sentiré un poco triste.
Andrew: Te propongo una cosa. Hablamos y si eso te invito a mi casa para ver una película o hacer algo. Me da igual lo que sea por tal de conocerte.
Vaya, parece que tengo un imán para los hombres buenos últimamente. ¿De verdad mi cara vale la pena? ¿O mi comportamiento? La verdad es que no sé lo que es mejor de mí, lo desconozco completamente. Le envío un mensaje conciliador a Jensen para que no se asuste más de lo que está.
La puerta del baño se oye y por ella aparece un hombre distinto al que veía antes. Le queda muy bien lo que le traje. Una camiseta blanca de manga corta que no le muestra los músculos, sólo los brazos, y unos pantalones vaqueros que combinan con sus zapatos negros.
-¿Qué tal estoy? -pregunta un poco tímido.
-Estás muy bien -sonríe y se acerca a mí.
-Gracias -me abraza bien fuerte y noto que me cruje la espalda un montón gracias a su gran fuerza-. Te debo una bien gorda.
-Pues entonces hazme un favor bien gordo que nos dejará en paz.
-¿Cuál?
-Deja de tomar drogas para apaciguar el dolor que tienes aquí -poso mi mano en su robusto pecho y se tensa, al igual que me mira bastante raro, con un brillo que me llama la atención y que me hace verle de otra manera.
-¿Y el alcohol?
-Mientras esté alguien a tu lado para que no hagas ninguna tontería está bien.
-Vamos, que vas a venir conmigo todas las noches que me vaya a beber.
-Puede... Es que no lo sé. Yo estoy ocupado con mis estudios, así que no voy a poder acompañarte todas las noches.
-Menuda pena -nos quedamos mirando a los ojos, algo me quiere hacer dar un paso para acercarme a él, a sus brazos, pero la otra parte me detiene.
¿Qué me está pasando? ¿Por qué una parte de mí quiere estar cerca de él? Ah, ya, para vigilarlo y ayudarle en su dolor y en que no haga ninguna estupidez.
-¿Nos vamos? El desayuno nos está esperando.
-Pues sí, vamos.
Salimos de la habitación con todas nuestras cosas y caminamos por el largo y extenso pasillo en el que me quedé un buen tiempo ayer. Lucas llama a alguien, pero no quiero escuchar la conversación, así que haré oídos sordos. Nos acercamos a recepción y nos atiende una señora bastante amable, quien empieza ha hacer gestos con las manos mientras Lucas firma unas cosas para poder salir. Creo que significa esto...
-Menudo hombretón te has echado como novio, hijo. Si yo fuera tú no le dejaría escapar.
Me sonrojo al instante por los gestos de la señora, los cuales están equivocados. Si Lucas se entera de que la señora ha dicho eso no va a parar de burlarse por todo el día. Termina de firmar y nos despedimos de la señora, ya sin mi rubor en las mejillas. Al salir Lucas se va a un sitio fijo, donde hay un hombre de traje con un coche impresionante, de esos que son tan caros y que casi nadie puede permitirse.
-¡Buenas, D! -saluda al hombre.
-¡No me llames así! -le grita, llamando la atención de un par de personas-. Ya te traje el coche -¿está de coña? ¿Es el coche de Lucas? ¡Imposible! Aunque pensándolo bien, tiene un piso caro con unas vistas espectaculares-. No me vuelvas a llamar a estas horas, que sabes que ahora mismo tendría que estar descansando.
-¿Y qué mejor descanso que traerle el coche a tu mejor amigo?
-No eres mi mejor amigo, que eso te quede claro. Venga me voy que sino llego tarde y me despiden. Hasta luego -dice con un poco de desprecio.
Veo cómo se aleja con su traje siendo golpeado por el viento. Este hombre es un poco borde, pero seguro que solo con Lucas. Lo entiendo, puede sacar de quicio a cualquiera.
-¿Subes? -pregunta Lucas mientras sube de piloto.
Estaba tan metido en mis pensamientos que no me había enterado, había desconectado por un segundo del mundo real. Me acerco al coche y abro la puerta hacia arriba, lo cual me sorprende bastante. Subo y cierro la puerta un poco flojo.
-Espera -pasa su brazo por delante de mí, abre y cierra la puerta bien fuerte-. Hay que cerrarla bien, sino puede pasar algo raro e inesperado.
¿Me lo está diciendo él? Mejor me lo callo. Me pongo el cinturón de seguridad y dejo que Lucas conduzca en silencio. No sé adónde voy, pero por tal de desayunar algo fuera me vale.
-Oye, quiero conocerte, has estado ahí para ayudarme sin siquiera conocerme. Acabo de comprobar que eres buen chico y que no te importa lo que los demás te hagan, te preocupas por ellos y los ayudas, así como has hecho conmigo. Te lo agradezco mucho, pero ahora quiero conocerte y que tú me conozcas a mí.
-Está bien, si te voy a estar vigilando por un mes entero voy a tener que ser tu amigo y conocerte, sino me va a parecer raro todo.
-Bien. Entonces empecemos con las presentaciones, quiero saber tu nombre, tu edad y lo demás en tu vida.
-Claro, empiezo. Me llamó Hector Clark, tengo 18 años, vivo con mis padres y una hermana pequeña de ocho años. Estudio cocina porque mi mayor sueño es ser jefe de mi propia pastelería, al lado de mi mejor amigo Jensen. Me encanta la música, leer, hacer aveces magdalenas o cupcakes, hacer el tonto para hacer reír a mis amigos o amigas, cantar aunque mi voz destroce oídos, pasear y salir por ahí con los amigos, también me gusta el baloncesto, no se me da mal.
-¿Ya?
-¿Quieres que te cuente algo más?
-Por ahora me has dejado bien claro lo que te gusta y tus sueños. Ahora me toca a mí.
-Ilumina mi mente, quiero saber.
-Me llamo Lucas Fariely, tengo 28 años, mis padres viven lejos de aquí, de New York, y mi hermana...
-¡No la menciones! -le corto, sé que eso le duele y encima de todo está conduciendo.
-Vale, pues entonces sigo -respira hondo y prosigue-. Me gusta mucho la compañía, aunque ahora mismo quiera estar sólo, me gusta la música, las series de televisión, las películas, los videojuegos, admirar los paisajes y gritar. Si eso ya verás más cosas de mí. No te voy ha hablar de mi trabajo porque no quiero ser demasiado importante para ti al contártelo.
-Tranquilo, no creo que me importes por tu trabajo. ¿Y por qué te gusta gritar?
-Porque es la mejor forma de desahogarse, de sacar todo el dolor que llevas dentro de una forma magnífica. Todos te oyen y creen que estás loco, pero no es así, solamente estás manifestando tu dolor, tu rabia, tu impotencia, todo lo malo.
Tiene razón. Aunque yo nunca haya gritado por la calle, siento ganas de hacerlo, de gritar y soltar todo mi enfado, mi tristeza, mi dolor que llevo por dentro. Solo me expresé con lágrimas, esas lágrimas que salen pero que no provocan sonido alguno que me vacíe de todo esto. Quiero expresar toda esta rabia y tristeza que siento por mi tía gritando, por una vez todo el mundo me oirá y sabrán lo que me pasa por dentro.
-Ya hemos llegado -aparca el coche y observo el lugar.
Es una cafetería bastante bonita. La parte exterior está decorada con plantas y flores coloridas que dan un aspecto alegre al lugar, lo mejor de todo es que se puede estar fuera tomándose cualquier cosa mientras hueles su aroma.
-Vamos.
Entramos al local. El suelo es del típico blanco y negro que habían en las películas de hace tiempo, las mesas que hay pegadas a las ventanas, que muestran el precioso exterior de la calle o a las paredes de un tono color gris tirando a negro, están con unos sillones alargados marrones con pinta de ser cómodos. Una encimera blanca con trazados aleatorios grises porta varios escaparates que muestran tartas, bollos, magdalenas, cupcakes e incluso bizcochos con trocitos de chocolate, de esos que a mí me encantan porque los hacía mi tía.
-Si ves algo que te guste pídelo, yo invito a todo lo que quieras.
-¡¿Qué?! -alzo la voz y lo miro sorprendido.
-Pues eso, que invito yo.
-No sé yo, no quiero que te gastes mucho dinero en mí.
Sonríe y se acerca al mostrador para hacer una locura, lo veo en sus ojos.
-¿Podrían hacerne un pedido un poco grande ahora mismo, por favor? -le pide al joven muchacho de pelo gris que parece tintado y a la chica que lo acompaña de pelo liso y azabache como el ala de los cuervos.
-Claro -responde la chica-, diga lo que quiere, que yo le tomo nota.
-Pues espero que escriba rápido, porque va a ser un poco largo -la chica se prepara y se le ve en la cara que está preparada para un nuevo reto-. Allá voy. Cinco cupcakes de esos de chocolate, una tarta de nata y chocolate pequeña, tres bollos de crema y canela, diez de esas magdalenas que tienen pinta de ser caseras -me mira y sonríe de lado a lado, cosa que me asusta-, por último un bizcocho entero de ese que lleva pepitas de chocolate por dentro.
La chica termina de tomar nota y se va por una puerta que debe de llevar a la cocina. De mientras, Lucas revisa su cartera y suspira de alivio. Al mirarme se parte de risa, será porque estoy con la boca abierta y la mandíbula toca el suelo por la bestialidad de este tío.
-¿Pero qué te pasa? -pregunta entre risas.
-¡Que eres un bestia!
-Lo hago por ti, eres demasiado bueno como para pedir lo que más quieres.
-Yo no quería tanto.
-Si es para los dos. ¿Creías que te ibas a comer todo eso sólo?
-Pues... no. Sabía que me ayudarías.
-¿Quieren algo mientras esperan por el pedido? -pregunta el chico con una sonrisa en la cara, es lindo.
-Yo tomaré un café y unos huevos revueltos con bacon -pide Lucas, no se cansa.
-El desayuno, muy bien. ¿Y para su "pareja"?
-¿Eh? No, no somos pareja -digo claramente con un leve rubor en las mejillas.
-Eso ya lo iremos viendo -me guiña un ojo-. Venga, pide.
-Está bien. Pues un café con leche y un par de gofres.
-Siéntense, ahora os lo llevo.
Nos vamos a una mesa en la que él ha preferido sentarse y ya veo el motivo. Las vistas son preciosas. La calle rebosante de vida con las flores decorando la ventana, es un placer ver esto.
-¿Te gusta? -pregunta refiriéndose a las vistas.
-Me encanta. ¿Has venido aquí más veces?
-Sí, es mi lugar favorito, el único al que vengo cuando tengo antojo de tomar algo fuera.
-Pues ahora se ha convertido en mi lugar favorito también.
El desayuno llega y nos lo vamos tomando con calma, sin prisas, ya que tenemos el día entero, al menos por mi parte. Los gofres son una delicia, incluso me he comido uno de golpe y el otro está intacto, y el café está maravilloso. ¿Quién diría que una cafetería como esta fuera diez de diez en todos los sentidos? El café se me termina, qué pena. Lucas me mira y me dice con los ojos que pruebe su plato. Le hago caso y pruebo. ¡Está muy bueno! Le paso el gofre intacto a Lucas y este niega diciendo que ya los probó. Pues nada, todo para el nene.
Terminamos el desayuno y un chico distinto se lleva los platos. Es un sitio increíble, volveré cuando pueda y cuando tenga bastante dinero en mi cartera.
-¡Lucas! -se acerca uma mujer de pelo negro azabache como el de la joven de antes y ojos azules cielo que podrían aparecer nubes blancas-. Ya decía yo que si había un pedido grande tenía que ser un loco.
-¡Marderin! -se levanta y la abraza tiernamente-. ¡Cuanto tiempo!
-Sí, desde aquello que ocurrió. ¿Cómo estás?
-Bien, siendo cuidado.
-¿De quién? -se sorprende y se ríe un poquito para quitarle seriedad al asunto.
-De él -se aparta y me señala-. Se llama Hector, puede que sea un chaval, pero ya ha hecho mucho en tan sólo un par de días.
-Me alegra que mi Lucas haya encontrado un chico que lo haga feliz. ¡Que ya era hora!
-Ya vale, Marderin. ¿Querías algo más aparte de un abrazo de tu viejo amigo?
-Sí, saber dónde te dejamos el pedido. Son tres cajas.
-Pues en la parte de atrás del coche. Venid que nos vamos ya.
Marderin desaparece y aparece con una caja y una chica que la ayuda con las dos restantes. Salimos de la cafetería y nos vamos al coche, el cual Lucas abre para dejar que las dos dejen el pedido de Lucas. Paga lo tomado y el pedido y entramos al coche con una despedida y una sonrisa. Lo pone en marcha y nos alejamos del lugar que tanto me ha gustado.
-Una pena alejarse ahora, ¿eh?
-Sí, una pena. Yo quería estar más tiempo.
-Ya volveremos los dos para tomar algo, claramente yo invitaré.
-¡Ni de broma vas a pagar tú la próxima! ¡Seré yo!
-¿En serio? Me gustaría verlo.
-Lo verás.
Esta mañana ha sido preciosa, inolvidable para mí. Ahora conozco una cafetería de ensueño, de esos en los que solo aparecen en las películas brillantes y con una comodidad increíble.
Ahora me alegro un poco de que April me pidiera aquel favor.
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