Capítulo 32: Churros Con Chocolate
Os preguntaréis que qué es lo que hago, pues terminar de limpiar el desastre de la fiesta. Estamos a punto de terminar con esto, así que podré irme con Jensen a desayunar fuera. Así es, le voy a pedir que desayunemos fuera, no tendremos toda la privacidad que necesitamos, pero bueno, es lo que hay, no me voy a quedar en la casa de la rubia todo el tiempo, necesitará su tranquilidad, su recuperación de la jaqueca.
Cierro la bolsa con un nudo y la dejo con las demás que hay, que son como cinco o seis, y eso que son bolsas de las grandes. Sofia vuelve del piso superior, de limpiar una de las habitaciones que estaban sucias, trae esa cara de que ha visto algo súper bonito, seguro que sé lo que es.
-Jensen es tan guapo mientras duerme... Si no fuera por las heridas, sería aún más guapo.
-Y eso que no lo conoces bien, es todo un amor.
-De verdad, si él no fuera gay, haría que fuera mi novio para siempre.
-Entonces me verías muy seguido, ya que con él estoy varios días.
-¿En serio? ¿Y con Lucas?
-Con Lucas... -ahora me acuerdo que pasado mañana tenemos que ir a la cena familiar-. Voy a estar un buen tiempo.
-¿Por qué? -se acerca más a mí y me mira con curiosidad.
-Por nada, tan solo porque somos amigos -aunque eso no es lo que piensa mi corazón ahora, igual que no piensa así con Jensen.
-Creo que "amigos" no es la palabra correcta.
-¿Y cómo lo dirías tú?
-Amigos con derecho a roce.
-No nos hemos acostado juntos -suspiro.
-Pero lo deseas. Esos brazos rodeándote mientras te da bien duro en la cama y gritas de placer...
-¡Para o abro las bolsas de nuevo! -grito mientras intento taparle la boca, no es fácil, es muy ligera.
-La jaqueca me vuelve por tu culpa.
-Lo siento, pero no quería escuchar eso.
-Entiendo que te pueda parecer incómodo escuchar toda esa fantasía en labios de una chica.
-No. Me es incómodo escucharlo en ti, ya que sé que imaginas escenas sexuales muy raras.
-Raras y románticas.
-Bueno...
Justo por las escaleras aparece Jensen bostezando, con las pequeñas heridas en su cara. No parece que le duela ni le moleste, es bastante raro. Se acerca a nosotros, con una sonrisa al verme. Quiero pedirle ahora irnos a desayunar por ahí, cuando me ayude a tirar la basura, son bolsas grandes y muy pesadas.
-Buenos días, Hector.
-Buenos días, dormilón. No te despiertas fácilmente.
-¿Cómo que no? He oído la puerta de la habitación cerrarse, eso me ha despertado.
-¡Pero si yo te he movido y gritado! Algo debe de pasarle a tus oídos, porque para que no me escuches...
-Lo sé, soy muy extraño.
-Jensen, ya que te has despertado, ayuda un poco y tira la basura.
-Está bien -suspira perezosamente.
Nos acercamos a las bolsas de basura y las agarramos para tirarlas a los cubos de basura de fuera. Vemos que la moto sigue ahí, sin un toque, sin ningún rasguño. Volvemos a entrar en casa y le propongo algo a Jensen.
-¿Qué te parece si vamos a desayunar fuera? -pregunto.
-Claro -responde sin pensarlo dos veces-. ¿Por qué no?
Recogemos nuestras cosas y le decimos a la rubia que está en la cocina con un vaso humeante de té en las manos que nos vamos a desayunar afuera. Nos dice que nos vaya bien, que no nos pase nada malo. Yo no prometo nada, suelo traer desgracias a los que me rodean al parecer. Salimos de casa y nos subimos a la moto lentamente mientras nos ponemos los cascos.
-¿Adónde vamos? ¿Churrería o cafetería?
-Vamos a la churrería, quiero algo de churros con chocolate.
-Sus deseos son órdenes para mí.
-No son órdenes para ti, simplemente quieres chocolate.
-Me has pillado.
Pone en marcha la moto y nos dirigimos a una churrería que se estaciona cerca de donde está el mercado. La churrería a la que vamos es un camión con dos personas trabajando, un hombre y una mujer, que está en una grande y larga carretera donde está el mercado. La semana que viene, iré con mi madre, me lo propuso hace ya, así que estar una mañana con ella puede ser divertido, como antes.
Llegamos al puesto de churros y al lado se ve el mercado, lleno de puestos de ropa con gente interesada en las rebajas y en los precios, también en el dos por uno. Nos acercamos al puesto churros y la mujer me ve con una gran sonrisa que ilumina toda su cara.
-¡Hector! Cuanto tiempo sin verte, querido.
-Me alegro de verte también, Mercedes.
-¿Y yo qué? -dice el hombre a su lado.
-A ti también, Joaquín.
Esta pareja llevo sin verlos como varios meses, desde la última vez que vine con mi madre. Antes de todo esto, siempre venía al mercado con mi madre para venir a la churrería y verlos, luego íbamos al mercado y comprábamos muchas cosas.
Mercedes y Joaquín son una pareja de casados bastante tiernos y divertidos. No se han engañado, siempre se lo han contado todo, no hay ni un secreto que el otro no sepa de su pareja.
Mercedes es una mujer mayor, de cabello pelirrojo con canas que aparecen por su edad, ojos grises plateados que siguen brillando bien fuerte y una sonrisa que llena de luz al que lo necesita. Joaquín es su marido, de cabello gris cenizo que muestra su gran edad, no hay tanta diferencia entre su esposa y él. Sus ojos son azules como el mar, el lugar en donde se conocieron. Me dijeron que fue en un barco en mitad del mar, durante un crucero. Yo lo vi bastante bonito, era una maravilla conocerse así.
-¿Has venido con tu madre? -me pregunta Mercedes.
-No, he venido con un amigo -se acerca y se presenta.
-Buenas, soy Jensen, amigo de Hector.
-A ti te he visto antes, viniste con una chica bastante guapa.
-Era mi prima.
-Fíjate tú, que guapa es tu prima. Pero más guapo eres tú.
-Pare que me sonrojo -dice entre risas.
Hablamos un poquito entre todos mientras van preparando los churros y el chocolate. El olor que desprende me abre el apetito, como si fuera a salir mi parte salvaje en algún momento y saltar al camión.
-A los dos os veo muy bien, es como si entre vosotros dos hubiera amor.
-No va muy desencaminada.
-Ah, que os gustáis.
-En cierto modo, sí -respondo yo.
-Ay, el amor entre adolescentes. ¡Es tan bonito! -nos reímos un poco al oír el tono que ha usado para decir eso.
-¡Ya están los churros! -anuncia Joaquín mientras nos da un buen puñado de churros en una bolsa.
-¿Y el chocolate?
-Aquí -nos pasa un pequeño cubo lleno de chocolate que al verlo me dan ganas de abrirlo y no dejar ni gota.
-¿Cuánto os debemos?
-Esta vez invita la casa, pero la próxima semana se paga lo que pidas, ¿eh? -me mira y guiña un ojo con cariño.
-La semana que viene vendré con mi madre de nuevo, puede que vuelva a la rutina de tomar churros por la mañana.
-¡Me alegra oír eso! Así me hablas un poco de tu vida sentimental.
-Ya veremos -digo mientras nos vamos alejando poco a poco, mientras me despido de ellos con el brazo en alto.
Nos volvemos a la moto y nos vamos a la casa de Jensen, quien dice que sus padres no volverán hasta tarde. Podemos aprovechar para curarle las heridas que tiene en la cara, esas que se hizo por mi culpa. Abrazo su abdomen con suavidad, por si acaso tiene algo ahí también, dejo que me lleve, que el viento pase por mi cuerpo y mueva mi pelo alocadamente.
En tan solo un momento, llegamos a su casa. Me sorprendo de lo rápido que hemos venido. Dejamos la moto delante del edificio y entramos para tomar el ascensor hasta su piso. Como siempre pasa en los ascensores, no nos decimos nada, el silencio llena el ascensor. Las puertas se abren y salimos para ir a su puerta. Abre con las llaves que siempre tiene y entramos. No hay indicios de que sus padres estén en casa, así que vamos a la cocina. Sacamos un par de vasos, echamos el chocolate en cada uno y abrimos la bolsa de churros. El olor ya inunda nuestras fosas nasales, nos abre el apetito.
-¡Yo primero! -me lanzo, agarro un churro y lo mojo en el chocolate.
Le doy un mordisco y el chocolate toca mi lengua, me lleva al éxtasis. Gimo de placer por el chocolate y le doy luz verde a Jensen para que coja.
-Eres malo, no me has dejado primero.
-Si no eres rápido, eres lento.
-Uno de tus dichos que te acabas de inventar, ¿no?
-Así es.
-Tus dichos apestan, dan asco. No tienen mucho sentido.
-Pero este sí ha tenido sentido.
-No te voy a dar la razón, porque sé que luego me lo vas a restregar por la cara.
-Que bien me conoces.
Terminamos de desayunar los churros y me voy al baño. Miro en el armario que hay y encuentro un pequeño botiquín que me va a servir bastante bien. Vuelvo a la cocina y le muestro a Jensen lo que tengo en las manos, ya sabe lo que quiero hacer.
-No hace falta que lo hagas, ya me eché agua en la casa de Sofia.
-Ya, pero no era agua oxigenada. Así que te voy a curar las heridas por si acaso, no quiero que se te infecte una herida de la cara, sería horrible.
Sin decir nada, se quita la camisa y me enseña un pequeño corte que tiene en el pecho, aunque mi mirada se dirige por todo su cuerpo. Es una pequeño corte, pero igualmente hay que curarlo.
Tú lo que quieres es tocarle el pecho. No te voy a regañar, sé que si yo estuviera en tu lugar, también lo haría.
Gracias por entenderme, esta vez no te diré que te calles.
Seguramente me quedaré callado, así que ya veré si hablo o no.
Eres mas raro...
Abro el botiquín y saco el agua oxigenada y un poco de algodón. Echo un poco en el algodón y me acerco a la cara de Jensen.
-Espero que seas lo suficientemente fuerte para aguantar esto.
-Tranquilo, ya lo he superado bastantes veces.
Recuerdo eso, las varias heridas que se hacía en el pasado. Me daba pena, me daban ganas de llorar al verlo herido, pero él no me dejaba, me acariciaba la cabeza y me decía que no era para tanto, que no dolía tanto. Sé que mentía, que le dolía aquello, pero eso me mostraba sus ganas de hacerme pensar que es fuerte, que me protegería. Aquellas palabras tan solo eran mentira, pero no lo reconocía.
Empiezo a pasar el algodón por las heridas de su cara y hace una mueca de dolor, pero no tan fuerte, eso me muestra que no le duele tanto. Lo paso por los labios también, sus labios carnosos cortados por el golpe o los golpes que le dieron. También lo paso por su mejilla, tampoco le duele tanto.
Cojo otro trozo de algodón y lo mojo con agua oxigenada. Me agacho y lo paso por el corte del pecho, no es nada profundo, pero lo suficiente para hacerle sangrar un poco.
-Recuerdo cuando me decías que no te dolía esto. Veía cómo tu madre te hacía esto y ponías esa mueca de dolor.
-De eso ya hace años.
-Hace años, pero es como si yo fuera tu madre ahora y te estuviera cuidando -noto cómo sonríe ante mi comentario.
-Me acuerdo, siempre estabas preocupado cuando me hacía daño o cuando te echaba hacia atrás para que no calleras en algo que te pudiera hacer daño. Siempre hacía eso, y desde lo que pasó en el parque de pequeños quise protegerte aún más. Siempre he querido hacerlo por ti.
-Sabía que lo hacías para protegerme, pero no sabía que era por ese sentimiento que tenemos ahora entre los dos.
-Yo siempre lo hice por amor. No sé por qué lo hiciste tú.
-Yo por amistad, siempre lo hice por eso.
-Y me dolía que solo me tomaras como tan solo tu mejor amigo y no como algo más.
-Pensaba en ti como algo más hace unos años, pero no te lo dije por miedo.
-Hasta que esto pasó, el tiempo nos traicionó.
-El destino, más bien -no he despegado el algodón de la herida de su pecho, no me he movido en ningún minuto.
Sin esperarlo, una mano se posa en mi barbilla, me levanta la mirada y me muestra un Jensen muy sonriente. Su mirada me dice algo que desea ahora mismo y sus labios entre abiertos están preparados para algo que yo también quiero, pero no debemos, si lo hacemos me quedaré más confuso que antes.
Su otro brazo se posa en mi espalda y me apega a él, a su cuerpo fuerte y robusto. No le importa el dolor de la herida, aunque de seguro no le duele. Total, no es tan profunda, pero es reciente. Su cara se acerca, sus labios entreabiertos se acercan a los míos y sus ojos se van cerrando poco a poco. Me pasa igual que a él, mis acciones son las mismas que las suyas, aunque no quiera que esto pase.
Se para tan solo a un centímetro de mis labios, notamos nuestras respiraciones chocar, el calor, nuestras manos. Mis manos apoyadas en su pecho... Noto sus latidos a cien, está totalmente nervioso, como yo. Puede que esté pensando igual que yo, pero prefiere hacer caso a su corazón.
-Te amo -susurra lentamente-, Hector.
Y justo ese centímetro ya no existe, ya no está. Nuestros labios se juntan, se buscaban desesperadamente, desde aquel día en París. Ya no me acordaba de a qué sabían sus labios, de la suavidad de estos, excepto por el corte que tiene por la pelea de la fiesta de la rubia. Todo a nuestro alrededor deja de existir, esto me hace estar más confuso.
¿Amo a Jensen o a Lucas? Mi corazón no puede decidir, está muy confuso. Está perdido en este sendero llamado... Amor.
Jensen... Quiero protegerte, incluso di tú me proteges.
Lucas... Espero que en la cena esa familiar no me confundas más de lo que estoy.
Esta frase se quitará cuando se hayan corregido los posibles fallos ortográficos.
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¡Hola a todos!
Antes de que me lancen lo que tengan en mano como el cuchillo, el coche, la moto, la cama, miles de euros (eso lo quiero jajaja), el edificio encima, un kamehameha... Quiero decirles de que he estado así un poco ocupado por el instituto, todo el mundo me entiende, seguro...
Aquí os traigo el nuevo capítulo, seguro habéis muerto de ternura por lo que acaba de pasar, o puede que os haya sangrado la nariz, lo dudo mucho. O que hayáis potado arco iris, como dice mi hermana... Kawaii desune~~
Espero que el próximo capítulo no me demore tanto en publicarlo.
Con esto publicado, puedo descansar un poquito de los dedos (rotos) y también el cerebro (explotado).
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El próximo capítulo es la cena familiar, a ver qué pasa :3
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