Capítulo 31: Buena Mañana
El sol golpea mi cara adormecida con poca fuerza, pero con la suficiente como para despertarme. Mi cuerpo se siente tan bien hoy, tan liberado que podría saltar en la cama de lo infantil que me puedo llegar a sentir. No lo hago porque un brazo me rodea por la cintura y me apega a su cuerpo caliente y grande.
Siento su respiración en mi nuca, duerme como un angelito con su osito de peluche. Se le ve tan bien, tan a gusto que me da pena despertarle. Su pelo está deshecho, su flequillo le da en uno de los ojos y lo aparto con mi mano libre.
¿Por qué me siento tan alegre?
De repente un par de pequeños entran gritando con el fin de despertarnos con saltos en la cama.
—¡Papá! ¡Papá! —grita Aron, con Cleo detrás.
Se suben a la cama y empiezan a saltar para despertarle, lo cual consiguen. Le veo abrir los ojos lentamente y lo primero que ve es mi rostro. Sonríe ampliamente.
—Buenos días, cariño —susurra, parece que los niños no lo han oído.
—¡Papá, despierta! —vuelve a gritar.
—¡Hermanito, despierta! —corresponde a los gritos mi pequeña.
—Ya estamos despiertos —dice Lucas mientras se sienta, hago lo mismo.
Ya sentados en el colchón, los miramos y están tan sonrientes que de costumbre. ¿Es que pasa algo especial?
—¿Vamos a bañarnos todos juntos? —pregunta Cleo—. ¡Queremos ir con vosotros! ¡Venga!
—Cleo, tranquila —le digo—. Hoy iremos todos juntos a la playa, ya que la tenemos aquí al lado. ¿Habéis desayunado?
—¡Sí! —asienten al unísono.
—Pues iros preparando mientras nosotros nos vamos a desayunar, ¿vale?
Asienten de nuevo y se van a ir a prepararse, pero se detienen al ver algo más que no habían notado al principio.
—¡Papá! ¡Tiene el collar! —exclama de repente.
—Sí, hijo. Lo tiene.
—Cleo, ¿te acuerdas de lo que te dije sobre eso?
—Ah, sí.
—¿Preparada? —asiente mi hermana.
—¡Hector y Lucas se besan debajo de un árbol! ¡Se casan cogidos de la mano! ¡Se besan bajo el sol! ¡Aquí hay amor! —se ponen a cantar, me parece tan tierno y gracioso que podría comerlos a besos.
—¡Venid aquí, pequeños granujas! —los agarra Lucas y los atrae consigo para empezar a hacerle cosquillas a los dos.
Yo no me quedo atrás y le ayudo a hacerles reír hasta que se hagan pis para que no vuelvan a hacer algo así delante nuestra. Si lo vuelven ha hacer, les atraparemos de nuevo.
En la puerta veo a Paula, sonriendo ampliamente con un atisbo de tristeza en sus ojos. Sé lo que le pasa y quiero hacerle saber que siempre estaremos bien, que se sienta orgullosa hasta su último aliento.
Solo pensar en eso me llegan recuerdos de mi madre, todos buenos.
Entra en la habitación e intenta sacar a los niños de la habitación para dejarnos un poco de privacidad mientras nos preparamos para salir a la playa con ellos.
—Venga, dejad a los dos enamorados prepararse. Vamos a poneros los bañadores.
—¡Vamos, una carrera Aron! —salen corriendo al pasillo.
—¡Te ganaré! —y ya no se les escucha más.
—Se me escaparon cuando venían a por vosotros.
—No pasa nada —digo—. Han hecho bien en despertarnos.
—Voy a prepararos el desayuno, pequeños.
—Mamá, no somos niños.
—Para mí siempre lo seréis, es lo que tiene ser madre.
Sale de la habitación y cierra la puerta detrás de ella. Nos levantamos de la cama y me pongo delante del armario, buscando mi bañador. Pero unos brazos me vuelven a rodear y su cabeza se apoya en mi hombro mientras planta un beso en mi mejilla.
—¿Has dormido bien?
—Como nunca he dormido. ¿Por qué será?
—No lo sé. ¿Por qué crees tú que es?
—Sabes que no tengo idea. Venga, ponte el bañador, los niños nos esperan.
—Como quiera, mi comandante.
—No somos militares.
—Oh, perdone, su majestad —hace una pequeña reverencia.
—Ahora necesito un trono que represente mi gran belleza —poso como un estúpido y él se ríe.
—Ya veré lo que hago.
Empezamos a ponernos los bañadores y, cuando ya estamos preparados, salimos de la habitación para ir a la cocina a tomar el desayuno que Paula dijo que haría. Es una gran mujer, es tan especial como su hijo. Se nota que ha hecho muy bien de madre, porque he visto a tanto estúpido por ahí que se nota que no hacen caso a sus madres.
Al llegar a la cocina, vemos a Paula poniendo un par de platos en la mesa, al lado de la psicóloga y la fiestera. Recién despertadas, con el pelo enmarañado y sucio. Creo detectar una alarma sonar dentro de alguien.
Nos sentamos juntos, delante de las dos chicas, y nos ponemos a desayunar, dando las gracias a la madre.
La rubia, tan rápida como siempre, suelta una pregunta de lo más normal en su persona.
—¿Qué tal, chicos? ¿Anoche se rompió el colchón? —nos miramos Lucas y yo, al final negamos—. ¡¿Cómo que no?! Después de una cita se tiene que hacer, sino no hay desahogo.
—Déjales, Sofia. Si no han querido hacerlo, no pasa nada. Mientras haya amor es más que suficiente tenerse al lado. Aún respiro ese sentimiento.
—Eso lo dirás tú, April. Yo, si tengo novio, quiero que sea muy activo para poder ir al mundo del placer cada hora.
—¿Y dónde queda el trabajo?
—Cierto... Bueno, ya se pensará en algo.
—Sofia —empiezo a hablar—, creo que ese deseo se cumplirá. Aunque, claro, su es un adicto al sexo pues como que va a venir del trabajo como un animal.
—Mejor que mejor. ¡Eso es lo que quiero!
—¿Tienes algo para hipnotizarla y hacerle pensar que el sexo no es lo importante? —pregunta Lucas a April.
—Soy psicóloga, no hechizera. Pero podría intentarlo, solo necesito un reloj.
—Como me vengas con un reloj, ten por segura que te arranco el pelo.
—No lo harás, tendré un cuchillo en mano para protegerme.
—No serás capaz.
—Ponme a prueba.
—Ponedme a mí las dos a prueba —aparece Paula a sus espaldas.
Giran la cabeza asustadas, el semblante de la madre les da miedo hasta el punto en el que la piel se les pone tan blanca como la leche.
—¿Ya habéis terminado?
—Eh... Sí —responde a la vez.
—Pues iros al baño a peinaros, sino ya sabéis lo que ocurrirá.
—S-Sí, mamá —¿le han dicho "mamá"? Me sorprende aún más esto.
Salen corriendo al baño a tal velocidad que parece una carrera de coches a toda velocidad. Sus pisadas suenan por toda la casa, ¿o se están tropezando con algo? No lo sé, y ni quiero saberlo.
Cuando terminamos de desayunar, intento llevarme los platos al fregadero, pero Lucas se adelanta y las lleva él.
—Esta vez no —dice solamente.
Paula, a mi lado, me dice lo que ya se me ha repetido varias veces.
—Pues sí que está enamorado hasta la médula. Sí que eres muy especial para él.
—Yo... Mi corazón...
—¿Qué te pasa?
—Es que... siento tanto amor de su parte que me hace explotar.
—¿Y eso para ti es bueno?
—Es más que bueno. Me siento como... un rey.
—Es que los dos lo sois.
—No nos pasemos a las metáforas de la edad media. Ya me hizo una reverencia esta mañana, con eso es suficiente.
—Como quieras —ríe mientras se va a las escaleras y grita.
—¡Niños! ¿Estáis ya listos?
—¡Sí! —y bajan por las escaleras—. ¡Listos!
—Pues venga, a la playa.
Vamos a la puerta con ellos y, al abrir, se ponen a correr por su cuenta al mar para sentir la fresca agua salada, no sin antes ponerles algo de crema solar para evitar que se quemen y parezca que se han pasado por la parrilla.
Bueno... A disfrutar de la playa.
Lucas... Tu amor me llena.
Aron... ¿Significa que eres mi hijastro?
Cleo... Disfruta de esta nueva vida.
Esta frase se quitará al corregir los posibles fallos ortográficos.
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Nuevo capítulo después de tanto tiempo.
Ha sido un poco "meh", y lo entiendo.
Pronto subiré otro capítulo, entre hoy y mañana.
Deciros de que si queréis alguna dedicatoria, podéis pedirla por comentarios o por mensaje privado.
Nos vemos, Ángeles Lectores.
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