Capítulo 29: La Cita De Lucas (IV)

—Ya me has tenido con los ojos vendados durante media hora y estoy a punto de dormirme por tener los ojos cerrados. ¿No puedo quitármelo ya?

—Aún no, todavía no hemos llegado.

Me tiene en el coche con los ojos tapados para que no vea la gran sorpresa que me tiene. ¿De verdad va a ser tan increíble que me haga abrir la boca y romper el suelo? Quiero quitar este trapo de mi cara y admirar el paisaje nocturno de la ciudad, aunque no se escucha muchos coches y parecen oírse grillos.

Cuando noto que el coche se ha detenido, intento quitarme el pañuelo, pero me detiene poniendo su mano en la mía.

—Todavía no.

—¿Pero en un rato pequeño?

—Claro —y me da un leve beso que se siente muy bien.

Oigo su puerta abrirse y cerrarse, luego la mía se abre. Me ayuda a salir para no darme con la cabeza en el techo del coche y se pone detrás de mí, pegando su robusto pecho en mi espalda y sus manos en las mías.

—¿Estás preparado para la sorpresa?

—Me tienes así desde que nos cambiamos de ropa, así que sí.

—Caminemos —se pone delante de mí y me guía agarrando mis manos.

Mientras caminamos oigo murmuros que se incrementan al avanzar hacia la sorpresa de Lucas. Unas puertas se abren, los murmullos se escuchan aún más fuertes, otras puertas, el sonido de los grillos vuelve a pasar por mis orejas. El suelo es duro, las luces no me dejan ver lo suficiente como para adivinar donde estamos.

Me deja quieto, oigo una silla, me hace sentarme en ella y me acomoda hacia delante. Posa sus manos en el pañuelo y me susurra en el oído la pregunta tan esperada que hace que mis nervios incrementen.

—¿Quieres que te lo quite de una vez y veas la sorpresa?

—Sí, por favor.

—Muy educado. Vamos allá —me quita el pañuelo de una vez y observo bien el lugar—. ¡Sorpresa! —exclama él solo, posando delante de mí con los brazos abiertos.

Me quedo con la boca abierta cuando veo que estamos en el patio de un restaurante, con varias flores alrededor y, lo mejor de todo, una pista de baile en el centro para que las personas bailen con su pareja o amigos.

—¡Es increíble! —es lo único que puedo decir.

No hay muchas mesas ocupadas, más tranquilidad. Lo mejor de todo es que nuestra mesa tiene vistas hacia la ciudad, que brilla bastante, pero no tanto como Nueva York.

Mi pareja aparece de nuevo a mi lado con una nueva sorpresa.

—Toma, porque esto me recuerda a ti.

Un ramo de flores de vivos colores son agarradas por su fuerte y grande mano. Son tan hermosas y su olor es tan hipnótico...

Por fin se sienta dejando las flores en la silla de al lado y nos ponemos a llamar al camarero para pedir nuestra cena. Ya era hora, porque mi estómago está que exige algo de comida, sea lo que sea.

—¿Qué desean pedir? —nos pregunta el camarero con una sonrisa amable mientras miramos la carta.

—Pediré el filete en salsa en su punto y algo de pasta a la carbonara —pide mi pareja.

—Yo tomaré una lasaña boloñesa, también traiga una ensalada, por favor.

—¿Y para beber?

—Traiga una botella de vino, si no es mucha molestia.

Tomado el pedido, se va con la libreta en el bolsillo. Le miro e intento mostrarle un poco de desacuerdo por el alcohol.

—Venga, por una noche no va a pasar nada. A no ser que te tomes tú solo la botella, porque yo aguanto.

—No es eso, es que no quiero volver a tomar alcohol después de lo que pasó un día.

—¿Qué día?

—Nada, da igual.

—Venga, puedes confiar en mí para contarme lo que sea. Somos pareja, ¿no?

—Eh... Está bien. Te lo diré. Un día, cuando estaba con un par de amigos en una cena, era el único que tomaba vino en la mesa. No sabía lo que podía soportar hasta llegar a hacer tonterías. Al parecer no llevaba ni la mitad de la botella y ya estaba pedo. Hice tonterías delante de todos.

—¿En serio? Y yo que pensaba que aguantabas algo como el vino.

—Ya sabes lo que aguanto.

—Si no quieres beber, lo entenderé. Yo necesito al menos dos botellas para estar pedo, así que no te preocupes por mí.

—Tranquilidad sobre todo —suelto una leve risa.

—Lo creas o no, ahora mismo estoy nervioso.

—¿Por qué? ¿Acaso me tienes más sorpresas?

—Bueno... —intenta decir algo, pero le interrumpen.

—El primer plato ya está aquí, junto con el vino —suelta el camarero y posa nuestra cena sobre la mesa.

Mi lasaña tiene una pinta maravillosa, al igual que el filete en salsa de Lucas, que tiene tanta salsa como carne que parece tan jugosa que me lanzaría a ello.

Mientras cenamos no puedo parar de centrar mi mirada en la ciudad, luego en la pista de baile y al final en Lucas. Todo es tan surrealista que me cuesta creer que estoy aquí de verdad.

Acabamos con nuestro primer plato y justo llegan los segundos y la ensalada, los cuales comemos con mucho empeño para saciarnos de una vez.

Cuando notamos que nuestros estómagos ya están lo suficientemente llenos como para aguantar al día siguiente, intentamos conversar, pero la música nos detiene y nos llama la atención. Miramos al centro y vemos que la gente está saliendo con su pareja, incluso los que están dentro salen agarrados de la mano de su pareja para disfrutar de un baile que los haga ver tan encantadores que la luz no sea nada entre ellos.

—Me concedes un baile, cariño —una mano se alza a mi lado junto a un hombre apuesto de traje con una sonrisa encantadora.

—Imposible rechazar su oferta —junto mi palma con la suya y me levanto para ir junto con mi pareja a la pista de baile para disfrutar el momento.

Ya en el centro, nos movemos al son de la música lenta, con su mano posada en mi cintura y la otra con mi mano. La mía restante está en su hombro ancho, cerca del cuello.

Mueve su cadera de un lado a otro, lo mismo hago yo, hasta que se pega aún más y mi cadera sigue la suya. No sé si soy yo o la temperatura que hace, pero tengo calor.

Nuestros cuerpos están pegados, sintiendo el roce, tan cerca que podría ponerme de puntillas y besarle sin ningún esfuerzo.

Al final acabo por apoyar mi cabeza en su hombro y por dejar que él me lleve y me mueva como se le antoje.

—¿Sabes? Siempre he soñado un momento así, solos los dos.

—¿Siempre lo has soñado? ¿Y qué te parece la realidad?

—Mejor de lo que podría imaginar. La feria, el parque, la batalla de paintball, la cena, este baile... Es mejor de lo que podría haber soñado. Pero lo que aún no me creo es que esté contigo, en mis brazos, sintiendo tu cuerpo...

—A mí también me parece esto tan surrealista que parece que esté durmiendo.

—Ninguno de los dos estamos en la cama, y si es así, pues estamos soñando juntos.

—Eso parece —me río por creer que esto puede ser un sueño.

—Entonces debería pellizcarte para saber si es real o no.

—Mejor no estropeemos el momento.

—Como quieras. Por cierto, te tengo un regalo.

—¿Otro ramo de flores? —justo hago la pregunta y la música se va.

—No. Ven —me agarra de la mano y me saca de la pista de baile para ponerme al borde del patio, con las vistas de la ciudad a un giro de cuello—. Es algo que me importa tanto que creo que se lo voy a dar a la persona correcta. Espero que lo aceptes —saca una pequeña caja del bolsillo, lo enseña y lo abre poquito a poco—. Es una reliquia para mí, aunque para otros sea tan solo una baratija —lo muestra y es un collar plateado con un cristal blanco colgando. Luego de debajo de su camiseta saca el mismo collar, pero de color amarillo oscuro.

—Lucas, este es...

—Sí, el collar de mi hermana Linda. ¿Quieres sabes su significado?

—Yo... Sí —indeciso, acepto.

—Ella y yo siempre hablábamos de cosas que hacíamos más. Yo hablaba del día por mis ejercicios, mi trabajo y demás. Linda hablaba de sus fiestas, de sus salidas con sus amigas y sus momentos de borracha en las que yo estaba presente. Estos collares nos describen. Yo soy el sol para ella, ella es mi luna. Quiero que tú seas ahora mi luna.

—Pero... Yo... Esto significa que...

—Sí, que te estoy dando mi amor eterno. Seguro mi madre te habló de lo que pasó en aquel accidente.

—Lo hizo.

—Pues ya sabes cuando aprecio tengo a este collar. Hector... —se agacha delante de mí con la caja abierta—. ¿Quieres ser mi luna por la eternidad?

Me llevo las manos a la boca, esa proposición se debería pensar, pero esas sensaciones que Kyle me describió explotan en mi interior y no me dejan pensar, solo me dejo llevar por mis sentimientos.

—¡Por supuesto que acepto, Lucas! ¡Seré tu luna! ¡Seré todo lo que quieras! Pero solo si eso significa que serás mi sol.

—Seré tu sol y todo lo que también quieras. Mientras estés conmigo haré lo que sea para verte así de bien, con esa gran sonrisa en el rostro —me da la vuelta y pasa el collar por mi cuello, me lo ajusta y lo miro bien.

Brilla con la luz lunar y de la ciudad, su belleza sin igual y el amor que me emiten es tan fuerte que me doy la vuelta y me lanzo a él para plantarle un beso sin permiso.

No quiero separarme, en ningún momento dejo que nuestros labios se separen, esto ya me ha conmovido, a conquistado mi corazón, ha hecho que esta cita sea única.

Cuando dejo de besarle, mis lágrimas afloran y se resbalan por mis mejillas, sin parar, sin descanso. Apoyo mi cabeza en su pecho y dejo que todo escape de golpe mientras me acaricia la cabeza con cariño.

—Yo también te amo, Hector, mi luna.

Lucas... Siempre serás mi sol.

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Hasta aquí la cita de Lucas... ¿O no?

Quien sabe... Ya se verá lo que hago.

Bueno, espero que os haya gustado y que sigáis leyendo y apoyando esta historia, y que si no os gusta algo lo dejéis en los comentarios o por mensaje privado.

Capítulo dedicado a:
Raul_121722
DanielaRodriguez6358
Skellygeno
kaneki254

Gracias por estar aquí.
Si quieres una dedicatoria solo tienes que pedirlo y aparecerás en el siguiente capítulo que publique.

Os quiero un montón, mis Ángeles Lectores.

Bueno, este Ángel Escritor tiene que irse a escribir o a jugar juegos del móvil/consola.

Nos vemos, queridos 😘

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