Capítulo 29: La Cita De Lucas (II)
Una vuelta más con el coche del padre de Lucas, un coche viejo pero moderno, al menos es algo. Ha estado conduciendo durante media hora, alejándonos del pueblo y yendo a una ciudad que desconozco totalmente. Claro, esto es España, no me conozco nada.
De lejos puedo observar los edificios residenciales, de oficinas y demás, pero no entramos en la ciudad, sino que seguimos en la autopista durante diez minutos más hasta que escoge un camino distinto, que es para ir a una feria. ¿Una feria? ¿En pleno verano? ¿De verdad hay? No he visto una en pleno verano, pero seguro está bien.
Aparca el coche y salimos para mirar la gran feria que se ha formado en este gran descampado. Los niños con sus padres entran y salen a montones, los adolescentes están con sus móviles tomándose fotos para recordar el día o solo para fardar de que han estado hoy en aquel lugar.
—¿Vamos? —aparece Lucas a mi lado, con la mano en alto para que la agarre—. Tengo ganas de divertirme contigo —una sonrisa radiante aparece en su rostro.
—¡Por supuesto que sí! —y acepto su mano sin pensarlo una vez.
Agarrados de la mano, entramos en la feria con las ganas de divertirnos juntos, sin niños de por medio. Un momento solo nosotros dos, aunque en vez de un momento es todo un día.
Lo miro de reojo, su sonrisa y sus ojos irradian una felicidad infinita, y a mí me llena el corazón de verlo así, me colorea todos los sentidos, me hace ser feliz con solo verle sonreír con nuestros pequeños.
—¡Ven! —sin enterarme, noto como me lleva corriendo hacia una de las casetas que llevan las pistolas de agua.
Me acuerdo en Nueva York, cuando fuimos a la feria con Andrew, Marcus y con las chicas, que mojé al DJ con la pistola de agua. ¿Por qué no hacerle la broma a él? Total, la ropa se secará rápido con este calor infernal que hace en España.
Le paga al hombre que hay en la caseta responsable de las pistolas de agua y nos da vía libre para disparar a la boca de los payasos. Mientras estoy disparando veo que el guapo va a ganar, así que le hago una pregunta.
—Lucas, ¿tienes sed? —le pregunto y me mira.
—¿Qué? —justo cuando me mira, le disparo en la boca y el agua moja su camisa y un poco sus pantalones. Se queda con una cara de alucinación que dan ganas de reír, pero no borra su sonrisa—. Así que con esas vamos.
Y me dispara también. Mi camisa sale mal parada y los pantalones están mojados por la parte de las rodillas.
—Así estás mejor. Más guapo —me río al ver que saca la lengua con su broma.
—Me las vas a pagar, Fariely.
—Que miedo, señor Clark —que bien, ahora jugamos con nuestros apellidos—. Cuando me ganes en algo, haré una fiesta.
—Trato hecho.
—¿Vas en serio? —ahora está sorprendido.
—Más que en serio. Te superaré en algo que esté en tu territorio. Si no lo hago... —me quedo pensativo, no sé qué premio ponerle.
—Si no lo consigues, serás mi esclavo durante todo un día. Veinticuatro horas exactas. ¿Trato hecho? —vuelve a alzar la mano.
—Trato hecho —un apretón de manos sella nuestra apuesta oficial.
Ya agarrados de la mano, nos vamos a otra parte de la feria. La gente nos mira por nuestra ropa mojada, aunque de seguro solo miran al chico que tengo al lado, porque los músculos se le marcan al tener la camisa pegada a la piel por la humedad.
Le pregunto que a donde vamos, pero no me dice nada, sino que mira a todos lados con esos preciosos ojos castaños chocolate, intentando encontrar un lugar, hasta que lo encuentra.
—¡A la casa de los espejos! —grita como si fuera una misión de un libro de fantasía.
Entramos en la cabaña de los espejos y veo un lugar limpio, sin ningún espejo.
—Aquí no hay nada —digo, y me suelta de la mano.
—¿Tú crees? —camina hacia delante y de repente veo a cientos de Lucas de pie, haciendo los mismos movimientos una y otra vez—. Ven conmigo.
Intento alcanzarlo, pero me topo conmigo mismo en un espejo. Me acaricio la nariz por el golpe que me he dado de morros, ha dolido un poquito.
—Ups, siento eso —veo cómo se rasca la nuca su reflejo—. ¿Por qué no jugamos a encontrarnos?
—¿En una cabaña llena de espejos? Si una se rompe por un choque mío es culpa tuya.
—Asumiré las consecuencias, ahora juguemos —y sale corriendo.
—¡Pareces un niño de cinco años!
—¿Acaso no te gusta verme tan infantil?
—Se te ve muy tierno con esa sonrisa que se te forma, eres muy dulce e infantil cuando te lo propones y eso es divertido.
—¡Menos palabras bonitas y más buscar! En un minuto me pongo a buscarte.
Pues nada, a caminar. Miro al suelo para no chocarme con ningún espejo más, porque hay un borde en cada uno que nunca se ha limpiado, así puedo evitar romper alguno.
Mi reflejo y el de Lucas se crean en cientos de espejos, me marea y me desorienta. ¿Por dónde he venido? ¿Será tan infantil de quedarse en la salida?
Sorteo los caminos que hay y me intento encontrar con su cuerpo, es como si los espejos creasen nuevos camino, pero no, están quietos, solo es el reflejo del suelo.
Me quedo quieto por un momento, mirando hacia arriba, pensante y sonriente, con las manos en los bolsillos, tocando mi móvil. ¿Cómo lo puedo encontrar a un hombre con pensamiento infantil en activo en una cabaña llena de espejos? ¿Pensando como él? Hector, te comes mucho la cabeza, solo tienes que seguir caminando, esto no es infinito.
Meneo mi cabeza de un lado a otro y sigo caminando. Esto es difícil. Justo cuando creía que iba a llegar al final, una mano me agarra y me da la vuelta para plantar sus labios con los míos. Cierro los ojos al ver que es él, paso mi mano por su nuca y lo atraigo aún más, mejorando la sensación, hasta que oigo el sonido de una cámara.
Abro los ojos y me aparto para vez que tenía su móvil en la mano, con la cámara puesta.
—Para mi fondo de pantalla —sonríe y lo configura para ponerlo—. ¿Te gusta? —me lo enseña.
—Es una foto... Perfecta —susurro asombrado de la calidad de la foto.
—También te hice este —me enseña otra foto y es cuando estaba pensativo, mirando al techo—. Estás hermoso así de pensativo. Serio pero divertido.
—Sí, está muy bien, pero... ¿Podemos salir de aquí?
—¿Por qué? —le señalo un espejo en específico y ve que hay un par de chicas con sus móviles en mano, haciendo fotos todo el rato—. Ah, ya... Sí, mejor vámonos —me agarra de la mano y salimos de ahí.
Cuando pasamos al lado de las dos chicas, una frase gritada me llama la atención.
—¡Que viva el amor y las salchichas, chicos!
No lo he entendido del todo bien, pero si mal pienso creo que ya sé lo que quiere decir. Me sonrojo de inmediato cuando me doy cuenta de que la salchicha es la herramienta del chico hermoso de mi lado.
—¿Tienes hambre? Ya es medio día —y justo se escucha mi estómago rugir—. Eso debe de ser un sí —y el suyo también ruge—. Mejor vamos a comer algo.
Río internamente, no sé porqué, pero bueno... Las risas son así, aveces nos reímos sin saber el porqué.
Llegamos a una caravana que sirve todo tipo de comida, ya sea mexicana, tailandesa o americana. Pedimos un par de tacos a elección de Lucas y un par de hamburguesas con patatas. Hoy voy a engordar a Lucas.
Agarramos nuestro pedido, pagamos y nos sentamos en uno de los bancos que hay, que parecen los de un camping. Con la comida ya en la mesa, repartimos lo que nos hemos pedido. Un taco y una hamburguesa para él y lo mismo para mí. Nos ponemos a devorarlo sin piedad, saciando nuestra hambre.
—¿Qué te parece la cita por ahora? —me pregunta mientras le doy un mordisco al taco.
—Me parece divertido. No me esperaba que me llevaras a un lugar para gritar. Tampoco esperaba una feria en mitad de verano, así que por ahora me parece una cita de lo más divertida y entretenida.
—Me alegra saber eso. Por cierto, seguimos un poco mojados.
—Yo estoy casi seco. Tu camisa debe ser absorbente —me río.
—Tengo ropa en el coche por si pasaba esto, aunque espero no tener que utilizarla hasta un punto de la cita.
—¿Otra ropa? ¿De qué se trata ese cambio?
—También hay ropa para ti, ya verás para qué.
—Me dejas intrigado, señor Fariely.
—Poco a poco la intriga va desapareciendo conforme esta cita sigue su curso. Por ahora, vamos a disfrutar esta comida y luego seguimos con nuestro momento.
Asiento con la cabeza y seguimos comiendo para terminar de una vez aquí, porque quiero ir al siguiente lugar que tiene planeado.
Lucas... ¿Qué me tienes preparado?
Esta frase desaparecerá al corregir los posibles fallos ortográficos.
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Capítulo dedicado a:
Siento si no es el capítulo donde queríais aparecer, pero es así.
Si quieres aparecer en la parte de dedicados solo tienes que pedirlo por comentarios o mensaje privado.
¡Nos vemos, Ángeles Lectores!
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