Capítulo 2: La Casa Del Borracho
El camino se me hace eterno, su casa está a un par de manzanas más y saber eso me desespera. No sé qué hora es, pero espero que no sea tan tarde para no despertar a mi madre cuando llegue a casa. ¿Estará dormida ahora? No tengo ni idea y prefiero no pensar en ello por ahora.
Noto que Lucas se lleva su mano libre a la cabeza y empieza a llorar por algo que desconozco totalmente. ¿Acaso le he hecho daño en alguna parte? ¿Le he dado con algo? Tampoco. ¿Entonces qué le pasa? ¿Debería preguntar? Siempre hay que preguntar por si una persona está fatal como lo está él, pero es que tengo miedo de que diga alguna tontería o algo serio que después me haga pensar que me da mucha pena. Prefiero dejarlo para luego, no creo que sea algo bueno.
-Oye -me llama y lo miro de reojo-, ¿me das un besito en la mejilla? -abro los ojos de golpe y recuerdo que el móvil nos está grabando.
¡Mierda! He grabado mi sonrojo, soy un imbécil al hacer esta tontería. Veo una farola cerca, así que es hora de hacer un poco el estúpido.
-El pitcher tira la bola, la bola se acerca, el bateador se prepara y... -lo echo un poco para el lado y la farola le da en toda la frente-. Ooooh, qué pena. Ha sido strike uno. ¿Irá el pitcher ha lanzar otras dos bolas?
-Yo sí que tengo dos bolas aquí abajo, y bien grandes.
-Creo que el pitcher se prepara para el segundo lanzamiento. Lanza y el bateador va y... -otra farola en la frente, tengo que quitarle esa tontería de borracho llorón-. Vaya, ha sido strike dos.
-Vale, lo pillo, no te caigo bien. Pero tienes que entenderlo, estoy sufriendo. Quítame las penas de una manera.
-¡Oh, dios! El pitcher va a lanzar y el bateador va a ser más brusco que en los dos golpes. ¿Sobrevivirá la bola de esta?
-Mi bola inferior está preparada para un hoyo -se ríe y entonces acelero un poquito hasta encontrar otra farola.
-¡Oh, sí! El pitcher lanza y el bateador se prepara y... -le doy con la última farola aún mas fuerte que en los otros dos-. ¡Fuera!
Me estoy divirtiendo con esto. Sé que Lucas mirará el vídeo y pensará que soy un hijo de perra que te cagas. Pobrecillo, ¿debo parar?
-Te diviertes, ¿eh?
-Vaya que si lo hago. Parece que ahora estás más sereno.
-Una mierda sereno. Lo que me has hecho es un chichón bastante grande.
-Ya te pondré algo en la frente.
El par de manzanas se convierte en unos pasos para llegar a un edificio bastante alto y que parece un poco lujoso. ¿Se puede permitir esto? Si se puede comprar drogas en varias discotecas se puede permitir un apartamento en este edificio. Pasamos la puerta principal y veo un pasillo bastante bonito. El ascensor está al fondo y también hay un portero al lado de la entrada, donde están los buzones y demás. Esto es New York y parece el edificio de la serie de Disney Channel que se llama Jessie. Es increíble.
El portero se preocupa, pero le digo que no pasa nada, que lo llevo yo a su apartamento. Me dice el piso de Lucas y me acerco al ascensor, quien lo llama el portero por ayudar en algo. Le doy las gracias mientras subo al ascensor y le doy al piso 43. Este edificio tiene un montón de plantas, me parece increíble. Yo vivo en una casa simple de dos pisos, cosa que no me quejo porque al menos no está en un edificio de esos en los que hay pasillos y a la vuelta de la esquina te espera tu asesino como en CSI: New York. Que escalofrío me da el pensar eso.
El ascensor abre sus puertas y me muestra un pasillo de suelo rojo y paredes color caqui. Es bonito, pero no me llaman mucho la atención este tipo de pasillos. No sé dónde queda el 43D, así que primero iré por la derecha. Caminamos por los pasillos y me doy cuenta de que en este lado sólo está el A, B, y C. Será por la izquierda. Damos la vuelta y llegamos a ver el E, y al final del pasillo está el D. ¡Por fin! ¿Veis por qué no quiero vivir en un piso en un edificio tan grande como este? Puedes perderte sin querer.
Le quito las llaves del bolsillo a Lucas y abro la puerta. La abro completamente y intento que se mueva ahora, pero es tan pesado que no lo muevo muy bien. ¡Ahora pesa mucho! ¿Se ha dormido? No, por favor, dime que no.
-¡Eh, Lucas! -le doy palmadas en la mejilla y reacciona de inmediato.
Entramos y lo que veo es un salón bastante amplio conectado al comedor y a la cocina que está al lado, separado por una encimera de granito bastante bonito. En el salón puedo ver un sofá en forma de L y un sillón que parece ser de masajes apuntando a una televisión LG Oled. La cocina tiene los armarios pintados de negro y las paredes de blanco, al igual que hay una isla de granito negro en medio. En la pequeña zona del comedor hay una mesa amplia con seis sillas y unas grandes vistas de todo New York gracias al gran ventanal de toda la pared. No me puedo creer que este tío tenga una casa así. ¿De verdad se lo puede permitir?
Unos ladridos interrumpen mis pensamientos con un gran susto. Por un lado aparece un gran Pastor Alemán que parece joven. Me ladra y no me sorprende, soy un desconocido que mantiene en pie a su amo. ¿Le tiro al sofá a ver lo que hace el perro al estar sin su amo?
-Yago, tranquilo -dice Lucas, pero el perro no para de ladrar.
-Será mejor que te lleve a la cama.
-¿Me vas a hacer un momento con final feliz?
-¿Crees que me voy a tropezar y te voy a golpear con la pared en la frente? Creo que tu frente ya ha sufrido bastante.
-Eh, prefiero que no te arriesges. La cerveza ya está haciendo demasiado.
-Y las drogas -finalizo por él.
Nos movemos por la izquierda, donde hay un pasillo largo con unas cuatro puertas. Una debe llevar al cuarto de baño de invitados, otro a un dormitorio, otro a una oficina y el último, el que está al fondo, al dormitorio principal. Llegamos al del fondo y abro la puerta para encontrarme con una cama de tamaño matrimonial, unas mesillas de noche a los lados y un televisor en la pared delante de la cama, al lado de la puerta. Es bastante grande la habitación. En una pared está el armario empotrado de todas las casas de lujo y al lado una puerta que debe de llevar al baño.
Tumbo a Lucas en la cama con la atenta mirada de Yago, el perro, y de la cámara. El perro quiere algo, estoy seguro.
-Lucas, quítate la camisa, que te voy a llevar al baño para mojarte la cabeza.
De mientras él hace eso, me salgo de la habitación y me voy donde la cocina para ver lo que quiere el perro, ya que él va delante. Llego a la cocina y veo que está mirando un par de cuencos vacíos.
-Claro -susurro para mí mismo-. ¿Cómo va a cuidar a un perro si no sabe cuidarse a sí mismo?
Recojo los cuencos y una la lleno de agua para dejarlo de inmediato en el suelo. Se pone a beber de golpe y eso me pone contento. ¿Dónde está la comida de Yago? Miro armario por armario hasta dar con la bolsa de comida. Echo hasta arriba del cuenco y me preparo para dejarlo en el suelo.
-Bien, Yago. No te muevas hasta que te lo diga, ¿vale? No te abalanzes sobre mi mano -tengo miedo, ¿se nota?
Dejo rápidamente el cuenco en el suelo y se acerca lentamente para comer. Sonrío. Siempre he querido un perro como este, porque se ven tan feroces y leales que me dan ganas de hacer lo que sea con ellos. ¿Lo malo? Que mi madre no me deja tener uno en casa porque se mean y dejan "regalitos" por el suelo. Yo era persistente, hasta que me di por vencido porque mi madre no es de las que cambian de opinión tan fácilmente.
Acaricio su pelaje y me levanto con su atenta mirada echada a mí. ¿Y Lucas? ¿Cómo es que le dio por tener un perro? Da igual. Vuelvo a la habitación y veo que me ha hecho caso, se ha quitado la camisa y me deja ver sus músculos bien definidos. Me desconcierta el hecho de que está llorando bastante fuerte. Creo que ya es hora de preguntar. Dejo el móvil en la mesilla de noche apuntando hacia nosotros y me acerco a él.
-Lucas, ¿qué te pasa?
-Yo... Mi hermana... murió hace dos meses y aún no dejo de pensar en ella -esa es la depresión que decía April-. Cuando pienso en ella me dan ganas de matarme, de coger un cuchillo y cortarme las venas -que desagradable pensar eso.
-No debes pensar en eso -me siento a su lado en la cama mientras él también lo hace-, piensa que tu hermana te quiere y que te protege desde el cielo.
-¡Pero quiero morirme para estar con ella! Se ha quedado sola y no quiero que esté así.
Lo está pasando fatal y no me gusta. Sé que me cae mal ya al principio, pero quiero ayudarle. ¿En serio he pensado eso? ¡Hector, reacciona! No puede caerte mal y querer ayudarle, ¿eso es normal? No tengo ni idea y me asusta.
-Bueno, será mejor no pensar en eso en un tiempo y poner música para dar luz a este pozo de oscuridad.
Pongo la televisión y escojo una radio.
Mátame ya,
Que no aguanto más.
¡Debes estar de broma! Apago la televisión y tranquilizo un poco a Lucas. Será mejor ponerlo a dormir antes de que haga alguna estupidez. Lo levanto y me lo llevo al baño de la habitación, el cual está con un baño con chorros, como si fuera un jacuzzi.
-Ponte de rodillas -le pido y noto que Yago viene con nosotros.
Me hace caso y le pongo la manguera en la cabeza, necesita agua fría para refrescarse, que lo necesita. Abro el agua y...
-¡AAAH! ¡Joder, qué fría!
-No te quejes, que lo necesitas.
-¡Yago, muerde! -le grita, pero no le hace caso.
¿Me hará caso a mí?
-Yago, muerde flojo -se lanza a la pierna de su amo y le muerde, pero no muy fuerte-. Ya ves, me hace más caso a mí que a ti.
-No lo entiendo -dice escupiendo un poco de agua.
-No sé, ¿será porque no le has dado comida en un buen tiempo?
Termino de echarle agua en la cara y le pongo una toalla en la cabeza para que se seque el pelo. Lo ayudo a llevarlo hacia la cama. Cuando llegamos se sienta y deja de secarse el pelo.
-Sigue tú, por favor -me pide con la mirada en el vacío.
Me acerco y me pongo a secarle el pelo. Me pregunto cuánto dolor es lo que está experimentando, porque yo no he tenido hermana ninguna, pero sí tengo una prima. A April la trato como si fuera mi hermana mayor, porque nuestra amistad llega a mucho.
-¿Tú has sufrido alguna vez? -me pregunta de repente.
-¿Sufrido de qué?
-De cualquier cosa.
-Pues... perdí a mi tía hace años, cuando tenía diez años. Fue un golpe duro para todos, era la alegría de la huerta, era la que alegraba el día a todos.
-¿Os dolió bastante su pérdida?
-Yo lloré desconsoladamente por varios días, pensaba en ella todo el tiempo porque ella me llevaba al colegio, me cuidaba cuando mi madre tenía que irse a trabajar, me hacía la cena, que era lo que mejor había comido en toda mi vida. Se me destrozó el corazón al no verla en todos esos lugares en los que estaba siempre ahí para mí.
-Es como me siento yo ahora mismo.
-Pero pensé una cosa. Ella nunca quería verme triste, nunca quería verme llorar, solo quería verme feliz, quería verme con esa sonrisa que siempre tenía a su lado. Entonces hice lo que debía. Mirar hacia delante y llevarle flores a mi tía todas las semanas, contarle todo lo que me ha pasado y demás. Nunca se me irá de la cabeza esa promesa que me hice a mí mismo.
-Eso es muy bonito.
-¿No crees que deberías hacer eso también?
-No puedo. No mientras tenga este dolor en el corazón y esta culpabilidad en la mente.
Eso me llama la atención al completo. ¿Qué hizo? Miles de posibilidades pasan por mi cabeza, pero prefiero no relacionarlo con eso.
-No creo que debas contármelo, eso es tuyo.
Termino de secarle el pelo y de repente siento que unos brazos me apegan al cuerpo de Lucas. Sus brazos me hacen sentarme encima de él, haciéndome mirarle a los ojos. ¿Qué está haciendo? Agacha la cabeza y lo apoya en mi pecho.
-Gracias.
-¿Por qué?
-Por no pedirme que te lo cuente. No quiero volver a pensar en ello.
Le abrazo yo también por darle apoyo y le acaricio el pelo suavemente.
-No tienes que contarlo si no quieres. Es tu pasado y tú decides si olvidar, contar o seguir viviendo con todo eso dentro. Haz lo que yo. Olvida.
Me separo lentamente de él y lo acuesto en su cama. Le echo las mantas encima para que no tenga frío.
-¿Me das un besito en la frente? Me lo debes.
-Está bien, pero no te emociones -me acerco y le planto un beso en la frente, el cual ha deseado-. Buenas noches.
Apago la cámara de su móvil y se lo enchufo al cargador. Salgo de su habitación y al pasar por el salón me suena el móvil. Yago sigue a mi lado, es un buen perro y creo que es el principio de una buena amistad. Mejor contestar la llamada.
-¿Diga? -no he mirado el número, que tonto estoy.
-¡Hector! Te he llamado muchas veces y no me has contestado.
-¿En serio? -miro la pantalla y veo que en la barra de arriba aparece la imagen de llamadas perdidas-. Lo siento, seguramente me llamaste cuando estaba en la discoteca.
-No pasa nada, aunque me has tenido muy preocupada. ¿Qué tal está Lucas?
-Está durmiendo en su cama como un angelito. También Yago me hace mucho más caso a mí que a su amo.
-¿En serio? Vaya, a mí no me hace caso. ¿Cómo lo has hecho?
-Le he rellenado los cuencos.
-Yo hago eso y nada. Da igual. ¿Te ha hecho algo? ¿Ha intentado suicidarse?
-¿Que si ha intentado hacer el Superman por la ventana? No, tranquila. Se le ha pasado por la cabeza el cortarse las venas, pero le he quitado ese pensamiento tonto.
-Vale. Me alegro que lo hayas conseguido.
-Por cierto, ¿cuándo vuelves a casa?
-En un mes vuelvo. Tengo que hacer varias cosas aquí. Ya sabes, soy psicóloga, pero tengo que estudiar unas cosas aquí.
-Entiendo. Bueno, te cuelgo, que me voy a mi casa ya.
-Está bien. Coge las llaves que tiene encima del mueble de al lado de la puerta, es una copia, así puedes entrar cuando sea.
-Hasta luego, April. Mucha suerte por ahí.
-Igualmente. Besos.
Cuelgo la llamada y recojo las llaves del mueble. Miro las llamadas que había hecho y me quedo sorprendido de que me haya llamado 30 veces en tan sólo cinco minutos. Vaya, son las 00:30. Ya es hora de volver a casa, que lo necesito. Necesito dormir tranquilamente en mi cama, que mañana tengo las clases de cocina para mi futuro como chef profesional. Me despido de Yago y cierro la puerta.
¡Allá voy, cama!
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