Capítulo 17: Estate Despierto
Otra vez en la puerta de esta casa en la que vive el hombre que se derrumba por cada segundo que pasa por una mentira. Sí, la casa de Andrew, ¿qué os parece? Por mensajes parecía que se estaba muriendo por dentro por mentirle a su hermano cuando él rara vez miente. Si yo fuera él, también estaría así.
Nunca le he mentido a mis padres, es algo que ella y yo dejamos sobre la mesa. Ella era mi confidente, una caja fuerte que podía meter cada cosa por tonta que pareciese.
Alzo el brazo y toco el timbre. De verdad que últimamente me preocupaba el que no me hablase por mensajes, ya sea por trabajo o por algo. Si me hubiera mandado algún mensaje me habría llegado o no, no sé si cuando el móvil se estropea recibe algo. Bueno, un misterio que veré en el futuro.
La puerta se abre y me deja ver a un Andrew con los ojos un tanto preocupados y culpables. ¿Por qué se lo toma a mal? En serio...
-Menos mal que ya has venido, intenté contactar contigo -me agarra de la mano y me mete dentro de casa para cerrar la puerta-. No sabes cuanto me ha estado torturando la conciencia -si yo te dijera.
-Lo entiendo. Dime lo que te pasa, porque por mensajes no te expresas bien.
-Vale -se calma un poco, se sienta en el sofá y suspira-. Unos días después de la cena que tuvimos con mi hermano y su novia... Le volví a mentir.
-Ay, dios -suspiro y me siento a su lado, procesando cada palabra que suelta por sus labios.
-Estaba trabajando en una de las discotecas más famosas de Nueva York cuando de repente me llamó mi hermano. Le di el relevo a mi compañero y fui a contestar su llamada. Mientras hablábamos, me dijo que me volvería a visitar y quiere cenar de nuevo con nosotros.
-No me lo puedo creer -paso mi mano por mi cabello, intentando no desesperarme cada vez más.
-Pues créelo, porque en unas semanas está libre y vendrá con su novia de nuevo.
-Sabía que no debía haberte ayudado a mentir, fue una pésima idea.
-Lo sé, tenías razón -me encanta oír esas palabras, pero ahora no puedo gozarlas-, me estoy matando a mí mismo por no llamarle y decirle toda la verdad.
-Sabes que esta mentira no es muy gorda, pero como sigas así lo será -me levanto del sofá y camino de un lado al otro-. Podrías decirle en la cena que le mentiste, que yo no soy tu novio, pero que estamos confusos los dos, porque seguro que tú aún quieres a Marcus. Por cierto, no sé nada de él, ¿dónde está?
-Se fue de viaje para ver a sus padres, que están enfermos y no hay nadie que los cuide.
-¿Cómo lo sabes? -le dedico una mirada pícara con la que se ruboriza.
-Eh... Bueno, seguimos en contacto. No creas que le voy a hacer el vacío después de los momentos que compartí con él -está claro que sigue colado por él, pero no quiere aceptarlo.
-La verdad es que estás haciendo el tonto intentando seguirme a mí -me asalta con una mirada que me dice que no entiende-. Tú no estás enamorado de mí, dudas entre Marcus y yo.
-Te dije que te amo a ti, yo solo te quiero a ti.
-¿Y quieres que me lo crea?
-Ya te lo dije el día en el que fuimos a la feria, dejé que mi corazón eligiera y fuiste tú.
-Pero ahora te pones rojo al hablar de él.
-Es que... -no habla, se soba el puente de la nariz y piensa detenidamente en sus palabras-. Ya no sé a quién amo, pero estoy seguro que eres tú a quien quiero en mi cama todos los días.
-Andrew... -me vuelvo a sentar a su lado-. Sabes que esto no puede durar para siempre, solo quedas tú y Lucas entre mi corazón, no sé de quién estoy enamorado y si no fuera de ti sería un amor no correspondido -le acaricio la mejilla.
-Sé que es difícil para ti tomar una decisión. Decidir quién puede hacerte feliz todos los días es difícil de saber, porque el futuro es imposible de revelar.
-Parece que ya volvió el gran y sabio Andrew que tanto conozco -sonrío, al igual que él.
-Verte así es lo que me ha hecho volver. Pero te sigo diciendo que yo puedo hacerte muy feliz, puedo hacer que sonrías todos los días, que despertemos abrazados cada mañana... Que no necesitemos palabras para decirnos "te amo".
Ya no sé si él puede crear eso, nunca sabremos lo que puede ocurrir si me quedo con él. ¿Quién me asegura que es el correcto? No quiero adelantar acontecimientos, pero parece que él si quiere adelantarlos, eso tan solo le creará dolor.
-Yo... Andrew, será mejor que me vaya -mi corazón está igual, sus palabras tan solo me han alarmado, como si el mecanismo de defensa me advirtiera de que va a besarme.
Me levanto del sofá y él hace lo mismo.
-Está bien -se acerca a la puerta y la abre-. No hemos estado ni media hora juntos, pero aun así te agradezco que hayas venido.
-La verdad es que fuiste el primer contacto que añadí a mi nuevo móvil, el otro se estropeó.
-Entiendo... Pues nada, nos vemos, Hector -me dedica una sonrisa cariñosa mientras va cerrando la puerta.
-Hasta luego, Andrew -y la puerta se cierra por completo.
Sé que no he estado suficiente tiempo con él, pero aun así sé lo que le pasa. Aparte de estar matándose por dentro por la mentira que le echó a su hermano, está confuso. Su corazón ya no le guía por el camino, va dando saltos de camino en camino, cambiando sus pensamientos cada dos por tres.
Me doy la vuelta y comienzo a caminar hacia mi casa. Bueno, la casa de Lucas. Yo solamente soy un invitado junto con mi hermana. Su hospitalidad me está pareciendo demasiado, ya llevamos bastante tiempo viviendo juntos y cada momento que estamos a solas es como si la temperatura subiese. ¿Lo hace a posta? ¿Le paga a los niños para que nos dejen en paz en el salón? ¿Habrá sobornado también a Yago?
No lo sé y ni quiero saberlo, sería un poco macabro descubrir ese lado en él.
Las calles están a reventar de personas siendo de noche, y más siendo un fin de semana. Las tiendas, con sus coloridos carteles, llaman la atención de todos e invitan a que entren a tomar algo. Yo no puedo permitirme entrar a uno, no cuando Cleo quiere que llegue a casa en estos momentos para jugar con ella a la consola. ¿Por qué quiere jugar solo conmigo al juego de baile? Puede que ya tenga dominado todas las canciones, pero es que me cansa la monotonía de hacerlo todos los días.
Lo haces por Cleo, idiota.
¡Dios, conciencia! ¡Has vuelto! Te echaba tanto de menos, necesitaba tus palabras.
Ahora me echas de menos.
Suenas como si no te agradara nada, ¿estás bien?
Sí, solamente necesito estar despierto. Tú sigue pensando.
Está bien. ¿Por dónde iba? Ah, sí.
Me cansa ya el tener que jugar todos los días ese juego, pero lo hago por Cleo, para que vea que su hermano no pasa de ella. La quiero con toda mi alma, más que a los chicos que me tienen loco e indeciso.
El edificio está a un par de calles, pero mejor voy por un callejón para ahorrar tiempo, así la pequeña espera menos y me da un fuerte abrazo antes de que su espera la enfurezca un poquito. Es broma, igual me dará un abrazo y un beso en la mejilla, pero aun así no quiero seguir en la calle más tiempo.
Tomo un callejón a la derecha, un callejón que está al menos un tanto iluminada con la luz de los edificios y de un par de farolas que mueren de risa en cuanto me ven pasar. Seguro se burlan de mi estupidez, de mi forma de pensar del corazón, pero no puedo remediarlo.
Miro al suelo. Cada paso que doy es un escalón de esta infinita escalera, en el que la cima está la felicidad y el amor. ¿Podré conseguirlo pronto?
-Hector... -un susurro procedente de mi espalda me crea un escalofrío terrible que me llega al alma.
Mi sangre se hiela al escuchar de nuevo esa voz después de mucho tiempo.
-Hector... -canturrea mi nombre como si fuera un niño pequeño, no debería estar en Nueva York.
Me doy la vuelta y ahí lo veo, su figura es tal y como la recuerdo.
-Estoy aquí... -sonríe como un psicópata, sigo pensando que no debería estar aquí.
-¿Por qué? -pregunto con un fuerte nudo en la garganta.
-No puedo irme -murmura alzando su rostro-. No hasta que todo acabe.
-Solo tienes que ir a la policía, todo acabará -saca un cuchillo de su espalda, ¿cómo lo habrá escondido con toda la multitud de las calles?
-¡Esa no es mi tarea! -grita, haciendo que me sobresalte-. Yo no quería matar a tu madre, solo quería a tu padre fuera de juego.
-Si es por el trabajo...
-¡No es por el puto trabajo! -golpea el suelo con el pie-. Tu padre hizo que me echaran, mi puesto no era de mi especialidad y acabé en bajo rendimiento. ¡No sabía qué hacer! Entonces me despidieron, ninguna empresa me contrató, nadie lo hizo. Entonces me quedé en bancarrota por no poder pagar la hipoteca, las facturas... Aquél día juré que tu padre pagaría todo lo que he sufrido.
-Mi padre no es malo -digo solamente, aterrado por el cuchillo que tiene aún en sus manos.
-Lo es, no lo conoces porque eres su hijo y a ti te trató bien. Pero sus amigos... Oh, sus amigos. Nos trataba como la mierda.
-¡Eso no es verdad! -sus ojos castaños brillan ante la luz de la farola y su cabello rubio se ve sucio, como si no se hubiera duchado en días.
-Lo es, y tú eres igual que él -comienza a dar pasos hacia mí, pero yo voy alejándome de él-. Si eres igual que él, mi juramento no se ha cumplido.
Comienza a correr hacia mí, reacciono y hago lo mismo, intentando huir de él lo más rápido que mis piernas pueden soportar. La calle donde está la gente está cerca, tan solo unos metros y estaré a salvo.
-¡No te librarás de mí! -algo roza mi brazo y crea un brecha en mi piel, haciendo que unas líneas de sangre caigan sin algún obstáculo.
El cuchillo con mi sangre en el filo yace en el suelo, gritando que la recoja, pero no puedo si quiero seguir viviendo. Intento detener la pérdida de sangre de mi brazo, pero no puedo. Ya en la calle atestada de personas, soy el centro de atención para un pequeño grupo de adolescentes. Miro hacia atrás y su figura ya no está, ha huido, sabe que con gente alrededor no puede atacar por su bien.
Sin parar de correr, entro precipitadamente en el edificio en el que vivo. Ya dentro, veo que Miguel está con otra revista de nuevo. ¡Esto duele! Un ardor se ha apoderado de mi brazo y hace un cosquilleo queme mi brazo. ¡Duele a rabiar, no lo puedo soportar!
-¡Miguel! -llamo su atención y sus ojos se abren sorprendido por las vistas-. ¡Llama a un ambulancia!
-¡Voy! -agarra su móvil y llama a emergencias.
Un pequeño mareo aparece en mi cabeza, mi cuerpo se tambalea, necesito sentarme.
-Hector, ven -me guía a la silla en la que él se sienta-. Están ya de camino, tú tan solo debes mantenerte despierto. Llamaré a Lucas -se aleja y yo intento no derrumbarme en este preciso instante.
La sangre salpica el suelo al deslizarse por mis dedos. Le estoy dando más trabajo a Miguel, que tonto soy.
¿Sabes qué? Descansa, te lo has ganado.
No me lo he ganado, conciencia. Primero asesina a mis padres y luego intenta asesinarme a mí. Luego he ido al hospital por las quemaduras y ahora voy por una herida con arma blanca, esto es genial.
Podría haber sido peor.
Pero podría haber sido mejor también, si no me hubiera salido de la calle no estaría así ahora mismo.
No te eches las culpas, no sabías nada. Ahora duerme, que la ambulancia llegará pronto.
-¡Hector!
¡Mierda! Ya tienes una razón para estar despierto.
-Hector, estate despierto, aquí conmigo.
Conciencia, has ganado. Los párpados me pesan.
Yo no estoy haciendo nada, hasta yo me estoy durmiendo.
-¡Hector! ¡Hector! -suspira-. Se ha desmayado.
Bueno, hora de descansar, amigo. Yo te acompaño.
No se puede pensar, mente agotada.
Esta frase desaparecerá cuando se haya corregido los posibles fallos ortográficos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top