Capítulo 15: Excursión (II)
El autobús está lleno, a reventar mas bien dicho. Todos hablando y gritando que están impacientes por llegar a bañarse en la playa. Llevamos como ya un par de horas en nuestros asientos, se me va a hacer plano el trasero si sigo sentado aquí. Nuestro grupo está junto, la parejita está atrás nuestra y Jensen está a mi lado, mirando el móvil sin parar, seguramente esperando algo de alguien. Yo solamente miro por la ventana, observando los coches que nos adelantan por algún tipo de problema que les dé prisa.
No me gusta estar así mucho tiempo, pero como estoy con mis auriculares, no me importa mucho estar con la boca cerrada. El viaje no puede ser eterno, eso es así.
Mejor sería intentar echar unas risas con el grupo, estar mirando a la carretera con la música puesta imaginando muchas cosas fantásticas me cansa un poquito. Me quito los auriculares y miro a Jensen quien también tiene los auriculares puestos, debo de haber mirado un buen rato afuera. Le doy un golpe suave y me mira, quitándose un auricular.
-¿Qué pasa? -pregunta desinteresado.
-Solo quiero hablar un poco, mirar afuera ya me aburre -reímos levemente los dos.
-Bueno, ¿de qué quieres hablar?
-No creo que te guste.
-Inténtalo.
-Ahora sonríes, antes no. ¿Qué ha pasado? -le pregunto, esa sonrisa sigue en pie.
-Digamos que estoy feliz.
-¿Puedo preguntar por qué?
-Sí.
Y no hablamos los dos. Ah, ahora lo pillo.
-¿Y bien?
-Me has preguntado si podías preguntar porqué. No lo has hecho.
-Vuelves a tomarte todo al pie de la letra, eso es que estás muy bien. Venga, ¿por qué?
-La charla que tuvimos -asiento con la cabeza-, pues voy a sonreír para ti todo el tiempo, voy a mostrarte que, aunque no te enamores de mí lo suficiente como para que estés a mi lado, te apoyo en tu decisión. Elijas a quien elijas, te apoyaré y seguiré a tu lado con una sonrisa, aunque me duela.
-Jensen... -estoy sorprendido-. Me has dejado sin palabras.
-Sí, hasta yo me sorprendo diciendo esto -se rasca la nuca, un tanto nervioso-. Hablemos del futuro, porque dudo que estos dos quieran hablar.
-¿Por qué lo dices? -miro atrás y me entero de que se están besando dulcemente, sin vergüenza ante el público-. Ah, ya. Se están dando el lote.
-No quiero verles, que tengan un poco de privacidad, ya que estamos atrás del todo.
-Venga, ¿de qué cosa del futuro quieres hablar?
-De nuestra tienda -un tema que me gusta tocar-. ¿Cómo será?
-Yo creo que será una elegante pero con un toque rústico, acogedor y elegante.
-Eso sería bastante caro.
-Y que esté en el centro comercial o en una calle muy transitada.
-Ahora los precios se disparan.
-¡No seas negativo! -le doy un golpe en el hombro, con el cual se ríe.
-No soy negativo, tan solo soy realista.
-Bueno, pero tenemos mucho tiempo para ahorrar y ganar esa tienda que será popular. Porque juntos podremos, ya verás.
-Si tú lo dices es que se hará realidad.
-Pues sí, un día pedí un coche radio control y al día siguiente lo tuve.
-¿Ese juguete de hace años? Lo rompimos al llevarlo a Central Park. Un perro gigantesco lo rompió pisando.
-Pero el dueño del perro nos pidió perdón dándonos más dinero de lo que costaba.
-Eso es cierto, un punto bueno. Nos compramos un montón de chucherías con los que nos dieron ganas de vomitar del dolor de barriga.
-Nunca olvidaré eso. Fue nuestra primera resaca de chuches -nos reímos, echaba de menos estar así con él, las cosas vuelven a ser como antes.
Bueno... No todo vuelve a ser como antes.
-¿De qué os reís? -pregunta Darius, encima de nuestras cabezas.
-De cosas del pasado -dice mi compañero de recuerdos.
-Bueno, está bien. Ya me las contaréis -no lo creo, amigo-. ¿Habéis visto el azul del mar al lado?
-¿Ya estamos en la playa? -pregunto totalmente impresionado de que el tiempo pasara volando.
Miramos todos a la ventanilla y vemos el mar azul cristalino en el que nos vamos a meter. La ciudad ya se ve a un par de kilómetros de distancia, es genial. ¡Ya estamos en la playa!
-Que rápido se ha pasado el tiempo -le digo a Jensen.
-Ya ves, como en los viejos tiempos -sonreímos.
Este viaje va a ser genial, una playa en la que bañarse, salidas para explorar las calles en busca de algo que nos interese y puede que algo más, quien sabe.
YA EN LA ENTRADA DEL HOTEL
-Bien, chicos -empieza a decir la profesora-. Como todos vosotros sois mayores de edad y tenéis permiso de vuestros padres para salir por ahí, os dejamos sin mucha vigilancia. Eso sí, hay un toque de queda y llamaremos puerta por puerta para ver si estáis en vuestras habitaciones. ¿Entendido?
-Sí -decimos todos al unísono, parecemos robots.
-Bien. A continuación, os daremos una llave a cada grupo de cuatro personas. Si alguna persona quiere hacer un grupo más grande es cosa vuestra. Si una habitación no se va a usar, le dais la llave al que esté atendiendo en su momento, así nos ahorramos un dinero y se podrá devolver un poquito de todo lo que habéis gastado -nos dan a todos los grupos una llave distinta con un número colgando-. Venga, a dejar vuestras cosas en las habitaciones y a salir a donde queráis. ¡A divertirse! -esta profesora es una fiestera, se le nota.
Todo el mundo sube por las escaleras o por el ascensor hasta su piso. Nosotros subimos por las escaleras, ya que la puerta del ascensor está a reventar. Aunque este edificio es bastante alto, nuestra resistencia es lo que nos ayuda a aguantar.
-¿No se os cansan las piernas de tanto subir? -pregunta Darius en el décimo piso.
-Oh, venga, cariño. Hasta yo estoy aguantando -le lanza una bofetada mental su querida Jennifer-. Creía que hacías deporte.
-Y lo hago, pero estas escaleras son infinitas -mira para arriba, yo también lo hago.
Varios pisos nos esperan, nos gritan que no subamos más, que nos rindamos y vayamos al ascensor, pero sigue ocupado.
-Vamos, solo faltan diez pisos -digo yo.
Un resoplido fuerte suena más alto que nuestros pasos. Aveces pienso si Darius es un quejica como un niño pequeño. Ya subidos cinco pisos, recibo una llamada, pero vuelvo al ver que es un número desconocido, seguramente sea de la compañía de mi tarjeta del móvil, alguna oferta extraña de esas.
Ya en nuestro piso, vamos a nuestra puerta, en la cual estamos ya por fin. Vemos a varios grupos venir a este piso y a otros más subir al siguiente. Me da una pena las personas que no aguantan subir las escaleras. Vamos, que me da pena Darius.
Abrimos la puerta y entramos los cuatro. Es bastante amplio, con cuatro camas en una fila, con un frigorífico pequeño bajo una barra, una televisión plana de alta cálidas colgando de la pared, un baño muy equipado y, lo mejor de todo, un teléfono de servicio de habitaciones. Me sé de alguien que va a pedir algo más tarde.
-¡La habitación es genial! -se queda boquiabierta Jennifer.
-Jenn, vamos a juntar nuestras camas y a dormir juntos -le dice Darius.
-Si quieres -le lanza una mirada pícara.
Creo que un par de personas se van a poner como conejos esta noche, sin vergüenza. Que asco.
Me salgo a la terraza, donde hay una mesa con unas sillas, para ver las grandes vistas que hay de la playa. ¡Es hermoso! No me esperaba tener unas vistas tan preciosas en nuestra habitación, es algo genial que nunca olvidaré.
-Hector -me llama Jensen-, ¿deshacemos las maletas un poco?
-Claro, ahora voy.
Salgo de la terraza y voy a por mi maleta. La abro, saco una toalla y la pongo en el baño, para cuando lleguemos. Saco otra toalla para salir dentro de poco, cuando los ascensores estén desocupados, porque sabemos que Darius no va a aguantar bajar ahora las escaleras.
Cuando saco la toalla, veo algo. Un sobre. Lo agarro y lo miro detalladamente. No tiene ninguna calle, ningún remitente. Tan solo una frase.
-Disfruta el viaje ;)
Me pone un emoticono como si fuera un mensaje, aunque en cierto caso lo es. Abro el sobre y me sorprendo al encontrar un montón de billetes, no me lo puedo creer. Dejo el sobre en la maleta y lo cierro, para luego agarrar mi móvil y llamar a Lucas. Este tío ya se pasa un poquito, no quería su dinero. Tres pitidos para contestar, seguramente esté molestando en medio del trabajo.
-¿Qué pasa, Hector mío? -¿por qué me da escalofríos que me llame así?
-Lucas, te voy a matar -digo solamente.
-¿Ya has visto el sobre?
-Sí, es por eso que te voy a matar. No te he pedido dinero -me salgo a la terraza para tener más privacidad, ya que los tres se pasean por la habitación libremente.
-No hacía falta que me lo pidieras. Sabía que no lo aceptarías, así que lo he puesto sin tu permiso, sin que te enterases.
-No necesito tu dinero, Lucas. Cuando vuelva te devolveré el sobre con todos los billetes que has puesto.
-Ahora yo te voy a amenazar. Si no te gastas ni un billete de ese sobre en ese viaje, te voy a agarrar y a hacer lo que creo que no quieres todavía. Que sepas que cumplo con mis amenazas, aunque casi no haga alguna.
-Yo... Mierda...
-Iré a por Cleo dentro de poco, ¿vale? Estoy a punto de salir del trabajo.
-Está bien. Cuida de ella en mi ausencia.
-Lo haré. Hector... Te amo.
-Yo... -mierda, me he quedado sin habla, pero no puedo colgar y ya está-. Yo también.
-Me sorprendes cada vez más, amor. Bueno, que te la pases bien. Un beso muy grande y otro ascensor juntos.
Pero será cabrón...
-Y yo espero que os cuidéis. Hasta luego.
Colgamos los dos, esto ya es normal en él, tendría que haber revisado la maleta cuando la tocó en su momento. Ahora una amenaza en la que si no me gasto algún billete, me lleva a la cama y me da lo que él tanto está deseando. Pues nada, si quiere que gaste los billetes, los gastaré. Bueno, mejor dejaré la mayoría.
Jensen... Esperemos que esta excursión sea inolvidable.
Lucas... No me amenaces con eso, sabes que saldrás perdiendo.
Andrew... Espero que no te esté matando la mentira hacia tu hermano.
Esta frase se quitará al corregir los posibles fallos ortográficos.
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