Capítulo 10: Una Cita Nerviosa

NARRA DARIUS

¡Dios, que nervioso estoy! Podría manchar ahora mismo la camiseta del sudor que puedo soltar en un momento. Madre mía, es lo que esperaba hace tiempo desde que corté con Beatríz aquella tarde, aunque a decir verdad, ya me atraía Jennifer bastante desde hace muchísimo más tiempo. No sé, su sonrisa y su forma de ser me tenían hipnotizado aunque no la conociese. Creo que en ese momento fue en lo que nunca creía: amor a primera vista.

Estoy llegando a su casa. Había decidido ir a por ella para que no estuviera sola en ningún momento, porque nunca sabes lo que puede haber a la vuelta de la esquina. Ya estoy a unos pasos de su puerta. ¿Llamo? ¡Pues claro que debo llamar! Sino, ¿cómo hago notar mi presencia? Respiro hondo e, indeciso, toco el timbre de la puerta. Me arreglo la camiseta y mantengo el ramo de flores en la espalda, pero dudo que no las pueda ver, son muy grandes.

La puerta se abre y se aprecia una mujer de cuarenta años con la misma altura que Jennifer, de cabello rubio liso y ojos azules, una mujer bella en sus momentos. Su madre, con semblante serio, me mira y se da cuenta de las flores.

-Bonitas flores, Darius. ¿Has venido a por mi hija? -se acerca y agarra el ramo para olerlas-. Que buen olor.

-Son para Jennifer.

-Lo sé, es por ti que mi hija está totalmente emocionada con salir a la calle, incluso se va a poner el vestido que es para salidas importantes.

-¿En serio? -me sonrojo al saber eso.

¿Yo sonrojado? Madre mía, sí que he cambiado por culpa de estar con Hector. La verdad, es un buen amigo, te cambia, no sé cómo, pero lo hace.

-¿Darius? -se oye una voz en el piso de arriba, una voz preciosa cargada de emoción-. ¿Ya has llegado?

-Eso creo, o a lo mejor soy un fantasma atormentado.

-No digas tonterías -se ríe muy poquito, ya que su madre la mira de una manera muy seria.

-Si vais a salir, quiero que no haya roces en ningún momento.

-Mamá...

-No, deja que termine, cariño. No quiero que hagáis nada raro y/o sexual.

-¡Mamá! -alza su hija la voz.

-No seas maleducada. Como me entere de que habéis hecho algo, se os va a caer en algún momento el pelo, a los dos.

-¿Puedo irme? -pregunta muy avergonzada.

-Sí, venga. Sal.

Me despido de la madre y nos salimos de aquí cogidos de la mano, totalmente sonrientes. Ella está un tanto sonrojada por la vergüenza que acaba de pasar por culpa de su madre. Es normal que se preocupe cuando su hija sale a una cita, pero se podría haber guardado unas cuantas cosas. ¡Ni que fuera un violador!

-Siento que mi madre dijera esas cosas -habla por el camino.

-No pasa nada, me ha parecido un tanto cómico. Es graciosa.

-Ya, bueno, es que tiene que tomar el papel del padre porque se ha ido a trabajar muy lejos una semana.

-¿Lo echas de menos?

-Mucho. Es como el mejor padre de todos.

-Si me dieran una moneda por cada vez que lo oigo.

-¿Crees que miento?

-No, no, no, no... Lo que quiero decir es que lo he oído muchas veces por la calle, pero luego, con el paso del tiempo, se hartan de ellos y los odian.

-¿Tú no eres así?

-No, que va. Yo prefiero llevarme bien con mis padres, ya que no sabes cuándo dejarán de estar a tu lado para irse al cielo.

-Es verdad, nunca se sabe algo como eso. Por cierto, ¿adónde me llevas?

-A un restaurante normal y corriente, en el que no haya raciones pequeñas ni platos insignificantes con los que no te llenas nada. ¿Te parece bien?

-Me parece muy bien. Venga, vamos.

La llevo hasta uno de los lugares que visito frecuentemente con algún que otro amigo. En este lugar sirven buena comida, encima de todo grande. Los precios no son pequeños, pero tampoco como para vaciar la cartera delante de todo el mundo. Entramos y lo vemos todo muy animado. El decorado es elegante y, a la vez, vulgar. Nos sentamos en una mesa y esperamos a que alguien nos atienda.

Sigo sin creerme que Jenn esté conmigo, la llamo así aveces porque es mas corto y a ella le gusta, algunas veces. Se acerca un hombre que parece ser del personal y nos da un par de cartas para que pidamos. Yo lo tengo muy claro, así que esperaré a que ella pida algo.

-¿Ya has pedido? -pregunta Jennifer, mirándome con una sonrisa.

De inmediato me sonrojo y me vuelvo a quedar mudo. Pero eso no es todo, cuando hablo, tartamudeo.

-Esto... Y-Yo sí... Sí he pedido. Y... ¿Y tú?

-Yo también. ¿Estás bien? Te noto muy nervioso.

-Sí, estoy... Estoy muy tran-tranquilo.

¡Mierda! Si es que no puedo controlar mis nervios. ¿Cómo he podido hablar con ella de camino hacia acá? Es un misterio que será difícil de descubrir. Un camarero nos atiende y le damos nuestro pedido. Se va con una sonrisa, eso me da vía libre.

-Bueno, yo... Yo me voy un mo-momento al baño.

-Vale -asiente con un suave movimiento de cabeza.

Por dentro seguro se está riendo de lo patético que soy. Debería tener positividad en mí, casi no tengo, la estoy perdiendo toda. Con paso rápido, sin correr, voy al baño. Al entrar, saco el móvil y marco el número del único que me puede ayudar. Tres pitidos, cuatro, cinco... ¡Por fin contesta!

-Espero que sea algo importante como para estar molestando mi baño relajante, Darius.

-Necesito tu ayuda, Hector -así es, lo he llamado a él, ha sabido controlar el momento en el instituto, seguro me da un buen consejo.

-¿Es sobre Jennifer?

-Sí, exacto. Estoy en la cita con ella.

-Ya, lo sé. Soy el que estaba al lado cuando lancé a Jennifer a ti, como si una doncella se hubiera tropezado.

-No entiendo lo que quieres decir pero bueno. ¿Me vas a ayudar?

-A ver... -se oye un poco de agua-. ¿Qué pasa ahora?

-Estoy volviendo a tener los nervios hasta los cielos. ¡No puedo controlarme!

-Solo tienes que tranquilizarte, respirar hondo y pensar antes de hablar. Ah, y controlar esa lengua.

-No puedo, es solo verla y ponerme nervioso.

-¡No te fijes solamente en su rostro! Piensa en su interior, en lo buena chica que es...

-No ayuda mucho.

-No la veas como una cara bonita, mírala como si fuera tu amor verdadero.

-Guau, Hector. Eso ha sido muy bonito.

-Ya, si tú supieras lo que soporto...

-Ya, bueno, gracias por todo, Hector. Y siento molestar en tu baño relajante.

-No pasa nada. Necesitabas mi ayuda, eso es todo.

-Bueno, hasta luego, Hector.

-Una última cosa. Tienes que ser mismo, porque de seguro intentas ser como no eres.

-Tranquilo, ya lo he pillado.

-Vale. Hasta luego -y la llamada se corta.

Vale. Respiro hondo, me tranquilizo y salgo por la puerta del baño. Al salir de nuevo a la vista, veo que la mesa en la que está mi cita hay un par de platos llenos de comida. Me acerco y me siento en la silla, respirando hondo de nuevo.

-¿Ya estás mejor? -me pregunta Jenn, mirándome con una sonrisa.

-Sí, estoy mejor. ¿Cenamos?

-Te estaba esperando. Mira que hacer esperar a una dama...

-No volverá a pasar, te lo aseguro.

Cenamos tranquilamente, como si nada malo hubiera pasado. Los nervios son malos, casi la espanto por lo estúpido que he sido, aunque seguro le pasa a muchas personad, supongo. ¿Supongo bien? No estoy tan seguro, por eso me pregunto si soy el único chico en la tierra que se comporta así. Sé que pasa en las series de televisión, en los libros, pero no sabía que también en la realidad.

Después de un corto tiempo, nos hemos terminado lo que había en los platos. Estamos satisfechos, con el estómago contento. Nos salimos del restaurante y nos vamos caminando hacia el parque. La verdad es que no sé qué más hacer con ella, solo quería invitarla a cenar, pero hablando con ella me dan ganas de quedarme toda la noche a su lado, espantar las pesadillas o tan solo absorberlas.

Miro la brillante luna, me intenta transmitir algún mensaje, pero no llega a mis oídos o mente. Me siento un tanto estúpido ahora mismo al no saber qué hacer.

-Me alegro de que me traigas aquí -dice de repente la chica de mi lado-. Me encanta el parque.

-¿En serio?

-Sí. Me encanta por la belleza que desprenden los árboles y las flores en plena primavera. Central Park siempre estará en mi corazón por todo lo que pasó en su momento.

-¿Te pasaron cosas buenas aquí?

-Bastantes que ya perdí la cuenta.

-Eso es que algún espíritu te protege.

-Posiblemente. Dime, ¿me has traído aquí porque era tu plan o tan solo no sabías a dónde llevarme?

-Pues... La verdad... Es que es la primera vez que tengo una cita así y no sabía cómo hacerla.

-¿En serio soy tu primera cita?

-Sí.

-¿Y la rubia animadora?

-Pues ella no era de salir en una cita, sino en... Ya sabes.

-Entiendo. Que asco da la tía. Bueno, aprovechemos este momento, ¿no?

-¿Cómo la aprovechamos? -pregunto bastante intrigado.

-Así, tonto -se acerca a mí y me da un beso en la mejilla.

Mi sonrojo ya debe ser bastante notorio. Seguro se ríe por dentro de lo tonto que parezco así de rojo. No me enfado, solo que yo también me reiría bastante.

-Si tú me dejas, quisiera hacer algo.

-¿El qué?

-Solo di si puedo o no.

-Puedes hacerlo.

Con su permiso, me acerco lentamente. Sus ojos están clavados en los míos, nuestras mejillas se tiñen de rojo y nuestros labios se rozan. Me agacho tan solo un poquito y la beso delicadamente. Sus labios se funden con los míos, el calor pasa a ser más que notorio. No puedo describir lo que estoy sintiendo en este momento. No me esperaba haciendo esto tan pronto, besando a la chica que tanto me gusta. Es totalmente impresionante que lo haya hecho.

Nos separamos y nos miramos a los ojos. Esto ha pasado a ser algo más que amigos. Estoy más que seguro que de hoy en adelante, muchas cosas cambiarán.

-Mejor te llevo ya a casa.

-Sí, mejor -me sonríe y nos ponemos a caminar.

Durante el camino, nos cogemos de la mano como dos enamorados. No quiero dejar de soltarla, nunca, en mi vida. No quiero soltarla nunca. Nunca. Solo espero que el lazo sea fuerte y que no se rompa jamás. Te quiero, Jennifer. No, te quiero no. ¡Te amo! ¡Te amo, Jennifer!

Espero tener una vida junto a ti. Solo junto a ti.

Esta frase se quitará cuando se hayan corregido los posibles fallos ortográficos.

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