XX
"«Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.».." Hechos: 20-24
Cuando Jack le agitó el hombro desde atrás, Cristian despertó de esos profundos pensamientos que no lo abandonaban desde hace días.
—Cristian Martinez —repitió el maestro.
—¡Aquí! —contestó confundido. Se preguntaba cuándo la clase había terminado.
Cuando el maestro salió por la puerta Jack espero que el compañero de asiento al lado de Cristian se levantara para ocuparlo.
—A este ritmo te van a expulsar de la universidad por bajo rendimiento —Jack arrastró la silla hacia atrás para sentarse.— Eras el mejor de la facultad ¿Qué te sucede?
Cristian recostó la cabeza sobre sus brazos sin decir nada. Estaba mentalmente agotado.
Jack notó sus ojos hinchados y las ojeras pero no las mencionó.
—Oye amigo, lamento lo que hice aquella vez cuando te invité a cielo nocturno, me dejé llevar por las falsas promesas de aquellas chicas, una de ellas me juró amor eterno hasta que vio tu falta de interés, solo estaban conmigo porque yo te conocía. ¡Eso duele! A Veces eres tan irritante —se quejó con dejo de gracia.
Cristian levantó la cabeza y se acomodó en la silla —No te culpo. En ese momento dudaba de mí mismo y de mi relación con Dios. Ahora que estoy seguro de lo que creo, y lo que soy sé que si hubiera sucedido en este momento no me hubieras convencido. Eran mis propias dudas que me estaban haciendo vacilar y el dolor por mi reciente ruptura,
—¿Y cómo va eso? Ya han pasado meses
Cristian soltó un soplido —Hay personas que nunca desaparecen de tu vida sin importar cuanto te alejes o cuanto quieras olvidarlas.
—Martinez... ¡Eres todo un romántico! Con razón las chicas no dejan de perseguirte.
Cristian sonrió.
—Por cierto, Daniel, mi amigo de cinematografía, está participando en un festival de su facultad y hará una película cristiana sobre mí conversión, estás invitado al estreno.
—¿De verdad? ¿Una película sobre ti? ¡Qué bárbaro!
—En cuanto tenga las taquillas te las hago llegar y si quieres invitar a más gente te consigo más entradas, será en el auditorio de la universidad.
—¡No me lo perdería! Correré la voz, ya verás que será casa llena. ¡Serás famoso!
—No exageres, es solo un festival universitario y ese no es el objetivo. El objetivo es que la gente escuche lo que Dios ha hecho en mi vida y sea exaltado por ello. Quiero que Dios se lleve todo el crédito. Además, creeme que cuando la gente se entere de mis actos en el pasado ya no tendré más fans. Pero no me importa mientras Jesús sea reconocido.
—Sea lo que sea, estaré allí. Yo creo en Dios aunque no recuerdo la última vez que fui a la iglesia —se rascó la cabeza como si buscara la fecha en su mente.
Cristian meneó la cabeza risible ante el comentario de Jack— Por cierto, voy a la iglesia Fuente de Amor y Misericordia, la que está en el centro. Estas invitado cuando quieras ir, incluso puedo llevarte
—No estoy interesado por el momento pero tal vez después —dijo levantándose del asiento. —Te veo luego Martínez, tengo otra clase de recuperación.
Cristian asintió.
Jack ya le había dado la espalda cuando titubeante regreso a él —¿Sabes? Te ves faltal —rió moviendo su palma sobre su rostro de forma circular— pero... Te sientes diferente. Mejor —concluyo apretándole el hombro a Cristian antes de irse.
A Cristian se le dibujo una pequeña sonrisa en el rostro.
Jack había sido otro estudiante que no había podido pasar el semestre por ausencias y proyectos no entregados. Si no se tratara de clases de refuerzo Cristian se hubiera retirado un tiempo de la universidad. Las cosas que le estaban pasando caían como baldes de agua fría sobre él, uno detrás del otro. Por otro lado, ahora notaba lo fácil que le resultaba hablar de su fe y de la iglesia. No entendía porque antes era algo que le causaba ansiedad y ahora le provocaba satisfacción.
Cristian se dirigió al ensayo de la escena que se grabaría en su antigua escuela secundaria. Se trataba de uno de los tantos momentos cuando Cristian tomaba del cuello a Daniel mientras evitaba que él distribuyera palabras biblícas.
Mirándose en el espejo con su chaqueta negra y los cigarrillos en el bolsillo, le traía muy malos recuerdos. Constantemente se mantenía en oración por su actuación y el proyecto para que el revivir el pasado en su propia piel no le afectara de muchas maneras.
Después de la oración que acostumbraban hacer para iniciar se dirigieron al set de filmación. El set se ubicó en el pasillo principal. El equipo de Daniel había instalado dos cámaras una en movimiento y otra estática, muchas luces brillantes ocupaban la mayor parte del espacio. Varios jóvenes en ropa escolar de secundaria comenzaron a pasearse con mochilas y libros, algunos platicando y otros simplemente abriendo algún casillero para que la escena se viera lo más real posible.
El chico que había escogido para hacer el papel de Daniel, era un chico pálido, flacucho con anteojos inmensos, y quién parecía temblar con el mínimo tono alto de voz. Cristian no sabía porque habían escogido a alguien con esas características, el director en nada se parecía a él. Mientras tomaba al chico por el cuello y este parecía derretirse en las manos de Cristian, él pensó en que si él no hubiera interferido en la vida de Ana Elizabeth probablemente Daniel y ella estarían ya casados.
—Cristian... ¡Cristian!
—¿Ah?
—Si no lo sueltas lo vas a ahogar
Cristian vio el chico aún suspendido en el aire por sus manos y lo soltó de inmediato. —Lo siento amigo, ¿Estás bien?
El chico asintió mientras respiraba un poco agitado. Cristian lo ayudó a acomodarse.
Daniel llamó a Cristian con el dedo cuando los ojos de Cristian se dirigieron a él, se acercó con los hombros encogidos.
—¿Dónde está tu cabeza? Ya te has equivocado varias veces ¿En que piensas tanto?
—Esta vez lo haré bien, te lo prometo
Daniel torció su labio de una manera muy pronunciada —De acuerdo —contestó resignado—Vuelve a tu puesto, y esta vez no viajes al espacio ¿Quieres?
Cristian asintió y volvió a su puesto.
***
Cristian se acomodó en su escritorio y se esforzó en terminar sus tareas. Sentía que en todo lo que hacía debía poner un doble esfuerzo. ¿Debía llamar a Ana Elizabeth? o ¿Debía visitar a su padre en el hospital? Esas eran las preguntas que tomaban su mente y robaban su concentración. Por otro lado, la pobre de su madre continuaba trabajando porque él aún no había sido llamado por ninguna agencia. Ya estaba optando por enviar curriculums a alguna de las cafeterías de la zona. Se había empecinado en trabajar un oficio relacionado a su carrera y por lo tanto solo se había enfocado en buscar trabajo en esa industria. Tenía que empezar a tomar claras y mejores decisiones sobre todo.
Su teléfono sonó junto a su cuaderno de notas. Cristian lo tomó soltando el lápiz en su mano.
—Hola amigo
—Hey Greg ¿Cómo estás?
—¿Por qué no me lo habías dicho Cris? ¿Por qué no me habías dicho que mi hermanita estaba tan mal? Estoy muy preocupado. Ella no es así, algo está pasando.
—No lo sabía amigo. De verdad no sabía que ella había tomado todas esas decisiones de repente. Lo supe solo hace unas semanas cuando vino a verme.
—¿Y qué te dijo? ¿Cómo la viste?
No podía decirle nada de lo que había pasado ese día cuando se reencontraron.
—Se cambió el color de pelo. Me dijo que se mudó. Y... que ya no es Cristiana, pero son cosas que ya sabes en su mayoría supongo.
Cristian escuchó la pesada respiración del hermano de Ana Elizabeth.
—No sé qué hacer, quisiera salir corriendo y tomar un avión lo más rápido posible pero acabamos de regresar prácticamente y tenemos muchas responsabilidades aquí. Por favor Cristian, no la pierdas de vista. Intentaré ver como puedo escaparme un momento e ir a verla. Necesito hablar con ella y hacerla recapacitar.
—Entiendo tu preocupación. Estaré al pendiente de ella tanto como ella me lo permita, sabes que por nuestra reciente ruptura estamos distanciados.
—Todo comenzó cuando se separaron. Nunca debieron haberlo hecho
Pero el problema era mucho más grave de lo que Gregorio podría descifrar. Más que una ruptura.
—Esa decisión también la tomó ella. Prefiero que Dios la vigile a que lo haga yo. Sin importar qué tanto quiera esconderse de los ojos de Dios nunca podría.
—Así es Cris. Por favor si pasa algo dejame saber y a mis padres, ella tampoco se comunica con ellos. Ha hecho a un lado a su familia y a todos. Aunque se está haciendo la fuerte debe estar sintiéndose muy sola.
Cristian pensó que tal vez por eso buscaba nuevas amistades.
—Descuida. Te mantendré al tanto de cualquier cosa.
—De acuerdo amigo. Los extraño a todos. Ojalá y no hubiera decidido vivir en el extranjero.
—Lo importante es que donde sea que estemos cumplamos con el propósito de Dios. No te atormentes ahora con las decisiones que tomaste. Asume tu responsabilidad
Gregorio se rio —Wao... sonaste tanto a... mí.
Cristian también rió. —Siempre has sido un gran maestro de vida. Ahora te toca aprender cosas nuevas para seguir aconsejando y enseñando a los demás.
—Gracias amigo. me haz dado un poco de paz. Luego hablamos
—Si amigo, cuídate.
Después de despedirse, Cristian colocó el teléfono donde había estado anteriormente.
La conversación con Gregorio había contestado sorpresivamente todas las preguntas que desde hace días se estaba haciendo.
Cumplir el propósito de Dios. Asumir la responsabilidad de nuestras decisiones. Si iba a hacer algo debía hacerlo firmemente sin vacilar, seguro de que Dios estaba guiándolo en el camino correcto y que si se confundía o equivocaba Él se lo iba a hacer saber. Dios era Fiel.
Cristian cerró de golpe el cuaderno de Notas tomó su teléfono y llamó a su madre.
—Mamá
—¿Si hijo? ¿Qué pasa?
—Cuando vuelvas a visitar a Papá iré contigo.
***
Ana Elizabeth se quitó la bata blanca que correspondía a su clase de trastorno del comportamiento infantil cuando la clase terminó.
El departamento de ayuda académica en su facultad le recomendó tomar algunas clases de recuperación para que su índice no bajara. Sentía ansiedad por terminar su carrera. Talvez así no se sentiría tan vacía, tan incompleta.
Después de cruzar unos cuantos pasillos se aproximó a la oficina de la doctora encargada de su entrenamiento. No habían podido hablar después del último incidente.
Toco la puerta abierta antes de entrar. La doctora estaba de pie frente al archivo sacando un expediente. Volteó a ver quién la buscaba y se sorprendió.
—Ana Elizabeth
—¿Cómo está doctora?
La doctora de unos cincuenta años se acercó a su escritorio y luego de colocar el folder sobre el escritorio tomó asiento en la silla ergonómica de color negro.
—Toma asiento querida
Ana Elizabeth se acercó y tomó asiento frente a su maestra.
La doctora apoyó sus dedos entrelazados sobre su barbilla mirando fijamente a su estudiante de ojos miel. Suspiró.
—No tienes idea de los problemas que me has causado. Nunca en todos mis años ejerciendo esta carrera había sido tan avergonzada en un entrenamiento. Me sorprendió aún más viniendo de ti ese comportamiento.
—Disculpeme. Sé que estuve fuera de mí, pero...
—No quiero excusas —le interrumpió — Solicita otra entrenadora porque no seguiré enseñandote.
—Necesito que usted sea quien me entrene y haga mis cartas de recomendación. Usted es la doctora mas reconocida de la universidad en esta carrera.
—Pues debiste pensarlo antes de comportarte en la forma que lo hiciste. Manchaste mi nombre. Lo que sucedió ese día llegó a oidos de todos mis colegas.
Las manos de Ana Elizabeth comenzarón a temblar.
—Por favor doctora, necesito... necesito graduarme cuanto antes, por favor dígame qué puedo hacer
La entrenadora soltó un suspiró. Abrió uno de los cajones del escritorio a su derecha y saco una carta.
—Si tanto quieres continuar con el entrenamiento bajo mi firma, solo te queda una cosa por hacer —dijo y deslizó el papel hasta que Ana Elizabeth pudo alcanzar a leer el contenido.
—Usted se refiere a que...
—Así es. Y mira que estoy siendo benévola. Discúlpate y tráeme este documento firmado de aceptación. Entonces...
—No lo haré —Ana Elizabeth se levantó de la silla.
—Disculpe ¿Qué dijo señorita?
—Perdone pero no lo haré. Vaya redactando mi carta de expulsión porque no voy a hacerlo ¡No lo haré! ¿Escuchó?
La doctora notó cómo las manos le temblaban. —De acuerdo Ana Elizabeth, está bien. Siéntate un momento.
La doctora intentó acercarse a ella pero Ana Elizabeth se alejó de ella y salió de la oficina dando tropezones. Estaba comenzando a hiperventilar. Hace mucho tiempo no atravesaba una crisis de ansiedad. Intentó sostenerse de las paredes, sentía que iba a desmayarse. Cuando estaba apunto de desplomarse sintió que alguien la sostuvo, brevemente miró el rostro antes de quedar inconsciente. Era Camilo.
Este fin de semana fue un tanto raro. Aún así me disculpo por la tardanza. Hablando de todo un poco... Y de nuevo aparece Camilo. Cuando ven su nombre no les huele a problemas? Por otro lado algo nos está ocultando Ana Elizabeth, algo que no nos ha dicho... Pero no sé preocupen pronto lo sabrán.
Gracias por leer mis hermosos, preciosos y espectaculares lectores.
Nos leemos en el próximo capítulo.
Una preguntita... Ustedes prefieren los capítulos más largos, más cortos o están bien como están? Déjenme saber. Es una pregunta que queria hacer hace mucho y lo había olvidado.
Pues, los quiero.
Bye.
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