XVII
"«Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea humana. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir.».." 1 Corintios: 10:13
Por favor señor... devuelvemela. Por favor... Padre devuelvemela —Cristian rogaba incesantemente. No podía ser hipócrita ante su padre que incluso lo había formado en el vientre de su madre. Su corazón estaba desnudo ante Él. Quería a su "Eli" de vuelta. Era evidente en cada partícula de su ser. Faltaban unos minutos para que ella llegara. Tenía horas arrodillado pidiéndole a Dios que le devolviera a Ana Elizabeth.
El timbre sonó. Cristian colocó las manos en el borde de la cama para ayudarse a levantar y escuchó una voz en su interior que lo paralizó.
¿Y si no quiero?
Cristian apretó los ojos y empuñó las manos guardando silencio, luego contestó —Que se haga tu voluntad y no la mía —pronunció en voz alta aflojando las manos. Las cosas eran así. Ana Elizabeth era muy importante para él pero había dejado de ser su prioridad. Su prioridad era Jesús y en sus manos y su voluntad estaba lo que era mejor para él. Lo que saliera de esa conversación lo entendería y lo aceptaría, tal como ella había dicho.
Cristian se puso una camisa de mangas cortas, sus rizos estaban un poco desaliñados, lo resolvió con una gorra. Corrió escaleras abajo y abrió la puerta.
—Hola Cris
Cristian no lo vio venir. —¿Shanon?
La rubia sonrió simpática —Me alegra que aún recuerdes mi nombre. —¿Y cómo lo olvidaría? Oraba por ella cada vez que podía. — ¿Me dejas pasar?
Shanon estaba mojada de los pies a la cabeza. Cristian no se había dado cuenta de que había llovido, sin embargo, aparte de eso, estaba descalza y andaba sin su guardaespaldas.
Cristian la invitó a pasar. Ella se acomodó en el sillón de la sala y él tomó el edredón del sillón para que se arropara. Fue a la cocina y calentó en el microondas una infusión que su madre solía beber en las noches.
Cristian se sentó frente a ella y le puso la taza sobre la mesa de estar —¿Cómo has estado?
Shanon sorbió de la taza y su expresión de alivió se notó en todo su rostro. —Nunca he estado mejor, gracias a ti. Estornudó.
—¿Gracias a mi? —su confesión para nada coordinaba con su aspecto—Pero te ves...
Shanon sorbió nuevamente del líquido tibio y colocó la taza en la mesita frente a ella. —Créeme Cristian, estoy bien, muy bien de hecho. Cuando le dije a mis socios que iba a cerrar el sótano no estuvieron muy complacidos. Estaban planeando matarme así que huí sin nada.
—¿Cerraste... el sótano? —Cristian recordó su recomendación "cierra este lugar" Nunca pensó que se lo tomaría tan en serio.
Las manos de Shannon se aferraron a la manta y miró alrededor como si estuviera buscando la manera correcta de explicarlo —Mmm... abriste mis ojos Cristian. Esa noche respondiste... a todas las preguntas que me hacía en las noches. Cuándo me embriagaba o me drogaba para poder dormir porque el peso que cargaba era muy grande para mi conciencia. Me leiste el alma en un par de horas. Me recordaste que... necesitaba a Jesús.
Cristian se sintió conmovido hasta las lágrimas.
—¿Cómo diste conmigo?
—Tu amigo me dio tu dirección antes de irse ese día. Incluso me dio tu número. Después que reconocí mis malas decisiones no quise molestarte hasta hoy que se me presentó esta urgencia. En ese ambiente no tengo a nadie a quién recurrir. Necesito algo de dinero y... —se miró brevemente —algo de ropa limpia.
—No sabes como me alegra escuchar todo eso, no he dejado de orar por ti desde ese día.
—Tal vez por eso estoy aquí, y no sabes cuanto te lo agradezco. Fue difícil pero, desde que me atreví a visitar una iglesia a reconciliarme con Jesús siento algo tan... inexplicable dentro de mí que me ha dado fuerzas para hacer todo esto. Antes pensaba que Dios no quería saber nada de mí pero después de ver su amor inagotable persiguiendome al punto de permitir que entraras a un lugar como ese tan solo para predicarme, tuve que reconocerlo.
—¿Y qué vas a hacer ahora? —preguntó preocupado por las consecuencias.
—Aunque no lo creas... Mis padres me esperan. Ellos... son pastores. Regresaré a ellos, si me aceptan, como el hijo pródigo —se encogió de hombros con una sonrisa triste— si, tengo suerte.
Cristian no podía creer todo lo que ella le estaba confesando. Mientras rebuscaba una camisa entre sus cosas que pudiera usar, adoró a Dios por su misericordia. Condujo a Shannon a su habitación para que se mudara la ropa húmeda, también le dio todo el dinero que pudo y bajando las escaleras para darle privacidad seguía dando gracias.
Gracias Jesús, todo el crédito es tuyo.
Cristian estaba ensimismado, no podía dejar de exaltar a Dios en su interior. Dios lo había hecho otra vez y lo había usado como instrumento. Sentía una satisfacción y gozo tan grande que no podía ocultar su sonrisa.
El timbre sonó otra vez. Ana Elizabeth.
Cristian había olvidado completamente su reunión.
Se apresuró a abrir la puerta.
—Hey
—Hola Cris
Cristian estaba feliz de verla, por supuesto que sí, pero no podía dejar de pensar en la transformación de Shannon. Estaba ansioso por contarle todo los detalles a Ana Elizabeth y que juntos gozarán ese milagro. Él sabía cuánto Ana Elizabeth amaba ver a la gente cambiada por Dios.
Ana Elizabeth entró cuando Cristian se lo ofreció y en ese instante aquella hermosa mujer rubia bajó las escaleras vistiendo una camisa de Cristian, llevaba un vestido corto debajo de él y unas zapatillas blancas que Cristian había tomado el atrevimiento de sacar del armario de su madre. Su cabello mojado daba la sensación de que acababa de ducharse.
Shanon se acercó. —¿Y ella es...?
—Ana Elizabeth. Una...amiga. Ana Elizabeth, ella es Shanon.
Ambas extendieron la mano —Un gusto —Ana Elizabeth se veía seria.
Shanon caminó hacia la puerta y Cristian la siguió y le abrió—Gracias Cristian —se dio vuelta ya fuera de la casa para quedar frente a él—, esa noche... cambiaste mi vida. Jamás lo olvidaré.
Ana Elizabeth lo escuchó.
—¿Segura que no quieres que te lleve? —Cristian se volvió a ofrecer.
—No, ésto debo hacerlo sola.
—Si necesitas algo, cualquier cosa, no dudes en llamarme.
Ella asintió —Espero que nos volvamos a encontrar —dijo y se marchó.
Cristian cerró la puerta cuando Shanon desapareció en la esquina de la cuadra. Se dirigió hacia su ex novia quien se veía inexpresiva. —Disculpa, fue... una visita inesperada. Espero que no te hagas una idea equivocada.
Ana Elizabeth rió por lo bajo —¿Sobre qué? —se hizo la desentendida. Su mirada era agresiva.
—Sentémonos —La taza de té en la mesa, el abrigo mojado que Shanon se había quitado y la manta aún estaba decorando el centro. Cristian se sentó en el mismo lugar que estaba cuando hablaba con Shanon, y Ana Elizabeth donde la inesperada invitada se había acurrucado. Los cojines del sillón aún estaban húmedos y desacomodados, Ana Elizabeth se imaginó muchas cosas.
— Entonces... —la mirada de Cristian estaba fija en el rostro de su ex quien parecía tener muchas cosas en la mente. Solo en ese momento notó el cambio en su color de cabello y su estilo de vestimenta. Usaba unos jeans con anchos agujeros en las rodillas, y su camisa estaba amarrada en su estómago. El pelo que nunca había visto que cambiara de color tenía un tono que no sabía definir cual era. No le quedaba mal pero no parecía ella misma.
—¿Es tu nueva novia? —Ana Elizabeth no dejaba de mirar las evidencias de un acontecimiento en la mesa de centro.
Cristian levantó la vista—No. Ella es... una nueva amiga... —no podía contarle los detalles hasta que no aclararan su situación. Él tenía muchas cosas que explicarle y al parecer ella también. Esperaba que, fuera como amigos o como pareja pudieran ser sinceros el uno al otro, y así también podría decirle con detalle cómo Dios había transformado la vida de Shanon. Quería que ambos disfrutaran el gozo de su conversión sin nada que se interpusiera.
Ana Elizabeth se veía distraída. Sus ojos miel parecían intentar no mirar la manta húmeda y la taza de té con Mancha de lápiz labial en el borde, pero eventualmente sus ojos volvían ahí.
—¿Y dónde la conociste?
Los ojos de Cristian se ampliaron. No podía decirle que la había conocido en un bar/prostíbulo. No quería mentirle pero decirle la verdad la haría malinterpretar más de lo que ya notaba que lo estaba haciendo. Prefirió evitar la pregunta.
—Espera... déjame ocuparme de esto. — Llevó la taza a la cocina y fue a la habitación a dejar lo demás en la canasta de la ropa sucia. Al salir del baño Ana Elizabeth estaba en su habitación. Lo había seguido.
—Fue difícil ¿Verdad?
—¿Qué cosa? —Cristian se sentía tenso. Ana Elizabeth daba vueltas en la habitación como si fuera la primera vez que estuviera ahí. Deslizó el dedo sobre el marco de una foto que Cristian conservaba junto a su cama de ellos juntos.
—Después de tener tanta experiencia en la intimidad, tener que contenerte por mí, debió ser difícil —dejó de mirar alrededor y lo vio fijamente a los ojos.
No podía negarlo, había sido muy dificil, pero jamás cambiaría la relación que habían tenido por el sexo. Tampoco contestó.
—Supongo que ahora que ya no tienes a tu santurrona novia te estás divirtiendo ¿No es así? Ella...era hermosa... —se sentó sobre la cama. Cruzó las piernas y puso las manos entrelazadas sobre su rodilla.
Cristian se sentó junto a ella—Ya te dije que no lo malinterpretes, nosotros no...
Ana Elizabeth provocó una interrupción cuando se acercó —Pero sabes... ya no tienes que contenerte... conmigo. Si lo que quieres es tener sexo, ahora podemos tenerlo.
—¿A qué... te refieres? —El corazón de Cristian se le alocó.
—Cristian... puedes tenerme. —sonrió y le quitó la gorra de la cabeza despacio para ver como caían sus rizos —Te estoy dando permiso —tiró la gorra sobre la cama y le rodeó el cuello con sus brazos —para que me hagas tuya.
Su respiración comenzó a agitarse —Pero Eli...
Ana Elizabeth acercó sus labios a los de él y aunque al principio fue un beso suave y dulce a cada segundo la intensidad iba aumentando. Cristian le correspondió naturalmente. Había añorado tenerla en sus brazos nuevamente y estaba pasando, aunque algo dentro de él le decía que algo andaba mal, sus sentidos estaban completamente bloqueados.
Ana Elizabeth se inclinó sobre él para que se acostara y comenzó a desabotonarle la camisa torpemente. Ella lo estaba provocando pero veía el temor en sus ojos y sus acciones. La sentía temblar como un cachorro asustado. Cristian la detuvo tomándola de los brazos, luego la soltó y se levantó.
—Eli ¿Qué te sucede? esta no eres tú. —su voz fue pasiva —no te reconozco...
Ana Elizabeth se levantó también—Es lo que deseas ¿No?
—Si, pero... no de esta forma. Tú... no quieres esto, tú... no le harías esto a Dios.
Ana Elizabeth arrastró la goma de su cola alta y su cabello ligeramente rizado le cubrió los hombros—Esque... ya no soy cristiana, Cris.
Los ojos de Cristian se abrieron como platos —¿Qué? —Debía haber un error en lo que había escuchado. Su interior se estremeció.
Ella se acercó a él—Escuchaste bien Cris, ya no soy Cristiana. Ya no sigo a Jesús. Puedo hacer esto si es lo que quieres — Ana Elizbeth llevó los dedos a los botones de su camisa y aunque le tomó unos segundos para empezar comenzó a mostrar su brazier —Así que... voy a complacer tus deseos por esta vez. ¿No es lo que siempre has querido? ¿No es por eso que la rubia estaba aquí? ¿Por qué ya no podías contenerte?
Cristian se volteó dándole la espalda. Las piernas le temblaban. No sabía si era por la incontenible atracción que le provocaba la chica detrás de él o si era por la noticia.
—Cris, ven —ella le llamó con una voz baja y seductora —Hazme... todo lo que te has imaginado.
¡Dios mío dame fuerzas!...
Cristian tragó en seco. Estaba entrando en pánico. Detrás de él estaba la mayor tentación de su vida entera. La que nunca ni en sus pensamientos más descabellados hubiera imaginado estaba sucediendo. Por otro lado, aún procesaba la noticia más triste que hubiera recibido jamás. Sus emociones convulsionaban dentro de él.
—Eli, tú no quieres esto. Estás confundida. Tampoco quiero hacerte esto,
Ana Elizabeth dejó de abrirse la blusa cuando faltaban dos botones.
—Pensé que me amabas...
—Lo hago, claro que te amo, pero... —Cristian empuño tan fuerte sus manos que pensó que las palmas le sangrarían—, lo sabes más que yo, debemos esperar el tiempo correcto como Dios lo quiere.
—Ya te lo dije, ya no soy cristiana. Tu quieres y yo también. Nada nos lo impide ahora.
Ana Elizabeth lo rodeó colocándose nuevamente frente a él. Al verla de frente se cayeron todas sus defensas, dio un paso para pegarse a ella y le acarició el rostro. La besó con pasión destilando con los labios todo el amor que sentía por ella, besó su cuello y sus manos que agarraban su rostro con suavidad comenzaron a resbalar por sus hombros para deslizar la blusa entreabierta de Ana Elizbeth.
No, Hijo.
Esa dulce y calmada voz llenó toda su mente. No pudo seguir. Se detuvo conteniendo la respiración. Se alejó y caminó en dirección al cuarto de baño en su habitación y aseguró la puerta. Apoyó la frente de la madera— Ana Elizabeth, vete. Luego hablaremos —le ordenó desde adentro respirando agitadamente. No escucho respuesta.
Pasaron varios minutos en silencio y cuando la puerta de la habitación se cerró fue a la regadera y abrió el grifo de agua fría, se puso debajo de ella con todo y los tenis puestos. Sentía que la piel se le quemaba. Sin embargo, aunque bajo la ducha sus lágrimas eran imperceptibles sus ojos no paraban de lagrimear. Mientras que Shanon había encontrado el gozo de la salvación, por otro lado el brillo de Jesús en Ana Elizabeth se estaba apagando y debía averiguar por qué antes que fuera demasiado tarde.
Leo sus comentarios...
Besos.
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