XI

"«¿Por qué estás tan enojado?—preguntó el Señor a Caín—. ¿Por qué te ves tan decaído? Serás aceptado si haces lo correcto, pero si te niegas a hacer lo correcto, entonces, ¡ten cuidado! El pecado está a la puerta, al acecho y ansioso por controlarte; pero tú debes dominarlo y ser su amo».."

Génesis: 4-6,7

Ya había pasado un mes desde que Ana Elizabeth había decidido rechazar la propuesta de Cristian. Según Gregorio no se presentó a las clases ni a las prácticas en el consultorio. Cuándo Cristian supo que Ana Elizabeth había incluso aprovechado la visita de los abuelos para irse con ellos, intuyó que estaba haciendo todo para evitarlo, hasta el punto de irse de la ciudad. Lo que quedaba de Cristian después de la ruptura yacía hace días en su dormitorio.

Siempre supo que no la merecía pero nunca se imaginó que cuando ella se diera cuenta se hartaría de él y lo abandonaría de una forma tan hiriente. Se volvía a repetir la dolorosa historia de su mejor amiga desapareciendo, solo que esta vez sabía por qué se había ido: no era suficiente para ella. Le dolía tanto el pecho que a veces sentía la impresión de que en cualquier momento escupiría sangre. Estaba tan desesperado que por primera vez después de su conversión, de verdad añoraba un trago.

Su madre entró a la habitación y luego de colocar una bandeja con comida sobre la silla del escritorio se sentó en la cama.

—¿Cómo estás hijo?

Cristian no contestó.

Ella acarició su antebrazo descubierto de la sabana —Tienes que pararte de la cama y afrontar la vida. Sé que la ruptura con Ana Elizabeth es muy dolorosa pero no puedes perjudicar tus estudios, tu trabajo y tu salud por una relación amorosa. Ni siquiera has ido a la iglesia.

Una lágrima cruzó el rostro pálido y triste de su hijo.

—Cariño conserva la esperanza, ella podría considerar. Tal vez solo necesita alejarse un poco de todo por un tiempo. Tal vez... solo no está preparada para el matrimonio aún —desvió la mirada de su hijo.

Cristian se animó a levantarse y se sentó recostandose en el espaldar de la cama. Sacudió la cabeza —No creo que se trate del miedo al matrimonio, ella no sólo rechazó mi propuesta, ella rompió nuestra relación contundentemente, le puso punto final a nuestra historia. Y es que... no lo entiendo mamá... —apoyó los dedos en su frente con frustración—, estábamos bien, tuvimos unos pequeños problemas pero...Nos amamos —O eso creía. —pensé que me había aceptado a pesar de cómo soy. Estoy cambiando, lentamente pero lo hago, pensé... que lo entendía y me esperaría...

La madre de Cristian se estrujó los dedos de las manos con fuerza. Debía decirle. —Hijo, en realidad...

El móvil de Cristian empezó a sonar dentro del cajón de la mesa de noche. La madre de Cristian suspiró aliviada y abrió el cajón donde estaba el teléfono. Miró la pantalla —Es Jack, tu compañero de la universidad. —le pasó el móvil.

Cristian suspiro pesadamente y tomó el teléfono.

—Qué quieres Jack... —contestó molesto y lastimero.

La madre de Cristian se retiró de la habitación para darle privacidad.

—Hey, hey, no tanto cariño que me empalagas —carcajeó su amigo del otro lado de la línea.

Cristian Bufó —Como puedes escuchar no estoy de humor, así que adio...

—Por eso te llamo Martínez —le interrumpió— El amigo tuyo, ese de cinematografía me dijo que estabas deprimido. ¿Qué tal unos traguitos para ahogar tus penas? Eso estaría bien, ¿no?

—No creo que sea buena idea Jack, ya no tomo.

—Oye, yo no sé si tomas o no, lo que sí sé es que en el bar Cielo nocturno tienen la música tan alta que no escucho ni mis pensamientos, además tienen un exquisito anestésico líquido que es bastante bueno para el corazón.

No escuchar sus pensamientos y que el pecho le dejara de doler era lo que exactamente necesitaba. Cristian se mordió el labio inferior y miró al fondo de su habitación.

—¿Dónde nos vemos?

Jack no estaba bromeando. El bar Cielo nocturno era una locura, era literalmente insano al oído. El estrepitoso sonido que provenía de los amplificadores estaba a tope, tanto así que aunque las personas movían los labios no se escuchaba la voz de ninguno de ellos. O al menos Cristian no podía percibir el sonido de nadie a su alrededor. A pesar de eso Jack no paraba de hablar desde que entraron al bar. Cuando Cristian comenzó a revivir tan cerca de él las caricias atrevidas de las mujeres que pasaban a su lado, las miradas lujuriosas de las que bailaban sensualmente y con ropa provocativa, una extraña sensación en su interior le estremeció las entrañas. Antes de sentir el ego por la atención se sintió incómodo. Muy incómodo.

Cristian caminó directo a la barra y tomó asiento en una de las banquetas disponibles.

Jack le hizo una seña al bartender y le señaló unas botellas, de las cuales tomó varias del estante y comenzó a mezclar, los vertió en unos pequeños vasitos y se los presentó a Cristian y su amigo.

Jack tomó del hombro a Cristian acercandole el shot —Tómate esto y verás cómo te sientes mejor —dijo casi voceando.

Podía hacerlo. La biblia no decía que no podía tomar, decía que no debía embriagarse y entendía eso, muchas locuras que cometió en su pasado fue por tener las neuronas empapadas de alcohol, sin embargo ¿Qué sentido tenía beber para ahogar sus penas si no se emborrachaba? Como cristiano, ¿Cómo debía lidiar con su corazón roto? ¿En qué forma Ana Elizabeth estaría lidiando con la ruptura? Ciertamente no emborrachándose. Esa era la diferencia entre los dos, Ana Elizabeth sabía los procedimientos del sistema cristiano de memoria mientras que él no. Si lo pensaba bien ellos no eran el uno para el otro.

Tomó el shot y se lo tragó rápido. El líquido caliente pasó suave por su garganta, sintió un pequeño mareo repentino. Eso nunca le había pasado.

—Eso, eso. —Jack lo motivó exaltado y volteó para hacer unas señas de invitación.

Dos morenas de caderas estrechas y cuerpo voluptuoso aparecieron para hacerles compañía. Una de ellas saludó a Jack como si ya lo conociera de una manera demasiado íntima y amigable, la otra se le acercó a Cristian simpática y con una sonrisa atrevida. Se apoyó en él colocando la mano en su muslo.

La chica de cabello largo ondulado se le acercó y le pidió a Cristian que le invitara un trago. Mientras le hablaba sus labios rozaron la piel de su oreja.

Cristian examinó la situación y lo entendió. Jack se enteró que estaba soltero y utilizó su vulnerabilidad por la ruptura para engancharlo sin su consentimiento con una de sus amigas que insistía en conocerlo. Miró fijamente el pequeño vasito de vidrio. Observó a su alrededor detenidamente. Se preguntaba qué hacía ahí, cómo era que había sido tan fácil volver a sus viejas andanzas después de todo lo que había pasado. Si su madre lo viera se sentiría muy avergonzada. Y qué decir de Ana Elizabeth. Antes hacía todo tipo de cosas y no le importaba porque no tenía que perder. Pero ahora estaba su madre, estaba Ana Elizabeth, estaba Dios.

Dios... ¿No había sido Dios quién había provocado todo esto? ¿Por qué debía preocuparse ahora en rendir cuentas con Él? Él probablemente no aprobaba que Ana Elizabeth y él estuvieran juntos.

Sacudió la cabeza. Esa voz en su mente. Siempre queriendo culpar a Dios. Antes había dedicado su vida a eso pero ya él había experimentado que ¨todo obrará para bien a los que amaban a Dios¨ aunque no lo entendiera. ¿Por qué ahora de repente pensaba como si no lo supiera?

Es tu adversario.

Escalofríos. Indudablemente su tolerancia al alcohol había bajado. Cristian solo había tomado un trago de alcohol y ya estaba mareado y escuchando voces, todo tipo de voces. La primera era sigilosa y astuta, la segunda clara e impactante. Tenía que salir de allí.

Jack parecía sorprendido de verlo tan espantado. Intentó hacer que lo escuchara pero no lo consiguió. Aún si la música no hubiera estado letalmente alta Cristian no le hubiera prestado atención. Ignorando completamente a la chica a su lado salió de allí como un rayo. Se sentía sofocado. Ya afuera se inclinó apoyando las manos de sus rodillas y respiró agitadamente.

Ahora quería vomitar y llorar. Apretó los ojos. No deseaba llorar, menos en público y menos fuera de un bar. Pero algo en el pecho lo estaba quemando y no era la bebida.

—¿Cristian?

La voz le sonó familiar. Si era alguien de la iglesia, muy seguro que en unos días tendría una complicada reunión con los asesores juveniles y el líder. Después de esto Peter no lo dejaría en paz. Aunque si fuera alguien de la iglesia no estaría fuera de un bar, como él. En cuanto se supiera en toda la congregación cristiana, se imaginaba los dedos de toda la comunidad juvenil señalandolo y acusandolo de impío.

Levantó la vista con los labios apretados como si pudiera esconder la vergüenza, sus ojos se enfocaron y luego se ampliaron —¿Camilo?

***

En cuanto Máximo supo de Cristian que se reunirían con su viejo amigo Camilo, les pidió a todos que la reunión fuera en su casa. Estar toda la banda reunida en el garaje era nostálgico, como en los viejos tiempos cuando tocaban por horas sin que les importara nada más y se divertían haciendo cualquier estupidez. Antes de que se mudara y tuviera una hija con alguien que no lo amaba.

—¿Osea que estás amarrado Gregorio?

—Y bien Amarrado —levantó la mano con el anillo matrimonial — Con Patricia por su puesto.

Camilo echó la cabeza hacia atrás y luego volteó la cara para fijarse en Máximo —Y tú con Nancy — y luego miro a Cristian recordando que habían sido novios en la secundaria— ¡esto es una locura!

—Pero no te has enterado de la mejor parte —señaló Gregorio mirando a Cristian.

—¿Cuál? —se inclinó hacia adelante preparándose para el notición.

—Cristian de-de-dejó de ser mujeriego, dejó de tomar, de-de-de fumar y ahora es Cri-cristiano —explicó Máximo con dejo de gracia.

Camilo rechistó —Miren amigos, les creo todo menos eso —se cruzó de brazos.

Cristian asintió confirmando el hecho. Claro que Camilo jamás podría creerlo si acababa de verlo en un bar.

— ¡Mierda! ¿Queeeeeé! —se tapó la boca impactado —¿Cómo pasó eso?

Máximo y Gregorio se miraron. Al recordar la historia se arrepintieron de haber mencionado la conversión de su amigo, eso implicaba mencionar a Ana Elizbeth y eso implicaba meter muy profundamente el dedo en una llaga que no estaba ni cerca de sanar.

—Ana Elizabeth —contestó Cristian — "Ella" pasó.

—¿Quién es Ana Elizabeth? —hizo un gesto obsceno golpeando el borde de las manos en sus entrepiernas— debió ser muy buena en la cama ¿Eh?... —carcajeó..

—E-e-es la hermana de-de-de Gregorio —Máximo hubiera querido decirlo más rápido. Gregorio y Cristian fulminaron con la mirada a Camilo.

Camilo escupió toda la cerveza de su boca con fuerza—¡demonios Gregorio! ¡Lo siento! ¿Qué no se llamaba Eli?

Gregorio le lanzó una lata de gaseosa vacía, Camilo la esquivó con dejo de culpabilidad—Es su apodo de niña, Cristian y yo la llamábamos así y así la seguimos llamando. En Estados Unidos y la escuela le comenzaron a llamar con su nombre completo y bueno, por eso todos los demás la conocen por Ana Elizabeth —explicó

—Wao, nunca lo hubiera imaginado, dejaste que el depredador de Cristian se metiera con tu hermanita. ¿Acaso eso tiene lógica? ¿Ahora que? ¿Son cuñados?

Nadie contestó.

—Pe-pe-pero cuentanos de ti Cam, co-co-cómo te ha ido? —Máximo desvió la atención.

—Supimos lo de tu madre, lo lamentamos... —Gregorio frunció los labios con pesar.

Camilo se recostó de la silla, sacó un cigarrillo y comenzó a fumar —Aaaah... Esa loca al final obtuvo lo que merecía, por su culpa muchas veces me morí de hambre, por sus vicios —rió entre dientes— y fue lo único que aprendí de ella, pero ya estoy limpio. Mi padre me metió a un maldito reformatorio de rehabilitación para adolescentes. Me quitaron el hábito con sutiles estrategias —Se levantó la camiseta y torció la cintura para que pudieran verla. En su piel muchas líneas rectas que parecían heridas viejas se dibujaban en diferentes direcciones en toda su espalda. Algunos tatuajes intentaban esconderlos.

—¡Bendito sea Dios! —expresó Gregorio y Camilo se giró.

—¿Tú también eres religioso ahora?

Gregorio asintió — Sigo a Jesús, y mi esposa.

Camilo se recostó con los brazos en sus piernas—Rayos Máximo... —lo miró—, no me digas que ahora esto es una secta ¿Por eso dejaron la banda?

—Sucedieron muchas cosas en tu ausencia, ni siquiera pudimos concursar en la guerra de bandas ¿Te acuerdas? Nos estábamos preparando cuando te fuiste —explicó Gregorio.

Maximo tomó el último pedazo ya frío de pizza en la mesa de en medio.

—A-a-a-aún no los perdono po-po-por eso —mordió la masa en sus manos.

—Somos mejores ahora —acotó Gregorio— Jesús nos ha hecho mejores.

Camilo levantó la botella hacia su boca y mientras bebía envió su mirada de ojos entrecerrados y analizadores a Cristian quién permanecía bastante callado y parecía aplastado por el mundo entero. Si la ¨nueva y mejorada ̈ vida de Cristiano era tan buena, ¿Por qué Cristian estaba en un bar como Cielo nocturno? Camilo volvió a darse otro trago y dijo—Eso lo veremos...

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