I
"...pues aún son inmaduros. Mientras haya entre ustedes celos y contiendas"
1 Corintios:3-3
Cristian pestañeó cuando la alarma sonó una vez más. Muy adormilado, extendió el brazo como siempre para alcanzar su teléfono sobre la mesita de noche junto a su cama, y cuando su mano solo batió el aire, recordó que no había dormido en su acostumbrada habitación, estaba hospedado en la villa alquilada dónde su mejor amigo celebraría tres días de luna de miel acompañado de sus mas intimos amigos.
Dió media vuelta sobre la cama para quedar frente al techo. Sacudió el pelo rizado que cubría su frente y se restregó los ojos.
Cuándo su sistema sensorial se reactivó, sintió algo suave entre su mano recostada sobre el colchón, al levantar la caja aterciopelada entre sus dedos, a su decepcionado interior se le escapó un suspiro. Una vez más no lo había conseguido.
Había pensado que en una noche tan romántica como esa; la boda de Gregorio y Patricia, rodeados de todos sus amigos y parientes, sería el ambiente y lugar perfecto para intentar proponerle matrimonio a su novia, pero como siempre su mente se llenó de excusas, prolongando y prolongando los momentos una y otra vez, hasta que al ver los ojos cansados de su preciosa chica, tras una ardua planificación y diligencia en el evento, no pudo hacer más que acompañarla a la puerta de su cuarto y después de regalarle un dulce beso sobre el flequillo en su frente, desearle las buenas noches.
En sus dias de antaño, en una noche así, hubiera persuadido de cualquier forma posible a cualquier mujer disponible y completamente desconocida, para tener una noche desenfrenada de sexo que probablemente por litros de alcohol nisiquiera recordaría. Pero ese era su viejo yo, ese Cristian Martinez ya no existía, ahora debía hacer las cosas diferentes, pero ¡Cielos! ¡Qué difícil era!
Al llegar a su cuarto y recordar a Elizabeth en ese hermoso vestido de dama solitaria tuvo que violentamente empujar esos maliciosos pensamientos que querían adueñarse del dominio de su cuerpo. Ya se había propuesto meter la cabeza en el mini refrigerador de la habitación si esas voces sensuales en su interior no se detenían. No le quedó más que orar hasta quedarse dormido con todo y ropa.
Ya llevaban varios años juntos pero la atracción nunca disminuyó, más bien se intensificaban y esa era una de las tantas razones por las cuales debía ponerle el anillo en el dedo, pero jamás imaginó que incluso ese paso sería para él una prueba de fuego. Cada vez que siquiera veía el anillo la sangre se le desvanecía de su cuerpo.
Sin darle más largas al asunto, se puso de pie y caminó hasta el cuarto de baño para darse una ducha fría que lo despertara completamente. Debía bajar al comedor a desayunar como habían acordado todos los chicos la noche anterior.
Vistió ropa cómoda: un polo blanco decorado con una ancha raya vertical en su pecho y unas bermudas. Roció solo un poco de colonia en su cuello para darle un toque a su frescura de la mañana, luego al acercarse a una de sus maletas aún empacadas, sacó de uno de los bolsillos su smartwatch negro para colocarlo en su muñeca izquierda. Después de meter los pies en las zapatillas deportivas, una hora después ya estaba listo.
Abrió la puerta y salió desde la última habitación del pasillo, de las cuatro que se intercalaban una frente a la otra. Luego del lobi, del otro lado, otro pasillo dividía las habitaciones restantes. Cuando su mirada se fijó en algo extraño que sucedía a unos metros de él en el otro pasillo, el corazón le dio un vuelco.
Daniel, uno de los invitados salía del cuarto de Ana Elizabeth. A pesar de los metros de distancia que los separaba Cristian tomó fuerza en su garganta con la intención de detenerlo y pedirle una explicación, pero el movimiento de sus labios solo se limitó al gesto y un suspiro incómodo.
—Calmate Cristian —se dijo seriamente apretando los puños—, puede ser un malentendido. —No se iba a precipitar. Él conocía a Daniel y a Ana Elizabeth, a pesar de los sentimientos aflorados en la secundaria que aún percibía en Daniel por ella, y que incluso él mismo confirmó en una conversación trivial en la boda, ninguno de los dos haría algo para lastimar a nadie, más que nada, ninguno haría algo para ofender a Dios.
Cuando Daniel desapareció en alguna parte del lobi del segundo piso Cristian siguió su camino, salió del pasillo, paso por el lobi y se dirigió a las escaleras. Si iba a la habitación de Elizabeth y la confrontaba ahora, probablemente ella sentiría sus celos, probablemente se descontrolaba frente a ella. Debía calmarse y cuando sus aguas se aquietaran hablarían del asunto.
Al bajar al segundo piso pudo divisar de inmediato a su viejo amigo Máximo en el comedor con su hija Maxine sobre las piernas mientras éste intentaba darle de comer. Al parecer era una batalla en la que Maxine iba ganando. Una joven morena en un overol y con coleta alta esparcía algunas opciones de desayuno en la mesa. Al ver a Cristian y su apuesta apariencia, un pan redondo cayó al suelo de la canasta en sus manos. Pidió disculpas por su torpeza, se inclinó a tomar el pan descarriado disimulando su fija mirada en el chico que acababa de aparecer, y se retiró a la cocina.
La villa no era tan grande como otras, pero bastante acogedora, era una edificación en madera de concepto abierto, la sala, el comedor y la cocina se podían contemplar en el mismo espacio en una sola mirada, tenía una gran piscina en la parte frontal que se podía ver desde adentro por las paredes de vidrio y a unos metros un camino adoquinado guiaba a una zona boscosa, destinada para senderismo y camping.
—Va-vamos Maxine, abre la-la boca —Máximo le rogaba a la niña mientras intentaba entrar la cucharita en su boca. Mientras más se desesperaba más se trababa. Maxine ignoró completamente la petición de su padre y siguió haciendo tirillas la servilleta de papel sobre la mesa.
Cristian sacó una silla del comedor junto a Maximo y saludó a la niña con cariño sacudiendole la cabeza con los dedos —Buenos días preciosa.
—Bu-buen día ti-tio quiz —contestó la pequeña imitando el habla de su padre, con una entusiasta sonrisa siguió en su ardua labor con la servilleta hecha girones.
—Aaaaah por supuesto, e-e-e-esto es así, te-te conviertes en padre, y-y te vuelves invisible, so-so-solo ven al bebé —refunfuño al notar que solo Maxine había recibido los buenos días...
Cristian rió y con una pinza de metal tomó una rebanada de pan tostado y lo puso sobre el plato ya colocado frente a él, se acercó el frasco de mantequilla de maní y con un cuchillo delgado untó la espesa pasta sobre el pan.
—¿Cómo te va amigo? Hace mucho que no hablamos. Maxine te tiene secuestrado —jaló ligeramente la orejita de Maxine quien ladeó la cabeza al sentir los dedos de su tío postizo en su oreja.
—E-e-es cierto, e-esta diablilla me-me tiene secuestrado pero si no mal recuerdo después de la escuela u-ustedes no salían de mi casa ha-haciendo ruido y componiendo canciones ¡de-desde que van a la iglesia ya.-ya ni-ni-ni se acuerdan de mi dirección! — se quejó Máximo con amargura.
Cristian le puso la mano en el hombro, apretando ligeramente. —no digas eso bro, sabes que no es eso. Son las ocupaciones que nos tienen ahogados; el trabajo, la universidad y demás compromisos que nos acorralan, sin embargo también conoces muy bien la relación de todos con Nancy. Desde que se mudó contigo no vimos apropiado seguir visitándote para no darte problemas, mira que, aunque la invitamos a la boda por ti, no consideró venir.
Mientras Cristian intentaba convencer a Maximo de que no lo habían abandonado, un teléfono vibró sobre la mesa.
—y-y ha-hablando del-del diablo... —Maximo hizo una mueca de fastidio.
—Probablemente quiere saber cómo estás y cómo está su hija. —comentó Cristian incrédulo, mientras le daba una mordida a la rebanada de pan en su mano, él sabía muy bien lo intensa que Nancy podía ser.
—¡Pro-probablemente esté fa-fa-fa-fastidiando de nuevo! —dijo en un tono subido y molesto.
Cristian se sirvió un poco de café en una taza junto a su plato y recargó la taza de Maximo casi vacía, sin decir nada. Tal vez lo mejor era dejar que se desahogue y escucharlo.
—De-désde anoche la-la loca de Nancy, e-está mandándome mensajes a-a cada minuto para saber donde estoy y-y lo que estoy ha-haciendo...
Cuando Maximo mencionó el nombre de Nancy, Maxine levantó la cabecita hacia el rostro de su padre.
—¿Mami? —dijo Maxine sin realmente entender lo que hablaban los adultos. Maximo estaba tan encolerizado que no notó la atención de su hija sobre lo que decía, pero Cristian sí lo hizo e intentó intervenir.
—Calmate Max, eso es normal en una relación de pareja joven. Ustedes apenas tenían diecinueve cuando Nancy salió embarazada. Y sabes que ni tú ni yo éramos tranquilos con las chicas en ese tiempo. Más yo que tú —dijo mentalmente—, Seguro se ha quedado un poco la desconfianza. Si llevaras una vida diferente como yo ahora, tal vez ella te daría más crédito.
—No sé si-si la religión sea lo-lo mío, además, no se trata so-solo de eso y-y-y lo sabes Cri-Cristian. Se trata de que ella nu-nunca me-me ha visto cómo su pareja porque po-probablemente no-no te haya olvidado, ta-ta-tampoco trata a Maxine como a una niña, deberías ver como mira a-a-a su propia hija o le habla, si-si no fuera porque to-todos nos unimos a una pa-para persuadirla, e-ella hubiera...
Maximo se detuvo cuando sintió la mano de Cristian en su brazo apretandolo fuerte, y ladeaba la cabeza en dirección a Maxine. Cristian sabía lo que era ser un niño traumatizado por una familia disfuncional y odiaba la idea de que Maxine también tuviera que pasar por ello, aunque parecía imposible evitarlo él tenía fe de que Dios en alguna forma pudiera intervenir como lo hizo con él.
Cristian contestó en voz baja —Estoy casi seguro de que Nancy ya olvidó a su horrible Ex novio, así que tranquilo, eres mejor de lo que yo fui con ella. Me parece que lo que necesitan es alguna especie de terapia familiar, ella también ha pasado por mucho, recuerda que enfrentar a su abuela no fue fácil e incluso no se han visto desde entonces y es el único familiar que tiene cercano. En eso tienes que entenderla.
—Po-po-por su puesto, me escogió a mí porque no tenía otra a-a-alternativa...
Mientras Cristian y Maximo aun hablaban del asunto, Gregorio y Patricia hicieron su entrada por las escaleras tan cariñosos como siempre, solo que el aura de casados era evidente.
—Y ahí vienen los recién casados —Cristian anunció la entrada de ambos como un maestresala en una ceremonia.
Mientras se acercaban al comedor, Patricia recostó su cabeza sobre el hombro de su esposo algo avergonzada pero muy feliz.
—Cu-cu-cuidado, no se nos acerquen mucho que nos embarran de-de miel —dijo Maximo con una mueca en son de burla.
Gregorio contestó haciendo la misma mueca y asió más de él a su esposa Patricia.
—¿Qué les parece el lugar? Creo que mi hermanita hizo una magnífica elección ¿No creen? por cierto ¿Dónde está? —tomó asiento mirando alrededor y luego a Cristian.
Buena pregunta. Cristian también se lo preguntaba.
—Cris, ¿No fuiste a buscar a Eli a su habitación? Tal vez aún siga dormida, estaba muy cansada anoche —sugirió el recién casado con atisbo de engaño.
—¿Crees que no sé qué me estás probando? No he puesto ni un pie en la habitación de tu hermana ¿Ok?—contestó Cristian. En cambio Daniel lo había hecho... —, no caeré en tu anzuelo de hermano mayor celoso— le señaló.
Gregorio se rió a carcajadas y se detuvo de repente —Más te vale, más te vale —dijo meneando el cuchillo de mantequilla, con ojos entrecerrados en una divertida amenaza. Antes de que Cristian pensara que responder, Ana Elizabeth apareció en el umbral ovalado de las escaleras y para provocarle una convulsión, detrás de ella venía Daniel. La mandíbula de Cristian se endureció.
Patricia se levantó de repente para recibir calurosamente la entrada de su querida dama de honor y wedding planner —¡Gracias Ana Elizabeth! ¡Todo fue perfecto! —la rodeo en un abrazo fuerte — Sin ti, celebrar la boda aquí viviendo en el extranjero hubiera sido un suplicio ¡Me encanta este lugar!
Ana Elizabeth le correspondió el abrazo con cariño —No hay de que cuñada, por milésima vez —rio. —, todo para que mi sobreprotector hermano y la mejor cuñada del mundo tuvieran un día inolvidable.
Patricia la tomó del brazo y la trajo al comedor de mesa redonda hacia la silla junto a ella mientras seguían conversando. Ana Elizabeth dirigió la vista hacia Cristian y se encogió de hombros dedicándole una expresión de impotencia ante su acaparadora cuñada. Cristian respondió entrecerrando los ojos y asintiendo en un gesto de compresión encarcelando el ardor que se extendía en su interior por lo que había visto.
Al llegar a la mesa Daniel dio los buenos días, y en cuanto Maxine notó su presencia fue hacia él y abrazó una de sus piernas, se acuclilló para acurrucar a la niña en su pecho. Aunque Daniel no solía ser gracioso con los niños a Máxime le tenía un lugar especial ya que ella le había mostrado desde muy pequeña apego y cariño. Cuando Máxime regresó a su asiento, Daniel se sentó en la única silla disponible ubicada entre Cristian y Ana Elizabeth, eso inquietó aún más a Cristian. Sentía como fuertemente sus celos despertaban al viejo hombre en algún profundo y oscuro lugar dentro de él. Daniel extendió el brazo para tomar el frasco de mermelada y su piel rozó el hombro de Ana Elizabeth. Cristian al percibir esa escena no pudo más. De repente, se levantó de su asiento y rodeó la silla de Daniel. La conversación que Patricia y Ana Elizabeth habían comenzado a entablar fue interrumpida cuando Cristian se paró en medio de las dos y tomando el brazo de Ana Elizabeth lo alzó repentinamente.
Patricia lo miró sorprendida—Cristian, ¿Qué rayos estás haciendo?
Nota de yai:
Hola hermosuras. Aquí de nuevo como una persona responsable, cumpliendo lo prometido 😌.
Gracias por el inmenso apoyo que le están dando a este libro. Espero lo compartan con sus amigos wattpaders.
Amo leer sus teorías de porqué Ana Elizabeth le dice que no a Cris, son ideas tan buenas que me dan ganas de borrar todo lo que tengo y empezar de nuevo. Tienen talento!! Y una mente muy creativa.
Hoy hice una publicación agradeciendo a todos por los 30k de lecturas en la primera parte de está aventura.
Y de nuevo... GRACIAS.
De nuevo nos leemos pronto. Los quiero exageradamente. Besos. 💞
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