•• 6 ••

Prompt: Ronroneo alfa.
Sinopsis: Ha pasado un tiempo desde que JongIn dejó atrás a su alma y su manada. Cansado y retraído por los horrores de la guerra, solo espera ver a su compañero para hallar consuelo en él. No esperaba que, al llegar a casa, las cosas serían mejor de lo que había esperado en un inicio.

. . .

Ha pasado mucho tiempo desde que JongIn había estado en casa, así que ver el pequeño pueblo rodeado de frondosos pinos fuertes y montañas que se extendían incansablemente en las líneas de sus tierras y otras tantas ajenas a las suyas provocaron un gran sentimiento de nostalgia en su interior.

Lo había extrañado: las pequeñas casitas, el aroma fresco del ambiente, las sonrisas sinceras de su manada, la tranquilidad. Eran cosas que no se encontraban en la guerra, pero que se mantenían vivas aquí, donde la normalidad se mantenía y el confort flotaba.

Fue una gran primera impresión. Un choque inicial ligeramente conflictivo que removió muchas emociones en su estómago.

Sintió una palmada en la espalda, un apoyo silencioso de otro hombre que se encontraba en la misma situación que él, y con ese pequeño gesto encontró el valor necesario para seguir adelante, para tomar las manos de los centinelas que se habían acercado para recibirlos con calidez, emoción y camaradería e internarse en las tierras que no sabía si volvería a pisar en vida.

Sus pulmones se llenaron del olor del pan recién horneado, de la carne condimentada, del queso fresco y de la felicidad y la alegría compartida por los miembros de la manada que había dejado atrás hace dos años. Sus ojos recorrieron esos rostros brillantes, aliviados y sonrientes y su alfa se removió con satisfacción y con orgullo.

Él había luchado por estas personas, por este pueblo, por la manada. Resistió por los niños que corrían hacia ellos, los guerreros orgullosos de la manada Wolf, y los miraban con ilusión. Por los ancianos que con sus entrañables arrugas los saludaban con palmaditas ligeras. Por los omegas embarazados que sostenían sus vientres hinchados con alivio. Por preservar en el tiempo el nombre y la huella de las personas que lo habían acogido hace tantos años.

Dos años rodeados de sangre, de desesperanza, de tristeza y de pérdidas; dos años donde la angustia gobernó su vida y el deseo de volver fue su impulso principal para continuar viviendo.

Esos dos años le costaron una gran cicatriz en el rostro, brazos, torso y piernas, el dedo meñique derecho y parte de su felicidad y humanidad. JongIn había cambiado, la guerra lo había provocado, pero, aún así, él siente alivio y alegría al volver.

Lo hace ante la expectativa de lo que le esperaba ahí.

—Vamos, ve a casa, hombre. Deja de hacerlo esperar.

JongIn no está seguro de quién lo había dicho, pero siguió su consejo y se puso en marcha.

Atrás dejó al escuadrón que lo había acompañado y mantenido con vida, dejó los malos momentos y las lágrimas, el llanto y la tortura, y lo hizo para caminar directamente hacia donde sabía que hallaría la paz y la felicidad absolutas.

¿Realmente esperaste por mí todo este tiempo? ¿Lo hiciste, KyungSoo?

JongIn esquivó a la gente, ignoró los aplausos y pasó de las miradas impresionadas de algunas señoritas encandiladas, él dejó atrás el bullicio, la algarabía y la concentración de las masas y marchó directamente hacia la cabaña apartada del resto del pueblo, la que habían construido KyungSoo y él cuando decidieron que había llegado el momento de aparearse. Su verdadero hogar, el que había dejado para asegurarse de que se mantuviera en pie.

Visualizó la cómoda construcción no mucho después, con sus flores bien cuidadas en la entrada y unas cuantas macetas que no habían estado ahí cuando se fue. No me olvides, aliento de bebé, rosas, lirios y orquídeas, todas conviviendo juntas y siendo hermosas y delicadas.

Con su alfa rugiendo, más animal que humano en este punto, JongIn caminó hacia la puerta, la tocó suavemente y esperó.

¿Aún seré bienvenido en su vida? ¿Aún me querrá? Ha pasado un tiempo, pudo haberse enlazado a otro alfa, ser feliz sin necesidad de atravesar esta angustia. Él...

La puerta se abrió entonces y JongIn inhaló una gran bocanada del rico aroma de KyungSoo. Jazmines, jazmines frescos golpeando su sentido del olfato con vitalidad, devolviéndole la vida.

Bajó la mirada y entonces lo tuvo todo. KyungSoo permaneció ahí, igual de hermoso, igual de encantador, esperando pacientemente. Él había provocado los mismos sentimientos en su lobo que en antaño, cuando era un joven lobo apasionado y guiado por sus instintos primarios sin ningún tipo de control.

No, son mucho más fuertes, más profundos. Es lo más parecido a la adoración.

Nada ha cambiado y a la vez todo lo ha hecho.

JongIn olfateó la salinidad de sus lágrimas antes de que estas empañaran sus grandes y hermosos ojos. Los labios regordetes temblaron y se movieron para susurrar su nombre de forma entrecortada. Fue entonces cuando soltó su bolsa de viaje y abrió los brazos para atraerlo directamente a su pecho.

Enterró la nariz en su cuello pálido y obtuvo una muestra pura de su esencia directamente de la fuente. Allí, además, solo había una mordida (la suya) marcando la piel. Él realmente lo había esperado, y esto solo llevó sus emociones a un nivel indescriptible.

—¡JongIn! ¡Mi JongIn! Dios mío, estás aquí, estás aquí, mi amor —exclamó contra su pecho y las lágrimas no tardaron en empaparle la camiseta, los temblores sacudieron su pequeño cuerpo y los sollozos llenaron el silencio—.

JongIn lo apretó un poco más y luego se apartó para tomar su rostro entre sus manos e inclinarse sobre él; así comenzó a lamer el rastro húmedo en sus mejillas sonrojadas y a consolarlo a través de pequeños e inofensivos gruñidos que dejaron a su compañero gimiendo entre sus brazos.

Guiado por el alfa, JongIn le dio consuelo; limpió sus mejillas y luego frotó su rostro contra el suyo para impregnarlo de su aroma, para hacerle saber que realmente estaba ahí, que lo quería, que lo estaba reclamando, marcándolo como suyo de esta forma tan íntima y afectuosa.

Un poco más tarde el llanto le dio paso a un suave y enternecedor ronroneo y JongIn gimoteó al escucharlo, al sentir la vibración bajo sus manos y obtener el aroma cargado de felicidad golpeándolo una y otra vez.

Y era tan bueno, tanto: sentir finalmente la suavidad, el amor, la conexión con su lado más emocional; olvidar finalmente el miedo y el frío para llenarse de calor, de afecto. JongIn lo tenía todo. Definitivamente era un hombre afortunado.

Cuando se sintió más tranquilo, KyungSoo se alejó, le obsequió una sonrisa brillante y tiró de su mano para llevarlo hacia el interior de la cabaña.

—Ven, ven aquí, entra en tu hogar, JongIn.

Su recibimiento, sus palabras, el recuerdo de él, de ellos juntos en forma de artesanías que se encontraban orgullosamente expuestas en las paredes, una de sus camisas cubriendo el cuerpo menudo de KyungSoo, el olor cómodo de la estancia, su toque firme sobre su mano, todo dejó al lobo temblando, aullando audiblemente en los confines de su pecho relajado.

Las dolencias y los malos recuerdos fueron olvidados entonces y la recompensa por su esfuerzo fue nada más que adecuada, precisa. No podía desear nada más que esto. Era todo lo que necesitaba para olvidar y volver a ser feliz.

—Siéntate, cielo, voy a darte algo de comer. Debes estar tan hambriento; no ha sido un viaje fácil.

JongIn lo obedeció y tomó un lugar en la mesa. Observó por un momento las tres sillas en el comedor, y aunque esto resultó extraño (tomando en cuenta que KyungSoo había estado viviendo solo todo este tiempo), decidió mantenerse en silencio, al menos por ahora, cuando su alfa se encontraba tan complacido con la idea de ser alimentado por su omega.

Ha pasado mucho tiempo desde que comí una buena comida caliente; han transcurrido dos años desde que comí algo preparado por KyungSoo, desde que me sentí amado y bien atendido. Es cómodo.

Olía bien.

La carne estaba bien preparada y condimentada en su punto, los vegetales estaban blandos y el arroz se encontraba bien cocido. Se le hizo agua la boca y le abrió el apetito.

KyungSoo trajo la comida a la mesa y se sentó a su lado con una sonrisa expectante. JongIn tomó los cubiertos y comenzó a comer, y el sabor lo transportó directamente al paraíso. Era suave y delicioso, activó sus papilas gustativas y también su orgullo. Su omega era tan bueno, tanto. Nadie podría hacerlo sentir de esa manera.

—¿Te gusta? ¿Está rico? —preguntó suavemente y su mirada cayó sobre él con afecto. Tomó su mano y la sostuvo con firmeza y KyungSoo entrelazó sus dedos con una sonrisa—.

—Es delicioso. Justo como lo recordaba.

Sus mejillas se sonrojaron con satisfacción y JongIn llevó su mano a sus labios para besar el dorso con dulzura.

Después de eso, KyungSoo se mantuvo en silencio y lo dejó terminar su comida sin alejar su mano de la suya. Cuando acabó y dejó el plato vergonzosamente limpio, su compañero recogió los platos, los llevó al fregadero y luego volvió a él y se sentó de tal manera que estuvieran frente a frente. Así KyungSoo podía verlo adecuadamente, sin impedimento ni entorpecimiento.

JongIn admitió que se sintió un poco inseguro e intimidado. KyungSoo lo miraba directamente, tan atento que podría resultar difícil mantenerle la mirada; admiraba sus cicatrices numerosas y los cambios que había sufrido su rostro, la madurez y los vestigios de dureza que la guerra y la muerte dejaron sobre él.

JongIn bajó la mirada al final, sintiéndose incapaz de soportar su escrutinio por más tiempo, y la mano pequeña de KyungSoo, la que una vez fue suave y ahora había conocido la rugosidad del trabajo duro, volvió a tomar la suya para apretarla cálidamente.

—Mírame... JongIn, mírame. No huyas, no de mí.

Sintiendo un apretón en su corazón, JongIn sonrió torpemente y volvió a mirarlo. KyungSoo parecía muy seguro de sí mismo, de ellos, de lo que estaba ocurriendo a su alrededor, y la sonrisa suave que recibió después de que sus ojos se encontraron fue suficiente para aliviar su carga, sus dudas.

—Ese es mi alfa —lo elogió y su lobo se retorció con felicidad ante el reconocimiento y la aceptación de su compañero—. ¿Por qué te avergüenzas de ti mismo, mi valiente guerrero? No hay nada por lo que debas sentirte avergonzado.

—Mi rostro está arruinado —dijo con aparente tranquilidad—; es tonto y banal considerando todo lo que ha pasado, pero me preocupaba que te asquearan las cicatrices. Son numerosas y muchas de ellas son realmente profundas y desagradables...

—Tus cicatrices no podrían asquearme ni orillarme a rechazarte, JongIn —lo interrumpió suavemente y luego apretó su mano con un poco más de fuerza y seguridad—. Te perdí por dos años, lloré por ti y oré incansablemente todo este tiempo; te deseé aquí con vida, hablándome, tocándome y compartiendo una vida juntos. Nada podía compararse al dolor de tenerte lejos, así que ellas son incapaces de alejarme de ti. Todas ellas, además, son la muestra de tu valor, de tu lucha, de tu amor, de tu fuerza y de tu esfuerzo; son valiosas, así que no las menosprecies ni te menosprecies a ti mismo por tenerlas. Sigues siendo perfecto a mis ojos. Sigo amándote incondicionalmente.

JongIn no podía seguir escuchando aquello sin hacer nada. Fue movido por el impulso y tomó a su compañero por segunda vez, lo arrojó a sus brazos y finalmente lo besó en los labios. KyungSoo suspiró, rodeó su cuello con sus manos y se entregó por completo al instinto y a la calidez del momento, y se sintió tan bien, tan bien, Dios.

Lo había extrañado, extrañó las caricias, extrañó el calor de su cuerpo, extrañó la suavidad de su boca, la calidez de sus palabras, la facilidad de su amor. Era este tipo de sentimientos que había sido arrancado de su corazón por las circunstancias, era esta comodidad la que se había alejado y permanecido aquí, con su omega, esperando por él. Y tenerlo, y poder sentirlo, era indescriptible, era maravilloso y fascinante.

Su alfa nunca se había sentido de esa manera. Nunca fue tan amado y tan bien atendido. Nunca pudo sentirse pleno y satisfecho, no hasta que KyungSoo llegó a su vida y lo pintó todo con colores vibrantes y hermosos.

Cuando se alejaron, jadeando suavemente contra la boca del otro y mirándose a los ojos, KyungSoo volvió a sonreír, colocó sus manos sobre sus mejillas y se inclinó para besar su frente, su nariz y la larga cicatriz que dividía su cara; esta iniciaba desde el pómulo derecho, pasaba por su tabique y terminaba en la mitad de la mejilla izquierda. KyungSoo la besó completamente, adorándola y aceptándola con facilidad.

JongIn rodeó su cintura y lo aceptó todo con gratitud, con calma y con deleite. Se conmovió profundamente al sentir la tierna lamida al final de la cicatriz y la mejilla de KyungSoo juntándose con la suya y frotándolas delicadamente.

Tan agradable.

Se encontraron de esa manera por mucho tiempo.

KyungSoo besó su cuello, sus manos y las marcas en sus brazos; él fue dulce, se mantuvo tercamente sobre sus piernas en todo momento y susurró palabras afectuosas y discretas para él. Se trató de KyungSoo amándolo en todo momento y JongIn aceptándolo todo y sintiéndose bien bajo sus cuidados y atenciones.

Cuando todo fue suave y blando y las dudas y los temores fueron eliminados de su mente y de su corazón, cuando su alfa se sintió completamente cómodo y a gusto y las sonrisas cómplices fueron constantes, KyungSoo besó sus labios castamente y sus ojos brillaron de una forma nueva y desconocida mientras se ponía de pie.

—Tengo que mostrarte algo; espérame aquí por un momento, ¿está bien? —JongIn asintió tontamente y lo dejó ir sin decir nada—.

Su mirada lo siguió por el pasillo hasta que desapareció tras la puerta de su habitación y su piel hormigueó con las expectativas, con la curiosidad. Sentía la necesidad de seguirlo, de volver a tomarlo y atraerlo a su cuerpo por mucho tiempo más; quería recompensar esos dos años de separación con besos y mimos, quería oler su aroma directamente de la fuente y mordisquear su marca con posesión. Él quería hacerlo suyo, pero, en cambio, se mantuvo obedientemente sentado en su silla y aguardó por su regreso con paciencia.

La puerta de la habitación se cerró no mucho después y JongIn fue hiperconsciente de los pasos de KyungSoo acercándose. Alzó nuevamente la mirada, desesperado por tenerlo nuevamente en su regazo, y sintió como el aliento quedaba atrapado en sus pulmones al ver la pequeña cosita envuelta entre sus brazos.

Su corazón dio un vuelco y luego comenzó a latir desesperadamente contra su pecho; su lobo, que se había mantenido atento a todo, alzó su cabeza desde su interior y ladró ruidosamente, y él... él no podía moverse, no podía respirar adecuadamente ni emitir palabras al distinguir el suave cabello negro cubriendo la pequeña cabeza que sobresalía de las mantas mullidas.

Era un bebé, un pequeño dormido en los brazos de su omega; un cachorro que olía a KyungSoo y a él mismo. Era suyo. Su hijo.

Se levantó de un salto y sintiéndose incapaz de permanecer ahí por mas tiempo, se acercó a KyungSoo y se inclinó para olfatear a la pequeña cosita dormida. Todos sus sentidos estaban activos, trabajando arduamente para reconocer al cachorro, para crear un lazo lo mas pronto posible, y todo su mundo se derrumbó al ver su pequeño rostro.

Era idéntico a KyungSoo a excepción de la corta nariz que definitivamente le pertenecía. Piel pálida y suave, mejillas regordetas, labios gruesos y una delgada pelusa de pelo azabache que se aplastaba sobre su frente. Era adorable, con un aroma cómodo pues combinaba la esencia natural de ellos dos y la exponía agradablemente al mundo, fuerte, clásico en un cachorro alfa. Era saludable, era hermoso y era suyo.

—Él es JongSoo, JongIn. Fue concebido la noche anterior a tu partida y es un cachorro que goza de buena salud, es enérgico e inteligente. Es nuestro; cariño, nuestro pequeño cachorro.

JongIn estiró una mano y rozó la mejilla gordita con la punta de sus dedos.

Tan suave. Tan bonito.

Lo amaba. Incluso en ese momento, JongIn había caído profundamente por él.

Sintió las lágrimas en los bordes de sus ojos y atrajo delicadamente a KyungSoo para abrazarlos a ambos apretadamente. Se fundió en el calor de su familia y se acomodó en esa comodidad indescriptible.

Todo era tan intenso, tan fuerte y poderoso. Se sentía tan profundo, dolía y a la vez era un gran alivio para su alfa, eran todo, todo para él.

Sin proponérselo ni planearlo realmente, un ronroneo comenzó a vibrar en el centro de su pecho y fue sentido de inmediato por su compañero. KyungSoo soltó un conmovido "oh, JongIn" y le devolvió el abrazo con fuerza mientras él mismo ronroneaba en respuesta.

Una lágrima cayó finalmente del resguardo de su ojo y JongIn hundió la nariz en el pelo largo y suave de KyungSoo. El bebé, JongSoo, se removió ante el apretón y soltó un pequeño quejido, entonces ambos se alejaron muy ligeramente y le echaron un vistazo.

Los grandes ojos de JongSoo se abrieron lentamente y el mas hermoso tono chocolate se centró en él de inmediato. Parpadeó y una sonrisa adormilada creció en sus labios y su corazón se aceleró aún más cuando su pequeña y regordeta mano cayó sobre su mejilla.

—Papá —lo llamó de inmediato al sentir la conexión entre ambos,y con eso todos sus sentimientos se fundieron y entrelazaron apretadamente—.

JongIn sonrió y una segunda lágrima fue derramada. Juntó esta vez su mejilla contra la de su hijo y su ronroneo se volvió más fuerte y cálido, afectuoso y protector.

—Hola, JongSoo. Papá está aquí.

Estoy aquí y nunca me iré.

De esta manera se abrazaron y se amaron como una pequeña y unida manada; y JongIn, finalmente satisfecho y agradecido, sonrió ampliamente.

Ahora lo tenía todo. En su vida no hacía falta nada mas. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top