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Prompt: Impregnación de aroma.
Sinopsis: KyungSoo creyó que tendría una vida normal y tranquila luego de la muerte de su madre y su mudanza a Corea, su tierra natal, después de muchos años viviendo en el extranjero. No obstante, no esperaba conseguirse con un hombre como Kim JongIn en el camino. Ahora tiene que lidiar con todo lo que representa y decidir si realmente quiere correr el riesgo para mantenerlo en su vida.
. . .
KyungSoo no sabía que las cosas resultarían de esta manera.
Había regresado a Corea luego de la muerte de su madre y se instaló en la casita hogareña que le había pertenecido a ella y sus abuelos hace seis meses.
Recordaba la pequeña y cálida construcción, pues pasó su infancia en ese lugar, así que, queriendo reconectarse con su familia, decidió empacar y tomar un vuelo que lo llevaría directamente a casa.
Ahora no tenía a nadie, solo quedaban sus recuerdos y los fantasmas en esas paredes delgadas, y él prefería fundirse en ellos antes de mantenerse en la soledad e incomprensión que siempre sintió en el extranjero.
KyungSoo siempre perteneció ahí, en Corea, con gente igual a él, con personas que al menos sabrían pronunciar su nombre y no se molestarían en preguntar por qué estaba callado, por qué era tímido, o por qué prefería mantener sus distancias a desarrollar algún contacto físico innecesario.
De esa manera se convirtió en el pequeño omega solitario que había regresado a su hogar después de mucho tiempo, y estaba completamente bien con ello.
Los vecinos lo recordaban, así que fueron amables con él desde el primer momento. Incluso uno de los tíos de la familia Park le sugirió trabajar en la floristería que se encontraba a dos cuadras del vecindario porque la dueña necesitaba a alguien que le echara una mano y KyungSoo estaba dispuesto a colaborar por el sueldo.
Inicialmente pensó que el pago era demasiado elevado para tratarse de una floristería, pero KyungSoo no era de los que renegaban del dinero, además, estaba cerca de casa, ¿qué podría salir mal cuando todos se conocían entre sí?
Él tenía que haberlo sabido mejor.
Si se hubiera tomado el tiempo para investigar, para preguntar y observar, no estaría pasando por todos esos problemas en primer lugar. Fue confiado y extremadamente descuidado, y ahora sufría profundamente por ello.
Suspiró largamente y se sintió cansado inmediatamente después de escuchar el tintineo característico en la puerta. Una inhalación más tarde y él había sido enviado directamente al infierno.
—¡Buenos días, querido!
Y este tipo es el Diablo que estaba dispuesto a torturarlo por el resto de su vida.
KyungSoo rodó los ojos y le dio la espalda al recién llegado; fingiendo que lo hacía por trabajo, comenzó a acomodar las cajas de regalo en el estante detrás de la recepción y a guardar algunos materiales que habían sobrado del ramo que había terminado de hacer recientemente.
El aroma (una mezcla entre canela y un puro de buena calidad que le dejaba constantemente desencajado porque eso no era parte de su esencia, simplemente estaba impregnado en él) se intensificó a medida que se acercaba y KyungSoo tuvo que reprimir una acción estúpida como ronronear o suspirar como un idiota porque su omega estaba extrañamente encantado con el tipo.
Tan insoportable.
—¿En qué puedo ayudarlo, señor Kim? —preguntó con monotonía, sin darle la cara todavía porque necesitaba tomar energías para enfrentarse a ese alfa molesto—.
—Oh, ¿continúas siendo formal? Sin embargo, me das la espalda y eso es bastante descortés, corazón. ¿Por qué no me miras?
KyungSoo no quería responder a eso, mierda, él ni siquiera quería ver a Kim JongIn ese día (ni ningún otro), pero ¡oh! Estaba en el trabajo y él era un cliente y aparentemente había normas que seguir a pesar de tratarse de esta persona.
Y KyungSoo tenía que ser amable.
Exhaló, sus hombros se hundieron a cada lado de su cuerpo y antes de girar para verlo, se cruzó de brazos.
Demonios, maldita sea.
Se sintió enojado solo por mirarlo, porque era malditamente injusto que ese molesto alfa fuera tan atractivo.
Era alto, más alto que cualquier hombre que había visto en su vida, con una piel oliva que brillaba saludablemente bajo los focos, una línea mandibular espectacular, afilada y completamente masculina, y unas facciones exóticas que obligaría a cualquiera a verlo dos veces.
Su reluciente cabello castaño estaba impecablemente peinado y este caía en forma de coma sobre su frente, su cuerpo, que era grande y estaba muy bien formado, se encontraba forrado en un traje de diseñador completamente elegante y hermoso, pulcro e impresionante, y en su oreja brilló una argolla discreta que le dio un aire rebelde a toda su presencia formal.
Kim JongIn era fácilmente la representación física de la pasión, de la sexualidad y de la lujuria. KyungSoo no podía imaginar que existiera alguien que no se sintiera remotamente atraído por una persona así, porque incluso él sentía que había caído en el encanto natural del alfa.
Y eso lo enojaba.
—Eso está mejor; buen chico —susurró y algo se removió en su estómago con el halago y el tono seductor que había empleado para dirigirse a él—.
Apretó sus brazos frente a su cuerpo y se obligó a fruncir aún más el ceño en un estúpido intento de parecer amenazante.
—Lo que sea, ahora dime qué vas a querer. Si no vas a comprar nada entonces vete y deja de hacerme perder el tiempo.
Los ojos oscuros y profundos del alfa brillaron con emoción y su sonrisa se amplió hasta convertirse en una curva sensual que lo dejó alerta y con la piel erizada.
Y como suele ocurrir cada vez, sus piernas tiemblan un poco ante la imagen, ante el olor y ante la gran fuerza de su presencia. Se encuentra queriendo hundirse en la amplitud de su pecho y revolcarse en su aroma como un jodido necesitado.
¡Uhg! ¡Tan irritante!
—Siempre tan complicado y difícil... honestamente, debería estar enojado o decepcionado, pero, si soy honesto, me encanta un buen reto.
Kim se inclinó un poco más e invadió su espacio personal con bastante facilidad; extendió una mano y tomó un mechón de su cabello entre sus dedos cubiertos por guantes y luego lo llevó a su nariz para inhalar su aroma. No dejó de mirarlo mientras lo hacía, y todo el tiempo conservó la imagen de un gran felino dispuesto a saltar sobre él para devorarlo entero.
KyungSoo apretó la mandíbula, hundió sus dedos en su piel y se negó a retroceder. No estaba demostrando debilidad, su orgullo no se lo permitía, y por ello se encontró lleno del olor de JongIn, de la calidez agradable de su cuerpo y la cercanía chispeante con él.
Si se inclina un poco más, él podría besarme.
Su omega da un zarpazo en su interior y KyungSoo tiene que hacer todo lo posible para no cerrar los ojos y suspirar.
—Y tú, Do KyungSoo, eres el reto más satisfactorio y entretenido que he tenido la dicha de encontrar.
Y contra todo pronóstico, JongIn terminó de acortar la distancia y mordió el lóbulo de su oreja con suavidad.
KyungSoo soltó un grito agudo lleno de sorpresa y sin pensar realmente en lo que estaba haciendo, abrió la mano y golpeó con fuerza la mejilla del alfa. Fue un impacto sonoro y doloroso, dejó una comezón incómoda en su palma y una marca obvia sobre el rostro del tipo, pero a KyungSoo no pudo importarle ni un poco.
Se sentía agitado, invadido por todo este enorme hombre, acorralado y, contra su propia voluntad, caliente. El nerviosismo le hizo reaccionar inmediatamente después de recibir ese toque indecente y KyungSoo no puede arrepentirse por ello.
—¡¿Qué diablos te pasa?! ¡¿Por qué haces cosas tan obscenas?! ¡¿Quieres morir?!
Kim no pareció desconcertado ni molesto a pesar de ser golpeado en el rostro por otro hombre, por un omega; él acomodó su saco y volvió a mirarlo, y simplemente sonrió como si aquello no hubiera significado nada.
Como si nada hubiera ocurrido en primer lugar.
Era tan frustrante, tanto: sentirse débil y sacudido mientras él se mostraba tan impecable como siempre... no debería ser justo.
—¡Bueno! ¡Quiero un ramo de rosas rojas, por favor! Asegúrate de que estén frescas y hermosas y sean envueltas en un papel blanco.
¡Qué mierda! ¡Él simplemente lo ignoró!
¡Maldito demente!
KyungSoo soltó un par de palabrotas, aún sabiendo que sería escuchado por Kim, y se alejó para cumplir con su pedido mientras sentía como todo su cuerpo echaba chispas.
Es tan insoportable. Quisiera golpearlo hasta que cierre su enorme boca y me deje en paz.
Cortó los tallos de las rosas con cierto despecho y las colocó en una cubeta para poder transportarlas todas juntas al finalizar. Mientras estaba en ello, sus ojos se desviaron hacia al frente, al auto estacionado en la otra acera y los hombres vestidos de traje negro esperando pacientemente mientras los observaban a través del ventanal, y su ceño volvió a fruncirse.
El problema de esta floristería era que sus clientes, en su mayoría, no eran personas normales e inofensivas. Eran el tipo de personas que no quieres cruzarte en el camino, del tipo peligroso que no quieres cerca para evitar problemas.
KyungSoo no lo pregunta, pero él sabe que este negocio es un simple camuflaje. Hay hombres trajeados de aspecto peligroso e inaccesible entrando y saliendo de la oficina de su jefa, con autos impresionantes que esperan afuera y guardaespaldas tan grandes como edificios que siempre están atentos. Es un negocio sucio, y él está en medio de todo esto.
Viendo esto todos los días... no es de extrañarse que nadie quiera permanecer en el trabajo. Yo definitivamente soy un lunático por quedarme y tener contacto directo con alguien como él.
Sus ojos se encuentran con los de Kim en ese momento y sus labios se aprietan cuando ve su sonrisa brillante. Le saca el dedo medio y Kim ríe con diversión, y eso no debería haberle dejado el maldito corazón acelerado.
No deberías reaccionar de esta manera, KyungSoo, no por él. Su mundo y todo lo que lo representa está lejos de lo que consideras aceptable. Él no es una buena persona, él es como ellos; su trabajo, lo que hace... esas cosas no van contigo. Son vidas tan distintas, él es tan peligroso... ¿cómo puedes fijarte en alguien así?
Su omega no pareció muy complacido por el rumbo de sus pensamientos, pero su omega no era racional y no tenía derecho a ser escuchado así que lo ignora.
Termina de cortar las rosas y se pone de pie con la cubeta en la mano, y así se dirigió al mostrador, donde JongIn aguardaba pacientemente. Mientras ordena todo lo necesario para envolver el ramo, Kim recibe una llamada que no tarda en contestar.
—Kim —es lo primero que dice y KyungSoo lo miró brevemente al escuchar el tono duro e impersonal. Era extraño luego de apreciar su zalamería desde que se conocieron, pero no dice nada al respecto y sigue adelante con su trabajo—... oh, ¿es así? Ya veo... no... por supuesto, el regalo le será devuelto. Encárgate de que tenga un lindo moño sobre su cabeza... recupéralo... sí... sí, iré en poco tiempo... está bien, nos vemos allá.
La llamada fue rápida y por alguna razón le dio mala espina.
KyungSoo alzó una ceja con los labios fruncidos y lo miró nuevamente, ciertamente lleno de juicio. JongIn tecleó algunas cosas en la pantalla del teléfono y luego de un momento lo bloqueó y lo guardó en su bolsillo. Finalmente, cuando enfrenta a KyungSoo, sonríe con tranquilidad y toda esa aura esponjosa y estúpida lo rodea nuevamente.
¿Cómo rayos lo hace? ¿Acaso es bipolar? Si es así, necesita su medicación.
—Lo siento, querido, sucedieron un par de cosas así que necesito irme pronto.
—Mmmh, lo veo. No te preocupes, terminaré rápidamente.
—Eres una completa dulzura.
KyungSoo le echó una sucia mirada y decidió mantenerse en silencio y enfocarse en el trabajo que tenía entre manos para no perder el tiempo con ese idiota.
Era un hombre ágil con las manos, así que no fue difícil envolver las rosas de una forma bonita y extenderlas para el alfa en un tiempo bastante corto. Buscó en uno de los cajones una tarjeta en blanco, sacó el bolígrafo negro de su bolsillo y preguntó con monotonía:
—¿Para la señora Kim?
—No, sin tarjeta en esta ocasión; con el ramo me basta.
KyungSoo se sintió confundido al escuchar esto y le echó un vistazo breve.
Kim JongIn iba a la floristería no solo para hablar con SuYeon, su jefa, a puerta cerrada, también lo hacía para comprarle flores frescas a su madre. Los ramos siempre eran dirigidos a ella sin excepción, así que, por supuesto, él se hace preguntas, y aunque no quiera admitirlo procesa el pinchazo de dolor en su pecho como un sentimiento de extraña traición.
¿Me siento traicionado por su culpa, por él? Esto tiene que ser una broma.
Oh, sorpresa, no lo era. Él realmente se sintió terriblemente agraviado, enojado incluso, y su omega bufó con disgusto en su interior.
Por supuesto, Kim es un mujeriego. ¿Por qué perdería el tiempo con el pobre omega que lo había tratado como un trapo viejo y sin valor desde el primer día? Podía tener a quien quisiera, acostarse con cualquier persona, así que era tonto gastar energía en él.
Pero aún así...
El peso de una mano sobre su cabeza lo saca de sus pensamientos y KyungSoo se enfoca en el rostro del alfa que, nuevamente, se encuentra incómodamente cerca de él. La sonrisa acostumbrada aún no ha abandonado sus labios generosos y sus ojos resplandecen contra los suyos como si supiera todos los secretos del universo, como si supiera todos sus secretos.
Se lamió los labios y la oscura mirada siguió el paso de su lengua como un felino hambriento; en respuesta, el aroma a alfa se intensificó y lo impregnó con una inusual facilidad, y eso no debería haberle gustado tanto. KyungSoo no debería sentirse complacido por ello, Dios.
—No pienses demasiado en ello; puedo escuchar los engranajes de tu cabeza funcionando a toda marcha desde aquí. Relájate, KyungSoo —KyungSoo quiso replicar, mentirle y decirle que no estaba pensando en él, que se fuera y que dejara de hacerle perder el tiempo, pero entonces Kim se había inclinado, le dio un beso en la mejilla y se retiró tan rápido que KyungSoo no pudo golpearlo esta vez—.
Sonrojado y enojado con él, dejó un manotazo en el mostrador y lo miró con furia y, Jesús, ¿cómo puede sentir algo por un sujeto como ese?
Kim JongIn es naturalmente un idiota, ¡pero yo lo soy aun mas por caer ante él!
—¡Solo toma tu ramo y vete! ¡Déjame en paz!
JongIn rió suavemente y extrajo del bolsillo de su saco un billete de cien dólares, cien putos dólares (no wones) para pagar un ramo de rosas. Se lo tendió a KyungSoo y luego le guiñó un ojo con descaro.
—Descuenta el precio del ramo y quédate con el cambio, ¿de acuerdo? Compra carne o alguna otra cosa deliciosa —Kim tomó el ramo, lo apoyó sobre su hombro como si fuera un bate de béisbol y la otra mano cayó en el interior del bolsillo de su pantalón—. Oh, hazme un favor, cariño, dile a SuYeon que un par de hienas de culo extranjero vendrán a verla en los próximos días, y cuando eso ocurra, KyungSoo, mantente lejos ¿está bien?
KyungSoo sabe que él estaba intentando parecer tan tranquilo como siempre, pero aún así pudo notar el trasfondo de sus palabras, la preocupación y la furia ocultas en su interior, y eso le hace sentir agitado y un poco preocupado.
No hace preguntas, en cambio, él asiente y JongIn lo mira por un tiempo; cuando tuvo suficiente de su rostro, le guiña un ojo y decide marcharse sin decir nada más.
La campanilla de la tienda suena cuando la puerta es abierta por ese hombre inmenso y KyungSoo lo sigue con la mirada hasta que se pierde en el interior del SUV. Sus guardaespaldas lo siguen no mucho después y el auto se pone en marcha, dejándolo con un anhelo y una preocupación crecientes en su interior.
Sea lo que sea que estuviera sucediendo, era grave.
KyungSoo aún puede recordar vívidamente la expresión dura de Kim al hablar por teléfono, el tono de su voz, el cambio en su postura... sin dudas se trata de una situación difícil y esto le deja un mal sabor en la boca.
Aunque no quiere admitirlo ni reconocerlo porque sería demasiado complicado, KyungSoo se mantiene con los mismos sentimientos conflictivos durante el transcurso del día y envía una oración silenciosa para que él se encuentre a salvo en medio de lo que sea que tenga que hacer.
Cuando SuYeon llega con una carga generosa de semillas y macetas nuevas, KyungSoo le da el mensaje que JongIn le confió y su reacción es inmediata: una ceja alzada y labios y mandíbulas apretados por unos cuantos segundos. Finalmente ella le brinda una sonrisa agradecida y se pierde en la trastienda para guardar las compras.
Lo envía temprano a casa ese día.
KyungSoo no se molesta por ello (atender mafiosos es bastante agotador) y empaca sus cosas en silencio, ordena su espacio de trabajo y se despide de su jefa con un ademán.
Sale al exterior y camina por las calles concurridas con alivio. Finalmente se había internado en la normalidad, en lo común, y esto es algo agradable después de mantenerse en una tensión constante en el trabajo.
KyungSoo ya había superado el miedo de recibir un disparo si hacía un trabajo mal hecho, pero este momento, este instante donde era rodeado por más personas, gente ajena al peligro y a sus preocupaciones diarias, se sentía especialmente reconfortante.
Compró un poco de ramen en la tienda y saludó a la tía Min al topársela en el camino; al divisar su casa en las cercanías, KyungSoo exhala largamente, sintiendo el golpe del agradecimiento y del cansancio del día en todo su cuerpo, y aumenta el ritmo para adentrarse en su hogar lo más rápido posible.
No obstante, hay algo en su puerta que lo detiene en seco y le deja con el corazón latiendo a toda marcha contra su pecho.
Sus hombros se hundieron y su omega se removió con entusiasmo. La calidez en su interior iba en aumento mientras veía el carmesí y el blanco inmaculado y KyungSoo extendió la mano para tomarlo delicadamente.
Era el ramo que había hecho para JongIn en la floristería.
Giró y miró en los alrededores en busca del alfa o algunos de sus hombres en las cercanías, pero no fue capaz de encontrarlos. No se siente frustrado por ello porque sabe que es prácticamente imposible hallar a alguien que no quiere ser visto (sobre todo si ese alguien es un experto en estas cosas), además, él podría haberlas dejado cuando salió de la tienda, así que no necesariamente estaría ahí en ese justo instante.
Esto le hace sentir un poco más cómodo y una sonrisa estúpida escapa de su control y llena sus labios de inmediato.
Entra en su casa después de eso y luego de cerrar y cambiarse los zapatos por unas pantuflas sencillas, coloca las flores en un jarrón, las acomoda a su gusto mientras tararea con felicidad y sonríe con orgullo personal al ver su trabajo finalizado.
Entonces la sonrisa se congeló y todo su cuerpo se tensó repentinamente. El tic aparece en su ojo no mucho después y un rugido de furia e indignación nace en la base de su garganta.
¡Ese hijo de puta me ha investigado en secreto! ¡Sabe dónde vivo! ¡Maldito perro avaricioso, ¿quién se cree que es!?
—¡Ya verás lo que es bueno, Kim JongIn, bastardo! ¡Será mejor que no vayas a la tienda en un tiempo! —exclamó con renovado vigor y luego se dirigió a su habitación pisando fuerte, justo como un crío enojado—.
En otra parte de Corea, mientras acomodaba sus guantes de cuero, JongIn estornudó violentamente.
. . .
JongIn no había vuelto a la floristería.
Era algo extraño. El tipo siempre estaba merodeando a su alrededor, siendo un acosador e invasor de su privacidad, y no tenerlo por tanto tiempo zumbando desagradablemente en su oído lo dejaba ansioso y confundido.
Más de una vez se había sentido decepcionado al escuchar la campanilla de la puerta y no verlo entrando en la tienda; en su lugar tuvo a otros tantos matones que debía atender mientras mantenía un cuidadoso bajo perfil para evitar llamar la atención de alguno de ellos sobre sí mismo.
Fue solitario, también se sintió tenso.
Es entonces cuando se da cuenta de que Kim JongIn había significado un soplo de alivio considerable ante la presión que representaba ese trabajo.
Lo extraña.
Siente vergüenza, pero admite que ha buscado su olor en la camisa que tenía puesta el último día que se habían visto. JongIn lo había impregnado por completo, como si fuera algo intencional desde el inicio y cumpliera con esa finalidad (hacer que KyungSoo le encontrara entre la canela y el puro), pero, como es de esperarse, la esencia se había desvanecido con el paso del tiempo y ahí no queda nada más que buscar.
Entonces se encuentra nuevamente solo y desamparado y suspira como un imbécil con cada día que pasa y él no aparece.
Es un dolor en el trasero, lo hace enojar.
¿Cómo se atreve a hacer que lo extrañe y no se haga responsable por ello? Ese tipo es un...
El tintineo de la campanilla detiene su hilo de pensamientos y KyungSoo alza la mirada para encontrar a un hombre grande, pálido y de facciones impresionantes entrando en la tienda.
Tiene una expresión completamente cerrada y sus pequeños ojos oscuros recorren todo el lugar con minuciosa atención. El cabello corto y negro está perfectamente engominado y el traje oscuro le sienta bastante bien debido a su tono de piel lechoso. Es un alfa, a juzgar por su aura y la fuerza de su aroma, y KyungSoo inclina ligeramente la cabeza como un recibimiento formal.
—Buenos días y bienvenido a Happy Flowers, ¿en qué puedo ayudarlo?
Los ojos fieros del hombre se centraron en él después de terminar su recorrido por los pasillos ordenados y KyungSoo aguardó en su lugar con paciencia.
—¿Eres Do KyungSoo, correcto? —preguntó sin rodeos y KyungSoo frunció el ceño con sospecha y lo miró con más cuidado y atención—.
Él parece un actor joven o algo así, pero KyungSoo no se deja engañar por su imagen pulcra y atractiva; este no es un lugar que visitaría un simple e inocente actor.
Además, este hombre cumple con los requisitos que parece exigir la mafia. Sus ojos son una prueba de ello: fríos e impersonales; es la mirada de una persona que ha visto los horrores del mundo y aún se mantiene en pie.
—No lo sé. ¿Quién eres tú?
—Chico listo —él lo halaga pero no hay una calidez real en sus palabras; de todas formas no le molesta porque el tipo no le importa, pero su curiosidad se incrementa considerablemente—. Vengo de parte del jefe Kim JongIn.
Su corazón dio un salto y luego corrió a toda prisa dentro de su pecho.
KyungSoo sintió el alivio inmediato al escuchar aquellas palabras y su cuerpo se relaja con la simple mención de ese nombre. Es entonces cuando siente que todo estará bien y que sus días serán mejores después de esto.
—¿Qué ha sucedido? ¿Por qué no ha venido?
—Es información confidencial, así que solo los miembros de la organización pueden saberlo; no obstante, el jefe me pidió que te dijera esto: "no te preocupes por mí, dulzura, estoy bien. Lamento no poder ir a la floristería en persona, pero hay ciertas situaciones que debo solucionar primero. Espero que esto pueda compensarlo".
Después de decir eso, el hombre sacó del bolsillo interno de su saco una bolsa oscura y se la tendió de inmediato. KyungSoo la tomó con curiosidad y la abrió ante la mirada insistente del alfa, y no fue capaz de reprimir el suspiro aliviado y agradecido que abandonó sus labios al ser invadido por el olor reconfortante de Kim JongIn saliendo en oleadas desde el interior.
Inhaló profundamente y luego se lamió los labios, sintiéndose mucho mejor ahora que había obtenido una pizca de Kim después de mucho tiempo manteniéndose lejos de él.
Eso significaba problemas, pero, como siempre, KyungSoo lo ignora por completo.
El hombre carraspeó repentinamente y KyungSoo saltó con pavor ante el sonido inesperado. Sus mejillas se llenaron de color y se apresuró a amarrar las asas de la bolsa para dejarlas en el cajón bajo el mostrador.
—¿Quieres enviarle un mensaje de regreso? —preguntó cuidadosamente y KyungSoo negó con rapidez—.
—¡No! ¿Por qué lo haría? ¡No tengo nada que decirte a ese atrevido! —exclamó y supo que no había sido tomado en serio: su sonrojo no disminuyó ni un poco, así que la farsa no pudo ser mantenida; fue un desastre. Se sintió avergonzado—.
—¿Entonces me llevo eso de regreso?
—¿Qué? Oh, no, no, no desperdicies tu viaje. Sería una pérdida de tiempo, ¿verdad? Y él podría enojarse contigo, ¡te lastimaría! Así que tendré que quedármelo. Tsk, qué estorbo.
—Si tanto te molesta puedo llevármelo, no tengo problemas con eso.
—¡Que no! ¡Dije que me lo quedaré! Dios, qué problema. ¿Eso es todo?
El tipo parpadeó y asintió, así que KyungSoo juntó sus manos sobre el mostrador y respondió con un firme:
—Bueno, si eso ha sido todo, puedes irte. No me hagas perder el tiempo, necesito trabajar. Shú.
La ceja izquierda del alfa sufrió un tic nervioso al escucharlo y KyungSoo lo miró abiertamente, un claro reto. Finalmente él exhaló, asintió y se acomodó el saco.
—Entonces me iré ahora. Mantén los ojos abiertos y no discutas con extraños, tampoco los provoques, sé de lo que hablo. Hasta pronto.
KyungSoo bajó la guardia al escuchar aquello y no pudo no estar de acuerdo. Así pues, él lo mira partir con una extraña sensación en el estómago y la confirmación de que algo grande estaba ocurriendo.
Una vez se encuentra solo, KyungSoo toma nuevamente la bolsa que le han dejado y se atreve a extraer lo que sea que haya en el interior.
Es una camisa de botones de seda negra que ha visto en JongIn en varias ocasiones. KyungSoo suspiró al verla y acarició la tela con suavidad, y entonces todo en su interior se emociona e ilumina al tener la prenda llena de su aroma con él. Para él.
No es suficiente, pero al menos le tranquiliza.
Y así, en la intimidad que le proporciona la floristería solitaria, KyungSoo continúa su día con los hombros más livianos y el corazón enternecido.
. . .
Los extranjeros llegaron.
Eran hombres altos, fornidos y con una cabellera rubia impresionante. Vestidos de traje a medida y cargando olores que le recordaban al frío, parecían perfectos témpanos de hielo completamente inaccesibles.
Le helaron la sangre y sus ojos de un extraño color azul hielo le hicieron temblar en su lugar. KyungSoo se sintió tenso de inmediato y supo que algo iba a suceder; era un presentimiento, y sus jodidos presentimientos nunca fallaban.
Recordó las palabras de JongIn y de su guardaespaldas y compuso una sonrisa comercial para ambos alfas, se inclinó ligeramente y saludó con tono cortés y educado.
—Buenas tardes, ¿en qué puedo...?
La puerta de la oficina de SuYeon se abrió repentinamente y ella salió del interior con una expresión seria que le dejó aún más inquieto. Ella lo miró por un momento y luego se dirigió a los hombres que aguardaban ahí en silencio.
—Veo que ya llegaron. Diríjanse a mi oficina; hablaremos ahí.
Uno de los hombres, el que era ligeramente más bajo, dijo alguna cosa en un idioma incomprensible para KyungSoo, y mientras lo hacía pareció realmente enojado y agraviado. SuYeon alzó una ceja cuando sus bramidos finalizaron, y como si no fuera la gran cosa, le contestó:
—No, no hablaré en ruso. Estoy en mi maldito país, así que habla coreano o jódete. Ahora síganme.
Seguramente lo que soltó el tipo después de eso fue una maldición, no obstante, el otro hombre colocó una mano sobre su hombro y sus quejas se silenciaron de inmediato; en su lugar quedó una furia hirviendo en sus iris claras.
—Te seguiremos, SuYeon —respondió el segundo hombre con todo calmado y su jefa abrió aún más la puerta para ellos—.
Emprendieron su marcha hacia la oficina y KyungSoo bajó la mirada cuando ellos pasaron a su lado. Sintió la mirada pesada sobre su coronilla y saltó un poco al escuchar el inesperado bufido descortés del hombre bajo.
La puerta de la oficina se cerró finalmente y KyungSoo exhaló largamente con los ojos cerrados.
Dios, eso había sido intenso. La tensión podría cortarse y KyungSoo se sintió genuinamente incómodo. No quería pasar por algo así otra vez, así que solo podía desear que ellos se fueran lo más pronto posible y que llegaran sus clientes comunes, esos con los que KyungSoo ya podía lidiar.
¿Quién diría que un día elegiría a un grupo de mafiosos sobre otro? Impresionante, realmente impresionante.
KyungSoo suspiró, se dio una palmadita en el pecho y tomó su regadera para regar las plantas. Sería mejor para él fingir que todo estaba en orden, también sería beneficioso si los guardaespaldas de los rusos lo vieran siendo una persona normal y no alguien sospechoso, así que se agachó y comenzó a hacer su trabajo sin siquiera mover los labios para evitar malos entendidos.
Después de regar las plantas, trapeó el suelo y comenzó a recoger las flores que se habían marchitado ya. Mantenerse ocupado era la solución a sus problemas, así que él lo hizo para sentirse mejor.
De repente, KyungSoo escucha algunos alaridos y un par de muebles moviéndose de lugar desde la oficina de SuYeon y su corazón comienza a latir a toda prisa en su pecho. Está asustado, y el nerviosismo aumenta al sentir el fuerte aroma de la violencia en toda la estancia.
Se cubre la nariz y sus ojos lagrimean al escuchar las respuestas enojadas de SuYeon y el sonido de algo rompiéndose. El instinto le dice que se acerque y compruebe que ella está bien, pero las palabras de JongIn y su subordinado resuenan en su mente y el miedo lo invade.
Era la primera vez que sentía tanto temor y tanta preocupación desde que su madre cayó enferma, justo en esos meses antes de fallecer y dejarle solo. No son sentimientos gratos y le desestabilizan aún más.
Se tensa como una varilla de metal al escuchar los gritos y las maldiciones de SuYeon y su respiración se agita por completo en ese momento. Es entonces cuando la campanilla de la tienda suena y la canela y el puro lo golpean antes de ser rodeado por una mano grande y cálida y arrastrado hacia el duro pecho de Kim JongIn.
KyungSoo inhala como un pobre necesitado y se aferra a su pecho con fuerza, encierra la camisa en su puño y cierra los ojos mientras el alfa lo abraza protectoramente, le besa el pelo y lo impregna con su aroma.
No lo estaba esperando, pero se siente tan agradecido de que haya llegado. KyungSoo siente como puede respirar nuevamente y su omega se relaja en su calor, en la seguridad que sus manos y su presencia en general le otorgan.
—No te preocupes, corazón, estoy aquí.
—SuYeon...
—Shh, está bien, está bien. Yo me haré cargo a partir de ahora. Mantente detrás de mí.
KyungSoo lo obedeció a regañadientes pero mantuvo una mano sujetando firmemente la camisa de botones negra que tenía puesta. No quería alejarse de él cuando representaba tanta comodidad, y JongIn no hizo nada para apartarlo, así que se quedó ahí, de la misma manera, mientras él hacía lo que tenía que hacer.
—¡Buenas tardes, SuYeon! ¡Espero que estés bien!
El ruido se detuvo de inmediato y KyungSoo se asomó ligeramente por el costado de JongIn para observar la puerta de la oficina de su jefa. Hubo un momento más de silencio y esta se abrió, dejándoles ver al par se rusos y a su jefa.
En el exterior ella parecía realmente enojada, pero sus ojos relucieron con alivio al ver a JongIn ahí y eso fue suficiente para darle a entender que no estaba teniendo un buen momento allá adentro.
Por su parte, los rusos miraron a JongIn con todo el desprecio y el odio que fueron capaces de reunir. Sus mandíbulas estaban apretadas y los hombros se encontraban rígidos bajo los trajes hechos a medida; KyungSoo incluso fue capaz de notar un par de venas hinchadas, lo que era algo. A pesar de eso y de la tensión que comenzaba a acumularse entre ellos, JongIn sonrió ampliamente, sin importarle las amenazas visuales que estaba recibiendo en ese instante, y dijo con el mismo tono uniforme de siempre:
—Vaya, así que realmente están aquí. Dimitri, Viktor, ha pasado un tiempo.
—Es lamentable que tengamos que ver tu sucia cara —dijo uno de ellos con un acento bastante marcado y JongIn se encogió de hombros con desdén—.
—Tampoco quería verlos en mi país, y aquí están. ¿Qué los ha traído aquí? ¿Saben que es un gran problema cuando hacen de las suyas en un lugar neutral, con personas inocentes al alcance? Cualquiera podría oírlos y por ello le joderían la vida.
En ese momento las miradas se centraron en KyungSoo y él sintió como un escalofrío violento recorrió su espalda.
—Creo que es necesario instruirlos nuevamente en los asuntos básicos del negocio para que estas cosas no vuelvan a suceder.
La tensión fue en aumento junto al peligroso e intenso aroma a alfa enfadado y KyungSoo no tuvo el valor suficiente para continuar observándolos, así que se escondió completamente tras JongIn y dejó caer su frente en la dureza de sus músculos.
Sentía el instinto de chillar y mostrar su cuello mansamente para que esa lucha de egos y feromonas terminara de una vez por todas, pero sabía que no era algo que funcionaría con estas personas, además, JongIn se enojaría aún más y eso empeoraría la situación. Se reprimió, y como consuelo soltó la camisa de JongIn y, en cambio, sostuvo su cintura con firmeza.
—No te hagas el listo con nosotros, Kim. Si no te hemos volado los sesos en este momento es por el ridículo acuerdo que mantienes con el jefe.
—Bueno, Vladimir siempre fue más listo que tú, Dimitri; él comprendió el mensaje y reconoció que mi regalo fue justo después del desastre que causó aquí. Si están vivos desde que llegaron a Corea es gracias a él, así que no deberías jugar con su favor. Compórtate y deja de buscar aliados donde no los hay. Si quieres una guerra, revélate contra tu primo y ven aquí con tus hombres, pero si vas a continuar bajo su ala, entonces cierra la maldita boca de una vez y muestra el cuello ante aquellos que tienen más poder que tú.
KyungSoo frunció el ceño, y aunque había muchas preguntas que quería hacerle, no sentía el valor para ello porque sabía que las respuestas serían desagradables y aterradoras.
Recordó entonces la llamada que había recibido el último día que se habían visto en la tienda y varias cosas calzaron en su lugar. Aparentemente había estado en una guerra con la mafia rusa desde entonces y solo ahora habían llegado a un acuerdo de paz momentánea. KyungSoo no quiere imaginar lo que había hecho para conseguirlo, tampoco quería descubrir cuál era el regalo que JongIn había enviado al líder de la mafia rusa; todo el asunto es lo suficientemente aterrador como para pensar en ello siquiera.
—Tú, maldita escoria coreana...
—Silencio, Dimitri —lo calló el otro ruso y Dimitri apretó la mandíbula y retrocedió el paso amenazante que había dado hacia JongIn—. Sabes que tampoco me agrada y que no dudaría en dispararle a la cabeza en otras circunstancias, pero esta vez tiene razón. No le demos problemas a Vladimir y evitemos que sea él quien nos mate a nosotros.
Esto pareció mermar la situación y el silencio se hizo presente en la tienda. Dimitri bufó ruidosamente y se acomodó el saco, y eso fue suficiente para dejarles saber que las cosas estarían en orden a partir de entonces.
—Gracias, Viktor; siempre es agradable escuchar tu sensatez. Ahora, si no tienen nada más que hacer aquí, márchense. Han causado suficientes problemas por hoy; si quieren algo de SuYeon contáctenla por su número telefónico... oh, y no duden que tomaré represalias si me entero que ha sucedido algo en Seúl mientras están aquí. Recen para que no ocurra nada fuera de lugar mientras tanto.
KyungSoo no debería, tomando en cuenta las circunstancias, pero maldita sea, mentiría si dijera que esa amenaza acompañada por el tono bajo y ronco de su voz no lo había dejado un poco caliente.
Se mordió el labio inferior y apretó el agarre en la cintura del alfa; no mucho después escuchó los pasos de los rusos acercándose para salir de la tienda y su cuero cabelludo hormigueó cuando el alfa más alto, Viktor, lo miró abiertamente.
En otras circunstancias, KyungSoo habría dicho que él parecía un ángel con su brillante cabello rubio, sus ojos azules y sus facciones de aspecto amable, pero en ese momento no puede dejar de verlo como una gran y peligrosa amenaza.
Los ojos chispearon en reconocimiento y una sonrisa pequeña y ladina llenó sus labios finos.
—Bonito compañero, Kim. Espero que me invites a la celebración de su apareamiento y a la presentación pública.
JongIn no respondió, pero KyungSoo pudo sentir la tensión en su cuerpo al escucharlo; ellos se marcharon después de eso y la tienda quedó en completo silencio.
SuYeon, que se había mantenido al margen de todo, suspiró con alivio y KyungSoo notó que su rostro normalmente juvenil pareció envejecer veinte años con esa visita.
—Gracias por eso, JongIn, te debo una bastante grande.
—Está bien, no te preocupes, Su. ¿Estás bien?
—Sí, solo han sido un poco ruidosos. KyungSoo, lamento que hayas tenido que presenciar todo eso.
KyungSoo salió por completo de su escondite y le dio una pequeña sonrisa.
—Está bien; solo me alegra que no haya sucedido nada.
SuYeon asintió y se dirigió nuevamente a JongIn.
—Creo que deberías informarle a Vladimir sobre esto y hacer algo con KyungSoo; ellos ya lo saben, así que hay que pensar en algo para mantenerlos a raya.
JongIn no dijo nada al respecto y SuYeon se disculpó y salió de la tienda no mucho después. Ella necesitaba un poco de aire, así que ninguno fue capaz de detenerla.
Una vez solos, KyungSoo se lamió los labios con el corazón agitado, sin saber muy bien qué decir o qué hacer después de escuchar a Viktor y a SuYeon y comprender el peso de sus palabras.
Por supuesto, seguir negándolo era estúpido. JongIn era su pareja destinada; le gustara o no su trabajo o su mundo, él era su alfa, y que la mafia rusa, los aparentes enemigos de JongIn, lo supiera lo dejaba a él en una posición complicada.
La única manera de salir de esto y cuidar mi pellejo es que me marque como su omega. Sería de su propiedad y nadie se atrevería a tocarme si no quiere joderle los huevos a JongIn, y eso...
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando JongIn lo tomó suavemente y lo acercó a su cuerpo para abrazarlo por segunda vez. KyungSoo suspiró, cerró los ojos y se dejó hacer sin poner resistencia.
Honestamente, era eso lo que necesitaba: su calor, su olor, su cuerpo brindándole protección. Su omega había estado disperso desde que él se distanció, y ahora, con JongIn irrumpiendo nuevamente en su vida, se había reunido para recibirlo.
—Te extrañé. Lamento haberte dejado solo, KyungSoo.
Todo esto lo había dejado agotado, así que no tuvo fuerzas para hacer un comentario ingenioso o fingir que lo aborrecía, en cambio, él se hundió aún más en su pecho, inhaló su aroma reconfortante y dijo contra su camisa:
—También te extrañé. Me alegra ver que estás bien. ¿Ha sido difícil?
—No tanto como mantenerme alejado de ti.
KyungSoo sonrió y negó antes de darle un golpecito en el pecho.
—Siempre igual. No cambias ni un poco... ¿qué vamos a hacer ahora?
JongIn suspiró largamente y se alejó para mirarlo a los ojos con completa seriedad, la faceta de galán conquistador de siempre guardada muy bien en sus bolsillos.
—Haremos lo que quieras, KyungSoo. Sabes muy bien lo que soy, pero no por ello pienso obligarte a hacer algo que no te gusta. Si no quieres aparearte conmigo por el peso que conlleva en mi mundo, te podré protección las veinticuatro horas del día; me aseguraré de que estés bien. Siempre vas a ser mi omega, así que siempre velaré por tu seguridad. Nadie tocará ni un solo mechón de tu cabello; te lo prometo.
KyungSoo sintió como su corazón se aceleraba en su pecho, como sus mejillas se calentaban y su omega se retorcía, completamente cautivado por este hombre imbécil ante él.
Él lo miró directamente a los ojos y ahí halló la sinceridad y la determinación. JongIn realmente estaba pensando en dejarlo libre, en negar su deseo de aparearse para evitar hundirlo en aquel mundo peligroso y aterrador al que pertenecía, prometiendo cuidarlo mientras se mantuviera vivo... era más de lo que KyungSoo había esperado y resultó ser absolutamente perfecto.
Si era así, si su alfa sería capaz de todo esto por él, ¿cómo podría dejarlo?
KyungSoo volvió a golpearlo, esta vez mucho más fuerte, y JongIn soltó un quejido que le hizo sonreír.
—¿Eres estúpido? ¿De verdad crees que voy a arriesgarme de esa manera? Si vas a cuidarme, hazlo de la manera adecuada. ¡No me des pizcas de protección! ¡No pienso arruinar mi vida por tu culpa! ¡Sé responsable de mí y apareate conmigo! Tsk, tsk, qué molestia.
JongIn lo miró largamente después de eso y KyungSoo le devolvió la mirada, obviamente retador mientras aguardaba por su respuesta.
Después de un tiempo de vacilación y de dudas, JongIn suspiró y su propia sonrisa nació en sus labios. Asintió, colocó una mano sobre su mejilla y acarició la suave piel con su pulgar.
—Está bien, me haré responsable. Tendrás que soportarme entonces.
KyungSoo se encogió de hombros y no retrocedió ante su acercamiento.
—Bueno, no tengo otra opción más que aceptarlo.
Un momento después, los labios de JongIn cayeron sobre los suyos y KyungSoo lo recibió con los ojos cerrados y un fuerte abrazo.
Ellos nunca pudieron separarse después de eso.
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