24
Salgo de casa tras ella y veo cómo corre por la carretera. Maldita cabezota.
Entro de nuevo en casa para ponerme una chaqueta ya que es de noche y el frío aquí es bastante intenso y empiezo a correr, con el pie aún herido seguro que la alcanzo enseguida.
- ¡Dana! – No me escucha. - ¡Dana para!
Llego hasta ella antes de lo pensado y tiro de su brazo para que se detenga.
Lo que suponía, está llorando.
Intento abrazarla pero se resiste. La enrollo por la cintura y cuando no puede más, se deja caer contra mí. Entiendo la impotencia que le provoca el tener a su madre ahí y parecer que no la tuviera, pero me niego a pensar que mis padres pueden cambiar. Hace mucho que me dieron la espalda y la gente no cambia.
- ¿Estás mejor? – Susurro junto a su pelo. Ella niega con la cabeza y se aparta de mí con un empujón.
- Eres un capullo.
- Vale, desahógate contra mí, tranquila. – Asiento abriendo los brazos. Lo que no me espero al decir eso es que se acerque a mí y me pegue un tortazo como si nada. Es más, ni ella se lo espera porque nada más apartarse, se lleva las manos a la boca con los ojos abiertos.
Es tan inocente que no puedo evitar reírme.
- Pegas fuerte Dana Lemoine. Lo recordaré para la próxima. – Digo sobándome la zona seguramente enrojecida.
- Lo siento, no- no sé por qué he hecho eso yo...
- Da igual, supongo que me lo merecía. – Suspira y niega con la cabeza.
- No Hunter, no te lo merecías y te he dejado fatal frente a tus padres. Perdona.
Chasqueo la lengua restándole importancia y agarro su mano para apartarla de la carretera. Ya hemos tenido bastantes sustos por ahora, no quiero volver al hospital por atropello.
Se deja llevar hasta la acera y la insto a sentarse en el bordillo junto a mí. Hace un frío que pela pero necesitamos hablar y ahora mismo mi casa no es una opción así que este es el mejor sitio. La miro esperando a que diga algo más pero solo mantiene su mirada fija en el suelo, sorbiéndose la nariz de vez en cuando.
- Siento lo de la cena. Ha sido bastante incómodo todo el rato y yo, digamos que no me he cortado un pelo.
- No, ni un poco. – Añade sin apartar los ojos de un punto fijo, ni siquiera pestañea.
- No quiero pagarlo contigo ¿vale? Pero tampoco quiero que estemos mal así que por favor dime que estamos bien. – Por fin se gira para mirarme y puedo notar el titubeo de sus labios por el frío.
Por un estúpido nanosegundo se me pasa por la cabeza la idea de calentarlos, besándolos, pero sacudo la cabeza rápidamente descartando esa idea.
- ¿Por qué te importa tanto? – Su ceño fruncido y la forma en la que se abren sus ojos al preguntarlo, parece muy interesada en saber la verdad, como si no lo entendiera.
- ¿Por qué me importa el qué?
- Yo. – El gesto de sus labios al pronunciar esa palabra es acompañado por su lengua la lamerse el labio inferior. Mi vista baja inconscientemente hasta allí y me quedo en silencio procesando una respuesta.
- Porque eres mi amiga ¿no?
- Tu amiga. – Asiente pensativa volviendo a bajar la vista al suelo. ¿Qué tendrá de interesante el maldito asfalto?
- Sí, quiero decir... eres la única chica que no ha querido algo conmigo solo porque soy guapo. Tú pareces verme de verdad, como si no te interesara nada más que mi persona, ni que sea el capitán del equipo, ni el favorito del instituto ni ninguna mierda de esas. ¿Entiendes lo que quiero decir no?
Joder, me estoy liando y no sé por qué me he puesto nervioso.
- Que soy tu amiga porque no quiero acostarme contigo...
- ¡No! No me refiero a eso – Me pego un tortazo mentalmente para espabilarme y prosigo ante su atenta mirada. – Dejando de lado el hecho de que aún no sé si quieres o no acostarte conmigo, lo que me gusta de ti es que contigo puedo ser yo mismo sin miedo a que me juzgues. Todos se han hecho una imagen de mí que en realidad no soy y ahora tengo miedo a decepcionarlos o a que me miren de manera diferente. Mi mejor amigo... con el tampoco soy del todo yo mismo pero contigo es diferente. Tú eres diferente.
- ¿Y eso es bueno? – Su leve pestañeo me hace cosquillas en la mirada.
- Absolutamente bueno. – Sonrío amenizando la conversación. No sé cómo hemos llegado al casi punto de contarle lo que siento, bueno no, porque no siento nada. Cero.
Dana vuelve a girarse hacia la carretera pero levanta la mirada hacia las estrellas. Yo me quedo observándola, porque su perfil es tan interesante como ella entera. Me pregunto muy vagamente si al dormir tendrá esa misma expresión que tiene ahora, calmada, relajada, en paz.
Noto que tiene frío por su piel de gallina y el constante tembleque de sus labios así que con esa excusa, me acerco hasta pegarme a ella y la rodeo con mi brazo para acariciar el suyo e infundirle calor. Ella gira solo un momento la mira hacia mí y me regala una sonrisa en agradecimiento, después vuelve a centrar su atención en el cielo.
- ¿Alguna vez has podido encontrar alguna constelación? – Le pregunto tras varios minutos en silencio.
- No. Yo siempre busco la estrella de Nunca Jamás. – Sonrío en respuesta. Siempre me sorprende.
- Esto me gusta.
- ¿El qué, pasar frío? – Me río y consigo que se le contagie.
- La tranquilidad que desprenden las noches. Mirar hacia el cielo me hace ver que hay mucho más ahí arriba.
- Sí, somos insignificantes a sus ojos. – Suspira y deja caer su cabeza en el hueco de mi cuello, lo hace poco a poco, como si tuviera miedo de que yo la fuera a apartar. ¿Pero cómo podría hacer algo así?
- No que va, tú no lo eres. Al menos a los míos.
¿¡Pero qué!? Dios Hunter cállate.
Los minutos pasan y cuando compruebo que Dana no puedo más, no por el frío sino porque se le cierran los ojos, la ayudo a levantarse y caminamos dirección a su casa. Me repite doscientas veces que puede irse ella sola, pero primero son las once de la noche y segundo, quiero acompañarla.
Sobre las once y veinte y tras cortar varias llamadas de mi padre, Dana me obliga a contestar y yo de mala gana, lo hago
- ¿Qué? – Espeto más osco de lo que pretendía sonar y me gano una reprimenda por parte de ella.
- ¿Cómo que qué, dónde estás?
- Acompañando a Dana a su casa.
- Pensaba que os habíais peleado.
- Pues ya nos hemos arreglado.
- ¿Has ido en coche?
- No.
- Pues entonces vuelve ya. Es muy tarde.
- Cuando la deje en su casa, voy. – Espeto apretando la mandíbula y el puño libre al mismo tiempo.
La mano de Dana aparece agarrando la mía que se relaja al instante, me giro hacia ella leyendo en su mirada lo que ya me imaginaba.
- Ve, no queda mucho.
- Te acompaño hasta casa, punto.
- Hunter...
La voz de mi padre sigue sonando por el teléfono y vuelvo a acercármelo a la oreja con los ojos en blanco. Qué noche más larga.
- Te estoy hablando.
- Por favor Hunter, ya hemos tenido suficientes discusiones por hoy. – Su voz no me convence, lo hace su mirada cansada. Así que, cogiendo todo el aire que puedo y soltándolo en un suspiro, contesto a mi padre.
- Ya voy para allá. Buenas noches. – Y cuelgo. ¿Para qué dejar que me eche más sermones?
- Gracias. – Susurra Dana deteniéndose junto a una farola.
Asiento poco convencido y miro hacia ambos lados de la calle. No hay ni Dios por ningún sitio y esto me da mala espina.
- No es buena idea, mejor te acompaño y...
- Hunter. – Me agarra del brazo para que me acerque a ella, yo lo hago sin pensar. Me mira desde su dulce altura y acerca su mano con timidez hasta mi cara para acariciármela.
- Estoy bien, llegaré a casa en seguida. No hace falta que te preocupes por mí, para eso ya tengo a mi padre.
- No me insultes de esa manera. No tengo nada que ver con preocuparme por ti como un padre...
- Sí, ya lo sé. Como un amigo pero es lo mismo. No hace falta. – No puedo evitar reírme, en parte porque es tan inocente que se ha creído lo de "amiga" y en parte porque patéticamente he sido yo el que se lo ha hecho creer.
- Te puedo asegurar Dana, que no tiene nada que ver como amigo. Solo quiero que estés bien. – Ahora es mi turno de acariciarla a ella, casi, demasiado cerca de sus labios.
Nos quedamos uno segundos en silencio absoluto, ni siquiera la luz titilante de la farola hace ruido. Solo estamos nosotros dos, analizando mis últimas palabras. Cuando por fin Dana reacciona, lo hace exactamente como temía que lo haría. Carraspea, baja la
mirada y se aleja de mí con una sonrisa triste.
A eso me refería con que es diferente. Cualquier otra chica con la que he estado, habría esperado en esa misma posición hasta que yo me hubiera decidido a besarla. O incluso se habría lanzado. Pero Dana no, porque ella no se cree lo suficientemente buena, lo veo en sus ojos.
- Nos vemos el lunes ¿vale? – Da unos pasos hacia atrás y yo me mantengo en el sitio, asiento devolviéndole la sonrisa no muy convencido y espero a que desparezca entre la niebla de la noche.
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Continuará...
OMG que adorable que es Hunter.
¿Verdaad, verdaaaaaad?
Aquí os dejo a mi bb que no puede sacarme de su cabeza (=
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