10
DANA
Cuando Hunter se marcha escoltado por el policía, siento cómo mi piel se eriza y los nervios me recorren el cuerpo. Trago saliva esperando a que el policía que se queda conmigo decida hablar. No entiendo nada de lo que ha pasado. De verdad. Siento un dolor intenso en la planta del pie, cómo bombea la sangre por las venas y aún con la herida curada, puedo sentir la presión que el cristal hacia en mi pie al huir del lugar.
Sigo sin saber en qué momento me lo clavé, supongo que la adrenalina que tenía por todo lo que estaba pasando, impidió que lo notara. Pero una vez me senté tras la barra de ese bar... toda adrenalina que hubiera en mi organismo desapareció y dio paso al miedo, la angustia y por supuesto, el dolor.
- Bien, vamos a esperar a que tu padre llegue, ha dicho que estaba de camino. – El policía se acerca y por un momento pienso que va a sentarse a mi lado en la cama, aprieto inconscientemente las sábanas de la cama, pero se sienta en la silla que antes ocupaba Hunter.
Dios Hunter, pensar en todo lo que hemos pasado esta noche me revuelve el estómago. Hemos estado a punto de morir y si no llega a estar él conmigo... esos hombres me habrían secuestrado o algo peor. ¿Qué querrían de mí?
Un nombre cruza mi mente como una estrella fugaz, pero por supuesto no tiene nada que ver con una. Más bien un meteorito que se precipita veloz a la atmosfera de la tierra y la traspasa destruyendo cientos de vidas en su colisión con la tierra.
¿Podría él hacer algo así? Quiero decir, sé que es capaz de hacer muchas cosas, he sido testigo de ellas pero... Dios, por supuesto que lo es. Muy capaz.
Respiro hondo e intento hacerme una bola en la cama encogiendo las piernas, pero nada más rozar el colchón con la planta del pie siseo de dolor. Mala idea. Estiro la pierna y la otra la dejo encogida contra mi pecho. Me duelen las manos de apretar inconscientemente la manta.
- Mi padre... - Estoy a punto de preguntarle por él, pero el sonido de la puerta abriéndose con un fuerte golpe me lo impide. Veo a mi padre pararse en la entrada de la habitación. En sus ojos observo pasar varios sentimientos; primero el miedo, después la angustia, el alivio, enfado y tras verle respirar hondo, una mirada de cariño incondicional, ese cariño que siempre me muestra y que tanto echo de menos en mi madre.
- Ma petite... - Se acerca a mí extendiendo las manos y yo las cojo nada más le tengo delante. Me rodea con sus brazos y besa mi cabeza repetidas veces.
- Je suis désolé, je suis désolé, je suis désolé... - No deja de repetirme una y otra vez.
- Papá, estoy bien. No te preocupes. – Consigo alejarle de mí unos centímetros para que se siente en la cama a mi lado. El policía se levanta y le saluda, le indica que tome asiento si quiere donde él estaba y saca una libreta de su bolsillo trasero del uniforme. Se coloca frente a mí, al final de la cama y comienza a hacerme preguntas. Yo voy relatándole todo lo que recuerdo y maldigo a mi cuerpo por estremecerse de vez en cuando al revivir esta noche.
Oír los disparos, ver cómo Hunter se hacia el duro aún sabiendo que el brazo le dolía horrores, correr por las escaleras, saltas a un basurero descalza, ver a un hombre apuntándote con un arma... mi estomago comienza a hacer de las suyas y cuando no puedo más, me levanto de la cama sin pensarlo y corro al baño.
Ni qué decir tengo que entre las arcadas y el grito de dolor que suelto por pisar con el pie que no debía, hacen de la escena un tremendo desastre. Noto las manos de mi padre sujetar mi pelo y acariciar mi espalda en círculos de forma paciente. Mi estomago se contrae y siento lágrimas recorrer mis mejillas por el esfuerzo, hasta caer en la taza del váter. Un par de arcadas más después, creo haber terminado y mi padre tira de la cadena por mí.
- No te muevas Dana, voy a por una toalla.
- Pero el policía...
- Ya se ha ido cielo, no te preocupes por eso ahora. No te muevas. – Le veo salir por la puerta del baño y después oigo cómo la de la habitación se cierra.
Me escurro hasta apoyarme en la pared y respiro hondo. Miro al techo y dejo caer la cabeza hacia atrás, ahora añado a la lista de dolores, el de cabeza. Pienso por un momento en levantarme y volver a la cama pero un mareo me recorre de pies a cabeza y tengo que sentarme de nuevo. Me suda la frente así que haciendo uso de las pocas fuerzas que me quedan en el cuerpo y aún sabiendo que es algo asquerosillo, me paso el dorso de la mano por ella y la seco.
La puerta vuelve a abrirse y me preparo la mejor cara que pueda poner para que mi padre no se preocupe más de la cuenta. Bastante mal debe de haberlo pasado en el trayecto hasta el hospital, sin saber en las condiciones en las que se encontraría a su hija.
Una cabeza asoma por la puerta y veo el ceño fruncido de Hunter, que pasa a preocupación al verme en el suelo. Se agacha para estar a mi altura y me examina de arriba abajo. Mis mejillas se sonrojan al darme cuenta de que solo llevo la bata de hospital.
- Dana, ¿estás bien?
- Sí, algo mareada. He vomitado. – Nada más soltarlo me doy cabezazos mentalmente. Ese dato podría habérmelo ahorrado.
- ¿Por qué, te sientes mal? – Acerca su mano a mi frente y no me da tiempo a apartarla. Acaricia mi cara con demasiada delicadeza, como si creyera que voy a romperme. Respiro hondo y niego con la cabeza.
- Ahora ya no. Solo estoy cansada.
- Ven, vamos a la cama. – Estira los brazos y sin importarle mis réplicas, me levanta del suelo en brazos y me lleva hasta ella. Me deja en el colchón, y se sienta frente a mí.
- Eres un bruto. ¿Cómo está tu herida? – Acerco la mano para tocar su brazo cuando la puerta se abre y mi padre entra. Nos mira a los dos, pero luego su mirada se centra en Hunter más de la cuenta y cuando se acerca a nosotros comienzo a ponerme nerviosa.
- Eres Hunter.
- Sí señor. – Se levanta de la cama y se acerca a él para estrecharle la mano. De repente la escena me parece de lo más familiar, como si una chica estuviera presentándoles su novio a sus padres. Claro está que este no es el caso en absoluto, porque estamos en un hospital, después de haber estado a punto de morir. Y recalco esa última parte.
- Le has salvado la vida a mi hija. – Anuncia mi padre mirándole casi con adoración. La mano que Hunter tiene extendida desaparece entre el cuerpo de los dos por el abrazo repentino que mi padre le da. Veo cómo Hunter abre los ojos sorprendido... al igual que yo, pero no queriendo dejarle solo, supongo, se lo devuelve.
- Si hubiera escuchado la historia de verdad, sabría que ella me la ha salvado a mí, a los dos. – Me mira en su última frase y le agradezco con la mirada esa mentira piadosa que se ha inventado para hacerme sentir mejor. Yo no he salvado a nadie. Si no fuera por mi culpa, esta noche no habría ocurrido.
- Os habéis salvado mutuamente y has hecho que mi niña esté sana y salva aquí, conmigo. Eso ya es suficiente para mí y te lo agradezco. Estoy en deuda contigo chico. – Palmea su espalda y se acerca a mí entregándome un vaso de agua. Me advierte que lo beba a sorbitos y se mete en el baño.
No le presto atención y bebo un gran trago de agua. Claramente comienzo a toser y noto como mi estómago me echa la bronca por ello.
- Joder Dana, ten más cuidado. – Se acerca para quitarme el vaso y me da unas leves, casi inexistentes palmadas en la espalda para que deje de toser. Mi ceño se frunce por un momento al sentir de nuevo ganas de vomitar, pero me prohíbo a mí misma hacerlo de nuevo e intento respirar hondo para espantar esa sensación.
- Lo siento, tenía sed.
- Ya lo he notado. – Sonríe con una sonrisa que por un momento pienso que es solo para mí y entonces aparece mi padre de nuevo acercando una toalla mojada hasta mi frente. Se la quito y comienzo a hacer lo mismo que estaba haciendo él por mí misma. Para esto si tengo fuerzas suficientes.
Respiro hondo de nuevo, porque siento que debo hacerlo cada dos por tres y me paso la toalla por la nuca para refrescar la zona, después el cuello y cierro los ojos disfrutando de la sensación. Ahora mismo me daría un baño. Un baño de esos en los que te quedas horas, con espuma y sales para que huela bien. Por supuesto eso no va a pasar, ni ahora ni nunca. No tenemos dinero como para malgastar tanta agua.
Cuando abro los ojos, descubro que mi padre no está en la habitación. Hunter en cambio, tiene los ojos clavado en mí y cuando me ve mirándole aparta los ojos instantáneamente y traga saliva. Mis mejillas vuelven a hacer de las suyas y las siento calientes. Paso distraídamente la toalla fría por ellas intentado reducir el calor.
- ¿Y mi padre?
- Ha ido a avisar a una enfermera. Ahora vuelve. – Evita mi mirada y se sienta en la silla junto a la cama.
- ¿Cómo está tu brazo? Antes no me has respondido. – Meto las piernas debajo de las mantas, intentando sentirme más cómodo por mi desnudez y veo cómo él se encoge de hombros.
- Al menos yo puedo caminar. Estoy bien Dana, no te preocupes.
- Vale. – Susurro dando por terminada la conversación. Parece haber cambiado de humor sin motivo alguno, así que decido callarme y esperar a que mi padre vuelva.
- Perdona. – Suelta unos minutos después de estar en completo silencio. Un silencio que comenzaba a ser incómodo. Le miro y veo que vuelve a tener el ceño fruncido.
- Ven, siéntate aquí – Me hago a un lado de la cama y parece dudoso pero termina cediendo y se sienta a mi lado sobre las sabanas. – ¿Pasa algo?
- Mis padres están de camino. – Suelta con voz dura, ni siquiera me mira. Acerco una mano a las suyas que se aprietan en puños y noto que las relaja al instante.
- ¿Y eso es malo? Después de lo que ha pasado es comprensible que vengan.
- Estaban en Londres Dana. – Su ceño sigue fruncido y siento en su tono de voz que no está de acuerdo con ello, como si no quisiera a sus padres cerca, eso me hace apretar su mano. Si el supiera...
- Da igual donde estén Hunter, son tus padres. Quieren saber que estás bien.
- Pues que me llamen y punto joder. Cuando vean que no me pasa nada empezarán a echarme en cara que han perdido el tiempo viniendo aquí.
Mis ojos se abren sorprendidos por lo que acaba de decir. ¿Echárselo en cara? Por Dios, es su hijo.
- No digas eso. Tus padres te quieren y...
- No digas tonterías Dana. – Se ríe de forma sarcástica, pero noto que por dentro le duele. ¿Cómo un hijo puede llegar a pensar que sus padres no les quieren? Nunca entenderé eso. Ni siquiera en el estado en el que se encuentra mi madre me permito pensar que no me quiere. El amor de un padre es incondicional, no se puede evitar querer a un hijo. O tal vez soy demasiado positiva en ese aspecto, tratando de darme razones a mí misma para pensar así.
- Siento mucho que pienses así Hunter, lo siento. – Decido no mencionar el tema de nuevo y apoyo la cabeza en su hombro. Hunter envuelve mi mano con las suyas e invocando de nuevo a mis mejillas sonrojadas, le da un beso.
- Yo también lo siento. – Suspira y apoya su cabeza sobre la mía. El silencio vuelve a hacerse presente, pero esta vez no lo siento incómodo. Sus manos juegan distraídamente con las mías y eso me hace olvidar un rato donde estamos.
Justo lo que necesito en ese momento.
Continuará...
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