Ya-no-más-"Ma-Lady" [QueeNoir]
1er línea del tiempo
“El amor nos hace idiotas” —Hey, it's Les!
Aire. Eso salía y entraba por los orificios nasales de cierto ojiverde con complejo de gato.
Agua. Eso salía de sus orbes y entraba por la rendija que sus labios formaban alrededor de su boca.
Tierra. Sobre esa superficie sucia, fría y dura; se encontraba de rodillas, rendido.
Fuego. Era lo que se reflejaba ante él, las llamas ascendentes y petulantes de la fogata que había encendido minutos antes con pesar.
«Ya nada tiene sentido» pensó, mientras arrojaba un ramo de rosas rojas al monstruo fogoso ante él, al tiempo que su transformación se acababa «Si Ladybug no me quiere con orejas y cola, no merece quererme sin ellas y con la verdadera máscara».
No hacía falta decirlo, pero ese día Chat Noir había sido dejado en la zona de amigos. No fue como otras veces, en las que era sutilmente rechazado; no, esta vez Ladybug le dejó claro que su corazón solo pertenecía a un chico, y que ese era Adrien —“el falso”— Agreste. Claro que la heroína no había utilizado esas mismas palabras, pero en la cabeza del rubio se reproducían de esa forma; una y otra, y otra vez; hasta tal punto que concluyó con un dolor de cabeza.
Rayos. Ni la marca de café más fuerte de Francia —y tal vez de Europa— le quitaba esa sensación de martilleo que portaban sus sienes. Su cráneo se rompería si no dejaba de pensar, pero es que era algo imposible. Tan imposible como que los unicornios alados llegasen a existir, o de esa extraña manera lo veía el muchacho.
Necesitaba más café, con urgencia.
Su kwami, Plagg, lo miraba sin saber qué hacer, o qué decir; él era el peor si de amor se trataba. Por eso solo se relacionaba con el queso, el afecto no se le daba; pero esa es otra historia.
El adolescente se levantó del suelo, le dio un trozo de queso a su amigo de bigotes e invocó la transformación. A lo largo de la noche, el joven modelo consiguió quemar todos sus pósteres, camisetas y figuras de acción de la heroína más reconocida de París.
«Ya-no-más-“Ma-Lady”» se prometió. Solo tenía que cumplirlo.
[•••]
Una semana. Solo una semana había transcurrido desde aquel fatídico día. Una semana, entre cincuenta y dos que contiene un año. Una semana: la cuarta parte de un mes; ocho días; ciento noventa y dos horas; mil cuatrocientos cuarenta segundos. Así es, él mismo los había contado; con una calculadora, claro.
Estaba tendido en el sofá de su cuarto, con su ordenador portátil frente a él, mirando vídeos de gatitos en YouTube, con los auriculares puestos y un aspecto de no haber dormido en toda su vida.
—No te comas eso, Peilee —susurró a la pantalla del ordenador—. Después te dolerá el estómago y maullarás arrepentida por el resto de tus siete vidas.
Pero como Peilee, la gata “prodigio” de internet, no podía escuchar las advertencias del chico, siguió mordiendo felizmente la bola de estambre.
—¡Meow! —Se quejó Peilee, cuando la lana se enredó alrededor de uno de sus colmillos.
Furiosa, la gatita gris giró sobre su espalda y pateó con fuerza la bola de estambre.
—Te dije que no te comieras eso. —Parpadeó Adrien, aturdido, cuando el vídeo finalizó—. Te lo he repetido las últimas veinte veces.
Cerró YouTube, y acto seguido apagó el ordenador y lo puso sobre su escritorio otra vez. Se volvió a lanzar sobre el sofá y llamó a Nino, con la esperanza de salir a algún lado.
Contestaron al tercer tono.
—¿Diga? —Al otro lado de la línea se escuchó una voz femenina, pero no era Alya.
Era una voz más dulce y suave, podría jurar que pertenecía a Ladybug. ¿Acaso algo le había sucedido a su mejor amigo y él ni en cuenta?
—¿Ladybug? —Se oyó a alguien contener una respiración.
—N-no. ¿P-por q-qué pie-piensas e-eso, A-Adrien? —Tartamudeó la voz luego de unos segundos.
—¿Marinette? —Cualquiera podría reconocer esos titubeos. ¿Cómo pudo haberla confundido con Ladybug? Él pensaba que ya la había superado.
—Ah... ¿Sí? —Adrien no la veía, pero estaba seguro de que se mordía los labios.
—¿Por qué tienes el móvil de Nino? —He ahí la pregunta del millón.
—¿De Nino? —En un segundo todo el nerviosismo se fue, cambiado por la confusión—. Nino está con Alya en el Zoo, hoy es su aniversario. Pero este es mi número. Me has llamado a mí, Adrien.
Adrien frunció el ceño. Miró la pantalla de su móvil. Ese no era el número de Nino. ¿Por qué había llamado a Marinette? ¡¿Cómo había conseguido su número siquiera?! ¡Se iba a volver loco, si no lo estaba ya!
—Lo siento, Marinette —se disculpó con sinceridad—. He de haber marcado mal el número. Lamento molestarte.
—Tran-tranquilo —dijo rápidamente la peliazul, con un tenue rayo de esperanza, porque su crush tenía su número y ella no se lo había dado—. No ha sido ninguna molestia.
Adrien sonrió un poco.
—Adiós, Marinette.
—Adiós, A-Adrien.
Y colgó.
Como todo —por más surrealista que suene— tiene explicación y esa llamada formaba parte de un “todo”, se podía explicar lo sucedido. Lo que había pasado es que Alya, hace unos meses, agendó a Marinette en el teléfono de Adrien sin que ninguno de los dos se diera cuenta; el error de la morena había sido guardarla como “Nariz-nette”. El autocorrector y los descuidados dedos de Adrien fueron los que terminaron por llamar a Marinette. Lo único que Adrien sabía era que Marinette también estaba enamorada de una ilusión.
«Si pudieses hablar conmigo y tratarme como a una persona normal y no como a un “dios”» pensó Adrien «Te daría una oportunidad, Marinette. Tienes que creerme».
Sin poder evitarlo, el joven Agreste comenzó a llorar de nuevo. ¿Por qué todos le consideraban perfecto? Cuando él, al mirarse al espejo, quería dispararle a su propio reflejo...
[•••]
—¡No! ¡Jack! ¡¿Por qué?! —Sollozaba Adrien, con una cuchara hundida en el pote de helado—. ¿Qué será de Rose? ¿Por qué la dejaste? ¡No tenías que morir!
El sensible chico se llevó la cuchara a la boca; saboreó el helado de caramelo, y un poco de lágrimas saladas en el acto. Un gusto extraño se apoderó de su lengua.
Plagg le alcanzó otro pañuelo, con un gesto de disgusto y aburrimiento. Mas que no os engañe; por dentro estaba a segundos de jalarse los bigotes por la preocupación y el estrés.
—Gracias, Plagg —agradeció su portador, sonándose la nariz.
—Sin gusto —respondió la criaturita negra, en un intento fallido de bromear.
Adrien hizo una mueca a manera de sonrisa, y los créditos de El Titanic llegaron a su final, así como la película.
—¿Por qué ha acabado? La película es demasiado buena, no debería terminar nunca —comentó el de cabello revuelto, luego de tirar el pañuelo a la papelera. Se secó la cara con las mangas de su sudadera.
Plagg suspiró, dirigiéndose al frente de la pantalla del ordenador para mirar a su compañero y amigo.
—¿Has oído la frase “Todo lo que sube, tiene que bajar”? —Preguntó sin rodeos. Adrien asintió.
—Claro. Es de Newton. ¿Por qué? —Levantó una ceja, expectante.
—Uno de sus derivados es “Todo lo que empieza, debe terminar” —continuó—. Así es todo en esta vida. Naces para morir, te equivocas para aprender, caes para levantarte; y podría darte más ejemplos el resto de la tarde. El punto es: si algo no se termina, ¿cómo podría empezar algo mejor? —Explicó el sabio kwami.
Y Adrien Agreste estaba consciente de que aquellas palabras no tenían nada que ver con la película.
[•••]
Brazos firmes, una mano delante de la otra, la espalda arqueada, rodillas flexionadas, pies en punta, barbilla y ojos alineados, y una pizca de seguridad. Esa era la combinación perfecta para las volteretas que practicaba una heroína con tema de abeja sobre la barandilla del Puente de las Artes, donde había quedado con sus compañeros para patrullar.
—¿Qué estás haciendo? —Una voz femenina interrumpió la rutina de la rubia, que por el sobresalto casi cae de la barandilla.
Y digo “casi”, porque si no hubiese sido por los brazos del de traje negro, existía la posibilidad de que se hubiese tambaleado lo suficiente como para caer al Río Sena. La ojiazul cerró los ojos y solo atinó a sostenerse del cuello de su compañero, mientras este hizo un esfuerzo por no caerse también. Lo siguiente que pasó fue que, con un carraspeo incómodo por parte de Ladybug, Chat Noir bajó a Queen Bee.
¿Qué esperabais? ¿Que se miraran a los ojos y olvidaran que el resto del mundo existía? ¿Que sus rostros se acercaran poco a poco, compartieran respiraciones y se besaran? ¿Que se enamoraran, quizás? Eso no sucede en la vida real.
—No me miréis así. Vosotros dos no llegabais y con algo tenía que distraerme, ¿no? —Se defendió Queen Bee, ante la mirada acusatoria y divertida que le lanzaban respectivamente los súper héroes.
—Yo pensé que a las abejas os gustaba revolotear sobre las flores, no sobre el agua —se burló el único chico entre ellas. Ambas rodaron los ojos—. Amargadas —bufó. El felino se cruzó de brazos, dándoles la espalda, con ciertas ganas de mirarles de refilón.
El dúo de heroínas rió por lo bajo. Esas dos parecían estar conectadas o algo así.
—¿Cuál es la estrategia de hoy, Come polen? —Habló Ladybug; un escalofrío recorrió la columna vertebral del chico.
Queen Bee fulminó a Ladybug por el apodo, pero sonrió; sus ojos brillaron con maldad.
—Motas, tú vigilas la Torre Eiffel, los alrededores del Instituto Françoise Dupont y el Hotel Le Grand Paris —indicó la de traje a rayas—. Quesito —rió un poco cuando el aludido volteó indignado—, tú te encargas de La Catedral de Notre Dame, la Torre Eiffel y la calle Grolic. —La azabache se tensó bajo su traje—. Yo cuidaré de los alrededores del Río Sena que cubran París, del Louvre y de la prestigiosa calle en la que se encuentra la Mansión Agreste. El punto de encuentro será en la Torre Eiffel, como siempre, cuando Notre Dame marque las cero horas. ***
Los tres héroes, inseguros por el riesgo de su identidad pero dispuestos a cumplir con su cometido, asintieron al unísono. Un pacto silencioso tuvo lugar bajo aquel cielo parisino.
Ladybug sacó su yoyo y se fue del lugar, sin poder evitar pensar con legítimo dolor en cómo Chat Noir no se despidió de ella y no pidió patrullar a su lado como era habitual.
«¿Qué esperaba?» pensó ella para sí misma, con remordimiento. Se había equivocado, lo había rechazado. Lo había perdido.
—Suerte, Reina —musitó Chat Noir, despidiéndose como un soldado, listo para irse—. Con suerte verás al modelo en pijamas —bromeó, amargo. E iba a empezar a correr, cuando...
—Como si quisiera —rodó los ojos.
Chat Noir paró en seco.
—¿Qué? ¿Por qué no? —Recibió una reprimenda por parte de Plagg en su cabeza, no podía arriesgarse, sin embargo lo ignoró. Tosió un poco para cubrir su tono—. Es decir... He escuchado de un pajarito que todas estabáis babeando por él.
—Pasado, pisado —aclaró Queen Bee; sacó su trompo y afinó el hilo del mecate con sus dedos. No quería hablar del tema, y menos con el mismo “modelo”—. “Si algo no se termina, ¿cómo podría empezar algo mejor?” —citó las palabras que una vez escuchó de Pollen, su kwami.
Chat Noir asintió; presenció cómo Queen Bee se marchaba del lugar y le dejaba solo, cuestinando su existencia.
[•••]
Los días pasan...
—Entonces... yo... q-quería dis-disculparme por todos los problemas que causé —hipó la morena, expuesta a la cautelosa mirada esmeralda de Adrien.
Los errores se olvidan...
—Lila, tú no hiciste nada malo —dijo Adrien, porque era la verdad—. Estabas bajo el efecto de un akuma, es normal que no actuaras como lo harías con tus cinco sentidos en función —sonrió, animándola.
La importancia se resta, con tan sólo una sonrisa...
—¡Pero os mentí a todos! ¡Y antes de ser akumatizada! —Lila hundió su rostro en sus manos; su cuerpo completo, no dejaba de temblar.
Aquel raro día Lila había citado a Adrien en un parque —su lugar preferido en París— cerca de la calle Grolic. Ella estaba arrepentida por todo lo ocurrido hace unos meses, cuando mintió y la envidia la guió por un camino oscuro, que concluyó con ella convirtiéndose en Volpina. De verdad que lo lamentaba, ahora nadie se le acercaba a excepción de Chloé Burgeois, la hija del alcalde; pero esa es otra historia.
Adrien estaba dispuesto a escucharla, por ello accedió y quedó con ella esa tarde de agosto.
Ambos ojiverdes eran ignorantes de la peliazul que les espiaba detrás de la fuente. La sangre le hervía, ella no le creía ni una palabra a Lila. Los celos la estaban cegando.
—Tu ingenuidad la huelo a kilómetros, Adrien —susurró; abrió el bolso de medio lado que siempre cargaba consigo—. Tikki...
—No, Marinette. —La interrumpió la kwami de lunares, firme—. No seas egoísta, la chica se está disculpando; no te lo va a quitar. Ni siquiera es tuyo —murmuró la última parte, pero aunque la gritara, su portadora ya no la escuchaba.
—No se ve muy sincera —Marinette volteó en dirección a donde estaba Adrien. El rubio le palmeaba la espalda a la castaña, mientras esta lloraba en su hombro; iba a dejar mojada gran parte de la tela de la camiseta, pero a Adren poco le importaba. El rostro de Marinette enrojeció de rabia—. Si me mienten una vez, no puedo volver a confiar en ellos. ¿Por qué él sí?
—Marinette —advirtió Tikki por última vez cuando la mencionada la miró, y no con buenas intenciones.
—Tikki, transforme moi ! —y aproximadamente treinta segundos después—. ¡Mirad lo que me he encontrado por aquí! —aplaudió Ladybug, saliendo de su escondite detrás de la fuente y caminando en dirección a la banca en la que estaban sentados los dos chicos.
Adrien y Lila alzaron la vista, encontrándose con un par de ojos celestes. Varios curiosos viraron los ojos hacia el sonido de los aplausos, llevándose una gran sorpresa al ver a Ladybug, como si nada, a punto de empezar una conversación no muy agradable.
Las personas se ausentan...
—Ladybug —farfulló Adrien, cuando la nombrada estuvo a menos de un metro, para que nadie lo escuchara. Afortunadamente ya no se moría por la chica ante él, por más triste que sonaran los hechos.
Y con el tiempo, dejan de hacer falta.
—Adrien Agreste —qué mala suerte tenía.
Una bella sonrisa le fue dedicada, pero ya no le provocaba tanta inestabilidad. La franco-china cambió el enfoque de su mirada a la adolescente.
—Hola, Lila —saludó, hipócrita—. ¿Qué te trae por aquí? Después del incidente —hizo una pausa, sonriendo cínica—, juré que volverías a Italia.
—Ladybug —Lila se limpió las mejillas, con el dorso de su mano; su rostro se había tornado escarlata por el llanto. La italiana sonrió, ignorando las dolorosas palabras de la moteada; se las merecía o eso creía ella—. Sigo aquí, pero es sólo para aceptar mis errores ante todos a los que os hice pasar un mal rato.
—¿Ah, sí? —inquirió incrédula la poseedora del miraculous de la mariquita—. ¿Tan fácil crees que todo se soluciona? Lo hecho, hecho está —chasqueó la lengua—, amiga.
«Así no es Ladybug» pensó cada persona en aquel parque, sin excepción.
Algo se rompió dentro de Lila Rossi. Y todos al rededor lo notaron. Adrien incluso casi pudo escuchar el sonido del corazón de Lila quebrándose, acompañado de un coro de sollozos, producidos por su persona.
—¿Qué te... ?
—¿Por qué haces esto, Ladybug? —Queen Bee, quien había llegado a la escena sin ser vista, interrumpió a Adrien. Ella misma se sorprendió de la dureza con la que escupió aquellas palabras; sonó tan Chloé—. Se supone que ayudes a la gente, no que la lastimes.
Todos los presentes, que habían hecho un círculo alrededor del espectáculo, soltaron un grito ahogado.
—Queen Bee —el enojo disminuyó en el tono y en el cuerpo de Ladybug. Miró a Lila y su corazón dio un vuelco, al verla rota y saber que fue su culpa. Su mundo se cayó a pedazos—. Yo... Lo siento mucho —antes de que alguien la viese llorando, ya que sabía que no podría contenerse ni segundo, sacó su yoyo, lo enredó en la antena de algún edificio cercano y huyó del lugar.
Todo se quedó en silencio y ese raro momento se estancó en la historia, al igual que lo haría ese día.
—¡¿Vosotros que estáis mirando?! ¡¿Os incumbe, acaso?! —exclamó en un grito Queen Bee, girándose hacía los parisinos—. ¡Todos sois unos cotillos! —No iba a dejar que la reputación de su amiga se arruinara—. ¡Esto no es vuestro asunto! —Si Lady caía, ella también lo haría—. ¡Volved a lo vuestro! ¡¿Acaso esperáis una invitación más formal?! ¡Largaos de una vez, antes de que os saque a patadas!
Y, con mucho terror, torpeza y rapidez, todos hicieron caso a los gritos de Queen Bee. El parque quedó vacío en segundos, a excepción de ella, Lila y Adrien.
«Bendito sea Dios que no estaba Nadja Chamack cerca».
—¿Te llevo a casa, Rossi? —preguntó la ojiazul, extendiéndole una mano a Lila—. Disculpa a Ladybug, no se siente... bien. Ya hablaré con ella después, no te preocupes.
Lila tomó la mano de Queen Bee, levantándose de la banca, con una leve sonrisa. Adrien hizo lo mismo a su lado, con el mismo gesto en sus labios.
—Gracias, pero yo quería pedir perdón...
—¿Más de lo que ya lo has hecho? —preguntó Adrien, arqueando una ceja, divertido. La interna Chloé lo miró de reojo.
«Qué buen chico, Quesito» su corazón aleteó. ¡No de nuevo! Su amor por él estaba en el pasado y ahí debía quedarse «No lo demuestres frente a mí, por favor».
—Creo que no hay nada que perdonar —concluyó Queen Bee, jalando a la chica del brazo. La sonrisa de Lila se ensanchó—. ¿Prefieres ir caminando o "volando"? —le preguntó, al tiempo que con su brazo rodeada los hombros de la morena, saliendo del parque y dejando a Adrien atrás—. ¡A mí me agrada más la segunda opción!
Algo se agitó en el interior del estomago del modelo, y no, no era indigestión; el comía bien. Ya había sentido esto una vez, pero sin duda ahora era más especial.
—Si algo no se termina, ¿cómo podría empezar algo mejor? —musitó una voz lava-cerebros en sus oídos.
—Cállate, Plagg.
Ni dos segundos después, se dio cuenta de que el amarillo era su nuevo color favorito, por decirlo de alguna manera. Adrien se tapó el rostro con sus manos. Su cara se había convertido en un faro de calor.
[•••]
—Sinceramente no sé porqué lo hice —admitió Ladybug, pasando las manos por su cabello, con frustración.
Queen Bee sostuvo sus antebrazos, apartando las manos de la chica del cabello pelinegro. Le sonrió cuando sus ojos conectaron con los de ella, tranquilizando a la azabache.
—No es el fin del mundo, Motas —se encogió de hombros—. Esta mañana ya nadie recordaba nada de lo sucedido hace una semana. Que yo recuerde nadie te abucheó cuando liberaste el akuma de aquella niña rarita hoy. Estuviste genial, por cierto.
La cara de la heroína se iluminó, su amiga tenía razón. Sólo debía aprender a controlar mejor sus impulsos.
—Gracias, pero sin ti y Chat Noir no hubiera podido, sois mi apoyo moral —confesó la de antifaz rojizo.
—No lo menciones —suspiró la pelidorada.
—¿Por qué? —Ladybug se apoyó contra la estructura metálica de la torre para mirar mejor a su compañera.
—Porque aquel día, el del segundo "incidente" —hizo comillas en el aire—, fue un día un tanto extraño para todos, en todos los sentidos.
—¿A qué te refieres, Come miel? —cuestionó la interna Marinette—. Y habla bien, por el amor de Dios.
Queen Bee se rió.
—Vale, vale —se silenció un momento, para pensar en cómo decirlo—. ¿Puede que me esté empezando a gustar el Quesito?
—¡¿Qué?! —los ojos celestes de la heroína se abrieron cuales platos. Una sonrisa maniática se formó en sus labios—. ¡Esto es maravilloso! ¡Tienes que correr a buscarlo, decírselo y besarlo!
—Pero no lo grites —rogó la de coleta, con las manos juntas y de rodillas, haciendo un puchero. Ladybug asintió, para nada tranquila—. Y-yo pensé que te gustaba.
Desde el día anterior Ladybug sabía quien era Chat Noir bajo la máscara. Qué cruel es la vida; dos veces enamorada de él.
—Ah... Eso —soltó un suspiro de resignación, acompañado de una triste, pero tierna sonrisa—. Perdí mi oportunidad hace tiempo y por eso quiero que sigas mi consejo. Dile lo que sientes o te pasará lo mismo —sus ojos brillaron.
—Pero...
—Cállate y corre —ordenó Ladybug—. Yo estaré bien, hay catarinas macho por doquier —hizo una mueca de decepción—. Eso no sonó como esperaba.
Ambas rieron.
—Mañana. Hoy tengo sueño —Queen Bee se puso de pies sobre las vigas, sacando su trompo y afinando el hilo del mecate, como de costumbre.
—Sois el uno para el otro —comentó Ladybug—. Ése también se fue a su casa hace rato. Jamás llegó.
—Así parece. Bueno, buenas noches, Motas. Encuentra a tu catarina macho —y sin más, la joven se perdió entre las sombras nocturnas de la ciudad.
—Buenas noches, Come miel —se despidió Ladybug, aunque no se lo dijera a nadie en particular—. Encuentra a tu Quesito —deseó, alzando la vista para dirigirla a las estrellas.
—Supongo que a mí me toca encontrar a la Reina, ¿no? —la voz de Chat Noir, llegando por detrás, asustó a Ladybug, haciendo que ésta se levantara de un salto.
—Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas, gato tonto —lo riñó Ladybug cuando su pulso se calmó.
—Mira cuánto te temo, Ma Lady —se burló Chat Noir, haciendo pose de diva. Algunas promesas podían romperse, ¿no?
—Ja. Ja. Ja —la peliazul le sacó la lengua, moviendo las manos como si las tuviese mojadas, en un ademán de fastidio.
Chat Noir sonrió, ignorando sus gestos, y extendió su puño.
—¿Un equipo imparable?
Con estupefacción, Ladybug fue capaz de chocar su puño contra el de su amigo. Todo volvía a ser parecido, incluso parecía mejor. Lo era.
—Un equipo imparable.
[•••]
—¿Nuestra amiga sabe lo que hiciste por ella? —preguntó Chat Noir, sentándose junto a Queen Bee sobre la Mansión Agreste.
Ella no se sorprendió por su llegada, estaba casi segura de que Ladybug lo había mandado; lo que no sabía era cómo tenía que comportarse.
—¿Cuál de todas? —se hizo la desentendida, recostándose en el tejado de la mansión. Le dolía la espalda de practicar tantos trucos gimnásticos.
¿Quién podía culparla? Era su manera de desestresarse, de liberarse. Tal vez se había pasado un poco con la rutina de hoy.
—Ni que tuvieras tantas amigas —farfulló Chat Noir, tratando de enfadarla un poco.
Desvió la vista a sus pies, esperando una contestación. Queen Bee se levantó de golpe; poniendo una mano en la curvatura de su cintura y apuntando con su dedo índice a la nada, para remarcar su punto, dijo:
—Excusez moi ? Yo tengo una extensa e interactiva vida social —creo que no hace falta decir que el minino lo logró—. Convivo con más personas de las que puedas contar con tus garras, Quesito -su tono era indignación pura.
—¿Tan así? —arremetió el héroe, sin mirarla—. Yo juraba que las abejas reinas os aislabáis de la sociedad, porque sois "demasiado importantes" como para entablar conversación con alguien del exterior —parecía despistado hablando de cualquier cosa, pero había pensado millones de veces en esa conversación.
—¡Las abejas reinas no vivimos bajo una piedra! —a Chat Noir se le complicaba cada vez más contener la risa.
—La expresión es "Vivir bajo una roca", Reina —la corrigió el interno Adrien, apretando los labios—. Y creo que vosotras si vivís bajo ellas. ¿O me vas a decir que no habitáis en los hormigueros, que casualmente están bajo tierra y rocas? —sonrió, socarrón y victorioso.
Queen Bee ya no sabía cómo contraatacar, había quedado en blanco. ¡Su cara era un jodido poema! Seguro era por el cansancio, sí éso, cansancio. Simplemente se sentó en una posición rendida, con el interior del hueso de las rodillas y tobillos chocando contra el tejado, y las piernas dobladas a los lados.
—¿Qué pasa? —el rubio se había movido de lugar, colocándose frente a ella en la misma posición—. ¿El gato te mordió la lengua? —relamió sus labios, al mismo tiempo que elevaba las cejas, con picardía.
—No dijiste eso —pensó en voz alta la de antifaz amarillo, con los ojos muy abiertos.
—¿Qué co... ? —fue interrumpido por una mano en su mejilla, una bofetada, para ser más precisos, cuando bajo su mirada a los labios de la chica—. Supongo que lo merezco —pronunció con dificultad el ojiverde, después de un minuto, con su mano acunando su mejilla izquierda.
—Por pervertido —acusó Queen Bee—. Ni que yo quisiera atragantarme con tu maldita lengua felina.
«Mi-auch» pensó el muchacho en el traje de gato.
—¿Hablabas de Ladybug? —interrogó Queen Bee, rompiendo el silencio, pasados cinco minutos. Chat Noir subió la mirada—. ¿Ladybug es la amiga por la que "hice" algo, según tú? —el chico asintió—. ¿Qué hice por ella?
«Si supieras... »
—Creo que sólo yo me di cuenta —la heroína alzó las cejas, pidiendo una mejor respuesta—. Te sacrificaste por ella, es decir, tu imagen ante la ciudad. Hiciste que ellos pensaran que no sólo Ladybug estaba loca. Lo hiciste por ella, comprometiendo tu integridad —explicó Chat Noir—. Eso es lo que más me gusta de ti —concluyó él, con una sonrisa forzada y triste, hasta que sintió unos labios sobre los suyos.
[•••]
—Eres un cursi —se burló Plagg, mirando sobre el hombro de Adrien.
—Ya lo dijiste tres veces, seguidas. Sé que te parece lindo —volteó a mirar a su kwami, con el lápiz entre los dedos índice y corazón—, si no no estarías curioseando el escrito.
Plagg negó efusivamente con la cabeza y se dirigió a velocidad luz al armario de Adrien, para ocultarse de él, sólo porque tenía razón.
Adrien rió, negando con la cabeza y volvió a apoyar el lápiz sobre la hoja de papel.
«Tengo envidia de la cálida luz de la mañana, aquella que entra por tu ventana, filtrándose en tus cabellos rubios a los que llamas "maraña".
Si fueses agua, bebería gustoso de tus ojos pedazo de cielo; yo me enamoraría una y mil veces de tus orbes en expresión de hielo.
Fina piel, que no es oscura ni clara, casi parece perfecta e intacta porcelana. Corazón puro y arriesgado, mujer firme y soñada, que a mis inseguridades ha secuestrado.
En mi rostro una sonrisa triste y cansada dibujada estaba, no sé cómo le hiciste, pero la borraste con un beso y una cachetada».
—¿Crees que le guste? —le preguntó el menor de los Agrestes a Plagg, sentado contra su armario, donde había terminado mientras escribía.
Se corrió de la puerta para que el susodicho pudiese salir. Éste tomó la hoja que el muchacho le extendía y la leyó; se rió con discreción, tapándolo con tos.
—Le va a encantar —dijo, "desinteresado", devolviéndole el papel y escondiendo una sonrisa de orgullo.
* * *
Nota de la Autora:
Tanto tiempo pensando en la Nota de Autora, para llegar a ella y no saber qué decir.
Qué genial, ¿no? [Nótese el sarcasmo].
Bueno, este coso raro al que llamo one-shot es para el Concurso Literario Chat Noir; obviamente, lo dice el nombre del libro.
Y sí, no me he podido contener y he puesto nota de autora.
Me disculpo si no os gustó que destruyera el cuadro amoroso indirectamente, y tres shipps directamente. A mí también me dolió.
[Añadido: El LadyNoir se arruina desde el inicio y en algunas escenas, el Adrienette en la llamada, y el Ladrien en la escena con Lila. Por eso dije "destruí tres shipps directamente". Y hace poco, gracias a una lectora, me di cuenta de que el MariChat se arruina cuando Chat llama "Reina" a Queen Bee. Ya sabéis, por lo de princesa. ¡Perdón!]
Bueno, creo que ya no tengo nada más para decir.
PD1. Os la creíste, we's.
PD2. Amo a Lila. Tenía que ponerla en el one-shot porque sí.
PD3. Deberíais darle amenazas ds muerte a la creadora de la fase, no a mí.
PD4. Sinceramente, para mí esta pareja es natural. Me gusta. Pero a muchos no. Es por eso que digo lo de "amenazas de muerte".
PD5. Iba a dejar a Ladybug como una dog-woman pero, como ninguna de mis adversarias la mencionó mucho o le dio importancia, decidí que yo lo haría.
PD6. No debería decirlo pero mi parte favorita del one-shot fue: "Un equipo imparable". LadyNoir is lof. LadyNoir is laif.
PD7. En este momento la historia se llama "Historias para el Concurso Literario Chat Noir", pero al finalizar éste, quiero volver estos escritos un libro de one-shot's. Ya tengo un nombre en mente.
PD8. Ríete si el libro ya no se llama "Historias para el Concurso Literario Chat Noir".
[4492 palabras] [Sin contar la "Nota de la Autora"]
—Kiuby "la destructora de cuadros amorosos" Monogatarie.
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