Clarity [Adrienette]
'Sumergirse en las olas congeladas, donde el pasado vuelve a la vida'
—Sé que me puedes escuchar, Ladybug —comenzó Anti-bug, la copia malvada de la aludida, apoyando las palmas de sus manos sobre la barandilla de mármol para subirse a la barra en la que tenía atado a Chat Noir y mantenerla estable mientras daba su discurso—. Estés donde estés, tienes que elegir —una sonrisa maliciosa se extendió por sus labios; su plan estaba completo, sólo debía llevarlo acabo. Ya que el gatito no había querido unirse a ella, lo usaría como carnada—. Si quieres que Chat Noir siga vivo, tendrás que darme tu miraculous —uno de los helicópteros del cuerpo policial de París empezó a filmar los actos de la recién akumatizada, desde arriba y sin hacer nada, como se volvió costumbre—. Y si te atreves a negarte... Entonces mira atentamente a tu compañero, porque será la última vez que lo veas —anunció, soltando una larga carcajada, mientras balanceaba su peso sobre la vara con pequeños saltos—. Voy a contar hasta diez, ¿de acuerdo? Un, deux...
'Lucha contra el miedo doloroso y egoísta; valdrá la pena cada vez que lo intentes'
—¿No puede ser hasta veinte? —interrumpió el súper héroe, admirando como el suelo se acercaba y alejaba de sí, una y otra vez; estaba comenzando a marearse.
—Troise, quatre...
«Ma Lady, si no apareces, este minino va a caer, y no de pie»
'No te muevas antes del choque, porque ambos sabemos cómo termina'
—Necesito más tiempo —dijo Tikki a su portadora, tratando de terminarse una galleta sobre el hombro de ésta, que miraba la escena desde un piso más arriba. Así es, estaban contra tiempo—. Ve a salvar a Chat Noir, Marinette.
'Nuestro reloj hace tic-tac, hasta que el vidrio se rompa y me ahogue en ti, otra vez'
—Pero no puedo transformarme sin ti —pronunció Marinette, más asustada que confundida. Tikki debía estar bromeando.
—Tú eres Ladybug —la kwami la miró a los ojos, percatándose del brillo de temor en la iris de la ojiazul—. Con el traje o sin él.
—Y-yo —su labio inferior temblaba tanto o más que su voz—, no sé si pueda hacerlo.
—Cinq, six...
—Te he dado un consejo, ahora síguelo; no cometas el mismo error, otra vez.
Marinette sabía a qué se refería la rojiza: esa misma mañana no había seguido el consejo de Chloé para derrotar a Invisible, y por esa toma de orgullo, Anti-bug estaba aterrorizando París en ese instante y en segundos iba a cometer maltrato animal –en cierto sentido–.
—Tengo una idea —dijo por fin la azabache, reaccionando y sacando su móvil, para después dirigirse a la cornisa.
—Sept, huit... —un sonido proveniente de algún lugar interrumpió el conteo de la rubia, que se puso alerta de inmediato.
"Chat Noir y yo somos un súper equipo, imparables"
Marinette jamás se alegró tanto de que existiera el Ladyblog. Tal parece que Alya había conseguido la grabación de la entrevista que ella y su compañero felino habían dado al finalizar la primer batalla del día.
—¿Dónde estás, tonta imitación de Spider-man? —Anti-bug dejó de torturar a Chat Noir un instante para ir a por la de rojo, pero para asegurarse de que el chico no escapase, colocó uno de los sillones de la terraza sobre la varilla de metal.
De lo que Anti-bug no tenía idea era de que todo era una trampa de la 'tonta imitación de Spider-man', y de que su persona era la imitación de la 'imitación'. ¿A qué es irónico?
Mientras la interna Chloé buscaba a la razón de su akumatización, que no aparecía –con el disfraz–, Marinette se acercó por el lado contrario para rescatar al ojiverde. Apoyó su rodilla sobre la barra, y con cuidado de no hacer ruido, retiró el sillón de sobre ésta.
'Porque eres la parte de mí, que desearía no necesitar'
—¿Ma —Marinette— Lady? —cuestionó Chat Noir al sentir un par de manos desatando sus pies y atrayéndolo hacía el balcón.
'Persecución sin descanso; todavía sigo luchando, y no sé por qué'
«No me descubras» Marinette cerró los ojos, empleando todas sus fuerzas humanas «Por favor».
'Si nuestro amor es insano, ¿por qué eres mi remedio?'
Pero los gatos tienen la fama de ser muy curiosos, y Chat Noir –a pesar de no ser un gato real–, no era la excepción. Éste miró de reojo, tratando de voltear hacia su salvadora; unas bailarinas rosas con dos lazitos y el dobladillo de un pantalón del mismo color fueron los únicos objetos que aparecieron en su visión, pero fueron suficientes para saber a quién pertenecían.
Venga, sólo alguien usaba a diario esa ropa.
'Si nuestro amor es una locura, ¿por qué eres mi claridad?'
«Teoría confirmada».
Una sonrisa, un suspiro de alivio, un grito de enojo, y una claridad.
[•••]
Nino pasó un brazo por los hombros de Alya, abrazándola de lado, para depositar un suave y cálido beso en su mejilla y después otro más exigente en sus labios. La periodista correspondió de inmediato, cerrando los ojos y disfrutando del contacto del de gafas, pero más de la reacción que sabía que tendrían sus respectivos amigos.
Vaya que no se equivocaba con su pronóstico.
Marinette les observaba dulcemente, admirando con una pequeña sonrisa cómo se demostraban el amor que se tenían en cariñosos gestos; hasta que cayó en cuenta de que no debería verles besarse y bajó su mirada a sus manos, empezando a jugar con ellas. Adrien, por su parte, estaba orgulloso de Nino, feliz por sus amigos y su reciente noviazgo; pero sin tener nada para hacer estaba rígido e incómodo en su asiento, frente a la azabache y junto a los dos enamorados.
Lo común en esta clase de situaciones es que los que sobran –por decirlo de la manera literal–, se levanten de la mesa y huyan, o se queden y conversen entre sí para no molestar a la pareja principal. Y ésto es lo que planeaban hacer Adrien y Marinette, hasta que los ojos de cada uno chocaron con los del otro.
Verde contra azul, cielo contra tierra, césped contra agua; dos sentimientos atrapados en el negro de sus pupilas, escondidos bajo cada pestaña de sus dueños. Los sonrojos no se hicieron esperar, la garganta de ambos se secó, el sudor comenzó a resbalar por sus dedos; no sabían qué hacer, no podían hablar, y ambos se notaban a sí mismos en el otro.
«¿A qué vienen tus nervios?» pensaron al unísono, como si ya estuviesen conectados, o como si siempre lo hubiesen estado.
Marinette estaba consiente de que ella siempre actuaba así, es decir, todos lo estaban; ¿pero desde cuándo Adrien se ponía nervioso? ¿Acaso le gustaba alguien? Eso lo explicaría todo, ya que desde hace unos días hasta la fecha el muchacho se comportaba extraño: traía una sonrisa de bobalicón –como la de Chat Noir al verla como Ladybug–, y su cabeza estaba en otro lugar que no era la Tierra. Sintió una punzada en el pecho. ¿Sería muy tarde? ¿Ya lo había perdido? La respuesta estaba ahí, ante ella, pero la joven siempre sería así de distraída, complicada y lenta; era parte de su encanto, ¿no?
Adrien, en cambio, se lo había preguntado a sí mismo; bueno, sabía que sentía algo por Marinette –mucho antes de descubrirla–, pero se lo negaba una y otra vez, hasta aquel día. También sabía que él le gustaba a ella, porque le sacó información como Chat Noir; lo que no sabía era porqué, ahora que tenía las de ganar, se ponía nervioso. Él siempre había tenido suficiente seguridad, tanta como para tirarla hacia el cielo o regalarla en la calle. Tal vez sólo tenía miedo de arruinarlo todo y perderla.
Luego de unos segundos, los adolescentes decidieron que no tratarían de hablar entre ellos, simplemente porque no podrían; en su lugar pronunciaron un "Au revoir" y se fueron del sitio por lados contrarios, evadiendo a su amor platónico, que ya no era tan platónico.
Antes de que avanzaran cinco metros, el timbre que anunciaba la entrada a clases después del almuerzo sonó, convocando a todos a sus salones.
Nino y Alya se separaron para mirarse decepcionados por la huida de sus amigos; ellos habían hecho cientos de planes para juntar a aquellos dos, y ahora iban a tener que idear otro plan más. Esos pubertos-no-acepta-sentimientos los estaban cansando de actuar.
Venga, aunque los dos se quieren, ninguno de vosotros se cree que la pareja puede ser tan empalagosa por sí sola y no por un beneficio mayor.
Los estudiantes corrieron a sus respectivas aulas, entraron y se sentaron en el asiento que habían estado ocupando todo el curso. Alya y Nino llegaron junto a sus amigos, que habían sido los primeros en entrar y estaban escondidos en sus mesas, con sus brazos cubriendo sus rostros sonrosados.
—Son el uno para el otro —musitó Alya a su novio, picando su hombro; el ojimiel se volteó con una pequeña sonrisa y asintió.
Antes de que la clase de literatura iniciara, Chloé, que ya se había recuperado de la pelea de la semana pasada, pasó junto a cada mesa, dejando sobre éstas una invitación a Le Grand Paris, para celebrar su décimo séptimo cumpleaños; lo sorprendente fue que invitara a Marinette.
«¿Está cambiando?» Sólo en sus sueños. Ella no necesitaba cambiar, sólo debía mostrar su otro lado, pero no por ellos, sino por ella misma; sin embargo esa es otra historia.
Chloé era inteligente, y sabía que si Nino no iba a su fiesta, Adrien no lo haría; que si Alya no asistía, Nino no saldría de su casa; y que si Marinette no llegaba, Alya no pondría un pie en el hotel.
—Vamos a ir —sentenció Alya, con una sonrisa de suficiencia, habiendo terminando de analizar la situación.
—¿Eh? —Marinette seguía mirando el sobre amarillo pastel con estupefacción.
—Siempre quise grabar una fiesta de pijos, Marinette —chilló la morena, juntando sus manos a la altura de su pecho, con un brillo peculiar en los ojos. Lastimosamente la de coletas confundió maldad con emoción—. Es mi oportunidad, tengo que ir.
—Uh... Sí, sí... Ve tú —balbuceó la muchacha, cabeceando y apartando el sobre de sí.
—Seepee, pero tú te vienes conmigo, niña —indicó la ojioliva, señalándola—. Está totalmente prohibido refutar, por cierto —dijo, notando la negación de su amiga desde que ésta abrió la boca.
—Bien —Marinette bufó, frunciendo los labios, y se cruzó de brazos.
La pelicaoba sacó su libreta de apuntes, y en una de las hojas de atrás escribió una nota para Nino; de un jalón zafó un trozo de la hoja y la arrugó, para lanzársela al chico. La bola de papel rebotó sobre la mesa del joven, éste la tomó y la leyó.
»Tengo un plan para ya sabes quienes [M&A]. Llama a tu padre, porque tendrá que quedarse en el hotel a hacer horas extras *guiño*; convence a Adrien de ir a la fiesta de Chloé, y el resto me lo dejas a mí.
Alya«
El de gorra sonrió hacia las letras, se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz y se giró hacia Adrien.
—Hey, amigo. ¿Vas a ir a desearle feliz cumpleaños a la rubia?
—Ya tuve esa charla con mi padre, parece que estoy oficialmente obligado —rió el Agreste—. A fin de cuentas Chloé es mi amiga, ¿no?
[•••]
—Yo no te entiendo —parpadeó Marinette ante el espejo, pasando un mechón de su cabello negro por detrás de su oreja—. "Sólo quieres ir a grabar", pero te arreglas y me arreglas.
Sinceramente, lo único que había cambiado en su apariencia era que ahora llevaba un vestido rosa y el pelo suelto.
—Me llevaré estas por si acaso —Alya cogió las ligas rojas que la parisina solía cargar para atarse el cabello todos los días y las metió dentro de su cartera—. Y, por cierto, una siempre debe de estar presentable, más al tratarse de un cumpleaños.
—Si tú lo dices —murmuró Marinette insegura, sentándose en su sofá-cama.
De pronto, el celular de Alya comenzó a sonar. Ésta miró una vez a la pelinegra, indicándole que se volviera, y atendió. Era Nino.
—¿Está todo listo? —preguntó.
—Qué manera más original de contestar, amor...
—No estás en manos libres —gruñó en voz baja la morena.
—Ah...
—¿Y bien?
—Emm... Sí. Mi padre está en el último piso como pediste, con su caja de herramientas a la mano, literalmente —rió un poco; Alya rodó los ojos, divertida—. Y Adrien está en mi sala, comiendo croissants de la panadería Dupain-Cheng y pensando en la vida.
—Vaya, vaya. Está muy distante últimamente, ¿verdad?
—Eh... Perdona que me meta —habló Marinette, ya que lo último que había dicho Alya había llegado a sus oídos, trayéndole un recuerdo—. Pero, ¿estáis hablando de Adrien?
—Y parece que Marinette también lo notó —canturreó Nino.
«Como si no le vigilara las veinticuatro horas del día los siete días de la semana» Alya rodó los ojos y se volteó hacia la ojiceleste.
—En realidad, hablábamos del padre de Nino —dijo, tapando con uno de sus dedos el micrófono del móvil—. Tanto trabajo le deja medio perdido del mundo, ¿sabes? —sonrió, fingiendo incomodidad y dando a entender que era un tema delicado—. Es complicado.
—Ah... Lo siento —Marinette agarró su paraguas junto a bolso de medio lado, donde ya Tikki se había escondido, y bajó por la escalera de la escotilla para darle privacidad a su mejor amiga.
—Ya nosotras estamos listas, llegamos en unos minutos —Alya volvió a hablar por la línea cuando Marinette desapareció de su campo de visión—. Arrastra a Adrien hasta el hotel si es posible, hazlo ahora para que lleguéis primeros —pidió—, ¿vale?
—Vale —Nino dudó un poco antes de decir lo siguiente, pero se armó de valor y se obligó a hacerlo—. ¿Alya?
—¿Sí?
—Te quiero.
Un leve sonrojo subió por el rostro de la chica, cubriendo sus mejillas y parte de su nariz.
—Yo también te quiero, Nino.
Las palabras que compartieron fueron sinceras; éstas no estaba en el guión, señores.
[•••]
—Alya, júrame que no me vas a dejar sola, por favor —la aludida volteó a ver a la china-francesa con el ceño fruncido y un gesto de interrogación—. Es que... —la voz de la interna Ladybug bajó de tono, avergonzada—. Sospecho que Chloé me invitó para asesinarme, ya sabes, como regalo de cumpleaños —sus ojos estaban sumamente abiertos y su semblante era tan serio; parecía que ya habían matado a alguien realmente.
Alya la miró de la misma manera durante algunos segundos, hasta que cayó en cuenta de que la de vestido rosado hablaba en serio, y su expresión se distorsionó en una ruidosa carcajada.
—Ay, Marinette, por un momento pensé que se trataba de una broma —confesó, pasando su dedo índice por su mejilla para limpiar una lágrima de risa—. Qué locas ideas tienes, eh —negó con la cabeza, reteniendo el resto de la risa—. Además, en el hipotético caso de que Chloé llegase a atacarte, podrías defenderte con ese paraguas, ¿no? —señaló el objeto—. Por cierto, ¿es nuevo? Nunca lo había visto antes.
—No, no... Lo tengo hace más de dos años... Es s-sólo que no le doy u-uso muy seguido —rió nerviosa, recordando ese mágico día bajo el umbral del colegio—. No llueve mucho en París, ¿sabes? O no lo hacía antes.
—Ajá, tienes razón, pero días como hoy son la excepción —espetó, señalando el cielo, que empezaba a oscurecerse ya que el sol se había puesto hace rato, las nubes daban indicios de tormenta—. Hay nubes bastante cerca que se ven muy obscuras. Parece que nos espera un agüacero.
—Geniále —pronunció Marinette, sin una sombra de ironía, tristeza o molestia; a ella le fascinaba la lluvia, y no sólo por los recuerdos, aunque honestamente, era mayoritariamente por ellos. De improvisto, algo hizo click en su cabeza, y volvió al tema principal—. Pero, no me dejarás sola al fin y al cabo, ¿verdad? —la miró con los mismos ojitos de Gato con Botas con los que la miraba Chat a ella; un cosquilleo se extendió por su estomago al acordarse de él.
Alya movió la cabeza a manera de negación, y le sonrió, compasiva. Ambas volvieron al camino, y después de unos minutos, terminaron de acercarse al portal de la enorme edificación.
«No, claro que no; no te dejaré sola, te dejaré con el amor de tu vida para que te haga compañía».
Luego de diez minutos de explicaciones inconcretas, el portero del hotel las dejó pasar al living. No había mucha decoración, y parecía que todos los inquilinos se habían encerrado y escondido en sus apartamentos; la verdadera fiesta sería en uno de los pisos superiores, en la suite presidencial. Las chicas pasearon la vista por toda la recepción en busca de los chicos, hasta que se toparon con dos maquillados ojos azules. Chloé.
—Alya, Marinette —saludó con dos asentimientos, arrastrando los nombres; su aliento alcoholizado llegó hasta las invitadas—. ¡Bienvenidas seáis a mi palacio! —estiró los brazos a ambos lados de su cabeza y rotó sobre sus zapatos de plataforma.
—Chloé, ¿estás borracha? —cuestionó Marinette, sosteniéndola de los hombros para detener sus vueltas.
La Burgeois se detuvo y las observó en silencio, escudriñándolas de arriba a abajo. Poco a poco sus labios se estiraron hacia atrás en una sonrisa y comenzó a reír, tuvo que sostener su estómago para contenerse por el rostro traumatizado del par de amigas.
—Ay, todos sois unos ingenuos, siempre caéis —mencionó la rubia, sacando unas golosinas de uno de los bolsillos de su vestido—. ¿Miráis estos chocolates? Son de vodka, son bastante efectivas para hacer bromas, y bueno, la noche apenas empieza.
—¿Estás segura de que no estás tomada?
—¿No te has bebido ni un chupito? —Alya apoyó sus manos en sus caderas, tamborileando sus dedos sobre éstas. No estaba muy convencida todavía.
—Os he dicho que no —exclamó Chloé, llevándose una mano enguantada al pecho—. Eso lo dejo para más tarde —pasó las manos delicadamente por su vestido amarillo, acomodando los paletones de la falda—. Podéis subir a la suite 26, ahí está la comida y la música —hizo un ademán hacia arriba—. Sentiros como si fuera vuestra casa, y lanzadla por la ventana, o como sea que se diga —en un movimiento discreto, rodeó a las féminas, y se acomodó en una silla junto a la puerta de entrada—. Yo tengo que recibir a mis invitados, si me disculpais —y así, prácticamente les empujó hasta el elevador con la mirada.
—¿Escuchaste eso que dijo sobre los chocolates y no estar embriagada? —Marinette asintió, mientras Alya accionaba uno de los botones del cúbilo—. Pues no me he tragado ni una palabra.
La joven se encogió de hombros.
—Es su fiesta de cumpleaños —le recordó—, déjala ser. Ya está grandecita, ¿no? Aparte, deberíamos no pensar en eso y pasarla bien.
—Según lo que había pillado, hace unos minutos no querías respirar del mismo aire que ella por miedo a que estuviese envenenado.
Las puertas plateadas del ascensor se abrieron, dejando llegar el bullicio hasta ellas, y sumergiéndolas rápidamente en esa bruma espesa de personas. Globos de helio en colores amarillos y negros, se alzaban en el aire, y chocaban entre sí y contra el techo, que los detenía de salir flotando; habían dos parlantes enormes a cada lado de la suite, que emitían toda clase de canciones; en las esquinas y los alrededores las personas bailaban a diferentes ritmos, o al menos lo intentaban; en el centro, colgando del techo y entre los globos, una bola disco giraba formando puntos de colores en la pista de baile y en las paredes; y en el suelo habían dos barriles de cerveza, y una mesa donde se encontraba el ponche y otros tantos bocadillos.
—Si me muero hoy, asesinada o no, haré que merezca la pena —gritó Marinette, para ser escuchada por sobre la música.
Alya le esbozó una sonrisa de concordancia, sosteniendo su cámara contra su pecho; no era tan falso lo de querer grabar una fiesta pija, ¿sabéis? Pero primero debían de buscar a los novios; sí, ya Alya veía la boda compartida que tendrían los cuatro en un futuro, –pero nadie tenía porqué enterarse–.
Ni quince minutos después, ya el cuarteto de amigos se encontraba charlando y riendo animosamente en una mesa apartada del resto.
—Oh. Era literal lo de "tirar la casa por la ventana" —comentó Adrien, contemplando cómo un par de chicas arrojaban un televisor por el balcón—. O algo así... Creo.
Alya se cubrió la boca, tratando de no reír, pero ya era tarde; Nino y Marinette se encontraban en la misma situación.
«Lástima que no funciona así cuando soy Chat Noir».
—Voy por algo de ponche —anunció Marinette un rato después, a punto de levantarse de su lugar junto a Alya; por lo que ésta pateó a su novio discretamente por debajo de la mesa.
—N-no...
—No, no, no. ¡Chist! Yo voy a ir, así es mejor, quedaos hablando de algo vosotros, y os traigo una bebida, ¿vale? Además, necesito estirar las piernas —Nino, afortunadamente, había captado el mensaje de Alya e interrumpido a Adrien, que al parecer se iba a ofrecer para ir antes de él—. Vuelvo en un rato, ¿sí? —el castaño se paró de la mesa, pero al llegar al espacio en donde se encontraba la del ponche se desvió, y terminó en el elevador; de ahí, subió dos pisos más, pero sólo la pelicaoba lo sabría.
—Bueno, chicos, parece que como ya todos llegaron, le van a meter la cabeza a la cumpleañera en uno de los barriles, y... —la reportera tocó con cariño su preciada cámara, como si se tratase de un bebé—, ¿cómo perderse tal espectáculo?
Adrien y Marinette asintieron, dándole la razón.
«Como un espejo».
—Pero quedaos vosotros y esperad las bebidas, ¿okay? —se despidió de ellos, sin esperar contestación; accionó la cámara y comenzó a grabar la fiesta—. Estamos aquí en la suite 26 del prestigioso Hotel "Le Grand Paris", donde se está celebrando la divertidísima fiesta de Chloé Burgeois... —eventualmente, su voz se fue perdiendo entre la multitud.
[•••]
Marinette sintió a alguien moverse a su lado. Era Adrien, que se había cambiado de posición para sentarse a su lado. Ella se asustó un poco, pero trató de no demostrarlo. Su pulso se incrementó en sus muñecas.
'Camina sobre la alfombra roja y se niega a hacer las pases'
—Espero que no te moleste —le sonrió el rubio, inocente.
—Ah. N-no lo hace, de hecho es... cómodo —le sonrió de igual manera, deshaciéndose internamente.
'Se adentra en lo más profundo de nuestro ser y nos hace olvidar el sentido común'
—Lo sé, pienso igual. O siento, no sé —ambos rieron levemente, sonrosándose.
Los minutos pasaban lentamente, como si les costase avanzar; pero no es como si alguno de los dos lo hubiera pedido. De pronto, una canción suave e instrumental flotó de los parlantes hasta los oídos de los jóvenes, mezclándose con su espíritu, haciéndolos tomar profundas bocanadas de aire, y envolviendo sus sentidos.
Era un vals aquella melodía.
«Qué conveniente» Adrien se levantó de su lugar, acomodando su saco y su corbata; acto seguido, le tendió una mano a la peliazul frente a él.
—¿Quiere bailar, Ma Lady? —él necesitaba que ella se diese cuenta de que la había llamado así a posta.
'No hables mientras trato de alejarme, porque ambos sabemos lo que vamos a elegir'
Marinette entre-abrió la boca, gratamente sorprendida, y no sólo por el mote; es decir, el "Ma Lady" no era exclusivamente para Ladybug, y no sólo Chat lo empleaba en París; estaba a salvo, o eso creía ella. El punto era que, Adrien Agreste, su crush desde ya hace dos años, la estaba invitando a bailar, a ella.
Tomó su mano, la piel de ésta hormigueó al sentir la de él.
—Por supuesto —dijo ella, y esa vez, por primera vez, no tartamudeó.
'Si tú tiras, yo empujaré más fuerte'
Antes de que Marinette intentase levantarse, el interno Chat Noir la jaló suavemente hacia sí, y la abrazó por la cintura. Caminaron juntos lejos de la mesa, y ahí, comenzaron a bailar lentamente... Un, deux, troise, y una vuelta para cambiar de dirección; un, deux, troise, y una vuelta para cambiar de dirección; [...]
Sus cuerpos estaban muy juntos, al igual que sus rostros; las manos de ella alrededor del cuello de él, y las de él alrededor de la cintura de ella. Sus corazones latían frenéticamente dentro de sus pechos, la sangre hervía dentro de sus pieles, el sudor bajaba como hielo por sus espaldas, y sus respiraciones estaban atoradas en sus gargantas; sin embargo, ellos jamás necesitarían palabras para hablar. Dentro de esos ojos verde pastosos, se escondía un campo de flores, repleto de árboles, que florecía gracias a una dama; dentro de esos ojos azul cielo, se desencadenaba una tormenta sobre el mar, una bestia enamorada que controlaba el caballero frente a ella. El bosque de él, necesitaba un arroyo; el mar de ella, necesitaba una planta viva.
Y entonces, la canción terminó antes de que él pudiera besarla.
A regañadientes, se separaron y volvieron a sus asientos. Todos seguían en lo suyo, pero para ellos, el tiempo se había detenido.
Las siguientes dos horas las pasaron en medio de un silencio extraño, pero no uno incómodo, la música ayudaba en ello, al menos; ellos sólo se dedicaban a observarse de refilón, rogando que el otro hiciera lo mismo.
—¿Sabes, Marinette? Nino jamás volvió con el dichoso ponche —Adrien hizo un puchero, haciendo reír a la Dupain con el gesto.
—Es cierto, como que se lo tragaron los bocadillos o algo así —arrugó la nariz—. Además, parece que Alya va a grabar hasta que Chloé se termine el segundo barril. Y la verdad, por si fuera poco, yo me estoy cayendo de sueño —bostezó, llevándose una mano a la boca.
—No me digas, no me había dado cuenta —dijo irónico, inflando los cachetes.
«¿Quién eres y qué has hecho con Adrien Agreste?»
—Ay, cállate —ella rió, rodando los ojos. Tomó discretamente su paraguas y ajustó la cinta de su bolso a su hombro—. Creo que me voy, despídete de Alya por mí, ¿sí?
—No —la detuvo, agarrando su mano; ella le miró confundida—. Es decir, puedo acompañarte a abajo, ¿no?
—Sip —sonrió Marinette, y ambos se dirigieron al ascensor—. Qué caballeroso —mencionó, sonrojando al rubio.
—Sí, lo sé, así soy yo —dijo egocéntrico, haciendo como que su sonrojo no existía mientras se acomodaba la corbata cuidadosamente. Estaba desarrollando una obsesión por acomodarse la corbata.
Marinette negó con la cabeza, riendo entre dientes, y accionó los botones para ir a la primera planta. Habiendo hecho éso, se recostó contra una de las esquinas del pequeño espacio, no sólo para cubrir el paraguas –que sabía que ya Adrien había visto, pero que seguía dándole vergüenza–, sino también porque, de verdad, podría haberse quedado dormida de pie.
Todo estaba tranquilo en ese momento: la suave música de espera del ascensor llenaba el espacio que separaba a los muchachos; el aire acondicionado los mantenía despiertos; ninguno de los dos tenía una gota de alcohol en el cuerpo, por eso no podrían culpar al licor si algo ocurría ahí dentro; y la compañía no podía ser mejor. Hasta que, de repente, el cúbilo dejó de descender, la música paró como si de una comedia romántica se tratase, y el aire se volvió caliente.
Había una sola explicación.
«El ascensor se descompuso».
Los nervios atacaron al par por segunda vez. No sabían si haberse embriagado hubiese sido buena idea, o si debían agradecer no haberlo hecho. Ambos se tensaron.
—Rayos —bufó Adrien, desesperándose luego de veinte segundos; se lanzó a las puertas y comenzó a toquetear los botones de la plantilla—. No puede ser —gruñó.
—Hey, Adrien —llamó la diseñadora, el aludido no respondió—. ¡Adrien! —el trajeado volteó con las cejas fruncidas.
—¿Qué?
—No hagas eso —lo riñó, apartándolo de la plantilla—. No lo vayas a romper.
—Excusez-moi? —preguntó, totalmente ofendido, pegando su espalda a la pared.
—Dije que no lo vayas romper —repitió Marinette, cruzándose de brazos, y mirándole. El Agreste volvió a moverse hasta la plantilla, malvado.
—¿Y qué si lo hago? —retó el de traje, estirando los dedos hacia los botones. Marinette se contuvo para no darle un manazo en los dedos—. ¿Me castigarás?
—Yo no —rodó los ojos–, el ascensor sí —explicó—. Nos dejaría aquí por siempre... —paró—. ¿Qué es ese baile de cejas?
—Nada, nada —el modelo se alejó del aparato.
—¿Qué habrá pasado?
—Se descompuso el elevador.
—Pero... ¿por qué?
—Porque se cortó la electricidad.
—Fíjate que si no me dices, no me entero.
—Uy, tú preguntaste.
—A lo que me refiero es al porqué se cortó la electricidad —aclaró ella, hastiada; se sentó en el suelo del cúbilo, acomodando la falda de su vestido.
—Ah —se limitó a decir su interlocutor, mirándola desde arriba.
—Llueve afuera, ¿crees que sea eso? —interrogó, tomando el paraguas de la pared, y colocándolo en su regazo para planchar las arrugas con sus dedos.
—Mmmm... Puede ser —Adrien lo consideró un poco, hasta que finalmente decidió que era eso. Se dejó caer al lado de la chica.
'Y caeré de nuevo en ti'
¿Queréis que os diga algo? La duda ofende, ¿verdad? Ese "accidente" no fue causado por la lluvia. La realidad era que el padre de Nino, quien es electricista del hotel y tiene una pantalla en su despacho donde se muestran las imágenes de las cámaras de seguridad, había cortado la electricidad a petición de su hijo cuando los chicos entraron al ascensor. Ya dicen que las coincidencias no existen.
—No tengo crédito —anunció la ojiazul, guardando su móvil junto a Tikki; lo había sacado para llamar a Alya, aunque sospechaba que ésta no contestaría de todos modos.
—Yo ni intento llamar, me he olvidado el móvil en la casa de Nino —dijo, muy ocupado mirando el piso del elevador.
—¿Adrien? —llamó la china-francesa. Tenía claro que gritar por auxilio sería algo estúpido, puesto que nadie les escucharía gracias a la fiesta.
—¿Mmmm?
—¿Por qué me diste este paraguas? —lo volteó a ver; él tenía la cabeza apoyada contra una de las paredes.
—¿Es el mismo de hace dos años? —inquirió, fingiendo sorpresa; la sangre le comenzó a bombear con más velocidad.
—Claro que sí, y lo sabes, no te hagas —Adrien sonrió—. ¿Ves? ¡Lo sabía!
—Vale, sí, sé que es el mismo —admitió.
—Y simulaste que no para evadir mi pregunta —la miro por el rabillo del ojo—. También lo sabía —susurró para sí misma—. ¿Qué es lo que no me quieres decir?
«Que... »
—Lo necesitabas más que yo, Marinette. Además, no quería que me odiaras por lo de la goma.
—No te odiaba.
—¿En serio? —interrogó, sarcástico, alzando una ceja.
—Bueno, sí, te odié —Adrien sonrío—. Pero se me pasó con lo del paraguas.
—¿Ves? —el muchacho rió, cerrando los ojos y suspirando.
—¿Sólo eso? —susurró ella, se escuchaba decepcionada. Volvió a retorcer sus manos con nerviosismo.
Adrien la observó por las rendijas de sus ojos... Y con el corazón en la mano, la ignoró y fingió que no oyó nada.
«Así es mejor».
Me gustaría narrar que se quedaron encerrados el resto de la noche, que tomaron valor y se dijeron todo lo que sentían, que se besaron hasta desgastarse los labios, que ella durmió sobre su hombro y él la miró mientras lo hacía; pero eso no fue lo que pasó.
Ni de cerca.
Una hora después, cuando ya Marinette se había quedado dormida contra las puertas del ascensor y Adrien pensaba en la vida, Alya pidió que el elevador volviese a funcionar. Cuando Adrien notó que el cúbilo se movía, decidió despertar a la peliazul.
—Marinette —comenzó a moverla por los hombros, con cuidado de no desnucarla—. Marinette —su voz aumentó de tono.
«Qué sueño pesado tienes, eh. Con razón siempre llegas tarde».
—¿Tikki? Cinco minutos más... —balbuceó la chica, restregando su mejilla contra la mano de Adrien. Éste casi muere de ternura.
«Aww. Eres más adorable sin esa mascara».
—¡Marinette Dupain-Cheng! —exclamó el joven, negando con la cabeza para dejar de mirarla embobado; trató de removerla un poco más.
Grave error.
Las puertas del elevador se abrieron en el primer piso, y como la interna heroína se encontraba dormida contra éstas y el joven trataba de despertarla, ambos chicos cayeron al suelo. Él sobre ella. ¡Pero sus rostros, lastimosamente, no quedaron ni un poco cerca!
Nino y Alya, que habían bajado por las escaleras de emergencia media hora antes, compartieron una mirada perversa. Acto seguido, ayudaron a sus amigos a levantarse.
—Antes de que lo preguntéis, no, no es lo que parece —aclaró Marinette, acomodando su vestido y recibiendo el paraguas que Alya le tendía. El recuerdo de lo último que había ocurrido antes de quedarse dormida la atacó.
—Para nada —reiteró el rubio, sin mirarla. Volvió a acomodarse la corbata. Notó que Marinette ya estaba más consciente.
—Parece que os quedastéis encerrados en esa caja del demonio y hasta ahora lograstéis salir, ¿no es eso, acaso? —cuestionó Nino, simulando inocencia y confusión. Debía probar suerte en el mundo del cine algún día.
—Entonces sí es lo que parece —rieron con nerviosismo; sus respectivos kwamis rodaban los ojos dentro de sus escondites.
—Por cierto, no sé si notastéis nuestra presencia en esta planta... Lo que sucedió fue que Chloé vomitó y la fiesta se acabó. Dos barriles de cerveza y chocolates de alcohol no son una buena combinación, ¿quién lo diría? —la ojioliva hizo una mueca de asco—. Lo grabé todo, después os mando copias —mencionó.
—Bien.
—Yo ya me cansé —la pelicaoba bostezó, entrelazando su brazo con el de su novio—. ¿Puedo quedarme a dormir en tu casa? —preguntó, dirigiéndose hacia el muchacho.
—Supongo que sí, cariño —respondió Nino, sonriéndole, mientras se daban la vuelta y salían por las puertas del hotel. Dejando, sin querer, solos a los silenciosos enamorados.
¿Ya dije que eso no estaba en el libreto?
«¿Me dejaste?» Adrien y Marinette estaban algo molestos con la parejita. No eran tontos.
Ambos se encogieron de hombros.
Marinette salió primero, rápidamente escapando, abriendo su paraguas en el portal de la edificación y caminando en dirección a su hogar. Sin poder evitarlo, Adrien la observó, esquivando la lluvia; evocó los recuerdos del inicio de su amistad.
Llovía.
Ella necesitaba un paraguas o se quedaría ahí, bajo el umbral, hasta que dejase de llover; sin embargo no parecía que eso fuese a pasar muy pronto. Sus mejillas estaban sonrojadas; sus manos y pies temblaban, pero no de frío.
Él también estaba nervioso: su corazón latía más rápido, más fuerte, como si nunca lo hubiese hecho; no le importaba mojarse un poco con tal de que ella no lo hiciera.
La quiso lo suficiente para decretarla su amiga ese día, esa palabra era más fuerte que las demás. Amistad.
¿Qué amistad no contiene amor? ¿Qué amor no contiene amistad? Quien inventó que cuando te decían "amigo" te condenaban a la "friendzone" no sabía lo que era el afecto, y simplemente, le clavó a todos en la cabeza ese tabú. Y no es como si Adrien supiera exactamente lo que era el afecto, pero le bastaba con saber que ella lo era: su amiga, su compañera; ella era amistad, ella era amor; ella era su pecado, su salvación; ella era su oscuridad, su claridad.
'Porque eres la parte de mí que desearía no necesitar'
Lo entendió todo.
'Si nuestro amor es insano, ¿por qué eres mi remedio?'
Salió del hotel, respirando muy fuerte, tanto que dolió. Corrió detrás de ella, que doblaba la esquina. Llegó hasta la chica de sus sueños, algo empapado gracias al agüacero; la tomó por los hombros, la giró sobre sus talones y no se contuvo más, la abrazó. Sus brazos se deslizaron por el menudo cuerpo de ella, hundió su cara en el cuello de su amada, y apretó el agarré alrededor de su cintura.
'Si nuestro amor es una locura, ¿por qué eres mi claridad?'
—No es sólo eso, nunca fue sólo eso —confesó—. Te amo. Y ya no me da miedo decírtelo —se apartó un poco para mirarla a los ojos y colocó sus manos en las mejillas de la chica—. Te amo, Marinette. ¿Y te cuento un secreto? Yo no confío en el antifaz, confío en quien está detrás de él. Y tú has estado detrás de ese antifaz desde el principio.
El paraguas se resbaló de las manos de la adolescente, y éste cayó al asfalto, junto a ellos.
'Si nuestro amor es insano, ¿por qué eres mi remedio?'
No les importó.
'Si nuestro amor es una locura, ¿por qué eres mi claridad?'
Las manos de Marinette se posaron delicadamente a ambos lados de la cara del rubio, peinó su cabello dorado con sus dedos, que se había corrido por el agua de la llovizna, y lo confirmó: se trataba de Chat Noir. Su gatito.
Las palabras eran superfluas en aquel intervalo de sus vidas.
Dos nubes de aliento cálido se dibujaron en el aire, dos mentes y los pensamientos de éstas coincidieron, las agujas del reloj de Notre Dame chocaron, el mecanismo de sus cuerpos falló junto al otro, sus ojos se cerraron y sus labios se sellaron. Dos mundos se besaron ese día, y por consecuencia, otro se creó.
¿Era posible que dos piezas distintas encajaran? Sí, lo era, porque ellos eran dos piezas distintas, que encajaron en el mismo rompecabezas de amor.
[•••]
“Porque nada podrá frenarnos, bichito. Te amo, con o sin tu máscara. Amo ver tus hermosos ojos azules a través de ella o a plena luz del sol. Amo tu sonrisa, tu gracilidad, tu expresión decidida, [...] Lo amo todo de ti, Marinette. Mi vida entera te pertenece”.
* * *
Nota de la Autora:
Bueno, no quiero decir mucho aquí. Sólo que duré mucho –más que demasiado– escribiendo esto.
Ah, y fingid que en el capítulo de Anti-bug los chicos ya tienen diecisiete. Lo iba a hacer con ellos de quince, pero Chloé tendría que haber sido una quinceañera, habrían menos posibilidades de alcohol, y en la escena del vals hubiese estado Chloé en lugar de Marinette. Obviamente con los detalles distintos (porque la fase es Adrienette).
PD1. Tuve que cortar tres escenas.
PD2. Una de las escenas era NathChloé, la otra Chlodrien (la del vals), y la última MariChat. Corté la última por la temática de fase y falta de tiempo.
PD3. Corregí esta cosa mil ocho mil veces. Si hay errores –que obviamente hay–, se me pasaron. Es un one-shot largo, no me culpéis.
PD4. ¡Yo quería escribir lo del NathChloé!
PD5. Nunca había escrito un Adrienette. Jamás. Me refiero a que, cuando lo hice antes, fue sólo pa' arruinar las cosas y formar una trama MariChat. [Una cosilla cliché que ya borré, por cierto].
PD6. Casi hago que los arroyara un coche; mi mente quería matarlos. Pero, una niña (ChessireNoir –a quien le conté parte del one-shot antes de escribirlo–), me iba a quemar viva si los dejaba mal. ¡Agradecedle a ella que no los matara!
PD7. La canción que usé se llama “Clarity”. Sólo está traducida para que todos la entendáis. [Tal vez mal traducida, por cierto].
[6306 palabras] [Sin contar la “Nota de la Autora”]
—Kiuby “la que no puede hacerte vomitar arco iris” Monogatarie.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top