Especial "Mi vida después de ti": Una vacuna para Anabiel
Capitulo dedicado a: @MaricelaPilay (Como nunca tuve la oportunidad de dedicarte algo de los Abichuelos, aquí te va un capitulo muy chuchitierno para ti. En verdad es lindo verte pendiente de todas mis historias. Me alegra tener una lectora tan fiel como tú)
—Por nuestro vecindario todos te conocen como el "veci" de las groserías—Aby me contó cuando salimos de un pequeño supermercado, donde hicimos las compras para la cena.
Ella llevaba en sus brazos a una Any dormida, mientras que yo llevaba las fundas de compras.
—¿Porqué me dicen así?—yo me hice él loco y ella soltó una risita.
—Compadre, siempre que te sale algo mal sueltas unas palabrotas—Ambos nos dirigíamos hacia el auto estacionado en la calle—. Recuerdo que cuando construías la casita en un árbol; una que queda a unos metros de nuestra casa, nuestro amigo de la casa vecina fue ayudarte, y me contó que cada vez que te clavabas el dedo, soltabas la palabra que empieza con P y la palabra que empieza con V.
—Mentirosa—solté un carcajada—. Por otro lado, ¿en serio hice una casita del árbol?
—Así es—ella me sonreía suavemente—. Dijiste que siempre habías deseado una de esas, así que un día de vacaciones solo te pusiste hacerla. Me dijiste que ahí inaugurarías "el club de los frijoles mágicos", donde hasta ahora la única miembro es Any.
—No puedo creer que en serio lo haya hecho—yo me detuve para abrir la cajuela del auto al que llegamos.
—Lo hiciste y es hermosa. Tú misma la decoraste con cosas tuyas, y por supuesto las de Any. Cada tarde cuando se ponía el sol, tú solías llevarla a la casita del árbol a jugar o simplemente cantarle hasta que se duerma. Se podría decir que hacían sus reuniones del club, dejándome a mí fuera—ella me miró ofendida—. Según tú no me dejabas entrar porque en las reuniones se hablaban de cosas confidenciales sobre mi.
Solo de imaginarlo solté una carcajada.
—De alguna manera me debo desahogar sobre tus maltratos físicos—le dije en broma, ganándome un puñetazo en el brazo.
Como extrañaba hasta los golpes accidentales de Aby.
—Me hiciste sentir usada—Aby reía, abriendo la puerta del asiento trasero. La vi acomodando a Any muy despacio en su moisés—. Cuando quisiste inaugurarla, me invitaste y toda la cosa. Cenamos, cantamos, jugamos varios juegos de mesa hasta el anochecer, y luego... otras cosas— ella de repente se puso roja y de inmediato capté que pasó después. Sin evitarlo sonreí por su reacción—. En fin... al día siguiente me mandaste sacando de tu casita, y pusiste un letrero que decía "Ingreso solo a los miembros oficiales" y por supuesto solo estaban el nombre de Any y el tuyo.
Me imaginé la escena y empecé a reír a todo pulmón.
—Pobre, la abichuela—solté sacándole la lengua, y terminando de meter las cosas en la cajuela.
—No se que tanto tienes ahí, pero como sea... solo dejo que el niño tenga su espacio para hacer travesuras—la oí decir y yo cerré la puerta.
Aby le dio un beso en la coronilla a Any, y luego de taparla hasta el cuello con una cobija, cerró la puerta de atrás y fue a buscar su lugar en el asiento del piloto.
Se suponía que el siguiente punto en nuestra lista de quehaceres era ir a comprarle ropa a Any, pero al parecer Aby tenía otro plan. Cuando me soltó lo que íbamos hacer casi me pongo a llorar del susto.
—Hoy le tocaba a Any su segunda dosis de HB—ella me informó mirándome nerviosa—. ¿Prometes no hacer drama cuando se la inyecten?
—¡No le puedes hacer eso a tu propia hija!—solté horrorizado—¡Mujer que clase de monstruo eres!
(...)
Llegamos a un consultorio medico muy modesto. Solo habían unos cuantos pacientes en la sala de espera, y por supuesto la recepcionista.
—Buenas tardes señor y señora Vélez—la muchacha salió a nuestro encuentro cordialmente. Estaba sonriéndonos con muchas ganas hasta que me miró más detenidamente—. Wouu... ¿se hizo cambio de look?—me dijo la chica mirándome asombrada—. Vaya, luce muy bien... con todo respeto. ¿Dónde se hace tratar su piel? Luce como de 15 años.
Aby soltó una carcajada.
—Solo se quitó la barba—Aby aseguró mientras colocaba el moisés de Any en uno de los sillones—. Miles de veces le dije que se quite esas barbas que tanto pican.
Seguí preguntándome como me vería de mayor.
—Pues lo rejuveneció bastante—la chica dijo amablemente-. En fin... ¿están todos listos para la vacuna de la hermosa Any?
—Como siempre nadie está preparado—soltó Aby, mirando con culpa a mi bebé—. Sobre todo Christopher... está más nervioso que la propia Any. Solo espero que no ocurra lo de la última vez.
—¿Qué ocurrió?—dije curioso y ella me ignoró.
—Como siempre el señor Vélez armando escandalo por una agujita—la chica soltó una risa. Por mi parte yo espiaba hacia la habitación del fondo en cuyo interior habían estantes con canastas de agujas y ampollas en cajas.
—Gallina—Aby empezó a sacar despacio a Any de su moisés—. Ojalá se portara así de miedoso cuando se va a tatuar cualquier cosa. Casi ya no tiene piel sin tinta.
—¿En serio?—dije sorprendido.
Sabía que quería hacerme unos cuantos tatuajes, pero no creí que tantos.
—Lo bueno de esos tatuajes es que... Any y yo estamos en casi el 50 % de sus significados—Aby soltó con una sonrisa triunfal y en seguida me dio un beso en la mejilla. Luego puso su atención en la chica—. Y entonces... ¿pasamos?
—Sí, por favor—la recepcionista se adelanto para guiarnos hacia el cuarto de tortura llamado "consultorio 2"—. El doctor Suarez lo está esperando desde hace rato.
Todos fuimos a la habitación donde un hombre anciano nos recibió con una sonrisa. Él se levantó de inmediato y se nos acercó para saludarnos.
—Aby y Chris—el señor nos dio la mano—. A los tiempos que los veo.
Una vez más alguien me miró detenidamente. Ahora el doctor me analizó de arriba abajo, menos mal mi ropa hacia que luzca de mas edad. Aby me había prestado ropa de mi yo del futuro para no levantar tantas sospechas.
Yo estaba con un chompa de cuero, unos pantalones oscuros apretados y una camiseta gris con un diseño extraño. Lo que más disimuló mi juventud fue mi cabello escondido en una gorra de lana.
—Veo que la vida en Miami le sienta muy bien—él doctor aseguró bromista—. La última vez que lo vi, tenía la cara que tiene todo padre con un bebé recién nacido. Era más ojeras que persona.
—Sí, pobrecito bebé—yo hice un puchero de lastima—. Este pobre se la pasó de mamá gallina los primeros días.
—Sí, me imagino—él doctor se dio un estirón e indicó a Aby con la mano una camilla pequeña acolchonada—. Ponla allí.
Abigail cumplió con el pedido, y con cuidado recostó a Anabiel en la colchoneta de animalitos. Lastimosamente no pudo mantenerla dormida, pues en seguida Any se puso a parpadear para luego dar paso a un llanto rompe oídos.
—Ella presiente lo que pasará, yo lo sé—susurré al ver al doctor preparar la vacuna a un costado.
—Distraiga a la bebé—me dijo el médico y yo asentí de inmediato.
—Deberías cantarle un poco—Aby me sugirió—. Tú sueles cantarle y sonreírle cuando la vacunamos. Ella se pierde en ti.
—Okey—yo tragué duro y me arrimé a la colchoneta mirando a una Any la cual seguía llorando—. Mi amor, aquí estoy.
Y entonces empecé a cantar una canción infantil.
—Estaba el señor, Don gato. Sentadito en su tejado, maramamiaumiau. Sentadito en su tejado— yo cantaba y Any empezó a disminuir su llanto—. Ha recibido una carta, que si quiere ser casado. Maramamiaumiau. Que si quiere ser casado.
Seguí cantando por un rato y me dio demasiada satisfacción ver como Anyi iba extinguiendo sus lágrimas. Con el paso de los minutos incluso logré que ella me mirara sonriendo feliz.
Era hermosa en verdad.
—Nunca falla esa táctica—dijo divertido el doctor, acercándose con una jeringa.
Recordé de inmediato la razón de estar en ese centro de salud, y a mi mente vino el horroroso dolor de una aguja en la piel, así que sin pensarlo más tomé a Any entre mis brazos y me la llevé lejos.
—No le haré pasar por esto—sostenía a Any contra mi pecho—. Por Dios es solo una bebita.
Aby y el medico se miraron divertidos.
—Siento que a ti te duele más que a ella—Aby se me burló—. Y ya traerla que debemos regresar a casa pronto.
—Me niego—yo besé la cabecita de Any—. Me prometí no hacerla llorar y esto hace llorar hasta al más macho.
—Dramático—Aby reía a carcajadas acercándose y yo di un paso atrás—. Solo hay una macho que llora con las aguja y ese eres tú.
—Mujer, esto duele más que tus golpes y eso ya es mucho decir—le hablé con una ceja alzada—. No le hagas esto a Any. Salva a tu propia hija.
—Okey, no la vacunemos—el médico dejó la aguja sobre el mesón junto a la colchoneta—. Pero debo recordarle que puede exponerla a una enfermedad infantil que hasta podría poner en riesgo su vida.
En seguida palidecí y abracé más fuerte a Any.
—Amor, ya oíste al doctor—Aby me alcanzó y me llevó del brazo hacía la camilla—. Solo será un pinchacito.
—Ese pinchacito es la muerte—murmuré mirando suplicante a Aby. Ella extendió los brazos para que le diera a Any.
—Corazón, dame a esa bebé y espera sentadito por allá—ella me sonrió suavemente.
—No me iré—le dije a Aby mientras le daba a Any—. Me prometí estar con ella hasta en los peores momentos, y este sin duda es el peor.
—Exagerado y tierno—Aby me dio un beso en la mejilla—. Nunca cambias.
—Viene a mi memoria la ocasión donde le pusieron su primera vacuna a Anabiel—él doctor reía mientras Aby acomodaba a Any en la camilla-. Luego de secuestrar a la bebé y ser perseguido por todo el piso por su esposa y las enfermeras, y luego de al fin vacunarla lloró hasta más que la niña.
—Sí, que gallina—soltó Aby mirándome con desaprobación.
—Los dos—reía el pediatra—. Los dos lloraron con la bebé en sus brazos.
—¿Así que no soy el único dramático?—yo tomé la manito de Any y me arrimé con los codos a la camilla.
—Es que te rompe el corazón ver llorar a Any—ella miraba triste a mi hija—. Esta niña me desarma tan fácil.
—Debo admitir que ustedes son los padres que más escandalo han armado ante una vacuna—el señor negó divertido—. Sin duda son tal para cual.
El doctor volvía a tomar la jeringa llenada y nos dio una mirada a Aby y a mi.
—¿Listos?—él nos miró detrás de sus lentes.
—Espere—yo hablé y tanto Aby como el doctor soltaron un suspiro cansado—. Yo... le cantaré. Déjeme cantarle un poco antes.
—Esta bien, como desees—el señor alzó las manos a manera de rendición.
—Gracias—yo bajé mi vista a Any la cual miraba a todos lados, moviendo su piernas y brazos distraída.
—Tu voz calmará a todos—Aby imitó mi posición y se puso a mi lado arrimando si cabeza a mi hombro.
Tomé un poco de aire, y sin soltar la mano de Anabiel ni despegar los ojos de ella empecé a cantar.
Escogí una canción que no creí se hiciera realidad algún día. Era una canción de Axel llamada "Es ella".
—Es ella, princesa—canté lo mejor que pude—. Mírala mi amor, que bella. Es ella, tan tierna. Poesía angelical de la pureza.
Any me miraba atentamente apretando uno de mis dedos.
Y una vez más volví a cantar, pero esta vez le sonreí. Ella también me devolvió la sonrisa y juro que morí de amor.
Estaba distraído cantándole hasta que de repente sentí a alguien ponerse en frente. Justo ante mis ojos esta el torturador con la jeringa.
—¡Ay no!—exclamé horrorizado y solo se me ocurrió esconder mi cara en el cabello de Aby.
—Debería seguir cantando—dijo el doctor—. Al parecer distrae mucho a la bebé.
—S-Sí—yo no miré y seguí cantando—. Es ella, princesa...—y miré hacia el pediatra que estaba listo con la aguja—. Aaaaaaah—exclamé riendo nervioso causando que Any soltara una carcajada de bebé
—Sigue cantando, amor—Aby dijo divertida—. Vas bien.
—Es ellaaaaaaaaa—canté o más bien dicho grité pues el doctor pasó un algodón con alcohol en su piernita—. E-ellaaaaaaa...
Aby a mi lado empezó a reír por mi manera escandalosa de alargar la "a" en mi canción. Pero no solo ella sino también Any. Ella soltaba unas carcajadas que me hacían querer apretarle los cachetitos.
Y el doctor quitó la tapa de la aguja.
—Nooooooo—solté asustado y tomé un respiro para seguir cantando—. Es... Es ellaaa...— yo vi como posesionaba la aguja—. Aaaaaaaaaah...
Aby seguía riendo a carcajadas y Any ni se diga. Supuse mi terror les era divertido.
—Voy a inyectar—avisó el médico.
—Aaaaaaaaaah—intenté gritar al ver que empezaba a entrar la aguja pero de repente Aby tomó mi barbilla y de la nada me plantó un beso.
La manera en que ella extinguió mi grito causó dos cosas. En primera que Any soltara una carcajada más fuerte y en segunda que mi horror se extinguiera.
—Siempre funciona callarte así ante una vacuna-ella me guiñó un ojo y volvió de inmediato su atención a Any empezando a cantarle—Es ella, princesa...
Anabiel aún sonreía pero poco a poco empezaba a disminuir su sonrisa.
—Mírala mi amor, que bella—continué cantando nervioso.
Y como era de esperarse la risa y la distracción duró poco. El líquido pasando en su piernita de seguro empezaba a doler.
Así fue como a los pocos minutos la cara de tragedia de Any apareció.
—¡Buaaaaaaaaaa!—soltó a todo pulmón Any y mi corazón se rompió de inmediato.
Mi bebé empezó a llorar y tanto Aby como yo nos apresuramos a hacer caras ridículas. Lastimosamente no surtieron efecto.
—Listo—informó el doctor mientras sostenía el algodón contra el agujero que le dejó.
La voz potente de Any inundó todo, y entré en pánico por la forma tan intensa que lo hacía.
Enseguida la cargué en mis brazos y empecé a mecerla mientras le cantaba. Desgraciadamente nada hacia efecto.
—Shhh, mi vida. Ya pasó—Aby decía nerviosa y Any lloró mas fuerte.
—Ay no, algo malo le pasa—dije asustado, fijando mi mirada en el pediatra.
—Tranquilo—sonrió el doctor y miró a Aby—. Dele un poco de su pecho y con eso bastará.
—¡Rápido Aby! ¡Has lo que dice el doctor!—le dije a ella y en unos segundos se desabrochó su blusa.
Yo me apresuré a colocarle una silla y la hice sentar.
—Las cosas que se hace cuando una es madre—ella me pidió a Any y la puse en sus brazos. De inmediato ella dejó al descubierto su pecho y colocó a Any de forma que ella pudiera tomarlo con su boquita.
—Tranquila, bebé—Aby acariciaba la cabeza de Any, la cual por fin dejó de llorar. Ahora solo miraba fijamente a Aby mientras lactaba. Pero de todas maneras la miré tener ligeros ataques parecidos a los de hipo.
—Estos padres primerizos—él medico se puso a mi lado—. Siempre me alegran el día con sus dramas.
De pronto miré como un chupete era puesto frente a mi cara.
—No es un premio por ser buen niño—él doctor soltó una risita—. Es para que se calme un poco.
—Gra-gracias—solté tomando el chupete
—Y yo que creí que ya se estaba acostumbrando a las vacunas—el señor se fue riendo—. Pero ahora que lo veo actuando como si fuera su primera vez... ya veo que nunca sucederá.
De hecho si era mi primera vez.
El pediatra se fue dejándonos solos, así que tomé una silla y me senté junto a Aby.
—Que bueno que no te desmayaste—Aby dijo sonriente.
—Estaba por hacerlo. En verdad casi me hago pipi por no saber como callar a Any.
—Te entiendo—ella daba palmaditas en las nalguitas de Any. El primer día que la tuvimos a solas en casa, lloré hasta más que ella. Y tú también. Recuerdo que le pusieron una especie de vacuna cuando salió del hospital. Y ay Dios mío, en la noche se la pasó llorando por el malestar. Yo no sabía que era normal y ni tú tampoco. Así que nos la pasamos la noche en vela imaginado lo peor. Si no hubiera sido porque tu mami nos dijo que era normal una reacción así, hubiéramos ido al hospital.
—Creo que desde ya voy a leerme todos los libros sobre "Como ser papá"—dije asustado.
Aby se acercó a mis labios y plantó un corto beso.
—Para ser tu primer día, estuviste muy bien.
El ver a Any tan tranquila en sus brazos sin despegar su vista de Aby, como si ella fuera lo más interesante del universo me hizo sonreír. Y fue aún más bonito el impacto de la escena al ver como Aby la miraba con adoración mientras pasaba los dedos por su cabecita.
Era una panorama perfecto.
—Eres hermosa, Abichuela— le di un beso en la mejilla y arrimé mi cabeza a su hombro. De inmediato tomé la mano de Any—. Y tú también lo eres frijolito.
Al instante Aby soltó una carcajada.
Me estaba sintiendo en casa con ellas y me dolió el corazón pensar que mi lugar no era con ellas, al menos hasta después de tantos años.
No quería volver a mi tiempo.
(...)
Regresamos a la casa luego de comprar pan y pasteles en una panadería, y en seguida preparamos juntos una rica cena mientras charlábamos. Nuestro tema favorito fue sus experiencias con Any.
Fue hermoso saber hasta cosas tan simples como que Any siempre reía al ver una foto de Erick con cara de chiguagua rabioso.
En fin...
Nos servimos lo que preparamos en la sala, mientras mirabamos una serie en la televisión. Ambos nos turnamos para tambien darle a Any su mamila. Concordó su hora de comida con la nuestra.
Las horas pasaron y mientras bebíamos un vino, sentados junto al calor de una chimenea, logramos que Any se durmiera. Yo le cantaba mientras ella la mecía, así trabajamos en equipo.
Mientras charlabamos habíamos hablado de muchas cosas sobre el futuro, como gobernantes que vendrían, fenomenos musicales que arrasaría la industria, chismes sobre Any y Dani con respecto a su vida amorosa, futuros profesionales de varios amigos míos. En fin, todo parecía creible expecto algo. Ella me habló sobre algo muy turbio que sucedió en el mundo hace algunos años.
Según Aby un virus infectó a todo el mundo, obligando a todos los humanos a esconderse en sus casas. Me contó que en medio de esa pandemia ella estuvo trabajando muy duro en el hospital, y que tuvo que dejarme abandonado por unos meses porque no quería exponerme a la carga viral a la que ella se exponía. Me dijo que era una suerte que aún no tuviéramos a Any.
Como sea, terminó su cuento contándome que todos empezaron a convertirse en zombies, y no se qué más.
Por supuesto no le creí, era demasiada ficción para ser verdad.
—Vamos a la habitación—Aby me extendió la mano y yo me levanté de la mesa para seguirla.
Al llegar a la habitación Aby nos dirigió a la cama. Ella me indicó que me sentara mientras se encargaba de acomodar a Any en su cuna.
—No deberías juntar una cama, la noche, tú luciendo hermosa, y un chico que te ha extrañado— le dije bromista, mordiéndome el labio.
—Eres un peligro, Bodoque—ella se subió el cierre de su chaqueta lo más que pudo y se sentó a mi lado.
—Contigo no me aguanto y lo sabes—dije risueño recostando mi cabeza en la almohada. Aby fue a apagar la luz, quedándonos solamente con la luz de una lampara.
—Por ahora deja de lado tus perversiones—ella se recostó a mi lado—. Necesito hablar de algo muy importante.
—¿De que?—murmuré apegándome más a ella.
Nuestros alientos chocaban.
—Sobre esa idea tuya de querer abandonar Cnco—ella me puso una mano en la mejilla—. Raguel me dijo algo al respecto.
—¿Conoces a...?
—Se muchas cosas que no quisiera saber—Aby se mordió el labio pensativa—. Incluyendo a Raguel. Pero por este lio tuya, tuve que volver a... saberlo.
—¿A que te refieres?
—Hay cosas que sabrás a su debido tiempo—ella me acomodó el fleco—. Hoy por hoy solo debes saber que las historias de ficción no son tan bobas del todo.
VOLVÍ JAJAJAJA
¿Extrañaban contenido de los abichuelos? La verdad yo sí jeje
Y pues primero que nada disculpas por haber dejado casi un año abandonado este libro, el cual dejó inconcluso el especial "Mi vida después de ti". Les cuento que a duras penas me quedaba tiempo para actualizar Profecía de un final feliz jejeje, y como que dejé de lado un tiempo esta novela porque se podría decir que solo eran extras que casi no tenía una trama que continuar.
Pero en fin, decidi aprovechar mis vacaciones para terminar este especiaal, él cual quizás solo tenga uno o dos capitulos más.
Como adelanto para el siguiente cap, alisten sus pañuelos jiji.
Por cierto, sé que quizás se pregunten la razón de que Aby siga siendo la doctora Abichuela, y pues... quizás por ahí en algún extra haga algo para que siga siendo medico. Eso no quiere decir que tampoco haya dejado de lado sus estudios en arte. Menos mal esta novela da para retorcer la historia acorde a mi loca mente jajaja
Siéndoles sincera, extrañaba meterla en cosas del campo médico con Chris jajaja, ya verán un extra que muy pronto se vendrá jijij.
En fin, nos vemos en la próxima actualización. Chaitos. 😘😘
PD: Las fotos de la boda de Sheryl Rubio (La modelo que escogí como Aby) me recordaron la boda de Chris y la Abichuela. Se ve casi tan igual a como la describí en la novela. Casi me infarto.
Yo sé que muchas quedaron con ganas de saber más de la boda, así que... quizás me haya inspirado a hacer unos extras.
Ahora sip, chaitos jiji
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