04. Tormenta de arena

Ariel giró, entre las sábanas de su cama cama, buscando a Jules. Sin embargo, solo encontró las telas vacías y frías. Se levantó sorprendida y miró la hora. Solamente eran las seis de la mañana. Pensó que quizás se hubiera levantado para ir al baño, por lo que salió a buscarle. No estaba en ningún sitio de su piso. Algo asustada y sorprendida, cogió el móvil. Abrumada vio que tenía más de diez llamadas de Jesús, tres de Eva y una de su hermano. Aterrorizada se sentó en la cama. El corazón le latía a diez mil por hora. Estaba claro que algo malo había pasado. Algo muy malo. Llamó a su hermano el primero, puesto que estaba segura de que estaría levantado. Además, de que era la única voz que necesitaba oír, si iba a escuchar malas noticias. 

—¿Cómo estás, pequeñaja? —la voz de su hermano sonaba tranquila, aunque algo apagada y tensa.

—Asustada. ¿Qué pasa? ¿Ha pasado algo? —el extraño silencio de su hermano la asustó aún más y repitió —: Tonik, dime que pasa. ¿Estáis todos bien?

—¿No has visto las noticias? —ella puso el manos libres en su móvil y abrió la prensa. Una foto de ella de la mano de Jules en la fiesta, otra saliendo del estudio. En su coche sonriendo, el día del cumple de Jesús, mirando a Jules. Su Jules. Sin máscara. Ellos besándose. «Z-Lech ya no se esconde tras su máscara», rezaba el titular. «Su novia nos da detalles sobre el hombre que se esconde tras las gafas y la gorra», decía otro un poco más abajo. «Julián Larraga, el hombre tras el artista», rezaba otra y centenares más de noticias así. Todos los reporteros mostraban esas imágenes. Todos aseguraban que habían podido contactar con ella. Obviamente, todos contaban mentiras para beneficiarse, mentiras muy lucrativas. Dependiendo de quién lo publicará, decía unas cosas y otras. La ansiedad le empezó a cortar la respiración— Ariel dime algo...

—Yo no he hablado con la prensa —fue lo único que acertó a decir.  

—Eso ya lo sé, boba —le dijo su hermano—. Están por todos lados. Los periodistas, digo. Hoy no llevaré al peque al colegio. Han publicado todo sobre Julián, y todo sobre... nosotros —una noticia mostraba imágenes suyas de sus redes sociales. Las abrió y se dio cuenta de que había aumentado casi diez mil seguidores en una noche. Las puso en privado de inmediato. Nunca había pensado en interesar a nadie con su vida. Encontró un extenso artículo que hablaba sobre su pasado. Una joven con altas capacidades, sus estudios, la pérdida de sus padres. Su conexión con la famosa bailarina, Helena Carjéz. Hablaban de su hermano Tonik. Todo... absolutamente todo. Incluso... el innombrable de su ex aparecía mencionado. Las náuseas se apoderaron de su cuerpo. ¿Cómo se habían podido enterarse de todo eso? Toda su privacidad e intimidad expuesta. Igual que Jules—. ¿Qué vais a hacer?

—No lo sé. No sé donde está Jules —sin pensarlo, ella le escribió un mensaje, pero quedó sin recibirse—. Debe estar con Óscar, mirando de arreglarlo. No sé. Tengo que llamar a Jesús y... —Ariel empezó a sollozar sin poder remediarlo—. Tengo que... Tonik, no sé qué hacer. Está todo de mí ahí. Hay gente que ha contado cosas de mi vida y... muchas son mentiras...

—No pasa nada. La gente es así, miente por su interés. En dos días, todos se habrán olvidado. Hoy en día las cosas van así —ella colgó a Tonik, demasiado abrumada e impactada. No sabía cómo sentirse.

Llamó a Jesús, pero el teléfono no daba señal. Agobiada miró por la ventana. Fuera de su portal la prensa se agolpaba. Por supuesto, sabían dónde vivía. Se dejó caer en el suelo y se permitió llorar de tristeza. Llorar de verdad. Aunque no supiera bien por qué. Luego, hizo lo peor que se podría hacer. Leyó las noticias. Una y otra vez. Buscó la noticia original. Acabó encontrando la madre de todas ellas. El titular era: «Julián Larraga, el hombre tras  Z-Lech. Todo sobre su vida y su historia de amor». La noticia hablaba de la infancia de Julián y Jesús, dos hijos amados y queridos por el importante y maravilloso empresario Larraga. Solo mencionaban los problemas de salud de su madre y la tristeza de su pérdida. La noticia hablaba de ambos hermanos y les colocaba en las mejores escuelas y cúspides. Era una noticia empalagadora y demasiado centrada en alabarles. Tanto que casi parecía una mofa sobre ellos. La periodista, tras dorar mucho la rosca, se centraba en lo que le importaba: hablar de que ambos hermanos se habían descarriado con la adolescencia. Hablando de la apresurada paternidad de Jesús. Pero, sobre todo, hablando del pasado de Jules. Ariel abrió los ojos como platos al leer que estuvo en un reformatorio dos veces, por peleas callejeras. No fue hasta los veinte años que recondujo su vida en la música. Sabiendo que era una persona demasiado conocida en el esfera social y en la calle por su oscuro pasado, adoptó la identidad de Z-Lech. La noticia alababa su talento, su proceso transformativo, a través de la música. Dedicaba un poco a ahondar en sus particulares escarceos amorosos, hasta llegar a ella. La noticia decía:

 «A pesar de todo, no ha sido hasta ahora que se le ha conocido una pareja estable. La joven y desconocida Ariel Carjéz. No se sabe mucho de ella, excepto que estudió en la misma clase que Jesús Larraga, donde parece que fueron muy buenos amigos. Es más, algunos rumores apuntan, a que hubo un pequeño affaire romántico. Pero, el pasado es pasado. Ariel es una joven con altas capacidades que fue adelantada de curso en dos ocasiones. Ha estudiado en las mejores universidades y, aunque sus inicios laborales fueron humildes, acabó trabajando para el impresionante empresario Daniel Miró. Quién ha declarado, que fue Jesús, quién le robó a su mejor empleada. Seguramente por envidia de su éxito profesional. Y que si ella quisiera, las puertas de su empresa seguirían abiertas para ella. Aunque lamentablemente para él, debido a la conexión con la familia Larraga, no creo que eso vaya a ocurrir próximamente. Los rumores cuentan que Julián y Ariel se conocieron a través de su hermano y llevan desde este pasado verano juntos.»

Tras esa introducción la periodista se inventaba una supuesta llamada con Ariel, donde ella misma indicaba que en verano se enamoraron. Según la periodista, ella le habla de cómo descubrió la identidad de Z-Lech. Cosa que según la entrevistadora, pasó cuando en una reunión se le cayeron las gafas, delante de su hermano. Todo muy absurdo. Luego, hablan bastante de sexo y sobre cómo es en la cama. Incluso cuenta detalles de como fue conocer a su familia y si hay planes de boda. Aunque todo lo contado es falso, y se nota bastante, las imágenes es lo más importante. Las fotografías mostradas son demasiado. Negarlas, daría incluso más veracidad a la absurda historia. Otros medios habían cogido esas mismas frases y las habían retorcido con otros fines. Agobiada y muy enfadada, Ariel tiró el móvil sobre el colchón. Sin embargo, ahora ya había pasado. Tenían que mirar cómo resolverlo. Molesta, llamó dos veces a Jules. Sin embargo, el teléfono seguía desconectado. Volvió a probar con Jesús, quién esa vez sí la atendió.

—Ariel —su voz sonaba cansada y raspada, como si hubiera estado gritando. Cosa que probablemente fuera cierta.

—Jesús, ¿qué vamos a hacer? —el suspiro sonó agotado, incluso a través del teléfono.

—No te preocupes por nada. Nuestros abogados ya están con el proceso de demanda. Óscar está con todo el papeleo y temas con los medios. Nosotros nos ocuparemos de todo. Intenta no publicar nada, ni hacer mención al respecto hasta que te digamos lo contrario —Ariel se sentía atrapada e impotente. No tenía las riendas de su vida. Lo que más temía se había hecho realidad. Sin embargo, aceptó todo lo que le indicó. Silencio absoluto. Teletrabajaría esos días hasta tener algo más claro. Jesús le contó que al día siguiente, harían un comunicado de prensa, y una entrevista de Z-Lech en un programa de televisión. Ariel estaba como ida, no acababa de entender nada de lo que estaba pasando. Todo le parecía irreal.

—¿Y Jules? ¿Está ahí? —preguntó al fin.

—Owen ha conseguido que se acueste un rato y nos dejé trabajar. Ariel, dale espacio estos días. Espera hasta que él te llamé. Es un tema delicado y...—ella le cortó.

—Lo entiendo —colgó agobiada.

Tras desayunar sin hambre y vestirse, como en piloto automático, se sentó en el despacho a trabajar. Fue recibiendo llamadas de sus conocidos. Las únicas que atendió fueron sus amigas: Sandra y Eva. Además de a su hermano Tonik. Quién le aseguró que la prensa ya había desaparecido de su hogar. Horas más tarde, ella vio con indiferencia, que también la prensa de su puerta había desaparecido. Las redes hablaban de la entrevista. Pero, otros escarceos famosos habían ocurrido en el mundo, y el tema se había calmado. Más relajada, pensó en llamarle y mirar de animarle con alguna broma o comentario. Sin embargo, el teléfono siguió dándole como desconectado. Suspirando, se cambió el pijama. El timbre la sorprendió e ilusionó por igual. Quizá, era mejor verse, al fin y al cabo. Esperanzada fue a abrir, pero solamente era Tonik. Quién la abrazó fuerte entre sus brazos. 

—¿Cómo estás? —le preguntó ya en el sofá de su hogar, con los gatitos dando vueltas a sus tobillos. Ariel le observó con tranquilidad y las lágrimas acudieron a sus ojos. Tonik la miraba con ese cariño y protección que siempre habían sido su hogar. Le abrió los brazos y ella se acomodó contra su pecho. Su hermano era su roca.

—Mal. No sé como sentirme. Es como si me hubieran arrojado a los leones y él hubiera... desaparecido. No me contó nada. Se fue de mi casa, Tonik. Y... no sé. No sé como sentirme. Sé que ellos lo arreglarán, pero... irse de esa manera.

—Estoy seguro de que lo harán. Al fin y al cabo, todo lo que dicen en esas noticias son mentiras. Y se ve a la legua —dijo Tonik. Su voz sonaba tranquila y segura. Infundiéndole calma a ella también.

—Sí, lo sé. Pero... me he sentido tan desnuda. Me he sentido tan desprotegida de que todo el mundo estuviera comentando esas cosas y...

—¿Pero has visto los comentarios en redes? —Tonik abrió su móvil y le enseñó lo que decían. Mucha gente comentaba cosas ofensivas, claro. Pero miles, millones de personas, hablaban con amor. Tanto del talento de Z-Lech. Cómo de la importancia de proteger su privacidad, su relación, sus decisiones—. Quién fuera que quiso hacerle daño con esto, ha conseguido lo contrario. La gente le apoya, le consideran un ejemplo de cambio y perseverancia. Quieren que sea feliz y le ven feliz contigo. Algo que hace que sus fans te quieran para él.

—Esto es... impresionante —dijo Ariel. Las lágrimas volvieron a acudir a sus ojos, y su hermano la abrazó en el sofá. Ese día no vieron la tele, ni tampoco nada más. Solo hablaron entre ellos. Ella le contó lo que sentía por Jules, y su hermano le dio consejos. De esos que ella pensaba guardar para siempre. También, hablaron con su hermana Helena y se sintió más cómoda. Él se quedó a dormir en su casa. Iván estaba con su madre. Ariel en la cama, cerró los ojos esperando que al día siguiente todo estuviera arreglado. Y... él la llamará. 

—Jules, basta —le gritó Jesús a través de la puerta—. Déjame entrar.

—No quiero hablar ahora. Estoy trabajando —otra mentira. Llevaba horas ahí encerrado, sin el móvil sin nada. Estaba intentando no pensar. Tragó de la botella de whisky otra vez. La dejó caer contra el suelo, el cristal se rompió a añicos. No le importaba. Nada importaba.

—Eres un puto mentiroso —le gritó Jesús—. Ábreme o tiraré la puerta.

—Tú mismo, no querrás joderte tu precioso hombro —oyó el golpe y la puerta tembló. Pero, no cedió hasta la tercera embestida. Sin embargo, Jesús entró y arrugó la nariz contra el olor. Llevaba ahí encerrado desde el día anterior a las cinco de la mañana. Cuando había llegado histérico y sus hermanos le habían indicado que no hiciera nada. Y, él había estado bebiendo desde entonces. Había vomitado un par de veces. No recordaba dónde. Su hermano le miró furioso. Con una furia desmedida, sin enviar él le miró calmado. Casi divertido— ¿Qué quieres?

—Deja de compadecerte. Lo ocurrido ya está. Sal de tu puta burbuja de autocompasión y sé un hombre —le dijo Jesús con molestia—. Óscar y yo te hemos solucionado la papeleta, como siempre. Pero... no vamos a hacerlo si la cagas en la entrevista.

—No quiero esa entrevista —musitó molesto. Se dejó caer en la cama y le miró. Su hermano pareció dulcificar su mirada—. No quiero dar explicaciones. 

—Pues, vas a tener que enfrentarlo. Te han desenmascarado y... —empezó Jesús.

—Pagué para que todo eso no viera la luz —se quejó otra vez con furia. La rabia hizo que sus manos temblarán. Le había costado una fortuna. Quizá no importaba, pero le importaba. Todo había salido igualmente mal.

—Pues alguien pagó más que tú —le espetó Jesús con sorna 

—Fue ella —le gritó Jules furioso—. Se enfadó por mi plantón. De alguna forma se enteró para joderme. Ella ha provocado todo esto.

—¿Ariel? —su hermano parecía petrificado y le miró como si fuera un extraterrestre o un demente— ¿Te has vuelto loco? ¿Has bebido disolvente en vez de alcohol? ¿Cómo ella iba a conseguir esas fotos?

—Ariel sí. ¿Quién si no? Ella se hará famosa y... —hasta él dudaba de ello. Jesús se cruzó de brazos y le miró. Esa mirada lo era todo. Jules se sintió tan absurdo que se echó a reír—. Soy un imbécil como papá. Culpando siempre de todo a la mujer que amo. Si ahora la tuviera aquí, haría como él, le daría una paliza. Le diría que es porqué ella no lo hace bien. Y me sentiría un hombre. Eso es lo que soy hermano. Y ella debe saberlo —Jules cogió el móvil para llamarla, para contarle el hombre que había sido su padre, quién era él. Quién le estaba jodiendo la vida de esa forma. Jesús se lo arrebató—. Ella merece saber la verdad. Yo la destruiré. Ya la estoy destruyendo.

—Jules —empezó Jesús sujetándole las manos—, tú no eres así. Estás dolido y enfadado, pero se te pasará. Jules...

—Julián —le corrigió con rabia—. Soy Julián. Ya no Jules, ni Z-Lech. Ya no soy eso. Soy Julián Larraga —le gritó. Las lágrimas asomaron a su rostro. La ansiedad le llenó el pecho. Esa noche no había podido dormir tras hacer el amor con ella. Se había quedado mirándola dormir, trabajando desde su ordenador en una nueva canción. Entonces, estalló la noticia. Y todo su email colapsó, su teléfono y... en ese momento, solo la había recordado a ella, temblando en el comedor. Solo podía recordarla asustada por eso. Y, había hecho lo que nunca creía que haría, salir corriendo. Huyó de ella y de todo. Para encerrarse ahí y beber. Olvidarse de todo, incluso de su nombre—. Déjame en paz.

—Mañana, a las nueve, te quiero fresco —su hermano cerró de un portazo la maltrecha puerta y se largó. 

El día pasó como el anterior. Jesús la llamó para indicarle que no fuera a la oficina aún. Aunque nadie comentaría nada, era mejor que estuviera en casa tranquila. Trabajó desde casa e hizo un par de reuniones tensas con Mondo. Aunque todos le aseguraron su apoyo y preguntaron por su bienestar. Sin embargo, se sentía incómoda hablando de su vida privada con sus compañeros. Aunque, ya no era privada, claro. Su teléfono siguió sonando a ratos, por no decir casi siempre, pero si no conocía el número, ella no lo cogía. Se mantuvo fiel al silencio prometido. Se mantuvo todo el día trabajando para distraerse.

A las siete por eso, Jesús le indicó que a las nueve, se transmitiría la entrevista en un programa de prime time. Eva vino a verlo con ella. Para apoyarla, para ayudarla, para estar con ella como debía ser. Ambas con el pijama, y nerviosas como nunca en la vida, encendieron el televisor. Tras varios anuncios y la presentación del programa, dieron paso a Z-Lech. Él apareció en pantalla. Con su gorra, sus gafas y su marca de ropa. Además de esa sonrisa, que siempre hacía que a ella, le diera un vuelco su corazón. Iba vestido de negro y se había afeitado. Su nariz ya estaba totalmente ecuperada, aunque aún se veía un poco hinchada. A ella se le enterneció el corazón. Conocerle tanto, quererle tanto. Le echaba tanto de menos.

—Buenas noches, Z-Lech. Es un honor tenerte hoy aquí. Aunque, quizás debería llamarte de otra forma, visto lo visto —el presentador iba directo al grano. Su corazón atronaba sus oídos. Estaba tan nerviosa. Pero, la voz de él sonó extrañamente calmada, y neutral. 

—La verdad es que prefiero seguir siendo Z-Lech ante mis fans. Es quién soy en verdad cuando subo a un escenario, cuando publico un tema, cuando trabajo. No es distinto a un nombre artístico. Mi gorra y mis gafas son mi sello personal. Z-Lech no nació con la intención de ocultar mi identidad, ni ser otra persona. Simplemente, es mi marca y mi nombre artístico —señaló. El presentador le sonrió con alegría.

—Vaya, ¿por qué motivo Z-Lech? ¿Tienen algún significado especial esas siglas?

—La verdad es que no. Lech viene por la música electrónica y elegí la Z por mi segundo apellido, Zambrano. Nada del otro mundo —Jules rió despreocupado. Ella sonrió sin poderlo evitar. La entrevista giró en torno a sus temas, sus canciones e incluso se dieron algunas pistas de las futuras colaboraciones. Jules se ganó al público a pulso, regalando camisetas exclusivas de su marca a todos los asistentes. Incluso se atrevió a mostrar algo de la colaboración con Narkye a la gente para que dieran su visto bueno. Todos reían, comentaban y las redes estaban que ardían con su cercanía. Sin embargo, el presentador empezó a tocar los temas espinosos que le habían llevado ahí esa noche.

—Estuviste en un reformatorio, ¿cierto? ¿Cómo fue eso? —Jules torció el gesto y señaló:

—No es un tema que me guste mucho comentar, pero es cierto. Tuve una adolescencia difícil. Yo me creía intocable y era un imbécil venido a más. Me metí en peleas que fueron a más y tuvieron que encauzarme. No digo que sea lo mejor que me ha pasado, pero sí que me ayudó. Estaba muy perdido y... fue la manera de salir de eso. Pero, antes de eso tendría que haber hecho las cosas mejor. Tendría que haber pedido ayuda, haber ido a un psicólogo y haber centrado mi vida antes del desastre —Jules miró a la cámara y señaló—. Chicos, nunca tengáis miedo a pedir ayuda si te sientes perdido. Es normal caerse. Es normal necesitar ayuda para levantarse.

El presentador aplaudió lo comentado y alabó su fortaleza al contar sus propias vivencias, para ayudar a los demás. Jules contó un par más de cosas, pero dejó claro que eso era un tema pasado. Algo que no le gustaba tocar. El presentador también preguntó por su familia. Tema que pasó muy de puntillas, donde habló sobre todo de su primo Owen, a quién dedicó bonitas palabras. La entrevista se acababa y ella se sentía muy tranquila. Todo estaba yendo fantásticamente. Y las redes estaban encendidas de alabanzas para Z-Lech, protegiéndolo de los maliciosos comentarios que le insultaban.

—En fin, pero vamos al tema importante, ¿te han robado el corazón, Z-Lech? —Jules se echó a reír, aunque su risa sonó algo acartonada. Fingida, para ella que le conocía.

—Eso es muy difícil de definir. Ariel es una mujer preciosa y maravillosa. Es cierto, que llevamos un tiempo conociéndonos. De ahí a tener una relación o incluso boda como se ha comentado, es demasiado exagerado. Somos amigos, muy buenos amigos, y a veces... bueno, eso da paso a más —su risa de medio lado le encogió el corazón. Parecía tan despreocupado, tan ligero. Y no decía nada que no fuera cierto. No se habían prometido la luna, ni habían hablado de relación. Lo que describía era tal cuál lo que habían vivido—. Sin embargo, aún estamos en ese punto de conocernos y no hay prisa para más. Quién sabe lo que depara el futuro.

—Entonces, ¿podríamos decir que sigues soltero y sin compromiso? —el pecho de Ariel se oprimió. Era una pregunta trampa, porque si ahora decía que no, todo lo anterior quedaría desdicho. Ella sabía que solo había una resolución posible, pero...

—Por supuesto —oírlo le rompió el corazón. Las lágrimas atravesaron su rostro. El presentador pasó a hablar de otros temas y Eva le cogió la mano preocupada.

—Cariño, ¿estás bien? —ella se secó las lágrimas apresuradas y dijo: 

—Por supuesto —un eco de sus palabras resonó por su boca, y por su vacío cuerpo—, lo que ha dicho es verdad. Solamente somos amigos. Nunca hemos hablado de amor, ni de... nada más. En fin, es solo que está yendo tan bien. Estoy feliz de que la pesadilla se acabe. Volver a la tranquilidad del anonimato.

—Ariel...—empezó ella. Eva la miraba preocupada.

—No pasa nada. Es lo correcto. No somos pareja. Claro que no. Él es Z-Lech por el amor de Dios, ¿cómo iba a enamorarse de mí? —le dijo molesta. El corazón le latía con fuerza, cada latido le dolía. Recordándole que seguía viva, que seguía sintiendo. Y que si le hubieran preguntado a ella, hubiera dicho que lo amaba—. Únicamente soy yo, Eva.

—No, tú eres maravillosa. Claro que podría enamorarse de ti. Él te ama, estoy segura. Él no es como...

—No pasa nada. Anda, es tarde. Voy a dormir —Eva se quedó un rato más molesta y preocupada, sin embargo, ella le insistió que se fuera a dormir. Acabó marchándose enfadada de casa. Ella la observó irse molesta. Ya sola en su cama, Ariel se metió entre las sábanas y sollozó hasta quedarse sin lágrimas. Todo encajaba. Él simplemente la consideraba una amiga, con la que ocasionalmente, tenía sexo. Buen sexo. Ella era quién se había enamorado del increíble Jules. ¿Cómo iba a poder evitarlo? Todo el mundo se había enamorado de él en una sola entrevista. ¿Que les pasaría si lo conocieran como ella? Aunque, su corazón romántico hubiera deseado una preciosa declaración de amor. Claro que sí. Se dispuso a ir a su cama cuando el timbre sonó. No miró por el interfono, solo abrió. Soprendida, le vio en el umbral de su puerta.

—¿Satisfechos? —dijo Jules, en el coche, quitándose las gafas y la gorra. Se sentía fatal. Lo único que quería era recuperar su teléfono y llamarla. Asegurar cómo estaba. Todos asintieron y Óscar le pasó su teléfono que encendió. Vio sus llamas perdidas, sus mensajes. El día anterior no había pensado sido capaz. Antes de llamarla, el teléfono de Jesús sonó y él descolgó. La voz de Eva atravesó el lugar, mientras conducían hacia su hogar.

—¿Ha ido muy bien, verdad? —Jesús le contó un poco por encima y comentaron. Luego, él le preguntó por Ariel. Si había visto la entrevista.

—Sí, claro. He ido a su casa. Ahora estoy volviendo. Se ha quedado un poco descolocada... en fin, porque Jules haya negado tan abiertamente su relación —a Jules se le encogió el corazón y le dolió el pecho—. En fin, ella me ha asegurado que es lo correcto y que no ha dicho nada que no sea mentira. Pero... me ha dolido verla tan insegura.

—¿A qué te refieres? —la voz de Jesús sonó tensa. Jules crispó las manos. Él quería decirles a todos que estaban juntos. Había sido decisión de los demás protegerla, diciendo que solo era una amiga. Darle más tiempo para averiguar que sentían. Pero... si por él fuera, hubiera gritado lo mucho que la amaba.

—Bueno, digamos que el innombrable de su ex no la hacía sentir muy bien sobre sí misma. Y su mirada... bueno, era como cuando se enamoró de él. En esa época no paraba de decirnos que ella no era suficiente para él, que solo podía darle su amistad y eso estaba bien —Eva parecía enfadada—. Por supuesto, ese trozo de mierda no le llegaba a la altura del zapato, pero ella no lo ve. Ariel nunca ve lo buena que es.

—Jules la quiere —Jesús lo aseguró por él. La llamada se cortó y entonces, Jules fue a llamarla, la vio en línea, pero ella no le cogió el teléfono. 

—¿Qué haces aquí? —musitó con voz entrecortada. Dios, se notaba que había estado llorando.

—Estás muy hermosa, Ariel —él bloqueaba su puerta. Ella miró hacia todos los lados, agobiada.

—¿Cómo has averiguado dónde vivo? —le recrimino, él sonrió misterioso.

—Fui a cenar con Sandra y su marido hace un par de días. Sabes que somos amigos. Ella me dio tu dirección. ¿No te alegras de verme, cariño? —su voz sonaba grave, seductora. Como siempre. Así era el innombrable. Su excompañero de carrera. El hombre que le rompió el corazón de manera tan cruel, como dura. Su nombre real era Liam Archer. Era británico. Muy alto, con un cuerpo de escándalo y unos ojos verdes que te hipnotizaban. Había sido un joven hermoso, pero se había convertido en un hombre atractivo y seductor. Liam se había dedicado a acostarse con ella para sacar las mejores notas. Era un terrible inútil y un patán en su profesión, pero era un encantador de serpientes. Ella se había sentido especial, hasta que se enteró de que se acostaba con otras, y se reía de ella. Jactándose de cómo la tenía bajo su yugo. Fueron tres años de su carrera y uno de máster perdidos con ese hombre. Sin embargo, no conseguía resistirse a él. Siempre que la buscaba, ella volvía con Liam. La última vez que se habían visto había sido hacía año y medio, cuando aún trabajaba para el señor Miró. Liam le sonrió—. Las cosas te van bien. 

—¿Qué quieres de mí? Porque siempre apareces cuando empiezo a levantar cabeza, Liam.

—Porque no puedo alejarme de ti, Ariel. Fui un imbécil en la universidad, no hay día que no me arrepienta de ello. Siempre que lo pienso me siento fatal. Intenté arreglarlo hace casi dos años, pero me rechazaste —ella negó, aunque en parte tenía razón. Él le había pedido perdón, pero ella le dejó en el restaurante y se fue. Solamente quería sexo esa vez. Ella quería pagarle con la misma moneda. Pero, verle rogándole, le ablandó el corazón y huyó temiendo enamorarse. Y ahora, volvía a estar allí, cuando ella estaba tan vulnerable—. Ariel, no soportaría que te fueras con otro. Perderte por otro.

—¿Por eso estás aquí? ¿Por qué crees que he podido rehacer mi vida y vienes a jodérmela otra vez? —dijo incrédula por el crápula que era.

—Yo no quiero eso. Te quiero a ti —su voz era tan bella y persuasiva, el teléfono de ella sonó y vio que era Jules. Pero, ahora no podía atenderlo—. Lo entiendo. Él es alguien muy increíble, Ariel. Sin embargo... ¿Crees que él va a amarte de verdad? —las dudas le cerraron la garganta. Liam se acercó seguro de su presa. Conocía todas sus inseguridades y miedos—. Sé que ahora puede parecer bonito, pero ese hombre no te amará como yo. Cometí un error y era un fanfarrón imbécil, pero cuando me dejaste, supe que estaba enamorado de ti. He intentado pasar página miles de veces y siempre... todo vuelve a ti, Ariel. Te amo. ¿Él te ha dicho algo así?

Ella quiso decirle que sí, que él la amaba. Que tenía canciones que probaban que eso era así. Pero... no estaba segura. Jules era alguien maravilloso, pero no era real. No era él. Él no era Jules, ni Z-Lech. Era Julián. Alguien que no quería dejarle conocer. Ella era real. Era una persona mundana. Con su trabajo, su piso y sus problemas corrientes. Ella no pertenecía a ese mundo. Nunca podría ser como Zayra. A ella todo ese mundo le dolía demasiado. Liam se acercó cerrando la puerta.

—¿Crees que él pueda irse un fin de semana contigo a comer con tu hermano? No, él no podría sentarse en un bar y fingir ser como el resto sin que nadie le pida fotos —ella recordó el extraño desayuno de hacía unos días—. Ariel, sabes que siempre me llevé bien con Tonik. Me parece uno de los mejores hombres del mundo. Y tú siempre te llevaste bien con mi madre, estaría encantada de volver a vernos juntos. ¿No crees que deberíamos darnos la oportunidad de ser felices? —ella estaba tan bloqueada, tan mareada, tan asustada y preocupada. Liam no la estaba dejando pensar. Como siempre, la presionaba, para encontrar lo que quería de ella. Lo que necesitaba de ella. Como siempre, asintió y le dio su teléfono. Le prometió comer con él al día siguiente. Y se fue. Liam se fue y ella se tumbó agotada en el sofá. Incapaz de dormir, incapaz de decir nada. El timbre volvió a sonar, pero no abrió. Eran las doce de la noche, cuando se acostó en la cama, para no dormir. Solo para tener la sensación de que no la envolvía una apabullante tormenta.

Jules se encerró en su cuarto. Jesús le había indicado que usará la llave, pero no pudo. No quería violar su intimidad así. No tras él decir públicamente que solo eran amigos. ¿Qué iba a reclamarle ahora? Le había puesto un mensaje, pero ella no respondió. No le había dicho nada desde el día anterior, mientras él se encerraba en su propio interior y ahogaba sus penas. Leyó sus dos mensajes: 

Luego silencio. Ella no le dijo nada más. Las palabras de Eva atronaron en su cerebro «La he visto tan insegura». El innombrable. Ella no le había hablado nunca de él. De ese pasado. Aunque sí que le había dicho que una vez estuvo enamorada y no acabó bien. Se levantó y paseó inquieto por la habitación. Había recuperado el control de la situación, pero sentía que perdía el control de su propia vida. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top