[ VI ]

PT. 2

D A N N Y

Advertencia: Escenas fuertes de abuso sexual, uso de sustancias ilícitas y autolesiones.

Wings wouldn't help you
Wings wouldn't help you
Down
Down fills the ground, gravity's proud.

Uno.

Dos.

Tres fajos de billetes.

¿Ese era su precio material?

▪︎ Junio 18, 1998. Tokyo, Japón.

— ¿¡Solo esto!? Esa perra vale más que esto, no entiende una puta palabra en japonés, es claro que es extranjera y es bastante bonita. —

Los reclamos de aquel hombre comenzaban a hastiar a los contrarios quienes tenían a Aria en su posesión por el momento.

— ¡Oye! ¿¡Quien mierda te crees para hablarle así al jefe!?, si él dice que esa puta que has traído no vale más de lo que te ha dado entonces así es. — El hombre hizo un gesto despectivo ante él y este estaba a punto de dispararle cuando su jefe le detuvo con una mano alzada.

— Deja Yamato, el hombre tiene razón, la niña puede valer un poco más. — Yamato se quedó estático sin entender el accionar de su jefe pero no iba a protestar. Se alejó a la parte trasera junto a tres hombres más guardaespaldas del actual jefe del grupo Meiji - llamado así por mera burla al significado de aquella era en Japón -.

El hombre que había encontrado a Aria inconsciente entre granos de arroz en su barco y la había llevado hasta ahí elevó una ceja expectante a cuanto ofrecería aquel hombre elegante y de traje por aquella chiquilla con la que se había podido divertir a sus anchas la noche anterior.

— ¿Te parece bien un millón en dólares americanos? — preguntó con aquella sonrisa cínica y convincente, al contrario parecieron brillarle los ojos ante la propuesta y tomó la mano del jefe cerrando el trato. — Bien. Yamato entregale la paga a este hombre por favor. —

Aún sin comprender el subordinado sacó un par más de fajos de una maleta entregandolos a aquel hombre.

— Un placer hacer negocios con ustedes caballeros. —

Si Aria no hubiera vivido la mitad de su vida rodeada de armas y disparos probablemente se hubiera asustado al escuchar el sonido de una bala impactando en la cabeza de aquel hombre que la había hecho soltar sonidos que nunca creyó que podía emitir su garganta, al punto de tenerla desgarrada por esto mismo.

Dos de los hombres que la rodeaban se acercaron al cuerpo inerte para recuperar el dinero una vez su jefe había bajado el brazo con un arma en mano, contínuo a este evento el hombre que la tenía amenazada con un arma apuntando a su cabeza la hizo caminar hasta el interior de una camioneta negra blindada. Donde el resto de hombres subieron junto a ellos y su cabeza fue cubierta con una bolsa de tela oscura que solo hacía que se sofocara cada vez más.

— ¿Tienes nombre, preciosa? — Finalmente volvía a entender. Ese hombre le hablaba en inglés, un idioma que manejaba bastante bien por sus tres años viviendo en Las Vegas.

— Que te importa. — De nuevo escuchó el sonido del seguro de un arma ser retirado muy cerca de su oído. Por un momento pensó en repetir su respuesta y acabar con todo de una buena vez pero pensó en Jacob. El dijo que volvería, no sabe cuando, pero ella confiaba en él. — Aria. — La risa elegante y oscura de aquel hombre hizo eco en su cabeza.

— Aria. Pero qué nombre tan extraño para ser americana. — La castaña sintió su cuerpo tensarse ante un leve toque en uno de sus muslos — ¿Te molesta? — su tono burlón le ponían a la pequeña los nervios a flor de piel —¿Aún eres virgen tesoro o solo fueron mentiras del tipo que te vendió? —

Aria jamás en su vida se había sentido tan derrotada y expuesta; solía sentirse fuerte, segura de sí misma, que nadie nunca podría someterla y dominarla, había nacido como un alma libre y las personas a su alrededor habían dado todo de ellas para que esto permaneciera así.

Pero ahora la realidad la golpeaba en la cara y es que estaba sola.

No escudos, no armaduras, no armas a su favor, ¿su única forma de sobrevivir de ahora en adelante sería abriendo las piernas como la noche anterior?

— Si. —

El tacto tan incómodo sobre su muslo desapareció al responder aquello pero de inmediato sintió una mano sobre su pecho como si tanteara el tamaño de este.

— ¿Qué edad tienes? —

— Nueve. — Luchó contra su garganta para que sus respuestas siguieran sonando firmes pero el aire le faltaba y las ganas de gritar y llorar cada vez eran más intensas.

— Imagino que aún no has tenido tu primer periodo. — Aria simplemente negó y aquel hombre se apartó riendo — Corres suerte enana, he decidido que aún no te pondré a trabajar. Tu virginidad en un cuerpo mejor definido con tu raza me será más útil que ahora. —

¿Qué debía sentir? No la estaban liberando, simplemente le acaban de informar que ahora era tendría el mismo papel que un animal al que primero engordaban para luego matarlo y comerlo, no había diferencia. Por otro lado, ¿qué sería de ella mientras tanto? si no la iban a hacer que trabajara como su madre lo hacía, ¿qué haría?

La respuesta no tardaría en llegar un par de días después.

▪︎ Junio 28, 1998. Prostíbulo principal del grupo Meiji, Tokyo, Japón.

Diez días después de su llegada Aria había aprendido cómo moverse haciendo su nuevo trabajo.

Al no poder estar al servicio como el resto de sus nuevos "compañeros" mayores, Aria junto a otros niños en una situación similar a la suya se encargaban de la limpieza del lugar principal y se veían en la obligación de aceptar ser tocados si algún cliente así lo quería, aunque claro, debían pagar para llevarlos a una cama, cosa que no sucedía.

Todavía.

Así que la pequeña se limitó a hacer aquello y dar todo de sí en hacerlo lo mejor posible con la estúpida idea de que tal vez así la dejaran trabajar menos horas o en alguna otra cosa en la que no tuviera que acercarse a los clientes.

Pero cada día era un martirio y poco a poco sentía como se arrastraba a la locura.

Así que cometió una locura.

Aria era y sería conocida siempre como alguien que sabe cómo mover personas como si fueran piezas en un tablero de algún juego de mesa complicado para personas de edad avanzada, así que esa noche luego de diez días de haber observado cómo se movía todo en aquel lugar puso en acción su inocente plan con la idea de tal vez poder salir de ahí.

Los niños son muy ingenuos.

Había logrado robar la llave de la celda que compartía con otros niños.

Espero el momento indicado marcando la hora exacta en la que aquel guardia hacía cambio con su compañero en la entrada del lugar e hizo como si chocara con el robandole varias llaves, entre ellas la característica con funda azul de su celda. Sonrío satisfecha consigo misma de haber aprendido a robar tan bien como para que aquel tipo no se diera cuenta.

Así que espero ansiosa la mañana siguiente cuando eran encerrados por tres horas para que durmieran.

Los niños son muy ingenuos pero no por eso dejan de ser castigados.

Le hacía falta un largo camino por recorrer como estratega al haber pasado por alto el detalle de que esa misma llave era con la que la encerrarían.

Intento correr una vez que se dio cuenta de su estúpido error pero en lugar de pasos apresurados tras suyo intentando seguirla escucho dos disparos y al voltear vio a dos de los niños con los que compartía celda tirados sin vida en el suelo. Sintió su respiración cortarse.

— ¿Ibas a algún lado Aria? — preguntó aquel hombre intimidante con el mismo arma apuntando al siguiente niño que dispararía si la castaña no volvía. — Ninguno de estos imbéciles tiene tu mismo valor monetario y son reemplazables, así que elige bien tu próximo movimiento. —

De nuevo volvió a dormir en aquella celda, solo que esta vez había sido golpeada por el resto de niños en ella por haber cometido tal estupidez que le costó la vida a dos de sus compañeros.

Aria jamás olvidaría el rostro de aquellos dos niños derramando sangre caliente por la que tuvo que caminar para poder llegar a su celda.

▪︎ Julio 4, 1998.

Aria llevaba una cuenta mental de los días que habían pasado desde la última vez que había visto un calendario, de esta forma era consciente de la fecha que era, lo tomaba como un mecanismo para no volverse loca.

Era 4 de Julio, recordaba la misma fecha el año anterior haberla vivido en Estados Unidos y la recuerda con amor por haber sido una de las pocas veces que su madre escapó de aquel lúgubre lugar con ella en brazos para ver los fuegos artificiales que se lanzaban en honor al día de la independencia. Una parte de ella aún recordaba el sabor del hotdog que había compartido con su madre en una banca del parque donde se llevaba a cabo una pequeña feria con juegos mecánicos o puestos con premios. Recuerda haberle pedido participar en uno por un zorro de peluche que le encantó, pero al no haber podido jugar por falta de dinero su madre con una camiseta naranja y rellano de una almohada había cocido a Luka, el peluche al que vivía aferrada. Jacob le contaría tiempo después que él había ayudado a conseguir aguja e hilo.

El aire frío de la habitación golpeaba su piel al estar expuesta en su totalidad a él, cada músculo en ella se tensó al sentir una mano en su espalda desnuda que la guiaba hasta una mesa metálica con polvos y sustancias que desconocía. No quería preguntar que eran, simplemente escucho las indicaciones de sus dominantes y comenzó a empaquetar aquel polvo en pequeñas bolsitas al lado de varios niños y mujeres en la misma labor.

Intentó embriagarse con el recuerdo de aquel 4 de Julio en Las Vegas al sentir las callosas manos de un desconocido inspeccionar su débil y delgado cuerpo mientras intentaba realizar su nuevo trabajo.

▪︎ Septiembre 15, 1998.

Sus ojos vacíos y apagados se concentraban en el bolígrafo que giraba entre los dedos del jefe del otro lado del único escritorio en aquella tétrica oficina.

— ¿Quieres salir de aquí, Ari-chan? — Aria se sorprendía así misma de lo fácil que pudo adaptarse al japonés al verse obligada a aprenderlo por estar rodeada de él. La pregunta la tomó por sorpresa y como un perro agitando su cola por comida Aria de inmediato asintió frenéticamente.

La niña que llegó cual bestia indomable se había ido, ahora obedecía a todo lo que le mandaban con el fin de no ser asesinada y no ser llevada a una cama. De todas formas en su interior ella ya no valía nada.

Pero había hecho una promesa.

Aquel hombre comenzó a reírse mientras se levantaba y rodeaba a la pequeña observándola de pies a cabeza. Se acercó a Aria y hundió su nariz en el cabello color chocolate tan largo que poseía. Aria ya no se tensaba ante esto, después de todo prefería eso a que llegaran más abajo.

— ¿Tanto ansias libertad?, ¿Dónde quedó la niña salvaje? — Aria no respondía, simplemente bajó la cabeza y se fijo en sus pies descalzos y magullados.

Ya no existe. Pensó.

— Bueno si insistes te daré un nuevo trabajo. — En un chasquido de dedos dos hombres la tomaron de ambos brazos. Ella no puso presión. — A partir de hoy venderás un par de cosas para mí, pero que no te descubran ¿si?. Eres bastante astuta así que no te costará. —

— De acuerdo Shimura-sama... — Fue todo lo que pudo decir antes de desvanecerse por efecto de un líquido introducido a su cuerpo por medio de una inyección.

Horas después Aria despertaría en una mesa metálica con unos puntos en su cuello como si le hubieran hecho una intervención quirúrgica.

— ¿Lista niña? — No. — Saldrás a un festival esta noche y esperaras en cierto callejón, ahí entregarás las cosas que te darán antes de salir de aquí y tu trabajo es traer el dinero de regreso ¿de acuerdo? —

¿Saldría? Quizás podría escapar.

— Y que no se te ocurra irte preciosa, que esos puntos en tu cuello me dirán dónde encontrarte. No querrás tantear tu suerte ¿o si? —

Y así Aria se vistió con un viejo abrigo negro y salió con un par de bolsas que ella misma preparaba directo a aquel festival. Se sentía estúpida por sí quiera tener la idea de que tal vez podría ser libre habiendo comprobado de todas las maneras y con todos los castigos posibles que aquello era imposible.

Pero esa noche los cambios en su vida no iban a ser tan malos después de todo.

El bullicio de las personas en aquel lugar era mucho y una parte de ella ansiaba poder correr y jugar con el resto de niños que había cerca de ahí, quizás incluso podía llegar a reír, robar un par de dulces de algún puesto, acariciar algún animalito que pasaba por ahí y quizás hablar con alguien en una conversación normal.

Pero no podía.

Debía vender aquellas cosas ilegales a algún pobre que quisiera arruinarse la vida. A algunos ansiaba decirles en la cara que mejor se fueran y aprovecharán su libertad para sonreír e ir a jugar a aquellos puestos en el festival.

Pero su voz era nula.

Le tocó huir y cambiar de posición cuando algún hombre intentaba sobrepasarse con ella aunque no entendía ni por qué lo hacía.

Su cuerpo ya estaba sucio.

Se detuvo en una pequeña colina con vista al festival y ahí, donde el bullicio era nulo y se encontró sola a la luz de la luna decidió hablar con ella.

— Hey... ha pasado tiempo sin vernos. — Se veía tan hermosa como la última vez que la vió la noche que se separó de Jacob. — Bueno, aunque creo que tu si me has visto... soy patética ¿verdad? — Como en meses se lo había reprimido las lágrimas comenzaron a brotar — Si mami, mi buelita o Jacob me vieran ahorita se avergonzaran de mi... por cierto, ¿como estan ellos? espero que les estés iluminando. —

Lloró, lloró como la niña que en realidad era y se reprimía ser.

— Esto... ¿Esto fue lo que mi mami pasó por mi culpa? —

Se culpaba y al hacerlo los gemidos y súplicas de su mamá resonaban en su cabeza.

— No se por que todos se sacrifican por mi... yo... doy asco... no soy más que un maldito juguete... —

¿Cómo pensaría lo contrario? Su ser entero había sido profanado.

— Doy asco... —

— No creo que des asco. A mi me pareces muy bonita. — Su cuerpo entero se tensó.

Era una voz suave, pasiva, dulce y embriagante... fueron unas palabras tan sutiles y cariñosas como una caricia. Tenía tanto tiempo de no escuchar algo así que creyó que fue una alucinación.

Pero no lo era porque se sentó a su lado en aquella colina a la luz de la luna.

— ¿También le hablas a la luna? Mi papá dice que estoy loca por hacerlo, pero lo obligue a traerme con al festival en su honor. Nadie puede resistirse a los ojitos de perrito, te lo doy como consejo. —

Una piel tersa y blanca como como la nieve, labios levemente rojos y pequeños, un cabello largo y liso tan oscuro como la noche que la rodeaba y un par de ojos grises brillantes cual luceros. Las lágrimas se detuvieron.

— ¿Quién eres? — Pronunció muy bajo sin despegar la vista de aquella persona que observaba la luna y al escucharla volteó dándole atención a ella. Una mirada tan dulce como nunca en su vida había recibido de un extraño.

— Soy Kenja, Shirai Kenja. Un gusto conocerte ehhh.. —

— Aria. —

— Un gusto conocerte Aria-chan. — Mencionó regalándole una sonrisa sincera.

Aria aún no procesaba lo bien que se sentía en la atmósfera que se había creado estando junto aquella niña.

— Lo mismo digo, Kenja... —

No lo entendía. ¿Era esta alguna clase de recompensa?

— ¿Quieres ir a comer algo al festival? Traigo dinero que le quité a mi papá antes de escaparme de él. — Se río traviesa y Aria simplemente asintió aún en trance.

— ¿Puedo ser tu amiga? — Kenja ladeo su cabeza sin entender.

— ¿Quieres ser mi amiga? — Aria volvió a asentir — ¡Bien! Entonces ahora serás mi mejor amiga. — Kenja la abrazó y de nuevo su cuerpo se tensó — Uy lo siento, me deje llevar... es que no soy buena haciendo amigos. — Mencionó soltando una risa nerviosa mientras se alejaba de la castaña, pero ella no se lo permitió.

— No hay problema, solo... me sorprendió. Yo... nunca he tenido amigos. — Kenja entonces sonrió mostrando sus blanquecinos dientes.

— Ahora la tienes. —

Ambas se levantaron y Kenja comenzó a guiar a Aria por un sendero que las llevaría de regreso al festival.

— ¿Tienes otro nombre? —

— Daniela... Mi nombre es Aria Daniela Torres. — Kenja pareció meditarlo un momento.

— No eres de por aquí ¿verdad? — Aria negó. — Oh, eso explica tu gracioso acento. Bueno te diré Danny entonces. ¿Estás bien con eso? —

Danny...

Así llamaba Jacob a su mamá.

— Si, Danny me gusta. —

Esa noche Aria no vendió todas las bolsas que le habían encargado. ¿Pero le importaba? En lo absoluto. Quizás Shimura Isao si se había equivocado al decirle que no sería libre, porque si encontró libertad, en una niña descuidada, rebelde, que escapaba de su papá en un festival dedicado a la luna y la llevó a jugar durante toda la noche hasta que tuvo a fuerza que volver a aquel lúgubre lugar.

Shirai Kenja llegó a su vida a darle fuerzas para seguir adelante.

Afortunadamente Shimura Isao quedó satisfecho con las ventas que Aria había realizado y sin saberlo le había dado paso libre a la pequeña para encontrar su placebo para el alma.

Aria trabajaba empaquetando droga por la mañana y por la tarde salía a vender hasta llegada medianoche. De esta forma, sin descansar casi nada, había encontrado su manera de sobrevivir.

Encontró una amiga, y la vida luego le trajo dos más. Baji Keisuke y Sano Majiro se convirtieron en otras anclas a tierra.

Tiempo después, cuando Mikey comenzó a entrenarla, conoció a Sano Emma y Sano Shinichiro. Otras dos personas que formaron parte de su corazón.

Luego llegó Ryuguji Ken.

Y Mitsuya Takashi.

Hanemiya Kazutora.

Hayashida Haruki.

Y en una tarde lluviosa junto a Kenja había encontrado bajo la banca de un parque a un cachorro mojado de pelaje blanco. Ese día entendió a qué se refería Kenja con que las miradas de cachorro no son resistibles por que se enamoró de aquel animalito a quien nombró Bucky para seguir la línea lógica de su difunto Steve. Kenja se encargó de cuidarlo ya que Aria le dijo que en su casa no le dejaban conservarlo.

Nunca le dijo a nadie de dónde venía, simplemente que tenía horarios limitados y "una familia" bastante estricta; historia que todo mundo se creyó.

Y los años fueron pasando. Aria se acostumbró a ese estilo de vida.

Las manoseos a su cuerpo nunca pararon, el veneno que sentía que expelian sus compañeros por la noche tampoco, ver su cuerpo desarrollarse frente al espejo día a día la inquietaba a niveles en que se ocasionaba autolesiones por el estrés, el constante terror de ser descubierta con sus verdaderos motivos para salir por los altos mandos no la dejaba dormir en paz.

Pero Aria era feliz a su modo. Con su revoltoso grupo de amigos y las mentiras que la rodeaban.

— No puedes. —

—¿¡Pero por qué!? soy tan fuerte como ustedes y fácilmente puedo acabar con un tipo tres veces más grande que yo. —

— Pero eres una niña, y aquí no pueden haber niñas. —

—¿Según quién? — Preguntó altanera mientras colocaba sus manos en su cintura.

—Ehhh ¿Mikey? — Intentó excusar Kazutora.

— ¿Algo que decir Manjiro? — Mikey se rasco la nuca sin saber qué responder.

— Ari se que eres muy fuerte, yo mismo entrené contigo pero... tienen un punto, nunca se ha visto una pandilla donde haya una chica. — Aria bufó sin entender.

Se ilusiono cuando sus amigos decidieron fundar su propia pandilla de motociclistas y ansiaba ser parte de esta, pero ante la negación no pudo hacer nada, al final de cuentas sabía que querían protegerla y era consciente que ellos no sabían ni un cuarto de las cosas que ella pasaba diariamente, así que no tuvo más opción que rendirse.

Y en parte se sintió tonta al creer que aún con su visto bueno ella pudiera pertenecer ahí estando con una soga en el cuello atada a aquel horrible y lúgubre sitio.

Aún así eso no fue impedimento para que ella les apoyara en lo que podía y se veían como siempre en compañía de Kenja también.

Había veces en las que Aria recordaba a Jacob cuando estaba con los chicos - su lugar feliz - y se preguntaba qué sería de él, si estaba bien, si comía adecuadamente, si dormía lo suficiente o si era feliz.

Aria nunca perdía la fe en que él volvería por ella y la sacaría de ahí. Y no imaginaba que ese día estaba cerca.

Pero ¿a qué costo?

You barely are blinking
Wagging your face around
When'd this just become a mortal home?

- Bon Iver.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top