III. Recuerdos

Capítulo #3.- "Roces Del Pasado"

Ambos se miraron, esperando a que el otro hiciera algún movimiento. Sin embargo y con el temor a cuestas, el de cabello cobrizo tomo de la muñeca a su compañero, quién arrastró sus maletas.

Ambos ya con un poco más de confianza. . . En realidad seguían aterrados, a pesar de que para el de ojos verdes sería la segunda vez que salía de Francia, aún tenía miedo, pues en aquella ocasión iba al lado de su padre y con Dekapénte, oh como le gustaría tener una palabra de aliento de su novio en estos momentos. Sin embargo, estaba con Altager, su mejor amigo y de alguna manera eso le animaba a cruzar por seguridad para que revisaran sus maletas.

Por otro lado Camus, le agradecía a Koh-i-Noor por haberlo llevado a cuestas, pues seguramente el hubiera reaccionado con la segunda llamada, eso o corría de vuelta a casa. Cosa que solo le reafirmó que debía seguir entrenando psicológica, para lograr moverse cuanto el temor se haga presente en su cuerpo, no quería pensar en que podía ocurrir si no lograba controlar aquello.

En menos de lo que espero, noto como su compañero y el cruzaban por un pasillo de paredes crema hacia el patio del aeropuerto, directos hacia el avión 390. Miro como la escalera yacía frente a él, aspiro todo el aire que pudo para comenzar a subir detrás de Krest, quién parecía que casi estaba corriendo, el pelirrojo supuso que era por los nervios, aunque al contrario que su compañero el solo apretaba los puños, al punto de que sus nudillos tomaban un color aún más pálido que el que ya tenía.

Una vez dentro del medio de transporte, buscaron sus asientos, que para desdicha o fortuna de ambos, estaban al centro del avión. Uno junto al otro tomaron sus lugares correspondientes, el de ojos verdes cruzando los brazos, tratando de calmar el latido desenfrenado de su corazón, mientras que el pelirrojo se recriminaba por no haber avanzado de manera voluntaria y por estar aterrado. Entre sus manos sostuvo el collar que hacia tiempo había pertenecido a su madre, pidiendo en silencio por su consejo.

Aunque sabia que seria imposible, hacia tiempo que ella se había marchado de su lado, y sus recuerdos estuvieran difusos. La imagen familiar que usaba como separador, siempre le daba una especie de tranquilidad, al saber que cuenta con su apoyo.

Bueno, suponía que su madre estaría preocupada por el, su padre. . . el seguramente estaría emocionado de que su hijo trabajara a su lado en Knight Resistance. Pensar en ellos hizo que se olvidara de sus dudas, al menos por un momento y liberar un suspiro decidió que la próxima vez, seria el quien sacara adelante a Krest.

Cuando se dispuso a comenzar a leer su libro, noto que no lo llevaba. 'Rayos, olvide sacarlo de la maleta' pensó, tratando de idear alguna manera con la cual distraerse durante el vuelo. Miro al de cabello cobrizo, que tenía puestos sus inseparables audífonos, y con un ligero toque en su hombro llamo su atención.

— ¿Que pasa? — cuestiono una vez que retiro un audicular

Pero solo vasto una mirada para darse cuenta del problema, así que le ofreció un audífono, ambos tenían los gustos igual de extraños, así que no se preocupo por que Camus fuera a despreciar su música.

Avalanche de Bring Me The Horizon, era la canción en turno, ambos comenzaron un leve tarareo, dejando en el olvido sus nervios y miedos iniciales al abordar al avión. A pesar de no poder tener una vista de las nubes, si pudieron relajarse, permitiendo que en sus brillantes mentes comenzara a cultivarse la estrategia que llevarían a cabo.

Aunque no se comunicaran con palabras, sabían lo que el otro estaba pensando. Una vez que llegaran al lugar que los acogería por su estadía indefinida, tendrían tiempo de sobra para ajustar los detalles de su plan y de paso, darse una vuelta y conocer todos los lugares turísticos de Atenas.

Algo que comenzaron a desear al escuchar a la azafata contar uno que otro relato sobre la tierra helena a una pareja que se encontraba unos asientos mas adelante. Y entre sus planes, la música y los cuentos, el pelirrojo fue acariciado por Morfeo que lo tomo de las manos para llevarlo por el campo nevado que su mente ocultaba.

<< — Cam. . . Camie. . . despierta. . . por favor. . . Camie. . . — Escuchaba a lo lejos una voz, y comenzó a sentir la humedad en sus mejillas, provocada por las lágrimas de aquel que lo llamaba de manera desesperada.

Debía abrir los ojos, no sabia quien era ese hombre, pero aunque su mente reacia no lo recordara. . . sus sentimientos pasados se negaban a dejar esos recuerdos en el olvido.

De ahí nació su necesidad de saber quien era, ¿por que su corazón latía desbocado? ¿Por que tenía ese desesperado e intenso deseo de permanecer cerca del calor que el contrario generaba?

Lo asimilo con el fuego, contrario a el que empleaba técnicas de hielo. '¿Espera que?' una nueva pregunta nació al verse a si mismo pensando en que era usuario del aire frío.

Quizá. . . solo quizá, si lograba abrir los ojos, sus preguntas encontrarían la respuesta. Y cuando cumplió su cometido sintió unos brazos rodeando su cuerpo, sosteniendo lo y evitando que su torso tocara el suelo.

Camie. . . Por favor. . . — Rogaba el hombre que lo sostenía entre susurros.

Milo. . .— Respondió inconsciente y en un indudable susurro cómo sí temiera ser escuchado por su propio yo.

Sin embargo su helado cosmo respondió al ardor de su compañero de armas, salvando lo de la muerte en aquella ocasión.

La ardua batalla con Océano había terminado, y después de haberle permitido la entrada a Aioria, había caído. . . Y ahora estaba ahí, siendo acunado por el escorpión celeste, que después de detener su hemorragia había estado curando sus heridas con su cosmo.

¡Camus! ¡Estúpida hielera con patas! Creí. . . Creí que te perdería

De nueva cuenta lo estrecho entre sus brazos, permitiendo que la cabeza del acuariano se apoyara en su hombro y el ocultarse en su cuello. Evitando que el regente del undécimo templo lo viera en ese estado según el patético.

A Camus le entristeció saber el mal rato que le hizo pasar a su mejor amigo, y sus ojos se llenaron de lágrimas al darse cuenta de que seria incapaz de cumplir la promesa que habían echo hace tiempo. A pesar de que anhelaba permanecer eternamente al lado del guardian de escorpio. . .

El Titán Océano no solo le mostró su propio límite, si no le quitó la venda de los ojos al darse cuenta de sus verdaderos sentimientos durante su combate. Odiaría y comenzaba a temer que Milo se quitara la vida, si el llegaba a morir, en ese momento hizo una nueva promesa que lo seguiría incluso en sus siguientes vidas. . .

Aunque quedara sepultada entre tantos recuerdos de alegría que reemplazaron la vida de guerrero que una tuvo la dicha y perdición de vivir. >>

Al despertar en su memoria solo quedaban vestigios de aquel sueño, en donde aún sentía las lágrimas en sus mejillas y un sentimiento que oprimía su corazón. Solo unos ojos turquesa se aferraron a su mente, que sin excepción siempre se veían involucrados en sus sueños, interrumpiendo su descanso de manera agradable.

Sus orbes rubí comenzaron a analizar su alrededor, notando que aún estaba en el avión y que Krest también había caído en la inconsciencia. Aún con un audífono puesto y con la música andando, pensó que no le haría daño quitarle el otro audífono a su compañero, después de todo estaba dormido y conociendo al más bajo de estatura dormiría hasta que arribarán a Grecia.

Al escuchar la música, no pudo evitar pensar en el parecido de su vida con la canción, Get Out Alive de Three Days Grace. Su padre siempre decía que no era una buena idea quedarse mucho tiempo en un solo lugar, y el seguía su consejo, a pesar de no haber salido de Francia hasta ese momento, aprovecho que iba de casa en casa y no se quedaba mucho tiempo en la misma cuidad, pero terminaba por regresar a la casa de sus tíos. 

Desde que Yacoff, su abuelo materno termino ganando su custodia, perdió la estabilidad, al menos de cuanto tener un hogar de refiere. Ya que después incluso vivió una temporada con un amigo de su tía Garnet, pero el vivir alejados nunca fue un impedimento para pasar tiempo con sus hermanas, el fuerte vínculo que tenía con Shoko era la prueba de ello.

Pero no siempre fue así, antes de que la tragedia se ensañara con su familia, Camus Foissard vivió su infancia de oro en Chamonix, una cuidad ubicada en los Alpes Franceses. El amor, cariño, esfuerzo, confianza y comprensión eran los cimientos de un pequeño pelirrojo de seis años, amante de las artes y enamorado del mundo, que en su inocencia era incapaz de comprender la crueldad del mundo.

Inocencia que fue la causa de su propia desgracia. . .

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