Capítulo 8- Sin un adiós

El primero en despertar fue el Uzumaki.
Tras la noche anterior sintió como su distancia fue cortada. Como es obvio tuvo que ir a por un pañuelo y limpiar los restos que había entre los perfectos dedos de la kunoichi. A pesar de ser una de las mejores seguía bañando sus uñas en un esmalte rojo, igual que sus ropajes. Todo en ella era carmesí, incluso sus mejillas que se pintaban de aquel color cuando ambos estaban cerca.

—Eh, Teme— insultó el rubio meneando los hombros de la chica.

Estaba tan profundamente dormida que se alegró, porque eso significaba que al fin pudo descansar. Y es que él no sabía la paz que podía provocar con tan solo estar a su lado.
Su corazón latía con nervios cuando le miraba fijamente, pero cuando sus manos se entrelazaban volvía la paz. Paz y más paz.

—Sarada, vamos.

Tras eso se acercó a ella dispuesto a despertarla de la peor forma posible en modo venganza. ¿Pero cómo hacerlo?
Sus pestañas seguían algo húmedas por el rímel igual que sus labios que no estaban nada secos.
Su nariz no hacía ningún ruido. Respiraba en silencio sin molestar a nadie.
Aquel momento fue una de las primeras veces que podía verla desde tan cerca sin ser golpeado.

—Sarada...—volvió a susurrar. Apoyó su cabeza en el hombro de aquella chica igual que la noche anterior.

Volvió a ruborizarse al recordarlo. Sarada Uchiha había manoseado su zona íntima por puro placer.

Bufó con fuerza.
La kunoichi se desesperó al ser molestada por aquel idiota. Rápidamente se levantó junto a un bostezo.

—Baka-Boruto—dijo algo bajo—. ¿Qué hora es?

—La hora de prepararnos para el viaje. Necesitamos víveres, dinero, kunais, shurikens y recambio.

—Lo sé, Dobe— susurró levantándose. Estiró sus brazos y lo miró. Boruto aún permanecía tumbado—. Necesito ir a mi casa. ¿Me acompañarás?

—Sí. Pero primero desayunemos ha-

—Que no hay hamburguesas— bufó la Uchiha—. Te esperaré treinta minutos. Ya desayunaremos algo camino a mi casa.

—¿Vas a despedirte de Hima o Chocho?

La poseedora del sharingan negó con la cabeza.

—Nadie estará despierto a estas horas. Meiko nos esperará en mi casa. Es la única de la que nos podremos despedir, quizás— masajeó su sien. Ya comenzó a tener dolor de cabeza—. Iré a vestirme. ¿Crees que lo tendrás todo en quince minutos?

Asintió. Sarada salió de su habitación para entrar sigilosamente a la de al lado, donde sus amigas aún dormían en la misma posición que hace unas horas. ¡Ni siquiera la dirección del pie cambió!
Sonrió al verlas.
Le daba pena dejarlas ahí, pero sabía que si Konoha era atacada tenía a los mejores héroes de aquella nueva generación. Ninguno vivió la guerra, ¡pero estaban preparados! Shikadai, Inojin, Mitsuki, Hima, Chocho, Sumire...
Todos eran fuertes. Todos sabían el gran valor de la confianza.

Mitsuki.

Quería pedirle que viniese, pero no podía. Mitsuki siempre había estado junto a ambos. Si hablábamos de confianza él fue quien le enseñó a aquella chica.

Sarada-chan dijo el descendiente de Orochimaru, mirando cómo su compañera no dejaba de entrenar. ¿Por qué no descansas?— sonrió.

Sarada ni siquiera paró. Siguió entrenando. Apenas había entrado con aquel muchacho tan extraño en el mismo equipo, y por desgracia, ¡junto al problemático de Boruto!

¿No es obvio? No quiero fallar ninguna misión.

Pero, ¿acaso solo dependen de ti?

Sarada paró por la impresión. Dejó caer su kunai y desactivó el sharingan. Sus ojos comenzaron a arder por aquella causa.

¿Qué intentas decir?

No midas tu poder individualmente. Mide tu poder junto a tu equipo. Debes confiar más en nosotros.

Mitsuki había dado en el clavo. Claro que sus circunstancias eran distintas; no podía confiar en personas cuando desde que era pequeña comenzaron a mentirle. Y a pesar de que aún no era consciente de ello, sí que se dio cuenta de algo raro.

Mitsuki-

Sarada-chan. ¿Puedo ayudarte a entrenar?— interrumpió el albino.

La Uchiha sonrió.

<<Meiko no dejará que Mitsuki venga>> suspiró cogiendo su ropa. Mientras se vestía volvió a entrar en sus propios pensamientos. <<Pero si Meiko no se entera no habrá problema.>> rio para sí misma.

¡No quería dejar a su equipo atrás! Aunque sabía que Konohamaru no podría partir con ellos. Estaba ocupado con su nueva hija. Y es que controlar a una revoltosa Hyuga era algo difícil.

—Hima, te cogeré prestado esto— susurró.

Cogió una pluma y un papel. Comenzó a escribir en él.

Para Mitsuki.
Boruto y yo partimos en una misión.
He de decir que es muy egoísta por mi parte.
¡La aldea no peligra, no te preocupes! Solo quiero encontrar a mi madre y rescatarla. Encontrar respuestas. Mitsuki, sé que quizás no me creas, pero el apellido de mi madre es Aika.
Ni siquiera sé si soy peligrosa o débil, es por eso que necesito partir.
No encontraré nada en Konoha.
Meiko, quien es mi tía, nos acompañará hasta el lago verde, donde ahí se despedirá de nosotros.
Sé que no estoy en derecho de decir esto, pero ven si estás dispuesto a tragar con mi egoísmo.
No pude parar a Boruto, pero sé que si te advierto que es peligroso tú me escucharás.
Te esperaré allí a la una del medio día. Si decides venir te lo contaremos todo por el camino.
Si no; te quiero, Mitsuki.
Volveremos pronto, ¡y prometo presentarte a mamá!

Dobló el papel y con una letra perfectamente cursiva colocó el nombre de su compañero.
No sabía qué decisión tomaría, pero no lo juzgaría.
Al fin y al cabo no era una misión oficial. Ni siquiera tenía rango o apoyo del séptimo.
Solo era un recado.

—Gracias, chicas— agradeció. Una vez lista salió de aquella habitación.

El Uzumaki estaba listo. Su mochila colgaba de su espalda, igual que sus ropajes de misiones: una capa negra que era la misma que la de su sensei y su vestimenta igual que cuando era pequeño.
Su espada estaba de lado puesta en aquel especie de cinturón.

—Estoy listo.

Sarada asintió.

—Está bien, vayamos a por hambur-

—¡Yija!— exclamó. Tuvo ganas de abrazar a la morena, pero solo paró.

***

Las hamburguesas no le gustaron, ¡todas llevaban tomate! Pero obviamente fingió que le encantaba. Que era una de sus comidas favoritas.

Al menos solo por aquella vez.

Al salir el Uzumaki comenzó a masajear su barriga en círculos. Siguieron andando hacia la mansión Uchiha.

Al entrar en la casa de la kunoichi, Boruto lo observó todo. Sus accesorios, lo ordenado que estaba...

—Diablos, ¿es que nadie vive aq-

Paró y se calló a sí mismo en cuanto vio que estaba pensando en voz alta.
Sarada se giró para mirar sus ojos. Le sonrió de una forma apenada.

—Vivimos papá y yo.

Y a pesar de decirle aquello, ni ella misma se lo podía creer.
Sasuke se la pasaba fuera de Konoha y ella... cuanto menos pasara en soledad mejor, así que siempre buscaba compañía. Ya sea de Chocho, Hima, Inojin, o Hinata e Ino. Sabía que fuese donde fuese sería bienvenida.

Boruto la siguió. Sarada subió las escaleras hasta que ambos llegaron a su habitación.

—Y... esta es mi habitación— la presentó sin exagerar.

Los ojos del Uzumaki recorrieron la morada de aquella chica.
Estaba algo desordenada, pero se veía cómoda.
La cama también era bastante grande igual que el espejo que estaba delante de ella. ¿Es que acaso no le daba miedo?

—Sarada...— susurró. Era impresionante.

El jazmín en macetas, el olor a lavanda, los colores que representaban a aquella kunoichi. Todo describía a Sarada.

—¿Tulipanes?— al escuchar aquello, Boruto se centró en la Uchiha, quien estaba mirando un ramo de tulipanes en su cómoda. Lo miró como si no supiese qué hacía ahí. Él se acercó a ellos—. ¿Qué hace a...

Paró en seco cogiendo aquel ramo.
Se dio cuenta de la conversación que tuvo con Inojin la mañana del día anterior.
¿Es que acaso el Yamanaka la quería? ¡Imposible! Ellos eran como hermanos. Se criaron juntos, se hicieron promesa clichés, entrenaban juntos... ¡Lo hacían todo juntos! Prácticamente Ino fue su primera madre, y Sai el padre que pasó más tiempo con ella que el auténtico.

Su corazón estaba intranquilo. ¿Era cierto? ¿Pero por qué ahora?

En unos segundos se fijó en la carta que había. La tomó. Sus manos estaban algo torpes.

—Sarada, tranquila.

Colocó su mano debajo de Sarada para que así dejara de temblar.
Él estaba celoso e inquieto, Inojin era muy capaz de todo. Pero lo primero era lo primero; que ella se sintiera a gusto.

—Inojin es bastante comprensible. Entenderá que lo rechace-

—No quiero rechazarlo. No quiero perderlo— dijo, haciendo que el rubio se sorprendiera— ¿Y si hago como si no hubiese visto na-

—Esa es la clase de cosas que hago yo, no tú— le interrumpió antes de decir algo de lo que se arrepentiría—. Lee la carta.

—S...Sí...

La Uchiha leyó la carta, igual que Boruto.
¡No pudo evitarlo! Posiblemente la situación lo requería, pero también necesitaba ver.

Sarada-chan.
Siento ser así, tan repentino.
Espero que no estés temblando pensando qué hacer.
El motivo de decirte lo que siento es sencillo: cuando la estés leyendo, probablemente ya no esté en Konoha. El séptimo quiso que partiera a una misión sin el InoShikaCho para salvar a unos aldeanos de algo que desconozco. Y es porque lo desconozco que no sabré enfrentarme a ello, y si no lo sé, tampoco sé cuándo volveré.
A unas malas pensé en qué haría si fuese mi último día, y esto es lo máximo que conseguí. Decirte lo que siento.
Los tulipanes ya hablaron por sí solos, ¿no?

Sarada-chan. Me gusta la gordita.
Por favor, dale el ramo de mi parte.

PD: En el sobre hay un regalo para ti.

La risa del Uzumaki era tan escandalosa como irritante.
¿Pero qué diablos?
Golpeó al rubio sin tener piedad haciendo que chocara contra su pared.

—¿Qué es tan gracioso?

—¡Nada! ¡Solo pensaba que él se te iba a declarar!

—Baka-Boruto, te odio— musitó.

Volvió a ignorarlo para rebuscar en aquel sobre. Había un collar con una margarita hecha de metal en él. Sonrió.

<<¿Cerezo? No. Siempre pensé que tu flor es la margarita>> le dijo una vez, cuando apenas tenían cinco años.

Se lo puso mirándose en el espejo.

—¿Qué...Qué haces?— preguntó el shinobi.

—Nada. Solo aprecio su regalo.

—Eh, Sarada. Se te cayó un trozo de papel— señaló al suelo, donde, en efecto, había un pequeño trozo doblado.

La kunoichi lo cogió y lo abrió. No le sonaba de nada.

Siempre te protegeré, Sarada-chan.

—¿Por qué sonríes? Dime, dime.

Y era cierto. Sin querer estaba sonriendo. Se sentía feliz.

—Como sea. ¿Puedes prepararme las cosas, Baka-Boruto? Debo vestirme y coger las mudas.

—Sí, sí— contestó sin apenas entusiasmo.

Cuando cerró la puerta la Uchiha se vistió. Sus ropajes eran diferentes que a los de costumbre, pero era fiel a su color, al menos de momento.

Al mirarse en el espejo se gustó.
Pero no era momento de halagarse. Cogió outfits para distintas ocasiones: uno para diario y otra para una fiesta. Solo por si las moscas.
También cogió todos sus ahorros para comprar comida o más ropa—todo dependiendo de la situación que se presentara, claro—. Cogió una horquilla y se la colocó en el pelo. Volvió a limpiar sus gafas para ponérselas.

Suspiró.

Cerró la mochila con algo de dificultad. Dentro había shurikens y kunais. Al ser ella se puso más cantidad que seguramente el Uzumaki. Lo cogió.
En cambio la metió en un pergamino—que le regaló Tenten— para no tener que cargar con ella.

—Sarada— aquella vez fue Meiko quien tocó a la puerta.

La pelirrosa entró tras un <<pase>>.

—Buenos días, sobrina— saludó—. ¿Estáis listos? ¿Ya te despediste de la gente?

—No, no lo haré.

—¿Dónde está el rubito?

—Está cogiendo víveres para el viaje— informó caminando hacia ella—. Hace quince minutos, así que no debe tardar.

—Está bien, no te preocupes. ¿Y estás lista?

—Sí.

¡No! Por supuesto que no estaba lista.
Cada vez estaba a un paso más de la Haruno, de su auténtica madre.
Quería hacer felices a todos—Ino, Hinata, Sasuke, Tsunade...— al encontrar a aquella chica, y también hacerse feliz a ella misma.
Saber de su poder y usarlo.
Seguir confiando de forma ciega.

—Yo también— el Uzumaki apareció por detrás sorprendiendo a ambas—. Meiko, ¿hasta dónde nos acompañarás?

—Pensaba hacerlo hasta el lago, pero hubo un cambio de planes. Será hasta la entrada a Konoha.

Ninguno se sorprendió. Meiko era de las que cambiaban planes de vez en cuando.
Una vez estuvieron listos comenzaron a andar. Salieron de aquella mansión solitaria para caminar por el barrio Uchiha.

—¿Algo que debamos saber, viej-

—¡No soy vieja!— gritó—. ¡Tengo casi la misma edad que Kakashi!

—¡Tía!— la Aika se ruborizó al escuchar cómo le llamaba de aquella manera—. ¿Qué nos puedes decir para ayudarnos?

—No mucho. La historia de los Aika trata sobre traición—<<Algo que los Uchiha tienen en común>> pensó—. Cada miembro tiene una habilidad.

—¿Una habilidad?

—La habilidad de Akisa fue lo que viste. Pude hacer que alguien se retuerza de dolor con la mirada.

—¿Solo la tienes tú?— preguntó la morena.

Meiko asintió.

—Mi madre tenía la habilidad de la protección— siguió diciendo—. Pero no todos tienen habilidad. Despierta con el sõzõ. Y tú, Sarada, aún no lo despertaste.

—Lo sé.

—Chicos— Meiko paró en cuanto llegó a su destino, el sitio donde debían separarse. En el gran portón—. Me duele tener que dejaros aquí. A Sakura pude acompañarla, pero a vosotros no. Ellos podrán saber que voy con vosotros, y por lo tanto, hacer alguna tontería.

—No se preocupe, tía— le habló el Uzumaki tras la risa de Sarada. Meiko le golpeó por llamarla de aquel modo.

—En serio, no se olviden de entrenar.

—Lo sabemos.

—¡Ni de comer!— mencionó mirando a la kunoichi—. Y sobre todo, más te vale proteger a mi sobrina, niño idiota— miró al chico—. Si descubren que eres una Aika querrán matarte, ser tus amigos para aprovecharse de ti o bien, arrancarte tus ojos. En este viaje solo debes de fiarte de tus compañeros, de Boruto.

—Lo sé, tía Meiko. Me apegaré a él.

—¡Así me gusta!—animó—. Adiós.

Tras una pequeña despedida— y abrazos por parte de la Aika, muchos— siguieron su camino. Meiko les había dado instrucciones; debían ir al ecuador del mapa que les había dado. En él rastreó a aquella chica celestial. No debían perder tiempo en batallas con bandidos ni en rescates.
El mundo exterior era algo que conocían, habían hecho muchas misiones juntos.
Pero aquello era diferente.
Era como si no pudiesen fiarse ni del aire.

La hierva siendo pisoteada, el aire recorriendo cada parte de su cuerpo, los árboles ahí plantados.

Suspiraron.

—Eh, Sarada. Avisaste a Mitsuki, ¿verdad?— preguntó sabiendo la respuesta.

Ya conocía a aquella chica.

—Iremos al lago verde. Ahí haremos nuestro primer descanso.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top