Capítulo 13- Las historias de mamá

Los pasos de Sasuke Uchiha eran totalmente suaves, aunque desesperados.
Su rinnegan y su ojo ónix estaban atentos ante el peligro o cualquier tipo de incidente.

Rebuscó por aquella dimensión sin encontrar rastro de la chica que amaba.
Sasuke Uchiha jamás lloró. Mantuvo su famosa actitud hasta el final, provocando que su hija se enfadara con él.

—Si mamá te abandonó— dijo cuando tenía trece años, observando con furia a su padre. Tenían muchas peleas, aunque siempre provocadas por la menor. Sasuke solo callaba, asentía y fruncía su ceño—...¡es justamente por esto!

Por supuesto, ella no sabía nada.

<<¿Esto?>> pensó, aún manteniendo la calma. No entendía nada, aunque seguía confiando en ella.
Hasta que un día se cansó de mirar hacia la puerta, esperando su llegada.

—En esta dimensión no está— habló, rebuscando con la mirada por todos lados. ¿Por qué no podía encontrarla? Diecisiete años.

Diecisiete años sin Sakura Haruno.

Apoyó su espalda en el tronco de aquel árbol. Estaba agotado, pues estaba abusando de su poder.
Necesitaba descansar, ¿pero cómo? ¿Acaso tú lo harías sabiendo que alguien te necesitaba?

Unas gotas de sudor amenazaron en la frente del Uchiha. Estaba agotado y parecía que la calma no se haría suya.

—Sasuke Uchiha— una voz bastante femenina y joven interrumpió su descanso. En seguida apareció una chica. Más bien, una adolescente.

Jamás olvidaría aquel mismo color de ojos; era el mismo que el de Sakura. Unas esmeraldas joviales y brillantes. Sin embargo, ella no era Sakura.

Se posicionó en modo de ataque, aunque a duras penas. El rinnegan lo dejaba agotado.

—Ellos y Ella quieren que dejes de buscar— miró su figura; aquella chica estaba segura de sí misma. Se movía hacia él con un vaivén de caderas, haciendo que su moreno cabello se balanceara. En su frente estaban los mismos rasgos que Sakura; unos centímetros bastante grandes, igual que los de su amada. También se sumó una cicatriz, pero nada del Byakugou. Analizó cada uno de sus movimientos—. Ella está harta de los entrometidos.

—¿Quién es "Ella"?— preguntó firme, intentando no verse vulnerable.

—Yo soy Ella.

Abrió sus ojos al descubrir el nombre de aquella adolescente. Parecía estar cabreada y harta. Pero en sus bonitos ojos podía ver el dolor de algo. El temor de perder a alguien.
Sasuke sabía perfectamente cómo era sentirse de esa manera.

Frunció su ceño, llevando su única mano en el mango de su espada. Estaba listo para atacar, pero quería oír más. Él sabía que Ella era una pista.

Sakura.

Podría volver a verla, podría volver a escuchar su voz. Sus labios temblorosos. Seguramente pediría disculpas, porque así era ella: preocupándose por los demás.
Seguramente sonreiría, porque era su único escudo.
¿Lo echaría de menos?

No era momento para pensar en ello. Sasuke sabía que su único obstáculo era Ella. Parecía tener la edad de su hija, podría con ella, ¿no?

—Ella— habló el poseedor del rinnegan con total seguridad—. Busco a Saku-

—A mamá— interrumpió, provocando una sacudida en el corazón de Sasuke. En su vida entera.

Mamá.

Quizás eso explicaría el parecido que tenía a ella y el gran poder que emanaba. ¡Pero no se lo creía! Eso significaría estar con otra persona. Sakura no lo haría. Ni siquiera aunque hubiesen pasado diecisiete años. Si eso era cierto, significaría que ni siquiera guardó luto en su relación.

No.

No podía volverse desconfiado, porque era Sakura. ¡Pero qué hacer!

—Si no acabo con vosotros, mamá estará en problemas— habló finalmente Ella, acercándose más al Uchiha. Sus ojos mostraban indiferencia a quien estaba delante de ella—. No quiero volver a escucharla.

—¡Mamá!— gritó Ella, observando cómo aquel chico peliblanco se llevaba a su madre. Otra vez. La había cogido de los pelos para comenzar a arrastrarla hacia una sala, donde la vista de Ella no podía ver a través de aquellas paredes—. ¡Ella quiere que la sueltes! ¡Promete hacer lo que quieras, pero déjala!

Su mirada era puro miedo. Sus ojos se cristalizaron, pero solo para comenzar a llorar.
Esas lágrimas fueron más abundantes en cuanto escuchó los gritos de la Haruno. Eran desgarradores, y Ella no podía hacer más que golpear la estúpida puerta.

¿Por qué? Ella era poderosa, pero se sentía un maldito insecto entre todas aquellas personas.
Tenía una familia; padre y madre. También tíos.
Pero jamás se sintió cómoda, excepto en los brazos de su madre.

—¿Qué le...hacéis a mamá?— le preguntó a su padre, quien estaba detrás de ella. Posó su mano en la de su hija, acariciando con suavidad su hombro.

—Mamá se ha portado mal de nuevo.

<<¿Por qué te casaste con él, mamá?>> pensó Ella con los gritos de Sakura de fondo.

—¿Qué es lo que ocu-

—Ella es buena...— interrumpió de nuevo sus palabras. No quería hacerlo; no quería terminar la misión que prometió cumplir. Había escuchado miles de historias de su madre. Todas sobre esas personas que ama; Sarada, Sasuke, Ino, Hinata, Naruto... Había escuchado miles de nombres. Personas a las que le gustaría conocer—. Ella es buena porque no quiere ser mala...— susurró—. Váyase, ¡váyase!

—¡No sin Sakura!— habló el Uchiha con seguridad.

En el fondo quería sonreír.
<<Mamá, él aún te sigue amando desde el primer día>> quería ir hacia ella y decirle. Gritárselo, porque finalmente sonreiría.

Ya no lo hacía. Solo cuando Ella mostraba felicidad.

—Mamá— corrió hacia su moribunda madre. Había gotas de sangre en su rostro y una tartamudez terrible. Puso sus cabellos detrás de la oreja—. Mamá...— susurró.

—Ella... Querida— habló Sakura. Su cabello había sido cortado de nuevo, y no con un kunai o unas tijeras. Habían sido arrancados de una forma cruel.

Así era el mundo ninja en el que Sakura vivía.

—Ella... Sonríe para mí, por favor.

¿Por qué le pedía esa idiotez? Lo último que quería era sonreír.
No podría hacerlo si la veía así.

—C...Cuando me cuentes otra de tus muchas historias, mamá. La última noche nos quedamos cuando te encontraste con Sasuke después de mucho tiempo, ¿recuerdas?

Sakura asintió con debilidad.

Sasuke.
¿Qué estará haciendo? Lo echaba de menos, y por mucho que quisiera contactar con él a través de sueños, jamás se atrevería. ¿Y si mejor era hacerle creer que estaba muerta?
No, eso sería doloroso.

Las historias de su madre era lo único que ansiaba al pisar aquel hogar.
Su padre, un peliblanco de ojos de igual color que la luna, siempre las miraba a ambas con posesión. Su amor existía, pero era uno extraño y diferente. Tóxico.

—Escúchame, Sasuke Uchiha.

Sasuke prestó atención, aunque siguió agudizando sus sentidos. ¿Estaba preparando un ataque?

—Te perdonaré la vida esta vez. Así que, te ataqué y sobrevisiste.

—¿Qué-

Antes de que pudiese hablar, Ella movió sus brazos, activando sus ojos. Eran rosas.
Sasuke los miró, pensando en la chica del cerezo. Pensando en la chica que estuvo todo aquel tiempo con él.

Y, de pronto, su cuerpo fue esclavo del poder de aquella chica. No pudo resistir, aunque sí logró moverse unos centímetros, igual que Sarada. Intentó clavar su espada en el suelo para evitar volar hacia atrás, y lo consiguió.

Sus cabellos, su capa... Todo su cuerpo estaba a la merced de la gravedad de Ella.

—¿Esto ...sabes hacer?— preguntó Sasuke, bastante asombrado.

¿Su hija tendría un poder igual?

—Estoy siendo buena, por favor...— lo miró a los ojos. Sasuke volvió a notar ese dolor en ellos. Le resultó muy familiar—. ¡Déjese llevar!

Confiar en el enemigo sería una idiotez.
Pero el Uchiha lo hizo, porque si trataba de acciones idiotas, él era el mejor en realizarlas.

Tenía mucho camino que recorrer, y sabía que debía de hacerlo con calma.
Poco a poco.

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