1.

No había día que Eunji no pensara en su mellizo pero este dia, un día que por muchos años fue su favorito hoy daba comienzo a un cumpleaños en solitario, el primer día del resto de su vida sin volver a compartir pastel con su hermano.

Un día que amaba se convirtió un día triste y nostálgico.

Eujin miró la foto enmarcada que estaba en sus manos y sollozó. Había pasado un año desde su pérdida y este día era su primer cumpleaños sola.

Estados Unidos no pudo borrar su vida en Corea.

Aun pensaba en Su-Ho y en Seojun pero no se había puesto en contacto con ellos, tampoco se había despedido. Simplemente desapareció de aquel país con sus padres los cuales tomaron la decisión de partir por el bienestar de su, ahora, única hija.

Temían que si se quedaban allí también la perderían.

Eunji lloró un poco más fuerte presionando el marco en su pecho.

—Feliz cumpleaños, Seyeon—Murmuró estando a oscuras en su habitación.

Toma una caja de fósforos y enciende uno para prender una vela que estaba en su mesita de luz frente a un cuadro de su hermano. La calidez de la luz de la vela sobre el rostro de su hermano en aquella foto golpeó el corazón de Eunji.

—¿Por qué tuviste qué irte así?—Se lamentó con la cabeza baja.

Ella no estaba molesta con nadie. Su hermana no podía justificar a su hermano por su decisión sea cual fuese la razón.

Él decidió abandonarla.

Costó entenderlo pero gracias a las terapias al final lo hizo, perdonó a todas las personas que influyeron directa e indirectamente sobre su decisión y también lo perdonó a él por llevar a cabo aquella atrocidad.

Perdonó que él no cumpliera ni cumpliría todas las promesas que se habían hecho a lo largo de los años. Desde algo tan simple como ir a la pista de patinaje hasta que él la llevaría hasta el altar el día que ella se casase.

Pero el dolor aún está ahí, latente. Como su fuera ayer que recibió aquella llamada que cambió su mundo por completo.

Un sonido interrumpió sus pensamientos y la puerta lentamente se abrió.

—¿Vamos?—Murmuró Hwan, su mejor amigo.

Hwan y ella se habían vuelto cercanos desde que él salvó a la castaña cuando estaba cruzando la avenida y un auto con un conductor ebrio casi la arrolla. Él la había salvado. Sin embargo y para sorpresa del azabache ella no le agradeció, de hecho había hecho todo lo contrario.

Desde ese momento supo que él la cuidaria siempre.

—Si.—Murmuró levantándose peresosamente de su cama para colocarse los zapatos.

Hwan le brindó su espacio permitiendo que ella se tomara su tiempo para prepararse esperandola abajo junto con sus padres que se notaban igual de afectados como su hija.

Eunji bajó a pasos lentos ya vestida con su gorro de lana, guantes y un saco para apaciguar él frío de esa temporada en Nueva York con su perro Snow en brazos que también estaba abrigado.

Aquel peludo de cuatro patas fue la mascota que Seyeon le había regalado en su cumpleaños pasado. Lo abrazó contra su pecho sintiendose confortada al lado de aquel animal en ese momento, como si su hermano este día hubuera tomado el lugar de su perro.

Nadie dijo nada y salieron en silencio de la casa para dirigirse al bow bridge.

Hwan pasó su brazo por la cintura de la castaña para pegarla a su cuerpo. Eunji se dejó mientras apoyaba su cabeza en el pecho de su amigo.

Su madre prendió una vela para luego encender el resto de sus velas que casa uno tenía en sus manos y miraron al cielo.

Esa noche estaba estrellada pese que esa mañana había nevado un poco. La temporada fría estaba llegando al centro.

Su madre dijo unas oraciones al cielo, rezó y bendijo a su hijo entre lágrimas.

Eunji sollozó sin pena mientras rogaba que todo sea un sueño nuevamente, que en realidad ella estaba en coma y su hermano nunca murió.

Cerró sus ojos e imágenes de ellos de pequeños hicieron que su corazón se estrujara. Recordó las veces que cantaban juntos, cuando soplaban las velas y luego terminaban ambos con crema en sus rostros.

Aquel se ve interrumpido por una lengua rasposa en su mejilla. Era snow quien lamia las lágrimas saladas de su ama provocando pequeñas risas en ella dejando a todos con su corazón conmovido.

Escuchar reír a la castaña era muy difícil desde la ida de su hermano.

Su padre y su madre encendieron un candelabro flotante para lanzarlo al cielo en honor a su hermano dando como finalizado aquella pequeña ceremonia familiar.

—Quiero quedarme con Hwan.—Susurra Eunji.

—Hija pero..

—Descuide, Señora Yoon. Yo la llevaré a casa.—Dice con amabilidad Hwan.

Sus padres dudan un momento pero sabían que debía darle espacio a su niña por lo que accedieron dejándolos solos en aquel puente llevándose a Snow con ellos.

Hwan abrazó con fuerza a Eunji quien se dejó caer en sus brazos cuando sus padres ya no la veían.

No querían que la vieran tan débil.

—Tranquila, pequeña, tranquila.—Murmura apoyando su menton en la cabeza de la más baja abrazandola.

Él la llevó hasta su departamento porque la temperatura bajaba cada vez más y no quería que su amiga se enfermase.

Eunji poco a poco comenzó a sentirse mejor luego de descargarse en el hombro de su amigo y cuando el delivery llegó los ojos de la castaña se iluminaron estando más animada acomodandose en el sillón al ver cómo su amigo dejaba todo sobre la mesita frente a ellos.

—-¿Realmente todo esto es para nosotros?—Preguntó como niña pequeña observando lo que el azabache había pedido. Todo lo que le gustaba a ella.

—Lo és.—Respondió con una sonrisa al ver que había logrado que Eunji sonriera.

Esa sonrisa que tanto le encantaba en secreto.

Comieron entre risas y juegos. Eunji por un momento se olvidó del dolor que ese día significaría para ella el resto de su vida y agradecía tener a Hwan a su lado.

—Hoy cumples 18—Murmura acariciando su mejilla para luego tomar de un lado del sillón su guitarra.—Me gustaría cantarte algo.

El corazón de la menor late con rapidez ya que si bien su amigo le había cantado en otras ocasiones en ese momento todos sus recuerdos iban a Seyeon quien cantaba junto a ella el día de su cumpleaños.

Dudó un instante pero terminó aceptado al ver el brillo en los ojos de Hwan quien comenzó lento a tocar las cuerdas con sus dedos.

Y cantó. La voz de Hwan no era para nada igual a su hermano sin embargo cuando cerró los ojos para disfrutar la melodía su cerebro comenzó a distorsionar su voz y ya no era su amigo quien cantaba, si no Seyeon.

Pequeñas lágrimas comenzaron a resbalar de su mejilla aún manteniendo sus ojos cerrados y sonrió mientras su corazón poco a poco dejaba de doler cuando pensaba en su hermano.

Llevaría a su hermano en su corazón por siempre, aunque no lo viera sabia que en sus sueños él hablaba con ella.

Claro que eso no se lo había dicho a su psicóloga por temor a que la enviaran a un psiquiátrico pero ella sabia que su hermano estaba ahí.

Hwan vió cómo su amiga poco a poco se iba quedando dormida mientras él permaneció cantándole con suavidad.

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