True Colors

TRUE COLORS

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel MCU

Pareja: Steve x Pepper

Derechos: pues a dormir.

Advertencias: esta es una pareja inusual, ya sabemos como es la dinámica con eso. Fluffloso porque es bueno para el alma con el tema de las Almas Gemelas. Una historia de encargo.

Gracias por leerme.


*****


But I see your true colors
Shining through
I see your true colors
And that's why I love you
So don't be afraid to let them show
Your true colors
True colors are beautiful
Like a rainbow

True colors, Cyndi Lauper.


Steve.


"El amor de tu vida da color a tu mundo."

Era una frase que todos habían escuchado desde hace tiempo, porque se sabía que tu Alma Gemela era quien traía esa variedad de tonos vivaces que el mundo en realidad poseía y que solamente era visto cuando encontrabas esa otra mitad con la que compartirías el resto de tu vida. Así era la idea, había pruebas de ello en varias parejas felices al haber encontrado su media naranja en algún punto de sus vidas, algunos de adolescentes, otros de ancianos, otros de jóvenes. Solo bastaba un roce con esa persona para hacer la magia. Desafortunadamente no era el caso de la mayoría, quien podía pasar sus años buscando esos colores vivos sin verlos jamás. Así había sido el caso de Steve, quien recordaba a su madre María en sus últimos años confesándole que siempre deseó el poder ver cómo era el mundo.

Se había casado con su padre Joseph al no tener otra opción en sus tiempos, era lo mejor que pudo tener y aunque se había arrepentido en cierto punto, lo mejor era su hijo en quien confiaba y oraba que encontrara esos colores junto con su Alma Gemela. Aquel muchacho escuálido no tuvo muchas esperanzas con semejante estado. Pero la guerra y sus ganas de hacer algo digno lo llevarían a convertirse en nada menos que el Capitán América. Creyó que Margaret Carter sería esa persona que le daría los tonos vivos a su mundo, pero no lo fue. A veces se decía que eso quizá influyó al momento de salvar el mundo estrellándose en el Ártico.

Despertar y encontrarse vivo en un mundo completamente distinto al que seguían faltándole esos matices necesarios para disfrutarlo no fue mucho de su agrado. Solamente estuvo satisfecho de que al menos podía seguir protegiendo y haciendo lo que le gustaba ahora en compañía de un equipo variopinto que luego pudo llamar familia. Los Vengadores. A veces peleaban o no estaban para nada de acuerdo con la forma en que el capitán deseaba que se hicieran las cosas, especialmente Tony Stark, pero funcionaban bastante bien.

Curiosamente, ninguno de ellos tampoco tenía ese gusto de ver los colores vivos. Nat decía que se debía a su misión como Vengadores. O eran protectores o eran felices. Steve tuvo que darle la razón entre noches de películas, pizzas, guerra de almohadas, extraterrestres horripilantes intentando apoderarse del mundo o dioses mitológicos haciendo locuras en pleno Nueva York. No se podía quejar, igual su deseo de pintar el mundo, repetir esos colores vivos jamás iba a hacerse realidad, pero al menos tendría la dicha que ahora las personas ya no tenían miedo de ser asesinados por un loco alemán. Eso hacía que se sintiera satisfecho al final del día luego de entregar su informe en SHIELD y poner orden al caos ordinario que eran sus hermanos Vengadores.

Sí, Steve no podía quejarse.

Los colores bien podían jamás aparecer. Dudaba que lo hicieran.


*****



Virginia.



Siempre recordaba la sonrisa de su madre, tan llena de felicidad como en sus ojos donde encontraba un brillo que le recordaba al de las estrellas, solo que con otra intensidad, otra forma de iluminarse. Eso se debía a que su madre había encontrado a su Alma Gemela en su padre, así que ella podía ver los colores del mundo y se los platicaba a su hija todo el tiempo, queriendo contagiarla de la felicidad que era el poder contemplar semejante escenario. Pepper solamente podía darse una idea como el resto, anhelando muy en su interior el poder tener esa dicha llegado el tiempo necesario.

No tuvo prisas, había sido educada para ser autosuficiente y victoriosa, sin necesidad de depender de la vista magnífica que su otra mitad pudiera traerle. Había conocido casos desastrosos, no todo era la miel sobre hojuelas que decían en los medios o las tías en sus reuniones de té. Algunas parejas que se encontraban terminaban incluso odiándose a muerte sino era que se asesinaban al no poder soportarse. Eso de que todo estaba garantizado con un final feliz era mentira, por lo que la joven se decidió a hacer su vida sin poner todas sus esperanzas en ver los colores reales del mundo. Miles de personas vivían tranquilamente sin ellos, ella no sería la excepción pese por siempre guardar la pequeña esperanza de que si sucediera un día.

Abriéndose paso por el competitivo mundo de los negocios, por fin llegó su suerte cuando fue contratada por nada menos que Tony Stark. Y luego la hizo su CEO, la posición más deseada y por la que ella había estado trabajando si bien eso implicaba tener que ir tras ese millonario excéntrico a salvarle el trasero de vez en cuando porque no tenía sentido de supervivencia. Fueron pareja por un tiempo, Pepper no pudo evitar caer en sus encantos al conocerlo mejor que nadie, pero tenían caminos distintos y la rubia jamás le robaría su intención de hacer un mundo mejor como Ironman. Así que volvieron a ser excelentes amigos que todo se confiaban, como eso de ver los colores.

—Inventaré un dispositivo que te permita esos endemoniados colores reales, Peps.

—Prefiero que tomes el desayuno, Tony.

Tuvo la esperanza de que con él fuese a tener esa oportunidad, se desencantó un poco y terminó aceptando que en esa etapa de su vida estaba muy lejos ya de poder hallar esa Alma Gemela. Había recorrido todo el mundo en compañía de Tony, conocido a cantidad de gente y jamás había tenido destello alguno de ese milagro. Con tal posibilidad de hurgar por el planeta sin hallar a nadie, Virginia tomó eso como la señal de que quizá, probablemente, en esa vida no encontraría ni los colores ni la persona destinada. Era mejor así, entre Industrias Stark, la Fundación María Stark y la Iniciativa Vengadores, tenía para morir con pendientes sobre su lecho de muerte.


*****


Los colores reales.



—No puedo creerlo.

—Por favor, por favor, por favor.

—Tony, me estás pidiendo que haga algo que a ti te corresponde... ¡y ni siquiera es relacionado a las misiones!

—Pero sí a los Vengadores —replicó el millonario alzando un dedo.

—Tony.

—Por favor, Steve, Peps me matará si voy yo.

—Es que lo hará de todas maneras ¿cuál es la diferencia que vaya yo o que vayas tú?

—Que a ti no te gritará.

El capitán suspiró. —Me debes otro favor.

—Anotado.

—Pero quiero una explicación detallada de lo que debo hacer, no haré el tonto frente a tu CEO.

—Oh, vamos, podrías incendiar el edificio de Industrias Stark y aun así Pepper te preguntaría si quieres un café con dos de azúcar.

—Eres incorregible.

—Así me quieres.

—Desafortunadamente.

Lo que tenía que hacer y que aquel genio excéntrico estaba evadiendo era entregar un mero resumen de contabilidad sobre inversiones para mantener la iniciativa que debía haber firmado días atrás. Como siempre, Tony olvidaba esa clase de cosas pese a tener a Jarvis recordándole incluso que no había probado alimento. Steve lo hizo porque estaba aburrido, el mundo estaba demasiado tranquilo, no misiones ni tampoco sobresaltos provocados por villanos aparecidos del suelo. Todo estaba normal así que ir a Industrias Stark a dejar un sobre con documentos como si fuese alguna clase de mensajero le pareció adecuado.

—Gracias, Steve.

—No hay de qué, Tony.

Pepper tomó a bien su mensaje, respondiendo que lo esperaba en su oficina para recibirlos en persona, confirmando las palabras del millonario sobre el respeto de la CEO a su persona. Steve no llevó prisas, tomando su moto para recorrer las avenidas hasta donde se encontraba el imponente edificio de Industrias Stark que estaba lleno de actividad como era usual para la hora. Su paso hacia la oficina privada de Pepper Potts fue directo, ya Tony le había abierto camino y ser el Capitán América también ayudó un poco.

—¿Supiste? Terrence de contabilidad ha podido ver colores.

—Qué suerte tienen algunos.

El capitán suspiró, presionando el botón del elevador con el sobre bajo el brazo esperando como niño bueno a que Jarvis lo llevara hasta la oficina de Virginia Potts, quien lo recibió con una sonrisa, extendiendo un brazo para que pasara hasta donde su enorme mesa de cristal que miraba a la siempre ruidosa Nueva York.

—No debiste molestarte, Tony era quien debía estar aquí.

—Te tiene miedo.

—Con mucha razón. ¿Al menos está bien?

—Lo dejé comiendo pizza.

—Gracias por cuidar del niño, capitán.

—No hay de qué —sonrió este tendiéndole el sobre— Espero todo esté en orden.

—Siendo Tony el que debía firmar no lo sé... ¡no!

Las hojas cayeron desperdigadas por el suelo, acto seguido Steve se inclinó para tomarlas todas lo mejor que pudo antes de que se ensuciaran o doblaran. Pepper hizo lo mismo, recriminándose por su torpeza.

—Tengo que poner en orden esto.

—¿Puedo ayudarte?

—Tienes cosas más importantes que hacer, Steve.

—En realidad no.

Ambos se levantaron, llevando sus respectivos montoncitos de hojas que fueron ordenando y hablando de Tony Stark en el medio mientras Virginia iba diciéndole al capitán dónde poner cada hoja. En un momento dado, la mano de la CEO chocó sin pensarlo con la de Rogers al coincidir en la misma página que estaban buscando. Ninguno de los dos se movió en los siguientes minutos porque no pudieron creer lo que estaba sucediendo. Era como si de pronto alguien quitara el filtro que impedía ver los colores reales y ahora se revelaba ante ellos un mundo rico en tonos y brillos que jamás habían visto.

Y eso significó una sola cosa.

—Señorita...

—Capitán...

Ninguno quiso hablar, porque no supieron qué decir, asombrados y asustados al mismo tiempo sin que sus manos se separaran, observando a detalle los colores que tenían cada uno. El tono tan llamativo en los cabellos de la alta mujer, los tonos más dorados en Steve, su tono de piel. Ese juego de azules en su camisa de cuadros, lo rojo de las zapatillas de Pepper. Claro que habían podido ver esos colores, pero en tonos secos que para nada se acercaban al real, tan vívido que les dio la impresión de que destellaban luz. De nuevo se miraron preguntándose al mismo tiempo cómo era posible que siempre habían estado así de cerca sin jamás haberse percatado de que eran Almas Gemelas.

Eran Almas Gemelas.

Contra todo pronóstico o idea, ahí estaban ellos dos sosteniéndose las manos como niños asustados hasta que Virginia fue sonriendo lentamente, recobrando esa compostura tan conocida en ella, bajando su mirada a la mano de Steve que tomó entre las suyas.

—Creo... que debemos hablar.

—Sí.

—Esto es... inesperado para mí. Y no hablo de que sea malo, solo...

—Yo tampoco lo esperaba —Steve tosió un poco— Aunque es genial si me lo preguntas, es decir, eres una mujer muy atractiva.

—¿Steve?

—¿Sí?

—No hay necesidad de ello.

—Lo siento, no sé qué decir.

—Yo tampoco... tus ojos.

—También los tuyos.

—¿Cómo es que nos privan de este mundo?

—Hay que reclamar a quien hizo esta regla, porque... porque si no hubiera yo despertado en este nuevo mundo jamás te habría encontrado.

—¿El destino así lo quiso?

Rieron de nuevo, sin querer soltarse por miedo a perder esa visión. Incluso Nueva York parecía más imponente con esos colores vivos. Pepper tomó aire, apretando suavemente la mano de Steve antes de soltarla en un atrevido experimento para comprobar que en verdad los dos eran Almas Gemelas. Los colores no se marcharon, siguieron ahí como ellos sin poder articular algo sensato más allá de sus frases cortas. Esperanzas que habían vuelto de golpe sin aviso, como las buenas cosas de la vida.

—¿Qué pasará ahora? —preguntó el capitán todavía nervioso.

—Supongo lo que debe pasar entre dos personas que ahora tienen algo en común: conocernos más. ¿Estás dispuesto a eso?

—Es lo que he esperado.

—¿Sabes? También yo.

—Entonces... entonces...

—Sí, creo que podemos comenzar con una cita.

—Oh, bien.

Pepper rio. —Me gusta el azul de tus ojos.

—A mí el color de tu cabello... y de tus zapatillas.

—Oh —ella levantó un pie— Me pregunto cuántos pares he dejado ir por no convencerme el tono.

—Ahora puedes gozar de ellos.

—Le pediré un aumento a Tony.

—Creí que eras su CEO, no lo necesitas.

—Cierto.

Los rayos del sol todavía acentuaron esos colores que los dejaban anonadados, mirándose unos segundos antes de reír de nuevo como tontos.

—¿El sábado? —aventuró Steve.

—Viernes, quiero tomarme el día. Tenemos un mundo por conocer y será mejor comenzar desde ese día.

—De acuerdo —el capitán soltó una risita— Tony se volverá loco de celos y envidia.

—¿Y tú?

—Yo estoy feliz.

—Que bueno, porque yo también. Creo que hemos comenzado bien, Steve Rogers.


F I N

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