¿Truco o trato?
— Algo malo va a pasar — dijo Merlin, una joven hechicera pelinegra.
— ¿Cómo lo sabes? — preguntó Elaine bajando del caballo.
— Lo puedo sentir — contestó — me parece que hay que acudir a...
Dijo sin terminar la palabra, pero Elaine asintió y entendió al instante.
Ambas cabalgaron por el bosque hacia una grande morada, entraron y comenzaron a tomar sus capas y espadas, preparándose para lo que venía, y lo que venía, era algo importante.
[pueblo Liones]
— Hermana... no tengo mucho tiempo — dijo una mujer de cabello rubio y ojos rojos.
— ¿Qué sucede, Gelda? — preguntó levantando una ceja, una mujer albina.
— Me persiguen, Elizabeth — habló mientras su pecho subía y bajaba y sus manos temblaban.
— ¿Qué? ¿Quién?
La mayor miraba cómo su hermana se colocaba su capa y ponía sus botas. Se acercó y depositó un beso en la frente y un abrazo de despedida.
Todo fue muy rápido. Era de noche, y Elizabeth miraba cómo Gelda salía rápidamente de la cabaña pero un grupo de hombres montados a caballo la tomaron por el cabello y la arrastraron hacia el centro del pueblo, donde se quemaban a las hechiceras que encontraban.
Elizabeth corrió tras ellos con lágrimas en los ojos.
Los pueblerinos rodearon la hoguera y Ludociel, el mayor cazador de brujas amarró a Gelda al palo rodeado de paja y comenzó a hablar.
— ¡Ciudadanos! — exclamó con una sonrisa de oreja a oreja — ¡Hemos dado con otra hechicera! ¡Que las llamas la abracen y muera! ¡Muera la brujería negra!
— ¡Muera!
Gritaron todos.
Elizabeth corrió empujando a los pueblerinos tratando de salvar a su única familia. Unos guardias la tomaron de los brazos y la inmovilizaron, obligándola a mirar cómo quemaban a su hermana.
— ¡NOOOOO! — soltó un grito de dolor.
A los minutos todos se habían ido y la única que quedaba era Elizabeth, en el suelo, llorando y prometiendo venganza.
Al día siguiente todos eran indiferentes con ella, la trataban de bruja y entre varios armaron una ronda alrededor de ella y comenzaron a lanzarle piedras y agua.
— ¡Bruja!
— ¡Vete de aquí!
Elizabeth se levantó y corrió a su cabaña, se lanzó a la cama y comenzó a llorar. Al parecer no tuvo conciencia del tiempo, pues la luna estaba en su punto más alto y una voz masculina sonaba por las calles.
Se reincorporó y guardó silencio. Tomó una antorcha y la prendió fuego mientras seguía esa voz, llegó hasta la entrada del bosque, el cual supuestamente estaba embrujado, pero Elizabeth tomó aire y con las cejas fruncidas se adentró sin ningún tipo de miedo.
Caminaba con la antorcha en su mano mientras oía como si la estuvieran observando, pero no había nada ni nadie a su alrededor, un dolor agudo en su pecho hizo que cayera al suelo soltando un grito desgarrador. Sentía un fuego en su interior, su corazón iba a mil y sus ojos zafiros de siempre se reemplazaron por un color naranja.
— AHHHH — gritó mientras de sus manos salía una energía de color naranja.
De repente una voz masculina y fuerte sonó por todo el bosque.
— ¿¡Quien osa entrar a mi bosque y hacer tanto ruido?!
— Yo solo quería encontrar a las dos hermanas, ellas podrán ayudarme.
Alguien por detrás la tumbó al suelo quedando arriba suyo y con una bocanada de aire Elizabeth soltó un grito de terror al encontrarse cara a cara con el vampiro que atormentaba a su pueblo cada noche.
Un joven rubio con una marca en su frente y ojos negros habló con ella con una manera sexy y peligrosa. Por alguna extraña razón a Elizabeth se le hacia conocido, su cabello su voz y sus ojos, esos ojos negros profundos que escondían muchos secretos, y ella iba a averiguarlo.
— Eres tan pura como para ser una bruja...
— Pero yo no soy-
La interrumpió poniendo un dedo en sus labios. Cuando ya era obvio que iba a besarla, la tomó del cabello quedando su garganta al aire y en un par de segundos mordió su cuello.
Elizabeth soltó un grito al sentir sus colmillos enterrarse en su cuello. Un calor se apoderó de ella y sus piernas comenzaron a patalear para quitárselo de encima. Su mandíbula estaba apretada y cuando terminó, quedó jadeando con la boca abierta.
— ¿Cuál es tu nombre bonita? — preguntó una mujer de pelo negro entrando en escena. Elizabeth miró detrás del vampiro con ojos temerosos — Meliodas... suéltala, la estás asustando.
Elizabeth retrocedió y miró a la mujer de cabello negro.
— Busco a las dos hermanas, ellas podrán ayudarme.
— Las estás viendo — dijo una rubia saliendo detrás de la otra mujer — Soy Elaine y ella Merlin — siguió mientras los tres presentes se alineaban en una fila — Te ayudaremos, Gelda era una de las mejores compañeras que tuvimos y no queremos ese destino para ti — cuando terminó extendió su mano y un caballo la esperaba. Cabalgaron hacia una grande morada, una casa grande y blanca con enrredaderas verdes.
Cuando le mostraron el lugar, le mostraron su habitación y es donde se quedaría. Estaba sentada en la cama mirando las fotos que colgaban en las paredes, varias donde se encontraba Gelda.
— No me quedaré con los brazos cruzados — susurró Elizabeth y se dirigió afuera de la casa.
Cuanto más caminaba, más recuerdos le llegaban. Se sentó al borde de un estanque con peces y los miró por un rato hasta sentir que alguien se sentaba a su lado.
— Hola... lamento haberte mordido — dijo el rubio vampiro.
— Meliodas ¿cierto?
— Si — dijo con una sonrisa. No tuvo que pensarlo dos veces y extendió su mano y Elizabeth dudo — vamos, no te haré daño.
Elizabeth sonrió y caminó a su lado, charlaban como si se conocieran de años. Mientras caminaban, cada vez el bosque que rodeaba la morada ella miraba con admiración lo que veía, hadas, duendes y todas las especies que pudiera imaginarse. Llegaron a un estanque más grande, como un lago donde habían sirenas.
— ¿Sirenas? — preguntó ella con admiración.
— Si, acércate...
Elizabeth se acercó lentamente y una sirena de cabello castaño se acercó a la orilla, esta misma acarició su mano mientras se veían con admiración.
— Eres muy bonita, ¿cómo te llamas? — preguntó Elizabeth con la esperanza de que no entendiera su idioma.
— Soy Diane, ¿y tú?
— Soy Elizabeth.
Ambas sonrieron y Diane del agua sacó una pequeña diadema de piedras preciosas que se encontraban en el fondo del lago. Brillaba con intensidad y al ponérsela, sintió como una energía recorría su cuerpo, haciendo que le diera escalofríos. Era una diadema protectora y ayudaba con los dolores, pues Elizabeth desde que tiene memoria, sufría de jaquecas intensas.
— Vamos, debes estar cansada — dijo Meliodas.
— Si... adiós Diane.
Ambos caminaron hacia la morada y antes de que Elizabeth entrara, se giró y depositó un beso en la mejilla del vampiro haciendo que este se sonrojara.
— ¿Por qué siento que te conozco? — preguntó ella.
— Porque ya nos conocíamos...
— ¿Qué?
Meliodas colocó su dedo en la frente de Elizabeth y está cerró los ojos, hundiéndose en una oscuridad que había en su alrededor.
(...)
La joven diosa volaba por los cielos junto a su querido vampiro.
— Oh Meliodas — dijo ella aterrizando en el césped seguida del rubio mientras se adentraban en una cueva — Tócame...
Palabras peligrosas salieron de su boca y Meliodas la besó y se acercó más a Elizabeth. Sus besos bajaban y con ello la ropa, cuando ambos quedaron desnudos la acción había comenzado.
Meliodas bajó hacia su intimidad y dio una lamida haciendo que Elizabeth soltara un gemido de placer. Su pecho subía y bajaba sin parar y sus manos buscaron su nuca y acariciaba lentamente su hermoso cabello rubio.
— Ahhh~ por favor Meliodas, entra en mi.
— Lo que desee la princesa.
De una estocada metió su miembro dentro de ella soltando un gruñido. Cada estocada era más fuerte y rápido, si seguían así se quebrarian en dos.
— Ahhh~ voy a... voy a...
— Hagámoslo juntos hermosa.
— AHHHH~ Meliodas~
Sintió como un líquido caliente entraba en ella, aún tenía pequeños espasmos por haber llegado al clímax. Acercó a Meliodas hacia sus labios y se unieron en un beso tierno.
Cuando pasaron las horas, salieron de la cueva y caminaron por el césped. Elizabeth se dio cuenta que un demonio volaba arriba suyo y tenía una flecha que iba directo a Meliodas, pero ella no dejaría que le hicieran daño, así que intervino.
— ¡NOO! — gritó ella empujando a su querido clavando esa flecha en su pecho, el demonio salió volando huyendo de la escena.
Elizabeth cayó al suelo sosteniendo la flecha. Meliodas desesperadamente se acercó y las lágrimas no tardaron en aparecer en sus ojos. Acarició su mejilla y sonrió.
— Nunca supe lo que era amar de verdad... hasta que te conocí — dijo ella — por favor no me olvides, te prometo que nos volveremos a ver... te amo.
Un llanto y un grito salieron de la boca de Meliodas mientras abrazaba el cuerpo muerto de su querida novia, de su querida hermana del alma. Pero juró que se volverían a encontrar, cueste lo que cueste.
(...)
— ¿Meliodas? — preguntó la albina con los ojos naranjas — cumplí mi promesa ¿no?
Ambos se abrazaron y unas pequeñas lágrimas salieron de los ojos de Meliodas.
Elizabeth con una sonrisa, tomó su capa y al anochecer salió de la morada seguida de Merlin, Elaine y Meliodas, tocando la puerta de las casas de las personas del pueblo. Todo estaba saliendo de acuerdo a su plan. Cuando llegó a la última, donde se encontraba el asesino de su hermana.
Con un chasquido de dedos, en su mano apareció fuego y cuando Elizabeth lo vio, sonrió malvadamente y lanzó el fuego a la casa del verdugo. No tardaron en salir de la casa pidiendo ayuda y se encontraron frente a frente con ese hombre.
— ¿Truco o trato? — preguntó ella mientras que con su magia hizo que cayera al suelo muerto — Esto es por mi hermana — dijo mientras con una espada le perforaba la cabeza.
Una risa de sus compañeros salieron de sus bocas y volaron por los aires, felices de haberle hecho venganza a Gelda. Pues después de todo, la que terminó tocando las puertas de los aldeanos... era ella.
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¡Brujitas y brujitos!
¿Cómo están? Espero que muy bien.
Aquí les traigo el especial de Halloween, ya es 31 y no podía dejarlos sin el especial del mes de las brujas.
Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo.
En un ratito nos vemos en el terror Moon que tengo una sorpresa.
Los leo🫶🏼
Cariños❤️
Moon_
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