Prólogo

2007, Pueblo ignoto

—Madre ¿Tu sabes quiénes son esos niños que viven en el gran edificio enfrente del parque?—Preguntó la pequeña Sadie a sus cortos 7 años de edad cuando su madre fue a arroparla aquella noche de invierno, donde la pequeña pelirroja se tapaba hasta cubrir su nariz, dejando únicamente sus ojos color azul a la vista.

— ¿A qué viene la pregunta?— su madre hacía una mueca, comenzó a planchar con la palma de sus manos el acolchado, tratando de que no se note su extrañada expresión por la incógnita de su hija.

—No lo sé, me resulta raro solo verlos pasar en las noches de lluvia ¿No te parecen extraños?— La primera palabra que se le había venido a la mente fue esa. Porque esa es la primera palabra que piensa cuando ve algo desconocido, fuera de lo normal, cree que es extraño. Pero para ella no era en el mal sentido, por supuesto que no. A la niña se le iluminaban sus ojos al recordar a ese grupo de niños que había visto pasar por la ventana de su edificio que daba al exterior hace dos noches, cuando las calles estaban vacías y la lluvia embarraba los caminos de tierra, donde el contante sonido de las gotas golpeando contra el ventanal la ayudaba a dormir.

Hubiera jurado que esos niños tenían algo especial, ellos tenían...

(No puede ser)

Tenían...

(Es imposible)

Algo especial.

—Se que esos niños siempre se meten en problemas, cariño— responde mientras acaricia su mejilla suavemente. Y el pensamiento no estaba muy errado a lo que creía que diría, incluso esperaba algo peor, como lo que le había dicho...

—El señor Jefferson dice que nunca los vio en persona, pero que sabe que son monstruos que vinieron a maldecir el pueblo... Dice que vinieron aquí porque no tienen el perdón del Señor— su voz tiembla apenas menciona la opinión que el vecino del B12 (enfrente del suyo) le propuso el día de ayer cuando esta estaba barriendo el pasillo compartido; cuando él había vuelto del mercado exclamando que el lugar fue robado y aseguró sin titubear que había sido obra de aquellos problemáticos.
Sink se encontraba ansiosa por obtener una opinión acertada de esa persona que sabe que siempre tiene la razón, esa que tanto admira; su madre. 

—Y debe estar en todo lo correcto Sadie. Tu jamás debes meterte con la gente problemática como ellos: hay algunas personas como tú que son demasiado delicadas, personas que no nacieron para hacer esas cosas ¿Entiendes? No tienes que ser como ellos— la niña no entendía a qué se refería, pero aún así asintió repetidas veces. —No son gente del bien

(Es muy probable de que no sean reales)

—Pero si vuelves a verlos debes recordar que nunca debes acercarte  ¿Escuchaste?—. La pequeña desvió la mirada observando algún punto inexistente en la pared. Su madre notó aquel gesto y tomó el brazo de su hija con fuerza, esperando una respuesta afirmativa. La pequeña aguanto la respiración por unos instantes, su madre no solía ser agresiva ni brusca.

—¿Por qué no tienen el perdón del Señor?— insistió la pequeña con miedo, tratando de regular su respiración y no dirigir su vista a el lugar dónde su madre estaba haciendo presión.

(Dejara una marca)

La pequeña seguía con dudas, no entendía como unos niños como ella pudieran causar algún tipo de daño. ¿Cómo alguien tan inocente puede hacer algo malo?

—Es que de esos niños se dicen muchas cosas... Que son malos y no solo de pinta ¿Entiendes? algunas personas como el señor Jefferson creen que ni siquiera son humanos, que son un pecado, una aberración para la humanidad, unos monstruos que deben ser...— La señora Sink dejó la palabra en el aire. Su hija era demasiado pequeña para esa conversación sobre los rumores acerca de los malditos problemáticos.

(Su pequeña)

Dejó de prensar el pequeño brazo de su hija. ¿Por qué la estaba lastimando?

Los niños problemáticos.

Los niños problemáticos la estaban controlando, todo era culpa de ellos.

Suspiró mirando hacia la nada. La niña tuvo el presentimiento de que su madre estaba recordando alguna acción trágica cometida por esos problemáticos.

(Trágica es la marca que te dejaron ellos en el brazo)

(¿Ellos?)

—¿Tu también lo crees?— La niña jugaba con un mechón de su cabello, enrollándolo entre sus dedos esperando una respuesta, tardo unos largos e interminables segundos para la niña, mientras esta la miraba con incertidumbre.

—Claro que si: Si esos niños existen deben ser  muy peligrosos... Y no es que sea candidata a culparlos, pero alguien debe poner las cartas sobre la mesa— frase que utilizaba cuando hablaba de un tema polémico o incómodo, donde pensaba que su pensamiento era el único correcto e irrefutable, sintiéndose la voz de los que callan. Sadie creía ciegamente en ella, porque después de todo es su madre y ella es pequeña como para poner en duda la realidad que impone la mujer y pensar que esta puede llegar a no estar en lo correcto, porque es su modelo a seguir, su mentora ¿Qué razones tendría para mentirle? — solo te meterías en problemas y no quiero eso para ti, así que ahora con todo lo que te he dicho, quiero que me prometas que te mantendrás alejada de esos niños en caso de volver a verlos... No quiero que vuelvas a poner en duda la maldad de esos niñatos — la señalo severa. Sink se sintió como si la estuvieran regañando injustamente. Observó con temor a su madre, miraba a sus ojos y después al dedo que la señalaba consecutivamente, cuando creciera lo tomaría como un gesto común de severidad, uno del montón.

(Dejará una marca)

La pequeña, que lo único que más deseaba era complacer a su madre acepto sin vacilar —No me acercaré a ellos— aseguró.

—Bien, y ya no me hagas hablar de estas cosas tan terribles, sabes que no es de mi agrado ¿De acuerdo?—la madre se levantó de la cama y palmeó sus manos entre si como si acabara de finalizar correctamente una labor y le dio un sonoro beso en la mejilla antes de retirarse.

Era seguro, la pelirroja no se acercaría a los problemáticos jamás.

Esa noche la infante soñó que su madre la perseguía por todo el departamento, los ojos de esta eran rojo vivo y podía escuchar rugidos salir de su boca, unas largas garras amenazaban con atraparla. Entre los gritos guturales se escuchó a la mujer gritar –Tendrás que esconderte y tendrás que hacerlo bien, debilucha–A la mañana siguiente despertaría agitada, excusándose de sus gritos con el relato de esa terrible pesadilla, solo que alteraría la identidad de aquel monstruo, diciendo que era uno de los niños; esos niños que juró nunca volver a ver.




CCC
25/03/20


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