35 | Entre fotos y secretos
𝐓𝐫𝐨𝐮𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚𝐤𝐞𝐫
NO SABÍA CÓMO NO NOS HABÍAMOS RESFRIADO.
Una parte de mí sabía que el habernos cambiado y bañado con agua caliente apenas llegamos jugó una parte en eso.
La otra solo quería creer que un momento tan bonito como el que habíamos vivido no se podía echar a perder por algo tan mundano como una gripe. O al menos debía pensar que el mundo funcionaba así y tratar de no buscar lo negativo.
Pasamos un par de días más en España recorriendo las calles de Madrid como unos meros turistas antes de irnos a Mónaco para la famosa sesión de fotos.
Solo que, esta vez cuando llegamos a mi apartamento, no fui yo la que recibió una sorpresa.
Carlos dejó sus gafas de sol y sus llaves en la mesa antes de caminar hacia mi sofá, cuando de repente al captar un objeto foráneo encima de la superficie de madera se volteó a verme—Creo que te dejaron algo tus admiradoras.
—Mmm, ¿en mi propia casa? ¿Seguro? —traté de no delatarme a mí misma por el entusiasmo en mi voz mientras caminaba por la cocina—. ¿Por qué no revisas de quién es, cariño?
El español se agachó delante del objeto y con su mayor cara de confusión leyó la nota que tenía el objeto—Para Adora, de Carlos... —Se enderezó—. Princesa, quisiera llevarme el crédito, pero yo no te he...
—Léelo de nuevo.
Parpadeó desorientado—¿Qué?
—Solo hazlo —quise reírme por su cara de no saber qué carajos estaba pasando. Esa era parte de la sorpresa, ¿no?
—Uh... ¿Okay? Si tú dices... Para... Carlos... —volvió a leer detenidamente, esta vez de forma correcta. Él y su dislexia—. De... Adora —me volteó a ver sorprendido.
—Sí, tonto, es para ti —exclamé burlona.
—Pero yo no te di nada.
—Me has dado suficiente —le aseguré—. Ahora déjame devolverte el favor y ábrelo, ¿sí?
Carlos no desistió ni por un segundo de su expresión de duda. Creo que por primera vez en lo que llevábamos de relación, había sucedido algo fuera de su control y lo tomé por sorpresa.
Sin tiempo que perder, el español abrió la caja como un niño pequeño y empezó a sacar sus regalos con una fascinación absoluta en su mirada—Mi amor, en serio no debis...
—Ni se te ocurra terminar esa frase, Carlos Sainz —advertí señalándole con mi dedo de forma amenazante—. Te has portado de maravilla estas semanas y yo también merezco consentirte de vuelta después de todo lo que has hecho. Es lo mínimo.
—Es lo que cualquiera habría hecho —replicó.
—No, es lo que muchos deberían hacer pero no hacen, así que no te quites crédito y tan solo ábrelos, ¿quieres? —le dediqué una de mis famosas miradas que decían sin palabras que no había lugar para peleas.
El español juntó los labios y con un suspiro abrió una de las cajas, la más pequeña. Apenas la abrió soltó una carcajada que me hizo sonreír.
Le dije a Lele que él lo entendería.
Sostuvo la cajita de hot wheels con el mini carro rojo con una nota que decía "Tú aceleras mi corazón" con una sonrisa en su rostro—¿En serio? —se veía muy divertido con lo pequeño que se veía el carrito en sus manos.
—¿Qué? Haces que mi corazón haga ku-chaw, galán —bromeé guiñándole un ojo y logrando que riera. Era súper cursi, pero desde que leí ese comentario en un tweet no podía contener mis ganas de decírselo.
—Me da hasta ternura —se limpió una lágrima antes de dejarlo a un lado y abrir el siguiente. Esta vez me tocó a mí reír por su expresión de ofendido—. ¡¿Cómo que un libro de golf para principiantes?! ¡Adora!
—¿Qué? Considerando que tú papá te ganó pensé que lo necesitabas —dije con inocencia, pero recibí un almohadazo.
—Ya verás, eh —advirtió antes de abrir el último y más grande—. Okay, este sí me gustó.
—¿O sea que no te gustó el libro de golf? Y yo que lo escogí pensando en ti... —me hice la víctima, pero Carlos se limitó a mirarme con ojos entrecerrados sin creerse nada de lo que decía.
Me ignoró para leer la nota que tenía arriba—"Próxima cita: Tú, yo, competencia de quién completa el carro de Lego antes que el otro. ¿Te anotas?" —su mirada se oscureció con un brillo de competencia antes de voltearse hacia mí—. Oh, claro que sí.
Había comprado dos sets de Lego de Fórmula Uno, el carro de Ferrari y el de McLaren. La idea que había tenido era que él intentara hacer el de McLaren y yo el de Ferrari a ver quién terminaba primero. Sabía que le gustaría hacer algo competitivo.
—¿Te gustaron? —sonreí.
Había hecho mi mejor intento. Por lo general era pésima dando regalos, prefería que las personas me dijeran lo que querían con anticipación antes que darles algo que no les gustaría. Sin embargo, con Carlos era más difícil porque era un hombre que lo tenía todo así que traté de ser lo más original que pude y darle cosas que sabía que por lo general no compraría por sí mismo.
Él se levantó y caminó hacia mí hasta arrinconarme contra la encimera de la cocina—Bueno, exceptuando que me dijiste que era pésimo en golf, me gustaron mucho, hermosa —sonrió antes de darme un corto beso.
—¿Seguro? Todavía estoy a tiempo de cambiar el de golf para principiantes a uno de golf para niños que vi, trae hasta para colorear y... —no logré terminar de hablar cuando esta vez me callaba con un beso más largo y demandante, una forma de decir "Deja de hablar" de la que nunca me quejaría.
Quise reír contra sus labios, pero Carlos lo hacía imposible. No me permitía separarme ni un centímetro de él.
Tampoco quería.
Entrelacé mis manos detrás de su cuello sintiendo como sus manos recorrían mi cintura hasta llegar a alzar un poco mi camisa para tocar mi piel desnuda. Todos los vellos en mi cuerpo se erizaron conforme esas manos comenzaron su ascenso, cada vez más cerca de mis pechos. El calor de sus caricias se intensificaba con cada movimiento, como si no pudiera esperar a recorrer cada centímetro de piel que pudiera ofrecer.
—Carlos... —quise advertirle separándome por un momento, el español persiguió mis labios como un enviciado, pero lo esquivé—. Lele puede volver en cualquier momento... —mi voz salió como un susurro apenas sus labios se posaron en mi cuello, bajando por mi clavícula con una suavidad abrumadora.
—¿La ves aquí ahora? —susurró en mi oído antes de darme un ligero mordisco en el lóbulo que me hizo jadear en voz alta.
Dios, dame fuerzas para resistirme a este hombre...
—No... —murmuré de vuelta antes de jalarlo de nuevo hacia mí, juntando sus labios con los míos de forma desesperada.
Estábamos muy sumergidos en el otro como para darnos cuenta de que mi hermana había regresado, y no sola, hasta que escuchamos a alguien carraspear a nuestras espaldas.
¡Maldita sea!
Quise resoplar y hacer un berrinche. ¿De qué servía tener a un novio endemoniadamente guapo y bueno en la cama si no podía dormir con él?
Solo Dios sabía lo mucho que nos tuvimos que contener en España, estando en casa de sus padres, pero ahora lo tenía todo para mí, bajo mi propio techo y no podía llevármelo a la cama como llevaba anhelando desde que me dejó con las ganas en Canadá.
Esta debía ser alguna clase de karma o algo que estaba pagando, declaré cuando Carlos se separó de mí con la respiración agitada y los labios rojos e hinchados. Por mí, no pude evitar pensar con suficiencia al ver el resultado de nuestro fogoso beso.
Lele volvió a carraspear logrando que por fin volteara a verla a ella y a su acompañante. O mejor dicho, acompañantes.
Lando y Luisa miraban a cualquier lugar menos a nosotros, claramente algo incómodos. Aunque más Luisa que el duende, porque este nos volteó a ver para guiñarnos el ojo con picardía.
—Hola, tortolitos, qué bueno que ya llegaron —Lele dejó unas bolsas del supermercado en la mesa—. Me topé a Luisa y a Lando abajo y dijeron algo de una tarde de compras que les debían Lando y Carlos a ustedes.
Creo que no fui la única que se quedó recalculando el significado de eso, porque Luisa avanzó hasta mí para decir—La apuesta que hicimos en la cita del bar, ¿recuerdas? Nos debían llevar de compras si ganábamos —insistió.
Ahí mi cerebro pareció captar—¡Claro! La tarde de compras —me volteé hacia el español con una sonrisa.
—Yo no recuerdo nada de eso, ¿tú, Lando? —sonó casi suplicante cuando se dirigió a mi compañero de equipo.
—Ni lo intentes, ya traté —suspiró Lando antes de mirarnos a ambas—. ¿Entonces vamos?
Entrelacé mi brazo con el de Luisa caminando hacia la puerta, de repente olvidando por completo la interrupción al ser presentada con esta oportunidad de oro—Siempre quise unos tacones negros con la suela roja, ¿tú no?
—Yo estaba pensando en unos aretes largos de diamante.
—¡Quedarían genial con los tacones! —repliqué sonriente mientras seguíamos hablando de los posibles outfits que podríamos armar con todo lo que nos comprarían, dejando a los chicos en segundo plano.
—No pudiste llegar en peor momento —dijo Carlos con tono de lamento hacia Lando, quien le dio una palmadita en la espalda como consuelo.
—Una ducha fría siempre es una posibilidad, eh —se burló antes de reírse por el español sacándole el dedo del medio como respuesta.
[...]
Había llegado el día de la famosa sesión de fotos.
Carlos estaba inquieto. Cuando desperté en la cama esa mañana su lugar se encontraba vacío, y al salir a buscarlo estaba en la cocina tomándose un café mientras hablaba por teléfono en tono bajo y con todo el cuerpo tenso.
No sabía qué lo traía así, pero era poco característico de él. Estaba acostumbrada a Carlos compuesto. No a este ser rebosante de ansiedad.
Ni siquiera en los fines de semana de carrera lo había visto de esta forma.
Me acerqué a él con pasos silenciosos para rodear su cuello por detrás. El español brincó en su asiento, algo desprevenido por mi acción.
Siendo honesta, no me podría importar menos con quien estuviera hablando. Acababa de salir del baño, estaba sin camisa y olía divino. Mis labios dejaron suaves besos por su mejilla recién afeitada bajando por su cuello, los músculos de su cuerpo se tensaron por cada beso que depositaba en su piel. Un poco el efecto contrario al que quería lograr.
De repente, se apartó saliendo de mi alcance todavía discutiendo por teléfono en italiano mientras se dirigía a mi habitación. Me quedó un sabor amargo en la boca y mi estómago se revolvió con molestia de ser apartada de esa forma cuando trataba de ayudarlo a relajarse un poco, pero lo que sea que estaba conversando en definitiva no podría arreglarlo a base de besos.
Traté de no tomarle mucha importancia mientras me servía el café que preparó. No había elegido un buen momento para molestarlo, es todo. Cada quien necesitaba su espacio de vez en cuando y no debía tomármelo personal.
Minutos después me encontraba acostada en el mueble tomando mi taza de café y viendo un reality show de cocina, -irónico viniendo de mí, lo sé- cuando Carlos volvió a la sala. Toda tensión había desaparecido de su rostro, se veía hasta aliviado, no sabía cómo catalogarlo, pero debió haber logrado resolver lo que sea que lo estaba perturbando.
—Hey, lamento eso —suspiró sentándose a mi lado. Yo no dije nada, me limité a tomar un sorbo de mi taza de café para tratar de tragarme el nudo de resentimiento que traía. Sentí su mirada clavada en mi perfil—. En serio. Solo estaba estresado porque no terminaba de resolver algo, pero ya está todo bien.
Asentí sin apartar mi mirada de la televisión—No importa, tienes derecho a tener tu espacio.
Me fastidiaba el que me molestara, porque yo misma me escuchaba y pensaba que no tenía motivos para enfadarme, pero no podía controlarlo. Tan solo me molestaba.
El mueble se hundió conforme el español se acercó a mí con tono seductor—¿Y si te digo que ahora no quiero mi espacio?
—Ah, pero ahora yo quiero el mío —me crucé de piernas y lo escuché suspirar antes de apoyar su cabeza en mi hombro.
—Vamos, hermosa, no seas testaruda. Lo lamento... ¿Y si te lo recompenso...? —apartó mi cabello de mi cuello con delicadeza antes de depositar suaves besos en mi piel descubierta que iban rompiendo poco a poco mi cordura.
—Juegas sucio, Sainz —reclamé, pero no encontraba la fuerza para apartarme.
Una sonrisa traviesa se esbozó en sus labios—Mira quien habla, señorita "Toma mi sostén de encaje y si no subes en cinco minutos terminaré esto sola"
Me volteé a mirarlo—Pero funcionó, ¿no?
—Oh, demasiado bien. ¿Y esto está funcionando? —detuvo sus besos antes de mirarme con esos grandes y sensuales ojos marrones.
Miré sus tentadores labios antes de replicar con tono meditativo—Vas por buen camino.
Sonrió antes de rodear mi piernas con sus manos y atraerme hasta quedar encima de su regazo—Eso quería escuchar —murmuró dándome un corto beso que saboreé por unos momentos con todas las intenciones de inclinarme hacia él para poder besarlo con fuerza cuando él mismo me detuvo—. Porque ya nos tenemos que ir y no soportaría que fueras a la sesión de fotos molesta conmigo.
Vi rojo.
Resoplé con indignación antes de levantarme—¡Pues tarde! ¡Menos mil puntos! ¡Despedido!
¿Exagerada? Tal vez, pero debía reconocer que estaba ovulando y mis hormonas parecían estar fuera de control.
Me alejé con pasos furiosos hasta mi habitación escuchando su risa a mis espaldas. Este hombre sabía cómo meterse con mis nervios y le encantaba hacerlo.
Consideraba que era una total falta de respeto el que siguiera jugando a este juego de frío y caliente conmigo cuando la tensión sexual entre nosotros estaba por los cielos. Ambos lo queríamos y lo sabíamos. Mucho más después de casi tres semanas sin poder tocarlo más allá de unos besos y que detuviera mis avances en Canadá.
Pero yo obtendría lo que quería.
Así tuviera que jugar algo sucio para conseguirlo.
Todavía malhumorada, pero con un plan en mente, nos fuimos juntos en mi carro a la ubicación en donde sería la sesión de fotos. Estaba segura de que había percibido mi mal humor desde que salimos del apartamento pues esta vez no peleó por manejar él. El camino fue callado y corto, con tan solo unas pocas intervenciones de Carlos acerca de la marca que nos patrocinará.
No me podía importar menos.
Tan solo quería ir, tomar las fotos que querían e irme.
Sin embargo, el destino parecía tener otros planes para mí.
Meros segundos después de estacionarme, a pocos metros de mi lado se aparcó un carro lujoso. De él bajó una chica que reconocía: Vanessa. La que había coqueteado con Carlos después de Mónaco, causó una pelea entre nosotros sin ella saberlo y nos consiguió este patrocinio. Independientemente de eso, no se me olvidaba lo primero, mucho menos porque aún, semanas más tarde, no despegaba su mirada lujuriosa de Carlos. Mi Carlos.
Me tomé el tiempo para analizarla con detalle: Traía un vestido negro corto y formal, tacones a juego, lentes oscuros que adornaban su cabeza entre una melena castaña, y feroces ojos grises de esos que parecían tener el poder de helar a sus oponentes.
No la conocía, y no debía hacerlo, porque aún sin musitar una palabra ya yo tenía decidido detestarla. No importaba cuánto se esforzara en ocultarlo, sentía toda su falsedad tan solo con mirar la forma en la que caminaba como si el mundo fuera su pasarela.
Una mujer sabía identificar cuando alguien quería lo suyo, y observando cómo sus ojos recorrieron a Carlos de pies a cabeza tal cual cazador a su presa; no me cabían dudas de que ella lo quería, y eso no iba a suceder conmigo.
Me bajé de mi carro y me aseguré de cerrarlo con llave antes de rodearlo y entrelazar mis dedos con los de mi novio, llegando hasta él antes que ella.
Vanessa observó el movimiento y sonrió deteniendo sus pasos enfrente de nosotros—Bienvenidos. Un gusto conocerte, Adora, nos alegramos de que hayas aceptado nuestra invitación —me extendió la mano mirándome brevemente. Apenas terminé de estrecharla algo reacia sus ojos volvieron a los de Carlos como un imán—. Ya deberían estarlos esperando.
—¿Deberían o están? —alcé una ceja.
Sentí a Carlos tensarse a mi lado y apretar mi mano, tal vez su forma de decirme sin palabras que me comportara.
La borrisa de Vanessa no se borró en ningún momento, tan solo mirando brevemente a Carlos antes de asentir—Perdón, tienes razón, querida, ya los están esperando. Pasemos.
Ella lideró la marcha hasta las escaleras del pequeño y elegante edificio en donde se realizaría la sesión de fotos. No pasó desapercibido para mí la forma en que contoneaba las caderas a propósito con cada paso, por lo que puse los ojos en blanco hasta que creí que no volvería a ver de forma normal. Maldita regalada.
No la conocía, pero con solo una pequeña interacción era suficiente para saber cómo era. Había conocido muchas Vanessa, mujeres con ojos de borrego que te juraban inocencia mientras a tus espaldas hablan mal de ti.
Traté de convencerme a mí misma que solo sería una tarde. Una tarde y no tendría que volver a lidiar con esta mujer.
Si Carlos se daba cuenta o no del interés de Vanessa en él, no dijo nada.
Cuando entramos habían personas moviéndose de un lado para otro acomodando diferentes cosas para la sesión.
Una chica se acercó apenas entramos sin reparar en Vanessa ni un momento—Hola, bienvenidos, soy Sasha. Nos complace mucho tenerlos con nosotros en esta campaña —nos sonrió antes de estrecharnos las manos. Se veía como alguien bastante profesional, y tuve ganas de decirle a Vanessa que así era como se supone que debería de actuar, no quedarse viendo como boba al novio de una de sus clientes.
—Gracias, Sasha —miré alrededor y noté algo que me hizo fruncir el ceño—. ¿No se supone que sería una sesión de fotos?
Aquellas cámaras parecían de video. De hecho, no había algún fondo para fotos en ningún lado ni una decena de outfits que probarse. Tan solo un outfit para cada uno a juzgar por los dos trajes que colgaban de la perchera.
Ella frunció el ceño—No. Debe haber una confusión —La miré para que siguiera hablando—: Esto es un comercial para perfumes...
Carlos resopló—Caco se debe haber equivocado.
Okay, tal vez Caco se pudo haber equivocado, pero... ¿Lele? Lo veía difícil.
—Yo te dije que era un comercial, Carlos —intervino Vanessa y a Sasha parecía haberse olvidado que ella estaba ahí.
—Bueno, ¿igual están dispuestos a hacerlo? —nos miró a Sasha ambos.
Yo compartí miradas con Carlos, se veía resignado—Ya estamos aquí, así que supongo que confusión o no, estamos dispuestos a cumplir —al final quiso asegurarse de que estaba de acuerdo y asentí.
—Entonces vayan a vestuario y maquillaje, los están esperando —nos guió hacia unos camerinos que se encontraban uno al lado del otro en el único pasillo de aquel lugar de espacios amplios—. El director entrará en un rato a hablarles a cada uno un poco de su concepto para este comercial.
Me limité a obedecer y entrar al camerino con mi nombre pegado en la puerta, donde me esperaban dos mujeres listas para ayudarme a vestirme y comenzar el proceso de maquillaje y peinado.
Cuando rato después entró el director enseguida noté que era alguien muy enérgico, me recordaba un poco a Danny Ric.
Quería que grabemos la perspectiva de una pareja. En la versión del perfume para mujer, yo sería irresistible ante Carlos, quien me olería al pasarle por al lado en una fiesta una vez y luego piensa que me ve en todas partes hasta que nos volvamos a encontrar y sus alucinaciones se detienen. Y en la versión del perfume para hombre sería casi lo mismo, pero desde mi perspectiva de Carlos.
La tarde transcurrió con la mayoría de nuestras escenas por separado primero. Lo más cerca que llegaba a estar de Carlos fue cuando le pasé por al lado en una calle rozándole el hombro antes de que una extra tomara mi lugar para hacerlo parecer de que alucinaba.
Cabía recalcar que entre los dos era por Carlos debido al cual se repetían mucho las tomas. No podía tomarse en serio.
A mí, personalmente, modelar y esto de no tener que hablar, solo actuar, no me molestaba. Había hecho mi buen número de sesiones de fotos y podía decir que prefería hacer mil de ellas antes que una entrevista.
No pasó desapercibido para mí el que Vanessa no parecía tener importancia alguna en el set. Se suponía que ella era la representante de la marca, la que nos había contratado para el patrocinio, la responsable de todo, y sin embargo, todos la ignoraban como a una simple desconocida.
Traté de no reparar mucho en ello. Más porque ya estábamos por grabar las últimas escenas. El reencuentro entre los dos personajes.
—Bien, quiero que te voltees, Adora, y que tu mirada conecte con la de Carlos. Te vas a ver sorprendida, pero luego decidida y caminarás hasta él para entablar una conversación amistosa. Quiero sonrisas coquetas, toqueteos. Que sin hablar se interprete como que le estás coqueteando. Lo quisiste todo este tiempo y ahora que lo vuelves a encontrar debes obtenerlo, ¿entiendes? —entonces canalizar a Vanessa, entendido—. No habrán micrófonos, así que ustedes solo hablen si les resulta más fácil eso que pretender estar hablando.
Carlos y yo asentimos antes de ir a nuestras posiciones.
—¿Listos? —nos miró el director antes de voltearse a sus asistentes—. Luces, cámara Y...
—¡Esperen! —espetó Vanessa y yo me quedé viéndola con una ceja alzada cuando se acercó a Carlos con un polvo compacto—. Está algo brilloso, ¿no prefiere que lo retoque?
Apreté mis puños a los lados sin saber disimular ni un poco mi molestia.
¿Y a ella qué le importaba? ¡No era la encargada de maquillaje!
Y no parecía ser la única que lo pensaba, a juzgar por las caras incrédulas que le dirigieron las de maquillaje y vestuario.
Hubo un intercambio silencioso de miradas entre el director y Carlos que no supe interpretar, pero cuando el primero se encogió en su asiento con aburrimiento e hizo un gesto de aprobación quise poder saber qué sucedió.
Porque ahora Vanessa estaba a una distancia tan próxima a mi novio que me hizo sentir incómoda y a la vez furiosa mientras la observaba aplicar con suavidad el polvo para el supuesto brillo inexistente.
No habían pasado ni cinco segundos cuando intervine carraspeando y logrando con éxito que apartara sus ojos embelesados del atractivo rostro de Carlos—Creo que yo puedo encargarme —y antes de que pudiera replicar, le arranqué de una forma tal vez algo brusca el estuche del polvo de sus manos antes de plantarme frente a la sonrisa divertida de Carlos.
Claro que esa expresión no duró mucho apenas obtuvo unos brochazos furiosos de mi parte, que no le hicieron daño, pero sirvió para expresar mi descontento. No fue hasta que tosió y me sostuvo de los antebrazos que me detuve—Ya es suficiente.
Casi terminaba arrojándole la brocha también por permitir que aquella regalada se le insinuara de esa forma frente a mis narices.
—¿Tú crees? —dije con sarcasmo antes de empujar el estuche contra el pecho de Vanessa y alejarme con molestia hasta mi lugar sin querer ver su cara de borrego herido.
No me gustaba insultar a otras mujeres, pero el título de zorra parecía resplandecer cada vez más fuerte en luces neón sobre su cabeza.
El director carraspeó con incomodidad—Bien, ¿esta vez sí estamos listos? —nos volteó a ver a ambos y yo asentí, ocultando mi enfado lo mejor que pude para poder terminar esta grabación lo antes posible y alejarme de Vanessa antes de querer propinarle un golpe. Carlos se limitó a asentir y el director tomó aquella señal para continuar—. Entonces vamos, silencio en el set. Luces, cámara, ¡acción!
Hubo un silencio en el que tan solo me acerqué. En el rostro de Carlos se dibujó una sonrisa burlona mientras se metía las manos en los bolsillos—¿Estabas celosa, cariño?
—¿Yo? —alcé una ceja con una sonrisa, metida en mi papel de chica coqueta y confiada—. ¿Por qué debería estarlo?
No es como que la mujer esa estuviera buscando cualquier excusa para tocarte.
—No sé, dímelo tú. Yo solo tengo ojos para ti —sus ojos destellaban con entretenimiento.
El muy cabrón se hallaba divertido con todo esto y yo tan solo quería arrancarle los ojos por burlarse de mis muy justificados celos.
¿Así se habrá sentido Carlos con Miguel?
No importaba. Yo tendría la última risa.
Avancé un paso hacia él, y me relamí los labios con expresión coqueta. Sabiendo que estábamos a una distancia considerable del equipo de producción, no habían micrófonos y que a menos que alguno tuviera oído súper biónico, nadie nos escucharía, dije—¿Por qué me sentiría celosa si ella no sabe a qué sabes?
Y oh, cómo disfruté la forma en la que sus mejillas se tiñeron de rojo. Me sentía poderosa, y el poder era algo muy adictivo, por lo que seguí, dando otro paso hacia él —O ese sonido que haces al llegar al orgasmo... Ni sabe que te gusta que te jalen el cabello. O que te gusta que te cabalguen... ¿Sabes cuántas veces veía aquellos edits tuyos cabalgando aquel toro de RedBull y deseaba serlo? —lo oí tragar grueso, por lo que sonreí y rocé su oreja con mis labios, asegurándome de que sintiera mi respiración en su cuello—. O que te gusta el sexo mañanero más que en cualquier otra hora del día... ¿Acaso ella sabe todo eso? —fingí inocencia.
—No... —murmuró mirándome con deseo inhibido. Se mostraba demasiado emocionado por este cambio de papeles.
—¿Entonces por qué debería sentirme celosa si al final de esto seré yo la que te termine cabalgando en mi coche, hmm? —miré de reojo como sus manos se apretaban en puños a sus costados, conteniendo las ganas que tenía de clavarme un beso aquí mismo enfrente de todos—. Serías el primero en bautizarlo... y entonces cada vez que me suba a mi coche pensaré en lo que hicimos aquella vez... una... y otra... y otra vez...
Sus ojos ardían con un anhelo silencioso, buscando consumirme con cada mirada. Pero aunque yo tuviera las mismas ganas que él de cumplir mis amenazas, no significaba que no lo haría sufrir un poco primero.
Era cierto que en las veces que nos hemos acostado no solía tomar el control por completo. Vivíamos en un constante tira y afloja con Carlos, con él dominando la mayoría de encuentros.
Y sin embargo, nunca me había sentido tan tentada de cambiar aquello que cuando vi las nada disimuladas miradas de Vanessa sobre él.
Supongo que nunca me había sentido realmente amenazada por nadie. No por Isa, ni por las chicas que se había acostado en el pasado. La diferencia era que ellas no lo veían como si colgara la luna y las estrellas; Vanessa sí.
Y era tan descarada que mi presencia pasaba desapercibida por ella, como si fuera una mera sugerencia y no la novia de Carlos.
—¡Corte! —anunció el director—. Se imprime, me fascinó. ¡Se podía sentir la tensión en el aire!
Todo el equipo de producción se dispersó como si hubiera sonado una campana invisible que significaba el fin de la jornada de trabajo, cada uno dedicándose a recoger diferentes equipos y desmontar el set de grabación.
Me volteé hacia él, mirando a mi español de reojo—¿Significa que ya terminamos?
—Sí, ya son libres. Muchísimas gracias por participar en esta campaña. Les estaremos enviando avances de la publicidad en unas semanas para que la puedan compartir en sus redes —declaró mientras se bajaba de su silla a ayudar a recoger el equipo.
Yo pretendí que no había sucedido absolutamente nada y caminé hasta mi camerino sin mirar atrás, como si hace unos minutos no estuviera haciéndole promesas guarras a mi novio y creándole un problema en sus pantalones que no podía resolver solito en estos momentos.
Apenas logré avanzar unos pocos pasos cuando sentí su mano rodeando mi muñeca, por lo que sonreí por dentro. Me hizo voltearme hacia él y chocarme contra su duro pecho, sus ojos bajaron hasta mis labios—¿Te vas así sin más? —murmuró con una voz ronca que envió corrientes placenteras por mi cuerpo hasta endurecer mis pezones—. ¿Te parece justo decir todo eso y luego actuar como si nada, hermosa? Porque acabas de causarme un problemita.
—¿Ah, sí? —reprimí una sonrisa malvada—. No sé de qué me hablas.
—Pues ya te vas a enterar —casi que gruñó en voz baja antes de terminar de acortar la distancia y besarme con ganas.
Sin voltearme, podía sentir la presencia de Vanessa cerca de nosotros, pero no me importaba, quería que viera esto.
"Puedes ver todo lo quieras, querida, pero no tocar. Es mío" le estaba diciendo sin palabras al ignorarla olímpicamente como si fuera una planta de decoración.
No estábamos haciendo nada realmente inapropiado. Tan solo darnos besos algo apasionados que me dejaban sin aliento, pero ya llegaba un punto donde tenía reconocer que debíamos detenernos y buscar un mejor lugar para continuar. Me tocaba ser la persona sensata, por lo que me obligué a separarme, por desgracia para Carlos, quien trató de atraerme nuevamente hacia él con la vista nublada de deseo.
—Aquí no. Mejor vámonos —entrelacé nuestros dedos y fui por nuestra ropa. Nos regalaron de cortesía la que nos pusimos para el rodaje así que no hacía falta cambiarnos aún, y lo prefería así porque el esmoquín que llevaba Carlos me traía loca.
Estábamos por salir cuando escuché una tos algo forzada a nuestro lado—Excelente trabajo. El comercial quedará espectacular —sonrió Vanessa bajando las escaleras junto a nosotros.
Carlos abrió la boca para decir algo, pero lo interrumpí—Muchísimas gracias por la oportunidad. Fue de verdad un gusto conocerte. Espero que podamos trabajar juntas de nuevo muy pronto —le dediqué una sonrisa falsa que me correspondió.
—Con gusto, querida —apretó los labios mirando a Carlos de reojo. Este traía los labios un poco manchados de mi labial rojo, pero lo lucía de forma despreocupada.
—Ahora, si me disculpas, tenemos que irnos —nos detuvimos enfrente de mi carro y antes de que ella se alejara por completo, reforcé mi punto al voltearme hacia Carlos y apegarme a él—. Tienes un poco de... —limpié sus labios con mi dedo y tomándolo desprevenido le clavé un beso, antes de separarme con una sonrisa y voltearme sobre mi hombro hacia ella—. Maneja con cuidado.
[...]
—¿Y luego qué hiciste? —preguntó Lele con curiosidad mientras comía palomitas.
Las dos estábamos acurrucadas bajo una manta en la sala esperando a que Carlos volviera con la comida para que eligiera una película.
—Pues lo besé enfrente de ella —me encogí de hombros aunque mis mejillas se pusieron coloradas ante el recuerdo—. No sé ni qué me pasó. Se sintió primitivo y demasiado celoso de mi parte, pero es que estaba exasperada. Nunca había tenido que activamente estarle demostrando a alguien que éramos pareja porque esa persona parecía no respetarlo. Quería sacudirle por los hombros y decirle "¡Es mío, carajo!" a ver si se le metía por la cabeza, pero a la vez eso me haría sentir como la villana de una novela que está demasiado obsesionada con su novio y que ve a cualquier mujer como amenaza, y yo no quiero ser esa tampoco.
Ella asintió de forma lenta—¿Pero entonces entre Carlos y tú después no...?
Incliné la cabeza.
—¿No terminaste de cumplir lo que le prometiste?
—No —mentí—. ¿Cómo se te ocurre? Eso solo fue en un ataque de celos y posesividad, Lele. Si me atraparan en esa situación sería un escándalo. Y no tanto para Carlos, sino para mí.
—Menos mal lo reconoces. Tenía miedo de eso.
Asentí y cogí otro puñado de palomitas para poder tragarme el sabor de mis mentiras.
Flashback
Apenas nos alejamos lo suficiente los labios de Carlos recorrieron todo mi cuello con besos que me cortaban la respiración. Sí seguía así no sabía si llegaríamos con vida al departamento.
—Carlos... —tragué saliva.
Lamió el lóbulo de mi oreja antes de atraparlo entre sus dientes, sacándome un gemido involuntario.
Maldito español inoportuno.
Sí me escuchó, pretendió no hacerlo.
—Carlos, harás que choque —solté entre dientes tratando de concentrarme en la carretera.
—¿Entonces qué tal si te orillas y cumples mi fantasía esta vez? —enfatizó el "mi" con tono ronco en mi oído antes de rozar mi cuello con su nariz y suplicar en voz baja "por favor, por favor, por favor".
Sí. Suplicar.
Carlos Sainz me estaba suplicando a mí.
Decir que mi pecho no se irguió un poco sería mentir. Mi corazón latía con fuerzas contra mis costillas por esas simples palabras, pero debían entender que Carlos no era alguien que cediera el control muy fácilmente, y el que lo estuviera haciendo conmigo me hacía curvar los dedos de los pies de la excitación.
Los besos subieron por mi cuello, esta vez más intencionados, movidos por un propósito de marcar y descubrir qué punto me hacía gemir más fuerte. Su boca chupó con avaricia y sus dientes me rasparon aquel punto con abandono. Cuando una de sus descaradas manos se posó con posesividad sobre uno de mis pechos para buscar mi pezón con los dedos, todo rastro de autocontrol abandonó mi cuerpo.
No sé cuánto aceleré, ni la cantidad de tickets de velocidad que me esperarían en casa, pero lo que sé es que el deseo me nubló la mente de tal modo que cuando quise darme cuenta ya estábamos aparcados en un sitio muy lejano de ojos ajenos, con el asiento del español reclinado a todo lo que daba, yo sentada a horcajadas encima de él y sus hábiles manos sacándome el vestido por encima de mi cabeza con destreza.
Su mirada hambrienta recorrió mi piel expuesta con lentitud, como si no supiera por dónde empezar.
Yo podía ayudarlo con eso.
Antes de que lo sobrepensara, lo besé.
Lo besé de esa forma que había querido desde hace mucho. Con desenfreno y lujuria. Nuestras bocas se buscaban con desespero, ansiosas por unirse con la otra. Me moví por encima de él y recibí un gemido ronco de su garganta como respuesta. Una de sus manos se deslizó por mi cuerpo, bajando por la piel de mi cintura hasta llegar a mi cadera, donde me apretó con más fuerzas contra él. Su otra mano se entrelazó en mi cabello, manteniéndome quieta, queriendo tomar el dominio de la situación.
Pero esta vez no la tendría.
Dejé que mis labios lo distrajeran, lamiendo su labio inferior, chupando y mordiendo de una forma que por los sonidos que escapaban de su boca me hacía saber que le gustaba. Estaba tan sumergida en el beso que por momentos se me olvidaba todo a nuestro alrededor.
No había ningún beso de este español que no me dejara mareada y ajena al mundo externo.
Subí mis manos por su pecho antes de empezar a desabotonarle los botones de su camisa con lentitud.
—Rómpela —casi que jadeó Carlos sobre mi boca antes de separarse con dificultad, mirando con sus pupilas dilatadas como trabajaba con dificultad cada botón.
Culpaba a la maldita tela. Solo la podría describir como áspera, y por ello no facilitaba la tarea de desnudar mi regalo traído y criado de España.
Alcé ambas cejas con la respiración entrecortada—¿Q-qué?
—Rómpela, hermosa. Necesito tus manos encima de mí ya. No aguanto —suplicó.
—¿Seguro? —como respuesta tomó mis manos entre las suyas antes de llevarlas al borde de su camisa, indicando sin palabras que la rompiera.
Me debatí si hacerlo por un momento, era una camisa de marca, bastante cara, pero la mirada suplicante de Carlos fue todo lo que bastó para decidirme, ir contra mi moral y romper aquella hermosa camisa como una salvaje.
Casi me tapo la boca de la impresión de que yo había hecho eso.
Pero Carlos no me dió tiempo para reparar mucho en ello.
Su lengua me recorrió el labio inferior esperando que le dé la bienvenida, pero la ignoraba y continuaba nuestro beso voraz sin prestarle atención a su petición. Entrelacé una de sus manos con las mías y la que tenía enredada en mi cabello para después dejarlas ambas detrás de mi espalda. Mientras el español protestaba contra mi boca, de forma fuerte y tenaz para hacerse escuchar, no prestó atención al hecho de que usé mi delgado vestido para atarle las manos detrás de mi espalda.
¿Quién tiene el control ahora?
Carlos se separó con la respiración agitada a centímetros de mis labios—¿Qué crees que haces?
—Cumplirte tu fantasía, ¿no? —sonreí con malicia. ¿No era esto lo que quería?
—Mi fantasía incluía follarte en tu McLaren hasta que se empañen los vidrios y mañana no pudieras levantarte de la cama —exclamó mirándome con advertencia.
Tragué saliva, teniendo la necesidad de apretar las piernas para aliviar un poco la excitación ante sus palabras, pero al estar encima de él lo primero que se me ocurrió fue frotarme contra su pelvis sacándole un gemido ronco de sus hinchados labios.
—Adora... —su tono de voz gritaba peligro.
Lo sostuve por los hombros y me empecé a mover, haciendo presión contra su erección y brindándonos placer a ambos de manera necesitada. Me incliné hacia su oído y le susurré—Cariño, ambos sabemos que eres perfectamente capaz de salir de tus ataduras, pero o te comportas y me dejas montarte, o te prometo que no me volverás a tocar esta noche.
El español dejó caer su cabeza contra mi hombro y habló torturado—¿De verdad quieres jugar este juego conmigo?
Podía escuchar el desafío en su voz. Era como si dijera "Continúa con esto, y verás"
Y oh, la verdad sí que quería ver.
Continúe con el vaivén de mis caderas, dándole una probada de lo que podría experimentar a través de sus capas de ropa.
Los labios de Carlos se dirigieron a mi clavícula, provocándome escalofríos, antes de hablar contra mi cuello—Tan solo desátame ahora, y haré la vista gorda a tu travesura y te follaré de la forma en que ambos queremos.
Le quise dar el beneficio de la duda al sentir un escalofrío pasar por todo mi cuerpo—...¿Y cómo sería eso?
Un brillo de perversión cruzó sus ojos—Contigo encima de mí, yo divirtiéndome con ellas —baja su mirada a mi sostén—, y haciéndote rebotar como si no pesases nada —lo dijo como si hablara del clima. Muy tranquilo y con cara de inocente.
Sí tan solo le creyera.
Me relamí los labios—Creo que me gusta mi versión más —por muy tentadora que me resultaba su oferta, quería en el fondo castigarlo por darle siquiera un minuto de su tiempo a Vanessa.
Y esta era la forma de hacerlo.
Aparte que había algo perverso en mí que le daba satisfacción tenerlo atado y a mi merced.
Antes de que siguiera protestando me levanté un poco sobre mis rodillas para luego desabrochar sus pantalones y bajarlos de golpe junto con sus bóxers.
Casi sonreí de ver lo empalmado que estaba con tan solo un poco de atención, y tenía muchas ganas de jugar con él un rato, pero Carlos vio las intenciones en mi rostro y soltó—Ni se te ocurra hacer algo que no sea montarme en este preciso momento, Adora Torres.
—¿No quieres una... ayudita? —pronuncié con fingida inocencia.
—No.
—¿Seguro? —lo tomé con una mano, siendo detenida por unos repentinos espasmos del español.
—Princesa, como tú no te dejes caer encima de mí en los próximos 10 segundos, prometo que te vas a arrepentir —soltó entre dientes con el ceño fruncido.
—Entonces la opción de amordazarte quedará para después —suspiré con "lástima".
Empecé a notar cómo se removía debajo de mí, y siendo totalmente consciente de lo capaz que era de hacer lo que decía, me apresuré a mover mi ropa interior de encaje a un lado antes de alinear su miembro a mi entrada y dejarme caer poco a poco sobre él, controlando mis movimientos.
Tuve que contener mis gemidos para no darle esa satisfacción.
Pero debí suponer que Carlos no dejaría que las cosas se fueran de su control, porque luego de unos pocos minutos con un ritmo bastante lento, sus manos atadas bajaron hasta mi trasero y clavando ambos pies en mi carro subió sus caderas para encontrarme a medio camino, arrancándome jadeos con su nombre.
La temperatura estaba tan elevada que era algo insoportable. Nuestra piel estaba sudorosa, pero ninguno reparó en aquello. En cambio me concentré en atacar la boca del español con la mía. Reclamarla y decirle entre besos "Mío" como si se le fuera a olvidar.
Sus labios traían un vaivén que me volvía loca, adicta. En definitiva era adicta a él. A su olor, su masculinidad, su fuerza, su valor. Solo él.
A veces pensaba solo con que él estuviera existiendo a pocos metros de mí era suficiente para excitarme.
Su ritmo era despiadado. Apenas y podía sostenerme encima de él, parecía más un trapo. Mis senos se erguían contra su duro pecho, mientras sus labios profundizaban el beso con avaricia, deslizando su lengua contra la mía en una batalla desenfrenada y deliciosa que me excitaban aún más si aquello era posible.
Cuando nos separamos apoyó su frente contra la mía sin aminorar sus embestidas, el único sonido presente en aquel carro siendo de cuando aquel español entraba y salía de mí—Eres una maldita aguafiestas. Toda la tarde fantaseando en probarte en tu carro con tu vestidito adornando mis mejillas para que por una rabieta de celos tirarás mis planes por la borda —no rompió el contacto visual conmigo, chasqueando la lengua—. Sí quieres estar molesta, te daré algo para que en verdad lo estés —y con eso último rompió mi vestido y se liberó antes de jalarme por el pelo, sostenerme por la cintura como si fuera una herradura de hierro y clavarse en mí con una velocidad inhumana que me dejó tan temblorosa que de forma torpe tuve que apoyarme sobre su pecho. Su boca se acercó a mi oído con respiraciones pesadas—. A la próxima, cuando estés celosa, házmelo saber sin rabietas para llamar la atención, porque sabes que no me gustan las malcriadas —exclamó antes de que sintiera mi trasero ardiendo, producto de la nalgada que me acababa de dar.
Y pues mi boca me traiciona porque gemí en voz alta su nombre sin pensar en que se había liberado ni que rompió mi regla. Tan solo estaba con las emociones a tope. Su miembro en este ángulo se clavaba de forma profunda en mí, haciéndome ver estrellas. Y todas parecían tener la sonrisa perversa de Carlos, sus endemoniados y crueles labios que parecían ser más tentadores que el diablo y su maldito cuerpo que me moldeaba como si fuera suya.
Tal vez era suya...
Poco después de ese pensamiento llegó mi orgasmo de forma arrolladora y pequeños puntos de colores pintaron mi visión mientras los dedos de mis pies se curvaban y me sacudía con un último suspiro de placer contenido.
Carlos me siguió unos momentos después, respirando agitada y sosteniéndome en sus brazos en lo que ambos bajábamos de nuestros orgasmos.
Pasaron los minutos y nos mantuvimos así, conmigo acurrucada en su pecho y el español abrazándome como si fuera el tesoro más preciado que tuviera.
A veces sentía que no lo merecía.
Cuando fui a moverme, caí en cuenta de algo al mismo tiempo que Carlos.
Me sentía... incompleta.
Como si faltara algo.
De repente ambos nos miramos con los ojos muy abiertos.
—¡EL CONDÓN!
Fin del Flashback
Cuando Carlos volvió, trajo dos bolsas de comida china que dejó sobre la mesa mientras Lele se encargaba gustosa de acomodar la mesa.
Cuando nos dio la espalda, ambos avanzamos algo tensos hacia mi habitación, en donde a escondidas me dio una cajita de la farmacia.
—Eso de pedir anticonceptivos hizo que la señora de la farmacia me mirara raro. Dijiste que era normal que los hombres compraran para sus mujeres —se quejó en voz baja.
—Pues sí, pero al comprarlas hay viejitas juzgonas, seas hombre o mujer —encojo los hombros y Carlos me acercó hacia él y me dio un beso en la frente.
—¿Te traigo un vaso de agua?
Asentí y él se dio la vuelta para volver a la cocina, en donde Lele protesta que se comió todos los rollos de primavera y Carlos finge inocencia antes de que ella saque el último rollo con un mordisco y lo agite en su cara.
Sonrío al ver la imagen, adorando ver a dos de las personas más importantes en mi vida interactuando cuando empieza a sonar mi teléfono.
Al dirigir la vista al aparato sobre mi cama, todo el mundo parece congelarse cuando en el identificador sale "Llamada entrante de Leonardo".
Mi corazón late desbocado mientras me acerco con pasos lentos y calculados. Al llegar a mi teléfono mi dedo tiembla cuando pulso finalmente "Negar".
En ese momento siento que vuelve a entrar el aire a mis pulmones, y recorro mis llamadas perdidas de los últimos días. Todas con el mismo nombre.
Mi estómago se retuerce en una mezcla de náusea y culpa. Culpa que no debería estar sintiendo y sin embargo, a veces hago.
Oigo a Lele llamarme a la mesa y con esfuerzo despego mi mirada de mi pantalla antes de voltearme.
—¡Ya voy!
▌│█║▌║▌║ —— ║▌║▌║█│▌
N/A: Did you miss me? Cuz' I missed you 💋
Ha pasado mucho estos meses. Con decir que me operé de la vista, obtuve una pasantía, rechacé dicha pasantía, retomé mi amor por la lectura, choqué, me chocaron, me puse peda, conocí a alguien...
Bueno, en fin, muchas cosas. Y pues creo que entré más pasaba el tiempo más difícil me era regresar a esta historia. Le había perdido el hilo, pospuse seguir escribiendo más veces de las que admito, tuve bloqueo de escritor, y la verdad que no sabía si volvería. Quería mucho seguirla, pero no encontraba la fuerza de voluntad, motivación, lo que sea, que tenía antes.
No será un capítulo perfecto, pero estoy orgulloso de él porque aunque me costó como 2 meses solo en la escena de sexo, lo terminé.
No podía dejar a Carlos hacer su última carrera como piloto de Ferrari sin volver a publicar.
Y pues espero que se queden y me tengan paciencia.
Por los próximos capítulos no habrán escenas spicy, si quieren releer alguno tienen en el cap 5/5 del crossover, en el 25 y en el cap 30.1
Pero de verdad que esas escenas me desgastan.
Quisiera decirles que les tengo una mega maratón, pero con esfuerzo pude escribir este. Espero que agarre momentum y pueda seguir escribiendo en mis vacaciones que comienzan desde el 17 de este mes.
No se olviden de comentar y escribir, lo apreciaría mucho
Vayan a darle amor a la cajita en Instagram, @vals.keeper!
Si no nos vemos les deseo felices fiestas!
Las extrañaba,
Las quiere,
Val <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top