30.2 | Rock Bottom en Canadá GP

N/A: Recomiendo leer de nuevo la última parte del capítulo anterior para refrescar sus memorias y si quieren agregarle sal a la herida, pongan de música cualquiera de las siguientes canciones:

Matilda de Harry Styles
What was I made for? de Billie Eillish
Fourth of July de Sufjan Stevens
July de Noah Cyrus

Eso es todo, las quiero <3

𝐓𝐫𝐨𝐮𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚𝐤𝐞𝐫



NO PODÍA PARAR.

No sabía por qué, pero me era imposible detenerme; era un desastre.

Estaba llorando a gritos, a pulmón tendido, soltando todo un océano de dolor que no sabía que tenía contenido.

¿Por qué tuvo que venir?

Yo estaba bien. O al menos eso me decía a diario para aparentar tan bien como lo hacía frente a las cámaras.

Había reprimido tanto tumulto interno que ahora mis emociones se desbordaban. No paraba de sollozar hecha una bolita en el suelo. Lista para que la pateen muy lejos y le digan que no sirve para nada.

Y todo porque no quería creerlo, una parte de mí nunca quiso hacerlo. Y sin embargo la verdad estaba frente a mis ojos y me seguía negando a aceptarla.

Por tan solo un momento, me sentí sola contra el mundo. Como una impostora.

¿Quién me creía que era? ¿A quién estaba engañando?

Caminando por el paddock con mis aires de grandeza y mi mirada de que me comeré el mundo cuando por dentro solo era una niña asustada queriendo probarles a todos que merece estar ahí. Una completa actriz tratando de llevar un rol, y sintiendo el peso de un legado en sus hombros.

En un mundo de hombres tuve que aprender rápidamente muchas cosas; Morderme la lengua más veces de las que podría contar, sonreír cuando no tenía ganas, aceptar "críticas constructivas", y en especial, aguantarme las lágrimas cuando algo me afectaba.

Odiaba con mi vida llorar. Me hacía sentirme débil e insignificante, era mi kriptonita.

No quería mostrar sangre. Llorar siendo una mujer en este deporte equivalía lo mismo a dejar que los tiburones te vean sangrar. Apenas encontrarán una gota de debilidad, un pequeño hueco en el muro que me había construido con la más alta precisión; me harían pedazos.

Y aquí no había nadie para verlo, aunque de solo recordar que Carlos vendría empecé a hiperventilar un poco.

Era cierto que ahora estábamos juntos, al igual que eso, también era cierto que seguía siendo parte de la competencia, y me odié por pensar así, pero era la realidad.

¿Y si le decía a los demás que lloré?

Me negaba a que supieran que yo estaba llorando por algo tan estúpido como una pelea con mi padre, así que detente Adora.

Para de llorar.

Deja de llorar ahora mismo.

No eres llorona. Basta.

Contente, mujer.

Vamos, pretende que no pasó nada.

Respira.

Solo respira, carajo.

Inhalé y exhalé profundamente por unos momentos todavía sintiendo mi labio temblando y el nudo en la garganta presentes, como si hubiera cerrado de golpe la llave del agua y se hubiera quedado atascada a nada de salir. Me levanté un poco a ciegas, y caminé hasta el baño en una pequeña danza que no sabía si estaba caminando o balanceándome en una cuerda floja, cuando sentí la puerta de la habitación abrirse y entonces aceleré mis pasos, teniendo que morderme el labio para no seguir llorando. No quería que me escuchara.

—¿Ada? —escuché su voz por el pasillo y no esperé a meterme en el baño y cerrar la puerta detrás de mí—. Cariño, no sabes lo que me pasó en la cena con mis padres —rió y seguido oí como se quitaba sus zapatos y su chaqueta—. En la mesa de al lado se sentaron un papá con su hija, y tiempo después llegó el hijo. Así que dijimos "Qué bonita familia" porque el papá mantenía abrazada a la hija y parecía que el hijo estaba celoso de que le diera más atención. Pero se pone mejor, porque los que supusimos que eran papá e hija se empezaron a besar, Adora, pero comerse el morro completo, y a mi papá se le iban a salir los ojos de la impresión, el pobre estaba traumado. Dios, debiste ver su cara, no sabía para donde mirar y...

Las risas de Carlos se volvieron lejanas mientras observaba mi reflejo en el espejo.

La famosa Adora Torres.

Un fraude.

Inhalé y exhalé profundo recorriendo todo mi rostro con la mirada. Aparte de estar hinchada, con los ojos rojos y las mejillas mojadas, empezaron a salir unos puntos rojos en la zona de mis ojeras, como una alergia.

Hasta mi cuerpo era alérgico a que llorara.

Entre más me quedaba ahí, viendo mi demacrado y rojo rostro, más sentía este vacío creciendo dentro de mí.

¿De verdad esa era yo? ¿Esa era la piloto que creía que ganaría el campeonato?

Ya entendía a mi papá. Si yo me viera tampoco creería en mí.

Posiblemente lideraría el club de odio hacia mi persona.

Sentía tanta impotencia por dentro, y me detestaba por dejar que las palabras de mi papá me afectaran.

Era fácil mantener la frente en alto cuando pensaba que las personas que tenía en contra eran desconocidas... pero ¿mi papá?

Una parte de mí siempre quiso creer que en secreto apoyaba lo que hacía, solo que el orgullo no le permitía decírmelo a la cara. De verdad pensaba que una parte de él tenía fé en mí. Que algún día lo admitiría.

Me equivoqué.

Y como me dolía estar en lo incorrecto esta vez.

Se me escapó un sollozo y me tapé la boca rápidamente, llorando sin querer contener más las lágrimas, porque mi garganta se sentía como si me fuera a ahogar y necesitaba urgentemente salir por aire a la superficie.

Necesitaba desahogarme.

—¿Adora? —Escuché sus pasos acercándose a la puerta y retrocedí sollozando más fuerte.

Tocó la puerta y no dije nada, no podría ni aunque quisiera. Era como si ahora que comencé, no podía parar.

Dios, era una ridícula. Por cada segundo que seguía llorando por las estupideces que dijo mi padre, más bajaba el concepto que tenía de mí misma.

¿Dónde quedó la Adora fuerte?

¿Siquiera existió?

¿O siempre fui esta farsa?

—¿Princesa? —dijo en un tono suave del otro lado y me sequé furiosamente las lágrimas que no paraban de salir.

No quería que me viera así. Me había dicho en Mallorca que era la mujer más fuerte que conocía.

¿La mujer más fuerte estaría llorando como una niña pequeña porque su papá no creía en ella?

La respuesta era no. Y no quería patear mi autoestima más abajo de lo que ya estaba.

—Lo siento, voy a entrar —No esperó respuesta y apenas alcancé a darle la espalda cuando escuché la puerta abrirse y olí su perfume a mi lado.

Me sentía avergonzada de que a mis veinticinco años todavía quisiera la aprobación de mi padre y mucho más que mi novio me tuviera que encontrar en este estado.

"La bufón de la Fórmula Uno" En estos momentos no me quedaba nada mal.

Carlos no dijo nada, tan solo me tomó entre sus brazos y me apretó contra su pecho.

Para mí eso fue suficiente.

Nos dejó caer hasta el suelo y oculté mi cara en su cuello, sin querer que me viera llorar, pero sin parar de todas formas.

Me sostuvo contra él, acariciándome el cabello y la espalda murmurando "Todo estará bien" y por algún motivo eso me hizo sollozar aún más fuerte porque era todo lo que siempre quise escuchar de mi papá.

Que me abrazara luego de una dura carrera, que me presumiera con sus amigos, y por sobre todo que me dijera eso: "Todo estará bien".

Porque a pesar de nuestra historia, solo por ser mi papá le creería esas palabras ciegamente.

No era la primera vez que me rompían el corazón, pero joder, que la persona que lo hiciera de nuevo fuera alguien que me crió toda mi vida; era un nuevo nivel de dolor.

Sobre todo porque me conocía. No era un desconocido, era alguien que sabía exactamente lo que yo tenía por ofrecer, y que aun así, viera lo que tuviera en mi plato y dijera que no tenía lo necesario para ganar, se sentía como si me quemaran por dentro.

En otras circunstancias habría pataleado, gritado, o hasta mordido solo para que no me abrazara porque "podía sola", pero no en estos momentos.

Me sentía tan pequeña y rota que necesitaba que Carlos me sostuviera, más porque creía que si me apretaba con fuerzas tal vez podría reparar mis heridas internas. Como una muñeca descompuesta.

No sé cuánto tiempo me desahogué, pero debió haber sido un largo rato si el calambre en mi pierna me indicaba algo.

Nos mantuvimos así hasta que yo fui la primera en despegarme sin mirarlo a la cara.

—¿Qué pasó? —murmuró secando mis lágrimas con delicadeza.

Debía parecer un desastre. Tal vez porque lo era.

—No quieres saber —respondí con la voz ronca de tanto llorar, ni yo me reconocía.

—Creo que si lo estoy preguntando es porque eso quiero —intentó bromear con una pequeña sonrisa. Podía notar que trataba de animarme, pero mis ánimos estaban por el subsuelo—. Vamos, no me alejes ahora... —me sostuvo por el mentón y me hizo mirarlo. Sentí su preocupación y su dolor. Tal vez por no compartir mis sentimientos con él, por no poder ayudarme como quisiera.

A Carlos le encantaba resolver mis problemas, y teniendo tantos no tenía inconvenientes con eso. Solo que sentía que este era más grande que él, y poner ese peso sobre sus hombros me parecía injusto.

Tenía suficiente en su propio plato. No me necesitaba a mí para hacerle la vida más complicada.

—Háblame —insistió suplicándome con sus grandes ojos marrones. Quería que lo dejara entrar para poder ayudarme.

Inhalé profundo y apreté su mano para encontrar el valor de hablar de lo sucedido, todavía planteándome sobre si sería lo correcto—: Mi papá estuvo aquí.

Pude sentir cómo se tensaba. Apenas lo iba conociendo y ya sabía que eso solo podía significar malas noticias.

—¿Qué te dijo? —Estaba serio. Si milagrosamente no le caía mal mi papá antes, en definitiva este sería el momento que cambiaría todo.

—Quiso desearme suerte —me sorbí la nariz apartando la mirada, todavía con sus palabras frescas en mi memoria.

"Ya te lo dije Adora, eres su bufón y si no, eres su puta"

—No terminó en solo eso, ¿verdad?

Negué con la cabeza sintiendo como los ojos me ardían con nuevas lágrimas queriendo asomarse y con un suspiro tembloroso seguí—Dijo que no creía en mí... Que yo tenía la idea absurda de que iba a ganar el campeonato y en realidad era el hazmerreír del deporte.

—Se equivoca, no sabe de lo que está hablando —me defendió en un parpadeo.

—También dijo que era una puta —murmuré en voz baja, una lágrima cayendo en la camisa de Carlos.

Pero no era mía.

—Ya está —quiso apartarme para levantarse y lo sostuve por los hombros, obligándolo a quedarse—. Sé que es tu padre, pero ya tiene rato buscándose que le metan una hostia.

—No me hará sentir mejor que lo golpees, Carlos —me volteó a ver, y tal vez me vio tan frágil como me sentía, porque después de un momento de indecisión se volvió a sentar, apretándome contra él.

—No te merece. Tiene la mejor hija del mundo y dice gilipolleces como esas —negó con la cabeza, desconcertado.

—Lo peor es que... no siento que se equivoque —dije con un tono de voz tan bajo que no sé si me escuchó, pero no dijo nada por un segundo, tal vez muy anonadado por mis palabras—. Solo... no entiendo qué tan difícil es estar orgulloso de mí. ¿De verdad soy tan complicada de apoyar? —me sorbí la nariz—. Siempre trato de darlo todo en la pista, de ser la mejor, porque siempre he querido que esté orgulloso de la hija que tiene. Que pueda presumirme con gusto, porque no crió a ninguna perdedora. Pero en su mente siempre seré una. No importa qué tanto me esfuerce, no importa qué tantos campeonatos gane... nunca seré suficiente y odio que eso me mate por dentro. ¿Por qué no puede ser más como tu papá? —se me rompió la voz.

—Adora...

—¿Por qué no me puede apoyar así? ¿Acaso no me lo merezco? ¿Hice algo mal? Porque si no es así, no entiendo porqué tengo que pasar por esto. Y sobretodo no sé porqué sigo queriendo su aprobación a estas alturas. Supongo que una parte de mí siempre pensó que aparecería en el momento más importante y sería como en las películas, ¿sabes? Que vendría ahora que estoy tan solo a meses de ganar el campeonato y me diría que me apoyaba y que estaba orgulloso de mí. Por un segundo creí que eso sería lo que sucedería cuando vino. Un solo mísero segundo, y luego quedé como una tonta ilusa...

Ya ni siquiera me quedaban lágrimas, pero no hacían falta. Tan solo eran una extensión de la tristeza que sentía por dentro, y esa se escuchaba fuerte y claro en cada una de mis palabras.

—No está mal que desees eso —habló Carlos luego de minutos en silencio, procesando lo que dije—. Creo que una parte de nosotros siempre va a querer la aprobación de nuestros padres porque la buscamos siempre desde pequeños, pero... tu papá no está listo para aceptar la realidad, Ada —hizo que lo viera—. Y la realidad es que tiene una hija increíble que está lista para hacer historia. Y llegará un día en que se arrepienta mucho por no apoyarte cuando lo necesitabas, pero mientras tanto vas a tener que conformarte con lo que pienses de ti misma —Se notaba determinado en hacerme sentir que cada una de sus palabras eran honestas.

—Y estás tan equivocada como él si crees que no mereces todo el apoyo posible. No conozco a nadie en este deporte que lo merezca más. Y lo tienes de las personas que importan, y eso es lo que cuenta.

Conectamos miradas, y por mucho que quería creerle, me costaba.

Porque no mentía cuando decía que parte de lo que dijo mi padre era cierto.

—Gracias... —me sequé las lágrimas sintiendo una menor presión en el pecho, sin embargo, mi cabeza latía con una intensa migraña.

—Sabes que para eso estoy —no dejaba de mirarme como si fuera a quebrarme en cualquier momento—. No me gusta verte dudar de ti misma...

—Nunca lo había hecho en voz alta —admití.

—Pues siempre que lo hagas, dímelo, y calmaré todas tus inseguridades —besó mis nudillos—. Solo no me alejes.

—Tú no me alejes a mí —dije honesta—. No quiero que las únicas veces que te abras conmigo sean cuando nos peleamos... Quiero que sepas que estoy para ti siempre, a todas horas. Lista para escucharte.

Él sonrió—Lo tomaré en cuenta —Me dio un beso y nos quedamos abrazados en silencio.

—Y ahora... —miré a nuestro alrededor—. ¿Cómo que se está volviendo costumbre esto de conversar en el suelo?

—Parece que de aquí salen nuestras mejores conversaciones —bromeó levantándose y estirando su mano para ayudarme.

—Tal vez porque estar en el suelo baja de nivel a tu ego —pronuncié con inocencia.

Me miró con los ojos entrecerrados—Ven acá, mocosa, lávate la cara antes de dormir.

—No me digas mocosa —fruncí el ceño.

—Pues entonces límpiate los mocos de la cara y luego hablamos —le lancé una toalla al rostro y se rió—. Estoy bromeando, calma, fiera.

—Por favor no le digas a nadie que...

—¿Qué cosa? —se vio confundido.

—Que lloré —me sentí imbécil en pedirlo, pero necesitaba hacerlo.

—¿Y contarle a todos que la gran Adora Torres demostró sentimientos? Pfff, claro que no —bromeó, pero cuando volteé a verlo por el espejo asintió—. Tranquila, en serio no le diré a nadie.

Y le creí.

Bajo su propia insistencia se quedó a hacerme un moño en el cabello después de que me lavé el rostro. Y a pesar de los muchos nudos y risas, me sentí un poco mejor.

Pero en el fondo la voz de mi padre repetía sus crueles palabras, y lo cierto era que yo era el hazmerreír de la Fórmula Uno.

Y no había nada que Carlos pudiera hacer para cambiarlo.


DOMINGO 18 DE JUNIO, GRAND PRIX DE CANADÁ


Pasé una terrible noche.

Fragmentos de la conversación se repetían en mi cabeza encontrando la forma de atormentarme.

Cada vez que cerraba los ojos no encontraba calma, tan solo la misma escena una y otra vez. No dejaba de idear nuevas formas en las que pude haber contestado, qué le pude haber dicho para callarle la boca en ese momento, en vez de la versión de mí que susurró cuando más necesitaba encontrar mi voz y gritarle.

Las pocas horas de sueño que conseguía terminaban al poco tiempo con pesadillas relacionadas a mi padre. Cada una peor que la otra, encontrando nuevas maneras de burlarse de mí.

No quise despertar a Carlos. Siquiera uno de nosotros merecía tener una buena noche.

Me había ido temprano al paddock para no tener que desayunar con mi familia y mirar el imperturbado rostro de mi padre. Tenía claro que él creía con convicción todo lo que dijo, y no había ni una sola gota de arrepentimiento.

Tampoco me arrepentiría de ganar hoy y cerrarle la boca.

Ni siquiera yo confiaba en aquello, pero debía engañarme a mí misma. Tal vez si lo hacía por suficiente tiempo, me lo creería.

Ajusté mis manos en el volante, esperando tan solo a que las luces se apagaran para iniciar la vuelta de formación.

Tres... Dos.... Uno...

Que bajen el telón.

Aceleré siguiendo a Carlos, quien había empezado de segundo, tratando de mantenerme enfocada.

Pero la realidad era que la mente era un templo, y la mía venía colgando de un hilo muy fino desde ayer.

«¡Solo piensas en pajaritos e ideas absurdas de que tienes posibilidades de ganar un campeonato!»

La voz de mi padre resonó en mi cabeza como un eco.

Negué con la cabeza tomando la curva.

«Serás la chica que fue lo suficientemente estúpida para dejar la carrera y meterse en un deporte donde sería el hazmerreír...»

Se equivocaba. No tenía razón.

«Te ven como una burla, Dora, como el bufón de su negocio...»

Resoplé con molestia. Detestaba cómo creía que tenía conocimiento de todo. Ni siquiera trabajaba aquí cómo para saber cómo funcionaba la Fórmula Uno, solo estaba asumiendo cosas, me intenté convencer.

«¿Creer en ti? Nadie lo hace. No en verdad...»

Pues tal vez él no creía en mí, pero en algún lugar debían existir muchas personas que sí lo hacían y esperaban con ansias mi siguiente victoria... ¿Verdad?

«Tú entraste a la Fórmula Uno a perder. Y no hay nada que puedas hacer para cambiarlo...»

No era cierto, yo podía. Yo siempre podía. Yo podía con todo... Me sentí a mí misma gritarle débilmente a todos los pensamientos negativos que seguían zumbando por mi mente, envenenando poco a poco mi espíritu por mucho que luchara contra la marea.

Me estaba ahogando en inseguridades y por primera vez no veía salida alguna.

Parqueé el carro detrás del de Max en la línea de salida desde mi tercer lugar, esperando con algo de pavor el inicio.

Traía un nudo en el estómago con un mal presentimiento que no podía quitarme de encima, y no sabía si eran mis inseguridades o mis instintos hablando.

El carro se comenzó a sentir caliente, casi sofocante y mientras esperaba que las luces se apagaran me aparté por unos segundos la baclava de mi piel percibiendo el sudor como una segunda capa en todo mi rostro.

No me estaba sintiendo muy bien. Podría culpar la falta de sueño, la mitad del vaso de avena que desayuné, pero todo en mí sabía con claridad a qué o, mejor dicho, a quién se debía eso.

Me subí la visera para darle paso a la brisa fría de Canadá, la cual dada mis condiciones era más que bienvenida. Me estaba sofocando en uno de los ambientes más fríos del año.

Una parte de mí no pudo evitar querer avisar de mi condición, pero me ganó el orgullo.

¿Cómo iba a decir a segundos de comenzar la carrera que no me sentía capaz?

Preferible era enterrarme viva.

Esto no era una atracción de la que simplemente podía bajarme a último momento. La realidad es que estaba en Canadá, sentada en un monoplaza, a punto de competir en la Fórmula Uno. Y lo haría así mi cuerpo quisiera colaborar conmigo o no.

Mi desenfoque era notorio, pues de repente escuché el rugir de los motores y antes de que me diera cuenta, los carros se movían con rapidez a mi alrededor dejándome como un simple borrón detrás. Lo que me llevó a reaccionar algo tarde.

—¡Y DAMOS COMIENZO AL GRAND PRIX DE CANADÁ CON UN TERRIBLE COMIENZO DEL NÚMERO 95, PERDIENDO VARIAS POSICIONES CON AQUEL INICIO! ¡SAINZ, VERSTAPPEN Y ALONSO SE ALEJAN SIN INCONVENIENTE ALGUNO MIENTRAS QUE ATRÁS TODAVÍA TRATAN DE BUSCAR ORDEN!

Me sentía separada de mi cuerpo, viendo como movía el carro automáticamente desde alguna parte lejana de mi mente.

No me había fijado en mis alrededores, pero mis instintos actuaban por sí solos, frenando y acelerando cuando debía.

Si tuviera que adivinar diría que en el inicio había perdido entre cuatro a seis posiciones.

Y sin embargo, lo preocupante era que no me importaba en lo más mínimo.

Giramos en la primera curva y agradecí a quien me estuviera cuidando desde arriba que aun en este estado mi cuerpo estaba alerta y me permitió abrirme paso sin inconvenientes.

Sé que si estuviera más presente en mi propio entorno habría contenido el aliento.

Luego seguimos recto y logré crear una muy mínima distancia, pero la suficiente para que el lugar en el que estaba fuera indiscutible.

Traté de volver a tomar control de mí misma cuando nos acercamos al hairpin, una curva mucho más pronunciada y en la que debía ser cuidadosa, pues era de alta frenada.

Bajé un poco la velocidad, pero no fui la primera en ver la curva.

Lo más probable era que me vio primero ella a mí.

Alguien impactó en mi costado y... sentí como si flotara.

Lo que comenzó con unas pequeñas vueltas sobre el eje del carro tomaron impulso hasta convertirse en vueltas de 360 grados probando correctamente aquel presentimiento en mi estómago.

Hoy iba a morir.

Fue como si el tiempo se detuviera, en cierto sentido. Todo se volvió más lento, aunque sabía que para los demás debía estar pasando en cuestión de segundos, para mí fue una eternidad.

Daba tantas vueltas que... tuve miedo.

Miedo de lo que pasaría cuando se detuviera.

Las vueltas me hacían sentirme segura, pero el impacto... eso era lo que en verdad me inquietaba. Lo que podría determinar todo mi destino caía en las ruedas de un monoplaza y en unas barreras de contención... Alentador, ¿no?

De forma fugaz vi pasar el azul del cielo y deseé que no fuera la última vez que lo viera. No quería darle la razón a mi padre y, peor aún: no quería morir.

No cuando por fin todo parecía estar saliendo bien con Carlos.

Lo peor fue pensar en que así terminaría mi legado. Con un accidente.

De la misma manera que uno de mis ídolos del deporte, Ayrton Senna, pero a diferencia de él, moriría sin títulos que me acompañen, solo con aquella incertidumbre de lo que pude haber sido.

"Muere Adora Torres, piloto de Fórmula Uno que nos probó una vez más que las mujeres no pertenecen en este deporte"

Ya podía ver los titulares.

Nadie me recordaría como la tercera contendiente del campeonato, como una gran piloto o una mujer que inspiró a millones.

No. En cambio sería recordada como un fracaso.

Como el fracaso que mi papá siempre vio en mí desde el inicio.

"Te ven como una burla, Dora, como el bufón de su negocio. Tú crees que vas a cambiar cómo funciona el mundo, pero yo he estado muchos años más que tú."

Tenías razón, papá, y ahora tendré que pagar las consecuencias de ello. Espero que esto te contente...

No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, solo que parecía que me estaba aproximando a algo y si tuviera que adivinar por cómo mi cabeza se movía de un lado a otro como un trapo, de forma muy rápida.

Cerré los ojos y me preparé para el impacto, tratando de aceptar mi destino.

Tal vez esto sería lo mejor. Ser retirada del tablero de juegos antes de que me retiren...

Por lo menos el final pudo ser haciendo lo que más amaba, y no siendo alguien que no era.

Carlos podría encontrar a alguien mejor, menos complicado que yo. Mi hermana podría ser libre de tener que limpiar mis desastres y construiría la familia que siempre quiso. Mila encontraría una mejor amiga que no la traicione como yo y... mi papá podrá dejar de "preocuparse" por mí, porque no quedará Adora que cuidar.

Con el pensamiento de que sería lo mejor para todos... choqué.

Escuchaba un pitido en mi cabeza, y estaba consciente de que todo mi cuerpo me ardía... quemaba. Escuché los gritos de mi ingeniero, pero no tenía voz para responder ni fuerza para abrir los ojos.

Y lo último que se me vino a la mente fue el rostro preocupado de Carlos:

«Adora, Adora, cálmate, respira...»

Seguido de eso sentí una pesadez recorrerme de pies a cabeza y perdí la conciencia...


Narrador omnisciente


Desde las gradas se vio el momento exacto en el que Pierre Gasly trató de rebasar por el medio a Adora Torres y Daniel Ricciardo, cegado por su propia ambición. Sin embargo, no calculó muy bien su maniobra, y su monoplaza chocó ruedas con la de Danny.

Cualquiera diría que parecía algo mínimo, pero a veces hasta lo más mínimo puede desatar consecuencias desastrosas.

Adora estaba por tomar la curva cuando el choque de Pierre a Danny provocó que este, sin poder controlarlo, le choque por el costado a Adora y el monoplaza de la menor diera vueltas por varios segundos hasta quedar boca abajo atrapado en las barreras, causando gritos de los aficionados.

El australiano había afrontado un destino similar, aunque sin llegar a ser tan drástico.

Su carro se estabilizó y pudo salir por sí mismo antes de que llegaran los comisarios de pista.

Pierre también había salido de la carrera, a pocos metros de los otros dos pilotos, pero permanecía clavado en su asiento, en shock y tembloroso.

¿Adora estaría bien?

Danny estaba enfadado, si no fuera porque no percibía movimiento alguno de Adora habría ido a gritarle a Gasly lo irresponsable que fue, pero le ganaba la preocupación de ver a la piloto. Era como su propia hermana menor, y no se lo perdonaría si algo malo le hubiera pasado por su culpa. Ni siquiera las reglas de la FIA lo detendrían de asegurarse que estuviera bien.

Este había sido de los peores choques que había tenido que presenciar en su vida.

Se acercó corriendo al monoplaza, todavía sin llegar los comisarios, y saltando por encima de las barreras trató de hablarle—Adora... Adora, ¿estás bien?... Adora... Vamos, Ada—insistió con desesperación, pero no obtuvo reacción alguna.

Conteniendo el aliento trató de buscar su pulso, aunque en aquella posición y con el casco obstaculizando le resultaba imposible. Podía sentir su propio pulso acelerarse por cada segundo que la piloto pasaba sin dar señales de vida. Y cuando pudo enfocar sus ojos lo suficiente para ver manchas rojas de sangre se llenó de angustia.

No le gustaba ver sangre. La sangre no significaba nada bueno. La sangre no siempre prometía vida.

Una mano en su hombro lo hizo retroceder de la escena y alzó su mano, dispuesto a pegarle a quien sea que trataba de alejarlo de Ada, necesitaba saber que estaba bien.

Necesitaba saber que él no la había matado...

Carlos mantenía un buen ritmo detrás de Max habiendo pasado la intimidante curva culpable de accidentes tan grandes como el de Robert Kubica en 2007. Se sentía confiado y con esperanzas de un buen resultado si su equipo no decidía cagarla de repente con su estrategia.

De repente, en medio del sonido del motor escuchó una gran colisión que le puso los pelos de punta. No parecía haber sido tan lejos de donde se encontraba, pero en definitiva había sido un choque grande si los gritos de horror de los fanáticos le daban alguna indicación. La atmósfera se sentía tan pesada que su corazón se hundió con pánico de que alguien hubiera muerto.

Este deporte seguía siendo peligroso por mucha protección que le agregaran a sus monoplazas.

Desde sus casas los televidentes escucharon—I think that's Adora Torres, who has gone into the barriers there... at about 140 miles an hour...

Los mandaron a bajar la velocidad con una bandera amarilla. Todavía decidiendo entre miembros de la FIA si ameritaba una bandera roja o no.

—Ricky, ¿quién fue? —preguntó por la radio. Y por muchos segundos no obtuvo respuesta, inquietándolo aun más mientras un mal presentimiento se asentaba en el fondo de su estómago.

De repente sintió la boca seca y su espalda baja sudaba a chorros—¿Ricky? ¿Quién chocó? ¿Está bien?

De nuevo silencio.

A Carlos le comenzaba a faltar el aliento. Su cabeza daba vueltas con los peores escenarios posibles.

En Ferrari se debatían si decirle o no, todos mirando con ansiedad las pantallas por algún indicio de vida de la piloto.

—Alguien debe sacarla de ahí —dijo un ingeniero mordiéndose las uñas debido al estrés.

En las gradas los fanáticos se levantaban con expresiones de preocupación viendo las pantallas del circuito. Cuando Carlos siguió su línea de visión, había una repetición del inicio de la carrera desde la perspectiva de un piloto. Un carro colisionaba con otro... color naranja.

El pánico llegó a sus pulmones, sin poder respirar, pero necesitaba saber. Necesitaba saber quién de los dos había sido aunque estaba seguro que ninguna respuesta lo haría sentirse mejor porque o había chocado su mejor amigo... o había chocado su novia...

—Ricky, ¿cuál de los dos fue? —demandó saber aunque su voz le fallaba. Cualquiera que escuchara la radio luego sabría que no era una respuesta que quería escuchar, sino que tenía que.

Es... es Adora, Carlos... Lo siento, todavía no tenemos noticias de su estado y... —la voz de su ingeniero se escuchaba cada vez más lejana mientras Carlos batallaba con su propia mente.

Joder, ¡No!

Golpeó el volante con frustración e impotencia.

¿Por qué ella?

—¿Fue Adora? —preguntó Charles desde su monoplaza, viendo por su retrovisor con preocupación. No otra vez...

Silencio sepulcral en su radio.

—¿Está bien? —Lando preguntaba con un nudo en el estómago, sentía que vomitaría en cualquier momento. No toleraba el pensamiento de que en el mismo monoplaza que él, apenas a unos metros del accidente, la mujer que consideraba una hermana se encontraba inconsciente, porque no se permitiría imaginarse otro escenario. No podía.

Carlos no sentía remordimiento en pensar que sacrificaría a cualquiera de los otros para que ella estuviera bien, para garantizar su seguridad. Maldita sea, se tiraría él mismo contra las barreras si eso significaba que podía suavizar el impacto.

Siguió avanzando reacio a obedecer órdenes e ir a los pits como los estaban obligando. Quería estar a su lado, asegurarse por sí mismo que ella estaba bien.

Decidió olvidarse de las reglas por un momento y seguir lo que su corazón le demandaba, sin importar las consecuencias. Pagaría la multa él mismo y podría soportar unos puntos menos en su licencia.

Carlos, es bandera roja. Ven a los pits de inmediato —indicó su ingeniero por la radio, pero ya era muy tarde. A lo mejor y podía echarle la culpa a Ferrari de decirle muy tarde aunque sabía muy bien lo que estaba haciendo.

No le respondió.

Cuando pasó lento por donde había sido el accidente sus ojos se llenaron de lágrimas sin poder evitarlo. La escena era horrible. Habían pedazos de monoplazas por doquier, Daniel se peleaba con los comisarios, Pierre estaba cabizbajo a su lado y... estaban sacando a Adora del auto.

No le resultó alentador que parecía una muñeca de trapo, con la cabeza colgando por el peso del casco mientras la cargaban a una camilla, viéndose frágil y diminuta.

Carlos sintió una presión en el pecho. Apenas le retiraron el pesado objeto de la cabeza, observó su delicado rostro cubierto de sangre y negó con la cabeza teniendo que dejar de ver por un momento. No podía estarle pasando esto, debía estar en una pesadilla y se despertaría pronto para ver a su novia durmiendo acurrucada en su pecho. Luego ella abriría esos preciosos ojos castaños y le diría "¿Qué me ves?" y él le respondería "Lo hermosa que eres" para seguidamente apartarle el cabello de la frente y darle un beso. Se quedarían acostados sin querer levantarse hasta que uno de sus teléfonos los llamara y entonces sabrían que debían empezar sus agitados días, despegándose del otro como si se llevaran una pieza faltante del rompecabezas con ellos.

Esa era la realidad que quería, pero no era la que estaba viviendo...

Adora reposaba de forma pacífica, aun cuando una de sus manos no paraba de sangrar. A plena vista no parecía tener grandes lesiones, pero no era doctor. No sabía qué le estaba sucediendo por dentro. Si tendría sangrado interno, una contusión, o peor.

Permitió que las lágrimas bajaran por sus mejillas sabiendo que su casco lo protegía de ojos curiosos. Tal vez sería el único momento privado que tendría.

Volvió a los pits con el corazón en la mano, y se bajó de su monoplaza sin querer hablarle a nadie. Tan solo esperando a que anuncien el estado de Adora oficialmente. La realidad es que aunque la había visto, no estaba seguro de si respiraba...

Y la incertidumbre se sentía en todo el garaje.

Dicen que existen momentos en los que todo se detiene. En los que el tiempo parece ir más lento y todo alrededor pierde color, de repente trayéndote a una dura realidad.

Este era uno de esos momentos.

Podía escuchar voces a su alrededor, personas que lo trataban de consolar, pero su vista solo estaba enfocada en las pantallas sin poder moverse.

Sin poder respirar incluso.

Se sentía distante, como si lo estuviera viviendo otra persona y él tan solo estuviera observando. No se sentía en control de lo que hacía.

Todos estaban congelados en sus lugares, observando con ansiedad la repetición.

Cuando ponían las repeticiones solía ser porque no tenían noticias del piloto.

De su Adora.

Carlos sintió unas manos masajear sus hombros mientras murmuraba palabras para consolarlo, el perfume característico de su papá permitiéndole reconocer quién era, pero no podía responderle.

Charles se acercó para decirle que debía estar bien, que era Adora, y que como ella siempre les decía "no se iban a deshacer tan fácil de ella".

Solo que se sentía más como si se lo dijera a sí mismo.

No podía perder a Adora también... No podía perder a otra persona que amaba a manos de este deporte, porque no sabría si podría tolerarlo.

Carlos seguía plantado en su mismo lugar esperando un anuncio, cualquiera, no se sentía listo para afrontarlo, pero lo necesitaba desesperadamente.

Vio de reojo cómo la familia de Adora era llevada por el paddock por uno de los encargados de McLaren, todos portando la misma preocupación en su mirada. Estaba seguro que en un accidente de esa magnitud, en donde no había dado señales de estar bien o siquiera consciente, la llevarían al hospital.

Sin pensar, sus pies caminaron en esa dirección hasta que su padre lo retuvo—Adora estará bien, campeón, la podrás ver después.

Pero... ¿y si no?

¿Y si la última vez que había visto Adora fuera la última?

Comenzó a morderse las uñas, preso de su propia ansiedad cuando lo que fueron tal vez unos minutos se sintió como una hora.

Nos ha sido informado que la piloto se encuentra bien, y está siendo llevada al hospital. La carrera se reanudará apenas terminen de recoger el debris del accidente.

Todos a su alrededor volvieron a cobrar vida soltando sonrisas aliviadas y sosteniéndose el pecho por el hecho de tener sus conciencias limpias.

La de Carlos no lo estaba.

¿Cómo se supone que debía correr como si nada cuando su novia se encontraba en una cama de hospital y sin saber nada de su estado?

Su papá le dio dos palmadas en la espalda—Te lo dije. Sé que quieres ir a verla, pero estoy seguro que querría que termines la carrera primero —le aseguró, y tenía razón. Si Adora descubría que se había perdido la carrera por su culpa se iba a molestar con él.

Un poco dudoso accedió a seguir.

Lo haría por Adora...






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N/A: Ahora entienden porqué no quise sacar el capítulo la semana pasada?

Sabremos pronto lo que deparará del destino de Adora, estoy terminando el siguiente capítulo por lo que saldrá o mañana o el sábado.

Ahora que ya pasó el 1 de febrero no me siento tan culpable de subirles este capítulo 🫣

Pero bueno, las quiero (no me maten, ustedes pidieron capítulo y se los di)

No se olviden de comentar y votar,

Quien quiera quejarse conmigo o del cap puede ir a mis dms en Instagram en @valskeeper o a la cajita de preguntas que dejaré,

Se despide,

Val

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