03 | ¿Qué carajos?
𝐓𝐫𝐨𝐮𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚𝐤𝐞𝐫
EL DOLOR DE CABEZA QUE TENÍA NO ERA NORMAL. Me levanté con un quejido de dolor, estirando mis brazos cuando mi mano chocó contra algo duro—AUCH.
Abrí los ojos de golpe, alarmada. ¿Qué carajos hice ayer?
Cuando miré a mi lado, Lando se encontraba sin camisa, sobándose la nariz.
Me revisé deprisa y traía mi bata de pijama puesta—¿Pasó algo ayer? —dije más tiesa que una tabla, y si tuviera que adivinar cómo me veía por fuera, seguro estaba más pálida que un fantasma.
Lando pareció caer en cuenta de lo mismo y me miró con los ojos como platos, ambos con el sentimiento de que pudimos haber cometido lo más cercano a incesto y no nos acordábamos—N-no recuerdo —dijo nervioso, verificando bajo la sábana—. Traigo puestos mis interiores...
Intenté relajarme y pensar en lo último que recordaba.
Dejar a un molesto Carlos.
Caminar a mi booth.
Hacerme mierda con Lando y Ricciardo.
Y... nada.
Tragué saliva. Si hubiéramos tenido relaciones lo sentiría, ¿no?
Al cuarto entró Alejandra con una bandeja de comida, agua y pastillas para la resaca.
Me cubrí con la sábana sintiéndome de repente expuesta.
Alejandra dejó la bandeja y se volteó hacia nosotros, leyéndonos las caras como la palma de su mano—No, no se acostaron, relájense —Soltamos un suspiro de alivio al mismo tiempo—. Lando perdió su llave y estaba muy pesado, así que lo dejé durmiendo contigo. Que por cierto, estoy que los jodo, carajitos del coño', les dije que no se embriagaran tanto y es lo primero que hacen —nos riñó a ambos en español.
Lando no entendía ni una palabra, pero sabía que debía temer por su vida y disculparse. Alejandra pocas veces hablaba español enfrente suyo, únicamente cuando estaba molesta o hablando por teléfono con nuestra familia—Perdón, Lele —le hizo sus famosos ojitos.
Alejandra tenía una debilidad por Lando, lo veía como nuestro hermano. Al menos mientras Adrián, el menor de los cuatro, no estaba.
A mí no me iba a funcionar aunque igual hice el intento—Sí, perdón, Lele —imité sus ojitos.
Alejandra me dio una mirada severa—Tú y yo hablaremos luego.
Suspiré dejándome caer de nuevo en la cama—De acuerdo. ¿Cuál es el plan de hoy? Y por cierto, ¿vieron a Kath irse? No llegué ni al booth cuando ya no estaba —miré a ambos.
—Se fue apenas te alejaste de Carlos murmurando algo de un libro que la esperaba —comentó Lando poniéndose sus pantalones.
Típica Kath.
—En la noche tenemos la gala de inauguración de temporada de Pirelli, y mañana volvemos a Mónaco —replicó Lele escribiendo en su tabla.
—O sea que el plan de hoy es hablar con un montón de viejos ricachones y tratar de no dejar ver lo mucho que me incomodan. Genial, no es como si tuviera mejores cosas que hacer —dije con sarcasmo.
Lele suspiró, pero no dijo nada, sabiendo que lo que decía tenía algo de razón.
Aunque fuera por una buena causa, era conocido por todos en este deporte que las galas eran muy aburridas. Empezando por los patrocinadores con sus preguntas abrumadoras y el que no había manera de sacárselos de encima.
Los atletas éramos los que más sufríamos en estos eventos debido a que nos buscaban como polillas atraídas a la luz y nos paseaban por toda la habitación como si fuéramos meros animales para su entretenimiento.
"Oh, señor Hedge, creo que no ha tenido la oportunidad de hablar con nuestra talentosa piloto Adora, ¿verdad? Déjeme se la presento"
Solo de pensar en las próximas horas de conversaciones monótonas que tendría que aguantar me daba dolor de cabeza. Aparte de que al ser patrocinadores, es decir, aún más importantes para el equipo que la prensa, era prioridad el ser respetuosos y asegurarnos de que pasen una buena velada.
Después de todo, los patrocinadores eran los que pagaban las cuentas al final del día.
—Uff, suerte con eso, Ada —silbó Lando mirándome burlón.
—Tú igual tienes que ir, pendejo —le recordé mirándolo con ojos entrecerrados.
Cuando cayó en cuenta de aquel detalle hizo una mueca de fastidio y maldijo en voz baja.
—Bueno, dejando eso en claro, uno de sus patrocinadores los va a vestir para la gala, así que pronto deberán traerles sus vestimentas. A las 8 de la noche los quiero bien arreglados y perfumados esperando en el lobby como niños bien portados —nos miró mi hermana a ambos.
—¿Cuándo te hemos defraudado, Lele? —Lando sabía cómo mantener a mi hermana en su bolsillo, de eso ya no me cabía duda.
—Tú nunca —la mirada que me dirigió después de decir eso me dijo "Tú sí"—. Pero espero no tener que escuchar ninguna queja de una niña respondona y explosiva esta noche.
La amenaza era clara "Jodes esto, y te quedas sin manager hasta nuevo aviso".
Rodé los ojos—Si lo que quieres es escuchar que me portaré bien, pues bien, lo haré.
—Eso espero. Recuerda que no necesitamos más problemas.
Lando se colocó su camisa y luego de encontrar su billetera y su teléfono se dirigió a la puerta—Bueno, creo que yo ya me retiro.
—¿Ni siquiera vas a comer algo? —cuestionó Lele con el ceño fruncido. Yo ya me encontraba comiendo del yogurt con frutas y mirando a Lando por detrás de Lele con cara de victoria.
Al menos no soy yo la que le está despreciando el desayuno. Gané.
—En realidad quedé hoy con Carlos para ir a desayunar y jugar un poco de golf —se estiró Lando. Hice una mueca de disgusto apenas escuché el nombre que no pasó desapercibida por él—. ¡Tengo permitido tener otros planes!
—No con patanes —repliqué mientras contestaba mensajes en mi teléfono, solo para no obtener respuesta.
Cuando alcé la vista y miré a Lando, se veía un poco derrotado—¿Cuándo será el día que se lleven bien?
—Mmm todavía no han inventado una forma de saber el día en que voy a morir, ¿verdad?
—Eres imposible —exclamó con ojos entrecerrados antes de darse la vuelta y cerrar la puerta de un portazo.
Podía sentir la mirada irritada de Lele sobre mí—¿Qué? ¡Era en serio!
[...]
La gala de Pirelli estaba en pleno apogeo. Las luces brillaban, las cámaras destellaban, y personas de alto rango se paseaban por la alfombra roja.
Traía puesto un vestido de tiras finas y corte sirena. Era color rojo con brillos. Me llegaba por lo menos hasta los tobillos y junto con el vestido me dieron unos hermosos tacones negros y unos guantes del mismo color que me hacían sentir como una princesa.
Mi cabello estaba recogido en un moño dejando dos mechones sueltos para ayudar a enmarcar mi rostro y Lele me había ayudado a maquillarme de forma que no me viera tan cargada, pero a la vez reforzando mis mejores atributos.
Lo malo es que aunque sabía que me veía fenomenal, me sentía totalmente fuera de lugar en un evento tan elegante.
Me ajusté el vestido y busqué a Lele con la mirada, pero mi hermana y manager estaba ocupada conversando con algunos directivos de McLaren.
La gala de Pirelli era un evento privado que tenían anualmente para celebrar el inicio de temporada de carreras. O cómo a mí me gustaba verlo; una forma de exhibirnos como animales del circo a otras personas adineradas.
En parte no era malo, entre más exposición tuviera el deporte significaba que también tendríamos nuevos patrocinadores. Solo que detestaba este tipo de galas lujosas que solo servían para mantener apariencias.
Tanto pilotos como mecánicos estaban invitados, y tenía cierta noción de haber escuchado un rumor que decía que faltar al evento constituía una multa de la FIA. Lo que no era para menos pues Pirelli era de los mayores patrocinadores de la Fórmula Uno.
Esperaba pacientemente a que Lando volviera con un poco de champaña cuando de repente, vi a Sainz entrando por la puerta principal. Llevaba un traje negro impecable y tenía esa sonrisa despreocupada que siempre me sacaba de quicio.
Apenas hizo su entrada fue como si un interruptor se hubiera encendido en el ambiente. Las mujeres cuchicheaban entre ellas dirigiéndose miradas cómplices mientras escaneaban al español con la mirada.
Una parte de mí quiso pensar "Como si les fuera a dar la hora a alguna de ustedes", pero la otra respondió "Pues si se va con cualquier palo de escoba con falda...".
Supongo que en algún momento mi cerebro se desconectó, porque antes de que me diera cuenta, Sainz estaba de pie al lado mío con cara de irritación.
—¿Se te perdió algo, Sainz? —alcé una ceja con tono cortante preguntándome por dentro por qué carajos estaba irrumpiendo en mi espacio personal.
Como si el maldito salón de eventos no fuera del tamaño de tres mansiones.
Pareció ignorar mi comentario—¿Rojo? ¿En serio? ¿No pudieron hacer algo más agresivo aún? —preguntó con sarcasmo sin perder de vista mi vestido.
Me crucé de brazos tapando mi escote—Si tienes algún problema con mi vestido pues me vale mierda, esto fue lo que escogieron.
—Pues diles que a la próxima te peguen Ferrari en la frente. Como si no fuera suficiente que tengamos que hacer esto —dijo entre dientes por un segundo antes de volver a esa sonrisa de portada que por cada segundo que pasaba se veía más falsa.
Ni siquiera me veía a los ojos, solo sonreía y pretendía para ojos ajenos.
Yo fruncí el ceño—¿Hacer qué...?
Antes de que pudiera terminar mi oración Lando llegó sosteniendo dos copas de champaña y extendiéndome una—Una para ti, y una para... —se volteó hacia el español sin haber notado su presencia—. ¡Cabrón, hasta que llegas!
—¿Cómo perderme del evento del año? —replicó con ironía. Se notaba que no quería estar ahí. Ninguno quería.
—La verdad creo que no puedes, te penalizará la FIA —asintió Lando sin comprender la ironía del mayor.
—Vete, Sainz. Yo reservé a Lando primero —hablé asomándome por detrás del hombro del mencionado.
Si estaba con alguien era menos probable que tuviera que hablar con uno de los vejestorios que buscaban hacer conversación.
—No puedes reservarlo ¡Ni que fuera parqueadero! —frunció el ceño con molestia.
—Pues ya lo hice. Estoy estacionada y te tocará esperar tu turno con Lando.
—Torres, déjate de estupideces.
—A mí no me digas que son estupideces, seguro buscas hablar con Lando por el mismo motivo.
—¿Porque me aprecia y es mi amigo? —interrumpió Lando mirando entre los dos, pero Sainz y yo estábamos muy ocupados jugando a quien mataría al otro primero con la mirada como para darnos cuenta—. Sé que se odian y eso, pero ¿podrían seguir conversando? Parece que unos patrocinadores vieron nuestra aburrida charla y vienen en camino a "alegrarnos" con su presencia —habló por encima de su copa para vernos algo alarmado.
—Muy tarde —murmuró Sainz despegando la vista de mí.
De reojo pude sentirlos aproximarse viniendo en un grupo de 4.
Quise hablar de algo, lo que sea, pero ningún tema parecía convencerme lo suficiente y mi mente estaba entrando en pánico.
Traté de buscar con la mirada a algún otro conocido que nos salvara, pero todos parecían estar en conversaciones con alguno de los hombres ricachones que fundan el deporte.
—Las cosas que me haces hacer —resopló Sainz y de repente sentí su mano en mi espalda baja causando que lo mirara con ojos de confusión y advertencia.
—¡¿Qué carajos haces?! —siseé tratando de no hacer un escándalo.
—¿Cómo qué qué hago? Lo que nos obligan a hacer gracias a ti, Torres.
Fruncí el ceño, pero no logré decir nada cuando llegaron nuestros acompañantes.
—Muchachos, qué placer tenerlos con nosotros esta noche —llegó uno de los patrocinadores, Henry Janniko, con una sonrisa a saludar con un apretón de manos a Lando y Sainz, y pronto, dándose cuenta de su error, me saludó con un beso en la mejilla—. Adora, hermosa igual que siempre, querida.
—Gracias, señor Janniko —me forcé a decir.
—¿Cómo les va pareciendo el evento? Encantador, ¿no? —se metió una de sus manos en el bolsillo, la otra sosteniendo una copa de champaña y presumiendo su reloj de millones de dólares.
—En Pirelli sí que saben darle la bienvenida a la temporada —sonrió Lando. A espaldas de nuestros acompañantes hice el gesto con los dedos de darme un tiro en la cabeza, obligando al británico a contener sus risas.
—Estoy de acuerdo —se volteó hacia sus acompañantes—. Aquí les traje a unos colegas para que los conozcan. Ellos son Bill, Gary, y Joe. Viejos amigos del negocio.
En poco tiempo ya nos tenían rodeados y sin escapatoria. No había conversación que no revoloteara alrededor del deporte y aunque la Fórmula Uno era mi pasión, ellos no eran mi público preferido. Todo lo que decía les daba ternura, como si no se supone que debería saber de cargas aerodinámicas. Y luego me pedían que les explicara alguna otra cosa y se quedaban maravillados con todo lo que salía de mi boca. Claro, hasta que no me creían y terminaban preguntándole a Sainz o a Lando para corroborar la información.
Idiotas.
Pensé que tal vez la champaña ayudaría a sobrellevar esta noche, pero no fui la única que abusó del alcohol en la gala.
—Señorita Adora, ¿bailamos? —Un rojo y sudoroso señor Du Pont extendió su mano hacia mí. Otro de los patrocinadores pioneros del deporte.
Lo dijo como una pregunta, pero al mismo tiempo se escuchaba como una demanda. Y era difícil decirle que no cuando era de las personas más importantes en esta gala, y muy amigo de mis jefes.
Tuve que contener mis ganas de rodar los ojos tras ver la mirada de mi hermana atenta en mí.
Nada de escándalos ni malas caras esta noche, Adora.
Así tuviera que bailar con un viejo morboso que no había dejado de ver mi escote en toda la noche y que apestaba a whisky.
—Claro —apreté los labios y le extendí a un mesero mi copa antes de aceptar su mano.
Pronto nos llevó al área de la pista de baile, donde la banda tocaba con una cantante en vivo.
Podía ver varias parejas en la pista. Al parecer la noche había progresado desde música ambiental mientras conversábamos, a canciones lentas, y si mi memoria no me fallaba de la última vez, cuando todos estuvieran completamente ebrios vendría un DJ para los adultos jóvenes que se quedarían aprovechando la barra libre.
Por ahora lo que querían era dejar a los patrocinadores satisfechos y ebrios para que se fueran a dormir temprano. No estaba escrito, pero en definitiva sería una táctica que yo usaría.
Sus manos se posicionaron en mi cintura sin pedir permiso, y yo posicioné mis manos en sus hombros sintiéndome demasiado tensa e incómoda. Tal vez un hombre con su poder no estaba acostumbrado a pedir permiso.
Mírenme, hasta trato de excusar a un hombre por ser hombre.
Podía sentir su mirada fija en mí, pero yo trataba de mirar para cualquier otro lugar para no invitarlo a conversar. Sin embargo, por mucho que intentara ser prudente y sobrellevar la situación lo mejor que podía, todavía podía oler el fuerte olor a alcohol que emanaba cada vez que su respiración me soplaba en las mejillas.
En definitiva la noche no podría ir peor.
Quise hacer contacto visual con cualquiera que se hiciera llamar mi amigo para que me salvara, porque si algo no le importaba a este deporte era poner a sus pilotos en bandejas de oro si eso significaba tener un poco más de dinero en sus bolsillos.
Por un momento miré a Lando, pero el británico se encontraba rodeado por patrocinadores por todos lados como si fuera una migaja de pan para un grupo de palomas hambrientas. Otro que necesitaba ser salvado.
En ningún momento el señor Du Pont se propasó, pero yo seguía rígida como una tabla y con la sensación de que estaba bailando con mi abuelo por lo cortés que era todo. Estaba segura de que manteníamos la distancia apropiada de un baile escolar supervisado.
Sin embargo, no sabía cuánto duraría así. Creía que quería decirme algo y todavía no se animaba.
—Puede... puede rodear mi cuello con sus manos, si así desea —dijo mirándome, y de solo ver su cuello canoso y velludo quise regresar los contenidos de mi cena.
—No, gracias.
Frunció el ceño, y tuve ese instinto de que no se tomaría mi rechazo nada fácil. Y ebrio como estaba podría resultar en toda una escena, pero en definitiva no aguantaba ni un minuto más.
—¿Por qué? —casi que ladró hacia mí y siendo cualquier otra puede que me encogiera en mí misma, pero no me intimidaba.
Sin embargo, no tuve tiempo de replicar.
—Porque me reservó el siguiente baile, señor Du Pont —interrumpió una voz con acento español, y por una fracción de segundo estuve aliviada de escucharlo.
En ese momento le cambió la cara a Du Pont por una sonrisa—Sainz, no sabía que bailabas.
Y ese era el efecto Sainz en acción. No solo funcionaba en las chicas, damas y caballeros. Sino con prensa, patrocinadores y en general cualquier persona que se cruzara por su presencia a excepción de mí.
Suponía que un hombre de su rango no podía permitirse entrar en una disputa con el hijo de Carlos Sainz Senior. El papá de Carlos era un famoso ganador mundial de rally muy venerado en el mundo del deporte.
—Desde que tengo uso de razón he estado en clases, señor. Ahora, si me permitiría... —me extendió la mano.
—Claro, con mucho gusto —Por fin quitó sus garras de mí y nos dio una mirada antes de alejarse para volver con sus compañeros.
—Sé lo que quieres escuchar y no quiero darte la satisfacción, así que mejor dejémoslo así —me crucé de brazos ignorando su mano extendida. Obvio que quería que le diera las gracias como si fuera mi maldito caballero en armadura. Y yo no le besaría los pies a este patán.
—Te estoy ofreciendo un escape, Torres. Tómalo o déjalo, pero si te ve conmigo no te volverá a molestar. Tú decides —fue a apartar su mano, pero sus palabras lograron prender alarmas en mi cabeza y antes de que se apartara por completo lo tomé de la mano renunciando por un momento a mi orgullo.
—¿Y ahora qué? —dije con tono amargado sintiendo como todos nos miraban.
—Solo sígueme la corriente.
▌│█║▌║▌║ —— ║▌║▌║█│▌
N/A: CAPÍTULO EDITADO. Admito que me gusta más esta versión que la anterior jjsjs
Ustedes díganme qué les parece.
No se olviden de comentar y votar,
Se despide,
Val
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top