Epílogo

Elke se encontraba sentada en lo que llamaban "la cueva de Vik". El tal Vik estaba sentado a un par de pasos y se veía realmente mal. Las fuerzas del grupo no habían sido suficientes y estaban perdiendo. Se sentía el peso de la derrota en el aire. Los refuerzos del palacio habían hecho la gran diferencia y ahora el caos reinaba en las calles. La gente corriendo, gritando, aporreando cosas. La fuerza militar tratando de poner control sobre todo. Sangre, muerte... el hedor se sentía en el ambiente. No se habían esperado tal derrota, no lo habían planeado muy bien.

Ahora Elke estaba allí oculta, sin saber qué hacer y esperando que no los descubrieran. Ya tenía la soga al cuello y no quería morir. En la otra punta de la sala estaba Klaus, sentado y cabizbajo. Apartado de los demás y de ella claramente. Con el corazón latiendo fuertemente cobró coraje y cruzó la distancia que los separaba. Se sentó a su lado y lo miró. Efectivamente tenía sangre que corría por el costado de su mejilla y la oreja.

Ninguno de los dos pronunció palabra.

Finalmente, Elke rompió el silencio tenso.

—Klaus, lo siento... —susurró, pero Klaus, con la mirada fija en el suelo, no respondió. La herida en su rostro no se comparaba con la que Elke sentía en su pecho. Había traído el caos a la vida de Klaus, y eso era algo que no podía deshacer. Tal vez él solo habría seguido siendo un simple cochero si no la hubiera conocido. Traía dolor y muerte a todos—. Debería haberte escuchado, debería haber encontrado otra manera —continuó, su voz temblando con pesar. Klaus finalmente alzó la mirada, sus ojos encontrando los suyos. Había dolor en su expresión, pero también algo más profundo, algo que rozaba la traición.

—Ya no importa— dijo Klaus con frialdad, apartando la mirada—. Lo que está hecho, está hecho.

Elke se mordió el labio inferior, sintiendo un nudo en la garganta. Quería arreglar las cosas, pero parecía que había cruzado un límite del que no podía volver. Tal vez luego se le ocurriera algo para hacer, que decir... pero hoy, se sentía demasiado exhausta para pensarlo. Luego... si, luego.

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