Capítulo 9
El salón comedor, en el ala este, tenía una gran mesa preparada, con platos de porcelana y cubiertos relucientes. El ambiente era cómodo y bastante relajado para lo que era el palacio en sí.
Elke saboreaba su taza de té caliente mientras giraba su cabeza para ver el jardín a través de la ventana. El sol de la mañana brillaba suavemente y alumbraba todo de una manera encantadora, o eso pensaba ella.
Karl, sentado frente a ella, estaba absorto en un libro abierto, pero ocasionalmente levantaba la vista para sonreírle. Elke se preguntaba qué era tan interesante.
—El desayuno es una delicia— comentó en voz suave, saboreando un trozo de fruta fresca. Al fin algo comestible.
Karl cerró el libro y la miró con interés.
—Me alegra que lo disfrutes, tenemos los mejores cocineros de la ciudad.
Ella asintió con agradecimiento.
—Es un lujo poder disfrutar comidas como esta— la mentira hervía en su interior—. En mi hogar las cosas eran un poco más simples.
—¿Cómo era tu hogar, Elke? —se mostró interesado.
—Bueno— dio otro sorbo al té—, Había variedad pero no tanto, en casa somos más clásicos.
—Vale, comprendo— rio bajito—. Para que no te sientas mal, me parece innecesaria tanta cantidad de comida.
Un sirviente, con una bandeja de plata en la mano y varios sobres en ella, se acercó a Elke y se las enseñó.
—Señorita, aquí tiene algunas cartas que han llegado para usted esta mañana— anunció en voz suave.
Elke levantó la mirada y asintió con gratitud al sirviente tomando las cartas de la bandeja. Eran dos, una era claramente de su madre y la otra de... la tía Rosanelda. Klaus no se andaba con rodeos y se las había ingeniado para hacer pasar su carta como traída por el correo.
Karl observaba con curiosidad mientras Elke revisaba los sobres. El más simple de todos fue el que la hizo sonreír.
—Señorita, ¿puedo ayudarla en algo más? —preguntó el sirviente. Ella parpadeó y asintió, reuniendo sus pensamientos.
—No, gracias. Esto es todo por ahora.
El sirviente hizo una reverencia y salió con discreción del salón comedor, dejandolos solos nuevamente.
Ella sostuvo la carta de Klaus con cuidado, preguntandose si debía abrirla allí o guardarla para cuando estuviera sola al resguardo de su habitación. De pronto se le había hecho un nudo de emoción en el pecho. No se había olvidado de ella y fuera lo que pensara la noche de hacía tres días, no se había enfadado con ella. Al menos no demasiado. Miró a Karl, quien la observaba con curiosidad.
—¿Una carta importante? —preguntó con delicadeza.
—No— se apuró a decir—. Es decir, si. Es de mi tía abuela Rosanelda. Se debe de haber enterado de mi situación y quiere felicitarme.
—Entiendo, siempre es agradable recibir noticias de alguien a quien apreciamos.
Ella asintió, abrió el sobre con manos ligeramente temblorosas y leyó para sí:
Elke, para ser tu tía abuela muerta, me siento bastante joven. Presta atención, he ideado un plan para esta noche. ¿Vienes? Comprenderé si no puedes. Te esperaré en la salida de la puerta de la servidumbre, tendré dos bicicletas esperando para llevarnos a destino, así que vístete cómoda. Lo siento, no pude conseguir traer los caballos. Por cierto ¿sabes conducir una bicicleta? Espero que sí.
Te esperaré en la puerta sur a las nueve. Aguardaré allí por media hora, si no apareces entenderé que no pudiste. No te preocupes, habrá otra ocasión.
Pero de verdad ansío volver a verte.
¿Nos vemos entonces?
Klaus.
Mientras leía, una sonrisa se formó en sus labios. No pudo evitarlo y Karl lo notó, sonriendo levemente también.
—Espero que hayan sido buenas noticias.
—Lo han sido. Se encuentra bien y me desea lo mejor—mintió sonando bastante convincente y guardando la carta en su regazo. Tendría que quemarla luego, deshacerse de ella. Aunque el mundo que la rodeaba estaba lleno de responsabilidades y desafíos, este pequeño momento la compensaba.
El príncipe tomó un bollo de la mesa y le dio un mordisco mientras ojeaba su libro.
—¿Qué lees? —preguntó ella curiosa.
—"Veinte estatutos de un gobierno" de Niels Von Morduk. Es política básicamente. Pero no te quiero aburrir con ello.
—Me interesa— se aventuró a decir ella ansiosa por omitir el tema de Klaus—. Es decir, me encantaría saber lo que está pasando en el mundo en este momento.
—Pasan muchas cosas—contestó él un tanto apesadumbrado.
—Cuéntame por favor—insistió.
Él miró a ambos lados como asegurándose de que nadie estuviera oyendo y dijo:
—Skarlien está perdido. Teníamos un tratado con ellos. No cuentan con producción agrícola por lo que nosotros les vendíamos nuestra materia prima. A su vez, ellos vendían sus productos ya elaborados a toda la región. El reino de Pandera también hacía negocios con ambas partes y lo mismo el Reino del Manto Azul. Era un sistema que funcionaba para todos y nos abastecíamos mutuamente. —Hizo una pausa y suspiró—. Hace unos meses el reino del Norte, Basenhow, interceptó uno de nuestros cargamentos y este nunca llegó a destino. Volvimos a intentarlo pero nuevamente fuimos atacados, varios de los nuestros murieron. Skarlien intentó hablar con Basenhow y pidió explicaciones, pero ellos ya sabían lo que querían, y Skarlien les declaró la guerra.
»Desde entonces cortamos relaciones y el rey, mi padre, decidió mantenerse alejado de la guerra. Skarlien cayó hace una semana y fue invadida. Nuestros otros aliados están en negociaciones con nosotros, decidiendo si atacamos o nos mantenemos al margen.
»Lo cierto es que eventualmente la guerra llegará, hagamos o no algo. Basenhow planea quedarse con todo y si no trazamos un plan, puede que lo consiga.
—Oh— dijo Elke pensativa. Nunca se había imaginado que algo así estuviera pasando. ¿Por qué siempre intentaban mantenerla al margen de todo? De alguna manera se terminaría enterando, tal vez fuera cuando la guerra le estallara en la cara—. Gracias por contarme.
—Espero no haberte perturbado, mi padre desaprobaría que te contara tales cosas. —Estaba serio y comprendió que no debía hablar con nadie al respecto.
—No me perturbas y no te preocupes, no diré nada—sonrió complaciente.
—-----------------
—Me escribió, Lena,quiere verme esta noche— dijo Elke en su cuarto. Lena la escuchaba sentada en la cama. Su expresión era alegre pero temerosa. Elke se imaginó todo el futuro catastrófico que se imaginaba el fantasma.
—¿Estás segura que quieres ir? —preguntó pensando que podría hacerla cambiar de opinión.
—Por supuesto, ¿por qué dudas? Tú eras la primera que me hablaba sobre tener aventuras y vivir la vida.
—Si— dijo Lena poniéndose de pie y caminando hacia ella—. Peno nunca dije que pusieras en riesgo tu vida. ¿Qué pasará si te descubren? ¿Te pusiste a pensarlo? ¿Vas a arriesgar todo por una noche linda con un desconocido?
—El príncipe también es desconocido para mí y sin embargo me voy a casar con él— sentenció la idea comprendiendo la dura realidad.
—Buen punto, pero de todas maneras—la tomó de las manos—. Tengo miedo por tí. Por favor ponte en mi lugar.
—Oh Lena, te entiendo, pero quiero que me entiendas también. Klaus es diferente a todos los que he conocido...
—Que no son muchos— interrumpió irónica.
—Vale, casi nadie. Pero es especial, me entiende y siento que puedo ser yo misma con él— estaba hablando con el corazón.
—¿Por qué no le das una oportunidad al príncipe? He visto como te mira— siguió insistiendo Lena.
—No es suficiente, lo siento. —Se soltó de las manos que la sujetaban con cariño y abrió el placard, buscando algo modesto que vestir en la noche. Necesitaba ser simple y cómodo para montar una bicicleta. Se dio cuenta de que no tenía idea de cómo iba a hacerlo. Lo más probable es que terminara tirada en el fango. ¿Necesitaba un pantalón? Nunca había vestido uno—. Necesito ayuda, Lena. ¿Qué me pongo?
—No lo sé. —Lena ya no estaba de buen humor y Elke lo entendió, se acercó despacio a ella y le dijo:
—De verdad necesito esto. Por favor entiéndeme. —Lena puso los ojos en blanco y asintió de mala gana.
—Solo espero que sepas lo que haces.
—Te aseguro que tendré mucho cuidado.
Lena caminó hacia el placard y revolvió un poco, puros vestidos fue todo lo que encontró. Todos con encajes, volados. Ostentosos de seda y raso. Plateados, dorados y algunos en rosa cremoso. Nada simple o para pasar desapercibida.
—Todo esto se quedará enredado en las ruedas de la bicicleta— sentenció Lena.
—Podría robar algo de otro cuarto— sugirió pensativa.
—¿Qué? —dijo Lena en un arrebato de asombro.
—Si, seguro que Karl tiene algo en su placard, algo que no extrañará si lo tomo prestado.
—¿Prestado? —los ojos de Lena se salían de sus órbitas.
—Bueno, prestado para siempre. Vamos Lena, estoy segura que ni siquiera sabe que es todo lo que tiene en el ropero.
—Su ropa te quedará grande.
—No voy a un desfile real.
Lena la observó de arriba a abajo. Lena se preocupaba mucho por ella y no quería que se metiera en problemas por un hombre. Elke lo entendía pero esa aventura era todo lo que había estado esperando.
—Está bien—dijo al fin—. Robaremos algo del cuarto del príncipe.
—Tendrás que ayudarme.
—Lo sé, créeme que lo sé.
—-------------
—¿Qué escribías esta mañana? —preguntó Henry saliendo a fumar luego del almuerzo—. ¿Alguna novia?
Klaus rio para sí mientras daba una pitada a su cigarro.
—Algo así— Ya quisieras, ya quisieras.
—¿No tendrás una linda amiga para mí?
Klaus recordó lo que Elke le había dicho sobre ver a los muertos y de que ellos eran sus amigos, asi que no se asombró de estar riendo al imaginarselo.
—No, no creo— dijo carcajeándose—. Tú visitas la ciudad a menudo, seguro conoces lindas chicas.
—Lo sé, pero en realidad solo salgo para divertirme de momento— negó con la cabeza—. Nunca busqué nada serio.
—Yo lo mismo, solo paso el momento —mintió. Aunque era en parte real, le gustaría creer que era algo más. ¿Qué hay de malo en que me guste la chica? Además de ser pobre y ella rica, digo.
Terminó su cigarro y lo lanzó lejos. Se preguntó si ella sentiría en él el olor a humo del cigarro, e inmediatamente se reprochó por siquiera pensarlo. Te estás ilusionando, yá déjalo estar. No te conviene seguirte involucrando. Tal vez debería cancelar lo de esta noche, además de seguro no va a asistir.
Procedió a pasar un trapo al carro, básicamente era lo único que podía hacer si no tenía a nadie para transportar. Lustroso, brilloso. Así lo dejó. Hacer algo bien, eso podía hacerlo.
Se subió y limpió el volante. Ya estaba limpio en realidad, pero como el tiempo le sobraba...
—¡Cochero! —gritó una voz e hizo que se sobresaltara. Se volvió a ver, era el príncipe caminando a paso largo hacia él. ¿Pero qué?
—Cochero— repitió llegando hasta él—. Mi coche no está disponible, llévame hasta Los Hamptonks.
Klaus no tuvo tiempo de nada, el príncipe montó en el carro y cerró la puerta. Golpeó con la mano el techo en señal de apuro y se puso en marcha rápidamente.
—Si, mi señor— dijo en medio del traqueteo del carro. Le habían indicado que así debería dirigirse a su alteza real y aunque se asqueó de solo tener las palabras en su boca, no tuvo más opción que decirlas.
Los Hamptonks, ¿dónde rayos queda eso?, se dijo para sí mismo y pensó si preguntarle al príncipe, pero... ¿qué clase de cochero sería si no sabía lo básico? Recién comienzo, no se supone que sepa todo.
Además, no iba con ninguna escolta. Se arriesga a que alguien nos asalte o simplemente quiere pasar desapercibido. Igualmente coincido que es incómodo viajar con tantos soldados alrededor.
—Mi señor— se volvió a verlo unos minutos más tarde—. ¿Los Hamptonks queda a la derecha o izquierda? Me disculpo por mi ignorancia, soy nuevo en esto.
—Derecha— se rio y Klaus asintió. Se mofa de mí, como quisiera quitarle esa sonrisa de su hermosa cara—. Tienes que tomar el camino que tienes delante hasta toparte con los edificios Este, luego nuevamente a la derecha y verás la casa. Es una fortaleza con verjas altas y puntiagudas.
Klaus se limitó a asentir y siguió el camino como se le había indicado.
Algunas de las mansiones de los nobles solían estar edificadas en las afueras, en la zona norte de la ciudad, donde había menos edificios y más campo verde. Tal vez era así por seguridad, pensó Klaus. Pero también podía ser por comodidad. En cambio, las mansiones como la de Los Hamptonks, solo estaban separadas por grandes terrenos y árboles.
Por aquellas zonas los edificios de departamentos construidos, eran los más caros. Solo los mercaderes o algunos miembros de la baja aristocracia podían pagarlos.
Klaus no había visitado ese sitio nunca, pero tampoco el palacio real y allí estaba ahora. Así que se dijo a sí mismo que debería empezar a acostumbrarse a ver nuevos lugares y gente estirada saliendo de ellos.
Finalmente detuvo el vehículo frente al lugar indicado, abrieron las puertas y avanzó despacio por el camino interior del edificio. Un jardín crecía a ambos lados y el sendero era relativamente corto.
Cerraron las puertas tras ellos y varios sirvientes se adelantaron para mostrarle la entrada a su majestad.
Un muchacho gordo, como una buena cantidad de nobles, salió del interior con los brazos en alto y una gran sonrisa. Estos que tienen comida libre no hacen más que embuchar.
—Qué bien que viniste, Karl— ¿Karl? Deben de ser amigos—. Mi padre está atendiendo unos asuntos importantes, nos dejará tranquilos.
—Lukien, que agradable verte. Espero no sean malas noticias, aunque intuyo que ese es el motivo del apuro— cruzaron las manos. Estaban contentos de verse pero también se notaba preocupación en ambos. Klaus intentó enterarse de lo que pasaba pero pronto ingresaron a la casa y él se quedó fuera, junto al coche, sin hacer nada... como siempre. Que vida insignificante.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top