(V) Un Paso al Frente

Ramón: - ¿Qué? ¿Qué pasó? -

Cooper: - Esa berteno... Se la llevó junto a Arroyín y a... - No quiso terminar la frase mirando con tristeza a Grandulón.

Ramón: - ¿Y a...? ¿Quién más? -

Grandulón: - Al Sr. Peluche. - Dijo con una voz en agonía y con lágrimas en sus ojos.

Ramón quedó en shock por un segundo. A diferencia del resto, para el amargado troll el extraño gusano no era más que una mascota, de hecho, no sentía ningún tipo de apego hacia el extraño ser. Aún así, restregó su rostro con las manos y aclaró su mente para evitar darle una respuesta demasiado abrupta.

Ramón: - Bien... Bien... Haré todo lo que pueda. -

Grandulón: - No. Debes rescatarlo. Debes rescatar al Sr. Peluche. -

El enorme troll dijo con enojo, tomando a Ramón por los hombros y levantándolo en el aire sin apenas esfuerzo. Grandulón era amable por naturaleza, y apenas tenía estómago para aplastar a una mosca. Pero cuando se encontraba lejos del Sr. Peluche, se convertía en una enorme masa sin control impulsada por el enojo, el miedo y las inseguridades. Para el enorme troll, ese extraño gusano era parte de sí mismo.

El resto de trolls miró con miedo la ferocidad de Grandulón. A sus ojos, era cómo si su amigo se hubiese esfumado y solo quedase una fiera incontrolable. Lo más terrorífico era ver cómo el enorme troll agarraba a Ramón con fuerza, dándole ninguna posibilidad de escape mientras sentía que sus huesos eran aplastados. Pero Ramón no tenía un corazón que fuese fácil de asustar.

Con un movimiento que ninguno de los presentes pudo ver, Ramón golpeó con sus nudillos las muñecas de Grandulón, haciendo que perdiera su agarre. Ramón calló al suelo, y antes que Grandulón pudiese quejarse del dolor, Ramón agarró la chaqueta del enorme troll y tiró de ella con fuerza, haciendo que Grandulón se arrodillase ante él.

Ramón: - Dije que... haré lo que... pueda. -

El enojo de Grandulón se hizo pedazo al oír el desgarrante tono de Ramón. Su voz grave mostraba un claro enfado, digna de las pesadillas más escalofriantes de los presentes. Pero no era ni siquiera el comienzo. Grandulón alzó la mirada, pero al ver el rostro del amargado troll, el miedo comenzó a tomar control de su cuerpo.

Ramón no podía ocultar su enfado. Mostraba sus dientes de forma agresiva y su mirada era capaz de atravesar el corazón de cualquiera. Su respiración era similar a la de una bestia desenfrenada, lista para cargar de frente y hacer pedazos a su oponente. Su puño crujía por la fuerza que lo apretaba, incluso temblaba un poco poniendo al límite los músculos de su antebrazo.

El resto miraba en shock, incapaz de siquiera decir una palabra. Sentían cómo un escalofrío recorría cada sección de su cuerpo, inmovilizando cada uno de sus músculos. Por un momento, pensaban que iba a moler a Grandulón a golpes, pero la verdad era, que Ramón estaba haciendo todo lo posible por contener su dolor por la herida que tenía en su espalda.

Tras dos segundos, Ramón fue capaz de calmarse un poco, soltando el chaleco del asustado Grandulón, quién mostraba un arraigado miedo expresado en su impactado rostro y sus tambaleantes extremidades. El troll se dió vuelta y saltó de la mesa tras alejarse del resto. Tiempo suficiente cómo para que los trolls se pudiesen percatar del vendaje en su espalda y un gran chorro de sangre manchando el vendaje y parte de sus pantalones. Al parecer, el acto desenfrenado de Grandulón había agravado su ya preocupante herida.

Los trolls se miraron entre ellos preocupados, pero nadie estaba tan arrepentido cómo Grandulón, quién por fin se dió cuenta de lo que realmente había provocado. Sin embargo, poco pudieron pensar al respecto, pues un extraño sonido hizo que todos se pusieran en alerta. Para su sorpresa, se trataba de Ramón, quién usaba su navaja para cortar enormes trozos de la tela de las sábanas de donde yacía el berteno, quién, a causa del cloroformo, era incapaz de despertarse incluso con tanto ruido.

Seda: - Ramón. ¿Estás bien? - Dijo una de las gemelas cuando se acercarón a donde Ramón estaba.

Satín: - Esa herida parece ser seria. - Dijo la otra.

Ramón: - Estoy bien. - Dijo con voz tajante, sin siquiera darse vuelta mientras seguía cortando los trozos de tela.

Satín: - Al menos déjanos cambiarte el vendaje. -

Ramón: - No es necesario. -

Ramón se dió la vuelta y le dió un pedazo de tela a cada troll presente, siendo los de las gemelas y el de Grandulón los más grandes. Luego se dió la vuelta, y comenzó a trepare por los muebles hasta llegar a una ventana que estaba justo encima de la cama de la berteno. Para Ramón se trataba de un simple juego de niños, pero para el resto era realmente un desafío realmente difícil. Para cuando fueron capaces de alcanzarlo, Ramón ya estaba en el marco, con las ventanas abiertas, y cambiándose su vendaje.

Ramón no hizo más que mirarlos con desaprobación, mientras esperaba a que se acercaran hacia dónde él estaba.

Cooper: - ¿Qué se supone que vamos a...? - Su tono de voz se vió opacada cuando logró ver por fuera de la ventana.

Estaban a uno de los costados del castillo y a lo lejos se podía ver el Arbol Troll, pero lo más impactante, era ver la enorme fosa que se extendía desde la base del castillo hacia los edificios del otro lado. Para los trolls, la vista era aterradora. La inmensidad y profundidad de la fosa era impresionante, adornada con los cientos de piedras filosas que sobresalían de las profundidades. Y cómo "la cereza del pastel", aquella ave atravesada por la afilada piedra que Ramón había abatido apenas una hora. Ver el cadaver con la sangre chorreante era un aterrador espectáculo que hizo que todos los presentes tragaran en seco.

Ramón: - A mi señal. Van a saltar. -

Trolls: - ¿¡Qué!? - Gritaron todos a la vez.

Satín: - ¿Estás loco? -

Seda: - Eso es un suicidio. -

Diamantito: - Vamos a moriiiiiiiiir. - Dijo con su peculiar forma de hablar de Dj.

Aunque el resto no pudo decir una palabra por el asombro, Ramón simplemente los miró con indiferencia.

Ramón: - ¿Quieren vivir? -

Seda: - Helloooo. -

Cooper: - Claro que queremos vivir. -

Ramón: - Entonces saltará. - El rostro del resto de los trolls no era capaz de ocultar sus muchas dudas. - Saltarán a mi señal. No mirarán hacia atrás. Una vez lleguen a los tejados, deberán avanzar sin ser vistos y llegar a aquella soga para saltar al interior del Arbol Troll. - Dijo mientras señalaba el camino con su brazo.

Cooper: - Eso es una locura, mi amigo. -

Seda: - No se si sea una buena id... -

Satín: - Espera. ¿No vienes con nosotros? - La pregunta provocó que todas las miradas se enfocaran en el amargado troll.

Ramón: - No. Aún no somos todos. -

Todos sabían que se refería a la princesa Poppy, a Arrollín y a el Sr. Peluche. Sintieron cierta alegría en su interior, pero sabían que se trataba de una misión suicida. A pesar de la preocupación en sus rostros, Grandulón dió un paso al frente y se detuvo delante de Ramón, se agachó sobre su rodilla y lo miró directamente a los ojos.

Grandulón: - Ramón. Por favor... - Todos podían imaginarse lo que iba a decir. - Salva a Poppy. Salva a la princesa. - Le dijo mientras apoyaba su mano sobre el hombro del amargado troll.

Todos quedaron en shock, pues ninguno esperaba tal reacción. De hecho, pensaban que volvería a insistir sobre el Sr. Peluche. Ramón sólo le sonrió mientras lo miraba con seguridad.

Ramón: - Llevaré a la princesa de vuelta. Sin importar que pase. A ella. A Arroyín... Y al Sr. Peluche. -

La seguridad de Ramón en su rostro logró encender una chispa de esperanza en el interior de aquellos presentes, quienes se limitaron a no decir ni una palabra, simplemente se miraron entre ellos con una genuina felicidad dibujada sobre sus rostros. Grandulón y Ramón continuaron mirándose de frente, depositando la confianza de uno en el otro. Entonces, una leve briza los golpeó desde el exterior, haciendo que sus largos cabellos se batieran con el viento.

Ramón: - Muy bien. Ya es hora. -

Los trolls se acercaron al borde del marco de la ventana, pero aún tenían muchas dudas al respecto. Agarraban los pedazos de tela con fuerza, mientras sus músculos se negaban a dar un paso más. El más asustado de todos era Cooper, a quienes los dientes le crujían al sujetar el pedazo de tela con su boca, dado que el peculiar ser con forma de jirafa carecía de manos. Pero para sorpresa de todos, Grandulón fue el primero en dar el salto.

Esa acción fue un pequeño impulso para el resto, quienes comenzaron a saltar uno por uno tras el enorme troll. Aquellos que tenían la suficiente fuerza de voluntad para no quedarse paralizados, estaban gritando con fuerza mientras caían por más de un metro hacia las profundidades del abismo. La mayoría ya estaba aceptando su inminente muerte, cuando una ráfaga repentina de viento ascendió desde las profundidades, haciendo que los pedazos de tela tomaran una forma cóncava y se alzaran por encima de los techos del pueblo.

Los trolls quedaron en shock, contemplando el panorama que se les presentaba desde las alturas. La sensación del viento sobre sus rostro era algo incomparable. Las montañas verdes que se alzaban tras la ciudad con el sol sobre sus cabezas era todo un espectáculo para la vista. Y no tardó mucho para que comenzaran a gritar de la emoción. Todos menos Cooper, quién se aferraba con fuerza con sus dientes sin siquiera abrir los ojos.

Afortunadamente, el vuelo fue tranquilo, y ningún pájaro curioso se acercó para intentar obtener un aperitivo. El vuelo de apenas diez segundos, resultó toda una maravilla para aquellos que fueron capaces de disfrutarlo antes de aterrizar sobre el techo del edificio más cercano. La mayoría hizo un aterrizaje tranquilo, con excepción de Grandulón que provocó algo de ruido dado su enorme peso, y Cooper, quién al no abrir los ojos dió par de vueltas sobre las tejas antes de detenerse.

Mientras la mayoría se ayudaban a levantarse uno a otros, o ayudaban a Cooper a desenrollarse del troso que tela, Grandulón intercambió mirada con Ramón, quién permaneció vigilante sobre el marco de la ventana mientras ellos estaban en vuelo. Tras una breve seña de aceptación entre ambos, Grandulón se puso en cabeza, guiando al resto sobre la cobertura de los techos hasta el balcón donde descansaba el extremo de la soga. Una vez revisar que nadie miraba, uno por uno, los trolls comenzaron a avanzar cuidadosamente sobre la gruesa soga hasta posicionarse sobre el Arbol Troll. Una vez encima, saltaron hacia la enorme superficie sobre el grueso tronco y allí esperaron a que el resto llegase, siendo Grandulón el último en descender.

Con todos en la zona segura, comenzaron a mirar alrededor cuando un extraño ser los interrumpió de repente.

Kevin: - Ja ja. Así que ese cascarrabias lo logró. Pero. ¿Dónde está él? -

Satín: - ¿Quién eres? -

Kevin: - Oh. Mis modales. Kevin. Mucho gusto. Amigo de Ramón. -

Seda: - ¿Conoces a Ramón? -

Kevin: - Sipe. Me dijo que los llevara con los de su especie. Soy un experto del bosque. Así que mientras estén de mi lado no habrá ningún problema. -

Seda: - ¿Oíste eso hermana? -

Satín: - Si. Vamos a regresar a casa. -

Cooper: - Ya puedo sentir la calidez de la villa troll. -

Kevin: - Eh. No. Iremos a otro lado. -

Diamantito: - ¿Queeeeee? - Dijo con tono de DJ.

Satín: - ¿Cómo que no? - Todos miraron con asombro.

Kevin: - Ramón me dijo que fuéramos a otro lado. Al parecer la villa troll ya no es segura, y sólo es cuestión de tiempo que los bertenos la encuentren de nuevo. -

Todos bajaron la cabeza, sabiendo que sus palabras no carecían de razón, pero incapaces de ocultar la tristeza de tener que abandonar sus hogares.

Kevin: - Bueno. Deberíamos irnos antes que sea muy tarde. -

Cooper: - ¿Qué? -

Satín: - No. Debemos esperar a que ellos vuelvan. -

Seda: - No podemos irnos y dejarlos atrás. -

La verdad, Kevin sabía otra cosa que Ramón le había dicho, pero no se creía capaz de decírselos puesto que podría resultar demasiado duro para ellos.

Satín: - Grandulón. Díselo, debemos esperar o regresar por ellos. - Le dijo al enorme troll, quién se mantuvo en silencio todo ese tiempo, simplemente mirando con enfoque hacia la ventana vacía donde Ramón estaba antes de regresar al interior del palacio.

Seda: - ¿Grandulón? -

Grandulón: - No. Debemos seguir adelante. -

Trolls: - ¿Qué? -

Diamantito: - ¿De que estas hablaaaaaando? -

Grandulón no dijo una palabra, simplemente miró a Kevin directamente a los ojos, cómo si estuviesen hablando telepáticamente. No eran necesarias hacer preguntas, puesto que Grandulón pudo entender, a su manera, las palabras finales que Ramón le dijo a Kevin:

"Cuando lleguen los trolls. Váyanse. Si no he regresado con el primer grupo... No me esperen. Es posible que no pueda volver."

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