(III) Infiltrado

Ramón y Kevin quedaron atónitos al ver tan lúgubre lugar. Los bertenos eran criaturas extrañas. Grandes, pero con cuerpos regordetes y desproporcionados en comparación a sus flácidas piernas. Sus rostros mostraban una profunda y duradera amargura, característica de aquellos que no han experimentado la felicidad en mucho, mucho tiempo.

Kevin: - Míralos... Son tan amargados cómo tu. -

Ramón: - Jaja. Muy gracioso. - Dijo con tono sarcástico.

Ramón abandonó la seguridad del túnel y comenzó a acercarse a la orilla del troco del arbol para observar la ciudad. Al parecer, el Arbol Troll estaba ubicado en el centro de Pueblo Berteno, dónde una enorme plaza se extendía. A su alrededor, aún se podían apreciar los barrotes de metal oxidados que rodeaban el arbol. Arbol que en su momento era un frondoso y verde lugar, en los tiempos en que los trolls vivían en él. Pero ahora, no era más que un tronco seco y podrido, que contrastaba perfectamente con el resto del lugar.

Ramón se arrodilló y se percató de una enorme escalinata de piedra que conducía al palacio; una enorme estructura de piedra y metal que se alzaba sobre una colina justo en medio del pueblo. El troll supuso que sus coterráneos debían estar en el interior de tan imponente estructura y estaba ideando un plan para llegar sin ser detectado. Miraba hacia todos lados y analizaba cada posible situación de peligro, y en cambio, buscaba una ruta alterna.

Sin embargo, poco pudo concentrarse cuando se percató que Kevin pasó a su lado, completamente despreocupado e ignorante del peligro, y se disponía a bajar del arbol y dirigirse rumbo al castillo. Ramón lo tomó del brazo antes que pudiese poner un pie fuera del arbol y lo haló con fuerza hacia atrás. El empujón hizo a Kevin caer sentado, justo al lado del enorme agujero que conectaba al arbol con el exterior.

Ramón: - ¿Qué estás haciendo? ¿Acaso quieres que nos descubran? -

Kevin: - ¿Qué pasa, mi amigo? ¿Tienes miedo? Mira. El castillo está justo delante de nuestras narices. -

Ramón: - Ja. Por supuesto. Y piensas ir caminando en línea recta sin llamar la atención de los bertenos. -

Ramón dijo con mucha ironía, pero el rostro de Kevin mostraba que efectivamente, esa era su idea. El troll lo miró en shock y luego restregó su rostro con sus manos, creyendo que era imposible que un ser tan despreocupado pudiese caminar sobre la fas de la tierra. Pero en efecto, Kevin era ese ser.

Ramón sabía que llevarlo con él era muy arriesgado, pues su comportamiento podía poner en peligro la misión, y eso era algo que no se podía permitir. Así que tuvo una brillante idea.

Ramón: - Kevin. Tengo una misión de suma importancia para ti. -

Kevin: - ¿En serio? ¿Cuál? - Preguntó como niño ilusionado.

Ramón: - Necesito que te quedes aquí, y vigiles que ningún berteno descubra esta ruta de escape. - El rostro de Kevin cambió por una gran desilusión.

Kevin: - Sólo quieres dejarme atrás. ¿Cierto? -

Ramón: - No. Eso no es lo que... -

Kevin: - Si. Si fue lo que quisiste decir... Me dejarás atrás Cómo todo el mundo. -

En ese momento, Ramón se percató que había herido de cierta manera al extraño ser. Tal ves golpeó una herida del pasado, pero no podía darse el lujo de perder más tiempo. Además, había una verdad que era innegable.

Ramón: - Escucha Kevin. - La extraña nube lo miró con ojos llorosos. - Se que parece que te estoy haciendo a un lado. Pero no es lo que parece. El hecho que te pido que te quedes aquí, es porque confío que podrás vigilar este lugar y... - Ramón hizo una pausa para suspirar levemente. - Y que ayudes a escapar a los sobrevivientes si yo no logro regresar. -

Las palabras de Ramón hicieron latir con fuerza el corazón de Kevin, dejándole una extraña combinación de alegría y tristeza. El hecho que alguien confiase en él, era algo que hace mucho no había experimentado. Sin embargo.

Kevin: - ¿Cómo que si no logras regresar? No... No puedes Tu... Tu debes - Ramón lo interrumpió colocando su mano sobre el hombro de Kevin, quién lo miró impactado.

Ramón: - Kevin. ¿Puede contar contigo para esta tarea? -

Kevin: - Pero... Pero... -

Ramón: - ¿Puedes hacerlo? -

Kevin tomó unos segundos para calmarse un poco y limpiar la pequeña lágrima que se asomaba por su ojo izquierdo. Pero ese no era momento para dudar. Así que alzó la cabeza, miró a Ramón con determinación, y asentó con la cabeza sin decir nada.

Ramón tampoco dijo una palabra. En cambio, lo miró con cierto orgullo y devolvió el gesto para luego darse vuelta y comenzar su peligroso camino hacia el castillo.

De antemano, Ramón había determinado la mejor ruta para acercarse sin ser detectado. El troll trepó hacia las ramas más altas del seco arbol, y desde allí, saltó hacia una de las cuerdas que atravesaban la plaza de lado a lado. La cuerda estaba algo húmeda, lo que provocó que Ramón resbalase y casi cayera sobre el asfalto desde una mortal altura de siete u ocho metros. Pero afortunadamente, logró agarrarse con todas sus fuerzas para luego subir al tope de esta. La cuerda era ancha, lo suficiente cómo para que Ramón pudiese correr por sobre ella, aunque con mucho cuidado para no resbalar y caer.

El final de la cuerda descansaba sobre uno de los balcones, y al poner los pies sobre el concreto, Ramón tuvo que esconderse tras una maseta rápidamente, pues uno de los bertenos se asomó al balcón para arrojar una cubeta de desechos sobre la calle. Actuar de esa manera era toda una asquerosidad en todos los sentidos, y el olor era tan fuerte que Ramón apenas podía aguantar la respiración. Afortunadamente, tan pronto cómo llegó, el berteno regresó al interior dejando el camino libre para que el troll pudiese trepar por los espacios de las persianas y alcanzar los tejados. No sin antes usar su navaja para cortar un enorme pedazo de tela de una de las prendas que estaban colgadas en el balcón.

Ramón corrió por los tejados, evitando ser detectado por las aves del lugar. No eran muchas, pero eran lo suficientemente grandes cómo para considerarlo un bocado, así que debía tener mucho cuidado. Finalmente, Ramón llegó al último edificio que tenía vista directa al palacio. El único problema, era la fosa de más de veinte metros de largo que separaba al palacio del resto de la ciudad.

La fosa era oscura y profunda, con estructuras rocosas que sobresalían cómo púas capaces de atravesar el cuerpo de cualquier desafortunado que cayese en su interior. La única entrada era una escalinata de piedra, pero justo al final, se encontraban dos enormes bertenos vestidos de rojo y portando lanzas en sus manos. Sin duda alguna eran los guardias del palacio, seguramente los bertenos más peligrosos del lugar.

Ramón estaba parado sobre el techo, de brazos cruzados y con los ojos cerrados, sintiendo la briza que impactaba su cuerpo desde la derecha. Al parecer estaba esperando algo pero ¿Qué podría ser? Sin previo aviso, el viento dejó de soplar y Ramón abrió sus ojos con fuerza. Dió una pequeña carrera y saltó desde lo alto a lo profundo del abismo. "¿Acaso estaba mal de la cabeza? ¿A quién se le ocurre semejante locura?" Se preguntaba Kevin, quien lo estuvo observando desde la seguridad del arbol.

Tras caer un metro de altura, Ramón rápidamente tomó el pedazo de tela que había cortado previamente de las puntas, y una poderosa ráfaga de viento lo levantó y lo empujó en dirección al castillo. Era una total locura. "¿Acaso el sabía que eso iba a pasar? ¿Cómo era posible que este troll pudiese prever eso? Y más importante. ¿Quién rayos es este troll?" Kevin se preguntaba a sí mismo sin parar.

Al ser liviano, el viento lo empujó rápidamente hacia uno de los costados de palacio, pero Ramón no pudo prever lo que sucedería a continuación. Sin previo aviso, un enorme pájaro vio a Ramón en pleno vuelo, y decidió que podría ser un suculento desayuno. Ramón vió al enorme peligro que se acercaba a gran velocidad, pero poco podía hacer para evadirlo. Pues su trayectoria dependía de los caprichos del viento.

El enorme pájaro se acercaba, con su gran pico abierto en su totalidad para engullir al troll de un solo bocado. Pero Ramón no sería derrotado tan fácilmente. En el último momento, Ramón soltó su mano derecha de la tela y perdió completamente su flotabilidad, cayendo súbitamente hacia el abismo. El ave, incapaz de determinar lo que había pasado, mordió el pedazo de tela con fuerza y arrastró al troll consigo.

Ramón se aferró con todas sus fuerzas para no caer, mientras trepaba por el pedazo de tela hasta alcanzar el plumaje del ave. Finalmente, se aferró de sus plumas con fuerza y comenzó a tirar de estas provocando que el ave se retorciese y chillara de dolor. El forcejeo en el aire duró unos segundos, pero para Kevin, que estaba viendo aterrado desde la distancia, duró toda una eternidad.

Finalmente, Ramón agarró la cuchilla y perforó el cuerpo del ave justo en el omoplato derecho, lo que provocó que ambos comenzaran a caer, puesto que el ave ya no era capaz de aletear. Hábilmente, Ramón saltó hacia el costado mientras el cuerpo del ave se desplomaba sobre una de las puntiagudas rocas que sobresalían del abismo. Usando su cuchilla, Ramón fue capaz de aferrarse con fuerza a las paredes del castillo tras caer varios metros.

Una vez la hoja se detuvo, incrustada sobre la dura roca, Ramón tuvo un segundo para respirar y dejar salir el estrés que su cuerpo había recibido. Sin pensarlo mucho, comenzó a trepar por las agrietadas paredes hasta alcanzar una de las ventanas del palacio, desde la cuál podría acceder al interior. Una vez alcanzó y se alzó sobre el marco de madera, Ramón se dió la vuelta para ver tan macabro espectáculo.

El ave con la cual luchó, había caído sobre una de las piedras punzantes que sobresalían, y su cuerpo había sido atravesado, dejando un enorme agujero por el cual sobresalía la dura roca, bañada en sangre de tan desafortunado animal. Ramón no lo sabía, pero tantos sus manos, como sus ropas y su rostro, habían sido salpicados por la sangre del ave. Lo que le daban un macabro aspecto, sumado a su enojado y agresivo rostro, aún estresado tras lo sucedido.

Kevin: - ¿Quien... en realidad es... este sujeto? - Se preguntaba atónito tras apreciar tan brutal espectáculo, para luego solo ver cómo Ramón desaparecía en el interior del palacio tras saltar desde la ventana.

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