Cap. 24- Epílogo
Complejo de los Vengadores (afueras de Nueva York) 2 meses después
Sobre la encimera de la cocina reposaba el teléfono móvil de Natasha Romanoff; en la pantalla, al otro lado de la videoconferencia, el cabezón de Clint semi ocultaba al pequeño Nathaniel Pietro, de ya casi cuatro años, jugando con sus hermanos mayores sobre la alfombra del salón de los Barton.
Natasha arrugó la nariz; por un segundo, al divisar la tierna escena, se sintió tentada de llamar a Alex para que viniese a verla... Pero esa ya no era una posibilidad.
―Nat, ¿me estás escuchando?
La pelirroja sacudió la cabeza y volvió a centrarse en el rostro de su amigo, que en ese momento le devolvía una expresión preocupada.
―Lo siento, me he distraído... ¿Qué decías?
Al otro lado de la línea, Clint exhaló un suspiro, pero no hizo ningún comentario. Los últimos dos meses estaban siendo demasiado duros para todos los vengadores.
Hiperión ya era historia; Thor y Hulk habían terminado con el eterno mientras Alex destruía el Zenit y el resto del equipo desmantelaba lo que quedaba de la facción más antigua de HYDRA. Sin embargo, ninguno de ellos sentía aquella noche en Nueva Orleans como una victoria.
Una vez más, el precio a pagar por salvar el mundo había sido demasiado elevado.
Alex continuaba desaparecida y, casi con seguridad, muerta. Steve les había contado lo sucedido justo antes de que ella cruzase el portal; y, aunque había sido un shock para todos, al principio se habían aferrado a las últimas palabras de la joven. Durante días mantuvieron la esperanza de que regresaría..., pero a medida que avanzaban las semanas, ese vago optimismo también se desvaneció. Dado el frágil estado de salud de Alex antes del incidente, sería un milagro que hubiese sobrevivido todo ese tiempo atrapada en la Dimensión Fantasma.
Cada uno lidiaba con el dolor a su manera. Clint se había refugiado en su familia, Sam y Wanda en los entrenamientos, Thor en la búsqueda de información sobre las gemas del infinito... Y Natasha en cuidar de todos ellos, a fin de evitar que el equipo se viniese abajo.
Pero, sin duda, los que más le preocupaban eran Tony y Steve.
El primero se pasaba el día encerrado en el laboratorio, intentando dar con una forma de volver a abrir el portal. Apenas comía ni dormía, incluso había roto con Pepper, porque no lo comprendía y lo distraía de su trabajo... En realidad, la CEO de Industrias Stark solo se preocupaba por él, pero Tony estaba tan obcecado en su objetivo que había terminado por cortar todo lazo con el mundo real.
Steve tampoco lo llevaba mejor, aunque su caso era muy diferente al de los demás. Tal vez cegado por sus últimos momentos con Alex, el supersoldado seguía convencido de que ella regresaría. A pesar de que cada día la posibilidad era más remota, él se negaba a aceptar la realidad.
Natasha empezaba a creer que los líderes de los Vengadores, los dos hombres más fuertes que había conocido, habían perdido la cordura.
Y no podía culparlos.
―Te he preguntado si sabéis algo de Banner ―respondió Clint.
Esa era otra.
Bruce también se había desvanecido del mapa. Tras la batalla contra Hiperión, mientras los demás acudían al claro donde el portal se acababa de cerrar, Hulk había tomado el quinjet de los Vengadores, para luego desaparecer sin dejar rastro...
Aunque sabían que él sí estaba vivo, eso no evitaba que la pelirroja lo extrañase demasiado. ¡Dios! Lo necesitaba tanto.
―Nada aún ―Natasha hundió los hombros―. Fury ha encontrado una señal de radar parecida a la del quinjet en el Mar del Norte, pero el modo ocultación de la tecnología Stark hace que sea imposible rastrearlo ―explicó, en tono apagado.
Clint asintió en silencio.
―Nat, estoy aquí para lo que necesites. Lo sabes, ¿verdad?
Ella esbozó una sonrisa cansada.
―Lo sé...
Se interrumpió a sí misma cuando Steve irrumpió en la estancia vestido con el uniforme de combate. Una expresión de premura se había apoderado de sus facciones, y un extraño brillo ribeteaba sus ojos, como ¿emocionado?
―¿Qué sucede? ―quiso saber la pelirroja.
―Tony ha descubierto algo, una perturbación del campo gravitacional terrestre a unos cincuenta kilómetros de aquí ―explicó de manera apresurada
―¿Eso significa...?
―Un portal ―se adelantó el supersoldado, sin ser capaz de contener el entusiasmo―. Tony cree que se está abriendo un portal. Thor ya está en la ubicación.
Se dio la vuelta para prácticamente salir corriendo hacia el quinjet, donde ya aguardaba el millonario, dispuesto a comprobar su teoría cuanto antes. Natasha tampoco quiso quedarse atrás.
―Clint, luego te llamo ―dijo―, tengo que irme.
―¿Qué está pasando? ―inquirió el arquero desde su lado de la videoconferencia.
La pelirroja se mordió el labio inferior y, por primera vez en semanas, se permitió que una ligera sonrisa asomase a sus labios.
―Un milagro, espero.
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Thor reconocería esa imagen en cualquier parte. Era la misma que había presenciado dos meses atrás en aquel claro de Nueva Orleans, pero también muchos siglos antes, en el salón principal del palacio de Asgard; una línea de luz dorada cortando el aire en vertical, en esta ocasión, sobre el ruinoso pavimento de un edificio abandonado.
Stark estaba en lo cierto, era un portal.
A pesar de que el Zenit había sido destruido, de nuevo, un portal hacia la Dimensión Fantasma se estaba abriendo frente a él
Sus oídos captaron los motores del quinjet de los Vengadores aterrizando en el exterior, a escasa distancia, pero él no apartó la mirada del evento que tenía lugar ante sus ojos. Esta vez no se alejaría, estaría preparado para lo que sucediese. Si Alex cruzaba, la recibiría con los brazos abiertos, pero si cualquier otro ser que no fuese su amiga osaba invadir Midgar...
―¡Thor!, ¿es lo que creíamos?
Steve se colocó a su altura. Tras él venían Natasha y Tony, pero nadie más. Habían abandonado el Complejo de forma tan precipitada que ni si quiera habían considerado avisar al resto del equipo.
―Lo es ―el asgardiano asintió, solemne―, y está a punto de abrirse.
El silencio que prosiguió a las palabras del Dios del Trueno tan solo se vio alterado por las respiraciones de los cuatro vengadores y el desbocado latido de sus corazones.
Hasta que sucedió; la línea luminosa se expandió, dando lugar a una puerta triangular de casi dos metros de alto. Thor achinó los ojos y se forzó a sí mismo a no cerrar los párpados; la claridad era cegadora, pero no quería perder detalle...
Tal vez por su constitución asgardiana fue el único capaz de resistir el resplandor sin apartar la vista. Y, por eso mismo, también fue el primero en distinguir la silueta que atravesó el portal.
Una estilizada figura femenina aterrizó con las piernas flexionadas frente a ellos, de espaldas a la apertura triangular.
―Esa no es Alex ―susurró Tony, despojado de la máscara de su armadura.
Aunque la extraña todavía no había elevado el rostro, la impresionante cascada de cabello rubio que le caía sobre los hombros y espalda bastaba para constatar que no se trataba de su hija... A no ser, claro, que hubiese peluquerías en la Dimensión Fantasma, cosa que parecía poco probable.
Al igual que sus compañeros, Tony se colocó en posición de ataque. Si esa no era Alex, solo restaba otra posibilidad... Una eterna, una enemiga.
―¿Quién eres? ―Steve se adelantó con el escudo en alto y todos los músculos del cuerpo en tensión, preparado para reaccionar a la más mínima señal de amenaza.
Sin incorporarse aún, la mujer alzó la mirada al tiempo que extendía la palma de la mano derecha en un gesto de tregua...
Fue en ese instante cuando Thor la reconoció. Quizás solo la hubiese visto en una ocasión, siglos atrás, pero nunca olvidaría ese rostro angelical, responsable de haber sesgado las vidas de decenas de asgardianos.
―Es una de ellos ―respondió, crispado―, una especialmente peligrosa ―añadió, antes de levantar el Mjolnir sobre su cabeza para convocar todo su poder.
Un trueno restalló a lo lejos, y el primer rayo impactó sobre el martillo, preparado para ser redirigido hacia la desconocida.
La mujer se puso en pie, a la par que sus iris, hasta el momento de un azul grisáceo, comenzaban a centellear en un matiz ambarino.
―Yo que tú no haría eso, asgardiano ―repuso ella en tono frío, pero cauteloso.
Thor ignoró la advertencia y, antes de que los demás pudieran intervenir, llevó el brazo hacia delante. Los rayos canalizados por el Mjolnir se encontraron en el aire con la energía cósmica procedente de los ojos de la desconocida, causando una onda expansiva que llenó la estancia de polvo y escombros.
Los tres vengadores restantes se vieron obligados a cubrirse los ojos para protegerse de los desechos y casquillos que volaban por todas partes.
―¡Ya basta!
Y entonces, el tiempo se congeló.
En el primer instante en que ese familiar tono de voz llegó a sus oídos, Steve creyó que lo había imaginado. Se frotó los ojos con el dorso de la mano izquierda y, solo cuando estuvo seguro de que la vista no lo engañaría, se atrevió a buscar el origen de esa voz.
Era Alex, justo ahí, a escasos metros de él, y de espaldas al portal que acababa de atravesar.
Steve oyó la exclamación ahogada que escapó de la garganta de Tony, ¿o fue de la suya? No estaba seguro. La miró, medio aturdido, y juraría que ella le devolvió una sonrisa.
Sí, era Alex, no cabía duda.
Quiso correr hacia ella, asegurarse de que era real y no una jugarreta de su cerebro; quería estrecharla entre sus brazos, besarla, y no volver a dejarla marchar nunca más...
―Que alguien me pellizque, por favor...
Escuchó la voz de Tony a su lado, y lo vio dar un paso hacia delante, al igual que Natasha, pero un gesto de la mutante los detuvo a los tres en el sitio. Alex no quería que se acercaran, no aún.
Thor y la desconocida, también habían reaccionado al grito de la joven. El primero parecía sorprendido y maravillado, sin embargo, la mujer se limitó a encogerse de hombros.
―Vamos, Sel. ―Alex le hizo un ademan de apremio a la rubia.
La aludida asintió y, a una velocidad sobrenatural, se colocó al lado de la mutante. Ambas se tomaron de la mano y se giraron de nuevo hacia el portal.
En el momento en que sus dedos se rozaron, una especie de bruma ambarina comenzó a originarse en el punto donde sus pieles hacían contacto.
Bajo las miradas estupefactas de los vengadores, las dos mujeres alzaron las manos libres en dirección a la puerta triangular y, en ese instante, la energía serpenteó a raudales desde sus palmas hacia el interior del portal.
Un deslumbrante destello fue todo lo que Steve pudo distinguir antes de que la puerta triangular se cerrase ante ellos. Para siempre.
Cuando sus ojos se acostumbraron a la nueva luminosidad, ya tenía a Alex encima, asfixiándolo en un abrazo que él correspondió de inmediato
―Estás viva. ―La aferró entre sus brazos con tanta fuerza que la escuchó toser―. Sabía que lo estabas... ―No terminó la frase, porque la voz le temblaba como consecuencia de la emoción contenida, el anhelo, la felicidad...
―Steve, no puedo respirar ―Alex dejó escapar una carcajada, antes de separarse solo un poco, lo justo para mirarlo a los ojos e inundarse de nuevo de ese brillo honesto y bondadoso que tanto había añorado.
«A mí me pasa cada vez que te miro», pensó él. Pero no dijo nada, porque Tony ya lo había empujado a un lado para ocupar su lugar frente a la chica.
―Deja espacio, anciano ―protestó el millonario, para luego concentrar toda su atención en su hija―. Yo te mato, Alexa Stark, ¡se puede saber en qué rayos estabas pensando para cruzar aquel portal!, dejarnos así... ―exclamó en un tono que vacilaba entre el cabreo y un inmenso alivio―. ¡Y con un mensaje de voz en la matriz de FRIDAY!, ¡joder!, ¡creí que te había perdido!, ¿tienes idea de cuánto...?
Al igual que Steve, Tony tampoco fue capaz de continuar, no sabía cómo expresar todo lo que hervía en su interior. Por primera vez en su vida, el millonario, filántropo y mujeriego Tony Stark se había quedado sin palabras.
Finalmente, se limitó a estrecharla entre sus brazos durante largos segundos, incluso minutos.
Luego fueron Natasha y Thor, y luego otra vez Tony, que, una vez recuperado de la primera impresión, retomó las exclamaciones de reprimenda hacia Alex por haber sido tan temeraria. Después las lágrimas de alegría, las risas, y de nuevo las riñas...
Al ver a los dos Stark enzarzados otra vez en una de sus melodramáticas discusiones, Steve se percató de lo mucho que había extrañado esos momentos.
Los minutos transcurrieron en medio de una montaña rusa emocional. Hasta que, de repente, la realidad los golpeó como un jarro de agua fría, y tanto el supersoldado como sus compañeros cayeron en la cuenta de un detalle clave, que, por la tensión y exaltación del momento, habían pasado por alto.
―Listilla, el glioma... ―Tony fue el primero en mencionar el tema. Volvía a estar hecho un manojo de nervios. Su hija estaba viva, y sí, era un milagro, pero debía llamar al hospital, debía llevarla y tratarla cuanto antes...
―Ya no hay tumor. ―Alex le posó una mano en el brazo―. Tony, estoy bien ―sonrió.
Los rostros de los cuatro vengadores fueron un cuadro de expresiones dispares, pero todas igual de desconcertadas.
―Alex, has estado dos meses desaparecida ―Natasha vaciló―, quizás se haya ralentizado, pero es mucho tiempo, es imposible que...
La aludida sacudió la cabeza.
―Para mí solo ha sido una semana, tal vez un poco más.
De nuevo, se ganó diversas miradas de confusión. Alex inhaló profundamente, no podía esperar otra reacción por parte de sus amigos; era consciente de que los estaba exponiendo a demasiadas emociones repentinas, demasiada información para procesar de golpe.
»Es una larga historia. ―Exhaló un suspiro, soltando todo el aire que acababa de tomar―. Lo importante es que estoy bien, y es gracias a Selene. ―Se volvió hacia la rubia, que durante todo ese tiempo había permanecido apartada del grupo, con los brazos cruzados y una expresión de inmenso hastío en el rostro―. Le debo la vida.
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Alex no exageraba; lo que había vivido en la Dimensión Fantasma rebasaba los límites de lo bizarro y extraordinario. Aun así, durante el vuelo de regreso al Complejo, tanto ella como Selene, la eterna que le había salvado la vida, hicieron lo posible por explicar su versión de manera que los vengadores pudieran, al menos, hacerse una idea aproximada.
Tal y como había adelantado la tecnópata, las leyes espacio-temporales no funcionaban de igual modo en el mundo real y en la Dimensión Fantasma. Hecho que Alex ya había previsto dos meses atrás, justo antes de cruzar el portal.
En aquel momento su plan consistía en entrar, destruir el Zenit, y luego usar sus poderes e inteligencia para labrarse una salida; al fin y al cabo, la Dimensión Fantasma era una prisión artificial, una anomalía tecnológica en la realidad... Para alguien con sus habilidades no podía ser tan difícil.
Era arriesgado, pero si salía bien, contaba con regresar antes de que el efecto del suero inyectado por HYDRA se esfumase de su organismo.
Sin embargo, Alex no había anticipado que, nada más destruir el Zenit, un grupo de eternos diese con ella y la acorralase. Pretendían usarla para escapar de la prisión, pero fue entonces cuando Selene apareció, rescatándola de las garras de los suyos.
Alex fue la primera en sorprenderse de que una eterna se volviese contra su propia gente para ayudarla. Influenciada por lo que había aprendido en los archivos del Zenit, creía que todos los eternos eran iguales, ambiciosos, destructivos, abusivos... Nada más lejos de la realidad.
¡Oh Dios! Habían estado tan equivocados...
Era cierto eso que se decía; la historia la escriben los vencedores y, en aquella guerra milenaria, solo los Kree ganaron algo; mientras que eternos, asgardianos y humanos fueron simples peones.
Alex lo vio todo claro una vez que Selene le mostró la verdad. Y, curiosamente, esa verdad coincidía con la versión que ya Emma Frost le había expuesto meses atrás a Tony y compañía.
Aunque los eternos no eran malvados por naturaleza (todo lo contrario), liberarlos habría resultado en catástrofe, pues después de ser absorbidos por el Zenit y encerrados en la Dimensión Fantasma, todos ellos, a excepción de Selene, sucumbieron a la locura, provocada por algo mucho más perverso y peligroso.
Ese algo, al principio no era más que una especie de Inteligencia Artificial creada gracias a la tecnología eterna. Fabricada por orden de la propia familia real con el propósito de neutralizar a los miembros de su raza que usasen su poder contra los humanos.
Lo llamaron Argo, igual que la nave de los argonautas, porque carecía de cuerpo propio. Consistía en un ente pasajero, de forma puramente enérgica, cuyo objetivo era introducirse en los eternos que incumplían las reglas y, así, anular sus poderes desde dentro.
Un experimento de laboratorio concebido con buenas intenciones, pero que salió mal.
Sus creadores pronto se percataron de que el ser artificial había adquirido la capacidad de desarrollar carácter propio; cada vez que poseía a un eterno, Argo se quedaba con lo más vil y cruel de su personalidad, además de inducir al huésped a la demencia.
El proyecto fue cancelado y el ente encerrado en su estado incorpóreo en un receptáculo de laboratorio. Sin embargo, durante la invasión Kree y asgardiana a Olympia (la capital de los eternos en la Tierra), este también fue absorbido por el Zenit.
Las leyes espacio-temporales de la Dimensión Fantasma favorecieron la liberación de Argo, que, una vez suelto, pudo poseer sin limitaciones a todos los eternos prisioneros.
Selene se salvó por dos razones. Primero, porque fue la última en ser encerrada y, segundo, porque en la época en que tuvo lugar la guerra, ella todavía era demasiado joven para someterse al ritual clave para todos los individuos de su raza; una ceremonia mediante la cual, cada vez que un eterno alcanzaba la mayoría de edad, entraba a formar parte de la Unimente, una especie de red, tanto mental como espiritual, que los conectaba a todos entre sí, permitiéndoles de este modo estabilizar sus poderes.
Los demás eternos, al estar ya vinculados a través de la Unimente, cayeron con mayor facilidad ante la posesión de Argo. Mientras que Selene, por su parte, se vio obligada a esconderse durante siglos. Sus años dentro la Dimensión Fantasma fueron una incesante huida de aquellos que una vez consideró su familia y amigos, antes seres nobles y admirables, ahora dementes y peligrosos.
Sin embargo, las leyes físicas y espacio-temporales de esa prisión dimensional también fueron la clave para salvar a Alex.
Ahí dentro, los poderes de cualquier ser se intensificaban sin límite. Selene, como todo eterno puro, tenía la habilidad de manipular la materia a nivel atómico y controlar las moléculas de su propio cuerpo. Al verse incrementado este poder, pudo acceder al cerebro de Alex a nivel molecular y eliminar tanto el tumor como las partículas gamma que lo habían originado.
Le salvó la vida por segunda vez.
No obstante, ese acto acarreó una consecuencia. Esa conexión mental provocó que ambas jóvenes quedasen vinculadas a nivel telepático y sensorial. El subconsciente eterno de Selene buscó en Alex el enlace que nunca había podido establecer con la Unimente. Fue algo involuntario e instintivo, pero, de algún modo, ambas jóvenes supieron usarlo para combinar sus habilidades, crear una nueva salida y, una vez fuera, destruirla. Juntas.
Porque a partir de ese momento, sucediera lo que sucediese, Alex y Selene formarían siempre parte la una de la otra.
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A pesar del tremendo cansancio que tenía encima, una vez que aterrizaron en el Complejo, Alex no pudo retirarse a su habitación para esa larga ducha con sales de baño aromatizadas con la que tanto había fantaseado durante los últimos días en la Dimensión Fantasma.
No obstante, tampoco protestó. Comprendía la emoción de sus compañeros, y la necesidad de respuestas. Respuestas que ella también precisaba; dos meses fuera daban para muchos cambios... Se sintió especialmente apenada con la noticia de la desaparición de Bruce, no solo por el inmenso cariño que le tenía al científico después de todo lo que él había hecho por ella, sino también por Natasha, que lo echaba en falta más que nadie. Pese a todo, sabían que estaba vivo. Era cuestión de tiempo que volviese a aparecer.
Después de ponerse al día con el resto del equipo y presentar a Selene, se sucedieron algunos instantes incómodos. A Alex no le sorprendió la postura inicialmente recelosa de sus amigos. Se habían acostumbrado a ver a los eternos como una amenaza, y Selene tampoco ayudaba mucho con su actitud altiva y cerrada (algo nada extraño, teniendo en cuenta que la rubia había pasado varios siglos prisionera, privada de cualquier relación humana).
Sin embargo, en cuanto Tony y Steve se mostraron receptivos y hospitalarios con ella, los demás también se dejaron llevar.
El supersoldado comprendía mejor que nadie lo que Selene estaba viviendo. Sabía que tardaría en adaptarse a esa nueva época, pero confiaba en que lo conseguiría. Por lo que había visto, esa mujer era una guerrera y una superviviente; saldría adelante.
Tony, por su parte, solo se había fijado en una cosa; Selene le había salvado la vida a Alex, no en una, sino en dos ocasiones. Sin ella no tendría a su hija de vuelta, sana y salva, y eso le bastaba para dejar el recelo a un lado y centrarse en acogerla como se merecía, como una heroína.
Durante la improvisada reunión, Alex incluso creyó ver que su padre le estaba coqueteando a la eterna..., pero no le dio mayor importancia, Tony era así.
Al poco rato, el único que todavía se mantenía suspicaz con Selene era Thor. Al parecer, esos dos tenían una historia que implicaba a sus razas y cuestiones de honor familiar de por medio... Alex estaba demasiado cansada como para querer investigar por el momento, pero lo haría, por supuesto.
Su hiperactiva curiosidad no lo dejaría pasar.
Ya había anochecido en el exterior cuando al fin pudo retirarse a su habitación para esa merecida ducha caliente. No salió del baño hasta una media hora más tarde, todavía con el cabello mojado y vestida con uno de sus pijamas de verano.
Casi sin pensarlo se dirigió a la habitación de Steve, situada en el mismo pasillo que la suya. Aunque no obtuvo respuesta al llamar a la puerta, esta cedió tras girar el pomo.
―¿Steve? ―Alex asomó la cabeza.
Las luces estaban apagadas, solo el suave reflejo de la luna se filtraba a través del ventanal que ocupaba la pared opuesta a la cama. Alex activó el interruptor manualmente y pasó al interior.
La curiosa decoración, a medio camino entre el estilo de los años cuarenta y la actualidad, provocó que una sonrisa divertida y nostálgica asomase a sus labios, devolviéndole el recuerdo de la primera vez que Steve la había llevado a esa habitación, meses atrás.
Todo seguía prácticamente igual, a excepción de un par de cambios; en una esquina de la estancia reposaba el cojín donde Cat dormía, junto a un cuenco de comida para gatos. Alex esbozó una expresión enternecida; al parecer Steve había cuidado de la loca de su mascota mientras ella estaba desaparecida.
Pero fue el segundo cambio el que casi provocó que su corazón diera un vuelco. Encima del escritorio, sobre las carpetas con reportes de misiones y justo al lado de la foto de Peggy Carter, Alex divisó una hoja de papel con un perfecto retrato de su rostro. Incluso se atrevería a decir que se veía mucho más favorecida en el dibujo que en la realidad.
―Es un boceto, no está terminado.
La voz de Steve provocó que la joven se volviese hacia la entrada de la habitación. El supersoldado estaba apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y una semi sonrisa pintada en los labios. Aunque esa era una postura habitual en él, Alex sintió que en esta ocasión, esa expresión, ese gesto, ese porte, tenían algo especial.
Era tan perfecto, tan maravilloso, que no pudo evitar preguntarse qué había hecho ella para merecerlo...
Ah, cierto, arriesgar su propia vida para salvar el mundo... Sí, eso era algo. Ella también era bastante genial.
―Es precioso ―respondió, dejando el dibujo otra vez sobre el escritorio.
―Quería regalártelo cuando regresaras ―comentó él, mientras entraba en la habitación y cerraba la puerta a su espalda. Se acercó a la chica, que seguía en pie junto a la mesa, y le acarició el rostro con suavidad.
A pesar de que ya habían transcurrido unas horas desde que ella había cruzado el portal de vuelta, Steve aún temía que volviera a desaparecer en cualquier momento. Necesitaba tocarla, tenerla entre sus brazos, y asegurarse de que era real, de que no estaba soñando como tantas otras veces a lo largo de los últimos dos meses.
―Gracias por no perder la esperanza ―susurró Alex, cerrando los ojos para disfrutar del sutil roce de los dedos de Steve sobre su mejilla―, gracias por confiar en mí.
El supersoldado sacudió la cabeza y chasqueó la lengua, restándole importancia. Sin embargo, lo cierto era que no le había resultado nada fácil; cada día sin noticias de Alex había sido para él más duro que un año en las trincheras...
Pero volvería a pasar por ello con tal de tenerla en frente, como ahora, tan hermosa como siempre, tan fuerte, tan llena de vida y, sobre todo, sana y salva.
―¿Cómo no iba a confiar en mi novia?
Ella enarcó una ceja y sonrió.
―¿Soy tu novia? ―inquirió, en tono suspicaz.
―No, Alexa, mi novia se llama Anna, la conocí el otro día en una cafetería. Te la presentaré, te caerá bien ―respondió Steve irónicamente, al tiempo que rodaba los ojos.
Alex le golpeó el pecho en un gesto divertido y se echó a reír. El supersoldado no tardó en unirse a su carcajada.
En cuanto la risa dejó de aflorar de su garganta, Steve posó ambas manos en la cintura de Alex y la apegó más a él.
―Creía que estaba claro desde hace tiempo ―volvió a hablar, esta vez con una expresión solemne y en voz baja, poco más que un susurro―. Te amo, Alexa Stark. Eres la única mujer que he amado desde Peggy...
Alex tuvo que alzar la cabeza para mirarlo a los ojos. Tal vez en otra época se habría molestado con la referencia a la agente Carter en un momento como ese, pero, al parecer, lo vivido los últimos meses la había hecho madurar, porque en lugar de incomodarse, se sintió orgullosa y feliz. Era consciente de la admirable mujer que había sido la agente Carter y, sobre todo, sabía cuánto la quería Steve.
Aunque nunca lo hubiera dicho en voz alta, desde el momento en que empezó a sospechar de sus propios sentimientos hacia el supersoldado, había temido no estar a la altura de la leyenda de Peggy Carter. Ahora esos miedos se habían esfumado, junto con muchas otras partes de la vieja Alex; la que prefería salvarse a sí misma antes que a los demás, o la que ocultaba secretos a sus seres queridos...
No podía seguir postergándolo.
―Steve, tengo que decirte algo.
El rubio arrugó la frente, repentinamente preocupado, pero se limitó a asentir y a guiar a Alex hasta la orilla de la cama, donde ambos tomaron asiento.
―Puedes contarme lo que sea.
La joven inspiró hondo antes de volver a mirarlo a los ojos. También tendría que confesárselo a los demás, pero prefería empezar por él.
―Verás, cuando Selene eliminó las partículas gamma para curarme, hubo... consecuencias.
―Lo sé, estáis conectadas de algún modo. ―Asintió él. Ambas mujeres habían tratado de explicar esa parte al equipo entero durante la reunión. Sin embargo, él todavía no terminaba de comprender en qué consistía esa conexión―. No me digas que si te beso a ti, será como si la estuviese besando a ella también, ¿verdad? ―agregó, de repente inquieto.
Una pequeña sonrisa asomó irremediablemente a los labios de Alex. Adoraba la inocencia de Steve con respecto a algunos temas.
―No ―aclaró―, pero tampoco estás tan lejos ―agregó encogiéndose de hombros―. Es más bien una especie de enlace telepático y emocional, puedo sentir cuando ella está triste, preocupada, o eufórica..., y viceversa. No sabría explicártelo bien, es complicado, pero aprenderemos a manejarlo, no tienes que preocuparte por eso.
Steve realizó un cabeceo y volvió a mirarla con curiosidad.
―Entonces, ¿qué más sucedió?
De nuevo, Alex inspiró hondo y luego soltó el aire despacio.
―Creo que he perdido mis poderes. ―Bajó la mirada, algo alicaída.
Todavía no estaba segura, pero desde que el tumor había desaparecido, solo había sido capaz de usar la tecnopatía una única vez, para salir de la Dimensión Fantasma.
Era consciente de que no llevaba mucho tiempo en el mundo real; aún cabía la posibilidad de que sus habilidades estuviesen atravesando una fase de inestabilidad, provocada por la exposición a los poderes de Selene y a las características de la Dimensión Fantasma... Sin embargo, desde que había cruzado el portal, no conseguía realizar ninguna conexión tecnológica ni ciberpática. Ni siquiera era capaz de percibir la tecnología a su alrededor.
No quería ponerse en lo peor, pero sentía que esa parte de sí misma había desaparecido para siempre.
―Alex... ―Steve le posó una mano bajo el mentón para que ella alzase la mirada―. Lo importante es que estás viva y sana. Tus poderes no te definen, ni como persona ni como vengadora. Sigues siendo una heroína y una de los nuestros.
Ella exhaló un suspiro y negó en silencio.
Solo con observarla, Steve supo que todavía le quedaba más por confesar.
―No era solo eso lo que querías decirme, ¿verdad?
Alex arrugó la nariz instintivamente.
―Prométeme que no te vas a asustar ―casi suplicó.
―Nada que venga de ti podría asustarme ―respondió él, totalmente convencido, a la par que le recolocaba un mechón de pelo tras la oreja.
―Está bien. Cierra los ojos.
Aún presa de la curiosidad y la preocupación, Steve obedeció. Aguardó en silencio, apenas un par de segundos, aun así, suficientes para que un millar de alarmantes ideas asomasen a su mente.
―Ya puedes abrirlos.
De nuevo, el soldado escuchó la voz de Alex, pero no en sus oídos, sino en su cabeza. Asombrado y todavía confuso, separó los párpados, solo para encontrarse la imagen más extraordinaria que sus ojos habían contemplado jamás.
Alex seguía sentada junto a él, sin embargo, no era la misma. Su piel ahora resplandecía cual diamante. Literalmente, toda ella parecía haberse revestido de una capa diamantina.
Ante la ausencia de respuesta por parte de Steve, Alex dejó escapar un resoplido.
―Lo sabía, doy miedo.
No podía estar más lejos de la realidad. El supersoldado se había quedado sin palabras, cierto; pero en cuanto fue capaz de reaccionar, a sus orbes asomó un brillo que casi rivalizaba con el que irradiaba la nueva piel de la joven.
―Ahora mismo, tengo unas ganas terribles de besarte ―declaró Steve, todavía maravillado con lo que veían sus ojos.
―¿Lo dices en serio? ―Una leve sonrisa afloró a los labios de la joven.
―Alex, estás preciosa. Eres preciosa ―aclaró―, y no lo digo porque tu piel se transforme en diamante ahora.
Con un suspiro de alivio y una expresión conmovida, la chica recuperó su aspecto normal.
―Empezó a pasarme después de lo de Selene, cuando aún estábamos en la Dimensión Fantasma ―dijo―. El doctor Strange tenía razón; al suprimir las partículas gamma, se activó mi mutación natural. Supongo que heredé los mismos poderes de Emma Frost; esto y la...
―Telepatía ―completó Steve―. Fue eso, ¿cierto? Antes te comunicaste conmigo telepáticamente.
Ella asintió.
―Todavía no la controlo ―confesó con una mueca―. Mi cabeza es un caos desde que cruzamos el portal.
―Wanda te ayudará, no te preocupes.
―Pero contigo es diferente, Steve ―quiso aclarar ella―. Cuando estoy a tu lado, es como si todo se calmara.
―Quieres decir que tengo una mente simple ―bromeó él, sacándole otra sonrisa.
Alex rodó los ojos y rio. ¿Qué le pasaba? Parecía una adolescente; al lado de ese hombre no podía dejar de sonreír.
―Quiero decir que es como si ya formaras parte de mí ―esclareció ella, devolviéndole la mueca divertida al soldado―. No necesito usar la telepatía contigo, porque ya estás en mi mente todo el tiempo.
Una expresión conmovida y de felicidad absoluta adornó las facciones de Steve. Sobraban las palabras para expresar lo que sentía, lo que ambos sentían.
Casi sin ser consciente de sus movimientos y, al mismo tiempo, más lúcido que nunca, tomó el rostro de su novia entre sus manos y fundió sus labios en un ansiado beso, dulce y apasionado.
Mientras las manos de ambos exploraban el cuerpo del contrario buscando ese contacto íntimo que durante tanto tiempo habían añorado, Steve no pudo evitar pensar en lo mucho que esa mujer había trastocado cada aspecto de su vida.
Alex le había demostrado que su corazón no se había quedado congelado en el hielo, que podía volver a amar. Pero más importante aún, con ella había aprendido que era posible ser un vengador y pensar en sí mismo. Que podía ser feliz.
De algún modo supo que, mientras se tuvieran el uno al otro, todo estaría bien. Ya podía estallar una guerra civil, o presentarse un ejército alienígena con intención de diezmar la humanidad, porque juntos, Steve Rogers y Alexa Stark, podrían con todo.
Alex y Steve will return...
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Hy, amores
Estoy emocionada. Ahora sí que sí que podemos despedirnos de Trojan forever 😢
No voy a hacer esta nota larga, solo aviso por aquí de que en un rato subiré los agradecimientos (donde sí me pondré pastelosa 💁🏻) y el capítulo especial de FACTS en el que sabréis, entre otras cosas, qué pasó con Liam, si Alex perdió definitivamente la tecnopatía... y muchas curiosidades y datos jugosos de la historia y el futuro de los personajes.
Sería súper bonito que, ya que hemos llegado al final, os animéis a dejar una impresión general de la historia; qué es lo que más os ha gustado, que sentimientos os ha dejado... No sé, pero me encantaría conocer vuestra opinión ^^
Como ya dije, Trojan ha terminado, pero Alex y Steve todavía tienen mucho que mostrar 😄 ambos volverán en Eternity (continuación directa de Trojan), y aún más en Blackrose, donde serán de nuevo pareja protagonista (sí, habéis leído bien), en los facts explico esto bien, dont worry.
Muchísimas gracias por acompañarme hasta aquí. Os amo too much 💜
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