Cap. 23- Batalla final (II)
Todavía rehén de su propia armadura, Tony Stark intentaba recordar cómo había actuado en otras ocasiones anteriores para superar una situación semejante a la presente, pero por muchas vueltas que le diera, no lograba visualizar ningún momento tan humillante en su larga trayectoria como superhéroe.
Sus compañeros habían sido arrastrados desde los exteriores por los esbirros de Hiperión. Ahora todos ellos permanecían contra la pared, plenamente conscientes de lo que sucedía a su alrededor, pero incapaces de realizar el más mínimo movimiento como consecuencia del efecto del expansor estático.
Ese era el nombre del dispositivo que había sometido a los vengadores. Y sí, Tony lo conocía bien porque él mismo, junto con Alex, había desarrollado el prototipo varias semanas atrás, durante una de sus eternas tardes encerrados en el laboratorio.
Según parecía, ella lo había terminado en territorio enemigo, y se lo había brindado a HYDRA como arma.
No podía culparla, y tampoco quería. Sabía que Alex no era consciente de sus actos. Probablemente le habrían ordenado que usase sus habilidades para crear algo capaz de derrotar a los vengadores. Y ella, en lugar de fabricar un arma mortal, había construido un cañón paralizante.
Tony quería creer que con ese hecho quedaba demostrado que aún había esperanza de traer a su Alex de vuelta; que, inconscientemente, una parte de ella todavía seguía ahí, luchando por retomar el control y protegiéndolos a su manera...
Porque esa era, tal vez, la única opción que tenían de salir victoriosos.
Steve, Wanda, Natasha, Liam, Rhodey..., hasta Thor y Hulk estaban inmovilizados por los efectos del expansor estático. Mientras que él era prisionero en el interior de su propia armadura.
Solo Alex permanecía libre, o algo parecido. Todavía estaba en pie, donde Hiperión la había dejado unos minutos atrás; dos agentes la custodiaban con las armas en alto, preparados para noquearla a la primera señal de rebeldía... Cosa que no parecía muy probable. En el rostro de la tecnópata, en la tensión de sus facciones, se denotaban la tremenda confusión y desconcierto que bullían en su interior. En ese momento, Alex semejaba incapaz de hacer daño a una mosca.
Tony nunca antes se había visto obligado a realizar tamaño esfuerzo para mantener la cabeza fría. Estaba furioso, más de lo que había estado en toda su vida... Pero no podía dejarse llevar por las emociones. No aún.
Respiró hondo, tratando de serenarse a pesar del punzante dolor que aquejaba su espalda desde el impacto recibido al haber sido lanzado contra la pared por los poderes de Alex. Oculto bajo el casco de su armadura, clavó la mirada en la esquina opuesta del pabellón, donde Hiperión discutía con un hombre ataviado en bata de laboratorio.
No alcanzaba a escuchar lo que decían, pero no necesitaba leer los labios para adivinarlo; hablaban sobre Alex. Con toda seguridad, el tipejo era uno de los científicos que habían participado en el borrado de memoria y, ahora, el eterno le estaría cuestionando si era posible que el encuentro anterior entre Steve y la tecnópata hubiese interferido en los resultados de ese asqueroso proceso.
Tony supuso que las respuestas del hombre habían dejado satisfecho a Hiperión, pues unos segundos más tarde, este se acercó de nuevo a su posición, luciendo una expresión relajada en el rostro.
Marcus Milton hizo una seña a sus agentes para que se alejasen de Alex, y él mismo ocupó el lugar frente a ella. Con deliberada parsimonia posó los dedos bajó el mentón de la chica y le alzó el rostro, forzándola a mirarlo a los ojos.
―Bien, querida, has de saber que no suelo dar segundas oportunidades ―empezó, en un tono tan cínico que a Tony le hizo hervir la sangre―, pero es probable que no dures mucho, y sería una pena desaprovechar semejante poder mientras sigas aquí. Mi científico ha dicho que lo de antes solo ha sido un pequeño desliz, que todavía deberías ser leal ―paladeó las últimas palabras―. Yo le creo, por supuesto, pero nunca está de más una pequeña comprobación.
Sin apartarse de Alex, el eterno miró de soslayo a los poderosos vengadores, ahora meros prisioneros, dispuestos en fila contra la pared, cuales reos ante un pelotón de fusilamiento.
Le resultaba especialmente satisfactorio escucharlos protestar, gritar, y hasta insultarlo, pero sin poder realizar ningún movimiento a fin de cumplir las amenazas que sus lenguas profesaban incesantemente.
Qué bien sentaba la victoria.
―Míralos, Trojan. ―Se colocó detrás de la chica y la obligó a volverse hacia sus amigos a la par que le posaba ambas manos sobre los hombros―. Los héroes más poderosos de la Tierra ―escupió con puro sarcasmo―. No son más que títeres de un sistema corrupto y obsoleto... No merecen formar parte de la utopía que los míos instaurarán.
»Quiero que seas tú quién ponga fin a sus miserables vidas ―sentenció―. Esa es la muestra de lealtad que pido. Esas son mis órdenes.
―¡Jodido hijo de perra! ―Tony alzó la voz por encima de los demás, que también habían reaccionado a las palabras del eterno con gritos de rabia e indignación―. Ni lo sueñes, Alex sigue siendo de los nuestros, no va a hacerlo...
―Eres un iluso, Stark. ―Milton negó con condescendencia―. ¿Crees que porque lleve tus genes no va a acabar contigo si yo se lo pido? ―Una breve carcajada burlona abandonó sus labios―. No eres nada, solo otro estúpido humano. Yo soy más padre de ella de lo que tú has sido nunca. Yo la creé, yo le di un propósito a su existencia. Y te lo voy a demostrar ―inclinó la cabeza hasta acercar los labios al oído de Alex―. Empieza por él ―ordenó―. Termina con la vida de Tony Stark.
Todos percibieron como Alex temblaba bajo el tacto del eterno.
―No, yo no... ―La joven balbuceó.
―Vamos, Trojan ―insistió Hiperión―. Solo tienes que cortar el suministro de oxígeno de su armadura. Una orden mental y se ahogará en el interior de su propio traje, será rápido.
Ella parpadeó varias veces; sus iris se tornaron dorados, pero algo le impedía acatar esas órdenes. Ante la vacilación de la tecnópata, Milton crispó los dedos en torno a sus hombros, clavándoselos con tanta fuerza que no tardarían en dejar marca.
―Si no lo haces tú, lo haré yo ―agregó con un evidente deje de impaciencia―, y te prometo que será mucho más doloroso. Para todos.
A ojos de Tony, el tiempo se congeló.
Creyó escuchar de forma amortiguada los gritos y maldiciones de sus compañeros, pero, en realidad, lo único que sus oídos captaban con claridad era el desbocado latido de su propio corazón.
Todos los que le importaban, a excepción de Pepper y Happy, estaban en esa estancia con él. Tal vez no fuera tan malo, moriría acompañado de sus seres queridos... No era la primera vez que asumía su inminente muerte, y tampoco era la peor.
Como si el mundo se hubiera ralentizado a su alrededor, observó los gestos de Alex, sus dulces facciones, sus labios apretados en una mueca indescifrable y sus fascinantes ojos dorados recorriendo los rostros de todos los vengadores, uno por uno, tal vez asumiendo que pronto recibiría la orden de aniquilarlos también.
A Tony le resultó extraño que se detuviera bastante más con Wanda que con los demás, sin embargo, cuando le llegó el turno a él, toda posible sospecha quedó relegada en pro de una única emoción...
Dios, ¡cómo la iba a extrañar! Si unos meses atrás, alguien le hubiese dicho que conocería a su hija perdida, y que, en pocas semanas se convertiría en uno de los pilares más importantes de su vida, se habría reído en su cara.
Él no era un hombre que confiara fácilmente en los demás, y mucho menos era de los que agarraban cariño de forma inmediata... Pero de algún modo, y sin pretenderlo, Alex había sido la excepción a todas sus limitaciones emocionales. Quizás en el fondo sí fuera cierto lo de los instintos paternales.
Ahí estaba, a punto de ser eliminado de la faz de la Tierra, y por algún extraño motivo, en lugar de activar los sensores de miedo, su mente prefería divagar sobre su complicada vida emocional. Estaba loco, definitivamente; su cerebro se negaba a aceptar que esa jovencita en pie frente a él, a la que tanto quería, fuese a ejecutar las órdenes del eterno.
Pero el gesto de sumisión en su rostro indicaba todo lo contrario. Debía prepararse mentalmente, o buscar un modo de evitarlo, o...
Interrumpió su desbocada actividad cerebral cuando un mensaje apareció ante sus ojos, en el interior de su armadura, tal y como había sucedido unos meses atrás durante aquella primera batalla contra Hiperión.
Alex se estaba comunicando con él en secreto.
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En el momento en que la joven tecnópata alzó la mano derecha en dirección a Iron Man, Marcus Milton paladeó con anticipación el dulce sabor de la victoria.
Su desarrollado sentido del oído captó claramente el chasquido que la señal telepática de la joven provocó en los sistemas internos del traje. Ante las atónitas miradas de todos los presentes, las zonas lumínicas de la armadura parpadearon un par de veces, al igual que el reactor del pecho, para luego apagarse por completo.
Hiperión aguardó un par de minutos antes de hacer la pregunta.
―¿Lo has hecho?, ¿está muerto? ―inquirió.
―Está muerto ―ella respondió en tono monótono, indiferente.
A las palabras de la joven se sucedió un pesado silencio.
El eterno no se sorprendió ante la reacción de sus prisioneros. Los valientes vengadores estaban en shock, probablemente incapaces de asumir la repentina muerte de uno de sus líderes; para mayor impacto, a manos de su propia hija.
―Bien ―Milton sonrió, satisfecho―. ¿Quién quiere ser el siguiente? ―Con premeditada templanza paseó la mirada por los prisioneros, que se limitaron a devolverle expresiones de puro odio―. ¿Liam? ―Se detuvo al posar los ojos sobre el inhumano―. En algún momento tendrás que pagar por tu traición, ¿no crees? ―agregó, encogiéndose de hombros.
―Eres un hipócrita, Marcus. ―El chico apretó los dientes―. ¿Qué clase de mundo pretendes crear convirtiendo a buenas personas en asesinos?
―Un mundo que tú no verás. ―Sin apartar la mirada del chico, el eterno le tendió una pistola a Alexa, situada a su izquierda―. Con él tendrás que hacerlo a la vieja usanza. Nada de rayos ni descargas de energía ―explicó―. Dispárale al estómago, es más doloroso.
El restallido del seguro siendo retirado le confirmó que su pequeño juguete de matar estaba a punto de cumplir.
―Como ordene, señor.
Escuchó la voz de Alexa, pero no se volvió a mirarla. No quería perderse como la luz se apagaba en los ojos de Liam, quería verlo sufrir. Se lo merecía por traidor.
Craso error.
En efecto, la bala salió disparada desde el cañón de la pistola en dirección al estómago. Pero no al de Liam, sino al suyo.
Hiperión ahogó un grito de sorpresa y se llevó una mano a la zona lesionada. La sangre manaba a borbotones y dolía como el infierno, pero la herida no lo mataría. Su metabolismo acelerado se ocuparía de sanarlo en unos segundos.
―¡Maltita zorra! ―rugió, volviendo la vista hacia la joven tecnópata, que ahora lo miraba con una sonrisa torcida y la pistola aún en alto.
En cuanto las palabras abandonaron los labios del eterno, ella disparó seis veces más, hasta quedarse sin balas.
―¡No vuelvas a llamarme así, imbécil! ―le espetó, arrojándole con toda su fuerza la pistola ya inservible a la frente.
―Alex, nena, esa lengua.
Todos los presentes volvieron los rostros hacia el origen de esa inconfundible voz, ligeramente metalizada a causa de la máscara de hierro que cubría la cabeza de su dueño. Sin embargo, solo los miembros de HYDRA parecieron sorprenderse al ver a Iron Man ponerse en pie, con el traje reluciente y cargado de energía.
―Ya sabes que al Capi no le gustan las mujeres malhabladas ―continuó Tony Stark, colocándose a la altura de su hija, frente al eterno, que todavía se aferraba el abdomen con ambas manos.
Los vengadores seguían inmovilizados por los efectos del expansor estático, pero eso no impidió que Steve intercambiase una expresión cómplice y divertida con los dos Stark.
―Puedo hacer una excepción ―contestó, sonriendo de medio lado.
―¿Qué está pasando? ―gruñó Hiperión, todavía débil a causa de las heridas de bala, aunque la primera ya casi había sanado por completo. Acto seguido, dirigió una mirada apremiante a sus hombres―. ¿A qué esperáis, inútiles?
Los cinco agentes que custodiaban el pabellón trataron de socorrer a su jefe, pero Alex se ocupó de los dos primeros usando el enlace establecido antes con un par de androides de HYDRA, mientras que Tony noqueó a los otros tres, además de dejar sin sentido al científico que minutos atrás discutía con Hiperión.
―¿Por dónde íbamos? ―El millonario se volvió hacia el eterno a la par que fingía sacudirse las hombreras de la armadura. Era consciente de que ese tipo sanaba rápido; el tiempo no les sobraba.
Alex, por su parte, ya se había colocado frente a los sistemas del cañón, dispuesta a reprogramarlo para revertir los efectos del expansor estático en sus amigos.
»Ah sí, te lo resumo; tu plan para dominar el mundo acaba de fastidiarse ―Tony retomó la palabra―. Como ves, estoy vivo, no te lo tomes como algo personal, soy difícil de matar. ―Se ahorró explicarle que Alex le había enviado un mensaje avisándolo de que debía hacerse el muerto mientras ella reiniciaba la armadura en lugar de cortar el sistema de oxigenación como el eterno le había ordenado―. Lo único que debería importarte ahora es que, en cincuenta segundos, todos esos superhéroes de ahí ―señaló a los vengadores aún inmovilizados contra la pared―, incluidos el ricitos de oro y el gigante verde, serán libres, y algo me dice que están deseando darte una paliza ―sentenció, encogiéndose de hombros para, acto seguido, volverse hacia su hija―. ¿Cómo lo llevas, listilla?
―Cuarenta y seis segundos ―Alex le guiñó un ojo a su padre y le sacó el dedo corazón a Hiperión antes de regresar a su tarea.
Tony asintió con orgullo y volvió a mirar al líder de HYDRA.
»Averiguaremos dónde has puesto el Zenit de un modo u otro, pero si nos lo dices tú, tal vez le pida a Hulk que no te aplaste demasiado.
Un gruñido por parte del gigante verde corroboró la amenaza.
La mirada rebosante de rabia de Marcus Milton revoloteó con confusión desde el hombre en la armadura, a la tecnópata y, de ahí, a los héroes a punto de ser liberados... ¿Cómo era posible? El recalibrado cerebral nunca fallaba...
Sin embargo, cuando sus ojos se posaron sobre la sokoviana, lo comprendió todo.
Esa mejorada tenía poderes telepáticos, de algún modo debía haber logrado reinstaurar los recuerdos en Alexa... ¡Claro!, justo antes de que ella supuestamente asesinara a Stark. ¡Lo habían engañado como a un idiota! Padre e hija se habían montado ese teatrillo junto con el resto de los vengadores haciéndole creer que el primero estaba muerto.
Pero, algo no terminaba de encajar. Alexa había heredado de Emma Frost la capacidad de proteger su mente de intrusiones telepáticas, por eso la chica Maximoff no había logrado entrar cuando lo había intentado la primera vez. ¿Qué había sucedido entre la primera tentativa y la segunda...?
El encuentro con Steve Rogers.
¡Mierda! Tenía que haber sido eso. El Capitán América con su estúpido sentimentalismo había logrado que Alexa bajara sus barreras mentales, dejándole el camino allanado a la bruja sokoviana...
Tenía que haberlos matado a todos en cuanto irrumpieron en su base... Pero aún estaba a tiempo.
―¿Dónde está el Zenit? ―insistió Tony Stark, a punto de perder la paciencia―. No lo preguntaré una segunda vez ―añadió, alzando una mano y amenazándolo con descargar toda la energía de sus reactores sobre él.
―Diez segundos ―anunció Alex, desde su posición, donde casi había finalizado la reprogramación de los cañones.
Milton ignoró la horrible tirantez en los tejidos de su cuerpo que todavía no se habían reparado, y extendió un brazo en dirección a Alexa. Necesitaba una distracción, y ella era la víctima perfecta.
La energía cósmica hormigueó en cada fibra de su ser, preparada para ser liberada.
Steve fue el primero en adivinar las intenciones del eterno.
―¡Alex, cuidado!
Los tres segundos restantes se consumieron en el temporizador del cañón, a la par que la aludida se volvía asustada, e Hiperión lanzaba su devastador rayo...
Pero, por suerte, Tony reaccionó a tiempo a la advertencia del Capitán y, aunque no pudo detener el ataque del eterno, sí fue capaz de embestirlo lo suficientemente rápido como para que este se viera obligado a desviar el brazo unos centímetros, de modo que la descarga de energía no impactó de lleno sobre el cuerpo de Alex, sino que apenas llegó a rozarla.
Aun así, la onda expansiva provocó que la joven fuera impulsada hacia atrás varios metros, en el mismo instante en que la reprogramación llegaba a su fin, y los vengadores eran liberados de los efectos paralizantes del cañón.
Todavía en el aire, Alex apretó los párpados, aguardando la inminente colisión contra la pared, no obstante, esta nunca llegó. Cuando abrió los ojos de nuevo, Thor la cargaba en brazos, mientras el resto de sus compañeros se apresuraban a llegar hasta ellos.
De Hiperión, ni rastro.
En cuanto el asgardiano dejó a la chica en el suelo, Natasha le posó ambas manos en los hombros para examinarla y asegurarse de que no tuviera lesiones graves.
―¿Te ha alcanzado? ―inquirió Clint, también con un claro deje de preocupación.
Alex se vio rodeada por sus amigos, y atosigada a preguntas que apenas llegaba a comprender. A pesar de que había recuperado el control sobre sí misma un rato atrás, su cabeza todavía era un auténtico caos. Los recuerdos y pensamientos propios colapsaban constantemente con retazos de lo implantado por la máquina de HYDRA. Se sentía como si la hubiesen arrancado de una horrible pesadilla, de esas tan intensas que, aún despierto, cuesta distinguir lo que fue ilusión de la realidad inmediata.
―¡Alex! ―Steve se abrió paso entre los demás vengadores, la tomó de la cintura y la apegó a él en un desesperado abrazo.
Solo entonces, con la mejilla apoyada en el hombro del supersoldado y con sus protectores brazos rodeándola, ella consiguió sacar fuerzas de la flaqueza.
Tal vez Wanda hubiera reparado su mente, pero había sido Steve quien lo había hecho posible. Sin él, seguiría sumida en la oscuridad.
―Estoy bien ―respondió, alzando de nuevo la cabeza―. Steve, estoy bien, de verdad.
Él no la soltó, pero tampoco dijo nada; no tenía palabras para describir el inmenso alivio que sentía al poder estrecharla de nuevo entre sus brazos y ser correspondido. Aferraba la espalda y el cabello de la chica como si le fuera la vida en ello.
Si de él dependiese no la soltaría nunca..., pero todavía no habían solucionado el tema del Zenit e Hiperión. Era necesario que se centrara y actuase como el líder que era, así que, tras unos segundos que se le hicieron demasiado cortos, se separó de ella para dejarle su sitio a Tony.
Se sucedió un escaso minuto de fugaces intercambios entre padre e hija, y el resto de los vengadores. Todos querían asegurarse de que ninguno estaba herido de gravedad.
Fue entonces cuando Alex reparó en la ausencia de Hulk, y en la presencia de Liam entre los suyos.
―Lo siento ―el chico tomó la palabra en cuanto cruzó la mirada con ella―. Sé que no tengo derecho a pedirte que me perdones, estaba cegado por el odio y...
―Ya está, Liam. ―Alex lo interrumpió con un suspiro y sacudió ligeramente la cabeza. No ganaría nada removiendo errores pasados―. Te perdono.
No quería seguir alimentando las emociones negativas. Liam la había traicionado, sí, y no estaba segura de si algún día podría volver a confiar en él como lo había hecho antes. Pero, por muy dolida que se sintiese, necesitaba perdonarlo; él no dejaba de ser otra víctima de Hiperión y, ahora más que nunca, ella también sabía lo que se sentía al ser manejada por ese alienígena desquiciado.
A ella le habían anulado la voluntad mediante un proceso científico y terriblemente doloroso, pero sospechaba que eso no era nada comparado con la manipulación que había sufrido Liam, probablemente, mucho más profunda y devastadora. Él había crecido sometido a las mentiras del eterno, educado por un tirano que se había encargado de llenar su inocente alma infantil con puro odio y ansias de venganza... Y, aun así, Liam había logrado salir adelante y tomar la decisión adecuada. Tarde, pero lo había hecho.
El inhumano asintió en silencio, conmovido. Alex no imaginaba lo mucho que su perdón significaba para él. No volvería a fallarle; antes moriría.
―¿Dónde está Hiperión? ―inquirió la tecnópata entonces.
―Ese cobarde huyó después de atacarte, pero Hulk fue tras él ―respondió Tony―. Los demás se ocuparán. Tú y yo nos volvemos a Nueva York. El Doctor Strange te está esperando en el hospital...
―No, no, Tony, no podemos irnos ―Alex negó, firme.
El millonario arrugó la frente.
―Nena, sé que ahora crees que estás bien, pero es porque te han puesto hasta arriba de drogas experimentales ―explicó, tratando de sonar calmado―. Tienes que someterte a la operación antes de que se pase el efecto...
―Sé lo que me inyectaron ―lo interrumpió Alex.
Cuando horas atrás le habían administrado el suero para contener el tumor, ella todavía estaba consciente; sabía que la aparente vitalidad que ahora sentía era producto del compuesto y que desparecería en cuanto su cuerpo lo metabolizara... Pero eso no era relevante en ese momento
»Tony, reconstruí el Zenit, tú me viste. Ahora mismo Hiperión, ¡o cualquiera!, podría activarlo. ―Se mordió el interior de la mejilla a fin de ahogar la sensación de culpa―. Tengo que destruirlo antes de que suceda una catástrofe. Soy la única que puede, es mi responsabilidad...
Para todos los presentes las palabras de la chica fueron como un jarro de agua fría. Era duro reconocerlo dado el riesgo que implicaba para ella y su precaria salud, pero Alex tenía razón, no había otra opción si querían evitar una invasión.
Antes de que ninguno pudiera hacer comentarios al respecto, saltaron las alarmas del cuartel, provocando que todos se pusieran en guardia.
―¿Y ahora qué? ―masculló Sam.
―Marcus habrá activado el estado de alerta para que no lo sigamos ―aventuró Liam―. En un minuto esto se va a llenar con todos los agentes y androides que queden en la base.
Alex buscó una respuesta en los rostros de Steve y Tony que, en ese instante, intercambiaban una mirada indescifrable para los demás, pero que entre ellos semejaba tan elocuente como una conversación en voz alta. Esos dos se entendían sin necesidad de palabras.
―¿Puedes seguir el rastro del Zenit? ―inquirió Steve, al fin apartando la vista del millonario para posar una mano en el hombro de la chica.
―Puedo percibirlo, todavía no se ha alejado demasiado de la base ―Alex asintió.
―Bien. Tony y yo iremos contigo. ―El soldado se volvió hacia el resto del equipo―. Thor, tú también, te necesitaremos para reducir a Hiperión.
El asgardiano realizó un gesto solemne con la cabeza, se moría por medir fuerzas con el último miembro de una raza que tanto daño había causado y, sobre todo, por machacar a ese cobarde que había puesto en peligro la vida de su amiga.
―Ese bastardo le ha hecho daño a Alex ―reflexionó en voz alta―. Juro por el Mjolnir que nadie osa perjudicar a un vengador y logra huir sin sufrir la ira de Asgard.
Steve le devolvió un asentimiento de acuerdo, antes de tomar aire y dirigirse a los demás.
―Contended a los que lleguen ―ordenó―, si necesitáis refuerzos...
―Ya los tienen. ―Alex parpadeó, recuperando así el tono avellana de sus orbes. Mientras Steve daba las últimas órdenes, se había conectado ciberpáticamente al ordenador central de la base para reajustar la programación primaria de los autómatas.
HYDRA había tratado de controlar su mente, pues ella controlaría las de sus juguetes. Además, le resultaba especialmente satisfactorio aprovechar a su favor el efecto del suero que le habían inyectado; por una vez, era un alivio usar la ciberpatía con la certeza de que no se desmayaría en el proceso.
―Cuando esto acabe, hablaremos de tus tendencias suicidas ―Steve negó con resignación, aunque sus labios dibujaban una sonrisa de orgullo―, de las de los Stark en general ―añadió, mirando también a Tony.
―No son tendencias suicidas, es que llevamos el heroísmo en los genes. ―El millonario se encogió de hombros.
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Thor, Tony y Steve corrieron tras Alex, confiando en la percepción tecnopática de la joven para localizar el Zenit y al eterno que se lo había llevado. Sin embargo, cuando dejaron la base atrás y comenzaron a internarse en los pantanos que rodeaban la edificación, los sentidos mutantes de la chica dejaron de ser necesarios.
Sin duda, llevaban el camino correcto, pues la sensación que flotaba en el ambiente era de todo menos natural. Hasta el Capitán y Thor, los menos familiarizados con la tecnología de todo el equipo, se percataron de que algo no iba bien. Parecía como si el aire se hubiese cargado de partículas de electricidad estática.
Alex intercambió una mirada de angustia con su padre. Volvían a llegar tarde.
Así lo constataron en cuanto su apresurada carrera desembocó en un claro bastante amplio, cercado de salvaje maleza por todas partes. En medio, a varios centímetros por encima de la hierba y la tierra mojadas, flotaba el Zenit, emanando el mismo haz de luz dorada que una hora atrás, cuando Alex lo había reparado; sin embargo, ahora ese foco centelleante se concentraba en forma de línea vertical sobre la punta de la pirámide cuadrangular, como una navaja queriendo rasgar la superficie de la realidad.
―Lo ha activado ―Alex sintió un nudo en la boca del estómago―. El portal se está abriendo.
Fue entonces cuando, no muy lejos, asomando desde la espesa arboleda e iluminando el cielo nocturno en una fugaz ráfaga, divisaron uno de los rayos de energía cósmica de Hiperión.
Los cuatro vengadores supusieron que Hulk habría alcanzado al eterno apenas unos segundos después de que este activase el Zenit y, en el fragor de la pelea, ambos habían terminado alejándose del claro.
―Hiperión es mío ―se apresuró a decir Thor―. Vosotros destruid esa cosa antes de que se abra por completo.
Todavía se distinguía la figura del asgardiano en el cielo cuando Steve captó el inconfundible sonido producido por decenas de pisadas aproximándose a su posición.
―Nos han seguido ―informó, mirando a sus dos compañeros―. Os daré todo el tiempo que pueda.
Tony asintió, y tomó la mano de Alex a la par que Steve se colocaba en posición defensiva, dispuesto a dar su vida para protegerlos si era necesario.
La chica se dejó arrastrar por su padre hasta ubicarse frente al Zenit. El nudo que antes había sentido en el estómago ahora ascendía hasta la garganta... ¿En qué momento se había vuelto todo tan complicado? Un terrible presentimiento le atenazaba el corazón. Tenían demasiados frentes abiertos, fuera como fuese, alguno de ellos no terminaría bien.
―Puedes hacerlo, Alex ―Tony la sacó del estado de semi trance en el que había entrado―. Yo estoy contigo.
Ella le devolvió la mirada. ¿Por qué de repente estaba tan asustada?
―Tony, si esto no sale bien...
―Va a salir bien ―él la interrumpió.
Alex tragó saliva y asintió en silencio, pero no dijo nada más.
Ambos miraron hacia atrás en el momento en que un numeroso grupo de mejorados de HYDRA asomaba desde la maleza. Eran demasiados para que Steve los enfrentase solo. Padre e hija cruzaron una significativa mirada
―Ve a ayudarlo ―convino la mutante―. Yo me encargo.
Tony pareció vacilar un instante, pero finalmente accedió, dejando a Alex sola frente al Zenit; por lo menos, todo lo sola que podía quedarse en un claro con dos vengadores y un par de decenas de agentes de HYDRA infectados por extremis.
Ignorando el algarabío de la batalla a su espalda, Alex inspiró hondo y cerró los ojos; sabía que Steve y Tony no permitirían que ningún enemigo se acercase a ella.
Mientras hacía acopio de toda su capacidad de concentración, extendió ambas manos y situó las palmas a los lados del Zenit, que flotaba a la altura de su pecho.
La conexión fue inmediata. A lo largo de los últimos meses había pasado tantas horas enlazada a esa pequeña joya tecnológica que ya la sentía como algo familiar, como una extensión de su propia mente. El Zenit ya no guardaba ningún secreto para ella, no después de haber desencriptado cada código interno, cada capa y subcapa de datos...
O eso creía.
Todavía con los ojos cerrados, Alex arrugó la frente. Eso no estaba antes ahí. Lo habría visto. Esa información era nueva.
Separó los párpados, y puso fin a la conexión al tiempo que se giraba, buscando a sus compañeros con la mirada. No vio a Tony, aunque sí distinguió las descargas lumínicas de los reactores de su armadura a lo lejos, entre la maleza que rodeaba el claro.
Steve, sin embargo, se mantenía cerca, por lo que no tardó en reparar en la expresión angustiada de la joven. Se deshizo rápidamente del agente al que enfrentaba y corrió a reunirse con ella.
―¿Qué va mal? ―preguntó en cuanto la tuvo en frente.
―No puedo destruirlo ―respondió Alex. Ni ella misma terminaba de asimilar lo que acababa de averiguar, por lo que no le sorprendió el gesto de auténtico desconcierto en el rostro del rubio―. No desde aquí ―puntualizó―, la liberación de energía que se producirá no es compatible con las leyes físicas de nuestra dimensión.
Steve ladeó la cabeza, entre confuso y preocupado. No sabía exactamente qué implicaba esa afirmación, pero sin duda era algo malo. Muy malo.
―Y tampoco podemos dejar que termine de abrirse, no si queremos evitar que decenas de eternos desquiciados como Hiperión invadan la Tierra ―continuó la chica.
―Alex, no me gusta por dónde estás yendo...
―Una implosión ―lo interrumpió ella―. Eso es lo que lo que sucederá si cierro el portal y destruyo el Zenit desde aquí. Un maldito agujero negro ―sentenció, remarcando el acento en cada palabra―. Nos tragará a todos, Steve, a todo el estado, ¡por Dios! ¡podría tragarse todo el planeta!
Por un instante, ambos se miraron en silencio, sopesando la gravedad de la situación. Steve casi olvidó que, a escasos metros, aunque oculto por la arboleda, Tony todavía luchaba contra los pocos mejorados que restaban en pie, y que, no muy lejos, Thor y Hulk se enfrentaban a muerte contra Hiperión.
El brillo en los ojos de Alex le hizo saber que ella ya tenía un plan, pero el modo de mirarlo y el timbre de angustia en su voz también le indicaron que el precio a pagar sería demasiado alto.
―¿Qué propones? ―preguntó al fin.
Alex arqueó las comisuras de los labios en una sonrisa cansada.
―Destruirlo desde el otro lado, desde la Dimensión Fantasma.
El azul en los ojos del soldado pareció oscurecerse mientras asentía en silencio.
―Dime cómo, y lo haré.
―No, Steve, tú no puedes hacerlo ―Alex inspiró hondo para contener un sollozo. No podía flaquear ahora―. Según mis cálculos, lo más probable es que en la Dimensión Fantasma no se produzca la implosión, pero si destruyeses el Zenit al otro lado, quedarías atrapado para siempre... Tengo que ser yo.
―Tú también quedarías atrapada ―la cortó él, al tiempo que la tomaba de las manos―. Por favor, piensa en los demás, en Tony, en mí... Debe de haber otro modo. ―Tuvo que apartar la mirada un segundo y tomar aire para ser capaz de proseguir sin dejarse llevar por la desesperación.
―No lo hay...
―No soportaré perderte, Alex... Te amo, lo sabes.
Ella cerró los ojos, permitiéndose disfrutar un instante de la agradable sensación que esas simples palabras produjeron en cada fibra de su cuerpo. Nunca antes se había sentido así, tan llena de dicha y tan desgraciada al mismo tiempo. Steve Rogers la amaba... Y, justo por eso, por él, por todos los demás, debía seguir adelante con su plan.
―Yo también te amo ―musitó cuando se atrevió a separar los párpados para volver a mirarlo. Desenlazó sus manos de las del supersoldado para poder alzarlas hasta el rostro masculino y acariciarle los pómulos en un gesto tierno y cargado de emociones contenidas―. No vais a perderme, encontraré el modo de regresar. Mi cerebro es increíble, ¿recuerdas? ―añadió, con una pequeña sonrisa.
Durante un fugaz segundo, él se sintió tentado de devolverle el gesto. Alex tenía ese efecto sobre él, cuando ella sonreía, él reía... Bastaba una mirada de la chica para llenar cualquier vacío que pudiera quedar en su interior.
Pero no era el momento, había tantas lagunas, tantos riesgos en ese plan...
―¿Qué pasa con el tumor? ―apuntó, intentando cambiar de estrategia―. Necesitas esa operación cuanto antes.
Ella chasqueó la lengua y esbozó una extraña mueca, como si estuviese realizando una ecuación matemática extremadamente complicada de cabeza.
―Confía en mí, por favor ―se limitó a responder―. Yo no soy como tú cuando estrellaste aquel avión en el hielo, o como Tony cuando llevó el mísil a través de portal en Nueva York... No soy una heroína, no me arriesgaría si no estuviera segura de que tengo posibilidades de salir ilesa.
―Te equivocas ―Steve extendió una mano, para acariciar la melena castaña de la joven. Era consciente de que, dijera lo que dijese él, ella ya había tomado una decisión... Y por mucho que le doliese, la comprendía; él había estado en la misma situación setenta años atrás. Ahora sabía cómo se había sentido Peggy―. Eres más heroína que todos nosotros juntos.
Ella volvió a sonreír, a pesar de que sus ojos brillaban con lágrimas contenidas. Había tal sinceridad en la voz del supersoldado que resultaba imposible no creerle.
―No voy a conseguir que cambies de opinión, ¿verdad? ―insistió él, sonaba resignado y triste, terriblemente triste, pero también se dilucidaba una nota de admiración en su tono.
Alex se encogió de hombros.
―Tú lo dijiste, soy terriblemente cabezota. ―Esta vez no pudo evitar que una lágrima se deslizase por su mejilla, restando credibilidad a la pequeña sonrisa que dibujaban sus labios―. Dejaré un mensaje para Tony en la matriz de FRIDAY, si se lo digo ahora no me permitirá hacerlo. No es una despedida ―se apresuró a aclarar, convenciéndose a sí misma tanto como a su compañero―, solo un hasta luego.
Steve asintió en silencio. Por supuesto que Tony no se lo permitiría, antes se lanzaría él al interior del portal. Lo sabía porque él ansiaba hacer lo mismo..., pero ya había desconfiado de ella en una ocasión, y estuvo a punto de echarlo todo a perder. No volvería a cometer el mismo error. Alex decía que averiguaría cómo regresar y, si alguien podía lograrlo, era ella. Necesitaba creer eso.
Ambos suspiraron al unísono. Antes de que Alex pudiera decir nada más, Steve ahuecó ambas manos sobre las mejillas de la chica e inclinó la cabeza para juntar sus labios en un emotivo beso.
Mientras duró el contacto, el tiempo pareció detenerse a su alrededor. Tan solo estaban ellos dos, por una vez no importaban las batallas finales que tenían lugar en distintos puntos de la base, ni el portal interdimensional a punto de abrirse por completo.
Pero la fantasía no podía durar eternamente. Cuando se separaron, Steve creyó que la capacidad para respirar lo abandonaría junto con Alex.
No pudo evitar agarrarla de la mano en un último e inconsciente intento de evitar tamaño sacrificio. Ella se volvió hacia él; sus bonitos labios, todavía enrojecidos y ligeramente hinchados por el intenso beso que acababan de compartir, dibujaban una sonrisa esperanzada.
―Vuelve a mi lado. ―Fue todo lo que Steve fue capaz de decir―. Te estaré esperando.
Ella respondió con un suave cabeceo.
―Lo haré.
Con estas palabras, Alex desenlazó sus dedos de los de Steve y le dio la espalda, colocándose de nuevo frente al Zenit para reiniciar la conexión.
El soldado se mantuvo tras ella, observando en silencio el proceso, realizando su mayor esfuerzo por ignorar el terrible nudo que le atenazaba el pecho, haciendo oídos sordos de su instinto, que le gritaba que actuara, que la detuviera...
Minutos después, cuando todo pasó. Steve cayó en la cuenta de que, aun si hubiese cambiado de opinión, no habría tenido ocasión de evitarlo. Sucedió tan rápido que todavía dudaba de la cronología de los hechos.
En cuanto los iris de Alex se tornaron dorados, la línea de luz vertical que antes cortaba el aire terminó de expandirse, dando lugar a una especie de puerta triangular, situada mágicamente entre dos realidades... Porque mágico era la única palabra que Steve fue capaz de encontrar para describir lo que sus ojos presenciaron.
Alex tomó el Zenit en una mano, dio un paso adelante y cruzó al otro lado del portal. Por un segundo, Steve creyó apreciar que ella se giraría hacia él, tal vez para una última palabra de despedida...
Pero no pudo resolver la duda, porque en cuanto ella atravesó el portal, este se cerró a su espalda.
En el claro, donde antes había estado Alex, y en el corazón de Steve, tan solo quedó un inmenso vacío.
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Antes de nada, recomiendo encarecidamente que reproduzcais la canción de multimedia, expresa a la perfección los sentimientos de Steve al final de este capítulo, y es hermosa . Dejo el link aquí otra vez:
Yes, este es el último capítulo de Trojan, peeeero... todavía queda el epílogo, donde se resolverá todo lo que no se ha resuelto aún.
También estoy pensando en publicar un capítulo especial con Facts de Trojan, tanto canon como no canon. Es decir, cosas que sucedieron en la vida de Alex y los demás personajes, pero que no se han visto en la parte narrada de la historia (como anécdotas de su vida universitaria, de Liam etc) y datos de cosas que iban a aparecer en la historia, plot twist, personajes, escenas... que al final descarté. ¿Os gustaría que lo publicara?
No me voy a liar más, solo quiero deciros que muchas gracias por estar ahí, en serio, valoro muchísimo a cada uno de los lectores que os hacéis ver y me dais vuestro apoyo con esta historia. No exagero nada cuando digo que sin vosotros no habría llegado hasta este punto con Trojan. Sin vosotros, no habría terminado, es así.
Besos.
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