Cap. 22- Batalla final (I)


Una vez que los desgarradores gritos femeninos dejaron de inundar la sala, Marcus Milton aguardó otras dos horas para que sus científicos estabilizasen a la chica, y esta descansara un poco. Cuando consideró que ya había esperado más que suficiente, volvió a entrar en el laboratorio.

―¿Y bien? ―interrogó, sin andarse con rodeos.

Alexa estaba sentada en la misma silla reclinable que horas atrás, pero ahora ningún grillete la encadenaba. Aun así, permanecía inmóvil, con la espalda recta y la mirada ausente, mientras uno de sus hombres le examinaba la respuesta ocular con una linterna óptica y el otro registraba los resultados en el ordenador.

―El proceso ha sido un éxito, señor ―respondió el primero, guardándose la linterna en el bolsillo de la bata blanca.

―¿Y el tumor? ―Hiperión reprimió la mueca de victoria. No debía precipitarse, de poco le serviría que la chica fuese ahora una muñeca dispuesta a cumplir todas sus órdenes si el lavado de cerebro la había dejado tan débil que ni podría unir el Zenit.

―Le hemos inyectado el suero que usamos para detener la proliferación de células infectadas por el extremis en los mejorados ―explicó el mismo científico―. Ha funcionado según de lo esperado ―añadió, indicándole la pantalla del ordenador, donde se reflejaba un escáner cerebral de la joven―. Como ve, el tumor se ha paralizado completamente. Mientras dure el efecto, será como si no existiese.

Esta vez, el eterno se permitió la expresión triunfante.

―¿Y cuánto durará? ―quiso saber.

―Es imposible estimarlo con exactitud, calculamos que un par de días a lo sumo. Le hemos administrado una dosis muy elevada ―aclaró uno de los hombres.

―Perfecto ―Marcus se limitó a asentir. Sabía que, en cuanto el compuesto despareciese del organismo de la chica, la proliferación del tumor regresaría el doble de agresiva; probablemente a partir de ese instante ella no resistiría más que unas horas.

Con un poco de suerte, para entonces, su gente ya liberada sabría cómo curarla; los poderes y conocimiento de un eterno puro eran inmensurables. Sin embargo, si no se daba el caso, tampoco sería su problema, pues Alexa ya habría cumplido su función, ensamblar las cuatro partes del Zenit.

Todavía con la mueca de triunfo pintada en el semblante, se situó frente a la joven, quien le devolvió la mirada en silencio.

―Bienvenida, Trojan ―empezó él. Había considerado un detalle cínico, mordaz y deliciosamente satisfactorio rebautizarla para sus fines con el mismo sobrenombre que le habían dado aquellos que durante años la habían mantenido alejada de él.

Ella solo asintió en un gesto monótono.

―Tengo una misión para ti ―prosiguió el eterno―, ¿estás lista para recibir órdenes?

―Estoy lista.

El eterno se echó hacia atrás y se estiró cuan alto era, entusiasmado con el éxito del lavado de cerebro.

Sin embargo, antes de que pudiera recrearse más en su triunfo, uno de los agentes de comunicaciones entró en el laboratorio.

―Señor, el jet que desapareció hace unas horas ha regresado. Lo pilota el agente Black, y pide permiso para aterrizar.

Hiperión frunció el ceño. No se había molestado en comprobar cómo estaba Liam después de su discusión horas atrás, pero había dado por hecho que se quedaría en el cuartel, ya que no le había asignado ninguna misión. A no ser...

Se volvió hacia la chica, todavía sentada frente a él, esperando recibir instrucciones.

―Despliega tu percepción ―ordenó―. ¿A qué distancia se encuentra el jet?

Observó como ella cerraba los ojos tan solo un segundo.

―Diecisiete millas ―respondió con seguridad en cuanto volvió a abrirlos―. Pero no se trata de un único jet, le sigue otro a unas diez millas.

El eterno gruñó por lo bajo.

―El agente Black nos ha traicionado. Ha traído a los Vengadores ―masculló―. Soltad la artillería y derribad sus naves; preparad también a los mejorados y los autómatas, pero no los matéis. Quiero que esos cabrones sean testigo de su derrota ―agregó en tono mucho más quedo.

―Como ordene, señor ―acató el agente, a quien Hiperión ya no prestaba atención, pues había vuelto a dirigirse a la chica.

―Tú, ven conmigo ―ordenó, antes de encaminarse a la salida del laboratorio con ella detrás, no obstante, se volvió una última vez hacia sus hombres―. Pase lo pase, que nadie nos moleste, estaremos en el puente de mando con las piezas del Zenit. Colocad agentes en todas las entradas.

---

Después de toda una vida combatiendo villanos, luchando por los débiles y buscando hacer del mundo un lugar mejor, Steve Rogers reconocía un patrón. En cada conflicto, fuera cuál fuese, llegaba ese punto álgido donde todo lo acaecido hasta ese instante convergía inexorablemente. No importaban los pasos previos, las misiones intermedias, ni los esfuerzos de las partes enfrentadas... De un modo u otro, la batalla final siempre terminaba teniendo lugar.

Y, en ese momento, mientras sobrevolaban el encapotado cielo del estado de Luisiana en el mismo quinjet de HYDRA que Liam Black había robado para ir a buscarlos, supo que una nueva batalla final estaba a punto de suceder. Desconocía cuál sería el resultado, pero estaba seguro de que, lo que habían empezado al irrumpir en aquella fiesta de la hermandad de Alex unos dos meses atrás, llegaría hoy a su fin.

Se dio la vuelta, apartándose de los ventanales, y paseó la mirada por los miembros de su equipo. Todos se mantenían en silencio, con expresiones circunspectas y gestos de concentración, conscientes de la trascendencia del momento. Liam estaba frente a los controles de la nave y Wanda sentada tras él sin quitarle el ojo de encima, tal y como había prometido; Bruce, apartado en una esquina, preparándose mentalmente para dejar salir a Hulk en cuanto llegasen a su destino; y Thor y Tony situados frente a la rampa de salida, con su martillo y armadura listos para la batalla. El resto del equipo los seguía de cerca en uno de los quinjets de Stark.

―¿Te ha respondido el coronel Rhodes? ―quiso saber el soldado, acercándose a los dos hombres.

Tony asintió con la cabeza, por el momento, despojada de la máscara.

―Está de camino ―respondió. No le había costado conseguir la ayuda de su buen amigo. Una posible invasión alienígena era un asunto que sin duda merecía su atención. Además, Rhodey había conocido a Alex durante la fiesta de cumpleaños en la Torre, y sabía lo importante que ella era para él. No iba a fallarle en eso.

Thor observó el breve intercambio de palabras entre ambos hombres, y no pudo evitar que la frente se le arrugase con cierta angustia. Un terrible presentimiento le atenazaba las entrañas.

―Entramos en el espacio aéreo controlado por HYDRA ―informó Liam en ese momento.

Todos se acercaron a él. Steve apoyó la mano en el techo y se inclinó hacia delante, tratando de distinguir algo en la distancia, a pesar de la densa bruma y la escasez de luz previa al anochecer.

―Procede según lo planeado ―ordenó en dirección al inhumano.

Este asintió y, acto seguido, pulsó el interruptor que lo conectaba con el centro de comunicaciones de la base:

―Al habla agente Black, ¿me reciben? Solicito permiso para aterrizar en el hangar.

―Le recibimos, agente. Aguarde un momento.

Todos se mantuvieron en silencio mientras el familiar chasquido de la estática hacía eco en los altavoces de la nave.

―No me gusta ―rezongó Thor.

―Están tardando demasiado ―coincidió Wanda.

Antes de que ninguno pudiese añadir algo más, un silbido inundó sus oídos y un par de misiles ligeros aparecieron en su campo de visión. Liam no aguardó a que se acercasen más, tomó el mando de la artillería y disparó, derribando el primero, al tiempo que Steve abría la compuerta lateral, permitiendo que Tony y Thor volasen al exterior y se deshiciesen del segundo.

Vale, se acabó lo de entrar con discreción ―comentó el millonario, desde el interior de su armadura―. Intentaremos contenerlos para que podáis aterrizar...

Se interrumpió a sí mismo cuando vio a Hulk saltar por la compuerta y atrapar en el aire un tercer misil que había escapado a sus radares, y que ahora era destrozado por los puños del gigante verde.

―No, Stark. El grandullón y yo nos bastamos para ocuparnos de la artillería ―intervino Thor―. Tú ve con Rogers y los demás; rescatad a Alex.

―Tiene razón ―respondió Steve, analizando rápido la situación, todavía desde el interior de la nave―. Tony, te necesitamos con nosotros. Thor, Hulk y tú derribad los misiles y proteged el otro quinjet.

No había terminado de pronunciar la última frase cuando divisó a Falcon y a Vision en el cielo nublado, uniéndose al Dios del Trueno en la batalla aérea.

Estamos al tanto, Capitán ―dijo el androide―. Los mantendremos ocupados.

Steve asintió y, rápidamente, se dio la vuelta. Tomó una mochila de paracaídas y se la colocó a la espalda al tiempo que le lanzaba otra igual a Liam.

―¿Qué pretendes? ―inquirió el inhumano.

―Les dejaremos creer que nos han derribado ―explicó el aludido, esperando que de ese modo sus enemigos centrasen toda su atención en sus compañeros, y así ellos pudiesen infiltrarse en la base con mayor facilidad―. ¿Has saltado alguna vez?

El chico solo asintió, a la par que se ajustaba la mochila a la espalda.

―Bien. ―Steve activó el sistema de autodestrucción de la nave; en caso de que no se tragasen su engaño, al menos se llevarían un par de misiles por delante―. Wanda, conmigo.

Ella obedeció y se acercó al soldado, quien la abrazó por la cintura, para luego saltar juntos al vacío. Sabía que la sokoviana podía amortiguar la caída con sus poderes, pero no desde semejante altura. Sin embargo, conociéndola, estaba seguro de que en cuanto divisasen el suelo, sería ella quien lo llevaría a él.

Y no se equivocó.

Ambos tocaron la superficie en un aterrizaje perfecto; Liam no tardó en unirse a ellos, mientras que Tony ya se encontraba ahí, examinado a través de su tecnología las defensas del impresionante cuartel general que se alzaba ante ellos, semioculto por la maleza del pantano.

―La entrada oeste siempre es la menos vigilada ―informó el chico―. Os guiaré hasta allí. Lo más probable es que Alex siga en el laboratorio.

―Menos charla y más acción ―repuso Tony―. Vamos.

---

―No está aquí. ―El puño de la armadura de Iron Man impactó sobre la pared, dejando una profunda abolladura en el cemento.

Liam arrugó el entrecejo y cerró los ojos, abatido. Gracias a su conocimiento de la base, habían logrado llegar hasta el laboratorio sin demasiados contratiempos, pero su sorpresa había sido mayúscula cuando comprobaron que no había nadie dentro. Eso solo podía significar una cosa.

―Lo han hecho. ―Steve clavó una mirada cargada de rabia en la maquinaria ubicada alrededor de la silla reclinable―. Le han lavado el cerebro.

No creía que fuera posible sentir tanto odio por algo inanimado, pero así era. Ese dispositivo había destrozado la mente de Bucky llevándolo hasta el límite de la cordura, convirtiéndolo en una máquina de matar, causando que, a día de hoy, todavía no hubiese sido capaz de recuperarlo.

Primero su mejor amigo, y ahora la mujer que amaba... Era demasiado.

Cuando se enteró de que ella era un objetivo, semanas atrás, se prometió que la protegería. El miedo a que Alex tuviera que pasar por lo mismo que Bucky lo había llevado a comportarse de modo sobreprotector y autoritario, casi llegando a estropear lo que había entre ellos. Pero al parecer, hiciera lo que hiciera, HYDRA siempre terminaba dañando a las personas que más quería, y de la forma más retorcida. Estaba maldito.

Dejó de contenerse, y un alarido de cólera abandonó su garganta al mismo tiempo que con su escudo golpeaba la máquina repetidas veces, quebrando las pantallas de ordenador adosadas y fracturando todos los cables y cuadros de mandos, hasta que no quedaron más que escombros y un leve chisporroteo.

Wanda observó la acción desesperada de su compañero con una expresión apenada en el rostro.

―¿Habrá podido resistirlo? ―musitó.

Liam apretó la mandíbula; él había llegado a la misma fatídica cuestión. Horas atrás, Alex ya estaba en su límite; temía las consecuencias que el proceso de borrado de memoria podría haber acarreado en su ya dañado cerebro...

Sin embargo, la respuesta a esa pregunta se le presentó nítida en cuanto sus ojos recayeron sobre la mesa que tenía a su derecha, ocupada por diversas probetas vacías y un par de jeringuillas usadas.

―Está viva ―comentó en voz baja―, estoy seguro.

Los demás se volvieron hacia él.

―¿Cómo lo sabes? ―lo interrogó Tony sin disimular un deje tanto ansioso como esperanzado.

El inhumano señaló la mesa.

―Porque le han inyectado eso. Es el suero que usaban con los mejorados por extremis.

―¿Qué efecto tiene? ―quiso saber Steve.

En pocas palabras, Liam se apresuró a explicar la situación y las consecuencias médicas del compuesto. No tenían tiempo para andarse con rodeos.

―Tal vez nos beneficie. Si dura lo suficiente, podremos llevar a Alex con Strange antes de que su cuerpo lo metabolice ―reflexionó Stark en voz alta.

Ninguno comentó el hecho de que probablemente ella ya no querría ir con ellos de forma voluntaria. Ahora las prioridades eran evitar la invasión, salvarle la vida a Alex, y luego recuperar sus recuerdos... Si es que eso era posible.

Wanda apretó el brazo de Steve en un gesto ánimo.

―No pierdas la esperanza ―le susurró―. Quizás mis poderes puedan deshacer lo que hizo esa máquina.

Él le devolvió una expresión agradecida. Wanda era más que una buena amiga, siempre estaba atenta a los sentimientos de los demás... No podía derrumbarse delante de ella; no aún. Inspiró hondo, retomando así el control de la situación y de sí mismo.

―Tenemos que encontrarla ―apremió, algo más sereno―. Si no está aquí, ¿a dónde se la han podido llevar? ―inquirió en dirección a Liam.

El chico no necesitó más que un par de segundos para dar una respuesta.

―Con el Zenit, y si Hiperión pretende abrir el portal en el interior de la base, solo hay un lugar lo suficientemente amplio: el puente de mando.

Salieron del laboratorio y, con Liam en cabeza, se internaron por los laberínticos corredores del cuartel tratando de evitar en la medida de lo posible los encontronazos con mejorados de HYDRA. Aunque, por suerte, la mayor parte de sus enemigos estaban ocupados en los exteriores con los demás vengadores, War Machine y la Legión de Hierro.

Supieron que habían alcanzado su objetivo cuando, tras doblar una esquina, dieron con unas enormes puertas blindadas, custodiadas a ambos lados por un grupo de agentes mejorados.

―Cuento ocho ―murmuró Tony, todavía semioculto―. Podemos con ellos ―añadió, dando un paso al frente.

El Capitán quiso retenerlo. Si llamaban demasiado la atención en unos minutos no serían ocho, sino ochenta... Pero Tony no pensaba con sensatez y Steve no podía culparlo. Así que, una vez que Iron Man lanzó la primera descarga, él se le unió, al igual que Wanda y Liam.

En pocos minutos, aunque tras un considerable esfuerzo, lograron dejar a los vigilantes fuera de combate. A continuación, Liam introdujo el código de acceso en el panel adyacente a las compuertas, y estas se apartaron a los lados, permitiéndoles el acceso a un gigantesco pabellón.

A pesar de la impresionante parafernalia tecnológica y armamentística que ocupaba la estancia, lo primero que captó la atención de los vengadores fue la figura de Alex: sola, dándoles la espalda, y en pie frente a una vitrina metálica sobre la cual flotaban las cuatro partes del Zenit.

Las manos de la joven, ubicadas a ambos lados del estandarte, irradiaban una especie de energía grisácea, como electricidad, que poco a poco iba acercando las piezas entre sí. Solo unos milímetros restaban antes del completo ensamblaje.

―¡Alex, detente! ―gritó Steve.

―Es tarde ―Wanda ahogó un gemido.

Las piezas encajaron ante sus miradas de impotencia, formando una perfecta pirámide cuadrangular que, durante un instante, se elevó en el aire como por arte de magia, emanando un potente haz de luz dorada que los obligó a protegerse los ojos con las manos.

Cuando todo regresó a la normalidad, el Zenit, reconstruido, reposaba sobre la vitrina sin semejar más que un indefenso y bello adorno.

Pero eso no era lo único que había cambiado. Un solitario aplauso se escuchó en el fondo opuesto del pabellón un instante antes de que la silueta de Marcus Milton se hiciera visible entre las sombras.

―Bien hecho, querida ―se regocijó el eterno, llegando a la altura de la tecnópata.

Como si no fuera más que una muñeca, Hiperión tomó a Alex por los hombros y la obligó a girarse, dejándola de cara a sus excompañeros.

En los ojos de la chica, teñidos de dorado, no quedaba rastro del brillo jovial que la caracterizaba; estaban vacíos y ausentes, al igual que la expresión que le cubría el rostro.

―Vas a pagar por esto. ―Tony, furioso, puso en marcha los propulsores de su traje, dispuesto a abalanzarse sobre el alienígena.

Pero antes de que pudiera avanzar, Hiperión ya había apretado el hombro de Alex, quien en respuesta, alzó una mano apuntando a su progenitor.

Como consecuencia a la orden mental de la joven, la armadura de Iron Man, con él dentro, salió disparada hacia la pared contraria.

―¡Tony! ―Steve fue hacia él.

―Estoy bien ―respondió el aludido, sin ser capaz de disimular un deje de dolor. Había quedado encajado en el cemento, y atrapado dentro de su propio traje―. Pero no puedo moverme, está bloqueando mis sistemas ―jadeó.

―Te sacaremos de ahí. ―El soldado apretó los puños.

―No te molestes. ―Hiperión alzó la voz. Una de sus manos seguía aferrando el hombro de la chica, mientras en la otra sostenía el Zenit, que, gracias a Alex, ya estaba listo para ser activado en cualquier momento.

Steve, Wanda y Liam intercambiaron una mirada de preocupación.

―Esto ha ido demasiado lejos, Marcus. ―El inhumano dio un paso adelante, tratando de sonar conciliador; no porque pensase que serviría de algo, sino porque necesitaban ganar tiempo―. Todavía puedes detenerlo.

―Lo lamento, Liam. Perdiste el derecho a opinar en cuanto cambiaste a HYDRA, tu familia, por los Vengadores ―repuso el aludido, entre dientes.

Le molestaba la traición de su, ahora, ex protegido. A lo largo de su prolongada vida en pocas ocasiones se había permitido establecer vínculos; ese chico había sido una de las escasas excepciones...

Pero ya no importaba. Había triunfado, el Zenit reparado estaba en sus manos, un solo gesto le bastaba para traer a su gente de vuelta. No pensaba dejarse llevar por las ridículas emociones de su parte humana.

―Trojan. ―Miró a la chica―. Ya sabes qué hacer.

Alex alzó ambas manos, provocando que todas las armas repartidas por el pabellón apuntasen en la dirección de los vengadores. Al mismo tiempo, un grupo de androides de HYDRA, hasta entonces en modo hibernación, quedaron activados y, acompasados a los gestos de la joven, se colocaron tras ella como fieles guardaespaldas.

―Veréis, podría acabar con vosotros yo mismo ―dijo Hiperión mientras todo sucedía―, pero es más divertido dejar que lo haga ella ―sentenció, cargado de cinismo―. No te contengas, querida ―añadió, para luego apartarse del centro de la sala, dispuesto a disfrutar del espectáculo desde una posición privilegiada.

―¡Liam, protege a Tony! ―ordenó Steve, tan solo un segundo antes de que Alex diera la primera orden mental a su ejército tecnológico.

Y así, un infierno de disparos y descargas de energía se desató en el pabellón.

---

Clint saltó hacia atrás, esquivando de milagro la llamarada que acababa de lanzarle uno de los mejorados a los que se enfrentaban.

―¿Es que nunca se cansan? ―comentó con la respiración agitada, a la par que colocaba otra flecha en su arco y la disparaba contra un grupo de robots voladores que atosigaban a Falcon.

En cuanto el proyectil impactó en el objetivo, una nube de nitrógeno líquido congeló los circuitos de los autómatas contenidos dentro del perímetro.

―Gracias, colega ―señaló Sam desde las alturas, donde luchaba mano a mano con Vision, Thor y War Machine.

La batalla estaba teniendo lugar a escasos metros de la entrada principal de la base. Desde que habían aterrizado un buen rato atrás, no habían dejado de llegarles oleadas de mejorados y autómatas. Por suerte, gracias a la presencia de la Legión de Hierro, no eran tan inferiores en número.

En cualquier caso, ese era el plan; mientras ellos siguieran armando escándalo y atrayendo la atención, sus amigos lo tendrían más fácil en el interior para recuperar a Alex y el Zenit. O, al menos, eso esperaban.

―Creía que con Hulk las batallas eran coser y cantar ―intervino Rhodey.

Un rugido por parte del gigante verde, mientras desmembraba a tres androides, respondió al comentario del coronel.

―Hulk ayuda mucho ―contestó Natasha―, pero los demás también trabajamos ―añadió, saltando sobre los hombros de un autómata para arrancarle la cabeza con un giro de rodillas.

Tras esto, dio una voltereta hacia atrás, quedando de nuevo en pie sobre el suelo. Se tomó un instante para analizar la situación a su alrededor. Algo no terminaba de cuadrarle, sospechaba que sus enemigos no atacaban sin ton ni son. Ocultaban una estrategia.

Alzó la mirada al cielo, sus compañeros volaban casi por encima de su cabeza, y los que luchaban en tierra estaban muy cerca de ella. De manera inconsciente e impulsados por los ataques incesantes de HYDRA habían ido formando un círculo donde se protegían la espalda unos a otros.

Y entonces lo comprendió. Los estaban obligando a replegarse, como a ratas en un cepo.

―¡Separaos! ¡Es una trampa! ―avisó.

Pero no llegó a tiempo. Antes de que la última palabra abandonase sus labios, desde los ventanales del cuartel asomó un cañón diferente a cualquier cosa que hubiese visto antes. Una especie de rayo azulado se liberó desde el interior y dio de lleno sobre su posición, acertando en todos y cada uno de los vengadores.

---

Liam se colocó delante de Tony, que seguía atrapado dentro de su armadura, justo a tiempo de evitar que el primer impacto recayera sobre el millonario.

Mientras el inhumano mantenía la posición y retenía la energía, para luego volver a lanzarla contra los robots una y otra vez, Wanda y Steve ya se habían enzarzado en sus respectivos duelos.

Sin embargo, cada vez que lograban destrozar un autómata, este era reconstruido al instante por los poderes de Alex, haciendo que la lucha semejase interminable... por no mencionar la artillería que continuamente disparaba sobre ellos desde cada esquina del pabellón.

Sin dejar de defenderse, Steve examinó la situación, tratando de pensar con la cabeza fría: Hiperión se había retirado a una especie de balcón aislado del campo de batalla por un cristal blindado. Desde ahí se limitaba a observarlos con una mueca de diversión, y con el Zenit bien sujeto en una mano.

¿Por qué aún no lo había activado?

Steve no lograba dar con una explicación coherente. Aunque tampoco le sorprendía, por lo poco que había observado del semi eterno, no creía que la coherencia fuese una de sus virtudes. Hiperión era tremendamente poderoso, sí, pero actuaba por rencor, guiado únicamente por sus impulsos y el deseo de venganza. Probablemente solo quisiese verlos destruirse entre ellos antes de dar el golpe definitivo.

Fuera cómo fuese, debían arrebatarle el Zenit mientras todavía estuviesen a tiempo. Sin embargo, no lo lograrían si Alex continuaba atacándolos... Detestaba la idea de enfrentarse a ella, pero de algún modo tenían que pararla.

Tras asestar un certero puñetazo en el reactor central del último robot que pretendía derribarlo, Steve corrió hacia la chica. No se detuvo hasta ubicarse frente a ella, a menos de un metro de distancia.

―Alex... ―pronunció su nombre al tiempo que se colocaba el escudo a la espalda y alzaba las manos en un gesto de paz―. Por favor, escúchame, tienes que reaccionar.

Durante el efímero instante en que sus miradas se cruzaron, Steve creyó que ella lo reconocería. En el fondo todavía mantenía la esperanza de que lo que sentían el uno por el otro fuese más fuerte que lo que le habían hecho en el cerebro...

―¿Quién es Alex?

Pero estaba equivocado.

Las palabras de la joven fueron para él una puñalada en el corazón. Un sudor frío le recorrió la nuca, unido a una terrible sensación de déjà vu; aun así, tragó en seco y dio otro paso hacia ella. No estaba dispuesto a darla por perdida, no se rendiría...

Pero, antes de que pudiera decir nada más, la voz de Hiperión sonó a través de la megafonía, haciendo eco en cada pared de la enorme estancia.

Acaba con él, Trojan, es tu misión, no acepto fracasos.

Steve lanzó su escudo contra los altavoces ubicados en el techo, pero ya era tarde. La orden del eterno penetró en la dañada mente de Alex, provocando que ella se lanzara sobre él con el puño en alto.

El soldado fue capaz de reaccionar a tiempo de retener el golpe con una mano, mientras recogía su escudo con la otra. Dio una vuelta sobre sí mismo, colocándose a espaldas de la joven, sin llegar a soltarla.

―¡Wanda, ahora! ―gritó, tratando de mantenerla inmovilizada, algo nada sencillo, puesto que Alex forcejeaba con todas sus fuerzas y, a diferencia de él, ella no temía hacerle daño.

Liam se apartó de Tony solo un segundo para cubrir a la sokoviana y permitir que ella pudiera acercarse a la posición de Steve.

Sin perder un instante, Wanda trató de meterse en la cabeza de Alex, pero sus poderes enseguida chocaron contra las impenetrables defensas mentales de la chica.

―¡Mierda! ―Chasqueó la lengua―. No puedo acceder a su mente si no baja sus barreras ―informó, desesperada.

Alex aprovechó el momento de confusión para conectarse telepáticamente con los peculiares cañones ubicados a espaldas de la sokoviana, que fue la primera en recibir el impacto del rayo azulado. Liam no tardó en caer detrás.

Steve observó perplejo a sus dos compañeros quedar completamente paralizados a causa de la energía proyectada desde el cañón, una especie de red galvánica que ahora envolvía sus cuerpos de pies a cabeza, de forma especialmente agresiva en el inhumano. ¡¿Qué demonios era eso?!

No pudo darle más vueltas. Siguiendo las órdenes mentales de Alex, el cañón giró de nuevo sobre su eje, y esta vez apuntó en su dirección.

Dio un salto hacia atrás, esquivando el impacto en el último segundo, pero en el acto se vio obligado a liberar a Alex, que de nuevo saltó sobre él, asestándole una potente patada en el estómago.

Steve se llevó las manos a la zona dolorida. Antes de que pudiera alzar la cabeza, ella ya había vuelto a atacarlo. A este golpe le siguió otro, luego otro más, y otro...

Soportó estoicamente la paliza. Alex atacaba de forma automática y despiadada, satisfaciendo con cada impacto la locura vengativa del eterno que los observaba desde su privilegiado palco.

―¿Por qué no te defiendes? ―resolló ella tras varios minutos de incesante apaleamiento. Tenía la respiración agitada, y una mueca de confusión comenzaba a asomar en su semblante.

―No voy a luchar contra ti ―respondió Steve alzando las manos en un gesto de rendición, a pesar del dolor que atenazaba cada fibra de su cuerpo.

―¿Por qué?―insistió ella, ahora en tono casi impaciente.

Steve llenó sus pulmones de aire y dio un paso adelante, recortando la distancia entre ellos.

―Porque te quiero ―susurró―. Nunca te haría daño intencionadamente, Alex.

En las facciones de la joven, Steve pudo apreciar la dolorosa disonancia que esa confesión había provocado.

Ella se llevó ambas manos a las sienes y sacudió la cabeza, como queriendo vaciar su mente de todo el veneno que la contaminaba... Steve la observó angustiado y, al mismo tiempo, admirado de su fortaleza. Simplemente era demasiado: el tumor, el lavado de cerebro, el desmedido uso de sus poderes, el compuesto que le habían inyectado y, ahora, sus palabras... Era sorprendente que Alex aún siguiese en pie.

Tras unos instantes de vacilación e incertidumbre, ella volvió a alzar la mirada. Steve se mordió la lengua, sintiéndose culpable de la expresión de auténtico dolor que ensombrecía ese rostro que él tanto adoraba.

―¡Deja de llamarme así! ―Ella volvió a abalanzarse sobre él. Y, de nuevo, Steve no se defendió―. Mi nombre es Trojan ―siseó.

La espalda del supersoldado colisionó contra el pavimento tras una contundente llave realizada por la chica. Ambos terminaron en el suelo, él recostado boca arriba y ella encima, aprisionándolo entre sus piernas, para enseguida comenzar a golpearlo repetidas veces en el rostro.

―Debo... ―Puñetazo― ... acabar... ―Golpe― ... contigo.

Jadeando, Alex se dispuso a noquearlo definitivamente, pero las manos de Steve atraparon sus muñecas en el aire, reteniéndola a escasos centímetros de su rostro.

―No vas a hacerlo ―susurró él, sin dejar que ella se alejara―. No vas a hacerlo porque sé que en el fondo no quieres ―resolló.

»Eres Alexa Stark, cuando tomas una decisión nadie puede obligarte a hacer lo contrario, ni siquiera una estúpida máquina ―continuó, mirándola fijamente―. Eres terriblemente cabezota y orgullosa, pero, sobre todo, fuerte, mucho más de lo que crees... ―añadió, antes de que su garganta se contrajese en un acceso de tos debido a los golpes recibidos en la caja torácica―. No vas a hacerme daño...

En ese instante, cuando su voz se extinguió, Steve juraría que un par de lágrimas se derramaron desde los ojos de Alex, mojando su rostro, justo por debajo del de ella. Por un segundo, habría jurado que sus iris regresaron a su tono castaño natural y que una expresión de reconocimiento empezaba a asomar en su semblante...

Pero entonces, una descarga de energía impactó a escasa distancia del lugar donde ambos seguían tendidos, poniendo un fin abrupto a ese momento casi mágico.

―Suficiente ―rugió Milton, que acababa de descender desde su palco.

Sin miramientos, el eterno tomó a Alex de un brazo y separó a la pareja con brusquedad, para luego disparar él mismo el cañón paralizante sobre Steve. El supersoldado dejó escapar un jadeo de dolor e impotencia, pero no pudo hacer nada más.

A continuación, Hiperión se volvió hacia la chica, que permanecía en pie, completamente desconcertada, como si su mente no fuese capaz de asimilar el choque emocional contra las órdenes preestablecidas.

―Me has fallado, Trojan ―siseó, cabreado―. Y no soporto que me fallen.

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Well, well, well... que esto se acaba amores 🙈

He decido dividir este capítulo, porque no era plan de meteros 10.000 palabras de golpe. Pero ya tengo la segunda parte bastante avanzada, maybe podré subirla el finde. Si no, la semana que viene como muy tarde 😉

Oficialmente quedan un capítulo y el epílogo para el The end.

En este ha predominado la acción (no se me da muy bien escribirla, pero juro que cuando terminé de editarlo tenía la sensación de acabar de correr una maratón. Algún día mejoraré, I promise), y ya en el próximo vienen los momentos emotivos, o eso espero reflejar.

Btw, ¿soy la única que adora la relación de Steve con Wanda? Y no lo digo por los pocos momentos que tienen en esta historia, sino en general, por las pelis 😋

No me voy a enrollar más, que siempre termino escribiendo notas kilométricas.

Muchas gracias por leer 💙💙

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