Cap. 21- Cambio de lealtades

En cuanto los dedos de Liam entraron en contacto con su cabello, Alex torció el cuello, poniendo entre ella y el chico toda la distancia que los grilletes permitían.

―No vuelvas a tocarme ―siseó, tensando la mandíbula. ¿Qué se creía?, ¿qué, por contarle su triste historia, caería rendida a sus pies de nuevo?

Tal vez una parte de ella sintiera lástima por él, no lo negaba; pero otra, la mayor parte, solo se sentía asquerosamente traicionada y utilizada.

―Alex... ―Él sacudió la cabeza, dolido, pero no pudo añadir nada más, pues en ese instante la puerta del laboratorio se abrió, dejando paso a Hiperión y cuatro de sus hombres.

―Se acabó el tiempo. ―El eterno se situó frente a la chica―. Y bien, preciosa, ¿qué has decido? ―Se inclinó hacia delante, lo justo para tomarla del mentón y forzarla a mirarlo a los ojos―. Nos ayudarás quieras o no. Tú eliges el camino, ¿fácil, o difícil?

Ella le sostuvo la mirada, pero no se molestó en disimular lo mucho que le repugnaba el tacto de ese hombre. Liam no era más que un crío estúpido, iluso y manipulado, pero Marcus Milton estaba loco; lo veía en sus ojos. A él poco le importaba la ficticia paz mundial que traerían los suyos... No, lo único que motivaba a ese hombre era el rencor y la venganza. Más de mil años siendo el último de su especie, persiguiendo un mismo e inalcanzable objetivo se habían llevado la poca cordura que en algún momento pudo albergar.

―Noticias frescas, machote, no soy una chica fácil ―respondió ella.

Él la soltó y dio un paso atrás, con una mueca divertida en el rostro.

―Esperaba que dijeras eso ―contestó, para después volverse hacia sus hombres―. Preparadla ―ordenó.

Dos soldados empujaron a Alex por los hombros, recostándola del todo sobre la silla reclinable. Detrás de Hiperión, Liam apretó los puños, viendo con impotencia como uno de los científicos encendía las pantallas adosadas al recalibrador cerebral, mientras el otro ajustaba las dos piezas del semicasco a la cabeza de la chica.

Milton captó la expresión de frustración de su protegido y le posó una mano en el hombro. Luego volvió la vista hacia sus hombres, que esperaban confirmación para dar comienzo al proceso.

―Última oportunidad, pequeña ―tanteó Hiperión, más por Liam que porque creyese que la chica fuese a cambiar de opinión.

―Vete al infierno ―respondió ella, sin devolverle la mirada.

―Muy bien. ―El eterno ni se inmutó ante el tono despectivo de la chica―. Adelante, caballeros.

Alex cerró los ojos, preparándose mentalmente para lo que estaba a punto de suceder. El dolor físico no era ninguna novedad para ella, mucho menos después de las últimas semanas... No obstante, cuando las primeras descargas atacaron su cerebro, creyó que moriría.

―Algo va mal, señor ―intervino uno de los científicos, tras echar un vistazo a los monitores del recalibrador.

―¿Qué ocurre? ―Hiperión frunció el ceño.

―La máquina no está funcionando bien ―agregó el otro, en un tono que denotaba confusión.

―Arregladlo ―ordenó el eterno bruscamente. Después de todo lo que había esperado para llegar hasta ese momento, no pensaba rendirse por un fallo técnico―. ¡A qué esperáis, joder!

Los dos técnicos se pusieron manos a la obra. Liam observó como examinaban cada mecanismo y cable de la máquina en busca del origen del problema. Pronto, ambos hombres empezaron a intercambiar miradas de puro miedo. Decepcionar a Hiperión no era una opción.

―El recalibrador no tiene ningún fallo, señor ―se atrevió a decir uno de ellos, con cierto temblor en la voz―. No sé qué sucede, pero no es la máquina...

Frente a ellos, la joven seguía con los ojos cerrados, el pecho le subía y bajaba demasiado aprisa, como si le costase respirar... Entonces Liam lo comprendió. Era ella, Alex estaba usando sus poderes para anular el recalibrador.

Por desgracia, no fue el único en darse cuenta. A su lado, Hiperión tampoco tardó en atar cabos.

―¡Mierda! Es la tecnópata ―masculló―. Subid la potencia.

Liam lo miró con un gesto casi de súplica, pero esta vez su mentor lo ignoró.

En respuesta a la orden, los científicos programaron un considerable incremento de la corriente eléctrica que alimentaba a la máquina.

―Es demasiado ―repuso Liam, preocupado.

―Lo soportará, es más fuerte de lo que crees ―respondió el eterno, acariciándose la barba en un ademan inescrutable―. Yo la creé. Sé hasta dónde puede llegar ―agregó con voz queda.

Apenas terminó de hablar, los monitores de la máquina comenzaron a parpadear de forma errática, al igual que las luces de la estancia y, a juzgar por el murmullo de desconcierto que llegaba a través de la puerta, de toda la base.

Entonces, Alex separó los párpados abruptamente, y todos los presentes boquearon admirados ante el increíble tono dorado que revestía sus iris, más brillantes que nunca.

Pese a la belleza casi hipnótica de esos ojos, la atención de Liam recayó en el gesto de puro dolor que cubría el rostro de la chica, así como en el hilo de sangre que comenzaba a resbalarle desde ambos oídos.

―¡Marcus! La va a matar ―intervino, al tiempo que daba un paso adelante, dispuesto a detener la máquina.

A una señal del eterno, los dos soldados que habían entrado con él lo agarraron por los brazos, reteniéndolo en el sitio.

―No me pongas a prueba, chico ―lo reprendió Hiperión―. Sabes que te aprecio, pero estamos ante la culminación del trabajo de toda una vida, no es momento para mostrarse débil. ―Le palmeó la espalda de modo condescendiente y, de nuevo, se volvió hacia los técnicos―. Subidla más ―ordenó.

―Señor, es peligroso ―repuso uno de ellos―. Si la chica sigue luchando por controlar la máquina, tanta potencia podría sobrecargarla...

―Entonces tendrá que dejar de luchar ―bisbiseó el líder―. Ya me habéis oído, ¡subidla!

Antes de que el científico tuviera ocasión de obedecer, de la garganta de Alex asomó un grito desgarrador, al que enseguida acompañó una lluvia de chispas procedentes de las lámparas fluorescentes instaladas en el techo.

Todos los hombres de la sala se cubrieron el rostro con los brazos para protegerse y, tras unos segundos de auténtico caos, la luz artificial se extinguió en toda la base.

A través de la pequeña claraboya ubicada en una de las paredes del laboratorio todavía se filtraba el leve reflejo de la luna llena. A Liam le bastó esa suave iluminación para fijar la vista en Alex, cuyo cuerpo reposaba completamente laxo sobre la silla reclinable.

Sin esperar órdenes, el chico se apartó de los agentes que antes lo habían sujetado, y se acercó a ella con paso vacilante, asustado de lo que pudiera averiguar. Apretando los dientes con rabia contenida ignoró el fino reguero de sangre que manchaba el cuello de la joven, y le posó dos dedos sobre la carótida para tomarle el pulso.

Un silencio casi absoluto se había adueñado de la estancia. Además del latido desbocado de su propio corazón, lo único que Liam podía escuchar eran las respiraciones agitadas de sus compañeros y superior, quienes lo observaban expectantes, aguardando su veredicto...

―¿Está...? ―Hiperión arqueó las cejas.

―Está viva ―respondió Liam al fin, volviendo a respirar con normalidad. Por un segundo se había temido lo peor―. Pero su pulso es muy débil.

El eterno dejó escapar un suspiro de alivio antes de dirigirse a sus científicos.

―¿Ha funcionado? ―quiso saber.

Uno de los técnicos se dispuso a reiniciar la máquina, que se había desconectado junto con todos los sistemas tecnológicos de la base, mientras, el otro se acercó al otro lado de la joven para quitarle el casco de neuroelectrodos.

―El proceso no se ha completado, señor ―respondió el primero, tras echar un vistazo a los resultados de los monitores que acababa de encender―. La tecnópata sobrecargó los sistemas antes del recalibrado cognitivo.

Liam alzó la cabeza, y miró a los dos hombres con una expresión de recelo.

―¿Qué significa eso?

―Ha evitado que le lavásemos el cerebro ―explicó el otro técnico―. Pero solo por el momento. Ha gastado mucha energía, dudo mucho que pueda volver a hacerlo. Con un par de sesiones más, no recordará nada que no queramos que recuerde ―agregó, en dirección a Hiperión.

―Pero tendremos que esperar, el recalibrador ha sufrido daños graves, tardaremos unas horas en repararlo ―informó el otro técnico.

El eterno se cruzó de brazos y, durante unos segundos, permaneció en silencio, con la mirada clavada en el cuerpo inconsciente de la chica.

―Arreglad la máquina y reiniciad el proceso ―dictaminó tras ese breve lapso de duda.

Liam todavía seguía al lado de Alex, sus dedos acariciaban con suavidad el cabello de la joven, sin embargo, en cuanto escuchó las palabras de Milton, se detuvo y se acercó a él.

―Marcus, tiene un maldito tumor cerebral. Si seguimos forzando su mente, no sobrevivirá ―protestó, ya sin molestarse en ocultar el tono de indignación y rabia―. Tenemos que detener esto, ya.

El interpelado alzó el mentón y enarcó una ceja.

―¿Me estás desafiando, Liam?

―Te estoy aconsejando, como siempre he hecho ―repuso el chico―. La necesitamos viva y consciente, no convertida en un vegetal, ¿no lo ves?

El eterno dejó escapar una risa irónica e hizo un gesto de mano a sus soldados.

―Acompañad al agente Black a sus dependencias ―ordenó, para luego volverse hacia su protegido―. Lo siento, chico, pero te has implicado más de lo debido, ya no eres objetivo con la misión.

Liam esbozó una expresión de perplejidad.

―¡No, no puedes apartarme! ―exclamó, furioso―. Es mi misión. He sido yo quien ha estado con ella los últimos dos años...

―Perdonaré esta insubordinación porque hasta ahora siempre has cumplido ―lo cortó Hiperión fríamente―. Pero, a partir de este momento, quedas relegado de todo lo que tenga que ver con Alexa. Lleváoslo ―agregó, en dirección a sus subordinados.

Los dos hombres se acercaron a Liam, pero esta vez el inhumano se zafó del agarre con un simple movimiento.

―No será necesario, conozco el camino ―dijo, entre dientes, para luego avanzar hacia la puerta. Sin embargo, en el último instante inspiró hondo, tratando de calmarse y se volvió hacia Hiperión―. Espero que sepas lo que haces.

El eterno se limitó a responder con un cabeceo seco antes de darle la espalda.

Liam abandonó el laboratorio con paso firme, ignorando las miradas de curiosidad de los agentes que se cruzaban en su camino. No fue hasta que estuvo solo en uno de los tétricos pasillos de la base, que se permitió descargar la tremenda frustración que durante las últimas horas lo había acompañado. Con toda la rabia contenida, golpeó la pared, en un puñetazo tras otro, a cada cual más agresivo.

Cuando dejó de sentir los nudillos, apoyó la espalda contra el muro de cemento y resbaló hasta el suelo. Una vez sentado, hundió la cara entre sus manos... ¿Qué estaba haciendo?

Alex era buena e inocente, no podía permitir que todo lo que él adoraba de ella desapareciese. Si Hiperión estaba dispuesto a sacrificarla a ella, que era esencial para la causa, ¿qué lo detendría una vez logrado su objetivo?, y ¿los demás eternos?, ¿también ejercerían su supuesta protección a base de sacrificios? Pero, sobre todo, ¿qué garantía tenía de que de verdad fuesen como Marcus había prometido?

Y si, en lugar de ayudar a traer a una raza de salvadores, había dedicado su vida a colaborar para darle la bienvenida a un puñado de locos y todopoderosos opresores...

Empezaba a cuestionarse todo aquello que desde siempre lo había impulsado a seguir adelante... y dolía, no físicamente, sino en el alma; era un dolor emocional que parecía desgarrarlo desde dentro. La culpa, el recuerdo de cada acción atroz que había cometido en justificación de un bien mayor...

Cuantas más vueltas le daba, una sola idea se alzaba victoriosa en su mente; no quería vivir en un mundo en el que Alex no estuviese, o en el que ella no fuese ella.

Tenía que rescatarla, pero no podría hacerlo solo, no rodeado de toda HYDRA y con Hiperión sospechando que su lealtad empezaba a flaquear. No le dejarían acercarse a ella hasta que el lavado de cerebro se hubiese completado.

Solo le quedaba una opción; pedir ayuda.

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El centro de comunicaciones del Complejo de los Vengadores rebosaba actividad como pocas veces antes. Nada más recibir la noticia del secuestro, Nick Fury había enviado a Maria Hill, junto con diez de sus mejores agentes rastreadores.

La tensión en el ambiente era tal que casi podía cortarse con un cuchillo, los activos de SHIELD apenas pestañeaban frente a las pantallas de ordenador, a través de las cuales trataban de localizar cualquier señal de la ubicación de Alex y el Zenit.

En lo mismo se afanaban Natasha, Clint, Sam y Steve.

―¿Nada? ―quiso saber el Capitán, en contacto por radio con Thor, quien había salido volando tras la batalla en los jardines, con la vaga esperanza de dar alcance al jet en el que suponían que Liam habría huido.

El rastro se pierde a unos trescientos kilómetros al oeste ―informó el asgardiano―. Lo he intentado, pero no hay modo de recuperarlo.

Steve percibió la frustración en el tono de su compañero. La misma que él experimentaba desde hacía varias horas... Aun así, trató de sonar firme cuando respondió:

―Está bien, Thor, regresa al Complejo ―pidió―. Seguiremos desde aquí.

Todos en la sala eran conscientes de la situación de alerta máxima a la que se enfrentaban. Debían encontrar a Alex antes de que Hiperión la forzase a abrir el portal, o pronto se las verían con otra invasión alienígena.

―Vamos, señoritas. ―Maria Hill, cruzada de brazos y en constante comunicación con Fury, monitoreaba el trabajo de sus agentes―. Necesitamos coordenadas, ya.

Fue en ese instante cuando las puertas se abrieron de golpe, dejando paso a un alterado Tony Stark, acompañado de Bruce Banner. Ambos habían tratado de hacer funcionar los rastreadores de energía extraterrestre fabricados por Alex, pero sin ella sería un trabajo de varios días... Y no disponían de ese tiempo.

―¡Ocho horas! ―exclamó el millonario en dirección a la agente Hill―, ¡ocho jodidas horas y todavía no tienen nada!

Esta se volvió para responder, pero Clint, situado al lado de Natasha, se adelantó:

―Tony, intenta tranquilizarte.

―¿Tranquilizarme? ―El aludido sacudió la cabeza, perplejo―. Dijeron que localizarían a Alex en unos minutos si les dejaba usar nuestros equipos. ―Señaló a los miembros de SHIELD―. ¡Han pasado ocho horas! ―repitió―, ¿sois conscientes de todo lo que han podido hacerle en este tiempo?

―Tony. ―Steve se acercó a su amigo, pero este le lanzó una mirada de advertencia.

―No, Rogers, no digas nada. ―El millonario interpuso una mano entre ambos―. Tenías que ponerla a salvo, dijiste que la pondrías a salvo...

El esfuerzo de Stark para que la voz no se le rompiese fue evidente para todos los presentes.

Steve sintió una punzada en el pecho y apretó los labios en una fina línea; sabía que las palabras de Tony no estaban dichas con intención de hacer daño, sino que eran fruto de la angustia y la desesperación, pero, aun así, no podía evitar coincidir en cierta medida. Tenía que haber reaccionado mucho antes, tenía que haberse quedado con ella...

―Eso no era necesario, Tony ―le susurró Bruce Banner.

El aludido exhaló un suspiro y se pasó una mano por el pelo.

―Lo sé ―aceptó, tras tomar aire con dificultad―. Lo siento, anciano ―añadió mirando a Steve―. Es solo que, en este momento Alex tendría estar en el hospital, en la operación que iba a salvarle la vida... y, en cambio...

―La encontraremos. ―Steve asintió con convicción y le palmeó el hombro a su amigo―. La rescataremos, se someterá a esa operación, y se pondrá bien ―concluyó. No estaba dispuesto a asumir ningún otro desenlace para todo eso. Ya había perdido demasiado a lo largo de su vida, no pensaba perderla a ella también.

Tony le devolvió una mirada cargada de gratitud. Lo necesitaba, necesitaba que alguien le asegurase que Alex saldría sana y salva de todo eso. Todavía le quedaban muchas cosas por vivir con ella, mucho tiempo por recuperar como padre.

A duras penas había logrado sobreponerse al ataque de ansiedad que amenazó con derribarlo al enterarse de que su hija había sido capturada por HYDRA. Durante las últimas horas había tratado de mantener la calma, porque tenía que pensar con la cabeza fría si quería rescatarla. Pero el tiempo avanzaba, y aún no sabían a dónde se la podrían haber llevado.

A cada minuto que transcurría sin noticias, el corazón le iba más deprisa y el aire parecía entrar con mayor dificultad en sus pulmones. Necesitaba saber algo de ella, ya...

Y como si sus pensamientos fuesen proféticos, una de las alarmas del Complejo estalló, enseguida interrumpida por la voz de Vision a través de los altavoces.

Señor Stark, hemos cogido a un intruso en la zona sur de los exteriores.

―¿Intruso? ―Maria Hill enarcó una ceja. Solo alguien con muy poco que perder se arriesgaría a colarse en las instalaciones de los Vengadores en plena crisis.

Es Liam ―confirmó Wanda―. Tenemos a Liam, y está solo.

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―Entonces, aclaremos un par de cosas. ―Tony apoyó las manos sobre la mesa de interrogatorios y clavó la mirada en el chico sentado frente a él.

»Has engañado a Alex durante dos años, aprovechándote de que ella no sabía quién eras en realidad, simulas tu propio secuestro y, como no sale bien, dejas que tus compañeros te den una paliza para colarnos que eres una víctima, te rescatamos; nos traicionas, drogas a mi hija, la secuestras y se la entregas en bandeja al loco de tu jefe para que juegue con su cerebro y la convierta en su máquina de abrir portales alienígenas... ―El tono de voz del millonario iba ascendiendo a medida que hablaba―. Y ahora se supone que tenemos que confiar en ti, ¿por? ―Crispó los puños, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no descargarlos con toda la ira contenida en la cara del chico.

Liam no se inmutó.

―Os dije que no era de fiar ―rezongó Thor, en pie entre Steve y Tony.

Ese muchacho le había resultado sospechoso desde la primera vez que lo había visto, sin embargo, no se había entrometido porque Alexa parecía feliz a su lado y confiaba en él... Si tan solo hubiera hecho caso a su instinto, se habrían ahorrado muchos problemas.

De nuevo, Liam hizo caso omiso del tono despectivo del asgardiano y paseó la mirada por los tres hombres que se habían encerrado con él en la sala de interrogatorios. Se detuvo en el Capitán América, probablemente el que menos soportaba, pero, a la vez, su mejor oportunidad de ser escuchado, puesto que Thor gruñía cada vez que él abría la boca, y Stark estaba demasiado alterado como para atender a razones.

Steve Rogers era el único que aparentaba mantener la compostura. Tenía los brazos cruzados y una expresión circunspecta que apenas disimulaba la tensión de su mandíbula y el furioso brillo de sus ojos.

Liam inspiró y exhaló despacio antes de hablar.

―Todos queremos lo mismo: salvar a Alex e impedir una catástrofe ―empezó―. Sé que me equivoqué. Ninguno de vosotros me odia más de lo que ya me odio a mí mismo ―confesó, apretando los dientes para mantener el tono neutro―. Sin embargo, eso ahora no importa. Puedo ayudaros, puedo llevaros hasta la base, pero jugamos a contrarreloj, si no nos damos prisa, el tiempo que ha ganado Alex al sobrecargar los sistemas eléctricos del cuartel no habrá servido de nada ―explicó―. Es ahora o nunca.

Steve soltó aire por la nariz; a continuación, sin apartar la vista del inhumano, pulsó un interruptor sobre la mesa, y la puerta de la sala de interrogatorios se abrió, dejando paso a Wanda Maximoff.

―¿Lo has escuchado? ―inquirió el supersoldado.

Ella asintió.

―Dice la verdad ―sentenció.

Liam no reaccionó. Era de esperar que hubiesen usado a la mejorada para leerle la mente y constatar que no mentía. No era agradable saber que alguien había estado hurgando en su intimidad, pero dadas las circunstancias, incluso lo agradecía. Así acelerarían las cosas.

―Que quede algo claro ―Steve retomó la palabra―. No confío en ti.

―Ninguno lo hacemos ―completó Thor, entre dientes.

El supersoldado indicó su acuerdo con el asgardiano mediante un cabeceo, y volvió a mirar al chico.

―¿Dónde está el cuartel de Hiperión? ―lo interrogó.

―En el mismo lugar dónde empezó todo para mí ―respondió Liam, sin dudarlo un segundo―. En los pantanos de Luisiana, cerca de Nueva Orleans. Podemos llegar en menos de una hora en quinjet.

―¿Podemos? ―Tony chasqueó la lengua―. Tú no vienes, chaval.

―¡Me necesitáis! ―repuso él, expresando algo de emoción por primera vez desde que lo habían encerrado ahí―. Marcus tiene todo un ejército de mejorados a su disposición, a estas alturas no sería de extrañar que nos esté esperando. Yo puedo luchar, ya lo habéis visto.

Tony enarcó una ceja. Casi había olvidado el tema de las habilidades del chico. Steve y Thor se lo habían comentado, pero en aquel momento estaba tan aturdido por la noticia de la desaparición de Alex que apenas había prestado atención.

―¿Qué puedes hacer? ―quiso saber.

―Puedo reflejar cualquier descarga o poder físico empleado contra mí. ―Liam le devolvió una mirada indiferente―. De entre todos vosotros, la única que podría hacerme daño con sus habilidades es ella ―señaló a Wanda.

―Genial, gracias por decirnos tu punto débil. ―Tony aplaudió―. Espero que seas más listo cuando nos enfrentemos a tus compañeros.

―Ex compañeros ―puntualizó Liam, chasqueando la lengua. Acto seguido exhaló un suspiro―. Escuchadme, quiero ayudar, lo digo en serio.

Steve colocó ambas manos en la hebilla del cinturón de su traje.

―Wanda, te quedarás cerca de él ―pidió―. A la mínima sospecha de que planea traicionarnos, le fríes el cerebro.

―Será un placer. ―Asintió la mejorada, dirigiéndole al chico una mirada amenazante.

Liam se encogió de hombros; estaba dispuesto a asumir el riesgo. Se mantuvo en silencio mientras el Capitán América le quitaba las esposas.

―Preparad el quinjet, e informad a Hill de que ya tenemos coordenadas ―ordenó el supersoldado a través de su intercomunicador―. Si lo que dice es cierto, necesitaremos refuerzos ―añadió, mirando a Tony.

―Le mandaré las coordenadas a Rhodey para que nos siga con la Legión de Hierro ―asintió el millonario.

―Bien. ―Steve inspiró hondo―. Vamos a rescatar a Alex.

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Hello corazones míos.

No sé qué os habrá parecido este capitúlo, es un poco la "calma" previa a la end battle xD, pero aun así creo que la primera escena tiene bastante tensión. Me siento mal porque esto se acaba, y le he cogido demasiado cariño a Alex, Steve, Tony, hasta a Liam 🙈

Que, a todo esto, hace poco me he dado cuenta de que los leísteis el prólogo de Eternity, ya sabéis cómo va a terminar Trojan, por lo menos en lo relativo al Zenit y el portal 😅 such a big spoiler he colado

Anyway, espero que os guste. Estos últimos capítulos los estoy escribiendo un poco apurada porque casi no tengo tiempo, y creo que se nota bastante en la redacción y el desarrollo, me da rabia, pero es que no puedo dedicarle más (de hecho, debería dejar de escribir durante una larga temporada), pero como ya dije alguna vez, me he propuesto terminar esta historia. Luego ya veré qué hago con mi vida. 🤷🏻

Muchas gracias por estar ahí, os amo mucho 😘

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