Cap. 20 - Liam Black
Liam no soltó el cuerpo de Alex en ningún momento. Todavía sujetándola con un brazo, se llevó la otra mano a la oreja izquierda, donde engarzó un diminuto dispositivo. Tras un segundo de interferencias, la línea de comunicación cifrada que había estado usando los últimos días para ponerse en contacto con HYDRA volvió a activarse.
―Agente Black al habla. Tengo a la chica y las piezas ―informó―. Estoy preparado para la extracción.
―Recibido. Los señuelos ya están sobre el terreno ―respondió una voz al otro lado del canal―. Diríjase al cuadrante norte, el jet estará listo para partir. Buen trabajo, agente.
El chico no dijo nada más. Guardó las piezas del Zenit en el bolsillo de la cazadora y, con un simple gesto, se cargó el cuerpo de Alex al hombro. Era fuerte, más que cualquier humano normal, y esa ni siquiera era la habilidad por la que Hiperión lo consideraba su mejor activo.
Inspiró hondo una última vez, tomando conciencia de lo que estaba a punto de hacer, y salió del laboratorio. Conocía bien el camino, Alex se lo había mostrado varias veces, y en los últimos días había tenido tiempo de sobra para memorizar todos los corredores y atajos del Complejo. No le costó salir al exterior sin ser detectado.
No fue hasta después de internarse en la zona boscosa que rodeaba las instalaciones, cuando las alarmas de seguridad estallaron. Liam aceleró el paso, logrando llegar al punto de encuentro establecido en el momento exacto en el que un pequeño jet de alta velocidad de HYDRA aterrizaba frente a él.
―¿Por qué están sonando las alarmas? ―lo interrogó el agente que acababa de desplegar la rampa de acceso. Otros dos, contando al piloto, aguardaban órdenes en el interior del avión―. ¿Nos han descubierto?
Sin modificar el gesto inexpresivo que desde minutos atrás cubría su semblante, Liam negó con la cabeza. Nadie lo había visto salir..., pero no descartaba que ya se hubieran percatado de la ausencia de Alex o del Zenit.
―Aunque salgamos ahora nos darán alcance ―intervino otro de los agentes de HYDRA―. Los señuelos no podrán retener a los Vengadores lo suficiente.
Liam dejó a Alex sobre el asiento del copiloto y le abrochó el cinturón, luego, sin detenerse, sacó las piezas y las guardó en una caja junto a la consola de control de la nave.
―Llevadlos a la base ―ordenó, señalando a la chica y el Zenit―. Yo me encargo de los Vengadores.
―A Hiperión no le gustará que modifiquemos el plan ―repuso uno de los agentes.
Liam le devolvió una mirada fulminante, suficiente para que el hombre bajase la cabeza.
―Me reuniré con vosotros en la base ―sentenció el rubio, al tiempo que se apeaba del jet―. Ahora marchaos.
El piloto se limitó a asentir y obedecer las órdenes. Nadie en su sano juicio se opondría a un mandato del agente Black, el favorito del líder.
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Cuando las alarmas rompieron la calma de la noche, Steve fue de los primeros en reaccionar, salió de su despacho a toda prisa y corrió hacia su cuarto para coger el escudo mientras se colocaba un intercomunicador para contactar con Natasha, Tony y Wanda.
―FRIDAY, informe ―inquirió, a la par que abría de un golpe la puerta de su habitación.
―Alerta de intromisión en los exteriores, se acercan al menos tres decenas de unidades robóticas con el sello de HYDRA ―informó la voz de la IA.
―Ponme con Stark ―ordenó el Capitán, al tiempo que se ajustaba el escudo a la espalda.
No tuvo que pedirlo dos veces, se escuchó una especie de chasquido electrónico y la voz del millonario llegó a sus oídos.
―Tony, tenemos proble...
―Liam está con HYDRA ―lo interrumpió el hombre al otro lado de la línea, sin molestarse en ocultar un deje de ansiedad―. He sido yo quien le ha ordenado a FRIDAY que activase la alarma.
Durante un fugaz segundo, Steve se quedó petrificado con las manos en las correas de su traje.
―¿Cómo?
―Emma Frost acaba de confirmarlo, no miente ―aclaró Tony, apresuradamente―. Rogers tienes que...
―La pondré a salvo ―se adelantó Steve, sabiendo perfectamente lo que su amigo estaba a punto de pedirle―. Apresuraos, necesitaremos refuerzos. Liam no es el único problema. HYDRA nos ha localizado, han enviado sus señuelos robóticos.
―Estamos de camino ―escuchó decir a Tony antes de cortar.
Steve salió al pasillo. Clint y Sam ya estaban fuera de sus cuartos, ajustándose a toda prisa la parafernalia de sus trajes.
―¿HYDRA? ―aventuró el arquero.
El soldado asintió.
―Liam está con ellos ―informó, tratando de mantener la cabeza fría. Los dos hombres le devolvieron una mueca de desconcierto―. Voy a por Alex. Barton, avisa a Thor y a Banner, me temo que es un código verde ―pidió, para luego volverse hacia Sam.
―El Zenit. ―Falcon se anticipó a la orden del Capitán―. Yo me encargo.
Sin decir una palabra más, los tres se separaron, cada uno corriendo en una dirección distinta. Segundos más tarde, Steve abrió la puerta de la habitación de Alex, solo para confirmar su peor temor: la chica no estaba ahí.
―Capitán, estoy en el laboratorio, han abierto la cámara acorazada ―la voz de Sam llegó a sus oídos a través del intercomunicador―, también he encontrado un dardo sedante en el suelo, y está vacío ―añadió, en tono de preocupación―. Steve creo que...
―Se ha llevado a Alex y las piezas ―completó el soldado, apretando los puños―. ¡A los exteriores todos! ―ordenó.
Las alarmas se habían activado apenas unos minutos atrás, Liam no podía haber llegado muy lejos. Tomó aire y, de nuevo, echó a correr, deseando con todas sus fuerzas que no fuese demasiado tarde.
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Los terrenos que rodeaban el Complejo ya se habían convertido en el escenario de una batalla campal.
Steve barrió el espacio con la mirada; sus compañeros destrozaban sin descanso unidades robóticas equipadas con las mejores armas de HYDRA, pero eso no era lo peor; FRIDAY había calculado mal, no era una treintena de autómatas lo que los asaltaba, sino más, muchísimos más.
Maldijo para sí mismo. Liam habría revelado su ubicación. ¡Dios! ¿Cómo no lo habían visto antes? Habían permitido que el enemigo campase a sus anchas por su casa.
―FRIDAY infórmame de cualquier vehículo que pretenda alejarse de las instalaciones ―ordenó. Estaba convencido de que toda esa vorágine no era más que una distracción... por desgracia, una distracción que no podía permitirse ignorar.
Saltó sobre el droide más próximo y lo partió por la mitad con su escudo. Siguió avanzando, sin dejar de destruir enemigos, pero, sobre todo, atento a su alrededor, tratando desesperadamente de localizar cualquier señal de Alex o de Liam.
Fue entonces cuando divisó al chico surgir solo de entre la arboleda. No lo pensó dos veces antes de ir hacia él.
Liam lo vio venir a tiempo de colocarse en posición de ataque. Los entrenamientos con la Viuda Negra solo habían sido otra pantomima para él, sabía defenderse, y muy bien.
Aun así, esquivó por los pelos el primer golpe del Capitán América, que parecía fuera de sí, muy distinto al Steve Rogers correcto y estoico que lo había traído al Complejo días atrás.
A ese primer lance siguieron muchos más. Steve no pudo reprimir la sorpresa ante la potencia del chico; respondía a sus golpes exactamente con la misma fuerza que él, ni más ni menos, siempre la misma. Era desconcertante.
―¿Dónde está? ―inquirió el soldado, clavándole una mirada cargada de resentimiento―. ¿A dónde la has llevado? ―agregó, apretando los puños y la mandíbula.
Liam dobló las rodillas y tomó aire. Se habían detenido un instante; apenas un metro de distancia separaba a un rubio del otro. A su alrededor, activos de HYDRA y vengadores luchaban sin descanso, pero ni la tensión de la batalla era comparable a la que flotaba entre ambos.
―Ya no está aquí ―respondió el aludido con aparente neutralidad―. Dejadlo estar. Alexa debe cumplir su destino. Nadie tiene porqué salir herido. Ella no lo querría.
Steve esbozó una expresión incrédula.
―Ella estaba dispuesta a perderlo todo por ti ―le recriminó entre dientes―, ¿y tú se lo pagas así?
Una risa cínica, sin el menor rastro de diversión, interrumpió las palabras del Capitán.
―No fui yo quien la hizo llorar las últimas semanas ―contestó―. A diferencia de ti, yo nunca le he hecho daño. Cuidaba de ella mucho antes de que tú repararas en que existía. No creas que puedes usarla contra mí, la conozco mucho mejor que tú ―sentenció, por primera vez sin molestarse en camuflar el rechazo que le provocaba el teóricamente perfecto Capitán América. Había visto a Alex sufrir por culpa de ese hombre. Él no era nadie para reclamarle una supuesta traición...
Sin embargo, tarde, se percató de que había caído en el juego del soldado; el Capitán pretendía distraerlo.
A una señal de Rogers, Thor descendió desde el cielo, descargando sobre él una ráfaga de electricidad dirigida desde su martillo. No pretendían derribarlo, solo aturdirlo y capturarlo hasta la llegada de Tony y compañía. Necesitaban a Wanda para que se metiera en la mente del chico y le sacase la información sobre el paradero de Alex y las piezas.
Pero el rayo no tuvo el efecto esperado; dio de lleno sobre el cuerpo de Liam, sin embargo, no lo derribó. Steve y Thor observaron boquiabiertos como la electricidad serpenteaba armoniosamente alrededor del chico, hasta que, finalmente, se concentró en sus manos y desapareció.
―¡Por Odín! ―Thor negó con la cabeza, atónito―. ¿Qué ha sido eso?
―No deberíais haberlo hecho. ―Liam los miró con indiferencia. A continuación, alzó las manos y el mismo rayo que antes había impactado sobre él se liberó desde sus palmas en forma de ráfaga.
Se escuchó un alarido de dolor, pero ni el supersoldado ni el Dios del Trueno fueron los artífices del sonido.
―¡Tíos, tengo problemas!
Steve reaccionó a la voz de Sam. Alzó la mirada al cielo; su amigo había sido el blanco del ataque eléctrico, y ahora caía en picado a toda velocidad. Ambos vengadores corrieron a socorrerlo. Steve lanzó su escudo contra un par de robots que pretendían aprovechar la desventaja de Falcon, mientras que Thor voló para atraparlo por un brazo cuando apenas unos centímetros lo separaban del suelo.
Superada la fugaz crisis, Steve no se demoró en buscar a Liam de nuevo. Examinó toda la zona, e incluso se adentró en la espesura del bosque que colindaba el Complejo.
Pero el chico ya no estaba. Había desaparecido.
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Lo primero que percibió al recuperar la consciencia fue el frío tacto de unos grilletes en torno a sus muñecas y tobillos. Entonces, lo sucedido en el laboratorio con Liam regresó a su mente, acompañado de una punzante jaqueca.
―Señor, está despertando.
Una desconocida voz masculina llegó a sus embotados oídos, pero Alex no se sintió preparada para abrir los ojos. Por un instante, deseó aferrarse a la ridícula idea de que todo eso no era más que una horrible pesadilla; imaginó que estaba tumbada en su cómoda cama del Complejo, que Liam seguía siendo el mismo buenazo de siempre, que no la había traicionado...
Pero la realidad era muy diferente. Con todo el pesar del mundo, separó los párpados, encontrándose a sí misma encadenada y semirreclinada sobre una especie de silla como las de las clínicas dentales..., como si los dentistas no fuesen ya bastante aterradores.
Parpadeó varias veces, tratando de acostumbrarse a la cegadora claridad de la estancia que, a juzgar por la pinta, debía de ser alguna clase de laboratorio militar.
Cuando al fin fue capaz de enfocar la vista, distinguió las figuras de seis hombres, repartidos por todo el aséptico espacio. Dos de ellos vestían batas de laboratorio, otros dos eran soldados armados hasta los dientes, y los dos últimos... Alex tensó la mandíbula, presa de la rabia: Marcus Milton y Liam, uno al lado del otro. El primero observándola con una asquerosa mueca de triunfo, el segundo evitando su mirada a toda costa.
―Bienvenida a tu hogar, pequeña. ―El eterno esbozó una sonrisa torcida―. Te dije que tarde o temprano regresarías para cumplir con tu cometido.
Alex nunca antes había sentido semejantes ganas de patear a alguien.
―Pues para llamarlo mi hogar no haces que me sienta muy cómoda ―respondió sarcásticamente―. ¿O acaso todos aquí se esposan a una silla para dormir?
Hiperión dejó escapar una carcajada y miró a Liam:
―Tenías razón, la niña tiene chispa. Entiendo que te hayas encariñado con ella.
Liam alzó el rostro y miró a la chica. La expresión que le dedicó era tan fría que parecía imposible albergar emoción alguna, no obstante, el brillo de sus ojos distaba mucho de encajar con toda esa indiferencia. De algún modo, Alex se sintió más desconcertada que asustada.
Sacudió la cabeza y volvió a centrarse en el eterno.
―¿Encariñarse? ―bufó, casi con indignación―. Menuda forma de demostrar el cariño.
Liam intentó hablar, pero Milton se le adelantó.
―Todo el mundo fuera ―ordenó en dirección a sus acólitos. A continuación, se volvió hacia el rubio y le posó una mano en el hombro―. Quince minutos. Luego empezaremos con el proceso.
―No será necesario, puedo convencerla ―repuso Liam, provocando que Alex arrugara la frente, confusa.
―Inténtalo ―aceptó el eterno, encogiéndose de hombros―. Pero si no entra en razón continuaremos según lo planeado. ―Dicho esto, miró a la joven―. Yo que tú escucharía lo que él te diga. Es lo mejor para ti, y para todos.
Tras estas palabras, Hiperión y sus hombres abandonaron la estancia, dejando a Alex y Liam a solas.
Ella se limitó a torcer el rostro. Se moría por hacerle mil preguntas, gritarle, incluso golpearle. Le costaba demasiado creer lo que estaba sucediendo... ¡Es que era Liam! Siempre tan bueno con ella, tan preocupado, tan generoso... ¿De verdad era posible que todo lo habido entre ellos no fuese más que una mentira...?
Ante la actitud esquiva de la chica, él tomó aire y se pasó una mano por el pelo. Acto seguido, agarró una silla y tomó asiento frente a ella. Durante varios segundos se miraron en silencio, como queriendo adivinar los pensamientos del contrario, pero entonces Alex no aguantó más y soltó un bufido. La paciencia nunca había sido una de sus virtudes.
―Esto tiene gracia ―resopló ella―. Cuando te conté todos mis secretos en el hospital me sorprendió que reaccionases tan bien. Ahora veo por qué. Siempre lo supiste, ¿verdad?
El chico asintió y se echó hacia delante, apoyando los codos en las rodillas.
―Sí, lo sabía ―admitió―. Pero eso no cambia nada, Alex. A pesar de las mentiras, fuiste la primera persona con la que me sentí yo mismo, la única con la que he conectado... ―Inspiró hondo―. No queremos hacerte daño, eres muy importante para nosotros, para la causa...
―¿La causa? ―Alex habría soltado una carcajada de no ser por el dolor de cabeza―. No te ofendas si no me lo trago, Liam, si es que ese es tu nombre.
―Es mi nombre. ―Él asintió―. Pero mi apellido no es Carver, sino Black. ―Chasqueó la lengua y volvió a mirarla―. Te diré toda la verdad, tú solo escúchame. Después decide si quieres creerme o no. Pero necesito que sepas por qué estoy haciendo esto.
Ella puso los ojos en blanco en un intento de disimular su genuina curiosidad. Pese a todo, creía haber conocido a ese chico; habían compartido muchísimo juntos, de algún modo seguía ocupando un espacio en su corazón. Necesitaba respuestas para pasar página... Si es que salía viva de eso.
―Por si no te has dado cuenta, no es que pueda ir a ninguna parte ―respondió, señalando con la mirada los grilletes que la mantenían inmovilizada en la silla―. Soy toda oídos ―agregó, con una deliberada nota sarcástica.
Liam se puso en pie. Le resultaba difícil quedarse quieto, tal vez con otros agentes pudiese alardear de frialdad e indiferencia, pero con Alex no. Con ella todo era diferente.
Cruzó los brazos y paseó la mirada por la estancia, como buscando entre el instrumental tecnológico y químico la forma más adecuada de empezar a contar su historia... Pero ¿a quién pretendía engañar? No existía una forma adecuada.
―Verás, no recuerdo mucho de mi infancia ―habló al fin―, perdí a mi hermana y a mis padres cuando apenas tenía tres años, y supongo que eso me marcó para siempre.
Alex entrecerró los ojos y suspiró. No quería sentir compasión por él, pero no podía evitarlo. Se golpeó mentalmente por ello.
―Es una tragedia ―admitió―, pero no justifica que te unas a una organización terrorista e intentes dominar el mundo, lo sabes, ¿no?
―Esto que tú llamas organización terrorista fue mi salvación, Alex, mi hogar. ¿De verdad piensas que SHIELD es mejor que HYDRA? ―Exhaló un suspiro―. Mi familia no murió en un accidente, o por una enfermedad. Fue SHIELD, ellos me lo quitaron todo.
Alex arqueó las cejas, presa del desconcierto.
―No, eso no tiene sentido. SHIELD no haría algo así.
Una risa triste y cansada escapó de los labios del chico.
―Ojalá pudiera darte la razón. ―Caminó hasta la pared opuesta y apoyó la espalda―. Mi padre era un inhumano, igual que yo ―suspiró―. ¿Has oído hablar de los míos?
Ella tragó saliva y asintió despacio. Definitivamente, eso era lo último que esperaba.
―Humanos modificados genéticamente por los Kree ―acotó, recordando sus lecciones en SHIELD y también el contenido de los archivos del Zenit―. El gen inhumano permanece inactivo en vosotros hasta que pasáis por la terragénesis...
―Exacto. ―Liam cruzó los brazos sobre el pecho―. Mi familia ha dirigido desde hace generaciones una pequeña comunidad de inhumanos en Nueva Orleans. Eran pacíficos, no hacían daño a nadie. Cada cierto tiempo, cuando mi padre consideraba que uno de ellos estaba preparado se le permitía pasar por la terragénesis para que desarrollase sus habilidades. ―Pese a que apenas tenía recuerdos de aquella época, aún le resultaba difícil hablar de ello, reflexionar sobre la vida que podría haber tenido, la vida que sin contemplaciones le fue arrebatada.
»Pero hay cosas que son imposibles de predecir. El último inhumano que pasó por el ritual no reaccionó bien al cambio; perdió el control de sí mismo y de su habilidad, piroquinesis. Entonces SHIELD decidió meter las narices en nuestros asuntos, quisieron reducir al inhumano sin comprenderlo, lo acorralaron y causaron un desastre mayor. Fue un caos, el poder del hombre estalló y mató a doce personas; mi madre y mi hermana entre ellos ―murmuró, apretando la mandíbula para que no le temblase la voz―. Al final, fue mi padre quien tuvo que poner fin a la vida de su compañero... Y cómo si perder a su familia y verse obligado a matar a un amigo no fuese ya castigo suficiente, fue arrestado. Los bestias de SHIELD no comprendían nuestra naturaleza, nuestras tradiciones; lo acusaron de jugar con la genética humana, dijeron que por sus experimentos con la terragénesis ese hombre se convirtió en un asesino. Mi padre falleció en prisión al poco tiempo, supongo que fue demasiado para él, no pudo soportarlo.
Alex lo miró de hito en hito, impactada por el relato que estaba escuchando.
―No te pido que creas ciegamente lo que te estoy diciendo ―continuó Liam, acercándose de nuevo a la silla que había dejado frente a la chica―. Está todo en los archivos de SHIELD, podrás comprobarlo por ti misma cuando salgas de aquí.
«Si es que salgo», se repitió ella mentalmente. Para luego sacudir la cabeza y recomponerse.
―¿Qué pasó contigo? ―inquirió, olvidando por un momento su precaria situación. Necesitaba saber toda la verdad―. Si solo tenías tres años cuando todo eso sucedió, ¿cómo terminaste siendo parte de HYDRA?
Liam apoyó las manos sobre el respaldo de la silla, pero permaneció en pie.
―Marcus se enteró de lo sucedido. Sabía que los inhumanos estamos relacionados con los Kree y fue a investigar por si encontraba algo relacionado con el Zenit, pero cuando llegó al edifico en el que vivíamos solo me encontró a mí, escondido en el ático. Pudo haberme dejado ahí, abandonado a mi suerte, pero me llevó con él y me acogió ―explicó―. Sé que al principio solo le llamé la atención como cobaya para probar su pieza del Zenit. Era un crío con el gen inhumano, el sujeto perfecto. Fui su primer éxito, y tú el segundo ―agregó―. Después de que la pieza funcionase conmigo, comenzaron a usarla en Emma Frost, que por aquel entonces colaboraba con él.
―¿Experimentó contigo y aun así lo idolatras? ―Alex sacudió la cabeza, perpleja.
―Me hizo un favor. Los inhumanos nos sentimos incompletos hasta que nuestro poder se activa. Todos los cristales terrígenos se habían perdido en el accidente, si Marcus no hubiera usado el Zenit conmigo, me habría pasado la vida a la deriva.
―¡Y si no hubiese funcionado!
―Yo ya lo había perdido todo. ―Liam chasqueó la lengua―. Él me dio la oportunidad de renacer, no solo me dio mis poderes, me enseñó a controlarlos para que algún día pudiera vengarme por lo sucedido con mi familia.
―¿En serio? ―Los ojos de Alex brillaron con decepción―. ¿Todo esto es por venganza?
―No, no he dicho eso. ―respondió él suavemente, sin perder la calma―. Es cierto que la venganza fue lo único a lo que me aferré durante mis entrenamientos cuando era niño, pero cuando cumplí trece, Marcus me contó la historia de los eternos, y enseguida supe que quería formar parte de esa causa ―admitió, con un deje de orgullo―. ¿No lo ves, Alex? Si los eternos siguiesen aquí, nos habrían protegido. Todos los dotados como nosotros, inhumanos, mutantes, mejorados..., no tendríamos que escondernos; aprenderíamos a manejar nuestras habilidades sin miedo, con los medios y el apoyo adecuados. ―De repente bajó la voz―. No sucederían desastres como el que terminó con mi familia. El mundo sería un lugar más seguro.
―Es una locura. ―Alex negó. Lo que ella sabía sobre los eternos distaba mucho de esa versión.
Liam sacudió la cabeza con resignación, como si ya se hubiese esperado esa respuesta.
―Yo nunca he trabajado a ciegas, Alex. Siempre he sabido cual era el fin de cada una de mis misiones, ¿puedes decir lo mismo de SHIELD? ―Vio como ella separaba los labios para responder, pero algo la retuvo, vaciló, y esa fue respuesta más que suficiente para él―. No me sorprende. Fury siempre ha sido adicto a eso de compartimentar información. Por eso tardamos años en encontrarte.
Ella bajó la mirada. Quería odiarlo, pero más que nada sentía rabia consigo misma, y una tremenda frustración por haber sido tan estúpida y confiada... Por haber olvidado todo su entrenamiento como espía nada más dejar SHIELD y haber caído en los brazos del primer chico que dijo quererla.
―Entonces nunca hubo nada entre nosotros. Solo te acercaste a mí por la tecnopatía.
―Me acerqué a ti porque eras mi misión. ―Liam asintió, al tiempo que rodeaba la silla para volver a sentarse―. Pero lo que hubo entre nosotros no fue una mentira, Alex. Yo conocía tu historia, y era tan parecida a la mía... A los dos nos arrancaron de nuestras familias y nos criaron como armas. La única diferencia entre tú y yo, es que a mí nunca me engañaron, yo creía en lo que defendía, mientras que tú solo seguías órdenes y deseabas dejar esa vida. Sé que si te quedaste en SHIELD hasta su caída fue porque te sentías en deuda con ellos, no porque estuvieras de acuerdo con todo lo que hacían. ―Hizo una breve pausa, invitándola a rebatir sus argumentos, pero ella se limitó a sostenerle la mirada en silencio.
Liam asintió para sí mismo y continuó:
―Me sentí conectado a ti desde el primer instante en el que te vi en aquella fiesta universitaria. Nunca he tenido que fingir mi cariño por ti, ni una sola vez ―confesó, esperando de verdad que Alex percibiese la sinceridad en sus palabras.
Para alguien como que él, educado desde niño por y para un fin mayor, todo lo demás semejaban meras distracciones. Antes de Alex, nunca se había permitido tener nada con nadie si eso no redundaba en beneficio de sus misiones. Pero con ella todo había sido diferente, tal vez no fuese amor como tal, realmente no creía ser capaz de reconocer el amor aunque lo tuviese delante de sus narices... Pero la quería, a su manera la quería. La conexión entre ambos había sido inmediata, y después de conocerla, le resultó imposible no encariñarse. Durante los dos años que estuvo a su lado hubo días en los que llegó a olvidar que su relación era parte de una misión, días en los que llegó a sentirse como un universitario normal, que vivía la vida sin preocupaciones, acompañado de la chica que lo hacía feliz.
Alex miró al techo mientras se mordía el interior de la mejilla, luchando para contener un sollozo... o un grito, o una pataleta. Ni siquiera sabía lo que necesitaba para desahogarse.
―Lo que no entiendo es porque lo prolongaste dos años enteros ―murmuró, volviendo a mirarlo―. Si ya me habíais localizado, ¿por qué no intentaste traerme aquí antes?
―Mientras no hubiese señales del resto del Zenit, no había motivo para no dejarte vivir tranquila, aunque debía mantenerme cerca tuya, por si acaso. No eres fácil de rastrear ―respondió él―. Pero cuando los Vengadores encontraron la primera pieza hace unos meses, recibí ordenes de filtrarles tu posición. Me dolió tener que separarme de ti para dejarte con ellos, pero era mi deber...
Ella reprimió un sonido ahogado.
―¡Fuiste tú! ―apretó los dientes―. ¡Oh Dios! ―Ahora todo encajaba. HYDRA, Liam e Hiperión habían movido los hilos desde el principio. Esta vez Alex no se contuvo y soltó un grito de frustración―. Dejastéis que los Vengadores me localizasen para que les ayudara a hacer el trabajo sucio buscando las piezas, y... ¡el atentado en el estadio de los Yankees!
―Os habíais estancado. ―Liam apartó la mirada un segundo, no se sentía orgulloso de eso. Sin embargo, algunos sacrificios eran necesarios en pos de un bien mayor―. Necesitabais un empujón para acelerar la búsqueda ―explicó―. Cuando supimos que ya teníais las tres piezas fingimos mi secuestro. La idea era que tú misma vinieras a nosotros con el Zenit, pero los Vengadores se cargaron el plan.
―Oh Dios mío. ―La chica se mordió el labio inferior, presa de los nervios. No sabía si quería seguir escuchando. De repente los grilletes le apretaban más que antes, y podía escuchar el latido de su propio corazón estallándole en los oídos. Nunca antes se había sentido tan manipulada y, sobre todo, utilizada. Había caído en todas sus trampas como una estúpida.
―Yo estaba al mando durante el intercambio. La máscara que usó Romanoff no bastó para engañarme, era imposible que lo hiciera. Desde el primer momento supe que no eras tú ―continuó Liam, dominado por un ataque de sinceridad. Necesitaba soltarlo todo de una vez―. Tuve que improvisar, dejé que creyeran que me habían rescatado y, aunque perdí algunos hombres, mereció la pena, porque conservé vuestra confianza. ―Hundió los hombros, como si de verdad le pesasen sus actos.
En ese momento algo chocó en la mente de Alex. Una disonancia en ese plan perfecto.
―Pero si fuimos tan estúpidos como para fiarnos de ti desde que llegaste, ¿por qué esperaste casi dos semanas para terminar lo que empezaste? ―preguntó, a la par que trataba de controlar su respiración. Por su propio bien debía calmarse y mantener la cabeza fría... Por muy difícil que le resultara.
El rostro de Liam se ensombreció.
―Antes de llegar al Complejo no sabía lo de tu enfermedad ―respondió, sin vacilar un segundo. No mentía, en cuanto se había enterado del estado de la chica se había puesto en contacto con Hiperión para informarle de que no ejecutaría el plan hasta que Banner pudiese aplicarle la cura que estaba desarrollando.
Al eterno no le había hecho la menor gracia, pero finalmente había accedido, por Liam, y porque necesitan a la chica en forma para unir las cuatro piezas del Zenit.
El auténtico problema llegó después de la visita al Doctor Strange, cuando se enteraron de que, para superar el tumor, Alex debía renunciar a la tecnopatía... En ese momento Liam creyó que se le venía el mundo encima. Tuvo una fuerte discusión con el eterno, estuvo incluso a punto de desertar de la causa que desde niño había perseguido, todo por no poner en riesgo la vida de su ex novia.
Pero al final, Marcus le hizo entrar en razón. Si el Zenit había causado el problema, el Zenit lo solucionaría. Lo usarían para sanar a Alex después de que ella lo reconstruyese.
Alex suspiró de nuevo, agotada. Creía que si averiguaba algo más, el cerebro le estallaría, y no precisamente por culpa del glioma. Sin embargo, tenía que hacer una última pregunta.
―¿Por qué me estás contando todo esto? ―inquirió, casi en un susurro. Eso de que el villano le explicase todo su plan maquiavélico al bueno solo sucedía en las películas.
Esta vez fue él quien inspiró profundamente, para luego exhalar despacio.
―Porque necesito que confíes en mí, por lo menos lo suficiente como para hacer lo que te voy a pedir ―confesó, con un deje de preocupación que solo desconcertó más a la chica―. En unos minutos, Marcus y sus hombres volverán a entrar por esa puerta con las piezas del Zenit, y te pedirán que lo reconstruyas ―explicó, tratando de mantener la calma y sonar seguro―. Solo te lo preguntarán una vez, si te niegas, usarán eso. ―Señaló una de las máquinas postradas en un rincón de la estancia.
Alex reconoció el aparato al instante: el casco con neuroelectrodos, las agujas engarzadas en unos brazos metálicos... Era un recalibrador cerebral, un dispositivo para borrar la memoria.
»Créeme, Alex, no deseo que te hagan eso. No quiero que te laven el cerebro. Di que sí, por favor ―suplicó, extendiendo una mano para acariciarle el pelo―. Haz lo que te piden.
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Hi, amores 😄
No sabía si llegaría a publicar capítulo esta semana, porque ya avisé en mi tablero que un virus me borró todo lo que tenía escrito y tuve que empezarlo de cero... pero bueh, bien está lo que bien acaba xD. Una noche de café y este es el resultado.
Well, creo que Liam ha hablado más en este capítulo que en toda la historia junta. Pero necesitaba dedicárselo a él, porque tiene su historia, y no es sencillita. O sea, no sé qué pensáis ahora de él. Yo no lo veo como un bueno ni un malo. Quería que se viera que él hace lo que hace porque está convencido de que es lo mejor para everybody, igual que Emma al principio cree que los eternos son la respuesta a los problemas de la humanidad, las guerras y la desigualdad (I know, es un iluso), y si a eso le sumamos el trauma sobre lo que le pasó a su familia, y que el único que estuvo siempre para él fue Hiperión... pues eso, que nos ha salido un niño complicado, pero no tiene mal fondo. Él quiere a Alex, como ya dice no está enamorado, pero la quiere, y eso es como un punto de inflexión en su vida. Ahora toca ver si basta para traerlo al lado luminoso, o va a pesar más todo el background que carga desde siempre.
Ah, y en cuanto al poder de Liam, se entenderá mejor en el próximo capi. No es que controle la electricidad ni nada de eso (por lo del rayo de Thor). A ver qué os parece, yo creo que es bastante cool, ya me diréis.
Sobre la última frase, qué creéis que hará Alex. ¿Aceptará reconstruir el Zenit, o tendremos a un Winter Soldier 2.0?
Btw, en el último capi muchas visteis la referencia que mencioné sobre la que será la prota de Blackrose. Yes, es la hermana de Liam, y yes, no está muerta... pero eso él no lo sabe 😏
Y con esto, y como estamos muy cerquita del final, quiero anunciar oficialmente que Blackrose será sobre mi bebé precioso Sam jajaja, by by sorpresa. Admito que inicialmente la planteé para Bucky, pero después de darle muchas vueltas decidí que encajaba mejor con Sam, además que se merece una historia. No sé, es demasiado genial como para que casi nadie escriba sobre él.
Well, corazones, gracias por leerme. Nos vemos en el próximo ^^
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