Cap. 2- El Zenit


Para regresar a Nueva York desde California era necesario atravesar prácticamente la totalidad del país, sin embargo, la velocidad que el quinjet alcanzaba permitía realizar el viaje en apenas un par de horas. Ventajas de la tecnología Stark.

A través de los ventanales, las nubes se desdibujaban en un patrón constante y repetitivo. Natasha, aburrida, apartó la mirada de los controles para echar un ojo a la joven que yacía inconsciente sobre la camilla médica; el efecto del sedante empezaba a desaparecer.

―Wanda, inyéctale otra dosis ―pidió.

La aludida obedeció sin poner objeciones. Esa niña no le provocaba ninguna compasión; todavía tenía un fuerte dolor de cabeza por culpa de su anterior enfrentamiento.

―¿No será demasiado? ―intervino Steve, desde el asiento del copiloto.

―A mí tampoco me hace gracia, pero si se despierta, este avión hará lo que ella quiera. Y visto como se ha tomado vuestra visita, no creo que haya cambiado de opinión. ―explicó Natasha―. Es mejor que siga dormida hasta que lleguemos al Centro de los Nuevos Vengadores.

―Pelea bien ―comentó Sam que, en pie frente a uno de los paneles centrales del interior del quinjet, trataba de recalibrar los dispositivos que antes se habían vuelto en su contra―. Y no lo digo solo por esos poderes de tecnópata que, por cierto, son una pasada.

―A mí me ha dado un buen golpe. ―Steve esbozó una sonrisa cansada, llevándose una mano a la base de la espalda. No era nada en comparación con las lesiones que solía recibir, pero lo había pillado por sorpresa.

Un brillo divertido ribeteó los ojos de Natasha.

―Eso es porque yo le he enseñado todo lo que sabe.

El Capitán arqueó las cejas. Como todos los miembros del equipo, él también había leído los archivos de la chica antes de la misión... Al menos la parte que no estaba clasificada. Sabía que se llamaba Alexa Zane, que tenía veinte años, y que supuestamente era una mutante tecnópata y cibérpata. También había leído que era huérfana, criada en SHIELD desde los siete años, primero como estudiante y colaboradora, para ser ascendida a agente de campo a los catorce. Con esas credenciales, no le extrañaba que la chica supiera luchar cuerpo a cuerpo, aunque sí le sorprendía que la mismísima Viuda Negra hubiese sido su instructora.

Había muchas cosas sobre Alexa Zane que no terminaban de cerrarle, como la falta de información sobre su familia biológica, el origen de sus poderes y el hecho de que hubiera sido entrenada desde una edad tan temprana por agentes tan importantes como Natasha Romanoff... Era consciente de que ese no era el procedimiento habitual, y necesitaba saber el porqué.

No obstante, se había prometido a sí mismo no hacer demasiadas preguntas hasta que ella cumpliera el trabajo para el que la necesitaban. La misión era lo más importante, no la entorpecería por culpa de su escepticismo. De momento.

―¿Crees que conseguirá desencriptar el Zenit?

―No puedo asegurarlo ―respondió Natasha―, pero sí sé que, si ella no puede, nadie podrá.

Steve volvió a clavar la mirada en la chica, que seguía dormida.

―Tal vez eso sea lo mejor ―sentenció con un aire un tanto ausente.

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Si le hubieran golpeado con un yunque, la cabeza no le dolería más de lo que ya lo hacía en ese instante. O, al menos eso fue lo primero que pensó Alex al despertar horas más tarde en una habitación que no reconocía, con un martilleo tan terrible en el cerebro que se sintió tentada de decapitarse a sí misma...

Vale, tal vez fuera un poco exagerada.

―¿Qué tal, dormilona?

La joven tuvo que parpadear varias veces antes de enfocar la imagen de Natasha Romanoff sentada en el borde de la cama donde ella permanecía tumbada.

―Nat... ―Alex la miró con una mueca de disgusto casi infantil―. Esperaba esto de Fury, pero no de ti ―masculló.

La pelirroja esbozó una extraña sonrisa, a medio camino entre la burla y la compasión.

―No te pongas melodramática, sabías que tarde o temprano ocurriría ―respondió, restándole importancia―. ¿No crees que las vacaciones ya han durado bastante?

―Los mejores tres años de mi vida. ―Alex exhaló un suspiro nostálgico. Natasha la conocía demasiado bien como para dejarse engatusar―. Al menos podían habérmelo pedido con educación, en lugar de enviar al super grupo de frikis. ―Chasqueó la lengua, todavía algo enojada por cómo se habían sucedido los acontecimientos.

―Lo hicimos, Alex, mandaron agentes a buscarte, pero te deshiciste de ellos sin preguntar qué querían. ―Se encogió de hombros―. Los Vengadores fuimos el último recurso. No podíamos arriesgarnos a perderte el rastro otra vez.

―Si hubierais venido Clint o tú, os habría hecho caso. ―Alex se incorporó un poco, para quedar sentada con la espalda apoyada contra el cabecero de la cama.

―A Clint y a mí nos habrías camelado para que te dejáramos huir otra vez ―confesó la mujer en un tono que podría llegar a catalogarse como maternal.

Alex le sonrió de vuelta. No extrañaba muchas cosas de sus días en SHIELD, pero, sin duda, una de esas escasas excepciones era Natasha Romanoff, su instructora de combate durante años. Siempre la había visto como a una especie de hermana mayor, con ella podía hablar de cosas de chicas... y aprender veinte maneras distintas de noquear a un adversario sin estropearse la manicura.

―Sí, como si tú te dejaras manipular por nadie ―ironizó la joven, antes de exhalar un suspiro―. Entonces, ¿SHIELD ha vuelto a la carga?, ¿y dónde estamos?... ¿y para qué me necesitan ahora? Ya sé que soy genial e imprescindible, pero ahora trabajas con los Héroes más Poderosos de la Tierra ―enfatizó el título, burlona―, seguro que sea lo que sea, entre vosotros os las apañáis bien.

Natasha se echó a reír al tiempo que la obligaba a ponerse en pie. Casi había olvidado la verborrea compulsiva de su antigua pupila. Alex siempre había sido así, en un instante podía pasar de odiar con toda su alma, a amar con todo su corazón; a pesar de todos los años de entrenamiento, seguía siendo demasiado explosiva, como una bomba atómica contenida en poco más de metro sesenta de altura y cincuenta kilos de peso.

―Estamos a las afueras de Nueva York, en el Centro de los Nuevos Vengadores ―contestó―. Lo demás te lo contaré después de que te des una ducha. Apestas a alcohol, jovencita ―la reprendió, pero sin perder el tono divertido.

―Estaba en una fiesta ―se excusó Alex, poniendo los ojos en blanco mientras la pelirroja prácticamente la empujaba hacia el baño.

―Como sea. Tienes ropa para cambiarte en el armario, y no lo digo porque no me encante tu sudadera. ―Clavó una mirada burlona en la indumentaria de la más joven, que le sacó la lengua a modo de respuesta―. Te espero en el pasillo, ni se te ocurra tardar, y mucho menos intentar escapar, porque lo sabré ―añadió, señalándola con el dedo.

―Tranquila, me duele demasiado la cabeza. Hoy me portaré bien. ―Alex alzó las palmas de las manos en un gesto de rendición antes de desaparecer en el interior del baño.

Seguía molesta por cómo la habían sacado de su fraternidad, y tampoco entraba en sus planes regresar a la rutina de agente de SHIELD... pero tenía curiosidad por conocer el motivo por el cual la necesitaban.

Averiguaría qué estaba pasando, y después... ya vería.

Quince minutos más tarde, ya vestida con unos vaqueros y una blusa negra, recorría los pasillos del impresionante complejo guiada por Natasha. Al parecer, esta nueva base de los Vengadores había sido en algún momento un almacén de Industrias Stark, pero tras la remodelación dirigida por Tony, perfectamente podría ridiculizar a los centros más avanzados del antiguo SHIELD.

Según Natasha, solo los miembros oficiales de los Vengadores tenían residencia fija en el complejo, sin embargo, entre el personal que trabaja de vez en cuando en la base, Alex reconoció a varios viejos agentes, además de algunos reputados científicos.

―Entonces es cierto, SHIELD ha renacido ―comentó, pasándose una mano por el cabello, todavía húmedo tras la ducha.

―Fury vuelve a estar al mando, con Hill de su brazo, como siempre ―respondió la pelirroja―, pero ahora operan de forma más discreta... Digamos que oficialmente siguen disueltos. Pero los Vengadores ya no respondemos ante ellos, solo colaboramos cuando es necesario.

Alex solo asintió en silencio. La versión oficial distaba mucho de la realidad; a sus ojos, SHIELD estaba tan activo como en los viejos tiempos.

No tuvo ocasión de reflexionar mucho más, ni de inventar alguna buena excusa para cuando tuviera que encontrarse con Nick Fury o Maria Hill, pues enseguida llegaron al taller principal, cuyas puertas se apartaron a un lado, dejándolas pasar al interior.

En un primer momento, Alex no se percató de las presencias humanas. Toda su atención fue absorbida por el paraíso tecnológico que la rodeaba. Tuvo que respirar hondo para no ponerse a dar saltos como una niña pequeña en una juguetería... porque así se sentía exactamente.

―¡Eso es un motor repulsor de sexta generación! ―exclamó, acercándose a un amasijo de maquinaria a medio fabricar sobre una de las múltiples mesas de cristal. Sin embargo, antes de alcanzarlo, su atención ya estaba puesta sobre otro dispositivo diferente―. ¡Y eso un reactor F&7! Creía que no se comercializaban. ―Volvió a mover la cabeza a modo de radar, hasta detenerse junto a otro prototipo de pantalla líquida―. ¡Oh, Dios!, un retroactualizador binario, ¡impresionante!

―Lo que es impresionante es que lo reconozcas, todavía no lo he sacado al mercado. Solo yo trabajo con ellos ―intervino una profunda voz masculina a su espalda.

La joven sintió un cosquilleo en las palmas de las manos. Se volvió casi a cámara lenta, consciente de la identidad del hombre incluso antes de encararlo.

El mismísimo Anthony Stark la miraba con un gesto divertido y los brazos cruzados sobre el pecho. A su lado, el doctor Bruce Banner, ataviado con una bata de laboratorio y los lentes en las manos, permanecía en pie con una sonrisa entre nerviosa y expectante. Tal vez fuera la primera vez que los veía en persona, pero había seguido sus carreras desde que tenía memoria, en parte por su asociación con SHIELD, pero también porque admiraba profundamente el trabajo de ambos.

―Yo perfeccioné el primer prototipo del F&7 que enviaste a SHIELD ―respondió la joven, disimulando la excitación del momento con un instintivo deje de suficiencia.

―Imposible. ―Tony negó, acercándose a las dos mujeres―. Eso fue hace siete años, tú no tendrías más de ¿diez, doce? ―preguntó, con una expresión a medio camino entre la sorpresa y la socarronería.

―Trece. ―Ella se encogió de hombros.

Natasha posó una mano sobre la espalda de la joven.

―Alex, te presento a Tony Stark y al doctor Bruce Banner.

―Sé quiénes son ―respondió la chica, estrechando la mano que le acababa de ofrecer el doctor Banner.

―Claro que lo sabes, todo el mundo lo sabe ―señaló Tony.

―Es un placer conocerte ―dijo Banner, ignorando el arrebato narcisista de su amigo―, según tengo entendido, tu cerebro es increíble.

Se escuchó un suave portazo procedente de una de las entradas secundarias, que precedió a la aparición de Steve Rogers:

―No sé su cerebro, pero sus patadas sí son bastante increíbles, y dolorosas ―intervino el soldado.

―Al capitán Rogers ya lo conoces ―terció Natasha.

Alex frunció el ceño y se cruzó de brazos.

―Sí, y no pienso disculparme por eso, él me drogó. ―Seguía molesta con él, por muy atractivo que fuese..., en ese momento llevaba una camisa deportiva que se ajustaba a sus perfectos músculos, dejando poco a la imaginación; y la imaginación de Alex ya era demasiado viva de por sí. Para su hiperactiva mente, entre eso y no llevar ropa, no había diferencia...

―Vaya, capitán, no esperaba esto de ti ―lo pinchó Tony en tono burlón.

―No quería, pero tuve que hacerlo. ―El aludido arrugó la frente, sorprendido por la tosca respuesta de la joven―. Ella atacó a mi equipo.

―¡Porque ellos me atacaron primero! ―Alex llevó las manos al frente. En realidad, no sabía porque estaba tan enojada. Podía comprender que el Capitán América solo había hecho su trabajo, que no era nada personal..., pero seguía indignada y punto. Tenía todo el derecho del mundo a sentirse así después de lo que había pasado.

―Una niña contra tres vengadores, eso ni siquiera cuenta como pelea ―siguió Tony, disfrutando con la situación―, y aun así tuviste que sedarla... Qué poca caballerosidad. ―chistó.

―No me dejaron despedirme de mi gata ―masculló Alex, cruzándose de brazos.

―Su gata, ¡por Dios!, Rogers, ¿no sabes lo importante que es la mascota de una jovencita? ―Tony sacudió la cabeza en dirección al capitán, que ya no sabía dónde meterse.

―Pero... ―Steve miró a Natasha, buscando algo de apoyo moral. Podía lidiar con Stark y sus excentricidades, estaba acostumbrado, pero no si este se asociaba con chicas malhumoradas e impetuosas. Eso sin duda se salía de su zona de confort.

La mujer se encogió de hombros, excluyéndose de la discusión con una mueca divertida; solo Bruce se veía algo descolocado con la situación.

Prosiguieron algunos intercambios incómodos entre el soldado y la ex agente, enardecidos por las hilarantes intervenciones de Tony. Solo lo dejaron cuando las puertas del laboratorio volvieron a abrirse, dando paso al director Nick Fury.

―Basta de juegos, es hora de ponerse a trabajar.

Alex rodó los ojos ante el cálido saludo de su antiguo jefe. Vale que ella había desaparecido sin despedirse y que, durante tres años, había hecho todo lo posible por evitarlo... Pero él no dejaba de ser el hombre que la había sacado de un orfanato con apenas siete años, se había hecho cargo de que tuviera una educación y le había dado una ocupación... No podía evitarlo, se sentía ligeramente decepcionada, esperaba algo un poco más emotivo.

―¿Barton todavía no ha regresado de su misión? ―quiso saber Steve.

―Se ha complicado, pero estará de vuelta en un par de días ―acotó el espía, para luego clavar la mirada en la recién llegada―. Eres consciente de que ocúltate hasta nuevo aviso, no es lo mismo que desaparece y no des señales de vida durante tres años ―le dijo, con gesto tosco y cruzándose de brazos―. Nos tuviste muy preocupados.

Alex sonrió. Sí, estaba siendo reprendida, pero tratándose de Nick Fury, esa era toda una demostración de afecto.

―Me has extrañado ―señaló, divertida.

Fury solo negó con resignación, sin embargo, una sonrisa asomó a sus labios, aunque está se esfumó tan rápido como había aparecido.

―Más tarde hablaremos seriamente ―sentenció, para luego dirigirse a Stark―. ¿Le has mostrado el Zenit?

―Todavía no. ―El aludido realizó un gesto de cabeza y todos lo siguieron hasta la mesa donde antes había estado trabajando con Banner.

En el centro de la misma, contenido sobre una pequeña estructura elevadora, reposaba un objeto pequeño, poco mayor que la mitad de una mano, con forma de pirámide triangular y recubierto por una especie de material metálico que brillaba en tonos semi plateados, veteado a intervalos irregulares por grabados color carbón.

Era hermoso en su aparente sencillez. Alex se mordió el interior de la mejilla, emocionada. El dispositivo que tenía delante no era un mero pisapapeles, como seguro afirmaría cualquier observador inexperto, sino una auténtica joya tecnológica.

―Pero si yo no he podido abrirlo, ella tampoco podrá ―apostilló Tony con su natural suficiencia.

Alex apenas escuchó las palabras del multimillonario. Sin pedir permiso, tomó asiento frente al dispositivo piramidal.

―Hola, máquina ―susurró, ajena a los que la rodeaban. Sus ojos se tornaron dorados―. Cuéntame tus secretos. ―Con la misma delicadeza con la que acariciaría a su mascota, pasó las yemas de los dedos sobre la niquelada superficie del denominado Zenit.

―Me recuerda a ti. ―Banner palmeó la espalda de Tony, su compañero también tenía la extraña costumbre de conversar con las máquinas.

―Venga ya. ―El aludido sonrió, ufano―. Yo soy el mejor ingeniero de la Tierra, no existe tecnología en este planeta que no pueda comprender. Ella es solo una niña ―añadió con total espontaneidad, sin rastro alguno de menosprecio. Para él solo apuntaba lo obvio.

Los iris de Alex regresaron a su habitual tono avellana en cuanto cortó la conexión con el dispositivo.

―Tal vez tengas razón, Stark, pero esto no es tecnología humana ―dijo, apartando la mirada del Zenit para fijarla en el resto de los presentes―. Es extraterrestre. Kree, exactamente.

Un silencio breve prosiguió a las palabras de la chica.

―Sabía que había un motivo por el cual no podía abrirlo. ―Tony rompió el momento con un gesto que vacilaba entre el triunfo y el alivio―. Pensé que era una especie de ordenador cuántico, pero los códigos son indescifrables ―añadió, sentándose al lado de Alex.

―Podría decirse así, aunque es más parecido a una unidad de contención ―los ojos de la joven brillaron con emoción contenida―, pero no solo de datos, también de energía ―le explicó―. Esta belleza resistiría y almacenaría una descarga de tus cañones de plasma sin recibir ni un rasguño.

El multimillonario asintió, atento a las aclaraciones de la chica. Ya no la miraba como a una cría, sino como a un igual. Quizás no hubiera sido mala idea traerla.

―¿Entonces puedes desencriptarlo? ―la apremió Fury.

―Sí, aunque tardaré un par de días. ―Alex entrecerró los ojos―. Pero no lo haré a menos que me contéis toda la historia, ¿cómo lo habéis conseguido y qué pretendéis hacer con él?

―Destruirlo ―respondió Steve sin dudarlo un instante. Desde el principio esa había sido su mejor opción, sin embargo, ahora que sabía que se trataba de tecnología extraterrestre, lo tenía aún más claro. Jugar con fuerzas extrañas era demasiado peligroso. Lo sabían por experiencia.

―Me apuesto algo a que ya lo has intentado. ―Alex lo miró con suspicacia.

―Solo lo aporreó con su escudo ―intervino Natasha, ufana.

Steve le dedicó una mirada de incomodidad a su amiga, que se limitó a sonreír en respuesta.

―Está compuesto por moléculas auto regenerativas, eso no servirá de nada. ―Alex se encogió de hombros―. Entonces, ¿queréis que lo desencripte para averiguar cómo destruirlo? ―quiso asegurarse, obteniendo un asentimiento coral como respuesta―. ¿Por qué? ―insistió ella.

―Porque lo encontramos en una base de HYDRA ―respondió Natasha―. Ellos también van tras esto, y después de lo ocurrido con el cetro de Loki, el teseracto, los mejorados...

―No podemos dejarlo estar ―completó Bruce Banner.

―Es una amenaza, lo más sensato es neutralizarla antes de que despierte ―explicó Fury.

Alex exhaló un suspiro.

―Vale, lo capto, lo haré.

―Trabajarás con Stark y Banner, ellos te ayudarán para que termines cuanto antes ―prosiguió el espía.

Ambos hombres le dedicaron una mirada que expresaba su acuerdo.

―Bien, pero cuando termine me marcharé.



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En multimedia he puesto la ficha de Alex de SHIELD 7u7. La cosa es que cuando la estaba editando cubrí los datos en inglés y en lo de las habilidades lo hice en español. Y me cuenta después de guardarla y me daba pereza volver a editarlo, así que quedó así.

¿Qué os está pareciendo hasta ahora? ¿Alguien más que ame a Tony? xD

Well, espero que os esté gustando y muchísimas gracias por leer, comentar y votar.

Besos ^_^

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