Cap. 18 - Stephen Strange
Un sonido seco rompió la calma que reinaba en los jardines exteriores al Complejo. Liam acababa de caer de espaldas sobre la hierba, por tercera vez consecutiva.
―Recuerda usar el brazo izquierdo para bloquearme antes de atacar ―le advirtió Natasha, en pie, con las manos apoyadas en las caderas.
Desde el suelo, el rubio dejó escapar un soplido de frustración. Había transcurrido una semana desde el rescate, sus heridas ya se habían curado, pero tenía nuevas magulladuras por todo el cuerpo a causa del intenso entrenamiento al que estaba siendo sometido.
Después de lo sucedido, todos habían creído conveniente que él aprendiera a defenderse. Y nadie mejor que la espía rusa para enseñarle unas cuantas llaves que podrían salvarle la vida en caso de otro asalto sorpresa.
―Vamos, Liam, arriba ―Alex lo animó―. ¡Tú puedes! ―Estaba sentada en la hierba, observando el entrenamiento con las piernas recogidas contra el pecho y la cabeza apoyada sobre las rodillas.
A su lado se encontraba Wanda, quien en los últimos días parecía haberse convertido en su enfermera personal. Resultaba curioso ver siempre juntas a las dos benjaminas del equipo; si antes apenas podían compartir espacio sin lanzarse miradas de odio, ahora eran inseparables.
La sokoviana era la que mejor había encajado el tema de la enfermedad de Alex. En lugar de deprimirse por las esquinas, Wanda se había concentrado en mostrarse como el soporte incondicional que la más joven necesitaba; quería ser para Alex lo que Pietro había sido para ella. No solo sentía que se lo debía por como la había tratado al principio, sino que también era consciente de que, en su intento de no herir a Vision, Alex había forzado hasta el límite sus habilidades mutantes. Para la tecnópata habría resultado sencillo desestabilizar algún circuito interno y provocar un daño realmente grave en el androide, pero, en cambio, Alex había puesto en riesgo su propia salud al tratar de acceder al protocolo de hibernación de Vision, mucho más complejo y protegido. Esa era una muestra de lealtad que Wanda nunca olvidaría.
―Nada de alterarse, Stark ―la reprendió la sokoviana―. Ni siquiera deberías estar fuera de la cama...
―No pasa nada, Maximoff. ―Alex le respondió en el mismo tono, y le dedicó una mueca graciosa―. Me viene bien tomar el aire.
Wanda suspiró; cuidar de Alex no era tarea sencilla, porque la muy cabezota no se dejaba. No era que estuviese siendo irresponsable con el uso de sus poderes, pero tampoco actuaba acorde con su estado, parecía que había optado por negar su peligrosa situación, se comportaba como si todo fuese bien, cuando la realidad era muy distinta... Tras la noche antes del rescate, el tumor había empezado a propagarse de manera exagerada, había avanzado en unos días lo que debía haberse expandido durante años. Según Banner nada en esa enfermedad seguía los patrones habituales, pero ¿qué podían esperar?, no era un glioma normal, estaba provocado por radiación gamma, y en el cuerpo de una mutante...
Todos veían como Alex se deterioraba cada vez más. Estaba pálida y ojerosa, no dormía a causa de los terribles dolores de cabeza, se pasaba el día mareada, y ya había tenido un par de episodios de pérdida de visión momentánea, e incluso breves lagunas de memoria...
Si todavía mantenían la esperanza era gracias a Bruce y sus ayudantes, que decían ya tener casi listos todos los detalles para la operación que le salvaría la vida.
―¿Era así de dura cuando te entrenaba a ti? ―le preguntó Liam a Alex en tono jovial, al tiempo que se ponía en pie y señalaba a Natasha con la mirada.
Para él tampoco era fácil ver a su ex novia en ese estado, pero trataba de llevarlo de la mejor manera posible. Habían salido juntos dos años y, a pesar de los secretos, la conocía bien; sabía que Alex detestaba mostrarse débil ante los demás... Por eso él había decidido seguir relacionándose con ella con normalidad, como si no estuviese enferma. Era lo que ella quería, y eso le daría. Todos lo demás la trataban como si fuese un preciado adorno de cristal a punto de romperse... Ya recibía suficiente lástima. Él quería ser la distracción que la ayudase a olvidar ese suplicio hasta que la solución llegase.
―Contigo estoy siendo blanda, rubito ―contestó la rusa, para luego ir hacia las dos chicas. Tomó la mano de Alex y la ayudó a ponerse en pie―. Ya es hora, ¿estás segura de que no quieres que te acompañe al hospital?
―También me he ofrecido yo y me ha rechazado. ―Wanda se incorporó al tiempo que rodaba los ojos―. Ni que le diera vergüenza que la vieran en público con nosotras.
Alex se encogió de hombros.
―Qué queréis, sois demasiado bonitas y yo parezco un zombi. ―Chasqueó la lengua―. No quiero que me vean al lado de ninguna de las dos hasta que recupere mi guapura ―bromeó.
―No digas tonterías, estás preciosa, como siempre. ―Liam se unió a las chicas y pasó un brazo por los hombros de Alex―. ¿Y si te acompaño yo?
―Oye, estás aprendiendo a mentir. ―Ella le sonrió divertida―. Te lo agradezco, pero no es necesario, ya voy con Tony y Bruce. Prefiero que seamos pocos, no quiero armar jaleo.
―Bueno, pues no se hable más. Llámame en cuanto ese médico os diga algo. ―Natasha le dio un rápido abrazo a la joven antes de girarse hacia el chico―. Colócate, lo intentaremos de nuevo.
―Sí señora.
Tras despedirse de Alex con un beso en la mejilla, Liam volvió a su posición frente a la pelirroja.
Mientras regresaban al interior del Complejo, las dos chicas llegaron a ver como Natasha lanzaba un nuevo golpe y, esta vez, Liam lo bloqueaba con éxito.
---
Desde el salón, a través del enorme ventanal que comunicaba con los jardines, Steve observó la escena que tenía lugar en el exterior. Una punzada de celos lo atravesó al ser testigo de la cercanía entre Alex y Liam... Sin embargo, era un sentimiento contradictorio, le molestaba verla sonreír al lado de ese chico cuando para con él solo tenía miradas de enojo, pero no podía enfadarse; la presencia de Liam en las instalaciones hacía feliz a Alex, y eso era todo lo que él deseaba. Eso y que ella se recuperase.
La última semana había sido de locos, apenas había parado en el Complejo, se los había pasado con Sam y Thor, siguiendo pistas acerca de la posible ubicación del escondite de HYDRA para la última pieza del Zenit.
Ese era uno de los primeros momentos libres que se permitía en días, y ahí estaba, observando a Alex desde la distancia como un maldito acosador en lugar de acercarse a ella como en realidad quería. Se había auto cargado de trabajo porque no era capaz de compartir espacio con ella sin sentir una terrible opresión en el pecho.
Estaba hecho un lío, y es que todavía le dolía la mentira, el creer que ella no lo había considerado digno de confianza... pero eso no era nada comparado con la angustia que lo invadía cada vez que la miraba y se daba cuenta de lo mal que estaba. El miedo a perderla lo bloqueaba de un modo que nunca antes había experimentado.
Quería arreglarlo, quería escucharla reírse de sus comentarios anticuados, quería besarla y abrazarla, tenerla entre sus brazos y protegerla de todo. Quería recuperar eso tan perfecto que habían compartido... Pero no sabía cómo.
―Cómo han cambiado las cosas en estos meses, ¿verdad? ―La voz de Bruce sonó a su espalda, sacándolo de su pequeño trance.
El soldado se giró hacia su compañero, que ya estaba preparado para salir; cargaba consigo un maletín con algunos de los materiales necesarios para el procedimiento que había elaborado.
―Han cambiado ―suspiró, de acuerdo―, aunque no sabría decir si para bien o para mal.
―Para bien. ―Bruce no vaciló en su respuesta―. Tú y Alex tenéis algo muy especial, algo que muy pocos consiguen encontrar. Sois muy afortunados.
Steve se pasó una mano por el pelo e inspiró.
―Lo fue, fue muy especial... Pero míranos ahora, ella me odia porque fui demasiado severo, y yo... No sé qué pensar. ―Hundió los hombros―. Es complicado.
Bruce esbozó una expresión comprensiva.
―Escucha, Steve, hace un par de años, alguien que era la máxima autoridad en esperar demasiado, me aconsejó que no lo hiciera. ―Le palmeó el hombro―. Fuiste un buen amigo y me advertiste de que no cometiera ese error con Natasha. Ahora yo te lo digo a ti. Quiero creer que todo saldrá bien, tenemos los medios, y es muy posible que Alex salga de esta, pero, por si acaso, Steve, no lo hagas. No esperes a que sea demasiado tarde.
El aludido apartó la mirada. Por un instante sintió como si el suelo se desmoronase bajo sus pies... ¡Dios! Banner tenía razón. ¿En qué diablos había estado pensando?, ¿por qué no se atrevía a dar el paso? Se suponía que era el Capitán América, el héroe de guerra, un vengador que había salvado al mundo en varias ocasiones...Y, sin embargo, se volvía un niño asustado cuando de Alex se trataba.
Un breve silencio prosiguió a las palabras del científico, pero cuando Steve alzó el rostro de nuevo, sus ojos ribeteaban con un brillo de determinación.
―¿Os vais ya? ―quiso saber.
Bruce asintió.
―El neurocirujano del que os hablé ya me ha respondido. Ha estudiado el procedimiento, y cree que puede aplicarlo, pero primero tiene que ver a Alex y asegurarse de que no hay ningún inconveniente ―explicó―. Tony está esperando con el coche...
―Ve a por ella ―pidió Steve―. Yo os acompañaré.
―De acuerdo. ―Bruce parpadeó, sorprendido por ese repentino cambio de actitud, a la par que el supersoldado se alejaba en dirección al aparcamiento.
―Gracias Banner. ―Steve se volvió un momento al llegar a la puerta―. Necesitaba que alguien me abriera los ojos.
---
―No me explico cómo demonios lo has conseguido ―bufó Alex.
Estaba sentada a lo indio en una butaca, en el despacho de uno de los mejores doctores del Hospital Metropolitano de Nueva York.
Habían llegado apenas media hora atrás, enseguida la habían hecho pasar a la sala de resonancias y, tras hacerle la prueba, le habían permitido esperar en ese lujoso estudio junto a Steve, mientras Bruce y el neurocirujano discutían los resultados en la sala contigua.
Solo llevaban ahí unos diez minutos, pero tenía que reconocer que no se estaba nada mal; la secretaria les había llevado cócteles sin alcohol para amenizar la espera, y estaba segura de que ese sillón era el más cómodo que su trasero había probado nunca. La estancia derrochaba hedonismo y elegancia por cada esquina. Sin duda ese doctor sabía montárselo bien.
―¿Cómo he conseguido qué? ―Steve arqueó una ceja. A diferencia de Alex, él no se había sentado, estaba demasiado nervioso por los resultados de la resonancia. Necesitaba saber que el procedimiento ideado por Bruce sería compatible con el estado actual del tumor.
―Que Tony te haya dejado venir en su lugar ―respondió ella secamente.
―Tengo mis recursos. ―Steve se encogió de hombros y caminó desde la puerta hasta el enorme ventanal con vistas a la zona norte de Central Park. Probablemente era la décima vez que hacía ese recorrido en un par de minutos.
Alex volvió a bufar.
―¿Quieres estarte quieto? Me estás poniendo nerviosa ―lo reprendió―. Este suelo es parqué de caoba, una reliquia, no lo vayas a desgastar...
El soldado no pudo evitar que una pequeña sonrisa asomara a su rostro. Ese comentario era tan Stark.
Inspiró hondo y se acercó a ella, deteniéndose a su lado. Tras un breve titubeo, extendió una mano, hasta colocarla encima de la de Alex, que descansaba en el reposabrazos de la butaca.
―Lo siento ―dijo.
Ella alzó el rosto y lo miró a los ojos. No sabía si se lo decía por lo de ponerla nerviosa, o por todo lo demás. Fuese como fuese, esas dos palabras y el tacto de los dedos de Steve sobre su piel, desencadenaron en su cuerpo una sensación de calma que no experimentaba desde hacía varios días.
Sus miradas seguían conectadas y sus manos entrelazadas cuando la puerta del despacho se abrió de repente, precediendo a la entrada de dos hombres. El primero era Bruce, y el otro, sin duda, el renombrado neurocirujano que supuestamente iba a salvarle la vida.
―Disculpad la demora, quería asegurarme de que no me quedaba nada por revisar ―habló el médico.
―Alex, Steve, os presento al Doctor Stephen Strange. ―Bruce se detuvo al otro lado de la butaca que ocupaba la chica, mientras el dueño del despacho rodeaba el refinado escritorio y tomaba asiento frente a la pareja―. Es toda una eminencia en neurocirugía, estoy seguro de que no hay nadie mejor que él para realizar esta operación.
―Gracias, Doctor Banner. Diría que exagera con lo de eminencia, pero sería mentira. ―En el rostro del aludido se dibujó una pequeña sonrisa petulante.
Alex esbozó una expresión sorprendida, pero graciosa; ese hombre era incluso más arrogante que Tony.
―Gracias por acceder a vernos, Doctor Strange. ―La chica se adelantó, estirando las piernas para sentarse como una persona educada―. Sé que ha sido todo un poco precipitado.
―No las des, linda, el placer es mío. Puedes llamarme Stephen. ―Extendió la mano para estrechar la de Alex, que volvió a sonreír divertida.
Detrás de ella, Steve frunció el ceño.
―¿Entonces es posible? ―acotó el supersoldado―. ¿Puede realizar la operación?
El médico arqueó las cejas y lo miró como si acabase de escuchar una blasfemia.
―Claro que puedo, Capitán América ―respondió con cierto sonsonete altivo, para enseguida volver a centrar su atención en la chica―. He visto todos tus escáneres cerebrales, y Banner me ha hablado mucho de ti y de lo que puedes hacer. Estoy ansioso por meter mano en ese cerebro tuyo tan especial.
Esta vez Alex arrugó la nariz; no sabía si tomarse eso como un cumplido o como una ofensa. Sin embargo, lo que acababa de decir Strange era tan increíble y fantástico que ni siquiera le importó. Instintivamente alzó la mirada hacia Steve, que seguía en pie tras ella.
Él le devolvió una expresión exultante de alegría, no obstante, no pudo evitar reparar en el gesto dubitativo de Bruce. Alex también lo vio, y un suspiro escapó de sus labios.
―Hay una pega ―dedujo―. ¿Verdad?
Los dos doctores compartieron una significativa mirada antes de que Strange volviera a tomar la palabra:
―Depende de lo que consideres una pega, Alexa. ―Se inclinó ligeramente hacia delante y clavó los ojos en la chica―. ¿Cuán apegada estás a tus poderes?
Alex palideció. No, eso no. ¿Es que no podía salir algo del todo bien por una vez?
Al instante sintió las manos de Steve posarse en sus hombros, tratando de reconfortarla.
―¿Qué quiere decir? ―preguntó el supersoldado, dándose cuenta de que Alex no era capaz de hablar en ese momento.
Strange se puso en pie, y colocó una de las radiografías cerebrales sobre una pantalla con luz trasera.
―El dispositivo que ha fabricado el doctor Banner puede disociar las partículas gamma del tejido neuronal. En cuanto esté activo, podré realizar la operación y extirpar el tumor. ―Señaló un punto en la imagen―. Si todo sale bien, no volverá a reproducirse, ya que el agente catalizador habrá sido eliminado.
―¿Pero? ―inquirió Alex.
―Según tengo entendido, tus poderes mutantes no son naturales. Además, el área afectada está directamente relacionada con el control de esas habilidades, si eliminamos la radiación gamma o extirpamos las células tumorales...
―¿Los perderé? ―adivinó ella.
―Es lo más probable ―respondió Strange, asintiendo―. O bien perderás la tecnopatía, o simplemente no podrás volver a controlarla, lo que vendría siendo lo mismo.
Alex bajó la mirada. Si alguien podía comprenderlo era ella. Manejaba su cerebro como un ordenador, esa operación era el equivalente a enviar un software de administrador a la papelera de reciclaje.
―También hay otra posibilidad, pero es una especulación ―intervino Bruce, acaparando la atención de Steve y Alex―. Tal vez la operación provoque que desarrolles la que tendría que ser tu mutación por nacimiento, en lugar de la que forzaron con el Zenit.
―En cualquier caso, tendrás que despedirte de la tecnopatía ―completó Stephen, acercándose de nuevo a Alex―. Necesito que seas muy consciente de esto. No puedo operarte si no estás de acuerdo.
Ella ladeó la cabeza y se llevó las manos a las sienes, empezaba a marearse de nuevo.
―Yo..., tengo que pensarlo.
―¿Tienes que pensarlo? ―Steve se acuclilló frente a ella, para estar a su altura y tomarla de las manos―. Es tu vida frente a tus poderes, Alex, ¿qué hay que pensar?
―Sabes que no es solo eso ―musitó ella. Si perdía la tecnopatía nunca podrían destruir el Zenit.
Si bien, tampoco sería capaz de unirlo para traer a los eternos de vuelta, las piezas separadas ya eran una gran amenaza de por sí; una creaba super humanos, otra podía almacenar energía suficiente para volar medio planeta... ¿Podían permitirse no hacer nada al respecto?
Aunque, a quién pretendía engañar... Claro que le preocupaba la seguridad mundial, pero es que, además, nunca había vivido sin sus poderes. Una cosa era no utilizarlos temporalmente, pero ¿perderlos para siempre...?
Sí, era consciente de que era egoísta e infantil aferrarse a ellos en esa situación, sin embargo, eran una parte demasiado importante de sí misma. Strange no sabía lo que le estaba pidiendo, ¿acaso él sería capaz de renunciar a sus manos tan fácilmente?
Cuando apartó los ojos de Steve su mirada dio de lleno con la de Stephen Strange,
―Jugamos a contrarreloj, Alexa ―le dijo él―. Puedo darte un par de días para que lo medites, no más. Ahora estamos a tiempo de salvarte, pero vista la velocidad a la que avanza ese tumor no tendremos esta oportunidad mucho más tiempo. Tú decides.
---
―Vas a someterte a esa operación, listilla, como que me llamo Anthony Edward Stark que vas a hacerlo. ―La voz de Tony resonó en los altavoces del coche que los tres vengadores estaban ocupando para regresar al Complejo.
Bruce conducía, mientras que Alex y Steve se habían sentado en los asientos traseros, los cuales permanecían aislados de la parte delantera por una especie de cristal polarizado, como en los taxis londinenses. En medio de ambos, una pantalla adosada al vidrio retransmitía la videoconferencia en directo con el millonario y el resto del equipo.
―Si no he dicho que no, pero...
―Pero nada, me la soplan tus dudas. Soy tu padre y harás lo que yo te diga ―la interrumpió él―. Capi, llévala de vuelta al hospital ahora mismo.
―Tony, escúchala ―Steve exhaló un suspiro.
―¿Ahora volvéis a llevaros bien? ―El millonario se llevó una mano a la cara y negó con los ojos cerrados―. Haced el favor de actualizar el estado de vuestra relación en facebook, o algo, para que el resto de los mortales podamos seguiros el ritmo ―resopló.
Detrás del millonario, se escucharon las risas de Thor y Sam.
―Mira, sé que tengo que hacerlo, y lo haré ―volvió a hablar Alex pausadamente, ignorando el último comentario―. Solo necesito un día. No podemos destruir las piezas por separado, pero podemos protegerlas, si uso la tecnopatía solo una vez más...
―No ―Tony negó categóricamente.
―Estoy de acuerdo con Stark ―lo secundó Clint, a la par que Thor asentía.
Alex tuvo que contener las ganas de ponerse a gritar, ¿es que acaso ella no tenía derecho a decidir?
Steve le tomó una mano y la apretó en un gesto de ánimo. Conocía el plan, y estaba decidido a apoyarla. Si quería que la confianza resurgiera entre ambos, él también debía poner de su parte. Debía creer en ella en lugar de sobreprotegerla.
―Oíd, sé lo que hago ―replicó Alex, animada por el apretón de Steve―. No me va a pasar nada, será una conexión sencilla, solo necesito implantar unos códigos de seguridad en el Zenit ―explicó, haciendo uso de toda su paciencia―. Es lo mejor que podemos hacer, evitarán que alguien pueda manejar las piezas en caso de que se pierdan o las roben.
―¿Eso es posible? ―preguntó Sam, con renovado interés―. ¿Nadie más podrá utilizarlas?
―No nadie ―acotó Steve―, pero sin duda será mucho más difícil que cualquiera las use a su antojo. Pocas personas en el mundo podrían desencriptar un código implantado por Alex.
La joven asintió. No lo habría propuesto de no estar convencida de que funcionaría. No era una mártir, no tenía intención de sacrificarse ni nada parecido.
―Me trajisteis al equipo porque me necesitabais para que me encargara del Zenit ―continuó ella, tras inspirar hondo―. Dejad que termine el trabajo; puedo hacerlo hoy cuando lleguemos, y mañana regresaré al hospital para esa operación.
―Es un buen plan ―sentenció Steve, sin soltar la mano de la chica.
Alex casi pudo ver el proceso mental de sus compañeros reflejado en sus expresiones faciales. Tras un silencio que se le hizo eterno, Tony exhaló un suspiro.
―Está bien ―aceptó―. Harás lo que quieras de todas formas. ―Sacudió una mano.
―Lo saqué de ti. ―Alex le guiñó un ojo y suspiró aliviada. Necesitaba hacer eso, necesitaba usar sus poderes para algo bueno por última vez. Era una deuda que tenía consigo misma.
―Bien. ―Steve asintió―. Llegaremos en un par de horas. Después pensaremos qué hacer con las piezas una vez protegidas.
En ese momento divisaron la figura de Natasha asomar por la esquina superior de la pantalla.
―Algunos no estaremos cuando lleguéis ―informó la pelirroja―. He localizado a Emma Frost ―informó―. Iremos a hacerle una visita de cortesía ―añadió con una sonrisa torcida.
―¿Qué? ―Alex arqueó las cejas―. No sabemos en qué bando está, es telépata y muy poderosa, es peligroso...
―Para eso tenemos a la brujita ―intervino Tony, señalando a Wanda, que había llegado junto con Natasha
La sokoviana puso los ojos en blanco ante el comentario del millonario, pero enseguida se volvió hacia la pantalla.
―No os preocupéis, yo me encargaré de cubrir el plano telepático.
Steve se mantuvo en silencio. No le habían informado de lo de Emma Frost, pero debía reconocer que era un paso necesario. Como había comentado con Sam y Clint unas noches atrás, estaban en un punto muerto, necesitaban avanzar, y esa mujer era su mejor baza; por lo que sabían, había trabajado para HYDRA, codo con codo con Marcus Milton... si conseguían que hablase obtendrían información muy valiosa.
―¿Quiénes vais? ―inquirió el soldado.
―Wanda, Tony y yo ―respondió Natasha, señalando a los aludidos.
―Tened cuidado ―contestó él―. Alex tiene razón, no sabemos de qué lado está.
―Lo tendremos. ―Tony esbozó una mueca confiada―. Vosotros igual.
Con estas últimas palabras, cortaron la conexión. Sin darse cuenta, Alex soltó el aire que había estado conteniendo. Se sentía fatigada, cuando todo eso terminara y su salud volviese a ser la de siempre pensaba dormir por una semana... o un mes.
―Te agradezco que me hayas apoyado en esto ―dijo, mirando a Steve. Le gustaría añadir algo más, algo que pusiese fin a la tensión que últimamente flotaba en torno a ambos, pero no sabía ni por dónde empezar.
―Dije lo que creía, es un buen plan ―respondió él con un cabeceo.
―No como el otro, ¿no? ―replicó ella con un deje mordaz. No pudo evitarlo, le había salido solo. Se mordió la lengua después, pero ya estaba dicho. Su subconsciente era más rencoroso de lo que creía.
―Alex... ―Steve se pasó una mano por el pelo y separó los labios para hablar, pero ella lo interrumpió.
―¿Te habías dado cuenta de que solo me llamas Alexa cuando estás enfadado? ―Arrugó la nariz―. Acabas de llamarme Alex, así que me apuesto algo a que querías hacer las paces.
―¿Tan previsible soy? ―Él esbozó una pequeña sonrisa.
―Para mí sí. ―La chica hundió los hombros―. Es lo que tiene estar enamorada, te fijas en todo lo que hace esa persona, hasta en esas tonterías...
―Hoy estás exageradamente sincera. ―Steve esbozó una expresión divertida; Alex no dejaba de sorprenderlo, le bastaba un instante para pasar de un comentario resentido a una declaración de amor. Era tan impredecible y explosiva que resultaba imposible no sentirse totalmente vivo a su lado―. ¿Te han dado algún calmante antes de la resonancia?
Ella lo golpeó en el hombro en un gesto amistoso, para luego echar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos, agotada.
―Siempre soy sincera, Steve, al menos siempre que puedo ―respondió, todavía sin separar los párpados―. No me gusta mentir, lo detesto. Me costó mucho dejarte a un lado en todo lo que pasó, pero no lo hice porque sí. Yo solo quería protegeros, a todos vosotros y a Liam, pero, sobre todo, a Tony y a ti.
El soldado la miró en silencio durante varios segundos. A esas alturas parecía que hasta mantenerse despierta era un esfuerzo para ella..., sin embargo, seguía actuando como si nada. Era tan fuerte. Le partía el alma verla sufrir, no era justo, esa maldita enfermedad se estaba comiendo toda la vitalidad y energía que la caracterizaban.
―Yo quería lo mismo ―confesó él, rompiendo al fin el silencio.
Alex separó los párpados y lo miró a los ojos.
―¿Qué querías?
―Protegerte. ―Steve hundió los hombros―. Cuando te vi en esa camilla y supe todo lo que estabas pasando..., es cierto, me sentí traicionado y lo pagué contigo, pero no porque intentases huir, ni nada de eso. Estaba dolido porque me negaste la oportunidad de ayudarte ―trató de explicar―. Sé que eres una mujer fuerte e independiente y te admiro por eso, no quiero que pienses lo contrario.
Inspiró hondo antes de proseguir:
―Puede que para ti no sea más que la anticuada mentalidad de un anciano, pero eres mi chica, Alex. Yo necesito esto, necesito que me dejes cuidar de ti. ―Con cierta vacilación, extendió una mano hasta la mejilla de la chica, extrañaba sentir la suavidad de su piel―. No podría soportarlo si algo malo te sucediese.
Ella lo miró a los ojos, a ese cielo azul que tanto adoraba y, de algún modo, supo que cada palabra del soldado estaba dicha desde el auténtico cariño. Él en serio la quería, y se preocupaba por ella...
Dejándose llevar por su instinto, Alex tomó la mano con la que Steve la acariciaba y la acercó a su corazón.
―No es anticuado, Steve. Está bien, de verdad lo está. Pero entiende que yo también intentaré protegerte a ti, siempre ―respondió, tratando de mantenerse firme y sonar madura―. Yo no soy la única que carga demasiado sobre los hombros.
Las comisuras de los labios del soldado se arquearon ligeramente, en una sentida sonrisa.
―¿Te he dicho ya que te quiero? ―susurró él.
Alex solo le devolvió la sonrisa. Pensó en responder, en decirle que ella no lo quería, lo amaba, como no había amado nunca a nadie... Pero, en ese momento, las palabras sobraban. Simplemente se acercó a él y apoyó la cabeza sobre su hombro.
Steve respondió rodeándola con los brazos, y acariciándole el cabello.
Durante gran parte del viaje no dijeron nada, tan solo se quedaron abrazados mientras el paisaje se desdibujaba a través de las ventanillas del auto.
―¿En qué estás pensando? ―le preguntó él, mientras paseaba los dedos por el brazo de Alex, todavía recostada sobre su hombro.
Ella frunció un poco los labios y alzó el rostro para mirarlo a los ojos.
―Sabes, es cierto eso que dicen sobre las distintas fases cuando te sucede algo como esto. ―Se tocó la frente con una mano―. La negación, la ira, la aceptación... Sí que se pasa por todas ellas, pero no es cómo lo cuentan, no vienen por orden. En realidad es todo un caos... ―Ladeó la cabeza, no sabía si se estaba explicando bien, era algo difícil de transmitir. La perspectiva de perder sus poderes la aterraba, pero al mismo tiempo sabía que era el rayo de esperanza al que debía aferrarse―. Estos días me he sentido enfadada, asustada, eufórica, resignada y muerta de miedo..., todo a la vez.
―¿Y ahora? ―quiso saber Steve, cada vez más asombrado por la entereza de la chica que tenía entre sus brazos. Le costaba creer que en algún momento había llegado a considerarla una niña rebelde e inmadura.
―Ahora estoy cansada. ―Alex hundió los hombros―. Pero serena ―añadió con un suspiro―. Dicen que la luz más brillante viene siempre de los lugares más oscuros. Supongo que es verdad.
―Tú eres mi luz, Alex ―respondió Steve, sintiendo cada palabra.
Una sonrisa sincera asomó al agotado semblante de la chica.
―Y tú la mía.
----------------------------------------------
Hy corazones ^^
Casi me da diabetes con esta última escena, no soy muy de escribir momentos taaan dulces, pero anyway, la parejita se lo merecía, porque lo que viene a continuación no les va a dar tregua.
#Stalex is back! veis como en el fondo no soy tan cruel 🙈
No pude desarrollar en este capítulo todo lo que tenía planeado (que es too much importante) ya que se hacía demasiado largo, así que casi seguro habrá un capítulo más de lo que pensé al hacer la escaleta (o sea, que vuelven a quedar unos 3-4 capítulos xD).
Tengo que daros las gracias por todo vuestro apoyo en el anterior capítulo. Sois increíbles, nunca antes había tenido tanto feedback en un capítulo, en ninguna de mis historias, nunca, never, jamais... (okey ya me calmo ^^). Es que me encanta leeros, me emociono con lo que ponéis. Y tomo nota, ya he visto que la mayoría queréis que Alex se vaya de vacaciones al espacio con Thor en la Civil War jajaja. Pero, de verdad, me encanta cómo argumentais las respuestas, algunas creo que ya conocéis a mis personajes mejor que yo, really, me dejáis anonadada XD
También muchísimas gracias a todas las que os tomásteis la molestia de pasar por los Marvel Awards a dejar vuestro voto, lo he visto, sois un amor.
Haría mil dedicatorias si pudiera porque todas las merecéis, pero este capi es para la marvillosa HarpyaHarpyja que me ha sorprendido con esta increíble portada, y todos los preciosos nuevos gráficos que he puesto en la introducción y el epígrafe (además del manip/gif y el gif de este capítulo y otros que iré poniendo). Es que de verdad, mil gracias, tienes mucho talento.
Muchos besos a todas 😘
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top