Cap. 11- Extremis
―Quiero un recuerdo de Nashville, un sombrero de cowboy o algo así. ―Alex dio un sorbo a su taza de té y volvió a dejarla sobre el reposabrazos del enorme sofá. Al instante, el espacio en su regazo fue ocupado por Cat, que ya había hecho del salón principal de los Vengadores su nuevo territorio.
―Sabes que Nashville no es solo ranchos de caballos y música country, ¿no? ―La sonrisa burlona de Tony ocupó toda la pantalla del ordenador. Tras él, Alex podía apreciar el lujoso vestíbulo del hotel en el que el millonario se estaba quedando―. Dile a ese bicho que ni se le ocurra arañar mi sofá.
―¿Cómo voy a saberlo? Nunca he estado. ―La chica se encogió de hombros y rodó los ojos mientras dejaba a la gata en el suelo―. ¿Qué tal la convención?
―Exasperante. Dos días de mi vida totalmente desperdiciados, estos tipos solo saben hablar de IBI, IVA y un montón de siglas que no tienen nada que ver con la tecnología que he venido a presentar. ―Él chasqueó la lengua.
Una cabellera rubia asomó por la esquina de la pantalla, precediendo a la estilizada figura de Pepper Potts, que saludó a Alex con una sonrisa antes de sentarse sobre las piernas de su prometido.
―No le hagas caso, es un quejicas. Se ha pasado más tiempo con Rhodey en el hipódromo que en las juntas empresariales.
―No hace falta que lo jures, me lo imagino. ―Alex le devolvió la sonrisa―. ¿Al menos te habrá llevado a cenar a algún sitio elegante?
―Anoche fuimos al GrandPri. La próxima vez tienes que venir con nosotros. Tony dice que te gusta la música en directo.
―Me encantaría. ―La chica suspiró con cierta envidia.
―No sé si quiero juntaros a las dos ―bromeó el millonario―. Os gusta demasiado meteros conmigo.
―Demasiado tarde. ―Alex le guiñó un ojo a su padre. Le caía bien Pepper; se habían conocido tres días atrás, cuando esta había llegado al complejo para llevarse a Tony a la convención empresarial anual que organizaba Industrias Stark.
La rubia acababa de enterarse del parentesco entre Alexa y su prometido, por lo que el momento de la presentación había resultado un tanto extraño. Sin embargo, enseguida habían congeniado; ambas compartían un gran afecto hacia Tony, y valoraban que él tuviera un hombro más en el que apoyarse.
La misma Pepper había propuesto que Alex los acompañara a la convención; quería estrechar lazos, empezar a compartir algo de tiempo en familia... Pero Steve lo había considerado un riesgo innecesario y, aunque a Tony le fastidiaba tener que separarse tan pronto de su hija recién descubierta, era consciente de que eso era lo más seguro para ella. Debían mantener a Alex alejada del punto de mira hasta que pudieran poner fin a la amenaza de HYDRA e Hiperión.
En cualquier caso, Tony seguía convencido de lo que había dicho unas pocas tardes atrás: quería que Alex formase parte de su vida en todos los sentidos, y eso implicaba darle el apellido Stark que por derecho de nacimiento le correspondía. Tendría que esperar para hacerlo oficial, pero en cuanto solucionasen el dichoso asunto de los eternos, pensaba realizar un anuncio por todo lo alto. Se moría por presentar al mundo a la nueva vengadora y miembro de la familia Stark... Alexa Stark ¡Sonaba jodidamente bien!
Y ella no podía estar más de acuerdo; Zane solo era el nombre del lago situado junto al orfanato donde se había criado los primeros siete años de su vida; compartía apellido con la mitad de los huérfanos que habían crecido en ese lugar..., no es que fuera precisamente especial para ella. Tenía tantas ganas de cambiárselo como Tony de dárselo, y eso la hacía tremendamente feliz. Por primera vez en su vida tendría una identidad permanente y propia.
―Oye, listilla, ¿dónde están todos?, ¿no te habrán dejado sola? ―preguntó el millonario. Veía a Alex sentada en el sofá del salón que comunicaba con la cocina, pero ni rastro de los demás. Le sorprendía que a esas horas ninguno de sus compañeros pululara por ahí, vaciando la nevera como de costumbre.
―Wanda y Vision han salido juntos, Nat y Clint están haciendo algo para SHIELD, se fueron anoche. Sam tenía una reunión con los veteranos y Thor ha aprovechado para hacerle una visita a Jane Foster ―repasó, haciendo un gesto con las manos para llevar la cuenta.
―¿Y el Capi? ―quiso saber Tony.
―Ha estado casi toda la mañana en el hospital con Peggy Carter. ―No pudo evitar que un deje suspicaz adornase el último nombre. Fue totalmente involuntario, pues en realidad admiraba profundamente a la Agente Carter―. Pero volvió hace un rato, supongo que estará en el gimnasio.
Al otro lado de la pantalla, Tony contuvo una mueca burlona, pero no hizo ningún comentario al respecto.
―Me voy tres días y todos olvidan sus obligaciones. ―El millonario sacudió la cabeza.
Alex enarcó una ceja y sonrió divertida. Tony no era el miembro más responsable del equipo, precisamente.
―¿Cuándo volvéis?
―Mañana. ―Esta vez fue Pepper la que respondió―. Espero que podamos pasar algo de tiempo juntas cuando lleguemos ―añadió, con una sonrisa sincera.
―Por supuesto. ―Alex le devolvió el gesto.
―Cuídate, listilla. ―Tony le guiñó un ojo―. No hagas nada divertido sin mí.
Con un último gesto de mano, la pareja se despidió y cortó la videoconferencia, dejando a Alex sola en el enorme salón del complejo. No obstante, apenas acababa de cerrar la pantalla del portátil cuando Steve entró como una exhalación.
―¿Qué ocurre? ―preguntó la chica, captando la urgencia en el semblante del soldado.
―Ponte el traje ―ordenó él―. Natasha y Clint necesitan refuerzos.
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El azote del viento en sus mejillas se iba intensificando a medida que la motocicleta de Steve avanzaba a mayor velocidad por la carretera. Sentada tras él, y aferrada a la cintura del supersoldado, Alex estaba haciendo su mayor esfuerzo para mantener la compostura; si apretaba un poco más sentiría los abdominales del Capitán bajo sus manos, perfectamente marcados contra la tela del uniforme azul, rojo y blanco...
El vehículo dio un acelerón, y ella se tambaleó hacia atrás.
―Agárrate bien. ―Steve alzó la voz para hacerse oír por encima del rugido del motor―. Puedes abrazarme, no muerdo ―añadió, sin apartar la vista del asfalto.
Alex tragó saliva. Definitivamente, no le molestaría que el Capitán América la mordiera.
―Hemos llegado ―anunció él unos segundos más tarde.
El aviso no era necesario. La marabunta de gente que salía despavorida desde el interior del estadio de los Yankees, junto con los gritos y alarmas retumbando por toda la zona eran señal más que suficiente de que estaban en el lugar indicado.
Alexa se apeó de la motocicleta de un salto, ni siquiera esperó a que Steve detuviese el motor. Aun así, no le sacó ventaja al supersoldado; en menos de un parpadeo él ya estaba corriendo a su lado.
―Sabía que el Bronx era una zona conflictiva, pero no imaginaba cuánto ―ironizó la chica, al tiempo que esquivaba a un grupo de aficionados al beisbol, que en su huida de lo que fuera que hubiese en el interior del estadio, casi se la llevaban por delante.
―Toda Nueva York es un imán para los problemas. ―Steve chasqueó la lengua y se llevó dos dedos al dorso de la oreja―. Natasha, ¿me recibes? ―No obtuvo respuesta. O bien la señal se había cortado, o la pelirroja no estaba en condiciones de contestar.
El bramido de una explosión, seguido de la aparición de una columna de humo a escasos metros de su posición, provocó que el pánico se intensificara todavía más entre la multitud.
Steve y Alex intercambiaron una mirada antes de dirigirse a toda velocidad hacia la entrada más cercana. Atravesaron la galería de los jugadores y llegaron al campo central.
Ante ellos estaba teniendo lugar una reñida pelea entre sus dos compañeros y varios individuos vestidos con uniformes de HYDRA; eran humanos, pero la piel les brillaba con una extraña luz incandescente, sus movimientos eran demasiado rápidos y agresivos y, de vez en cuando, asomaban descargas de fuego desde sus dedos, incendiando tanto el cuidado césped como las gradas, todavía ocupadas por decenas de espectadores tratando de huir del caos.
―¿Es lo que creo que es? ―musitó Steve.
―Extremis. ―asintió Alex, reconociendo el efecto del virus desarrollado por Aldrich Killian y Maya Hansen. Lo había estudiado cuando todavía era agente, pues había formado parte del equipo de SHIELD encargado de limpiar las huellas del desastre después de que Iron Man derrotase a su creador cinco años atrás.
Sin perder más tiempo, la chica y el soldado saltaron al campo. Steve usó su escudo para derribar a un grupo de infectados que atosigaban a Natasha, al tiempo que Alex corría en sentido contrario, hacia Clint. Era el momento perfecto para probar las armas que había modificado la noche anterior; desenfundó las varas electrificadas, las puso al máximo voltaje y aplicó una potente descarga sobre un par de agentes que acorralaban a su amigo contra el banquillo del equipo visitante.
―Empezaba a pensar que pasabais de nosotros. ―El arquero resopló aliviado. Una gruesa capa de sudor le cubría la frente y en su carcaj ya escaseaban las flechas. Sin duda, tanto él como Natasha llevaban un buen rato repartiendo golpes.
―¿De dónde han salido estos tipos? ―quiso saber Alex.
―Son miembros de HYDRA. Anoche robaron en los laboratorios de la ONU. Fury nos pidió que los rastreásemos. Al parecer pretendían poner una bomba aquí ―explicó Clint, lanzando una flecha aturdidora contra uno de esos hombres ígneos que se estaba aproximando demasiado a un grupo de civiles―. Nat y yo llegamos a tiempo de evitarlo, pero cuando nos descubrieron empezaron a atacar a todo el mundo.
―Tenía entendido que Tony se había desecho del problema del extremis.
―Todos lo creíamos, pero se ve que HYDRA se ha hecho con el virus, y ha conseguido controlarlo de algún modo ―respondió Clint, volviéndose a toda prisa para esquivar un peligroso golpe.
Durante los próximos minutos, los cuatro vengadores se concentraron en dar lo mejor de sí, sin embargo, eran inferiores en número, y los agentes infectados con el virus no se dejaban derribar fácilmente. No obstante, la peor parte consistía en evitar que los civiles saliesen heridos; aunque la gran mayoría ya había huido del estadio, todavía quedaban decenas de regazados, e incluso estúpidos temerarios a los que no les importaba poner sus vidas en riesgo con tal de ver a los Vengadores en acción...
―Esto se nos está yendo de las manos ―gritó Natasha, sin dejar de repartir golpes en ningún momento―. ¡Necesitamos ayuda, ya!
―Nuestros intercomunicadores no funcionan ―respondió Steve, que ya había intentado llamar al resto del equipo sin éxito.
Alex no necesitó que se lo pidieran. Le bastaron un par de segundos de conexión telepática para hacerse con el control de los móviles de algunos civiles, y enviar la señal de socorro a los demás vengadores. Ahora solo quedaba esperar que acudieran a tiempo.
Todo eso seguía sacándola de quicio, ¿cómo se había hecho HYDRA con el virus del extremis? Y más sorprendente aún, ¿cómo habían conseguido estabilizarlo? Los hombres que enfrentaban en ese momento parecían tener pleno control de sus habilidades mejoradas, cosa que no había sucedido con los soldados derrotados por Tony hace años.
Se sentía confusa, y dominada por la adrenalina, aun así, sus músculos se movían casi automáticamente, buscando los escasos puntos débiles de sus adversarios. Había desplegado todo su arsenal de armas, e incluso usaba los dispositivos tecnológicos a su alrededor para ganar algo de ventaja. En un momento dado, ordenó a las enormes lámparas del estadio descargar su electricidad sobre un grupo de agentes.
Cuando al fin parecía que la cantidad de infectados activos empezaba a descender, Alex divisó una cara demasiado conocida junto a la entrada del túnel de los jugadores.
«¿Liam?» Se frotó los ojos para asegurarse de que no era una alucinación... Pero él seguía ahí, tratando de huir del caos. ¿Qué narices hacía Liam en Nueva York?
No tuvo tiempo de darle más vueltas a esa visión inesperada, un miembro de HYDRA estaba a punto de alcanzar a Liam. Alex no se lo pensó dos veces, corrió hasta él y noqueó al atacante con una llave de karate, para luego dejarlo inconsciente gracias a una descarga de sus varas. Cuando alzó la cabeza, el rubio la miraba con los ojos abiertos como platos y una mueca que vacilaba entre el alivio y el desconcierto.
―¿Qué haces aquí? ―inquirió ella, poniéndose en pie.
―¿Que qué hago aquí? Vine a ver el partido ¡¿Qué haces tú aquí?! Se suponía que estabas en Nebraska cuidando de tu abuela... ¿Y... y qué acabas de hacer? ―El chico se llevó las manos a la nuca, alterado―. Te lo has cargado..., espera... ―Agitó la cabeza―. ¿Estás con ellos?, ¿con los Vengadores?
Alex se mordió el interior de la mejilla.
―Ya, bueno..., en realidad no soy de Nebraska ―musitó. No tenía ni idea de cómo empezar a contarle a Liam todo lo que le había ocultado desde el principio.
―No eres de Nebraska... ―Él dejó escapar un sonido extraño, parecido a una risa irónica―. ¿Qué está pasando, Cass? Llevas casi un mes desaparecida. No llamas, no das señales de vida, y te encuentro en Nueva York, peleando codo con codo con los Vengadores... Dime que no me estoy volviendo loco.
―Es una larga historia. ―Ella lo empujó con delicadeza para apartarlo del bullicio que todavía dominaba el estadio; estaban demasiado expuestos―. Ahora no puedo hablar, Liam. Tienes que marcharte, aquí no estás seguro.
―No, esta vez no me iré sin una explicación. Siempre he confiado en ti. He visto... todas esas cosas raras que pasaban a tu alrededor y nunca he hecho preguntas ―protestó él―. Me lo debes.
―¡No es el momento, Liam! ―Alex resopló agobiada―. ¡Por favor, vete! Ponte a salvo. No puedo pelear contra un grupo de pirados a la barbacoa si tengo que estar pendiente de tu seguridad, ¡por favor!
Él separó los labios para replicar, pero en lugar de una protesta, de su garganta escapó un grito de pánico.
―¡Cuidado!
Alex no tuvo ocasión de reaccionar; un puño incandescente impactó contra su espalda, provocando que el aire abandonara sus pulmones por un instante. El dolor se expandió por todo su cuerpo. Voló hacia atrás varios metros, hasta aterrizar de bruces sobre el suelo, en el interior del túnel a través del cual los jugadores accedían al campo.
Desde su posición, Steve fue testigo de cómo dos agentes atacaban a Alex por sorpresa. Apenas divisó el golpe, pero el resultado no semejaba nada halagüeño para su compañera.
―¡Nat, encárgate de estos! ―pidió. Sin esperar respuesta, se escabulló de los agentes que enfrentaba y corrió hacia el túnel, para alcanzar a Alex.
Ella estaba seminconsciente; uno de los hombres la arrastraba por el suelo, agarrándola por el cuero cabelludo mientras el otro vigilaba la retaguardia. Steve apretó los dientes cabreado, y lanzó su escudo contra el primero, logrando que este soltara a la chica.
Alex abrió los ojos en el mismo instante en el que el Capitán América dejaba fuera de combate a uno de sus atacantes. Sentía náuseas y todo le daba vueltas, sin embargo, no era momento de descansar, Steve todavía se enfrentaba a un infectado, tenía que ayudarlo... Se puso en pie, algo tambaleante, pero cuando trató de acercarse ya era demasiado tarde: la piel del agente de HYDRA había comenzado a brillar con mayor intensidad.
―¡Steve!
El supersoldado comprendió lo que se avecinaba. Se apartó del hombre incandescente y saltó sobre Alex, logrando protegerla con su cuerpo un segundo antes de que el agente contaminado por el extremis explotara en mil pedazos, como si de una bomba se tratase, llevándose por delante los cimientos del túnel en el que se encontraban.
Un pitido estalló en los oídos de ambos vengadores; sus vistas se nublaron con polvo y escombros. Luego, todo se volvió negro.
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La tenue luz azulada, procedente de las varas electrificadas de Alexa, se abrió paso entre la densa oscuridad del pequeño espacio en el que habían quedado atrapados.
Al divisar a Steve tirado en el suelo, con la espalda apoyada contra la pared y una mano sobre el pecho, Alex se tapó la boca, asustada.
―¡Steve!, ¿estás bien? ―Se acercó a gatas; apenas había sitio para sentarse, mucho menos para ponerse en pie.
―Estoy bien, solo un poco magullado ―musitó él tras un breve quejido―. ¿Tú estás bien?
―Estoy viva ―respondió―. Ya es más de lo que esperaba.
―Hemos tenido suerte. ―Él asintió, al tiempo que echaba un vistazo a su alrededor.
El túnel no se había desmoronado sobre ellos, pero casi. Toneladas de pedazos de pared y ladrillo los cercaban por todas partes en un equilibrio excesivamente precario, incluso por encima de sus cabezas, impidiéndoles incorporarse.
―Tenemos que salir de aquí ―dijo Alex, con intención de empezar a mover piedras. Detestaba los espacios pequeños y cerrados.
―No podemos. ―Steve se apresuró a posar su mano sobre la de ella antes de que desplazara nada―. Es demasiado peligroso. Estamos vivos de milagro, si tocas la piedra equivocada moriremos sepultados.
Las mejillas de la chica perdieron el color al escuchar las palabras del soldado. «No, no, eso sí que no».
―Pero tampoco podemos quedarnos sin hacer nada ―balbuceó, agitando las manos. ¡Rayos! No, no podía estar pasando eso. Se llevó una mano al pecho, de repente hacía demasiado calor, y estaba segura de que no había oxigeno suficiente... Es más, notaba como empezaba a faltarle el aire, los pulmones le ardían―. Y si nos quedamos sin oxígeno, y si...
―Alex, ey tranquila. ―Steve le posó ambas manos en los hombros. Nunca la había visto reaccionar así, tan asustada, tan angustiada―. No tienes que preocuparte, nosotros no podemos mover las piedras desde aquí, pero nuestros compañeros sí. Nos sacarán antes de que te des cuenta ―dijo, tratando de tranquilizarla.
―No, no, no ―murmuró ella. Tenía la vista clavada en sus propias manos, empezaba a lagrimear y no quería que él la viera llorar―. Van a tardar demasiado. Tenemos que salir, ¡ya!
―Dios, Alex. ―Steve trató de acercarla a él, estaba preocupado―. No sabía que fueras claustrofóbica.
―¡No soy claustrofóbica! ―Ella usó sus brazos como barrera. No quería consuelo, solo salir de ahí de una vez―. Simplemente no me gustan los espacios cerrados. ―Un sollozo escapó de su garganta, el corazón le latía a mil por hora y cada vez le costaba más respirar.
El gesto de angustia en el semblante de la chica no pasó desapercibido para Steve. Reconocía los síntomas, desgraciadamente había presenciado muchas situaciones semejantes en las trincheras; Alex estaba sufriendo un ataque de pánico.
―Escúchame, Alex, quiero que me mires. ―Posó una mano bajo el mentón de la chica, obligándola a alzar la mirada―. Tienes que respirar, vamos, concéntrate en tu respiración.
―No, no puedo. ―Ella volvió a sollozar.
―Sí que puedes. ―Steve tomó las manos femeninas entre las suyas―. Respira despacio. Alex, mírame...
Ella quería hacerlo, quería escucharlo y quería contagiarse de la paz que transmitían esos increíbles ojos azules..., lo necesitaba, pero no era capaz. El aire apenas llegaba a sus pulmones y una neblina de oscuridad le cegaba la vista; podía notar el aliento de Steve, tan cerca que le acariciaba las mejillas al hablar. Sin embargo, apenas conseguía distinguir su rostro.
Fue entonces cuando sintió el tacto de una mano afianzarse sobre su nuca; otra se detuvo en su cintura y, cuando quiso darse cuenta, los labios de Steve hacían contacto con los suyos. Steve Rogers la estaba besando.
En ese instante, todas las sensaciones angustiantes se desvanecieron. Sin pensarlo, Alex cerró los ojos y se dejó llevar, notando como con cada roce, con cada aliento, el aire regresaba a su sistema respiratorio y el miedo se evaporaba, cediendo lugar a una agradable y adictiva calidez.
Steve no se apartó hasta que estuvo seguro de que Alex volvía a respirar con normalidad. Dejó ambas manos sobre las suaves mejillas femeninas y examinó su rostro con detenimiento. Parecía sorprendida, confusa e incluso algo avergonzada, pero ya no había pánico en su gesto. Suspiró aliviado.
―¿Estás mejor?
Ella asintió con la cabeza.
―¿Por qué has hecho eso? ―inquirió, apenas susurrando.
Él le dedicó una pequeña sonrisa, al tiempo que la ayudaba a acomodarse a su lado, ambos sentados en el suelo, con las espaldas apoyadas contra la pared.
―Estabas sufriendo un ataque de pánico. Tenía que hacer que dejaras de respirar tan rápido, fue lo único que se me ocurrió. ―La rodeó con un brazo y dejó que ella reposara la cabeza sobre su hombro―. ¿Quieres contarme qué ha pasado?
La mente de Alex era un revoltijo de pensamientos y emociones encontradas. Steve la acababa de besar, y estaba convencida de que había sido lo más maravilloso que había sentido nunca... Sin embargo, seguían atrapados bajo toneladas de cemento y, por otro lado, no parecía que el beso hubiera significado mucho para él. Exhaló un suspiro, no podía procesarlo todo de golpe, debía esperar a que los sacasen de ahí.
―Siento el numerito de antes ―confesó―. Es solo que odio esta situación. Cuando vivía en el orfanato tuve... algunas malas experiencias en sitios como este.
―¿Malas experiencias? ―Steve arqueó las cejas, preocupado―. ¿Qué te hicieron, Alex?
―Nada demasiado grave, cosas de críos ―se apresuró a aclarar―. Yo era diferente, tenía mis poderes y estaba empezando a experimentar con ellos... A los niños mayores eso no les gustaba. ―Se encogió de hombros―. En las habitaciones de internos había un hueco entre el suelo y el parqué de madera... A veces, cuando los adultos no vigilaban, ellos me metían ahí a la fuerza, y luego volvían a tapiar el espacio.
Las facciones de Steve se contrajeron en una mueca horrorizada, ¿qué clase de monstruos eran capaces de hacerle eso a una niña pequeña?
―Lo peor era cuando gritaba para que me sacaran de ahí. Nadie me escuchaba, era demasiado frustrante. Llegué a pasarme días enteros atrapada ―siguió Alex. No estaba muy segura de qué hacía contándole eso a Steve. No era fan de compartir sus traumas; para ella era algo demasiado personal. Sin embargo, al mismo tiempo, hablar le ayudaba a mantener la cordura en esa situación―. Cuando cumplí siete, Nick Fury apareció y me llevó con él. Fue uno de los mejores días de mi vida.
―Es horrible. ―Steve negó disgustado. Sin darse cuenta, había empezado a acariciar el brazo opuesto de su compañera―. Si te soy sincero, siempre detesté a los abusones.
Se escuchó una suave risa.
―Eres, Steve Rogers. Siempre eres sincero.
Él le devolvió la sonrisa.
―Saldremos de aquí ―susurró―. Te lo prometo.
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Los fuertes brazos de Thor levantaron otro pedazo de pared, y lo arrojaron a la otra punta del campo. Junto a él, Wanda hacía levitar los escombros, y Iron Man se movía sin descanso, apartando piedras y ladrillos a un ritmo frenético.
El sol ya se había ocultado un buen rato atrás. Todos los vengadores estaban en el estadio de los Yankees, trabajando a contrarreloj. Steve y Alex llevarían unas cuatro horas atrapados, no podían permitir que eso se alargase más.
―Creo que ya casi lo tenemos. ―Thor se pasó una mano por la frente, presa del cansancio, pero enseguida regresó a la tarea de apartar bloques de cemento.
Tony no respondió, solo siguió trabajando. No podía concebir la idea de perder a ninguno de los dos. Tenía que sacarlos de ahí...
Porque estaban vivos, no había otra opción. Sabía que lo estaban.
―¡Veo algo! ―exclamó Vision.
El millonario fue el primero en reunirse con el androide, quien ya se había colado por el hueco que acababa de abrir, para salir un instante después, cargando los cuerpos de Steve y Alex.
Tony no esperó a que los posara en el suelo. Se subió la máscara de la armadura y tomó a su hija en brazos. Parecía aturdida y bastante magullada, pero estaba viva, al igual que Steve. Un suspiro escapó de sus labios, y los ojos le brillaron con lágrimas de alivio contenidas.
―No vuelvas a hacerme esto, listilla ―musitó, abrazándola contra su pecho y sintiendo como ella le devolvía el abrazo. Sin soltarla, alzó el rostro para mirar a Steve, que ya estaba siendo atendido por Wanda y Clint―. Ninguno de los dos.
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Hello a todos ^^
Hoy ha habido beso de Alex y Steve xD (¿Stalex? really, soy pésima poniendo nombres a los shipps) No sé si os ha gustado, si imaginábais así su primer beso... (Yes, me he inspirado en Teen Wolf) Alex se ha quedado un poco off jajaja, pero bueno, todo pasa por algo ;)
También ha reaparecido Liam, que no me he olvidado de él, todavía tiene mucho que aportar a la historia, ya veréis xD
Probablemente tarde en volver a actualizar. Como ya dije en mi tablero, mañana me marcho de vacaciones a la playa, estaré un mes, y allí me es muy complicado encontrar tiempo para ponerme a escribir, estoy todo el rato con familia y amigos, y por desgracia, soy de las que necesitan silencio y tranquilidad para sacar algo de mi cabeza.
Intentaré avanzar, pero no puedo prometer nada, así que me disculpo ya por la posible tardanza.
Espero que os haya gustado, y muchas gracias por leer.
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