Cap. 1- Secuestro

Universidad de Berkeley, California (Casa de la hermandad Delta Psi) Marzo de 2017


―Liam, ¿ese chico está en tu fraternidad? ―Alex señaló a un estudiante de piel oscura, vestido con una camiseta de los Lakers y gorra de beisbol, que se paseaba alrededor de la barra libre sin servirse ninguna bebida en particular.

El aludido, un chico rubio de ojos grises con el físico de un auténtico actor de Hollywood, negó con la cabeza al posar la mirada en la dirección que le indicaba su novia.

―No, ese tío no es un Omega Tau ―respondió―, será un estudiante de intercambio, siempre intentan colarse en vuestras fiestas ―añadió encogiéndose de hombros.

Alex se mordió el labio inferior. En circunstancias normales ni siquiera se habría fijado en el desconocido, un rostro más entre las decenas de jóvenes ebrios que habían invadido la casa de su hermandad con motivo de la fiesta... pero, incluso desde la otra punta del salón podía percibir los dispositivos de alta tecnología que el tipo llevaba consigo. Y eso no tenía nada de normal.

Además, no era la primera presencia extraña con la que se topaba últimamente. Un par de semanas atrás, tres hombres trajeados la habían abordado en un centro comercial cercano al campus con intención de convencerla para que fuera con ellos.

Obviamente su respuesta había sido negativa... y no muy pacífica, precisamente. Les había dado esquinazo, y estaba segura de que no la habían seguido, pero no era tonta, alguien estaba tras sus pasos. Solo era cuestión de tiempo que volvieran a encontrarla.

―Cass, ¿me estás escuchando? ―Liam le posó una mano en el hombro.

―Perdona, ¿qué decías? ―respondió ella tras sacudir ligeramente la cabeza.

Él la miró con una expresión afable.

―Te he preguntado si quieres que te traiga otra cerveza, pero creo que ya has bebido suficiente por hoy.

―Oye, eso no es cierto ―replicó ella, echando un rápido vistazo a su vaso ya vacío. Solo llevaba seis... ¿o siete? Tal vez Liam tenía razón; el exceso de alcohol en su organismo podría ser una buena explicación a su reciente paranoia.

Con una sonrisa un tanto condescendiente, el rubio le retiró el vaso de la mano y lo dejó sobre una mesa cercana, para luego tomarla a ella de la cintura y besarla como solo él sabía.

Alex no tardó más de unos segundos en olvidar al estudiante desconocido y a los trajeados del centro comercial. Le encantaba lo que Liam era capaz de despertar en ella con apenas un roce.

―¿Quieres subir a mi cuarto? ―susurró al oído de su novio.

―¿Cuándo he respondido que no a eso? ―Él le devolvió una sonrisa traviesa, al tiempo que la cogía de la mano y se abría paso entre la multitud de estudiantes, rumbo a las escaleras que conducían a los pisos superiores.

Alex se dejó llevar. Esta era su vida ahora, fiestas, clases, sus amigas, exámenes y Liam... No quería perderla.

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Wanda Maximoff cerró la puerta del dormitorio a su espalda. El jaleo de la fiesta y la música a todo volumen apenas se amortiguó unos decibelios, pero bastó para darle un descanso a sus oídos, poco acostumbrados a eso que los americanos llamaban juerga universitaria.

―No está aquí ―habló, sin dirigirse a nadie en particular, consciente de que tanto Natasha, como Sam y Steve la escuchaban a través de sus intercomunicadores.

En la estancia todo parecía normal, respondía a lo esperable de cualquier habitación en la casa de una fraternidad universitaria femenina: banderines con el escudo de las Delta Psi colgados de la pared, dos camas a medio hacer con sábanas en tonos pastel, un armario entreabierto que parecía a punto de estallar y, bajo una pila de apuntes, libros de texto y productos de maquillaje, creyó ver un escritorio doble.

Wanda, alguien está subiendo. ―La voz de Sam Wilson llegó clara a sus oídos―. Creo que es el objetivo, pero no está sola.

―Podías haberlo dicho antes ―replicó la aludida, corriendo a ocultarse en el interior del baño anexo al dormitorio. En cuanto estuvo dentro, un nuevo portazo sonó en la estancia.

Wanda se asomó a la mirilla. Una pareja de jóvenes estudiantes acababa de irrumpir; se besaban apasionadamente mientras comenzaban a desvestirse entre ellos, sin dejar de toquetearse por todos lados.

―Me niego a ver esto ―susurró en su intercomunicador, dándose la vuelta con una mueca de desagrado. Al volverse, se topó con los ojos ambarinos de una gata siamesa que parecía de todo menos amistosa.

¿Qué sucede? ―inquirió Steve a través del canal.

―Ellos están..., van a... ya sabes ―farfulló, mientras usaba sus poderes de manipulación mental para hacer que el felino se echase a dormir y dejara de molestarla―. Van a acostarse.

Escuchó la risa de Falcon al otro lado de la línea, pero fue la voz de Natasha la que respondió:

¿Es el objetivo?

―Creo que sí, no le he visto bien el rostro ―contestó la aludida.

Compruébalo ―ordenó Romanoff―, y, si es ella, deshazte del chico.

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Su camiseta yacía a un lado de la cama, junto con la de Liam, mientras sus bocas se inspeccionaban mutuamente en un beso ardiente. En ese instante, Alex no podía pensar en nada que no fuera el cuerpo de su novio sobre el suyo... Sin embargo, antes de que las manos del chico alcanzasen el cierre de su sujetador, ella lo detuvo.

Algo no iba bien.

―¿Qué ocurre? ―Liam la miró a los ojos, preocupado―. ¿Estás bien?

Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad y de la poca sobriedad que la cerveza todavía no se había llevado, la chica se incorporó hasta quedar sentada en la orilla del colchón.

―¿Cassie? ―Liam insistió.

―No es nada. ―Ella sacudió la cabeza, escrutando la estancia con la mirada. Estaba segura de que no estaban solos―. ¿Has visto a Cat?

Escuchó un suspiro. Probablemente Liam pensaría que estaba loca por preocuparse por su gata en un momento como ese.

―Habrá salido a cazar ―respondió el chico, extrañado―, o tu compañera de cuarto se la habrá llevado a algún lado. No sé, Cass ―añadió, encogiéndose de hombros―. Ya volverá.

Alex no contestó. En su lugar se puso en pie y caminó hacia la puerta del baño; estaba cerrada, pero recordaba haberla dejado abierta. Posó la mano en el pomo y lo giró.

En cuanto abrió, una fuerza invisible la empujó hacia atrás varios metros; su espalda colisionó contra la pared opuesta y cayó al suelo con un golpe seco.

―¡Cassie!

La voz de Liam llegó a sus oídos cargada de sorpresa y preocupación. Alzó la mirada, todavía adolorida; una chica más o menos de su edad, tal vez uno o dos años mayor, había invadido su dormitorio. Vestía de negro y granate, y llevaba la melena cobriza suelta, pero lo que más llamaba la atención en ella, sin duda alguna, eran las ondas de energía carmesí que serpenteaban alrededor de sus manos.

Alex trató de incorporarse, pero el golpe previo y el alcohol en su sistema le jugaron una mala pasada y volvió a tropezar. Entretanto, la desconocida ya había llegado hasta Liam.

―¡Aléjate de él, bruja! ―gruñó, poniéndose en pie.

Wanda terminó de manipular la mente del chico, dejándolo en una especie de trance que lo aislaba de lo que estaba sucediendo, y se volvió hacia Alex, dispuesta a hacer lo mismo con ella... No obstante, no fue capaz.

―No es posible ―negó, aturdida. Algo le impedía acceder a los pensamientos de la chica. Volvió a intentarlo, y de nuevo falló. Una especie de muro rodeaba la mente de su adversaria.

―Eso no funciona conmigo, brujita. ―Alex esbozó una sonrisa socarrona, consciente de lo que la desconocida trataba de hacer.

Wanda arrugó la frente, cabreada.

―Pero esto sí. ―Alzó la mano y, de nuevo, usó sus poderes telequinéticos para lanzarla hacia atrás.

El cuerpo de Alex impactó de costado contra una estantería, provocando que libros, carpetas, joyas, frascos de perfume, y todo su contenido cayera al suelo haciéndose pedazos. Ella dejó escapar un sonoro quejido, acompañado de un resoplido de frustración; su compañera de cuarto la mataría cuando descubriera ese desastre.

Clavó la mirada en la chica que acababa de arruinar su dormitorio. ¿Qué se suponía que era: mutante, mejorada, extraterrestre...? Fuera lo que fuera, era poderosa, de eso no cabía duda... Mientras que ella no se encontraba ni de lejos en sus mejores condiciones.

―Ríndete ahora y ven conmigo. ―Wanda habló en un tono que pretendía sonar impasible―. No hay razón para pelear.

―Sí, claro. ―Alex bufó―. ¿Y ser el juguete de SHIELD, HYDRA o de quién quiera que te haya enviado? ―Se puso en pie, con los puños apretados―. No, gracias. ―Dio un salto hacia la chica, asestándole una certera patada en el estómago, que provocó que esta se doblara por la mitad.

Wanda, informa de la situación, ¿tienes al objetivo?

―Estoy en ello ―masculló la aludida, respondiendo a la voz de Sam―, no me vendría mal una ayuda ―añadió, a la par que trataba de evitar, sin éxito, un nuevo golpe.

Una expresión de alarma se adueñó del rostro de Alex al descubrir que su oponente contaba con refuerzos. No sería capaz de enfrentarse a otros como esa chica, tenía que librarse de ella y huir de ahí cuanto antes.

Se concentró en el intercomunicador de su adversaria y usó sus poderes para provocar una pequeña sobrecarga en el dispositivo. La chica no lo vio venir, la descarga atacó directamente a su oído interno, dejándola completamente aturdida y fuera de combate.

Alex soltó todo el aire que había estado conteniendo. Solo entonces se percató del punzante dolor en su sien derecha; se llevó una mano al lugar, notando como esta se manchaba de sangre. Mierda, no soportaría otro asalto.

Se levantó medio tambaleante y se arrodilló frente a Liam que, aún sentado en la cama, parecía empezar a recobrar la conciencia.

―¿Qu... qué ha ocurrido? ―El chico enfocó la vista en ella, todavía algo aturdido―. Esa chica te lanzó por el aire... ―Sus ojos recayeron sobre la intrusa, inconsciente en la alfombra, y se interrumpió a sí mismo, perplejo y asustado.

―Liam, escucha, tienes que bajar con los dos demás. ―Alex lo tomó de las manos, animándolo a ponerse en pie. La casa estaba llena de estudiantes, no irían a por él si se camuflaba entre la multitud.

―Espera, ¿ella te ha hecho eso? ―Tocó con suavidad el tajo en la cabeza de su novia―. Tenemos que llamar a la policía.

―No, nada de policía. ―La chica se agachó para recoger la camiseta del rubio y se la lanzó. Sin perder un segundo, empezó a empujarlo hacia la salida de la habitación.

―Ya basta, Cass. ―Liam se detuvo en el marco de la puerta; su expresión, confusa y preocupada hasta el momento, se transformó en una mueca decidida―. ¿Qué mierda está pasando aquí? Sea lo que sea te ayudaré, pero tienes que confiar en mí.

Alex tuvo que realizar un esfuerzo titánico para no dejarse llevar por las ganas de hacer lo que su novio le pedía. Pero no podía; contarle la verdad equivaldría a arrastrarlo a su mundo de secretos y amenazas... No le haría eso.

En cuanto Liam bajase, ella cogería sus cosas y desaparecería. Cassie Jones ya no era una identidad segura, tenía que renunciar a ella... y a Liam.

Eso era una despedida y ella las detestaba. No lo alargaría más de lo necesario.

―Te lo contaré todo en cuanto recoja esto ―mintió, con la misma facilidad con la que respiraba. Pasó los brazos alrededor del cuello de su novio y lo besó por última vez―. Vete bajando, en unos minutos te alcanzo.

Liam le devolvió una mirada recelosa, pero obedeció tras un instante de vacilación.

―Está bien. ―Le acarició la mejilla antes de darle la espalda y perderse en el corredor que llevaba a las escaleras.

Alex cerró tras de sí. Le hubiera gustado dejarse resbalar contra la madera de la puerta y echarse a llorar cual quinceañera con el corazón roto. Pero no tenía tiempo.

Sin detenerse, sacó de debajo de la cama su vieja mochila para emergencias. La última vez que la había usado había sido cuando el juguete de Stark, Ultron, se había convertido en una amenaza mundial. Fury había dado con ella, que por aquel entonces residía en Boston bajo el nombre de Zoey Dean. El viejo director de SHIELD había estado a punto de atraparla, pero en el último momento ella logró eludir a sus perros. Aquel incidente la había obligado a cambiar de identidad de nuevo y mudarse a la otra punta del país... Así había nacido Cassie Jones, y hoy, casi dos años después, moriría.

Tras comprobar que la mochila contaba con todo lo necesario, cogió en el armario lo primero que encontró, una sudadera de su compañera, de color rosa y estampada con dibujitos de Hello Kitty... Con todo el jaleo, ni siquiera había reparado en que seguía semidesnuda de cintura para arriba.

Metió la cabeza en el interior de la prenda, pero cuando la sacó por arriba, ya no era la única persona consciente en la habitación (porque la bruja seguía desmayada sobre su alfombra). Frente a ella, permanecía en pie el tipo que le había llamado la atención un rato atrás en la fiesta. Solo que ahora, en lugar de vestir de calle, llevaba una especie de traje cargado hasta arriba con armas de alta tecnología y un llamativo par de alas a la espalda.

―¿Cómo has entrado? ―Alex no fue capaz de preguntar otra cosa.

―Por la ventana. ―El hombre respondió en un tono calmado, casi humorístico, al tiempo que alzaba una mano en dirección a ella. De su muñeca asomaron varios micro cañones que la apuntaron directamente al pecho―. Ahora, agradecería que no intentaras resistirse, solo queremos hablar en un lugar más tranquilo. Lo mejor para ti es que colabores con nosotros.

Alex no tardó en atar cabos. La chica rara con poderes telequinéticos, el hombre con una armadura de pájaro... ¡Habían mandado a los jodidos Vengadores a por ella!

―Tiene que ser una broma ―resolló estupefacta, más para sí misma que para el hombre―. Mira, no sé quién os ha pedido que vengáis a por mí, pero por lo que cuenta la gente, se supone que sois los buenos, así que, sea quién sea, dile de mi parte que no me interesa.

Falcon abrió la boca para responder, pero otra voz masculina se adelantó:

―Me temo que esa no es una posibilidad, señorita Zane.

La chica se dio la vuelta y sus ojos dieron de lleno con la mirada del mismísimo Capitán América, en pie, en su dormitorio. Obviamente no vestía su clásico traje de barras y estrellas, sino una camisa azul y unos sencillos vaqueros, pero aun así resultaba perfectamente reconocible (aunque él pretendiese pasar desapercibido), e incluso más atractivo de lo que ya semejaba en televisión... Si es que eso era posible.

Tragó saliva, sintiéndose ridícula por un instante con su sudadera de Hello Kitty. Definitivamente, el golpe en la sien y el alcohol estaban empezando a hacer mella en su cordura... En una situación como esa, amenazada por dos de los superhéroes más poderosos del mundo, y su primera reacción consistía en embobarse con el físico de Steve Rogers, como si fuera una adolescente hormonada...

Sacudió la cabeza. Tenía que enfocarse.

―Alexa Zane, ¿verdad?, no queremos hacerte daño ―insistió el Capitán, en un tono educado y conciliador que encajaba a la perfección con su fama.

La joven no se sorprendió al escuchar su verdadero nombre en los labios del vengador, probablemente quién les había encargado la misión los había puesto al tanto de todos los datos conocidos sobre ella. A esas alturas, ya casi no tenía dudas de que Fury estaba detrás de todo o, por lo menos, relacionado.

―Pero lo haréis si me niego ―replicó ella, recuperando su habitual actitud rebelde―. Eso con lo que me está apuntando tu amigo no son fuegos artificiales. ―Señaló las armas de Falcon, cuyas mirillas proyectaban lucecitas rojas sobre su sudadera.

―Son sedantes y paralizantes ―contestó Sam Wilson―. No vamos a matarte, pero tenemos que llevarte con nosotros. De ti depende que sea por las buenas.

―Gracias, eso es lo que necesitaba saber. ―Alex sonrió triunfal.

Sus iris color avellana se tiñeron de dorado, como siempre que usaba sus poderes. Entonces, las armas de Falcon se activaron, pero en lugar de atacarla a ella dispararon contra el Capitán América.

―¡Sam!, ¿qué ocurre? ¡desconéctalo! ―exclamó Steve, al tiempo que ejecutaba una impresionante pirueta para esquivar la primera oleada de dardos sedantes, y se agachaba tras el escritorio.

―¡No puedo!, ¡no lo controlo yo! ―El aludido fijó la mirada en la pantalla de su antebrazo, tratando de recuperar el dominio de la parafernalia tecnológica de su traje.

Alex usó ese instante para atacarlo con una patada baja. A continuación, esquivó el intento de Falcon por devolverle el golpe, y se aprovechó de la fugaz posición de desventaja en la que él quedó para robarle un disco paralizante y encajárselo en la espalda.

En cuanto el dispositivo entró en contacto con el cuerpo del hombre, unos brazos metálicos se activaron desde el núcleo del disco y rodearon al vengador, dejándolo encadenado e inmovilizado en el suelo del dormitorio.

Alex no se quedó para ver el efecto. Corrió hacia la puerta, pero todavía no había llegado al pasillo cuando la mano del Capitán América logró aferrar su tobillo derecho, provocando que ella cayera de bruces contra el parqué de madera.

Durante un fugaz instante todo se volvió borroso; casi a ciegas, se volteó para colocarse boca arriba. Cuando recuperó la vista y quiso ponerse en pie, Steve Rogers estaba sobre ella, impidiéndole huir. Empezó a forcejear y gritar desesperadamente, no le importaba que otros estudiantes pudieran subir y verlos. El golpe cada vez le dolía más, provocándole un terrible mareo, pero, sobre todo, estaba cabreada, muy cabreada.

No tenían derecho a hacerle eso, no podían llegar y simplemente pretender que renunciara a su vida... No quería.

―¡Quítate de encima! ―Pateó al hombre con toda su fuerza, que no era mucha comparada con la del super soldado, pero eso no hizo que se detuviera.

―Para, Alexa, por favor, terminarás haciéndote daño ―respondió el Capitán con cierto tono de preocupación, a la par que le inmovilizaba ambas muñecas con una sola mano.

―Cómo si eso te importara ―siseó ella. Sin pensarlo mucho, lanzó un contundente rodillazo sobre la columna del hombre, que dejó escapar un quejido ahogado.

―No quería tener que recurrir a esto. ―Steve acercó al cuello de la chica uno de los dardos sedantes que antes habían volado por el dormitorio.

Ella se revolvió, intentando separarse de él, pero todo esfuerzo fue inútil, no podía escapar. Cuando la aguja se clavó en su piel, la vista se le nubló y el mareo se intensificó notablemente. Sintió como las fuerzas la abandonaban mientras el Capitán América la liberaba del agarre y la cogía en brazos para cargarla hasta el quinjet que los había traído a California.

Cerró los ojos. Ya todo le daba igual, lo único que quería era dormir.



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Hello ^^

Aquí el primer capítulo, aiss estoy super emocionada jajaja. Espero que os esté gustando. Por cierto, aunque no lo parezca por el capítulo, yo adoro a Wanda jaja, si hay roces entre ella y Alexa, es por un motivo que ya se verá en la historia, no porque no me guste el personaje, al contrario, me encanta :)

Muchísimas gracias por leer, nos vemos en el próximo :)

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