Quédate
Era un día gris.
Una mañana oscura.
Marceline nunca olvidaría ese día.
El cielo se estaba vistiendo de Luto.
Despertó con dolor en todo el cuerpo, estaba arropada entre varias mantas, la temperatura estaba moderada con una chimenea improvisada, no tenía noción de tiempo y espacio, sólo sabía que, de alguna forma u otra, estaba en un lugar familiar.
-¿Marceline?- Una voz se filtró entre la habitación, fue entonces cuando la pelinegra terminó de tocar la realidad.
-¿Finn?
-¡Marceline, estás despierta!
Finn se abalanzó sobre ella y la abrazó fuertemente, la vampira correspondió al abrazo, sentía que hacía milenios que no veía al rubio, se sentía agradable estar junto a alguien en esos momentos en los que sientes que no puedes seguir.
-¿Cómo te sientes?- Preguntó el jovencito mirando a la vampira fijamente.
-Como una mierda- Marceline sonrió, pero no había alegría en aquella sonrisa, era de total amargura.- Me patearon el trasero, ¿Verdad?
-Supongo... ¿Contra qué o quién luchabas? ¿No estabas en el palacio con la Princesa? ¿Para qué te llamó tu padre? ¿Era algo grave?
-Wow, wow, wow... Espera, demasiadas preguntas.- la pelinegra se incorporó un poco para poder estar algo más cómoda.- Luchaba contra una plaga, energía oscura, la muy cochina tomó la forma de la Princesa y no pude contra ella... Y no preguntes porqué, sí, ESTABA en el palacio con la Princesa, pero mi padre me llamó justamente para que atrapara las plagas que se liberaron de la Nocheósfera...
Finn escuchaba con atención, estaba procesando la información, sin duda, ese sería un invierno crudo y muy demente.
- ¿Porqué si sabías que esa cosa había tomado la forma de la Princesa, no la derrotaste sabiendo que era falsa?
-¡Te dije que no preguntaras!
Marceline suspiró, tragó saliva.
-Supongo que no supe reaccionar bien.
Ambos callaron, de pronto, un olor delicioso subió a la casa árbol, el perro amarillo había subido, llevaba puesto un delantal.
-Hola, Marceline, me alegro que estés despierta, nos preocupaste anoche- Marcy se disculpó con Jake por haberlos preocupado- no, tranquila, no es nada, ¿Quieres desayunar?
Ella asintió, se moría de hambre, hasta ahora no había prestado atención a lo débil y desgastada que se sentía, bajó con Finn al comedor y desayunaron en silencio, luego de comer, BMO se retiró a hacer Glob sabe qué y Jake miró a Marceline fijamente, Finn igual, la vampiresa sintió que dudaban en decirle algo o no.
-¿Qué sucede?- preguntó al ver las miradas fijas en ella.
-Marceline... - Finn miró a Jake, su rostro mostraba inseguridad y restregaba sus manos una contra la otra.
-Mira. Marceline, no queremos asustarte, pero...
-La Princesa... Ella...
Marceline palideció, sintió que su corazón dejaba de bombear y lágrimas se acumularon en sus cuencas oculares.
-No, no...- Jake se acercó y dió pequeños golpecitos en los hombros de la chica que comenzaba a sollozar.
-Marcy... No hemos terminado, ella está... Bueno, sigue con vida- dijo el rubio abrazando a la pelinegra.
-¿Qué ha ocurrido mientras no estaba?- Marceline limpió sus lágrimas e intentó recuperar la compostura.
Jake y Finn le explicaron lo que les había dicho Mentita, que tras su partida a la Nocheósfera la Princesa había decaído y se encontraba ahora en un estado muy delicado.
-Ella te necesita, Marceline- Jake la miró a los ojos.
-Lo dudo- respondió Marceline con amargura- ella no me necesita.
-¡¿Qué rayos dices?!- el joven miró con enojo a la pálida chica, con mucha desaprobación en su mirada.
-No lo entiendes Finn... Soy una chica que nació en un lugar torcido, he conocido personas torcidas, viví una vida torcida... Y sólo conocí un amor torcido.
Para ese punto las lágrimas tenían el paso libre; Marceline no podía contenerlas, era como intentar tapar el sol con un dedo, así que simplemente las dejó salir como un torrente, pero ella ya no se lamentaba, simplemente dejaba brotar las lágrimas.
Los dos Héroes buscaban las palabras adecuadas para poder calmarla.
-Finn, déjanos solos un momento- el perro mágico observó a su amigo con firmeza, casi con furia, Finn comprendió esa mirada y sorprendentemente se alejó.
El amarillo tomó el rostro de Marceline con su pata y la levantó, obligándola a que lo mirara a los ojos.
-¿Y todo esto en qué afecta tu relación con la Princesa?- preguntó firmemente.
-Ella nunca aceptará una chica tan torcida... Nunca me amará, Jake.
-¿Quién dice que la Princesa ha llevado una vida recta? ¿Acaso no ha llevado ella una vida torcida, al igual que tú?
Marceline abrió los ojos, sorprendida, era verdad, la princesa rara vez hablaba de su pasado, sólo sabía que había creado a su familia, que su tío Gumball había intentando convertirla en dulce y que pronto Bonnibel terminó convirtiendo a la familia que había creado en sus primeros súbditos de Dulce.
Entonces, ella comenzó a ser Princesa.
La rosada podía llegar a ser cruel, despiadada, algo maniática, bipolar, extremista... Pero a un tiempo era dulce, inteligente, dedicada y comprensiva...
Entonces, la pelinegra pensó en su pasado, en Simon, en Hambo, incluso en Betty, en cuando su padre se comió sus papas, en su ruptura con Ash, en cuando terminó la fundación del Dulce Reino y ella y la Princesa salían a jugar...
Entonces, ella comenzó a distanciarse.
Se refugió en su sarcasmo, en la música, en la soledad, Bonnibel se refugió en su asfixiante tarea de Monarca, en sus experimentos, en sus lecturas... Cada una intentó borrar su torcido pasado a su manera.
-Jake, creo que...
-¿Crees?
-No, Jake, estoy segura de que me enamoré de Dulce.
-Hasta que al fin lo admites.- Jake sonrió, luego, tomó a Marceline de la mano- vamos a salvar a tu damisela en apuros.
Ella asintió, sintió que las fuerzas volvían a su magullado cuerpo y que el día ya no estaba tan frío y oscuro, Jake llamó entonces a Finn y le dijo que se abrigara, porque iban a ir al Dulce Reino.
-Esperen un momento, aún no he atrapado a las energías oscuras...- Marceline retrocedió.
-No hay problema con eso- Finn tomó el bolso en que Marceline llevaba los amuletos- Jake y yo nos encargaremos.
-Tú sólo dinos qué debemos hacer para encontrarlas y capturarlas.
Al salir, el perro mágico se volvió gigante y Finn subió a su lomo como lo hacía normalmente, Marceline voló junto a ellos mientras les daba algunas explicaciones acerca de cómo debían hacer su nueva misión.
-¿Algo más que nos sea de utilidad?- preguntó el amarillo al tiempo que divisaban las cercanías del Dulce Reino.
-Sí, bueno... Un día soleado en medio de la noche, dos niños muertos se fueron a pelear, espalda contra espalda lucharon cara a cara, desenfundaron sus espadas y de dispararon; el policía sordo escuchó los disparos, vino y mató a los dos niños muertos...
-¿Qué?- preguntaron ambos amigos al unísono, totalmente desorientados.
-¡No me miren así! ¡Así me lo dijo papá! Y además agregó que en esta misión debemos ser el policía sordo... Ya veremos cómo se las apañan.
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Mentita había permanecido, más que como un fiel guardián junto a la Princesa toda la noche, estaba preparado psicológicamente para lo que se aproximaba.
Durante la noche, la Princesa había tenido dificultad para respirar, Mentita le otorgó varios medicamentos con la esperanza de que mejorara, incluso fue necesario nebulizar a la pelirosa para que no se asfixiara. Por más que el mayordomo se esforzaba por hacerla sudar, la fiebre no se rompía, empeorando su estado.
Mentita escuchó a la Princesa jadear ligeramente.
-My lady...
Se apresuró a acercarse a ella, llevaba mucha precaución para no contagiarse, tomó un vaso de agua cristalina y ligeramente saborizada que se encontraba preparado en el buró, levantó levemente la cabeza de la rosada y le dió agua de beber, luego, reemplazó las toallas húmedas por otras.
-Men... ti...ta...- los ojos de la Princesa se abrieron ligeramente, estaban algo cristalinos por la fiebre.
-Me alegra que esté consciente, My Lady, pero por favor intente no hablar y conserve energía.
-Marcy...
El mayordomo miró a su ama, incluso en los momentos más difíciles ella seguía llamando a la pelinegra, la añoraba... Mentita vió como la muchacha, con un esfuerzo infinito, señaló su bata de laboratorio tendida en una silla, el dulce comprendió lo que ella quería.
Colocó la libreta cerca de la chica, para luego colocar el bolígrafo entre sus febriles dedos, ella comenzó a escribir ( O mejor dicho, garabatear) letras y debido a la confusión de la fiebre se perdía y debía comenzar a escribir desde cero, pero pronto el papel estaba terminado y Mentita lo tomó para leerlo, entonces, se le heló la sangre:
Por favor, dale esto.
Te amo, Marceline.
Mentita dobló el papel.
-Prometo que se lo daré, Princesa.
La pelirosa asintió y, agotada, en menos de dos minutos se sumió en un profundo sueño o algo más parecido a un sopor.
El mayordomo se levantó apretando fuertemente el papel entre sus manos, entonces, lo arrugó hasta dejarlo como una pequeña pelota de papel y lo lanzó a la basura.
-Lo siento, My Lady, pero usted debe vivir si desea decírselo.
Entonces escuchó que algo galopante se acercaba, miró por la ventana y vió a Finn y a Jake, los cuales estaban acompañados de la Princesa de la Nocheósfera, Mentita suspiró, estaba preparado psicológicamente para esto, se volvió a la enferma en su lecho y colocó nuevas toallas húmedas mientras escuchaba pasos apurados en el pasillo, sólo tuvo que esperar unos segundos más para escuchar golpes desesperados en la puerta.
-¡MENTITAAAAAA!- se escuchó el gritillo agudo de Finn.
Calculadamente se acercó a la puerta, abriéndola suavemente, sin prisa, porque ya estaba preparado para lo que se aproximaba.
Vió las dos caras de la exasperación en Finn, pudo percibir el desaliento de Jake con una pizca de satisfacción, y finalmente, el rostro pálido, asustado y desesperado en Marceline.
-¿Bonnie?- la vampira lo apartó del camino a los tres chicos, para luego correr al lecho.
La pelinegra miró con completa amargura el rostro inanimado de la Princesa, su piel quemada por una fiebre que le hacía hervir por dentro y por fuera, pálida, los labios semiabiertos como quien suplica, los ojos rojizos de Marceline se llenaron de lágrimas, tomó a la rosada entre sus brazos, se sentó en la cama junto a ella.
-Bonnie... ¿Puedes oírme?
Pero ella no contestó.
-Bonnibel Bubblegum... No me hagas esto...
Tenía ganas de llorar, de gritar, pero eso no iba a ayudar, ella no iba a recuperarse con lágrimas.
-Menta, tráeme una sábana y agua fría, Finn, Jake, creo que tienen trabajo que hacer.
Mentita asintió y corrió por los pasillos, los dos amigos se acercaron a Marceline que ahora comenzaba a quitar las mantas de encima de la Princesa.
-¿Qué piensas hacer, Marcy?- preguntó Finn, notablemente consternado.
-Voy a bajar su fiebre- Marceline destapó a la pelirosa, le dolía verla en esas condiciones, pero debía ser fuerte.
-Nosotros nos encargaremos de lo demás, no te preocupes, vamos, Finn.
-¡Sí, podemos contra esto, Marceline!- Finn sonrió- Y tú también, puedes hacerlo, y la Princesa también.
El rubio y el perro mágico tomaron sus artefactos y armas, salieron a todo correr, afuera, comenzaba a caer una nieve delgada, Marceline, sin embargo, no se fijaba ya en el día, había olvidado la noción de todo, ahora, sólo una cosa importaba.
Salvarla.
-Aquí tiene- el mayordomo le otorgó las cosas a Marceline, luego, se sentó a ver qué hacía.
La vampira mojó la sábana en el agua fría para luego envolver a la pelirosa en la manta, esta soltó un ligero gemido de alivio al verse envuelta en algo fresco.
-¿Dónde aprendiste eso?- Mentita estaba sorprendido por el cierto conocimiento de la vampira.
-Cuando era pequeña, era solamente demonio y humana, no tenía poder curativo... Un día enfermé y pensé que moriría, sin embargo mi madre logró curarme de forma tradicional, así fue como aprendí esto.
Mentita asintió, Marceline colocó a la muchacha en la cama nuevamente.
-Ahora sólo queda esperar, si esto no funciona, habrá que hacer algo más drástico.
Marceline también buscó en el laboratorio de la muchacha, como había convivido con humanos conocía cómo debería de verse un medicamento, encontró algunos pero pronto cayó en la cuenta de que estaban hechos para humanos y la Princesa era de dulce, no de carne y hueso.
Las horas pasaron, ella se mortificaba pensando en Finn y Jake, por un lado confiaba en ellos, pero sentía que dos plagas sueltas eran demasiado para ellos.
Mentita pareció notar lo que preocupaba a la pelinegra mientras esta cambiaba las sábanas de la Princesa.
-Tranquila, han tratado cosas sobrenaturales muchas veces, están bien, son muy tercos para dejarse matar.
-Ojalá y sea cierto...
Cuando volteó a ver, se sorprendió sobremanera al ver unos tímidos ojos azules mirándola fijamente, Bonnibel había abierto los ojos.
-¡Bonnie!
Se acercó a ella, los ojos de la monarca no se apartaban ni un momento de los suyos, ella no movía ninguna parte de su cuerpo, pero sus ojos parecían decirle a Marceline lo mucho que la había extrañado, el dolor que sentía en ese momento, la pelinegra leyó el miedo que sentía y de seguro ella podía ver también el miedo en sus ojos rojizos.
"Ella estará bien... Está bien..."
Tomó una mano de la rosada y la besó, ya no le importaba mostrar lo que sentía, ya no tenía miedo.
Pasaron el resto de la tarde tranquilamente, le dieron muchos líquidos a la princesa en espera de que recuperara algo de vitalidad, Marceline se sentaba junto a ella y le contaba las aventuras que había vivido, pero omitió la parte de su batalla contra la plaga y lo herida que había quedado.
Eso ya se lo contaría más tarde.
Sin embargo, la supuesta recuperación de la Princesa fue efímera y desapareció tan rápido como apareció; esa misma noche la fiebre aumentó hasta el punto que era peligroso para todo tipo de vida, vomitó, convulsionó y perdió el conocimiento.
-¡Bonnibel!- Marceline gritaba, intentando despertarla.
Pero ella no respondía.
La cargó en sus brazos y a gritos ordenó a Mentita llenar la bañera con agua fría, luego colocó en la tina a la princesa, no le importó que ella misma se mojara con el agua fría.
-Escúchame bien, Bubblegum, no te atreves a hacerlo... ¡No te atrevas!- Marceline mojaba su rostro febril, intentando que diera alguna señal de vida- Quédate, por favor... Quédate.
Mentita observaba impotente, no estaba tan preparado después de todo, la vampira comenzó a sollozar amargamente.
-Quédate... Por favor... Quédate conmigo.
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¡Hola!
Bueno... Este capítulo ha sido muy doloroso de escribir, quería acabar con él para no ponerme muy sentimental ahora xd así que como durante los recesos en mi liceo (1 hora y media) nos dejan usar aparatos electrónicos, ya me imaginan en pleno patio escribiendo mientras los demás escuchan música o juegan videojuegos XD.
Pero ha sido placentero(? Espero que hayan disfrutado... O sufrido el capítulo.
¡Nos leemos!
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