Invierno
Érase una vez un camino torcido
Que dirigía hacia un pueblo torcido,
Con las casas torcidas
Y las personas torcidas;
Y siguiendo por el camino torcido
Se llevaba a una mansión torcida
En que vivía una niña torcida
Que sólo conoció un amor torcido.
Sin duda, Marceline Abadeer, habías caído realmente bajo.
En pleno invierno, sentada sin hacer absolutamente nada y encima leyendo cuentos para asustar a niños de 5 años.
Qué indignante.
¿Enserio no tenía nada qué hacer? ¿Ni siquiera algunas inútiles almas que asustar? ¿Nada de nada? La Reina vampiro se aburría con facilidad, siempre debía estar haciendo algo, ¡Joder! Hasta impedirle a una hormiga seguir su camino parecía mucho más interesante.
E incluso el crepitar del fuego en la chimenea era casi una diversión en ese momento, de seguro debía estar haciendo mucho frío afuera, los mortales comunes de seguro se morían de frío, pero ella, Marceline, casi no tenía sensitividad al frío, su propia piel parecía un bloque compacto de hielo.
-Sin embargo- murmuró para sí- Tengo algo de humano, tal vez por esto el frío no me es totalmente indiferente.
Dejó aquel extraño libro que había encontrado por casualidad en el espacio a su lado en el sofá, tomó su bajo-hacha e intentó tocar alguna melodía, algo que interrumpiera el incesante ir y venir del viento helado, algo que impidiera que se durmiera de aburrimiento. Sería una noche larga.
Justo antes de que comenzara a cantar, algo (O alguien) dió un toquecito en la puerta, Marceline miró con indiferencia la puerta, seguro alguna roca o alguna rama había caído y había tocado la puerta de su cabaña, sin embargo, el golpe se repitió y una voz que era imposible confundir se escuchó afuera:
-¡Marceline!- Exclamó Finn desde el exterior- ¡Abre, hace frío aquí!
Marceline se levantó perezosamente y abrió la puerta, afuera todo estaba obscuro como boca de lobo, sus amigos, Finn y Jake se precipitaron dentro de la cabaña tiritando de frío, y eso que aún no empezaba a nevar.
-¿Qué hacen aquí a estas horas?- Preguntó Marceline con tono molesto, pero realmente estaba contenta de que interrumpieran su aburrimiento.
-¡Estábamos aburridos!- Jake se volvió diminuto y se entró entre el abrigo de Finn, aún temblando- Y no es tan tarde, son sólo las 7, es que todo ya está oscuro a esta hora en esta estación.
- Estos días han estado muy aburridos, así que vinimos aquí, para pasar un rato alegre... ¡Mira, traje malvaviscos! ¡Son rojos, especialmente para tí! Hagamos chocolate caliente- Finn sonrió alegre, luego, estornudó.
- Chicos, están helados, acérquense a la chimenea y entren en calor- ordenó Marceline, no hubiera sido nada agradable que Finn agarrara un resfriado.- Yo iré a preparar el chocolate.
Finn obedeció y se sentó en la alfombra frente a la chimenea mientras acercaba a ésta sus blancas manos, totalmente frías, sin duda, este sería un invierno realmente muy frío.
Marceline sonrió para sus adentros al ver a Jake acurrucado en el abrigo de Finn y pensó que si Jake fuese un gato, de seguro estaría ronroneando, tomó los malvaviscos y se acercó a la cocina para preparar el chocolate para sus amigos, se acercó a la alacena y buscó dos tazas de buen tamaño, puso agua en una fuente, luego, tomó un caldero pequeño y buscó azúcar y leche, pero pronto se percató de que faltaba lo primordial.
-Se me acabó el chocolate- suspiró- habrá que ir a por más.
Salió nuevamente a la pequeña pero acogedora sala de estar, Finn había dejado de estar frente a la chimenea y ahora estaba sentado cómodamente en el sofá, mientras, Jake había tomado su tamaño natural y tenía en el suelo la colección de discos de vinilo de Marceline y un tocadiscos, buscando una canción ideal para la ocasión.
-Chicos, saldré a buscar chocolate- dijo poniéndose su chaqueta, más por estética que por frío.
-¿Quieres que vayamos contigo, Marceline?- preguntó Finn.
-No, gracias, sola llegaré rápidamente volando al Dulce Reino, ahí literalmente la tierra es chocolate- guiñó un ojo a Finn y este le devolvió la señal sonriendo ampliamente.
Antes de salir, la pelinegra se cuidó de tomar una bolsa para poner el chocolate, ella no solía comer nada que no fuese rojo, sin embargo, solía tener comida en casa aparte de la suya y en estos días una taza de chocolate nunca está de más.
Al salir de la cabaña, la Abadeer se sintió tragada por una absoluta oscuridad.
Volando por encima del bosque, sentía chocar contra su rostro el viento helado y algunas gotas de lluvia que caían de las nubes que cubrían en su totalidad el cielo; hacía días que no salía el sol y eso que el invierno no había comenzado formalmente, aún no nevaba.
-Un invierno aburrido en casa- bufó.
Pronto vió las cercanías del Dulce Reino, se aventuró a aterrizar y el viento casi la zarandea, pero pudo aterrizar sin inconvenientes mayores, excavó un poco la tierra chocolatada y llenó la bolsa, luego, se dispuso a partir de regreso, pero algo le llamó la atención; las casas de la dulce gente, iluminadas como pequeñas lámparas en la oscuridad.
Marceline, curiosamente, se acercó a las casas y se volvió invisible para no ser vista, no quería asustarlos, no, sólo deseaba ver cómo se entretenían los pequeños seres de dulce.
En una casa los niños jugaban a las muñecas, en otra, una pareja miraba T.V mientras una anciana de dulce acunaba un bebé, y así, pasando de ventana en ventana, Marceline miraba curiosamente las actividades de cada familia, pero pronto tuvo que desistir, ya que, un viento frío comenzó a soplar con más fuerza que antes y unas gotas gruesas y heladas chocaron contra su rostro.
-Hay que volver- Susurró, mientras retomaba el vuelo.
De pronto, una punzada le recorrió el cuerpo y un pensamiento su mente: "¿Qué hará la metódica, ordenada y sabelotodo Dulce Princesa un día como este?" Y la curiosidad la invadió fuertemente, estuvo tentada de acercarse al palacio, de mirar por las ventanas, ver qué hacía esa chica de dulce, observar cómo se movían sus manos (Seguro arreglando algún aparato, leyendo o haciendo experimentos) manipulando lo que había a su alrededor, pero no, Marceline sabía que Finn y Jake la esperaban en casa y seguramente si iba a espiar a la princesa debería contar con más tiempo.
Marceline no podía negarlo, habían muchas cosas en Bonnibel Bubblegum que ella nunca podría descifrar, por eso le gustaba espiarla, sentía que sólo así podría conocer más de la Dulce Princesa, ambas ya no se llevaban tan mal, es más, eran amigas, pero aún así la Princesa siempre conservaba esa aura discreta y recta, un aura que Marceline estaba decidida a romper.
Entonces, comenzó a llover.
"¡Maldición!" Gruñó para sus adentros mientras comenzaba a volar a toda velocidad, de seguro Finn y Jake estaban preocupados, y encima, a llover, ¡Jodido invierno!
Finalmente llegó a la cabaña, Jake le abrió de inmediato, Marceline estaba mojada de los pies a la cabeza.
-¡Marceline! Nos habías preocupado- Finn le alargó una toalla, pero Marceline la rechazó.
-Gracias Finn, pero prefiero cambiarme de ropa, vuelvo en un momento- suspiró pesadamente.
-Ve a cambiarte, yo me encargo del chocolate- Jake tomó la bolsa de las manos de Marceline.
-Está bien, Jake.
Marceline se quitó la ropa húmeda, se quitó los restos de humedad de su largo pelo negro, luego, tomó una ropa más suave que la que llevaba puesta, el olor a chocolate le hizo gruñir el estómago; se moría de hambre, debía comer algo pronto.
Cuando regresó a la sala de estar, Finn le llevó una taza de chocolate a la cual agregó unas gotas de colorante rojo alimenticio, cosa de Marceline agradeció sobremanera.
Tuvieron una velada agradable, reían y charlaban sin parar, se dieron un atracón con los malvaviscos rojos, Marceline les quitaba el color y Finn y Jake se los comían, porque, después de todo, Marceline les quitaba el color, pero no así el sabor.
-¡Mirad! ¡Está comenzando a caer aguanieve!- exclamó Finn señalando la ventana.
-No jodas... Será difícil volver a casa- Jake examinó el ambiente- Tal vez si me convierto en un paraguas...
-Simplemente no vuelvan a casa... Al menos no hoy- Explicó Marceline aún con un malvavisco en su colmillo derecho- Duerman aquí esta noche, mañana, con la luz del día, les será más fácil volver a casa.
-¿No te molesta?- murmuró Finn, algo apenado.
-No, para nada, me habéis animado la noche, sin ustedes estuviera muerta de aburrimiento.
-Bueno, entonces, dormiremos aquí- Jake tomó una forma delgada y comenzó a bailar alegremente, provocando las risas de los otros dos al ver sus patas delgadas como palillos moverse como espagettis.
-¡Qué bien se está aquí, junto a Marceline!- exclamó Finn echándose cómodamente en el sofá.
-¿Enserio? Me alegra que al menos a ustedes si les gusta estar conmigo- la imagen de la princesa retumbó en la mente de Marceline "¿Tendrá ella a alguien ahora a su lado que le dé algo de alegría a este invierno tan frío?"
-Bueno, la verdad, Jake y yo estábamos casi en coma debido a la inactividad, fuimos a ver a la Dulce Princesa, pero Mentita nos impidió entrar a su cuarto o a su laboratorio y dijo que no podíamos verla, al final terminamos charlando sin sentido con los Guardia-Bananas acerca de...
-Espera, ¿Qué? -Interrumpió Marceline.
-Que terminamos hablando con los Guardia-Bananas...
- No, no, lo que dijiste antes, ¿No los dejaron ver a Bubblegum? ¡Pero si ustedes son los héroes! Ha sido muy desconsiderado el que no los dejaran verla- La cara de Marceline tomó un aspecto algo aterrador.
-La verdad- Jake bostezó- La Dulce Princesa lleva días que no sale del palacio, la última vez que la vimos casi ni hablaba, nos dijo que simplemente estaba algo cansada, así que la dejamos y no hemos vuelto a verla.
Marceline frunció el ceño, esto era bastante extraño.
-Mañana iré al Dulce Reino y veré qué sucede con Bonnibel.
Finn y Jake asintieron lentamente, estaban agotados y ya querían irse a dormir, Marceline buscó sacos de dormir y mantas que tenía guardadas desde una vez que hizo una excursión a la montaña más alta de Ooo y decidió conservarlas.
Los tres yacían ya dentro de sus respectivas bolsas cerca de la chimenea, afuera, el aguanieve chocaba contra el techo de la cabaña, los árboles crepitaban por la fuerza con la que el viento los sacudía de un lado a otro, en conclusión, todo era un caos
-¿Creen que mañana nieve?- La voz del rubio interrumpió el silencio.
-Probablemente- respondieron al unísono el perro mágico y la reina vampiro.
-¿Recogieron mis discos de vinilo?- Marceline bostezó fuertemente- Se pueden dañar con la humedad.
- Sí, los recogí- Jake cerró los ojos, intentando conciliar el sueño.
El silencio regresó, los dos amigos empezaron a adormecerse y 20 minutos después estaban profundamente dormidos, lo bueno de que haga frío es que así dormir tiene algún tipo de placer extraño, la sensación de estar caliente entre las mantas es increíble.
Pero, por alguna razón, la Reina vampiro no podía dormir, se sentía triste y confundida, intentaba pensar en algo y no sabía en qué, de pronto, su mente se dirigió al Dulce Reino, al palacio, con sus amplias habitaciones y altos ventanales, tan limpio, bello y organizado...
Pero totalmente vacío y desprovisto de emoción.
Y pensó en la habitación de la dulce princesa, en sus paredes pintadas de rosa, en la mesita de noche y aquella cama tan amplia, mientras, en ella, la Dulce Princesa de seguro estaría sola, quizá caliente por fuera, pero fría de soledad por dentro.
Y entonces, por primera vez en mucho tiempo, Marceline Abadeer sintió ganas de llorar.
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Bueno, hasta aquí el primer capítulo, algo corto, pero espero que les haya gustado.
Es la primera vez que escribo algo relacionado con Adventure Time y ha sido realmente gratificante crear el cuerpo de esta historia.
Las críticas, comentarios e instrucciones son totalmente bienvenidas.
¡Nos leemos!
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