Capítulo único

Aquello que siempre pensé que años tardaría, viéndolo tan lejano frente al espejo, se hizo realidad. Esos infames pliegues en mi piel empezaban a hacer presencia en lo que en algún momento fue un hermoso y delicado rostro. ¿Cómo era posible que yo tuviera estas asquerosas marcas en mi piel?

Las sombras de mi juventud se apartaban de mí para dar luz a aquella llamada vejez, pero ¿Quién soy yo sin mi juventud?, ¿sin mi belleza? ¡¿Qué debo hacer en relación con este preludio de un averno final?! Aquella sensación inquieta era enfermiza. Sin embargo, imposible de diluir. Hacía de todo en mi rostro, pero la pequeña rugosidad era intratable, aquello era casi como el símbolo del diablo. ¡Me había marcado! Solo podría conllevar a la desgracia. Mi rostro poco a poco iba a comenzar a convertirse en el reflejo de un horrible monstruo. ¿Es que acaso debía de conformarme con una vida privada de mi belleza?

Desde aquel horroroso día me resigné a nunca abandonar mi hogar, estas cuatro paredes me mantenían segura, nadie nunca lo sabría. Si no me ven de esta forma solo quedará la antigua yo, la mujer bella y sonriente, jovial, hermosa y encantadora, es como si la mujer que soy ahora no existe, esta mujer no debe de existir. En mi agonía y entre mis nervios mi pequeña sensación de horror hacia mi persona crecía, era alimentada por todos los espejos que adornaban este, ahora, espantoso lugar.

A la vez, un extraño sentimiento trágico creció en torno a quien tristemente se convirtió en mi actual persona, una mujer andrajosa que, apenas lograba bañarse una vez a la semana. ¿Quién es esta mujer?, solo podía pensar en ello cuando la veía. ¿Cómo es que eso era un espejo? ¿No hay forma de que esa mujer sea yo? Buscaba al menos suspiros de esa dama risueña llena de encanto, pero nada, nada aparecía. Hasta que un día, como si la locura me hubiera terminado de consumir al punto en que, se hartó de jugar conmigo, salió de esa habitación terriblemente desordenada una hermosa dama, con tacones altos y un vestido rojo que dejaba ver únicamente lo mejor de este cuerpo mío que joven todavía logré mantener.

Me di cuenta de que estando tanto tiempo encerrada pequeños detalles se me habían escapado, y es que, tanto antes como ahora, estos seres llamados varones, tenían la manía de alzar cualquier clase de expectativa que tuviese sobre mí, sin importar mi edad. Siempre repetían las mismas palabras endulzadas con miel sobre estos atributos que Dios me dio, y sin ser esta la excepción, fueron innumerables los piropos que recibí. Uno de los autores de estos piropos, un hombre tal vez algo mayor que yo, con aires de no conocer la buena vida y, sin embargo, buscarla. Este triste hombre aburrido decidió iniciar plática conmigo. Fueron de las conversaciones más aburridas que he tenido en mi vida. Pero cada que sus palabras acompañaban adjetivos hermosos hacía mi cuerpo y jovialidad, no podía evitar estremecerme interiormente de una intensa felicidad, y de palabra a boca en boca. Terminó como un encuentro lleno de furor y pasión, donde cada palabra, absolutamente cada palabra era una oda hacía mi persona, era un rito a mi ser, y cada movimiento, cada frase, cada suspiro era mío y en honor a mí. Este encuentro no fue el único, solo el primero de muchos, todos y cada uno de ellos compartían las mismas características, no importa quien fuera, me amaba, me deseaba, yo era el espectáculo y el espectador, yo era todo. Quien me acompañaba era solo un invitado al culto de amarme en una habitación, encima de una cama para dos.

Es necesario recalcar que, algunos eran extremadamente dulces, sin embargo, otros eran bruscos cual animal, aquel erotismo era salvaje e incómodo, pero no es que me disgustara... Al fin y al cabo, ello también era una oda a mi persona, ese era un acto de amor, amor hacía mí, porque soy hermosa, porque me amaban. Únicamente supongo que tenían cierta forma cavernícola de expresarlo, pero jamás estuve tan cerca de ese amor personal. Si ellos me amaban, ¿cómo yo no me iba a amar? Todos me amaban, me deseaban, me querían solo para ellos ...

Sin embargo, aquella fantasía debía acabar, y como inicio esta historia, frente a un espejo debía ser, lo que en su momento era un único pliegue, una sola rugosidad, solo una arruga; ahora, no era una, eran más, eran muchas más ...

—No...No— Lamentaba, lloraba.

Esta mujer con su mejor maquillaje y ropas yacía en el suelo llorando como una niña, porque ya hace mucho lo dejó de ser, y a día de hoy, su rostro se permitía notar los pasos del tiempo.

Todos me mintieron, todos y cada uno de ellos, con hermosas palabras, palabras vacías, con una miel vencida, sin embargo, la primera en mentirme fui yo. ¿En qué pensaba?, ¿es que acaso esperaba que unos cuantos halagos de algunos imbéciles me hicieran joven de nuevo? Por favor, fui demasiado tonta.

Limpiando los restos de maquillaje debajo de mis ojos no podía evitar reír. ¿Por qué es que hice tanto escándalo por esto? Cayéndome al suelo de risa, preguntándome: ¿por qué me dejaba influenciar por palabras de hombres que ni en su más tierna infancia se podrían haber visto mejor que yo en toda mi vida? No soy una jovencita, sin embargo, sí una mujer hermosa y eso ni el tiempo me podrá arrebatar 


Nota del autor: Sí, volví a escribir, aunque no sé que pensar de esto  T-T  (la rola de arriba es por que me base en ella para hacer la historia esta jajan't) 

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