17 | FINAL | Dos Flores y un Amor
—Tristán, mi flor, detente.
Tristán lloraba desesperado pensando que Dimitri había muerto y él estaba a punto de clavar sobre su muñeca una afilada y enorme espina.
Levantó su rostro y flotando por encima de los cactus se encontraba el alípede de sus sueños.
—Te encontré, Otoño, vinimos por ti. Quédate quieto por favor, te lo ruego.
La voz suave de Dimitri tenía un efecto sedante en Tristán que estaba al borde de un colapso.
—Ya has soportado mucho tiempo solo y desamparado en esta jaula, quédate quieto unos segundos más, por favor. Te sacaremos de aquí.
Tristán dejó caer la espina y se concentró en la voz de su amado.
Los seres del reino y la guardia real llegaron en el acto y se posicionaron alrededor del hada de jacintos. Con arcos, flechas y espadas, defenderían lo que ellos consideraban el «honor» del bosque.
No dejarían salir con vida a Tristán.
Con lo que esta gente no contaba era que Dimitri no había llegado solo hasta el jardín de cactus, detrás de él, cuatro poderosas deidades se erguían ocupando todo el espacio circundante.
Cada habitantes del bosque había sido alertado de lo que estaba sucediendo allí y uno a uno fueron llegando. Mamá y papá de Tristán llegaron y sus llantos y súplicas inundaron el aire. Yael se acercó a abrazarlos y a darles consuelo.
Fuego, el imponente Fénix se acercó al círculo espinoso y extendió sus ardientes alas y se mantuvo sobre Tristán.
Los otros tres elementos rodearon el círculo espinoso y cada uno se paró en el vértice imaginario de un triángulo equilátero que creó un equilibrio perfecto en una representación de geometría sagrada de unión entre lo divino y lo terrenal.
Las cuatro deidades iniciaron un ritual pronunciando palabras incomprensibles y las espinas una a una fueron cayendo hasta liberar al hada.
Un canto ensoñador salió de sus gargantas y como si este tuviera materia, se depositó suave y tenue sobre las cabezas de los seres del reino y de la guardia real.
Dimitri corrió a los brazos de Tristán y lo sostuvo antes de que el chico cayera al suelo. Su piernas se doblegaron después de haber permanecido de pie y en el mismo sitio sin moverse por horas. Los dos quedaron en el centro, abrazados y llorando.
—Abrid sus corazones —dijo el Fénix desde lo alto —Somos abrigo y calor.
—Abrid sus espíritus —dijo Agüita —Somos néctar y sustento.
—Somos sosiego y paz —dijo Aire cuyos cabellos cyan oscilaban hacia el cielo.
–—Somos sabiduría y luz —dijo Tierra tras sacudir su enorme cornamenta de un costado a otro.
Los seres del bosque conocían absolutamente todo acerca de los cuatro elementos, pero jamás esperaron que se manifestaran en cuerpo y alma ante ellos. Eso era un privilegio solo para elegidos, pero, aquí estaban estas cuatro poderosas deidades de lo absoluto, revelando sus dones y ofreciéndoselos a ellos.
Se sintieron avergonzados por lo que habían hecho con Tristán..
—Estamos aquí en pronunciamiento por lo que está sucediendo con dos seres cuyo amor ha trascendido las fronteras de lo terrenal —Se la escuchó decir a Agua, ella es quién más tiempo había pasado con Dimitri y sabía los pormenores de la historia.
Los guardias bajaron sus armas.
El pueblo entero estaba ante la presencia de los cuatro elementos, los pilares de la existencia, los señores de la naturaleza.
¿Qué debían hacer?
¿Qué debían decir?
—No estamos aquí para juzgar, ni para castigar. Buscamos vuestra comprensión y también deseamos comprenderlos —concluyó el siervo.
—Somos sus aliados, no vuestros enemigos. Buscamos cooperación y armonía pero no puede existir armonía si se encierra y se condena a muerte a uno de su especie por ser distinto.
—Por amar distinto —Se atrevió a decir Dimitri con la cabeza gacha en señal de respeto a las deidades.
—¡Son de reinos distintos! —Gritó un audaz, desde muy atrás, pero no dió la cara.
—¡Tristán traicionó nuestro reino! —susurró el sabio que horas atrás había condenado al hada a las espinas.
—¿Eso los hace enemigos? —preguntó fuego desde las alturas.
—Lo fuimos. ¡Y así seguirá por los siglos de los siglos! —respondió el sabio sin atreverse a mirar al Fénix.
—¿Hasta cuándo desean seguir siendo enemigos?
El anciano sabio del bosque, sintió que era su deber hablar en nombre del reino, después de todo él era el encargado de designar a las hadas a una casta específica según sus dones y sintiéndose responsable de muchas de las cosas horribles que le había dicho a Tristán unas horas antes, tomó la palabra y habló.
»Hace ciento cincuenta años las hadas nos batimos a muerte con alípedes por una cuestión de territorio. Luego de un derramamiento de sangre que se prolongó por años, la guerra se detuvo. No hubo vencedores ni vencidos, solamente hubo un acuerdo. Un pacto de sangre sellado entre líderes. Ningún ser perteneciente al clan de alípedes entraría al reino de las hadas y ningún hada ingresaría al reino de los pies alados. ¡¡Ciento cincuenta años de paz deshechos en minutos por dos niños soñadores que creen que se aman!!
—¿No es suficiente milagro, el amor cuando se manifiesta convirtiéndose en el mayor poderoso de los sentires? ¿Importan realmente las diferencias?
Los sabios de las flores murmuraban. El pueblo también lo hacía.
—Ustedes iban a sacrificar a Tristán Otoño —sentenció Agua.
El silencio fue ensordecedor.
El cielo sobre sus coronilla formó un espiral de nubes que giraba en sentido antihorario y la voz de Fuego sonó atronadora.
»Una verdad les será revelada. En los pliegues del tiempo una certeza surca las venas de la Tierra desde el inicio de los tiempos cuando el Sol, en su eterno vals universal, despliega un misterio ancestral. En la intrincada trama de la piel cósmica, cada estación emerge con su propio secreto.
Tristán Otoño, hada de dos flores, fue concebido en tiempo de cosechas para recoger los frutos de la vida.
El viento cantó mil melodías susurrándolas como profecías: sus cabellos dorados bailarán como hojas nostálgicas y el bosque pintará sus labios de ocres y amarillos.
Desde su simiente los seres de luz, designaron al hada de jacintos a que despertara al bosque de su letargo invernal con un corazón ardiente y al hada de azucenas con determinación de fuego.
Dos flores y un amor.
Jacintos, azucenas y alas en los pies.
Basta, basta de violencia y odio.
Basta de intolerancia y de prejuicio.
Basta de ignorancia y miedo.
Estos dos seres se aman y se respetan.
Ellos se complementan y se enriquecen, se merecen y se eligen.
Nadie tiene derecho a juzgarlos ni a separarlos.
Vuestra evolución como especie, amados seres del bosque, se encuentra en vuestras manos y nosotros a sus pies«
Guardianes, guerreros, sabios, hadas, todos los allí presentes, cayeron de rodillas ante los los Señores de la Creación.
Si en un primer momento, los habitantes del bosque sintieron miedo, ahora mismo, había sido reemplazado por admiración. Profunda admiración. Pasaron por todas los estados, duda, desconfianza, incertidumbre, pero conforme el secreto del cielo era revelado, sus corazones se llenaron de esperanza.
Y comprendieron que Tristán no había sido enviado a su presentación en invierno por error, ni había iniciado su relación con Dimitri, ni por casualidad ni por avatares del destino. En cada una de esas acciones podían verse las manos de los mismísimos dioses haciendo girar las ruedas de un antiguo mecanismo universal.
El cielo se iluminó en colores y el bosque de cactus se llenó de magia.
Una delgada lluvia cayó como recordatorio de que el agua es vida y se llevó consigo no solo los errores inmediatos sino también aquel antiguo pacto de sangre que los líderes firmaron para que las dos razas no volvieran a tener contacto. Desde hoy no existirán fronteras entre el reino de las hadas y el reino de los alípides. Está dicho.
Tristán que apenas podía salir del asombro tras lo que le había sido revelado extendió su pequeña mano a Dimitri y sin palabras se acercaron. Dimitri lo envolvió en sus brazos para protegerlo de la lluvia y Tristán sonrió como un jacinto que se aviva después de la sequía.
Sus ojos se encontraron y en ese contacto, se transmitieron historias de anhelos y de un futuro prometedor.
La lluvia, partícipe taciturna, los arropó en un apretón líquido creando para ellos un nido cálido de suspiros compartidos y roces secretos.
—Te amo, Tristán.
—Viniste por mí, mi hermoso amor, yo te amo más.
Se besaron bajo el aguacero y en ese beso se encontraron todas las vidas que habían vivido y las que aún estaban por vivir.
Fin
Publicada el miércoles 1 de mayo de 2024.
Y así llegó a su fin está pequeña historia de amor entre dos seres de razas distintas que sufrieron la persecución y el acoso por ser diferentes.
Siempre siento una especie de angustia cuando termino una obra. Confieso que esta es la historia que más he demorado en actualizar y en terminar porque, de alguna manera no encontraba las palabras que me ayudaran a representar todo aquello que tenía en mis pensamientos en relación a la historia de Tristán, Dimitri y las deidades. Me costaba representar dignamente ese momento. Fue bastante difícil, debo reconocer.
Aún me resta escribir un epílogo porque necesito dedicar un capítulo entero a todo el amor que Tristán y Dimitri sienten. Necesito fuego y pasión entre este hada y su alípide.
Como siempre, gracias por leerme.
Abrazo enorme.
I purple U 💜
Caracola
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