16 | Jardín de Cactus

Solo habían transcurrido unas pocas semanas desde que Tristán y Dimitri decidieran estar juntos, pero el vínculo entre ellos se había hecho tan fuerte que supieron desde el primer beso que ambos estaban destinados el uno para el otro.
Habían decidido que si el bosque y los seres que lo habitan, no podían aceptar lo que ambos sentían, buscarían la manera de permanecer juntos aunque eso significara desatar un verdadero caos.
Tristán no regresaría a su hogar, ni volvería en un año a recibir sus dones especiales como un hada de otoño y si la providencia estaba de su lado, él podría explicarles a su padre y madre, que lo que sentía por Dimitri era el amor más puro y que algo tan bello nunca podría ser malo.
Pero lo que ocurriría en los próximos días sería la muestra clara de que el bosque no estaba dispuesto a perder a su hada de jacintos y azucenas por lo que ellos consideraban un capricho.

Una mañana, salieron temprano, al amanecer y buscaron por el bosque alguna señal que les indicara el camino al bosque de cerezos. Dimitri quería regresar al hogar que compartía con Yael. Necesitaba contarle todo lo ocurrido con Tristán y encontrar entre las hadas de cerezos, el apoyo que no encontraron en el bosque del Otoño.

En el camino se toparon con otros seres mágicos que vivían en la espesura del bosque. Algunos eran amigables y otros no tanto. Tristán y Dimitri tuvieron que enfrentarse a algunos peligros, como un cíclope ciego, una bruja renga y un ogro furioso.
Pero también hicieron algunos amigos, como la ninfa de la laguna o un elfo feo. Cada uno de ellos les dio algún consejo o ayuda para encontrar el camino de regreso. Por supuesto que ambos se cuidaron muy bien de no demostrar sus sentimientos frente a nadie.

Caminaron durante días, volaron, rieron, y se amaron bajo la manta roja con la que Tristán armaba su nido. Se fueron enamorando cada vez más el uno del otro. Se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común, como su amor por la música, la naturaleza y los animalitos. También se complementaban en sus diferencias como, su personalidad, su aspecto y sus culturas. Se divertían, se apoyaban y se protegían mutuamente.
Se sentían felices y plenos.
Tristán y Dimitri habían aprendido a amarse con todo su ser. Eran felices cuando estaban juntos, y se extrañaban cuando estaban separados.

Pero ellos sabían que un día, su felicidad se vería amenazada por un peligro predecible. Porque su amor era un amor prohibido. Pertenecían a reinos distintos, a razas distintas, a mundos distintos.

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El clan de Tristán, al enterarse de su relación con el ángel se enfurecieron tan solo de pensar que uno de los suyos había traicionado a su raza y a su naturaleza. Consideraron que Tristán había cometido un pecado imperdonable al unirse con un ser de otro reino, y más aún, con otro varón. No podían aceptar que Tristán fuera diferente.
Lo consideraban una aberración, una deshonra, una amenaza. Lo querían someter y separar.
Decidieron que debían castigar a Tristán y separarlo de su amante. Enviaron al grupo de hadas de guerra, armados con espadas y cerbatanas. Su misión era capturar a Tristán y traerlo de vuelta al bosque, donde sería juzgado y condenado. Si Dimitri moría en el enfrentamiento, para ellos sería un alivio.

Siguieron el rastro que el hada y el alípede habían dejado tras su marcha al bosque de cerezos. A pocos metros de ingresar al Jardín Malva Rosa, donde Tristán y Dimitri consagraron un sublime y último acto de amor, fueron rodeados por los guerreros que atacaron a la pareja como si de delincuentes se tratara.

-¡Tristán, traidor! ¡Has mancillado el honor de tu clan y de tu raza!

Eran demasiados. Los guerreros hadas eran más fuertes y más numerosos. Los rodearon y los superaron. El círculo se hacía cada vez más pequeño y entre las lanzas que los apuntaban, Dimitri abrazaba a su hada y cantaba bajito a su oído para que Tristán no oyera las barbaridades que este grupo indolente les gritaba. Pero el líder de los guerreros levantaba su voz como si deseara que todo el reino lo escuchará.

-¡Has ofendido a la naturaleza y al bosque! ¡Has renegado de tu magia y de tu destino! ¡Has elegido mal tu compañero y tu camino!

Tristán levantó su rostro y miró a su ángel. «Te amo» le susurró en el mismísimo momento en que el abrazo fue roto de un tirón. Él fue arrastrado por un enorme hada de cedro que sujetó tan fuerte su brazo que creyó que se lo cortaría. Pero ni el dolor ni la desesperación impidieron que Tristán fuera testigo de ver caer a Dimitri tras el disparo certero de una cerbatana asesina que dio de lleno en su pecho. Y mientras era alejado del sitio donde su amor había caído, Tristán dejó allí, sobre el pecho de Dimitri su pobre corazón maltrecho.

Tristán fue cargado en hombros de uno de los guerreros y llevado directo al jardín de cactus. Al maldito jardín de cactus donde ningún hada ha salido con vida de allí.

¡Pero qué locura es esta! ¿No son las hadas los seres mágicos del bosque? ¿Cómo es que condenan sin juicio a uno de los suyos solo por ser diferente? Todas preguntas sin respuestas que el mismísimo bosque se hacía frente a los crueles hechos de violencia que a los que estaban siendo sometidos Tristán y Dimitri.

El jardín de cactus era un lugar espantoso, lleno de espinas y de dolor. Si una sola de esas agujas lo tocaba él moriría en el acto. Era el lugar donde encerraban a los criminales y a los rebeldes, para que sufrieran y se arrepintieran de sus actos.
Pero Tristán no tenía de qué arrepentirse porque él solamente había cometido un error y era el de creer que pertenecía a una raza justa y noble que no emitiría juicio ante dos seres que se amaban profundamente. Pero se equivocó su raza sí lo juzgó, sí lo condenó, sí lo sometió al peor de los castigos y no se trataba precisamente de arrojarlo de cabeza al círculo de cactus sino de haberlo separado del ser al que ama y por el que él daría su propia vida.

-Aquí te quedarás hasta que venga el sabio -Con desprecio dijo el líder de los guerreros- o hasta que mueras, lo que ocurra primero. Y no esperes clemencia, Otoño.

Y si algo no esperaba Tristán de esta horda de salvajes, era precisamente clemencia.
El guerrero se marchó dejándolo solo en esa jaula de cactus. Rodeado por un círculo infinito de espinas, Tristán sabía que sólo tenía una oportunidad para permanecer con vida, respirar profundo y entrar en un modo de meditación que alejara de su cabeza la imagen de Dimitri cayendo con su pecho herido. Y así quedó, quietito, con ojos cerrados y con sus brazos rodeando su cuerpo y disminuyendo respiración y latidos a lo mínimo y necesario que le permitiera permanecer con vida.

La próxima vez que Tristán abrió sus ojos, se encontró frente a frente con uno de los seres mágicos del bosque, un anciano de barba blanca y ojos azules que llevaba un bastón de madera. Era el sabio del bosque, el encargado de designar a las hadas a una casta específica según sus dones.
¿Qué hacía el sabio en el maldito jardín a donde lo habían confinado?

-Despierta, Tristán Otoño -dijo el sabio con voz grave, de pie al otro lado del circulo de pencas- ¿Estás listo para conocer tu destino?

Tristan se limitaba a observarlo sin hacer ningún comentario y sin moverse porque él aún seguía con mil espinas a su alrededor apuntando su ser.

-Sé que este no es el mejor sitio para hablar, Tristán, pero el concilio de hadas me ha convocado para que conozcas el mensaje del bosque antes que se dicte tu sentencia.

Tristán ni siquiera pestañeó al escuchar
esa palabra nefasta. ¿Sentencia? ¿Iban a sentenciarlo? ¿Sin juicio? ¿Y cuál era su delito? ¿Amar distinto? La preguntas se atiborraron en su cabeza sin escuchar lo que el anciano continuaba diciendo sin hacer pausa alguna.

- .. y como te decía, esa será la condición para que salgas de aquí.

-¿Condición? ¿Qué condicion?... espere, sabio espere, no escuché esa parte...

El sabio tampoco escucho a Tristán y prosiguió parloteando

-Tú sabes que fuiste enviado en invierno sin haber llegado a la edad de recibir tu designación.
El sabio esperaba respuestas pero Tristán no emitía sonido ya que había decidido no hablar hasta que el viejo regresará al relato y le contara todo desde el inicio.

-También sabes perfectamente que las hadas deben cumplir con su deber y servir al bosque. No puedes negarte a tu designación. Es la ley.

-Me enviaron en invierno y soy un otoño- Tristán salió de su ostracismo para cuestionar- ¿Eso solo se trató de un error? ¿O yo, soy el error para ustedes, Señor Sabio?

-Tú no eres un error, Tristán, tú eres el orgullo del bosque... Bueno, eras, ahora ya no estoy tan seguro.

-¿Era? Explíqueme, por favor, con lujo se detalles.

-No hay mucho que explicar, Tristán te uniste en carne con una criatura de otro reino. El concilio te ordena que lo abandones que hagas una purificación de tu cuerpo para que puedas hacer aceptado por la casta a la que perteneces.

-No quiero pertenecer a ninguna casta. Quiero ser libre de elegir mi propio camino.

-Eso es imposible, Tristán -replicó el sabio con severidad.

-¿Y qué pasa con el amor? ¿No tengo derecho a amar a quién yo quiera?

-El amor es un sentimiento peligroso, Tristán -advirtió el Sabio con desdén- Te hace débil y te aleja de tu propósito. Sobre todo si se trata de un amor prohibido, como el que sientes por ese alípede.

-¿Débil?

-Hemos visto tu traición al bosque.

-No es una traición, es amor -protestó Tristán al borde de las lagrimas. Él no podía creer lo que este hombre que se supone, es el "sabio" del bosque dijera tales barbaridades- Dimitri me hace feliz. No puedo vivir sin él.

-Pues tendrás que hacerlo, Otoño -sentenció el sabio con crueldad- Porque nunca más volverás a verlo. Te lo prohíbo. Y te ordeno que aceptes tu designación, o sufrirás las consecuencias.

Tristán Otoño sintió que se le rompía el corazón. No podía creer que el sabio fuera tan injusto y cruel. No podía aceptar que le arrebataran su amor y su libertad. No podía obedecer esa orden.

-No, no lo haré. No aceptaré tu designación. No renunciaré a Dimitri.

-Hablas de él como si siguiera vivo.

Tristán sintió que todo su universo se venía abajo.
¿Su ángel había muerto? Eso no era posible, él aún sentía conexión con él. Pero si era real lo que el sabio le estaba diciendo y Dimitri había muerto para él su mundo se acababa en este preciso momento.

-¿Dimitri está muerto?

El profundo silencio al que se llamó el sacerdote, caló tan profundo en el corazón del hada que pudo sentir su crujido en el pecho.

Si Dimitri había muerto ya nada tenía sentido para él. Observó todos los cactus a su alrededor y eligió aquel que tenía el verde más brillante y la espina más filosa.
En cuestión de segundos Tristán había decidido que ese esa jaula de agujas sería el lugar donde él daría su ultimo respiro.









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